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La autoestima en todos sus estados


    "Madurez del hombre: consiste en lograr la seriedad que de niño ponía en sus juegos."

    Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal.

    LA UAOESTIMA FLUCTÚA: puede ser más o menos alta, más o menos estable y necesita ser alimentada, en grados diversos, desde el exterior. Aunque las bases se construyan durante la infancia, la autoestima no es inalterable en otras etapas de la vida. Sigue fluctuando.

    Se podrían comparar las estrategias que usamos al invertir nuestro dinero y las que usamos para desarrollar la autoestima. La cantidad y la calidad recibida durante nuestros primeros años constituyen un capital inicial.

    Los "grandes inversores", que disponen de un importante capital de salida, apuestan su dinero en inversiones que suponen un cierto grado de riesgo, pero que pueden generar muchos beneficios. No temen perder en ciertas inversiones pues, de todos modos siempre les quedará bastante.

    Como nunca han sido muy ricos, "los pequeños ahorristas" temen perder lo poco que poseen si corren un riesgo inmoderado. Invierten, pues, con prudencia. De ese modo, sus beneficios están a la altura del riesgo: son bajos.

    Aplicado a la autoestima, este modelo "financiero" permite, especialmente, comprender porque las personas con altas y bajas autoestimas utilizan estrategias distintas. Las primeras tienen una actitud audaz ante la existencia: corren más riesgos y toman más iniciativas, y por ello obtienen mayores beneficios para su autoestima. Los segundos, en cambio son más precavidos y prudentes: se muestran reticentes a correr riesgos, sólo lo hacen en marcos previsibles, lo que les proporciona menos ocasión de aumentar su autoestima (Horstein, 2011).

    Si la baja autoestima es frugal, casi abstemia, la alta estima puede ser sibarítica, pantagruélica. Y uno suele ser el individuo que puede ser y no tanto el que querría ser. La vida cotidiana parece no ser abundante en estímulos. Se vive en paz, mientras la paz no se convierta en inacción, en la paz del sepulcro. La alta autoestima es pura adrenalina y orilla la embriaguez, que puede ser de poesía y de virtud, decía Braudelaire.Y Nietzsche instaba a vivir "peligrosamente" La autoestima tiene mucho de ambición y de peligros. ¿Cuándo una ambición es desmesurada? El tango dice:"Esos platos fuertes no son para vos". La alta autoestima busca el desafío y el estímulo de los objetivos difíciles y que merecen la pena (Horstein, 2011).

    Existen cuatro modalidades de autoestima si se tiene en cuenta su nivel de estabilidad (Horstein, 2011).

    Autoestima alta y estable

    Las circunstancias "exteriores" y los acontecimientos de vida "normales" tienen poca influencia sobre la autoestima. El individuo está fuera de la manada, sin obedecer ni polemizar con los demás. No consagra mucho tiempo ni energía en la defensa o la promoción de su imagen. No necesita defenderla. En todo caso se defiende sola (Horstein, 2011).

    La excesiva confianza en el propio valor y eficiencia podrían hacernos más vulnerables a los peligros por el hecho de no reconocer límites y rechazar cierta información.

    Es cierto que las personas con una buena autoestima no vacilan en pedir ayuda a los demás. Están seguros que la ayuda es un préstamo que podrán devolver. Y los demás son como los bancos: le prestan al que tiene, al que tiene con qué responder. Dicho de otra manera, ayúdate que te ayudaran. En la ayuda hay una promesa de reciprocidad o reciprocidad virtual. El que pide ayuda puede dar ayuda. Puede haber usureros, claro que se cobran la ayuda con sumisiones varias. Puede haber, por supuesto, una toma y daca, una puntada con nudo. Uno sabe con quién está tratando. O se lo pregunta a otro que si sabe (Horstein, 2011).

    Autoestima alta e inestable

    Aunque elevada, la autoestime de estas personas padece grandes altibajos. "Se ponen locos" ante las críticas y los fracasos, percibiéndolos como amenazas y nos refriegan en las narices sus éxitos y sus virtudes.

    Los sujetos de autoestima alta y estable son mucho más atemperados y positivos, mientras que los de autoestima inestable siempre están pendientes del desafío o del reconocimiento de los otros. La presencia constante de amenazas revela la labilidad de la autoestima (Horstein, 2011).

    Esquemáticamente hay dos modos de reaccionar ante el fracaso. O aceptarlo y sacar una enseñanza, o culpar a los demás. A partir de un acontecimiento dado, tendemos a atribuirle ciertas características: lo que ha ocurrido depende de mí o del exterior, va a reproducirse o será un hecho aislado, es representativo o limitado.

    Este sentimiento de frugalidad conduce a situar la autoestima como preocupación central y exige preservarla a cualquier precio y apelar a una actitud agresiva (para promoverla) o bien pasiva (para protegerla). Ambas actitudes responden a un sentimiento de vulnerabilidad, consiente cuando corresponde a una autoestima baja, y a veces inconsciente en el caso de una autoestima elevada pero frágil (Horstein, 2011).

    Las personas con autoestima elevada pero inestable luchan denodadamente. Sus tentativas para destacarse, dominar o hacer querer son constantes. La imagen les reluce pero no es oro. Cuando se empeña asoma una inquietante inseguridad. Estos perfiles de autoestima se encuentran como base de diversos trastornos psicológicos: ira incontrolable, abuso de alcohol y drogas, adicción al trabajo, depresiones y colapsos narcisistas (Horstein, 2011).

    El éxito es postizo cuando se siente como un implante, una prótesis, cuando implica desgaste emocional, ansiedad excesiva y riesgo depresivo; así como un sentimiento de fragilidad que provoca inquietud o vulnerabilidad ante las agresiones (reales o imaginarias) sobre la autoestima. Los logros nunca aportan demasiada seguridad. El equilibrio narcisista está perturbado, hipotecado en defenderse de las experiencias negativas. Tienen la tentación de la huída hacia adelante, de brillar para no dudar (Horstein, 2011).

    Autoestima baja e inestable

    Su autoestima es vulnerable. Debido a éxitos o satisfacciones puede subir un poco. Sin embargo, ese sentimiento es frágil y su autoestima se reciente cuando amagan las dificultades.

    Las personas con baja autoestima pagan tributo al juicio de los otros. Su temor a engañarse o engañar a los demás los expone a dudas, a sentirse trásfugas, impostores. La vivencia de impostura transforma los aplausos en dudas constantes acerca del merito real. Son indecisos por temor a equivocarse. Con el pretexto de desensillar hasta que aclare (prudencia), terminan montando poco o nada en el caballo (pusilanimidad) (Horstein, 2011).

    A veces, muchas catástrofes personales y sociales nos dejan cicatrices (narcisistas), porque les puso el pecho una autoestima "suficientemente buena". Otras, un pequeño traspié pudo ser un trauma si la autoestima está por el piso.

    Las personas con baja autoestima parecen mansas pero son muy quisquillosas. No soportan la critica que les hace peligrar lo que tienen; en eso se parecen a los soberbios (Horstein, 2011).

    El síndrome del impostor puede ser crónico en sujetos con baja autoestima que suelen pensar que no están a la altura del reconocimiento logrado. Padecen una ansiedad permanente en el cumplimiento de sus tareas. Esta ansiedad los expone a estados depresivos a pesar de "éxitos" notables. Su incomodidad ente el éxito se basa en que éste le produce "disonancia cognitiva" producto de la contradicción de la idea que tiene de sí mismo y la mirada de los otros. Si bien necesita los logros, les temen porque les coloca ante una enorme exigencia (Horstein, 2011).

    Una baja autoestima, sin embargo, tiene aspectos beneficiosos porque la modestia favorece que aceptemos a los demás y sus puntos de vista, lo que ayuda a comprender aquello que no comprendemos.

    Por el contrario, una elevada autoestima puede hacer que el sujeto no escuche las informaciones del entorno y, si bien soporta mejor los fracasos, los atribuye a casusas ajenas a él. Para evitar cuestionamientos suele rodearse de halagadores, lo que puede conducirlo a perder contacto con la realidad, fomentando actitudes omnipotentes (Horstein, 2011).

    Autoestima baja y estable

    En este caso, la autoestima se ve poco afectada por los acontecimientos exteriores. Están resignados y hacen pocos esfuerzos para valorarse a sus propios ojos o a los de los demás. Si no se sienten queridos, tenderán a replegarse en lugar de renovar vínculos satisfactorios. Si creen haber fracasado, tenderán a paralizarse y reprocharse sin darse otras oportunidades. Se ilusionan con fantasía de éxito y gloria, pero el temor a las decepciones los paraliza. Dependen excesivamente del reconocimiento de los otros (Horstein, 2011).

    En personas con baja autoestima predominan las emociones negativas (vergüenza, cólera, inquietud, tristeza, envidia) y padecen de un sentimiento de vulnerabilidad al sentirse amenazadas por las vicisitudes de la vida cotidiana. Cualquier riesgo es una amenaza. Se dedican más a la protección de la autoestima que a su despliegue, evitan arriesgarse a la crítica o al rechazo. Permanecen en la sombra, porque no están dispuestos a exponerse (Horstein, 2011).

    Los sujetos con la autoestima equilibrada tienden a buscar una evaluación, mientras aquellos con una autoestima baja buscan la aprobación. No se trata de miedo sino de alergia al fracaso. En los trastornos de la autoestima (esa hipocondría del yo), el dolor y la muerte se ocultan tras el miedo al fracaso y el rechazo social.

    Cuanto más afectada está la autoestima, existe el riesgo de una depresión prolongada y grave. Es menos probable que pueda superar la depresión un individuo pesimista y que no da ocasión de ser alentado. En las depresiones leves, en cambio, las personas están dispuestas a recibir mensajes valorizadores (Horstein, 2011).

    En las personas con una baja autoestima no existe ninguna relativización, ninguna distancia, ninguna indulgencia hacia los pequeños defectos. Por pensar sólo en lo que los otros piensan se olvidan en pensar en ellos mismos. La baja autoestima es una forma de alienación, ya que se delega en los otros el poder de dictaminar cuánto vale el sujeto en quien predominará un sentimiento de tedio y vacío (Horstein, 2011).

    Cuando la autoestima es baja disminuye a la resistencia frente a las adversidades y las personas encallan frente a vicisitudes superables. El déficit en él autoestima no supone incapacidad para los logros, ya que se puede tener el talento y empuje necesarios para concretarlos. Sin embargo, disminuye la eficiencia y la capacidad de alegrarse con sus logros que serán vivenciados como insuficientes (Horstein, 2011).

    Cuanta menos autoestima tiene una persona, más inadecuada será su comunicación, debido a sus pensamientos y sentimientos, y al temor a la reacción a los otros. A la inversa, una autoestima elevada fomenta la vitalidad y la extroversión (Horstein, 2011).

    Prefieren tener un lugarcito asegurado en un grupo poco valorizado a esforzarse para defender un lugar en un grupo competitivo. Los atrae demasiado la inserción en un colectivo: dispuestos a compartir los éxitos, encuentran allí sobretodo la seguridad de una disolución de las responsabilidades si el fracaso se produce (Horstein, 2011).

    Autoestima equilibrada: ilusión realizable

    ¿Cuándo la ilusión es "buena" y cuando es "mala"? Es negativa cuando es un sustituto de la acción. La ilusión del trabajador que quería hacerse la casita; sus esfuerzos, sus luchas, sus sacrificios. Las noches de desvelo cuando no le alcanzaba la plata para la cuota del terreno. Ilusiones del ambicioso que a veces, para llegar a sus metas, tuvo que dejar demasiadas cosas en el camino.

    En el lenguaje corriente, ilusión quiere decir muchas cosas: creencia, fantasía, proyecto, etc. Aquí trataremos de darle un significado preciso. Lo primero será separarla de la ilusión de error. La ilusión es una representación cautiva en su punto de vista, que requiere incluso al conocimiento de su propia falsedad. Los errores saltan a la vista. Las ilusiones falsas, no. El error es una carencia (de conocimiento). La ilusión, un exceso de creencia, de imaginación. Hacerse ilusiones es tomar los propios deseos por realidad. Puedo equivocarme sin que sea en función de mis deseos (entonces se trata de un error, no de una ilusión). La ilusión, aunque pueda ser falsa, y aunque lo sea la mayoría de las veces no es un error. Es una creencia. Parafraseando a Louis Altrusser, sólo una concepción ilusoria de la humanidad ha podido imaginar una humanidad sin ilusiones: sólo una concepción ideológica de la sociedad ha podido imaginar sociedades sin ideologías (Horstein, 2011).

    Con una autoestima equilibrada las ilusiones suelen ser un preámbulo de la acción, en vez de representar una alternativa: su modo de actuar (aceptar riesgos, intentar desarrollar sus competencias, ampliar sus límites) permite consolidar la autoestima (Horstein, 2011).

    Si el requisito para una buena autoestima fuera ser perfecto, nadie la tendría. No hay cuerpos totalmente sanos ni psiquismos sin fallas. La vida privada de Picasso no era una pinturita. Muchas estrellas de Rock viven a los tumbos con la droga. Elegir es privarse de otras elecciones, como cuando se elige pareja. En general, por más que algunos solos estén bien, elegimos pareja porque solos nos sentimos incompletos. Elegimos emprender negocios inmobiliarios no porque la música no nos apasione. Somos incompletos. Es verdad que a veces podemos hacer mejor lo que hacemos o hacer más cosas, pero no podemos hacer todas las cosas (Horstein, 2011).

    Tal vez tengamos que ocuparnos de los distintos sentidos de la palabra "resignación". La entendemos como la renuncia a la satisfacción de un deseo, no como la muerte del deseo. La revelación dice no. La aceptación dice sí. La resignación es un inacabado proceso de duelo, demasiado confortable para que se desee abandonarla. Demasiado triste para quedarse ahí.

    No canto perfectamente y no participare en la "Voz México". Pero saberlo no me impide mostrar, en los modestos karaokes, de lo que soy capaz actualmente (me divierte)… sobre todo si me resulta placentero y tomo clases y, así, la semana que viene cantaré un poco mejor, lo cual no es un consuelo sino un aliento legítimo (Horstein, 2011).

    En una entrevista laboral muestro lo mejor de mí y disimulo mis aspectos débiles, pero sé que los tengo, lo mismo que en cualquier escenario.

    Con mis mejores aspectos puedo hacer dos cosas: 1) abandonar la lucha en los otros frentes, o 2) darme aliento en los otros frentes ("si pudiste A, quizás puedas B, C, etc.).

    La autoestima, si bien no prescinde de los éxitos, está conformada también de convicciones y de una visión de sí mismo (Horstein, 2011).

    Las vocecitas. "Crítica interior" son todos los pensamientos críticos destinados a nosotros mismos. Se trata a menudo de un discurso[1]interiorizado, consecuencia de lo que oímos cuando éramos niños. Es necesario tomar conciencia de las modalidades de autocrítica. En Japón, un chico se suicido porque lo habían reprobado de un examen. Otro en Argentina, se lo tomó con calma. Otro, se dijo que en adelante se tomaría más en serio sus estudios. A otro chico, para consolarlo, pobrecito, le regalaron un viaje a Disney World (Horstein, 2011).

    La hipercrítica opaca los éxitos actuales y dirige el reflector sobre los fracasos laborales y afectivos. Esta devaluación puede ser constante o activarse sólo en ciertas situaciones en las que, equivocadamente o con razón, tenemos la sensación de revelar nuestros límites y puntos débiles (Horstein, 2011).

    La etiqueta no es lo más importante. Para dar cuenta de la autoestima se trata de entender los fenómenos psicológicos y las dimensiones subjetivas de los procesos sociales. Se trata de dialogar. El psicoanálisis ha hecho méritos para representar, en esa asamblea-juicio, a la parte psíquica. Pero la asamblea está abierta a todas las corrientes psicológicas y a todas las corrientes sociológicas. Cuando se "sociologizan" los procesos psíquicos se "psicologizan", no demos más vueltas: hay intereses creados o reduccionismos empobrecedores (Horstein, 2011).

    Tendremos que abordar nuestra concepción del sujeto. Pero no para reflotar el orondo personaje de la modernidad. Era un tipo consciente, autónomo, transparente para sí mismo ("se las sabia todas"), dotado de libre albedrío y dueño de su destino. El tipo de hoy, usted o yo, trata de sacar la cabeza en un mar de contradicciones. En vez de libertad, palabra tan endiosada, hablemos de "márgenes de maniobra". Maniobremos en los márgenes. Los márgenes de libertad no implican ausencia de coerciones sino, por el contrario, que las coerciones son muchas y variadas. En consecuencia, la persona es llevada a tomar decisiones, a elegir dentro del espacio creado por las contradicciones que lo atraviesan (Horstein, 2011).

    Es alguien que quiere comprometerse pero no domesticarse, que respeta la autonomía de los demás pero que exige que la suya sea respetada. No es bueno ni es posible que el hombre esté sólo. El sujeto recibe, del medio, alimentos que podrían llegar a ser nocivos, pero también propuestas deseables. El mundo ofrece. Y nosotros elegimos, a corto, a mediano y a largo plazo. En el corto plazo elegimos urgidos por la necesidad. En el mediano y en el largo entran a empujar nuestros proyectos. Cuando estamos mal nos impulsa sólo el pasado. Por supuesto que hay proyectos inviables. Son los desmesurados e inalcanzables. Me propongo jugar al futbol como Messi, hacer la carrera de Bill Gates o de Daniel Baremboim (Horstein, 2011).

    Resumiendo: Los conocimientos necesarios para una autoestima saludable implica que los otros primordiales lo hayan criado con amor y respeto, le hayan ofrecido reglas estables y razonables que contribuyeron a generar expectativas adecuadas, sin recurrir al ridículo, la humillación o el maltrato físico y hayan tenido confianza en sus capacidades.

    Bibliografía

    • ALTRHUSSER, Louis. 1969. Para leer el capital. Siglo XXI. Buenos Aires Argentina.

    • HORSTEIN Luis. 2011. Autoestima e Identidad: Narcicismo y valores sociales. 1ra edición. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, Argentina.

    • ATLAN, henri. 1979. Entre le cristal et la fumée. Seuil. París, Francia; Entre el cristal y el humo. Debate. Madrid, España. 1990.

    • BALANDIER, Georges. 1993. El desorden. Gedisa. Barcelona, España.

    • NIETZSCHE, Friedrich. 1976. Más allá del bien y del mal. Obras completas. Aguilar. Buenos Aires, Argentina.

     

     

    Autor:

    José Luis Villagrana Zúñiga

    Maestrante de la Unidad Académica de Economía, Universidad Autónoma de Zacatecas. Zacatecas, México.

    Fecha de elaboración: 2014-10-15.

    [1] Algo ajeno que hicimos propio sin darnos cuenta. Algo que repetimos sin saber que repetimos. Algo que vino de afuera y ahora está adentro o, mejor dicho, en el adentro-fuera que somos.