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La creación una gran mentira bíblica

Enviado por ruanowilly


Partes: 1, 2, 3

    1. El otro concepto divino
    2. Inspiración sin asesores
    3. Imagen y semejanza… ¡Pero del polvo!
    4. El padre nuestro mal artesano y falaz
    5. La vida no es producto bíblico, ni de Yahvé ni de los Elohím
    6. Ridículo reyezuelo prepotente y vulgar
    7. Las motivaciones divinas
    8. La traición al Creador
    9. Un Dios machista al 100%
    10. Profundos suspiros femeninos
    11. Decepción, decepción… ¡y más decepción!

    EL OTRO CONCEPTO DIVINO

    Ya hemos analizado, minuciosamente, la Primera Versión de la Creación; por lo que ahora hay que hacerlo con esta otra, la que llamamos Segunda Versión que, aunque suene ridículo, así es la Biblia, la Santa y Divina Palabra de Dios Padre, que tiene dos versiones de un supuesto mismo asunto y, para mayor desgracia, ambas son excluyentes y contradictorias una de la otra.

    Se da inicio, así, muy solemnemente, a la otra versión desde el Génesis 2:4, pero poniendo intencionalmente una muy útil aclaración que nos está afirmando un hecho aparentemente irrefutable. Veamos qué es lo que se nos dice en el inicio de este otro concepto y para ello sólo basta con abrir nuestras Biblias para leer, de la cita apuntada, lo siguiente.

    Así tuvieron origen los cielos y la tierra cuando fueron creados, el día que Yahvé-Elohím hizo la tierra y los cielos.

    Entremos en materia pues.

    Si nos hemos fijado, como seguramente ya se habrán acostumbrado a no leer sin poner la debida atención, en el versículo leído, aquí ya no se menciona a Dios o a Elohím, tal y como nos tenía acostumbrado el primer capítulo del Génesis. No. Aquí se nos introduce a otro personaje y nos es presentado un ser denominado, por el inspirado autor sagrado, Yahvé-Elohím.

    Lo verdaderamente extraño de todo esto es que durante 34 versículos se nos ha puesto en contacto con un Dios al que toda la Primera Versión ha llamado Elohím (los fuertes y poderosos), y que en esta Segunda Versión de la Creación, repentinamente, nos sorprenden metiendo a otro personaje.

    ¿Por qué tal cambio?.

    Y aquí sí es necesario reflexionar pues, si son dos versiones, diferente una de la otra, es lógico y razonable que se den estos cambios bruscos entre ellas. Y, no habiendo duda en lo clara que es la diferencia entre ambas versiones, tendremos que entrar en la polémica del caso, pues lo amerita.

    ¿No lo cree?…

    En una parte nos presentan, y está como eje central, a Elohím, que son un grupo de seres poderosos y fuertes; y en la otra lo es Yahvé, un concepto más individualizado que el anterior que habla de un enjambre de seres.

    Al inicio nos dijeron que los fuertes y poderosos son el concepto divino de la Biblia y ahora resulta que Yo soy el guerrero sale a relucir (Yahvé Saboat eso significa). Y más complicado aún resulta entender o tratar de traducir el término de Yahvé-Elohím como buscando individualizar a uno de ese grupo de fuertes y poderosos seres y llamarlo Yahvé.

    ¿Cómo supo el autor o los autores de estas dos versiones la forma en que se sucedieron los acontecimientos y los hechos por ellos narrados? ¿Quién se los contó? ¿Por qué dos versiones? ¿Fueron acaso dos entidades las creadoras del Universo?.

    Aunque independientemente de todo este relajo es bueno insistir y preguntar ¡quién fue el que relató, narró o contó la manera en que sucedió la Creación bíblica!.

    ¿Acaso DIOS, EL TODO?.

    Aquí, con esto, si hay que tener muchísimo cuidado. ¿En qué lugar y en dónde se afirma semejante cosa?, pues en la Biblia no hay ningún indicio que nos asegure que fue EL TODO, DIOS, LA VERDAD ABSOLUTA, quien paciente y ordenadamente procedió a narrarle a alguien todo lo que HIZO.

    No.

    Precisamente, el hecho irrefutable de tener dos versiones diferentes sobre la Creación en la Biblia, nos impone sobremanera la imposibilidad de aceptar que haya sido DIOS quien narrara, inspirara o contara, ya sea directa o indirectamente, los hechos de una o de dos creaciones.

    Si somos reales y ecuánimes hay que reconocer que, ni siquiera hemos entrado a considerar más que un solo versículo, el cuarto de esta otra Versión, y ya encontramos una bien marcada diferencia con lo que se nos había narrado y que, para mayor desgracia, habíamos tomado como una inspiración divina.

    Para ponerle un poco de cuerda al asuntito sólo tenemos que preguntarnos, sin ningún complejo ni aspaviento raro, y contestarnos a la vez, ¿qué es lo correcto? ¿Elohím, Yahvé, Yo soy el que Soy, los fuertes y poderosos? ¡o impostores ambos conceptos!.

    Y, efectivamente, si ya se nos había asegurado que los Elohím habían procedido a dirigir las acciones de la Creación, no logramos entender por qué inmediatamente la Biblia de marcha atrás y nos mete otra cosa.

    Así nos topamos, de manera violenta, con una contradicción hasta en esto que, nos asegura enfáticamente que no, que no fueron los Elohím los que tuvieron a su cargo la Creación, sino que más bien fue otro ser al que denominan Yahvé quien tuvo a bien el haber realizado todo el acontecer de formar todo cuanto existe en el Universo.

    Aquí parece todo esto un rompecabezas, ya que queda flotando en el ambiente una pregunta sin aparente respuesta. ¿Quién, efectivamente, efectúa las acciones de la Creación de la Biblia al fin?. Y, sin perdernos en la maraña de esta contradicción documentada, basta con que recordemos que Elohím es un término que encierra otro concepto totalmente diferente a lo que quiere decir Yahvé.

    Durante la Primera Versión el autor, al referirse al ser o a la serie de seres que hacen todo el Universo, lo designa con el nombre de los Elohím pero, inmediatamente después –como para evitar preguntas y respuestas comprometedoras en lo del plural de ese término-, introduce a Yahvé.

    Si nos tomamos la molestia de contar las veces que aparece el término Elohím en la Primera Versión, notaremos que la proporción es de tres a uno comparándolas con las veces que hallamos el nombre Yahvé en la Segunda Versión. Y, un hecho por demás llamativo lo constituye que, en la Primera Versión, ¡nunca! se le llama al creador con el termino Yahvé, así como que en la Segunda para nada utilizan el vocablo pluralista de Elohím.

    En los primeros treinta y cuatro versículos de la Biblia al grupo de seres que nos es presentado como los que hicieron todo cuanto existe se le denomina Elohím sin otra alternativa; en cambio en la Segunda Versión, retorciendo los conceptos que, a lo mejor hasta nosotros ya habíamos aceptado como buenos, nos lo cambian por otro ser más individualizado y aquí nos imponen que a quien debemos la creación de todo cuando existe es a Yahvé.

    Otra forma de verlo con una mejor proyección y claridad es comparando la secuencia de los acontecimientos y acciones que tienen lugar en el desarrollo de ambas creaciones; con lo que nos daremos plena cuenta de la diferencia.

    ¿Qué diablos sucedió en el orden de ambas creaciones?.

    Veámoslo detenidamente:

    PRIMERA VERSIÓN

    SEGUNDA VERSIÓN

    1ro surge la vegetación

    1ro surge el hombre

    2do surgen los animales

    2do surge la vegetación

    3ro surge el varón y la hembra

    3ro surgen los animales

     

    4to surge la mujer

    En la Primera Versión todo sucede o tiene lugar en siete días exactos, en la Segunda no hay indicación alguna del tiempo empleado o que transcurrió para cada acto de la Creación.

    ¿No es verdad que presentado como lo hemos hecho, en ese tan descriptivo cuadro comparativo entre ambas versiones, surgen una infinidad de sospechas?.

    ¿Ya se dieron cuenta de lo obvio y del claro contraste que hay entre una y otra versión?.

    Si desde siempre ha sido tan cristalina la diferencia y la contradicción que, hasta en el orden de los acontecimientos difieren las dos inspiraciones, ¿por qué continuamos afirmando que fue el Dios bíblico el creador del Universo?. Por lo poco que hasta este momento hemos visto, de entrada hay que rechazar que la Biblia sea una inspiración divina; por lo menos, creemos nosotros, hubiera sido más razonable y aceptado el embuste si se nos hubiera afirmado que la Primera Versión fue una inspiración de los Elohím y que la Segunda muy bien pudo haber sido obra inspirada por Yahvé.

    Pero haberse atrevido a imponernos que un solo Dios, por medio del Espíritu Santo, haya mandado la inspiración a aquellos santos varones autores del mazacote que forman los libros conocidos como Biblia, es la más grande aberración y la bofetada más desvergonzada que alguien nos hubiera sonado en nuestra humanidad.

    ¿Por qué pretender que DIOS, EL TODO, es quien inspira dos versiones diametralmente opuestas y diferentes?.

    Y, como esa posibilidad de inspirar, por mínima que fuera, se puede dar, de todos modos estaría también descalificada tal pretensión de hacer que DIOS, EL ABSOLUTO TODO, haya mandado dos mensajes opuestos. Para empezar a eliminar la menor sospecha de que de ahí provenga la inspiración, sólo basta con dejar sentado que EL TODO no puede parcializarse y mandar inspiración alguna a una persona pues no es individualista; si no veamos con la lluvia un muy buen ejemplo de las actuaciones de DIOS que, mandándonosla para todos, no hace exclusivista la divina lluvia.

    Si en la Biblia, la llamada tan absurdamente Palabra de Dios, aparecen dos versiones y diferentes por añadidura, obligadamente tenemos que aceptar entonces que ese Dios perversamente inspiró tales versiones y, por lo tanto, el Padre Nuestro es ambivalente, voluble y lo mejor, una estafa.

    ¡Ese mamarracho bíblico no es DIOS!.

    Suficientemente bien aclarado el asuntito este, ahora sí podremos leer el versículo 4 ya un poco más despejado el ambiente.

    Así tuvieron origen los cielos y la tierra cuando fueron creados, el día que Yahvé-Elohím hizo la tierra y los cielos.

    Estamos leyendo con nuestros propios ojos y no lo podemos creer.

    Si se nos afirma que aquí la Creación del Universo se llevó a cabo en un solo día, contrario a lo que ya nos había dicho recientemente la Biblia y en donde consta enfáticamente que fueron siete los días empleados y requeridos por los Elohím para ejecutar la creación y producción de todo cuanto existe, es porque algo hay que no está bien.

    Por eso es que necesitamos obligadamente que ir comparando ambas versiones.

    Ya habíamos asimilado que en el principio crearon los Elohím los cielos y la tierra ¿por qué tan repentinamente ahora la misma Biblia nos dice que fue Yahvé el hacedor de la tierra y de los cielos?. ¿No será que este Yahvé es uno de aquellos muchos fuertes y poderosos seres (Elohím) que intervinieron en la creación que originalmente nos narra la versión hebrea que dice bereshit bara Elohím?.

    El Génesis nos brinda una bella narración en donde son los muchos fuertes y poderosos los que ejecutan las acciones de crear, hacer, decir, ver, ordenar, nombrar y descansar. Aparte que en esta otra versión surge uno de aquellos Elohím, pero sentimentalmente aferrado a las pasiones, emociones y exabruptos propios más bien de un ser humano que de un Dios y con el espíritu y el sentimiento totalmente parcializado. Es identificado como Yahvé haciendo la correspondiente individualización con esta revelación de su nombre, dándole así un lugar prominente en las acciones que todos los fuertes y poderosos ejecutan. Y por último, este nuevo personaje ya identificado como Yahvé de los Ejércitos, no es el creador que nos presentó la Primera Versión. Este ser es un personaje de poca monta… poderoso, tal vez, ¡pero nunca todopoderoso!.

    Aquí sí tenemos que ser muy claros pues, siendo el propio versículo 4, que nos dice consistentemente sobre cuáles son las limitaciones de Yahvé, habrá que tomar cartas en el asunto. Con la descripción que nos hacen desde ese ilustrativo versículo nos damos cuenta que Yahvé adolece de la facultad de crear.

    ¡Yahvé no tiene la capacidad de crear!, solamente está limitado a hacer y si profundizamos un poco más en la Segunda Versión, como lo iremos haciendo, nos vamos a dar cuenta que Yahvé está limitado hacer las cosas formando o modelando.

    Este nuevo personaje no puede producir cosas de la nada y eso es una limitación y por lo tanto es bueno preguntarnos ¿en dónde queda la tan sobada y cacareada presencia todopoderosa de Yahvé?, a partir de este momento y sabedores de la rigurosa limitación impuesta a Yahvé, por el propio autor de estos versículos, ¿qué nos queda por decir?… ¡nada!.

    Ya está desenmascarado Yahvé y, conociéndolo ahora como una entidad funesta y para nada poderosa, como se nos había obligado a creer, no nos resta más que tratarlo como lo que es.

    ¿Están ustedes dispuestos para esto?…

    INSPIRACIÓN SIN ASESORES

    El relato de la Segunda Versión continúa diciéndonos en los versículos 5 y 6 que.

    No había vegetación en la tierra, ni germinaban las hierbas, ya que Yahvé-Elohím no había hecho llover sobre la tierra, ni había aún hombre para que labrase la tierra, ni rueda o noria que subiese el agua con que regarla (según una traducción), sino que subía un vapor de la tierra, el cual regaba toda la faz de la tierra (según la otra traducción).

    ¡Qué excusa tan tonta! ¿Creerían acaso los autores de esta versión que todos los lectores del mazacote bíblico fueran tarados, estúpidos o faltos de sentido común? Porque no podemos comprender que, tratando de explicar el motivo por el cual aún no había vegetación sobre la superficie de la tierra, se pretenda dejar sentada la indudable posición de Yahvé y decirnos ya que Yahvé-Elohím aún no había hecho que lloviera sobre la tierra.

    ¡Qué bonito! Ahora resulta que con solo hacer llover surge toda la infinita variedad de la que consta la vegetación terrestre. Y la cosa no es así. No.

    Primero se nos dice y asegura rotundamente que Yahvé-Elohím no tiene la capacidad de crear y ahora se nos quiere tontear de lo lindo, mintiéndonos descaradamente y pretendiendo hacer surgir la figura de un ser Todopoderoso que, con solo hacer llover puede provocar la germinación, haciendo que surja la vegetación completa del planeta Tierra. Esto no concuerda con las mismas reglas del jueguito que él o los autores de esta otra versión de la Creación nos hacen conocer desde el inicio del versículo 4 de donde ya nos aseguran que Yahvé no tiene poder para hacer surgir las cosas de la nada ya que está limitado por su propia naturaleza a hacer cosas y no a crearlas.

    Para que surja, o germine la vegetación, primero y antes que ninguna otra cosa, se necesita la semilla, el acodo o el vástago; incluso, podemos decir también en el extremo de llegar a la clonación, que necesitamos que exista una célula madre. Ahora bien, sin que la tierra tenga en sus entrañas la semilla, el acodo o el vástago, ¡no podrá producir nada!.

    ¡Aún lloviendo!.

    Pero no, y en forma necia y oficiosa, este versículo pretende disculpar al Dios Padre excusándolo de la falta de existencia de la vegetación con una burda y estúpida mentira; es más, ni siquiera se han puesto de acuerdo con el verdadero significado de la palabra del versículo 6 pues, mientras unos dicen que no existía la vegetación porque Yahvé-Elohím no había hecho que lloviera sobre la tierra y porque no había hombre que la labrase ni rueda o noria que subiera el agua con que regarla, los otros dicen que la vegetación de la tierra no se había producido, debido en parte a la falta de lluvia que no enviaba Yahvé-Elohím y que no había hombre que labrase la tierra sino que subía de la tierra un vapor, el cual, regaba toda la faz de la tierra.

    Y esto sí es grave.

    Tenemos que ir por partes, empezando con explicar que la palabra que se usa en forma tan general para designar a la niebla, al vapor o nube, sirve también para dar a entender aquella cosa u objeto que todos conocemos como rueda o noria. Por supuesto que hay que recordar que uno de los métodos de riego más comúnmente usados en las regiones desérticas y no bendecidas con la lluvia, consistía en movilizar el agua de algún riachuelo, río o lago por medio de un cigüeñal o noria.

    Independientemente del significado específico de la traducción, o sea, sin importar que lo correcto puede ser rueda, noria, niebla o vapor, lo que pretende dar a entender la narración bíblica es que no había vegetación por la falta de humedad necesaria.

    Partamos la situación en dos y supongamos ahora que la correcta interpretación sea la de noria o rueda. ¿Qué tenemos que entender?. Y veamos todo el concepto pero en forma no tan sutil como cualquier creyente lo haría.

    La frase ya con esta nueva interpretación, para comenzar, quedaría así:

    No existía la vegetación porque Yahvé-Elohím no había hecho llover sobre la tierra, ni había todavía hombre que la labrase, ni rueda o noria que subiese el agua con que regarla.

    Muy bien, pero y entonces nos preguntamos ¿para qué una rueda o noria? ¿qué es lo que se pretendía subir? Si no había todavía agua ni de lluvia ni de otra, pues para ese preciso momento –y ni después tampoco- nos dice esta Segunda Versión de algo que pudiéramos entender como referencia a la creación del agua.

    No hay nada que nos indique la formación del agua, menos aún que esta hubiera sido hecha, creada o producida por Elohím o por Yahvé. Nadie se tomó la molestia de aclarar a quien le correspondía la paternidad del agua.

    ¿Para qué, entonces, una noria o rueda si no existía todavía el agua? La necesidad de utilizar este mecanismo se dio cuando se requirió utilizar el agua y llevarla hasta un lugar específico. Nadie inventa o descubre algo que antes no haya sido provocado por una necesidad o falta de algo mejor.

    Si como lo deja dicho el versículo, Yahvé-Elohím no había hecho llover sobre la tierra, eso significa que ni siquiera existía agua del mar que es de dónde procedería la lluvia.

    Uno. No existiendo agua ¿para qué indicar que no existía un instrumento o aditamento como la rueda o noria que se usa, precisamente, para subirla y luego encauzarla?.

    Dos. ¡Para qué la contradicción!, pues, si ni siquiera había caído la primera lluvia del cielo, ¿para qué indicar que no había forma de subir el agua, pretendiendo hacernos creer que ésta pre existía?.

    Ahora veamos la cosa desde el otro punto y supongamos que lo correcto es la otra traducción, entonces la frase inspirada por el Espíritu Santo quedaría.

    No existía la vegetación porque Yahvé-Elohím no había hecho llover sobre la tierra, ni había todavía hombre que la labrase, sino que subía de la tierra un vapor, el cual regaba toda la faz de la tierra.

    Esto, además de ser toda una exageración, también constituye otra contradicción en lo que a inspiraciones se refiera, pues ya veremos todo el alcance de su significado.

    Y para mientras los inspirados autores bíblicos nos siguen mintiendo descaradamente.

    ¿Qué cosa significa la palabra vapor?, pues vapor es aquella nube que surge y se levanta de las cosas que, estando húmedas y que bajo la influencia del calor, se forma.

    ¿Qué les parece la vaina ahora?.

    Primero, no había agua, por lo tanto, menos pudiéramos pensar en la existencia de algo húmedo o mojado. Y segundo, ¡no habiendo surgido aún el Sol –fuente natural y única del calor para ese entonces- indispensable para formarse el vapor que se levantaba de la tierra, ¡cómo fue posible que se hubiese formado esa nube de vapor!.

    ¿Acaso se nos quiso ver la cara de imbéciles?… ¿por cuánto tiempo nos la han visto?.

    ¡Durante cuántos miles de años hemos sido tonteados por tal afirmación bíblica!.

    Bueno, no nos queda más remedio que continuar y veamos ahora la gran exageración. Recordemos lo que se nos afirma que ese vapor regaba toda la faz de la tierra.

    ¡Toda la faz de la tierra!… ¡Caramba!.

    Saque usted su propia conclusión pues, por la nuestra, nos limitaremos a decir muy sencillamente que eso es toda una exageración.

    ¿De dónde se obtuvo el agua necesaria para que un calor inexistente pudiera convertirla en una casi infinita nube de vapor con la capacidad de poder regar toda la superficie del planeta? ¡Coño!, como bien se merece que expresemos y exclamemos aquí.

    ¿Se deja usted envolver y engatusar nuevamente?…

    Se hace necesario algo más que la fe para dar por aceptados ciertos hechos que se le olvidaron mencionar al Diosesito bíblico. Uno de ellos el agua. ¿Por qué ni un mísero detalle de su formación? Y lo que nos da el derecho a exigir una respuesta clara, y bien detallada, de este Dios Padre, no es más que lo ilógico de ciertos pasajes bíblicos aburridamente detallistas tal y como leemos en Levítico 15 que con sus 33 versículos nos impone una serie de sosas restricciones sobre las impurezas sexuales.

    Perdamos un poco el tiempo leyendo las tonterías allí expuestas:

    Habló Yahvé a Moisés y a Aarón diciéndoles: Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cualquier varón, cuando tenga flujo de semen, será inmundo. En esto consiste su impureza causada por su flujo: sea que su cuerpo destile semen o que haya dejado recientemente de destilarlo, él será inmundo.

    Toda cama en que se acueste el que tiene flujo, será inmunda; y toda cosa sobre la que se siente, inmunda será. Y cualquiera que toque su cama, lavará sus vestidos; se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche.

    Y el que se siente sobre aquello en que se haya sentado el que tiene flujo de semen, lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la noche. Así mismo el que toque el cuerpo del que tiene flujo de semen, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la noche.

    Y si el que tiene flujo de semen escupe sobre el limpio, éste lavará sus vestidos y después de haberse lavado con agua, será inmundo hasta la noche. Y toda montura sobre la que cabalgue el que tenga flujo de semen será inmunda. La vasija de barro que toque el que tiene flujo de semen será quebrada y toda vasija de madera será lavada con agua.

    Cuando haya sanado de su flujo el que tiene flujo de semen, contará siete días para su purificación, y lavará sus vestidos, y lavará su cuerpo con aguas vivas, y será limpio, el octavo día tomará dos tórtolos o dos palominos, y vendrá delante de Yahvé a la puerta del tabernáculo de reunión, y los dará al sacerdote, y el sacerdote hará del uno ofrenda por el pecado, y del otro hará holocausto; y el sacerdote le purificará de su flujo delante de Yahvé.

    ¡Qué barbaridad por Dios Santo!.

    Y pensar que es el propio Yahvé, el supuesto protagonista de esta versión, quien directamente le dice todo lo anterior a Moisés y a Aarón. ¿Por qué no fue tan claramente descriptivo en esta Segunda Versión de la Creación? ¿Por qué ni una palabra sobre el agua? ¿Cuál será la reacción nuestra y qué nos sucederá cuando enfrentamos algo como esto? ¿Será posible que mantengamos aún y conociendo cómo es en realidad este fantoche Dios bíblico, la misma religiosidad y ceguera?.

    Pues bien, quedando en entredicho Yahvé, no nos queda más remedio que reacomodar todo nuestro pensar y ver las cosas en su justa dimensión; sin perder de vista que nos proporciona cierta incertidumbre el hecho de haber sido tan vilmente tonteados por los líderes religiosos.

    En pocas palabras, ¡la Biblia no es producto de DIOS, DEL TODO, DE LA VERDAD ABSOLUTA!. La Biblia fue producida por mentes humanas, mentes de hombres enervados por un supuesto sentimiento de sentirse iluminados, razón por la cual tergiversaron, confundieron y limitaron a la divinidad y su supuesta actuación en el plano terrenal.

    ¿Qué otra cosa puede significar que en la propia Biblia aparezcan dos versiones de la Creación tan diferentes entre sí?.

    IMAGEN Y SEMEJANZA… ¡PERO DEL POLVO!

    Continuemos con el versículo 7 que nos dice:

    Entonces Yahvé-Elohím modeló (o formó) al hombre de polvo (o arcilla) de la tierra, y le sopló en su nariz aliento de vida y fue así el hombre un ser animado.

    Repentinamente, y antes de hacer un entorno adecuado para el hombre, Dios Padre decide fabricarlo.

    Estúpido ¿verdad?.

    Sobre la base del versículo recién copiado debemos tomar en cuenta varias cosas:

    1. El hombre es modelado o formado. Es decir que el hombre, sin ton ni son, es fabricado.
    2. Este hombre no es creado.
    3. Es elaborado con elementos ya existentes.
    4. Este producto artesanal modelado por Yahvé no es el mismo hombre que fue creado por los Elohím.
    5. Yahvé no pide ayuda para elaborarlo tal y como se nos cuenta sí solicitaron apoyo los Elohím.
    6. Yahvé no lo fabrica a imagen y semejanza del fabricante, tal y como sí lo fue el de la otra versión.
    7. Aquí, este hombre producto del polvo de la tierra, es fabricado exclusivamente como hombre, con su aparato sexual conocido como pene.
    8. Solamente es elaborado el hombre y, a la mujer, que pena pero así es, ni siquiera se la menciona. Muy a pesar que en la Primera Versión se nos asegura que fueron creados simultáneamente como varón y hembra.

    ¡Qué forma más increíble de contradecirse! Solamente porque nosotros somos los que estamos viendo y leyendo esto es que nos admira la pasmosa manera de habernos tenido tan maliciosamente engañados.

    No podemos ni comentar lo que hemos enumerado del uno al ocho. Lo claro en todo esto es que hay un brusco cambio y el relato iniciado por Yahvé es totalmente diferente al que ya hasta habíamos tomado como bueno y cierto en el primer capítulo del Génesis.

    ¿Qué es esta pantomima de decir a los cuatro vientos que DIOS fue quien inspiró todo este cuenterete falaz y ridículo?.

    Sin ir muy lejos, el relato del pueblo caldeo sobre la creación, nos dice que fue Marduc quien con su propia sangre moldea y amasa el barro para formar al hombre. Y, ¿qué tal será el relato que nos hace el Popul Vuh, el libro sagrado de los quichés? ¿Y el de los incas?… ¿Y el de los miles de pueblos que han existido?, algunos de ellos son anteriores a lo que la Biblia describe como el principio.

    Además ¿qué quiso decirnos el o los autores de esta otra versión cuando nos aseguran que Yahvé-Elohím soplo aliento de vida en la nariz del hombre y que así fue que se convirtió en un ser viviente animado?.

    Ambos hombres son corpóreos, tanto el de la Primera Versión como este fabricado del barro, solo que este tuvo necesidad de cargar baterías con ese soplo de aliento que recibe de Yahvé; en cambio el otro, la pareja creada a imagen y semejanza del Padre Nuestro, surgió instantáneamente sin muchas pantomimas.

    El hombre es la pieza más importante de la Creación y, si su trascendencia es mayúscula, entonces así mismo debemos de proceder; por supuesto que la Biblia tiene sus considerandos para esto y podemos ver dos de ellos. Primero, porque la Santa Biblia es una creación literaria de hombres, estos tuvieron que darle una preeminencia como la que vemos en el libro sagrado de los hebreos. Y segundo, por la antropomorfización que se hace de la divinidad, es decir colocar a unos a la par de los Dioses.

    Por eso es que el ser humano ha tenido que convertir y ver a DIOS, AL TODO como hombre y eso le ha permitido muchas cosas; y por lo mismo, se le han atribuido a este Dios-Hombre todas las pasiones, emociones y sensaciones propias de los seres humanos buscando poder así comprender AL TODO que es DIOS.

    Ahí fue donde empezó el verdadero problema de la humanidad pues, por necesidad se le atribuyeron poderes y se los dieron al Dios bíblico y en la Biblia, sus autores, se encargaron de darle todos los atributos del hombre a los seres que aparecen como Elohím.

    Sin ir muy lejos tenemos que recordar los versos de Savonarola que nos dijo:

    En su mezquina estupidez el hombre, se forja un dios indigno de alabanza, ebrio de odio, cólera y venganza, terrible y sanguinario como él.

    En la Primera Versión el hombre creado a imagen y semejanza del Dios bíblico nunca es llamado por otro nombre más que por el término de hombre; en esta otra versión el hombre es llamado repentinamente Adán. La etimología de esta palabra es tomado de la tierra, por lo que habiendo una gran similitud entre ambas, puesto que Adán y hombre se complementan ya que el vocablo hombre viene del latín homo derivado de humus que es una clara referencia a la tierra, se pretende dejar dicho que ese término de hombre designa al que está ligado a la tierra.

    A la comprensión de la sumatoria de todo el amplio significado de hombre hay que unir su contexto y aclarar, o mejor dicho preguntar, ¿cómo es posible que de un ser divinamente creado o hecho por los Elohím o por Yahvé –dependiendo de la versión- hayan surgido toda una serie de hechos increíbles tales como las divisiones étnicas, culturales, sociales e idiomáticas entre los grupos de seres humanos que hemos habitado este planeta?.

    ¿No se supone que fue la divinidad quien intervino directa y tajantemente en ambas versiones de la creación del hombre? ¿Cómo pudo haber sufrido degeneración y cambio genético aquel hombre divinamente creado o fabricado?.

    ¡Un millón de dólares para el que responda con un concepto real, lógico, sin ninguna duda y por supuesto no religioso!.

    Sin dudarlo, fueron las diferentes concepciones religiosas las que hicieron divino el origen del ser humano y, no importó que tipo de raza, ya sea negra, roja, blanca o mestiza, pues dentro de cada grupo racial, el Dios que designaron y escogieron para su uso exclusivo tenía que ser una copia fiel y un digno representante de la raza en la que se le adoraba.

    Así, el Dios de los judíos es la representación de todas las características de este grupo étnico. El Dios principal de los egipcios o de los babilonios era el prototipo de los de su respectivo pueblo ¡ni más que eso!. Y entre los pobladores de nuestra América la cosa fue igual ya que los mayas, incas, quechuas, aztecas, siux, apaches y un largo etc., todos ellos concibieron a sus Dioses, tanto al principal como los secundarios o su corte celestial, iguales a ellos, tanto en color de la piel, como en las costumbres, en sus mismos sentimientos y pasiones, así como en la cultura.

    Y, sólo como un pequeño ejemplo, entre el pueblo practicante de las tradiciones religiosas judeo-cristianas tenemos una corte impresionante que rodea a Dios Padre. Allí hay ángeles, querubines, serafines, santos, vírgenes y hasta ángeles del mal tal el caso de Satanás o Luzbel.

    Si este enlace entre las cualidades humanas y las atribuidas a Dios Padre era tan notorio y comúnmente aceptado por los fieles practicantes ¿por qué no inventarse que el Dios de la Biblia es quien hubo formado al ser humano?.

    El problema de creer que somos un producto divino no es la idea en sí. Es la explicación que el ser humano ha hecho al tratar de explicar y de interpretar, muy a su modo particular e interesado, el cómo y el por qué Dios Nuestro Señor nos hizo; y, en ese punto, hemos elaborado una enmarañada, confusa y contradictoria historia de la Creación. Pero, repetimos, no es cosa exclusiva del pueblo judío, del cual nosotros hemos tomado la idea del Dios que adoramos.

    Era cosa común y corriente, entre todos los pueblos y civilizaciones que a lo largo y ancho de la historia de nuestro planeta lo han poblado, tener tal costumbre.

    Una cosa sí debe de quedar muy bien aclarada, y es que pretendamos nosotros que DIOS, EL TODO, se haya tomado la molestia de crearnos, hacernos o fabricarnos, como lo han divulgado todos y cada uno de los diferentes libros sagrados de cada una de las religiones que cada civilización ha tenido, es tergiversarlo todo y es anarquizar a la divinidad.

    ¿Cuál de todos los diferentes conceptos, de los miles que existen sobre la Creación, es el verdadero?. En realidad ninguno.

    Si al GRAN HACEDOR o GRAN CREADOR le hubiera convenido o interesado que supiéramos el cómo y el por qué fuimos creados, hechos o producidos, sencillamente y como primera providencia ¡no hubiera escogido a un pueblo en forma tan particular y hacerlo suyo!, pues todos los seres humanos somos poseedores del mismo valor; y, también hay que decirlo, sólo existiría una sola versión sobre la Creación que sería la verdadera. Como hay miles de versiones, a cuáles más coloridas y floridas, únicamente nos resta desecharlas a todas por iguales de falsas.

    Si no sabemos el o los motivos para estar viviendo como seres humanos y el o los motivos para haber sido hechos como tales ¿qué importancia tiene?. Lo verdaderamente importante es que somos seres humanos y que estamos viviendo en este hermoso planeta. ¡Entonces vivamos! que es lo único importante y lo único que por más que quisiéramos no podemos negar como realidad muy nuestra.

    Vivamos y los por qué y los cómo que no nos trastornen ni detengan nuestra propia evolución normal y natural que nos corresponde por compartir este mundo con miles de millones de seres humanos como nosotros.

    Para ilustrar mejor esta situación, veamos lo que sucedido con Edison y una señora que, profundamente impresionada con los inventos y descubrimientos de este genio, le preguntó un día: -¿señor qué es la electricidad?- Edison, muy sereno y humildemente le respondió: -Señora, la electricidad es, por lo tanto úsela.

    Nosotros, imitando a Edison, podemos decir también que la vida es, por lo tanto vivámosla y que no nos afecte en manera alguna de dónde venimos y mucho menos hacia dónde vamos a ir.

    ¡Queda claro!… ¿Verdad?.

    El ser humano, cualquiera que sea, concibe a su particular divinidad exclusivamente de acuerdo a la intensidad y a la profundidad con que así mismo se contemple. La grandeza de la imagen que el hombre se forja de Dios está siendo determinada y generada por la propia inteligencia del ser humano y no al revés.

    Aquel que pretenda definir a DIOS, AL TODO, lo que está haciendo es contar o relatar la manera en que su propia y muy limitada mentalidad ve o concibe al SER SUPREMO. Y eso, a pesar de lo bello y excelso que pueda ser la tal definición, ¡no es DIOS! ¡no es EL TODO!.

    Para el ser humano ha sido, desde siempre, un problema verse a sí mismo. Cuando interiorizamos en nuestro ser sentimos, y nos ha causado, mucha perturbación. Ahora bien, el problema del ser humano que se observa detenidamente en su interior, fue muy bien aprovechado y, recibió de alguno más vivo, una respuesta teológica o basada principalmente en una inexistente relación Dios-hombre, naciendo así el enigma más grande que nos ha perseguido desde que apareció el primer ser humano en la superficie del planeta, ya que siempre se ha tratado de averiguar y de investigar, surgiendo cantidad de preguntas sin respuestas lógicas y menos satisfactorias de ¡por qué fuimos hechos!, ¿qué es lo que estamos haciendo aquí y quién nos hizo?; y surgió el problema cuando aquel vivo nos dijo que Dios Padre nos hizo.

    Y entonces surgió otra pregunta mucho más profunda ¿qué es lo que pretendió Dios Nuestro Señor cuando nos hizo?.

    El problema es que nos llama la atención, ¿y a quién no?, el hecho de tener en la Biblia dos versiones sobre una supuesta misma creación. En una, la de los siete días, el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios Padre, y fueron creados de manera simultánea como varón y hembra; culminando así la grandiosa obra y colocando de forma solemne al hombre en posesión de todo cuanto existía. Ya en la Segundad Versión, nos topamos con otra cosa diferente, y cruel a la vez, aquí surge un personaje nuevo llamado Yahvé que produce al hombre moldeándolo con sus propias manos pero sin ningún propósito ni delimitando el motivo para haber sido formado.

    En esta narración no existe nada más que una tierra vacía y un cielo oscuro que es el único medio ambiente que rodea a este primer hombre que Dios Padre moldea con arcilla del suelo. ¿Qué pudiera pensar, amable lector, si a alguien se le ocurriera encerrarlo a usted adentro de un cuarto completamente oscuro, frío y solitario?, piénselo muy bien e imagíneselo pues así fue como tuvo que haberse sentido Adán cuando surgió a la existencia después del aliento de vida que le insufló Dios Padre ya que lo que le rodeaba era una total oscuridad, un frío intenso (no había todavía para ese momento ni un solo rayo de Sol pues este no había sido creado o fabricado) y un vacío total pues, su fabricante, no había hecho absolutamente nada a su alrededor para eso.

    Hagamos una pequeña pausa y contestémonos la pregunta desgarradoramente real ¿Qué tan antiguo es el hombre? ¿Desde hace cuántos años surgió Adán?. Y, para sorpresa nuestra, -una más- la Biblia es la que nos proporciona unas cifras que ¡hay Dios mío!, para variar, son ilusas y contradictorias pues, cuando le hacemos la pregunta a la Santa Palabra del Dios bíblico de ¿Cuál es la verdadera edad de la humanidad de la que Adán es el tronco?, ¡hay dos respuestas!. Una, que proviene del texto hebreo y que nos dice que han transcurrido 4,145 años. Y la otra, resultante del texto griego que nos dice que no, pues han transcurrido realmente la cifra de 5,256 años.

    Habiendo únicamente la friolera de mil ciento once años (1,111) de diferencia entre una concepción y la otra.

    ¿Por qué el Dios bíblico no inspiró la verdadera edad de la humanidad?. Tener 1,111 años de diferencia entre lo que unos y otros aseguran ser los portadores de la verdadera edad del hombre, es lo que hace que no podamos dejar de señalar tan lamentable situación; pero estaría bien pues unos años más unos miles de años menos no importan, siempre y cuando quede claro que Adán apareció por haber sido elaborado por Yahvé hace unos 5 mil años.

    Eso sí, no debemos de olvidar que al ser humano, como tal, le podemos seguir fácilmente las huellas muy claramente desde hace unos 600 mil años. ¡Sí señoras y señores! Seiscientos mil años y no sólo hace 4,145 o como dice la otra interpretación de 5,256 años.

    ¡Qué diablos sucedió aquí!. ¿Cómo es que el primer hombre, en este caso Adán, que según la sabia y santa Palabra de Dios Padre, surgió 595 mil años después que el Homo Sapiens? ¿Valdrá la pena continuar pensando que Adán es el primer hombre? ¡No, nunca!.

    Un niño de primaria sabe que la aparición del ser humano, como tal, surgió entre 600 mil y un millón de años antes de nuestra era. ¿Qué valor tienen entonces las dos versiones de la creación del hombre que la Biblia tan candorosamente nos ha impuesto?. Por todo lo anterior realmente carece de importancia el hecho de investigar si el hombre fue creado o hecho por el Dios bíblico, así haya sido Yahvé o los Elohím. No tiene ningún sentido práctico pues desde hace un chorro de miles de años ya el ser humano vivía sobre la faz de la tierra como ser animado y sin haber ninguna intervención de Dios Padre en ello.

    La supuesta existencia del hombre en la tierra, que elaboraba en dos diferentes versiones por los inspirados escritores sagrados de la Biblia, hace resaltar impresionantemente dos hechos trascendentales:

    1. Cuando se nos dice que Yahvé-Elohím formó al hombre del polvo o arcilla de la tierra y luego sopló aliento de vida en su nariz haciéndolo un ser viviente y animado, se nos proporciona un relato de la Creación que ya existía adentro de la cultura caldea y que consistía en la imagen de un alfarero, protagonizada por Marduc, el Dios principal de ellos, que amasando con su propia y divina sangre el barro formó al hombre.
    2. Cuando se nos narra que los Elohím son los que dicen hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, se está utilizando una tradición mucho más antigua que los propios escritos judíos y copiándolos de la cultura egipcia nos la trasladan y la hacen pasar como original en la Biblia. Los egipcios sostenían que en su creación el hombre había surgido por medio del poder de la palabra hablada que tenía su Dios principal.

    ¿Qué tal?.

    Total ¡pura copia! y mala copia. No hay nada de original en las narraciones bíblicas y ninguna de las dos versiones es original. ¿Para qué tanto cacareo y alboroto sobre la creación de Yahvé o la de los Elohím?.

    ¿Quiere usted morirse de la risa?… pues bien, es risible el hecho que en Mateo 19:4 se ponga en boca del ingenioso y manoseado Jesucristo lo siguiente:

    ¿No habéis leído que el que os creó, desde el principio lo hizo varón y hembra?.

    Y nosotros santamente preguntamos ¿sabría Jesús que a su supuesto Padre se le atribuye el hecho de haber inspirado dos versiones diferentes acerca de la creación del hombre? ¿Por cuál versión se inclinó más el Hijo del Hombre y cuál fue su preferida?.

    Y mucho más risible es que Pablo, el inocente y casto Pablo de Tarso, nos dejara su muy interesada verborrea en 1 de Timoteo 2:11-13 en donde nos muestra la repugnancia que siente por la mujer; muy al contrario del pensamiento que sobre Jesús nos dicen los evangelistas. Y nos dice este tosco machista.

    Que la mujer aprenda en silencio, con toda sumisión. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán, fue formado primero, después Eva.

    ¿Qué les parece la ley que deja establecida este santo varón? ¿Cuántas mujeres le habrán hecho caso? ¿Y cuántos "hombres" que, como Pablo, no habrán vejado a las mujeres con base en esta inspiración que el Espíritu Santo le concediera a Pablo?, pero si la comparamos con la frase que recién hemos leído que Jesús pronuncia desde Mateo 19:4 ¿No habéis leído que le que los creó, desde el principio los hizo varón y hembra?, no nos queda más remedio que ¡mandarlos al carajo a ambos!.

    Lo que Pablo nos dejara instituido como ley, no es más que una interesada y mal intencionada acción y constituye una burla y una mentira más de las que nos tienen acostumbrados los santos autores sagrados pues, si mal no recordamos el Génesis 1:27 nos dice Y crearon los Elohím al hombre, varón y hembra los crearon. Es decir que de manera instantánea y simultáneamente los Elohím crean al varón y a la hembra.

    En cambio la alusión que hace Pablo, por demás aberrante, se cae por su propio peso. Es cierto que Adán fue elaborado muchísimo antes que Eva, pero también es cierto que al varón y a la hembra los Elohím los crean; o sea que el Padre Nuestro los produce de la nada y en cambio Yahvé, en la otra versión, moldea del barro a Adán. Es decir que si por asuntos de rango o categorías nos vamos, tiene mayor mérito el varón creado que el hombre moldeado del barro.

    Sin contar, además, que el varón y la hembra son creados a la imagen y semejanza de los Elohím, mientras que el Adán moldeado con y del barro, ni por asomo es formado tan siquiera con algún atributo especial de su fabricante.

    ¿Quién vale más?.

    ¿Por qué este desacuerdo, violento y brutal, entre lo dicho por Jesús y lo expresado por San Pablo?.

    ¿Será posible que podamos seguir creyendo en la autenticidad y en la inspirada Palabra de Dios Padre?.

    ¡No!, ya no es posible…

    Partes: 1, 2, 3
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