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Estancias, mansiones y fantasmas: La Estancia Montelen (página 2)


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"Pero, ¿qué hay de cierto detrás de toda esta historia? ¿Qué es lo que se esconde entre los pliegos de tan tremendo, exótico y cautivante relato?

"La respuesta es contundente.

"Según la institución encargada de conservar y transmitir la memoria del palacio (Comisión Permanente de Homenaje al general don Eustoquio Díaz Vélez) no hay nada de cierto en toda la historia que transcribimos.

"Nunca hubo una hija. Eustaquio (h) engendró únicamente varones (Carlos y Eugenio), por lo tanto jamás existió una mujer enamorada, ni novio atacado por un gran gato africano en pleno corazón de Barracas. Además, el propietario de la mansión nunca mató animal alguno, ni hubo leones deambulando libremente por el parque. Por otro lado, Eustoquio (h) murió en 1910, no en 1927, razón por la cual le habría sido imposible asistir al drama, fechado por el rumor en 1916.

"El "desencanto" no podría ser mayor.

"Pero, ¿por qué una fantasía de ese tipo, una mentira de cabo a rabo, arraigó de manera tan honda y duradera en el imaginario porteño? ¿De dónde salió todo ese delirio? Respuesta: de un libro publicado en España hace unos treinta años, Crónicas Absurdas de Buenos Aires (editorial Saritnem, 1987) y escrito por un tal Manuel Vasco da Fonseca. Según este autor, la historia de Manuela /Mathilde fue relatada por un testigo presencial, el Barón Adam Folkner, en su libro de memorias, publicado en 1939.

"Un absurdo tras otro. El propio título de Fonseca lo indica sin pelos en la lengua. Una fantasía que alimenta más fantasías. Pero a las casas encantadas nada de esto les preocupa. Todo lo contrario. Encuentran en la exageración, en lo exótico, en los sucesos insólitos, su principal alimento. Y si éstos refieren, solapadamente, arraigados temores de clase (como el hecho de que sea una simple cocinera, un miembro de la servidumbre, el enemigo interno, la causante del desastre) tanto mejor".[18]

He ahí una historia que nunca ocurrió. Falsa de cabo a rabo, pero que se sigue repitiendo en los portales de Internet, libros y visitas guiadas a turistas.

¿Por qué el deseo de que un suceso tan desafortunado y falso como ése sea cierto?

¿Romanticismo puro y llano?

¿Morbo colectivo?

Tal vez haya algo de eso. Pero lo que es extraño y llama la atención es el esfuerzo que aún se invierte en difundir la leyenda. ¿Será para justificar a posteriori la aparición de fantasmas? ¿O acaso lo que se pretende es indicar que (como decía el título de una vieja telenovela) "los ricos también lloran"?

Claro que el hecho de que los asesinos hayan sido leones, y no otros animales salvajes, genera también algunas dudas.

En ambos dramas (en el de la mansión Barracas y en el de la estancia "La Matilde"/Montelen), son esos felinos africanos los catalizadores de las truculentas muertes.

Lo foráneo, lo raro, acarrea distinción, pero también dolor y sufrimiento. Por eso lo raro genera miedo.

¿O estamos frente a un simple relato moralista, una mera fábula proto-ecológica que nos alerta sobre los peligros de alterar el hábitat de animales que nacieron para vivir en la sabana?

Lo cierto es que el felino aparece, como en tantísimos cuentos del siglo XIX, representando la traición. El león actúa de manera inesperada. Sin aviso. Por detrás. Y en ese accionar rompe con toda una batería de ideas y valores muy difundidos en aquellos días de optimismo burgués: la previsibilidad, la seguridad y la creencia en el progreso indefinido.

El león, específicamente en estos dos relatos, actúa de manera anárquica. Se sale de la norma. No obedece, como lo haría un perro, un caballo o un gaucho devenido en peón. El gran gato africano genera incertidumbre. En pocas palabras: encarna dos de los temores más profundos de la burguesía ganadera de fines del siglo XIX y principios del XX: la desobediencia y la rebelión.

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Pero volvamos a la estancia de Bragado y, partiendo de la experiencia recabada en Barracas, preguntémonos: ¿aconteció realmente ese luctuoso episodio? ¿Fue real la decapitación de la niña, o es producto de la imaginación colectiva, del boca a boca y la tradición oral?

En principio todo parecería indicar que sí ocurrió; pero hoy conocemos muy bien los mecanismos y la tremenda fuerza que tienen los rumores.[19] Por ese motivo, nos vamos a permitir plantear la hipótesis contraria, ya que detectamos algunas contradicciones importantes que queremos expresar.

En primer lugar, no tenemos el nombre ni el apellido certificados del hombre que atendía a los animales. La tradición nos habla de que la niña (víctima) se llamaba Amalia, pero esto de por sí no significa nada. En el caso de los Díaz Vélez, como hemos visto, se dan muchos nombres y apellidos y sabemos que la historia es apócrifa por completo. Además, el grado de parentesco entre el cuidador y la niña varía en dos de las versiones conocidas. En una es la hija. En otra, la nieta. Nada es seguro. Lo más probable es que el nombre "Amalia" sea un injerto sin base alguna. A no ser en el imaginario que la historia generó.

En segundo término, no hay certeza de la fecha exacta de la tragedia. Como dijimos anteriormente, el artículo publicado en la Revista Historias Para ser Contadas de 1999[20]no da ningún marco cronológico exacto o aproximado. Ni un solo año. Únicamente se afirma de manera vaga que ocurrió "en época de los Salaberry". En tanto que en un reportaje posterior emitido por televisión, el responsable del artículo sostiene (ahí sí con algo de precisión) que el ataque y decapitación ocurrió "entre 1904 y 1911… o 1912".

Demasiada ambigüedad. Hay casi una década de diferencia. Es mucho tiempo para que una fluctuación de ese tipo se sostenga, máxime con un hecho tan inusual y en una zona donde no deberían abundar leones matando niños de un zarpazo sin llegar a la prensa o a los juzgados.

Pero hagamos un paréntesis en la crítica.

Convengamos provisoriamente que el accidente haya ocurrido, en efecto, entre 1904 y 1912 (como dice la tradición oral) y pasemos al tema de las jaulas. Que no es un tema menor.

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Según dijimos en la primera parte de este trabajo, las famosas jaulas (leoneras) de la estancia "La Matilde"/Montelen se habrían construido con las antiguas rejas que rodeaban la Quinta de los Lezica, en el actual barrio porteño de Caballito, y que Salaberry comprara cuando la quinta fue vendida y desmantelada.

Pero, ¿cuándo ocurrió eso?

Ambrosio Plácido Lezica fue un poderoso y reconocido comerciante/terrateniente argentino del siglo XIX. Político, y con contacto en las más altas esferas del orden conservador, supo tener una coloquial relación con el presidente Sarmiento, quien visitó al menos en una oportunidad la quinta que don Ambrosio había empezado a construir desde 1860 y que disfrutó hasta el día de su muerte, acaecida en 1881.

Tras el deceso de su propietario, el predio quedó abandonado a la buena de Dios y, tanto la casa principal, el majestuoso invernadero y el cerco perimetral enrejado, empezaron a deteriorarse lentamente, sin mantenimiento alguno. Hacia el año 1900 su estado era calamitoso. Entonces, en 1908, la viuda y heredera le encomienda a su hijo la venta de la propiedad, que es ofrecida en primera instancia al gobierno municipal porteño. Pero las tratativas no anduvieron. No hubo acuerdo en el precio y la quinta siguió concentrando maleza y destrucción durante los siguientes veinte años. Recién en 1927 el municipio decidió dictar una ordenanza expropiando el terreno y, meses más tarde, con fecha 10 de julio de 1928, inaugurar una plaza pública (hoy Parque Rivadavia).[21] Recién entonces debieron removerse las rejas perimetrales, ya que en el archivo fotográfico de la familia Lezica hay tomas de la década de 1920 que muestran claramente que las rejas seguían en su sitio.

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Por ende, ¿cómo es posible que el accidente de la niña ("que asomó su cabecita por los barrotes") pueda haber ocurrido casi 16 años antes de que la jaula fuera construida?

Una de dos: o la tragedia ocurrió después de 1928 (y no entre 1904/1912) o… nunca ocurrió.

¿Cuál es el posible origen de esta confusión?

Al parecer, la historia de "Amalia" (sic) proviene de la tradición oral, afortunadamente recopilada en la zona de Bragado; y el principal (¿único?) informante ha sido un vecino de apellido Ciancaglini, citado en el artículo de la Revista Historias para ser Contadas y en un reportaje de televisión.[22]

Pero, ¿fue ese informante, testigo directo del drama?

Dicen que sí.[23]

Pero, una vez más, los años no cierran.

Se cuenta que Ricardo Ciancaglini era hijo del administrador de la estancia y que de muy chico, viviendo en la propiedad, fue testigo de las jaulas, de los leones y del accidente sufrido por la niña. Pero he aquí el problemita (y cito textualmente):

"Cuando se produce el quiebre de la estancia, entra en escena en 1934, la Compañía Argentina de Bienes y Raíces", subsidiaria del banco Argentino Uruguayo, de la cual Osvaldo, el padre de Ricardo Cincaglini, era administrador".[24]

Una vez más nos alejamos de la fecha otorgada (1904/1912), siendo imposible, por lo tanto, que Ricardo Ciancaglini haya podido ver algo que ocurrió en el lugar por lo menos 24 años antes de que él llegara a "La Matilda".

Y hay más.

La tradición también sostiene que el cuerpo sin cabeza de la niña fue enterrado en las cercanías de la Capilla neogótica del Sagrado Corazón. También aquí hay un desfasaje: la capilla se construyó en 1914, dos años después del supuesto accidente. ¿O fue al revés, y levantaron el templo católico en cercanías de la tumba de la pequeña mujercita?

Por último: si las jaulas fueron parte del parque diseñado por Charles Thays (o montadas inmediatamente después del mismo), ¿cuándo el famoso paisajista francés fue contratado por los Salaberry?

Tampoco hay fecha cierta de eso, ni se sindica a la estancia "La Matilda" en el listado completo de obras (contrataciones) privadas (estancias/jardines de residencias) realizadas por Thays.[25]

En el universo de la historia oral muchas cosas son posibles, en especial los errores de la memoria. El pasado es una combinación interesante de hechos reales, fantasías y mentiras que con el tiempo se funden en un todo indiscernible que hace imposible la separación entre lo ocurrido y lo no ocurrido.

Pero aún no siendo cierta, la historia de la niña decapitada se acopla perfectamente al moderno rumor de fantasmas deambulando por las ruinas de la propiedad; enriqueciendo el patrimonio intangible del lugar.

Y ese patrimonio también es historia.

Vayamos ahora al segundo suceso morboso que alimenta la idea de que el bosque de Montelen está encantado.

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El 19 de noviembre de 1938 la opinión pública cordobesa, y más tarde la de todo el país, se vio conmocionada por la desaparición de una niña de 9 años de edad en el barrio San Martín de Córdoba (capital). Se llamaba Marta Ofelia Stutz (Martita, para medios de comunicación) y su caso mantuvo en vilo a la Argentina durante largo tiempo, convirtiéndose en un ejemplo temprano y emblemático de cómo la prensa manipula la sensibilidad de las masas, generando una psicosis colectiva y convirtiendo el crimen en un show por entregas.

Nosotros ya estamos acostumbrados a eso. Pero hacia fines de la década de 1930 no era algo a lo que la gente estuviera habituada. Por entonces, "si salía en los diarios, era verdad". Las opiniones del periodismo, sus hipótesis, sentencias e intereses políticos, no se discutían del mismo modo que hoy. El sentido crítico de la mayoría de los lectores era otro y la falacia del experto funcionaba mucho mejor.[26]

En resumidas cuentas, el caso Stutz (del que hay una ingente bibliografía) se sintetiza del siguiente modo:

Martita sale a comprar una revista. No regresa. Desaparece. Su familia (humilde) no recibe ningún pedido de rescate. Se descarta el secuestro. Surgen otras dos hipótesis: venganza o crimen sexual. La primera se desecha rápidamente. Los padres de Martita no tienen enemigos ni andan en asuntos turbios. La segunda hipótesis empieza a cobrar fuerza. Gana los medios. Empiezan a aparecer "testigos". Dos niños dicen que la vieron en un auto (voiturette) color verde, en dirección a Pajas Blancas (a la afueras de Córdoba). Iba con dos hombres, dice uno. El otro: solo con uno y era gordo. La policía rastrilla toda la ciudad. Aparece el auto verde en cuestión y detienen a su propietario (un hombre gordo). Nada tenía que ver con el asunto (de todos modos estuvo preso 3 años). Surge otro sospechoso, un tal José Bautista Barrientos (conductor de tranvías y proveedor de menores para fiestas sexuales), quien complica a su vez a otro sujeto (Vidoni de apellido) dueño de un horno en el que encuentran restos humanos. Pero no eran de una niña. Vidoni muere como consecuencia de las torturas recibidas por la policía en diciembre de 1938. Había que encontrar un culpable. El gobernador de Córdoba (Amadeo Sabattini, UCR) exige una resolución pronta. Teme que el gobierno nacional (conservador) aproveche el crimen e intervenga la provincia. Se inicia una caza de brujas. Dos prostitutas acusan a un cliente de "andar pidiendo nenas para fiestitas". Es cuando aparece en esta historia Antonio Suárez Zabala. Desde entonces, el "Vampiro de Córdoba". El acusado es incomunicado. Se le dicta prisión preventiva. Aún bajo tortura se declara inocente. La prensa lo destruye. En abril de 1939 se cierra el sumario. No pueden inculparlo del crimen, pero sí por proxeneta (rapto y violación de Marta). En 1941, tras un juicio sumamente mediatizado, es condenado a 17 años de prisión. En 1943 la sentencia (apelada por la defensa) es revisada. Dos votos contra uno, el tribunal decide dejarlo libre por falta de pruebas y desaparición del cuerpo del delito. Suárez Zabala, tras 4 años encarcelado, deja el penal. Se muda a Chile y no regresará más de ese exilio. El crimen de Martita quedó irresuelto.

Entonces se inició la leyenda y la estancia Montelen entra en escena.

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Las creencias populares de los últimos años dejan flotando el rumor de que en el tupido bosque de Montelen no sólo hay una tumba, sino dos.

La primera, se correspondería con la de la niña muerta por la leona en el parque y zoológico privado de los Salaberry.

La segunda, no oficializada por la ciencia forense y arrastrando una historia aún más truculenta, sería, nada más ni nada menos, que la de Martita Stutz. Claro que para aceptar un cuento como ese, primero hay que creer a pie juntillas en una maquiavélica conspiración, fomentada por la "certeza" de que hay fantasmas rondando la estancia.

Pero, ¿cómo es que llegó esa infortunada niña, desaparecida en Córdoba, hasta Montelen?

Antonio Suárez Zabala trabajaba para GENIOL. Gerenciaba la distribución del famoso analgésico en la provincia mediterránea. Ingeniero, casado, con esposa e hijos, tenía también mucho tiempo libre para frecuentar prostitutas jóvenes. Ese fue su mayor pecado y el inicio de su calvario. Dos de esas mujeres serían, como ya vimos, las que lo involucrarían en la desaparición y crimen de Martita. Pero eso no hubiera sido tan llamativo sin un dato adicional, que la prensa explotó al máximo: Antonio no sólo era empleado de GENIOL, sino hermano de Francisco Suárez Zabala, inventor del analgésico y dueño de la estancia Montelen de la región de Bragado.

Para algunos investigadores, este dato fue el que terminó de hundir al sospechoso. Que un miembro de una de las castas más ricas y poderosas del país estuviera involucrado en un asunto tan escabroso como lo es la pedofilia, no pudo ser obviado. Y no lo hicieron. Adujeron que la familia Suárez Zabala "embarró" el proceso judicial haciendo uso de sus influencias y poder económico, amén de contratar al abogado defensor más prestigioso de la época (Dr. Deodoro Roca).

Habrían actuado como clan, protegiendo su imperio. Se cuidaron de no dejar nada librado al azar. De esta forma, siguiendo este punto de vista conspirativo, Antonio y sus encubridores tomaron los recaudos necesarios para hacer desaparecer el cuerpo de la víctima, trasladándolo bien lejos de la escena del crimen e incinerándolo en un horno de ladrillos de la estancia Montelen, en el corazón de la provincia de Buenos Aires.

De este modo, la supuesta complicidad de los hermanos, el exilio posterior de Antonio en Chile (de donde nunca más volvió), su silencio y los convenientes contactos familiares, habrían sido los responsables de un crimen casi perfecto. El rumor se difundió como reguero de pólvora, y la pretendida ubicación de los huesos (cenizas, en realidad) de Martita Stutz en la estancia fue para muchos una realidad incuestionable.

El tiempo se encargó de adornar el hecho con supuestos sucesos paranormales.

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Una vez más, las exageraciones y fabulaciones, dichas y repetidas hasta el cansancio a la vera de un fogón (real o digital), se solidificaron con el tiempo, convirtiéndose en verdades a medias que, acriticamente abordadas una y otra vez, terminaron transformándose en "verdades completas".

"Recorriendo las instalaciones de Montelen, no pocos (te diría entre 8 y 10 personas) me aseguraban que en uno de los hornos de ladrillos que tenía la estancia había desaparecido Martita Stutz. Esto en función del testimonio de antiguos trabajadores de la estancia que hoy prácticamente han desaparecido, porque esto que te estoy contando sucedió hace 15 años Entonces, no me extraña a mí que haya una aparición. Que ande por ahí rondando algo etéreo. Que existe y está vagando por el lugar".[27]

El testimonio anterior, captado después de que se hiciera pública la "misteriosa" foto de la niña en la capilla abandonada, se complementa con una serie de comentarios publicados en una página de Internet (un blog, en realidad), en la interactúan varías personas, discutiendo sobre el tema.[28] Reproduciremos dos de esos dichos ya que, de ser ciertos, le estarían dando a la hipótesis Stutz un peso interesante a la hora de evaluar el mecanismo de la difusión de rumores (no de los hechos realmente acaecidos, que todavía están y seguirán estando en penumbras).

"A mí me impresionó mucho ese rapto y asesinato –dice una tal Inés en agosto de 2009-. Yo tenía 8 años y era sobrina de uno de los dueños de la Farmacia Franco-Inglesa, en ese entonces la mayor del mundo. Mis tíos eran amigos de los Suárez Zabala. Yo conocí la estancia de ellos y vi el horno para hacer ladrillos donde Suárez Zabala, "el asesino", quemó a Marta Stutz. La esposa del dueño de GENIOL estaba muy apesadumbrada, ya que se trataba de su cuñado. Delante mío, contó a mi tía, su amiga, todo. Se pueden imaginar que esas cosas nunca se olvidan. La estancia era muy linda. Yo era una nena de 8 años. Jamás me olvidé de lo qué escuché. Hoy tengo 79 años y recuerdo todo como si fuera ayer".

El segundo testimonio, en primera instancia no es anónimo (aunque no tenemos manera de probar la verdadera identidad de la persona que dice ser):

"10 de enero de 2012. Hola gente interesada en la vida y obra del bioquímico y farmacéutico Francisco Suárez Zabala. Soy nieta del creador de GENIOL. Mi nombre es Lucía María Suárez. Hay muchos hechos contados en este sitio dolorosamente ciertos. Otros no. Y afectaron mucho a mi padre, quien murió el año pasado. Mi abuela, "Meme- Elida Rodríguez Blanco de Zorrilla de San Martín (educada en un selecto colegio de Londres, era de una familia muy paqueta de Montevideo). Ella me dejó escritos, diarios, recortes, fotos, estatuillas, etc. Mi familia (madre, padre, hermanos) nunca tuvimos nada de esa fortuna que hizo mi abuelo, al que llamábamos Dady. Mis padres hicieron una opción ideológica para que no nos criáramos en ese ambiente falso, cínico y de doble moral. (…) El asesinato de Martita fue el primer caso de trata de la Argentina y nunca se supo dónde está su cuerpito. Fue mi tío abuelo, Antonio Suárez Zabala, según las crónicas policiales y las pruebas tajantes. Pero mi abuelo le puso los mejores abogados y quedó libre. Aunque mi abuelo jamás quiso volver a verlo."

¿Quemaron el cuerpo de Martita Stutz en la estancia Montelen?

No lo creemos. Pero no es importante lo que nosotros creamos, sino lo que el imaginario popular cree que efectivamente ocurrió, a pesar de las discordancias que existen en la historia. Y la primera de ellas tiene que ver (una vez más) con la cronología.

Si la desaparición de Marta Stutz se produjo en 1938, es poco probable que "el asesino y sus cómplices" la hayan llevado a Montelen para incinerarla, ya que los Suárez Zabala compraron la estancia recién en 1942. A menos que hayan estado con el cadáver o la niña secuestrada de un lado para otro durante 4 largos años. Por otro lado, el casco y los hornos de ladrillos no están cerca de Córdoba capital. Finalmente, no creemos que un hecho aberrante como ese haya podido pasar desapercibido en una estancia que por entonces tenía unos 160 empleados trabajando permanentemente en ella.

Tiempo, fantasías, propagadores de misterios, datos inciertos, miedos y prejuicios, redes sociales y medios de comunicación, se amalgaman y reconstruyen el pasado de un modo muy particular. Algunas veces para avalar sucesos del presente (¿fantasmas?). Otras, lisa y llanamente, para inventarlos. Y no importa la lógica del discurso cuando el poder de la creencia es infinito. Casi siempre es la razón la que pierde la partida y aquello de empieza con un "se dice" se transforma, con el paso de los días, meses o años, en verdades que nadie pone en tela de juicio y aceptan sin cuestionar. Máxime cuando, como en el caso de Martita Stutz, se sugiere la existencia de una operación conspirativa, ya que, como dice Jorge Halperín, "Si creemos en la conspiración ya no necesitamos evidencias".[29]

PARTE 3

Lo que el viento se llevó

Las ruinas de la estancia Montelen

"Cada ser es un himno destruido."

E. M. Cioran

El viernes 4 de enero de 1974 un tremendo tornado terminó con dos de los edificios más emblemáticos de la estancia Montelen: la Escuela N° 2 y la capilla del Sagrado Corazón, ambas inauguradas en 1914.

Nunca se reconstruyeron. Terminaron devoradas por las plantas y árboles de un antiguo vivero insurrecto. Libre del control humano. Desaforado, sublevado, se tragó todo.

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La destrucción es jactanciosa. Llama la atención. Nos atrapa y seduce. Su exuberancia corruptora pide a gritos que la observemos. Que pensemos. Que nos cuestionemos sobre el impagable precio del presente. Así de sencilla es la cosa. Exasperante.

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Todo se retuerce, se quiebra, se descascara, tambalea y cruje. Todo es mentira, ilusión. El monarca de la mente es una mera fantasía afirmada en un trono de clavos oxidados y sedas que se pudren y deshacen por el abandono. Meras vigas que se sintieron eternas y hoy son un amasijo de pintura caída y blanda. Aquel que soñó con la perennidad, se ve subsumido en el ocaso; muchas veces antes de lo imaginado o previsto.

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El silencio es quien somete, como un tiránico rey, a los lugares abandonados, condenándolos al solo sonido de las aves intrusivas que los anidan y regentean.

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En los lugares abandonados rara vez los colores mantiene su brillo. Lo opaco señorea por doquier y una pátina de tristeza cubre absolutamente todo, dejando —en larga agonía— espacios otrora llenos de vida, de proyectos y esperanzas. Descoloridos, olvidados, sólo les resta esperar su completa desaparición.

Manchados, sucios, vestidos de polvo y mugre, humedad y óxido, los sitios abandonados son los muestrarios descarnados de la decadencia material de las cosas. Un anuncio. Una profecía autocumplida que dispone de todo el tiempo que existe para terminar de concretarse.

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El deterioro no respeta a ninguna institución, ni siquiera a los templos, capillas o iglesias. No hay fuerza universal que lo resista, ni voluntad omnisciente que lo detenga. Ante él los dioses se vuelven vanos.

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Taperas. Con este nombre se identifican en Argentina a las construcciones, generalmente humildes, que han sido abandonadas en el medio del campo. Ranchos, cascos de estancias, puestos ganaderos o pulperías, se transforman en taperas cuando la soledad las conquista y empieza su lento proceso de deterioro. No hay forma de que pasen desapercibidas. Con el tiempo se convierten en mojones de una geografía desolada y puro horizonte. El ojo entrenado no puede dejar de verlas y aún así las ignora. Se convierten en una parte más del paisaje. Acaban naturalizándose. El campo las fagocita y con ellas desaparece también la memoria.

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Para los ingenieros civiles (constructores de edificios y puentes) los lugares abandonados se convierten en laboratorios donde es posible estudiar de manera directa la «resistencia de los materiales». Allí cada elemento se pone a prueba, mostrando sus miserias y reducidas capacidades de sobrevivencia. No importa cuán duros fueron. El tiempo los termina deteriorando, ablandándolos, facilitando así la comprensión de los procesos que han llevado a la decadencia material de imperios y civilizaciones del pasado. Las cosas adquieren su propia historia y lo que muchos consideran "eterno" se vuelven perecederos y susceptibles a "morir" como si fueran elementos orgánicos.

Los lugares abandonados fueron/son como espejos en los que nosotros podemos reflejarnos.

Esperamos que este trabajo sobre Montelen haya servido, al menos, para eso.

 

 

Autor:

Fernando Jorge Soto Roland*

FJSR

FEBRERO 2014

[1] La información recabada de la estancia y las historias locales de la zona de Bragado han estado siendo publicadas desde hace quince años, en la excelente Revista Historias Para ser Contadas, dirigida por el investigador Juan Luján Caputo. La temática sobre Montelen, específicamente, salió en el VOL.5, año 1, de agosto/setiembre de 1999, pp.5-31. De ahí hemos sacado los principales datos y referencias para la primera parte este trabajo.

[2] Testimonio recabado por el P. Meinrado Hux de boca del comerciante y vecino de Bragado Don Electo Urquizo, Revista Historia Para ser Contadas,”El Hombre que inició la historia de Montelen”, Op.cit. pág.8.

[3] Op.cit., p.10.

[4] Según el P. Meinrado Hux, sus hijos varones tuvieron un destino un tanto peor. Raúl falleció siendo joven producto de un aparente coma alcohólico. Pepe, endeudado hasta el cuello, debió vender sus tierras a muy bajo precio. Maximillo hizo lo mismo y falleció en 1915.

[5] Para una cronología sencilla véase: Ávila, Leonel G., Salaberry entre ruinas y ¿fantasmas?, Cuarto Poder, Bragado, sábado 5 de mayo 2012. Disponible en Web: http://archive.is/WAAy8.

[6] Para una historia bien detallada y documentada sobre el tema, véase: Losada, Leandro, Historias de las Elites en la Argentina. Desde la conquista hasta el surgimiento del peronismo, Sudamericana, Buenos Aires, 2009.

[7] Caputo, Juan Luján, “Dos historias, dos destinos” en Revista Historias Para ser Contadas, Vol.5, año 1, agosto/setiembre 1999, Bragado, Argentina, pág. 24.

[8] Fue conocido como el Jardinero Mayor de Buenos Aires. Su obra en el territorio argentino se desarrolló desde 1889 hasta bien entrado el siglo XX. Aunque francés de nacimiento y formación, adoptó a la Argentina como patria, estudiando y valorando su acervo natural y cultural. – Construyó parques y paseos determinantes para la conformación de la imagen urbana nacional, incorporando flora extranjera y nativa y abarcando una amplia paleta de colores. – Como Director de Paseos de la Ciudad de Buenos Aires concretó y remodeló la mayoría de sus espacios verdes: parques 3 de Febrero, Los Andes, Ameghino, Colón, Patricios, Chacabuco, Pereyra, Centenario, Lezama, Avellaneda e Intendente Alvear así como las plazas del Congreso, de Mayo, Rodríguez Peña, Solís, Castelli, Brown, Balcarce y otras. – También construyó jardines en hospitales, regimientos, edificios públicos y arboló las calles con 150.000 ejemplares. – La figura de Thays también fue clave en la protección del patrimonio natural, la producción de la yerba mate y la botánica científica. – Cuando comenzó su gestión como Director de Parques, los Bosques de Palermo tenían unas 180 hectáreas. Él logró triplicar su extensión. Además de dibujar parques y plazas, también diseñaba el mobiliario, incluidos los bebederos y las casas de los guardianes. También diseñó invernaderos y luminarias que mandaba a traer desde París. – La obra del arquitecto y paisajista Carlos Thays no se agota en los parques, el arbolado y calles de la Ciudad. Puede verse en distintos pùntos de la Argentina y otros países, como el Parque Sarmiento (Córdoba), el 9 de Julio (Tucumán), el Independencia (Rosario), el San Martín (Mendoza), el Urquiza (Paraná), la urbanización balnearia de Mar del Plata, los parques de estancias emblemáticas como La Candelaria de Lobos o La Porteña de San Antonio de Areco, el barrio de Carrasco (Montevideo) y el Maranhao (Brasil). – Además de paseos públicos, construyó parques para estancias y residencias privadas.

[9] Caputo, Juan Luján, “Dos historias, dos destinos” en Revista Historias Para ser Contadas, Vol.5, año 1, agosto/setiembre 1999, Bragado, Argentina, pág. 24.

[10] La cronología de esta tragedia no aparece consignada en el artículo publicado en la Revista Historias Para ser Contadas (pág.25 y pág.31) sino en una nota periodística local de la ciudad de Bragado. Disponible en Web: http://www.youtube.com/watch?v=EWUF8w0asMk

[11] Dato consignado en entrevista periodística antes citada.

[12] Caputo, J.L., op.cit. p.31.

[13] Véase: Soto Roland, Fernando Jorge, Visitantes de la Noche, Editorial Martín, Mar del Plata, 1997. Disponible en Web: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/visitantes_de_la_noche.htm

[14] Véase: Errantes y abandonados. Disponible en Web: /trabajos97/errantes-y-condenados-barcos-fantasmas/errantes-y-condenados-barcos-fantasmas

[15] Véase: Soto Roland, Fernando Jorge, El Abandono y el Olvido. Cuaderno de reflexiones sobre lugares abandonados en Argentina, Editorial Virtual Libroptica. Disponible en Web: http://www.libroptica.com.ar/AbandonoyOlvido.html

[16] Véase artículo disponible en Web : http://www.yumpu.com/es/document/view/19494196/articulo-el-universo-onirico-de-la-criptozoologia

[17] Pareidolia: La pareidolia (derivada etimológicamente del griego eidolon (e?d????): ‘figura’ o ‘imagen’ y el prefijo para (pa??): ‘junto a’ o ‘adjunta’) es un fenómeno psicológico donde un estímulo vago y aleatorio (habitualmente una imagen) es percibido erróneamente como una forma reconocible. Disponible en Web: http://es.wikipedia.org/wiki/Pareidolia

[18] Véase: http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/casas_encantadas.htm

[19] Véase: Sunstein, Cass R., Rumores. Cómo se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y qué se puede hacer contra ellas, Debate, Uruguay, 2009.

[20] Sin referencia a ninguna fuente escrita, y basándose sólo en el testimonio oral de un habitante de la estancia.

[21] Véase: Nogués, Germinal, Buenos Aires ciudad secreta, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2003.

[22] Caputo, J.L., op.cit. pág. 23.

[23] Véase testimonio oral de Juan Luján Caputo. Minuto 3’59’’ disponible en Web: http://www.youtube.com/watch?v=EWUF8w0asMk

[24] Caputo, J.L., op.cit. pág. 23. Las negritas son mías.

[25] Véase: disponible en Web http://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Thays#Obras_privadas

[26] Falacia del experto: determinadas afirmaciones no pueden ser discutidas racionalmente porque se consideran avaladas por un supuesto consenso académico. Con frecuencia, este consenso es más una invención periodística que una realidad, pero incluso aunque existiera, no justifica la clausura de ningún debate. Es tan real el efecto que tiene la manera como una persona luce en su credibilidad profesional, que hasta a ese fenómeno se le ha dado un nombre científico "la falacia del experto" y es que la existencia de este fenómeno demuestra que para bien o para mal, la apariencia puede ser igual o incluso en algunos casos hasta más importante que el conocimiento especializado o especifico en determinada área. Pero, ¿Qué es la falacia del experto? El mundo en que vivimos es tan complejo, estamos inundados de tantos mensajes, imágenes, y sonidos permanentemente lo que hace muy difícil descifrarlo, es por eso que nuestro cerebro nos ayuda buscando algunas señales que nos permita interpretar de una manera ágil y confiable una realidad. Dada esta necesidad, nuestro cerebro construye su percepción de lo que ve, usando unas ideas preconcebidas y nos hace confiar en aquellas personas que dan una imagen de estabilidad (El Médico y su bata blanca, o el abogado que usa traje y corbata por ejemplo). Por lo tanto, confiamos mas en lo que nos dicen, porque el cerebro envía un mensaje de confiabilidad por la interpretación que le da, a la realidad que ve.

[27] Véase testimonio disponible en Web: http://www.discusionez.com/paranormal/1345938-fantasma-en-montelen.html?langid=1#.UvrV7GKSyP8

[28] Véase: http://principiodeidentidad.blogspot.com.ar/2008/11/la-desaparicin-de-marta-stutz.html

[29] Halperín, Jorge, Mentiras Verdaderas. 100 historias de horror, lujuria y sexo que alimentan la mitología urbana de los argentinos, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 2000, pág.269.

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