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El carisma del discernimiento

Enviado por Agustin Fabra


  1. Introducción
  2. El discernimiento es el arte de reconocer o identificar
  3. El discernimiento es una señal de madurez
  4. El discernimiento espiritual
  5. Las señales externas
  6. Señales interiores
  7. Los frutos y el tiempo
  8. Al Capone y santa Teresa de Ávila
  9. Varios signos
  10. El aprendizaje del discernimiento
  11. ¿Existe el carisma de discernimiento?
  12. Un ejemplo concreto
  13. Reflexiones sobre este ejemplo
  14. ¿Qué es el carisma del discernimiento?
  15. Carismas y carismas
  16. Discernimiento carismático y fenómenos físicos
  17. ¿Quién puede recibir este carisma?
  18. ¿Este carisma es permanente?
  19. ¿En qué casos interviene el carisma?
  20. Discernir el carisma del discernimiento
  21. ¿Un carisma en estado puro?
  22. Utilidad y peligros de este carisma

Introducción

Tratar sobre el carisma del discernimiento de los espíritus es aventurarse en un terreno delicado, por que la materia es difícil y hay riesgo de ser mal comprendido o mal interpretado.

Abundan los tratados sobre el discernimiento en general; o sea, sobre el arte de la ciencia del discernimiento de los espíritus; pero son muy escasos los estudios serios que tratan con alguna profundidad el carisma del discernimiento. Nos encontramos pues limitados, casi exclusivamente, a las experiencias vividas por algunas personas y esas personas generalmente no escriben para describir sus experiencias. Por lo demás, el carisma del discernimiento es en extremo raro.

La experiencia muestra que, para comprender el carisma del discernimiento, hay que compararlo con el arte o ciencia del discernimiento. De ahí las dos partes en que se divide esta exposición.

Primera Parte

Arte o ciencia del discernimiento. Evidentemente no se trata aquí de dar un tratado completo sobre el arte o ciencia del discernimiento, sino de recordar los elementos que parecen esenciales para la comprensión del carisma.

1. El discernimiento es el arte de reconocer o identificar

La palabra discernimiento viene del latín discernere y significa identificar, reconocer, comparar entre dos cosas distintas. El médico, al hacer un diagnóstico, identifica, reconoce, discierne la enfermedad que sufre su paciente. Toda persona, con el tiempo termina por discernir lo que es bueno o malo para ella y así comerá o no ciertos alimentos según los haya reconocido como benéficos o como dañinos, tomará tantas horas de sueño, etc. Se discierne o identifica lo que es bueno o malo para uno mismo.

Entendido en su sentido más amplio, el discernimiento supone un verdadero aprendizaje y por eso decimos que es un arte o una ciencia. Todo arte se aprende, aunque más no sea por ensayos y errores. El alfarero aprende a conocer la arcilla y el torno que le servirá para fabricar sus tiestos. El violinista aficionado, que no ha estudiado música ni frecuentado las grandes escuelas, aprende a sacar melodías de su instrumento y a tocar su violín, después de dar muchas notas falsas. También la ciencia es aprendida y a menudo con mucho esfuerzo. El médico ha estudiado en la facultad de medicina anatomía, química orgánica y muchas otras materias; y después ha cumplido un internado en un hospital donde, bajo la supervisión de un médico más experimentado aprende a aplicar la teoría a la práctica. Así adquirió la ciencia médica.

Cuando se dice que el discernimiento es arte o ciencia se quiere dar a entender que, de manera habitual, se le aprende por medio de la teoría y de la práctica.

2. El discernimiento es una señal de madurez

Aún en el orden natural de las cosas una de las señales del proceso de madurez en los niños es su capacidad mayor para distinguir entre los estímulos a los que se encuentran sometidos interior y exteriormente. Al comienzo de su vida el niño reconoce a sus padres sólo por el tono de voz. Más tarde la vista se perfecciona y aprende a reconocerlos y distinguirlos de los demás por un conjunto de características exteriores que no dejan lugar a error. Cuando el niño haya crecido y llega a ser adulto, reconocerá la presencia, aún muy discreta, de sus padres por un conocimiento interior que viene del corazón. Pero tal discernimiento no es posible para el recién nacido, se desarrolla a lo largo de los años.

El niño que se encuentra en una etapa del descubrimiento y la exploración del mundo

que lo rodea, se siente atraído por los colores fuertes y por las cosas de sabor agradable: todo lo toca y lleva a los labios. Lo padres tienen que advertirle continuamente: no toques eso, es peligroso, te harás daño, te quemarás. Poco a poco, y a menudo por dolorosa experiencia, aprenderá que no hay que tocar tal cosa, o comer la otra. Se dice entonces que se ha vuelto más prudente, más maduro. Se hace adulto aprendiendo a distinguir, reconocer, discernir lo que es bueno y lo que no lo es.

Lo mismo vale en el plano espiritual: un cristiano adulto es el que sabe reconocer, identificar, discernir la presencia y la acción de Dios y distinguirla de sus falsificaciones.

3. El discernimiento espiritual

Aplicado al dominio espiritual, el discernimiento puede definirse como el arte o la ciencia por la que se reconoce el origen, divino o no; la orientación, divina o no, de lo que sucede en una persona o en un grupo, basándose en los signos externos o las muestras interiores. Algunos ejemplos ayudarán a comprenderlo mejor.

Viendo actuar a una persona puedo saber si está o no apurada, si está de buen humor o no, si goza de salud o está gravemente enferma. Una serie de señales que identifico (discierno), me permiten darme cuenta de ello. La experiencia me ha enseñado también que se actúa de acuerdo a lo que se es: al fijarse veremos que una persona brusca no observa igual comportamiento que otra que es la dulzura misma.

Si el Espíritu de Dios está actuando en una vida, obrará de acuerdo a lo que él es. La presencia del Espíritu de amor se dejará ver y reconocer en un comportamiento propio del amor. Si por el contrario es el Maligno el que se encuentra en acción en una vida, se dejará discernir del mismo modo porque tendrá un comportamiento conforme con lo que él es. El discernimiento espiritual o discernimiento de los

espíritus consistirá pues en reconocer, a partir de las señales, qué clase de espíritu está actuando en una vida determinada.

Jesús, Dios hecho hombre, no estuvo exento de ejercer este discernimiento. Es así que se lo ve en el desierto, reconociendo y desenmascarando a Satán, que lo tienta. Además Jesús nos invita al discernimiento y nos da la señal de los frutos como una clave, cuando nos dice: "Tengan cuidado con los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos feroces. Es por sus frutos como los reconocerá, no se sacan uvas de los espinos, ni higos de los cardos. Así todo árbol bueno produce buenos frutos, pero el árbol enfermo produce malos frutos. Un árbol bueno no puede dar malos frutos, ni un árbol enfermo darlos Buenos. Por lo tanto reconoceran al arbol por sus frutos." (Mt. 7, 15-18).

La pregunta que viene espontáneamente a la mente es esta: ¿cuáles son esos frutos que nos permitirán identificar la acción del Espíritu Santo o la acción del Maligno? Los frutos son de dos clases: frutos exteriores y frutos interiores.

4. Las señales externas

Podrían mencionarse muchas; pero nos limitamos a tres que son fáciles de reconocer. Primera señal: la conformidad con la Revelación de la Sagrada Escritura.

La persona que se cree guiada por el Espíritu, pero al mismo tiempo niega la divinidad o la humanidad de Jesús, o no acepta la resurrección diciendo que con la reencarnación le basta, está en flagrante contradicción con la Escritura, que es inspirada por el Espíritu. El Espíritu Santo no puede contradecirse.

Segunda señal: la conformidad con la enseñanza de la Iglesia.

No nos referimos a cuestiones de disciplina sino a la enseñanza de la Iglesia en materias de fe y de moral. La Iglesia recibió del mismo Cristo la misión de enseñar en este dominio y goza de esa asistencia especial del Espíritu Santo que llamamos infalibilidad. Una revelación contraria a esta enseñanza de la Iglesia no podría venir del Espíritu Santo, pues el Espíritu es el alma de la Iglesia y estaría contradiciéndose a sí mismo.

Tercera señal: el deber de estado.

Una madre de familia, con marido e hijos pequeños, que va a decirle a su director que el Espíritu le ha indicado que ella ya hizo bastante por ellos y que debe dejarlos para consagrar su vida al anuncio del Evangelio, podrá ser orientada con suavidad y firmeza a volver a su casa porque es poco probable que tal inspiración venga del Espíritu Santo. El Señor es fiel y no la apartará del sacramento del Matrimonio que ya contrajo y de las obligaciones que de él se derivan.

Estas tres señales, fáciles de observar, son de gran ayuda en la primera etapa del discernimiento que haya de realizarse con una persona o un grupo; pero no bastan. Puede suceder que hasta este punto todo sea perfectamente normal y que sea necesario ahondar más. Intervienen entonces las señales interiores.

5. Señales interiores

Todos los autores que trataron del discernimiento espiritual en el transcurso de los siglos, comentaron el famoso texto de San Pablo donde el apóstol enumera los frutos o signos por los cuales se reconoce o discierne la acción del Espíritu Santo: "El fruto del Espíritu es caridad, gozo, paz, paciencia, servicialidad, bondad, confianza en los demás, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay condenacion ni ley. Los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y codicias". (Galatas 5:22-24)

Un poco antes, refiriéndose a la carne, San Pablo había dicho cuáles eran los frutos del Maligno: "Es bien sabido lo que produce la carne: fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, magia, odios, discordia, celos, arrebatos, disputas, disenciones, cismas, sentimientos de envidia y cosas semejantes". (Galatas 5:19-21)

Sabemos que el amor verdadero engendra esa caridad delicada que es gozo, paz, servicialidad, humildad, bondad, confianza en otro hermano, etc. Si encontramos estos frutos en la vida de una persona tenemos una señal segura de que el Espíritu Santo está en acción.

A la inversa, cuando el maligno está en acción, él, que es padre del orgullo y de la mentira, se manifiesta por todos esos frutos que brotan normalmente del orgullo y que son: la envidia, el odio, los celos, la división, la cólera, la tristeza.

En pocas palabras y simplificando, se puede decir que el Espíritu se manifiesta por la paz, la alegría y la humildad y que el Maligno, por el contrario, se deja identificar por la división, la tristeza y el orgullo.

6. Los frutos y el tiempo

La imagen de los frutos, que el Señor usa en el Evangelio, sugiere la idea de tiempo y de duración. Los auténticos frutos permanecen; no así las flores, que sólo duran un tiempo y pasan. Esto nos indica que el discernimiento, como arte o ciencia, se hace en el tiempo, pues hay que tomarse el tiempo de comprobar si los frutos permanecen. La paz, alegría, serenidad y demás frutos observados,

¿permanecen de manera habitual en la persona o en el grupo? Si es así, el Espíritu Santo está actuando.

A menudo estamos apurados, tenemos la tentación de terminar todo demasiado rápido. Pero la prueba del tiempo es importante. Así lo comprendía San Pablo cuando, escribiendo a Timoteo, le daba el siguiente consejo respecto a los obispos: "No debe ser obispo un recién convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma condenación en la que cayó el demonio" (1 Tim. 3:6).

El mismo consejo tenemos al tratarse de los diáconos: "Se comenzará por ponerlos a prueba y despues, si no hay nada que reprocharles, seran aceptados como diaconos" (1 Tim. 3:10).

Y finalmente, un consejo semejante para los presbíteros: "No impongas las manos a nadie a la ligera, no sea que te hagas complice de los pecados de otro" (1 Tim. 5:22).

Los frutos verdaderos permanecen y se revelan en el tiempo. El discernimiento se vive en el tiempo.

7. Al Capone y santa Teresa de Ávila

La prueba del tiempo es tanto más importante cuanto que Satán, padre de la mentira, sabe disfrazarse para engañar mejor. Evidentemente la acción de Dios y la de Satán, no son iguales cuando se trata de Al Capone y de Santa Teresa de Avila. Con un pecador empedernido Satán no tiene de qué preocuparse; ya es suyo. Y lo adormecerá para mantenerlo en el mismo estado. Dios, por el contrario, trabaja en la conciencia del pecador para que se sienta llamado a la conversión, a un cambio de vida.

Por otra parte, el Maligno no puede atacar abiertamente a Santa Teresa de Avila pues ella, entregada completamente a Dios, rechazará de inmediato sus proposiciones. En esos casos el Maligno trata de imitar la acción de Dios y así desviar imperceptiblemente a la persona y atraerla hacia él. Se disfraza de ángel de luz; pero, como dice San Ignacio, siempre será posible descubrirlo por su cola de serpiente.

Si al comienzo aparecen algunos frutos que parecen venir de Dios, siempre existira alguna duda. Después de un tiempo las cosas no se ven tan claras y hay que saber esperar. Al final los frutos manifiestan claramente el origen de lo que sucede en la persona porque constatará que los frutos son o no son los del Espíritu.

8. Varios signos

Sucede a veces que dos personas tienen la voz tan parecida, que al oírlas en el teléfono se las puede confundir. Si no hubiera otras características por las cuales identificarlos uno podría engañarse constantemente. Sin embargo, con la ayuda de muchos otros elementos, se termina por identificar correctamente a las personas. Lo mismo ocurre en el discernimiento.

No hay que depender de un solo signo sino más bien tomar un conjunto de señales que convergen hacia el mismo lugar. El Espíritu que está actuando es el Amor mismo de Dios derramado en nuestros corazones. Cuando alguien ama, no se contenta con solo amar; su amor lo hace ser atento, previsor, delicado, abierto al otro, etc. Es lo que dice San Pablo en el capítulo 13 de la primera carta a los Corintios, en el himno de la caridad. Cuando se ha releído ese capítulo se comprende por qué, en

Gálatas 5,22 San Pablo dice: "el fruto del Espíritu es…". Y escribe en singular; pero el amor muestra

toda clase de facetas según las circunstancias diversas en las que está llamado a expresarse.

9. El aprendizaje del discernimiento

Un antiguo proverbio afirma que "es herrando como se llega a ser herrero". Así podría decirse que es discerniendo como se aprende a discernir.

Aprender supone que no siempre se consigue el éxito la primera vez, ni siquiera la segunda. Ayudado por el conocimiento de los principios y por la experiencia, se termina por perfeccionarse. La presencia de una guía espiritual competente puede ser una ayuda preciosa para progresar; tanto más tomando en cuenta que solemos tener bastante dificultad para ver con claridad en los asuntos que nos conciernen a nosotros mismos, y en cambio nos parece muy fácil cuando se trata de otros.

En algunas personas este aprendizaje llega a hacer del discernimiento algo tan natural, dan la impresión de una facilidad tan grande, que nos sentimos inclinados a hablar de un don. De esto se tratará mas adelante.

Conclusión

Volviendo a tomar los diversos elementos de que se ha hablado, se puede decir:

? Que el discernimiento es una arte, una ciencia.

? Que el discernimiento se aprende, porque es una ciencia.

? Que esta ciencia se basa en la identificación de un conjunto de frutos espirituales.

? Que el discernimiento se vive en el tiempo porque se necesita tiempo para identificar los frutos y comprobar los que son duraderos.

En otras palabras, se podría decir que este arte o ciencia del discernimiento, llamado también discernimiento clásico, es un discernimiento adquirido, un discernimiento que es el resultado de un análisis de los frutos espirituales, análisis que nos permite finalmente llegar a una certeza moral y afirmar que el que está actuando es el Espíritu Santo o el Maligno.

Segunda Parte

El Carisma del discernimiento.

En la introducción se dijo que el discernimiento como tal ha sido estudiado desde hace mucho tiempo. Basta leer en los diccionarios de teología y de espiritualidad el artículo "discernimiento", para constatar cuántos Padres de la Iglesia y autores espirituales de todas las épocas han tratado sobre el tema. En cambio, se ha estudiado muy poco el carisma del discernimiento de espíritus: los estudios son inexistentes o muy breves. Lo que diremos aquí no tendrá por lo tanto la misma fuerza que lo expuesto en la primera parte. A menudo tendremos que contentarnos con aproximaciones o con opiniones personales.

1. ¿Existe el carisma de discernimiento?

La existencia del carisma de discernimiento no deja duda posible. Basta con remitirse a la enseñanza de la Escritura y a la vida de la Iglesia a través de los siglos. San Pablo en su Carta a los Corintios habla sobre los carismas: "A uno se le da hablar con sabiduría, por obra del Espíritu. Otro comunica enseñanzas conformes con el mismo Espíritu. Otro recibe el don de la fe, que actúa en el Espíritu. Otro recibe el don de hacer curaciones, y es el mismo Espíritu. Otro hace milagros; otro es profeta; otro reconoce lo que viene del bueno o del mal espíritu; otro habla en lenguas, y todavía interpreta lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del mismo y único Espíritu, el cual reparte a cada uno según quiere" (1 Corintios 8-11)

Aún cuando en los Evangelios no se encuentra la expresión carisma de discernimiento, Jesús lo ejercitó en repetidas ocasiones. En Mateo 16 vemos que en camino hacia Cesarea de Filipo, Jesús interroga a sus discípulos para saber lo que se dice de él. Finalmente Pedro es el que responde: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (vers. 16). Al momento Jesús lo felicita por haber discernido bien; pero ese discernimiento no venía de Pedro: "Esta revelación te ha venido, no de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos" (vers. 17).

Pedro acaba de vivir una experiencia de discernimiento carismático. En el mismo capitulo e inmediatamente después del primer anuncio de la Pasión, San Mateo nos cuenta que Pedro se puso a reprender a Jesús diciéndole: "¡Dios te libre, Señor! ¡No, eso no te sucederá!" (vers. 22). Jesús se volvió y dijo a Pedro: "¡Retírate Satanás! Eres para mi un obstáculo porque tus pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres" (vers. 23). Esta vez es Jesús el que ejerce el discernimiento identificando de inmediato, con la luz del Espíritu, qué espíritu se hallaba en Pedro al hablar de esa manera.

Si nos detenemos ahora a recordar la historia de la Iglesia, comprobamos que el carisma del discernimiento ha existido a lo largo de los siglos. Se encuentran ejemplos en la vida de ese gran maestro de discernimiento que fue San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús. Todo el mundo ha oido hablar del Cura de Ars, San Juan María Vianney y de lo que sucedía en su confesionario. No cabe duda que el carisma del discernimiento existe.

2. Un ejemplo concreto

Un ejemplo vale por muchas palabras. El que vamos a narrar se produjo realmente y garantizamos su autenticidad. Nos ayudará a captar en vivo y en acción lo que es el carisma del discernimiento.

Varios años antes de la Renovación Carismática, durante un retiro, una persona de cierta edad solicitó una entrevista al sacerdote que lo dirigía. El sacerdote aceptó y la persona vino. Entrando al escritorio preguntó: "¿Le molestaría si uso la mecedora?" y se sentó y empezó a mecerse. El sacerdote comenzó por hacer algunas preguntas a las que la persona se limitó a responder sí o no. El Padre, molesto, cambió la formulación de sus preguntas para que la persona hablara más. Respondió con tres o cuatro palabras y cayó de nuevo en el mutismo. Después de una media hora el Padre estaba exasperado, mientras que la persona continuaba meciéndose. De súbito, el sacerdote tuvo la luz interior y al instante dijo a la persona: "En su vida ocurre tal cosa y su problema es este". La persona dejó de mecerse, abrió muy grandes los ojos y preguntó: "¿Cómo lo sabe usted?" El resto de la entrevista se desarrolló en forma normal y en la vida de esa persona se produjo un verdadero desbloqueo espiritual.

3. Reflexiones sobre este ejemplo

El sacerdote en cuestión hacía notar después que todo había sucedido con mucha rapidez, "lo que demora decirlo", explicaba. Para comprender mejor lo que ocurrió vamos a utilizar la técnica de cámara lenta.

1) Cuando en el curso de un retiro una persona quiere una entrevista; se puede suponer que desea hablar de un problema, de su vida espiritual, pedir una aclaración, etc. Es normal por tanto que el guía espiritual interrogue para llegar a conocer qué es lo que esa persona está viviendo espiritualmente. Es el camino del discernimiento ordinario, del discernimiento clásico que se trató en la primera parte, y que permite sacar conclusiones partiendo de lo que se ha observado. En el caso presente esa forma de discernimiento se hacía imposible debido a que la persona no aportaba los elementos necesarios. Se produce pues un impase. Es en ese momento cuando surgen nuevos elementos, pero no en la persona que consulta, sino en la que discierne.

2) Uno de los elementos nuevos es la luz interior, la iluminación súbita de la inteligencia que recibió este sacerdote. En el discernimiento ordinario se va haciendo la luz progresivamente, gradualmente, a medida que se van apreciando con más claridad los diversos elementos que se someten al discernimiento. Podría compararse la luz interior del discernimiento tradicional a la iluminación que va aumentando sobre el proscenio de un teatro a medida que el electricista opera los controles. En cambio, en el carisma del discernimiento, se trata de una luz súbita en la que no hay proporción entre lo que la persona comunica y lo que capta repentinamente el que discierne. Es una iluminación que proviene del Espíritu y que es dada. Es lo que suele llamarse un conocimiento infuso, por contraposición al conocimiento adquirido. Este conocimiento no ha pasado por los sentidos, como es el caso en lo demás conocimientos que poseemos, sino que es infundido directamente por el Espíritu Santo en la inteligencia.

3) Esta iluminación o conocimiento infuso se refiere a un punto preciso: el origen y la orientación, divina o no, de lo que pasa en una persona o en un grupo. Sin necesidad de un análisis se sabe inmediatamente si algo viene de Dios o no, si una orientación conduce a Dios o no.

En el caso citado, debido al mutismo de la persona, el Padre carecía de elementos de

juicio en los cuales basarse. Y he aquí que, por una iluminación interior, discierne la causa de lo que ocurre en la vida de esa persona.

4) Este conocimiento infuso va a acompañado por un segundo elemento en extremo importante: la certeza. No se trata de la seguridad que puede tenerse ante un caso muy claro. Es una certeza absoluta, una evidencia interior de la que no se duda, de la que no se puede en absoluto dudar. Movido por esa certeza, el Padre dijo al momento a la persona: "Sucede tal cosa en su vida".

Partiendo de este ejemplo y de las reflexiones que se acaba de hacer, podemos intentar una definición del carisma.

4. ¿Qué es el carisma del discernimiento?

El carisma del discernimiento es un conocimiento que infunde directamente el Espíritu Santo. Esta luz ilumina de tal modo la inteligencia que la voluntad no puede dudar del origen y de la finalidad, divina o no, de los pensamientos, impulsos, experiencias o acciones de una persona o un grupo.

1) Decimos que esta forma de discernimiento es un carisma porque es dado gratuitamente por Dios a algunas personas y no a todo el mundo. Todos están llamados a discernir, pero no todos reciben esta forma de discernimiento que se llama discernimiento carismático.

2) En el carisma del discernimiento el conocimiento es infuso, inmediato, instantáneo y por eso hablamos de una luz interior. En el discernimiento ordinario el conocimiento es adquirido y progresivo.

3) En el discernimiento clásico se puede llegar a una certeza moral que siempre deja lugar a dudas, porque es posible preguntarse si el discernimiento estuvo bien hecho, si se contó con todos los elementos, etc. Cuando se trata del carisma del discernimiento no queda lugar para la duda, ni siquiera hay posibilidad de dudar, porque el conocimiento recibido viene de Dios mismo, que comunica con su propia luz por una revelación interior que El hace a quien quiere.

4) Sea ciencia o sea carisma, en ambas formas el objeto del discernimiento sigue siendo el mismo: el origen divino o no, la orientación divina o no, de lo que sucede en una persona o en un grupo.

5) En el carisma del discernimiento el conocimiento es infuso e inmediato, es una especie de instinto sobrenatural por que se percibe intuitivamente lo que sucede. Fácilmente se comprenderá que el carisma es algo más que un instinto o intuición, aunque puede utilizar esos caminos.

6) Por último, este carisma como todos los otros, no se da para el provecho del que discierne sino para el bien de la comunidad, "con miras al bien común", como dice San Pablo (1 Co. 12:7). La finalidad de los carismas es la construcción del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

5. Carismas y carismas

En la primera parte hemos hecho alusion a personas que poseen una "gran facilidad" para ejercer el arte del discernimiento. Esta facilidad, adquirida por la experiencia y la práctica, es tan notable que se suele decir que tienen el carisma del discernimiento.

A la luz de lo tratado en el último párrafo, se comprenderán dos cosas:

En primer lugar: esta facilidad no es carisma en sentido estricto porque la certeza no es absoluta y el conocimiento no es infuso sino adquirido. Hay pues carisma en sentido estricto y carisma en sentido amplio.

En segundo lugar: No siempre es fácil determinar con exactitud por donde pasa la línea de demarcación entre ciencia y carisma. Si en teoría es fácil establecerlo, en la práctica no lo es. La facilidad para discernir puede ser tan grande que llegue a dar la impresión de que se actúa por una especie de instinto espiritual muy seguro. Este instinto, ¿es adquirido o es un don?. La línea divisoria es muy tenue.

6. Discernimiento carismático y fenómenos físicos

Este es un asunto muy delicado; pero no podemos dejar de tratarlo. Puede ocurrir que el carisma de discernimiento venga acompañado de sensaciones físicas; algunos testimonios hablan de sensaciones físicas precisas o más vagas, como la sensación de malestar o irritación. Otros hablan de calor, algo que quema en el alma, etc. ¿Cómo evaluar estos fenómenos?

1) Aunque no se da en todos los casos ni en todas las personas hay que reconocer que la existencia del hecho es una realidad difícil de negar debido a la seriedad de las personas que hablan de ella.

2) Hay que cuidarse de identificar estos fenómenos con el carisma mismo. Hay auténtico carisma en personas que no los experimentan. A lo sumo ellos podrían constituir una especie de signo que se aprende a reconocer con la costumbre.

3) Al parecer, estos fenómenos físicos, que son algo secundario, solo perduran un cierto tiempo: el tiempo que tarda el Señor en educar a alguien que El quiere guiar. Es como colocar boyas para que se aprenda a reconocer una ruta.

4) Estos fenómenos son frágiles por el hecho mismo de ser exteriores y se hace necesaria una gran prudencia. Como se trata de signos sensibles, pueden comportar una buena dosis de elementos psicológicos y psíquicos que será preciso dilucidar con el tiempo y no resultará fácil.

5) La explicación de los fenómenos físicos está en la situación de encarnación que vivimos: no somos solamente espíritu sino también carne. Cuando el Espíritu infunde un conocimiento sin que pase por la vía obligada de los sentidos, las sensaciones físicas pueden ayudar a tomar conciencia de lo que sucede. Una vez que la persona se habitúa, esas sensaciones podrán desaparecer.

En todo esto hay que recordar la recomendación de San Pablo: "No apaguen el Espíritu. Examínenlo todo y retengan lo que es bueno" (1 Tes. 5, 19 y 21).

7. ¿Quién puede recibir este carisma?

El Espíritu, autor de todos los carismas, "reparte sus dones a cada uno según quiere" (1 Co. 12, 11). En teoría todos pueden recibir este carisma y muchos otros. El Espíritu es libre. Leemos en el Evangelio que Caifás dijo: "Vale mas que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca toda la nación" (Juan

11:50). Y San Juan comenta esta frase diciendo: "Caifás profetizó que Jesús iba a morir por la nación y no

sólo por la nación, sino para reunir en la unidad a los hijos de Dios dispersos" (Juan11:52).

Esto debe llevarnos a la humildad pues los caminos de Dios son misteriosos y desconcertantes; su sabiduría no es la nuestra. ¿Acaso no eligió para fundar a su Iglesia a doce pobres pescadores de Galilea, habiendo tantos hombres brillantes en Jerusalén?

La gracia se injerta sobre la naturaleza, por eso, salvo prueba contraria, pensamos que el discernimiento adquirido, el ordinario, utiliza normalmente como canal ciertas cualidades humanas de sabiduría y equilibrio, informadas por la gracia. En cambio, tratándose del carisma del discernimiento, por ser una luz recibida directamente de Dios, puede utilizar cualquier camino, aún la boca de los niños o de personas que nos parecerían no tan equilibradas. El Espíritu es libre y no nos toca a nosotros indicarle por donde debe pasar.

8. ¿Este carisma es permanente?

Por varios motivos nos inclinamos a pensar que no lo es, por las siguientes razones:

1a.- En la historia de la Iglesia han habido santos en los cuales se reconoció la existencia de un auténtico carisma de discernimiento, como es el caso de San Ignacio de Loyola y del Santo Cura de Ars. Y en ellos el carisma no estuvo siempre en actividad.

2a.- Está de acuerdo al estado de gracia en el cual vivimos. Así como el Señor no hacía milagros a pedido del público ni para asombro de las gentes, tampoco hará que el carisma de discernimiento opere a voluntad de la persona.

3a.- El Señor invitó a todos a discernir, a reconocer los signos de los tiempos. Se trata del discernimiento ordinario que toda persona puede llevar a cabo sirviéndose de la inteligencia e iluminada por la fe, que el Señor mismo nos dio. Antes vimos que el proceso siempre empieza por el discernimiento ordinario, que es el camino habitual. Después, si el Señor lo quiere y por razones que sólo El conoce, puede entrar en juego el carisma.

4a.- Podemos poner el ejemplo del carisma de la infalibilidad papal: El Papa no es infalible siempre que habla. Tampoco el profeta profetiza cada vez que abre la boca, sino cuando es tomado por el Espíritu. Una persona en la que se hubiera manifestado el carisma de discernimiento no por eso va a discernir de manera carismática siempre que emite una opinión.

9. ¿En qué casos interviene el carisma?

Si el carisma de discernimiento no es permanente, se nos plantea de inmediato la pregunta: ¿cuándo interviene el carisma?.

Se manifiesta cuando:

? El discernimiento ordinario se encuentra bloqueado y no se puede avanzar más allá;

? Se hace necesaria, para el bien de una persona o de un grupo, una respuesta inmediata que no se podría obtener de otro modo.

? El Señor lo juzga oportuno para el bien de alguna persona o grupo.

10. Discernir el carisma del discernimiento

Dice San Juan: "Queridos míos, no se fíen de cualquier inspiración. Examinen a los espíritus para ver si vienen de Dios" (1 Jn. 4:1). Por su parte San Pablo escribe: "No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con lo bueno" (1 Tes. 5:19-21).

Como todos los demás carismas, también el de discernimiento tiene que ser discernido en base a las gracias recibidas del Señor: visiones, revelaciones, dones, etc. Si no se hace se corre el peligro de dejarse guiar por iluminados. Aunque una persona goce de un auténtico carisma de discernimiento, de todos modos está expuesta al error y a la ilusión, sea en el uso que hace de su don, sea en las conclusiones que saca de él. De ahí la necesidad de discernir, aún tratándose de carisma de discernimiento.

En primer lugar hay que verificar la autenticidad del carisma mismo y eso puede requerir un lapso de tiempo bastante largo, porque hay verificaciones que sólo se realizan a base de los hechos y habrá que

saber esperar. También hay que verificar los límites del carisma y su ejercicio. En esto, igualmente habrá que tomarse el tiempo necesario, porque un carisma puede ser auténtico, pero la persona no conoce aún los límites o no ha aprendido a servirse de él. La precipitación podría hacernos apagar el Espíritu.

La cuestión se vuelve aún más delicada cuando se trata de saber quién ha de realizar esta verificación. No hay que desestimar el valor de la ayuda de un prudente guía espiritual, especialmente si tiene experiencia en el campo del discernimiento. Un grupo de personas, unidas por fuertes lazos de caridad que les permiten expresarse, puede hacer un discernimiento sobre la autenticidad o no de diversas formas de acción del Espíritu. En ultimo término, es de la competencia del Obispo o de sus delegados, el discernir sobre las diversas manifestaciones del Espíritu, incluyendo el carisma de discernimiento.

Dada su naturaleza propia y de la de los carismas en general, es especialmente importante que el discernimiento sea ejercido por varias personas. Está relacionado con la comunión fraterna y el discernimiento de uno solo pide generalmente ser completado, "discernido", por otros. El discernimiento en la Iglesia incumbe más particularmente a los pastores, no solamente para ver lo que es malo, sino para retener lo que es bueno.

11. ¿Un carisma en estado puro?

Sabemos que el oro se encuentra siempre mezclado con otros minerals; a menudo sucede así con los carismas y en particular el de discernimiento. Junto con él se pueden encontrar elementos que corresponden a la profecía, al don de conocimiento o de leer en los corazones, a la palabra de sabiduría, etc. En el ejemplo citado antes, además del discernimiento encontramos el don de conocimiento que permitió al sacerdote identificar la causa de lo que ocurría en la persona.

12. Utilidad y peligros de este carisma

El carisma del discernimiento no sólo sirve en el ministerio de liberación o de exorcismo como parecen pensar algunos autores. Tampoco creemos que sirva únicamente para determinar el origen de los fenómenos carismáticos.

La utilización del carisma se extiende mucho más allá. Permite descubrir de inmediato qué espíritu está actuando en una vida, una actitud, una oración, una profecía, una enseñanza, etc. Útil en toda clase de circunstancias, lo es aún más para las personas que estan a cargo de altas responsabilidades pastorales.

Esta forma de discernimiento comporta sin embargo ciertos peligros.

Peligros para el que discierne:

? Peligro de apegarse más al don mismo que al Autor del don y a la finalidad para la que es concedido.

? Peligro del orgullo y del prestigio personal como si viniera de la persona misma y no fuera totalmente recibido del Espíritu.

? Peligro de utilizar mal el don, equivocándose en las conclusiones que pueden sacarse de las luces que da el Señor.

? Peligro de tomar como luces del Espíritu los propios deseos, temores o angustias.

Peligros para las personas que son objeto del discernimiento:

? Peligro de andar "a la caza de lo maravilloso". Si debido a estar mal informado o haber comprendido mal, una persona puede pensar que el carisma es automático y que funciona en todo momento.

? Peligro de pereza espiritual y de mantenerse en una especia de infantilismo espiritual. En lugar de esforzarse por conocer los caminos de Dios y sus llamados, espera aclarar todas sus dudas por el mensaje recibido, sin hacer nada por su parte.

No hay que fundar la vida espiritual sobre cosas exteriores a uno mismo: palabras, profecías, revelaciones, mensajes, etc. Se correría el riesgo de parecerse a un árbol de Navidad, cargado con adornos exteriores, pero privado de savia y de vitalidad interior.

La palabra discernimiento, escuchada exteriormente, es una ocasión perfecta para verificarla por dentro, en el fondo de uno mismo. Siempre hay que retornar al fondo del corazón para percibir el llamado de Dios para el momento presente; actualizarla. Nadie tiene derecho a actuar de manera automática sin ir a ver al fondo de su conciencia lo que el Señor quiere decirle.

De otro modo se estaría sacrificando el medio más precioso para ir hacia Dios: la conciencia profunda, el juicio y la libertad. Una palabra humana venida del exterior no puede reemplazar lo que el Señor le dice a la persona en el fondo de su corazón.

LECTURA BIBLICA

"Queridos mios, no se fien de cualquier inspiración. Examinen los espíritus para ver si vienen de Dios, porque muchos falsos profetas andan por el mundo. El que reconoce que Cristo Jesús se hizo hombre, habla de parte de Dios. En esto reconocerán al que Dios inspira. En cambio, si un inspirado no reconoce a Jesús, ése no habla de parte de Dios, sino que habla como el Anticristo" (1a. Juan 1-3)

ORACION FINAL

"Sumo y glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón, y dame fe recta, esperanza cierta y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para que cumpla tu santo y veraz mandamiento".

San Francisco de Asís

 

 

Autor:

Agustin Fabra