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Empresas Recuperadas en Argentina

Enviado por Julio Gambina


     

    I – El fenómeno en contexto histórico*

    Desde la explosión de la crisis de diciembre de 2001 se multiplicaron diversos emprendimientos económicos de carácter popular, muchos de los cuales existían previamente. Es el caso de los clubes del trueque o el desarrollo de emprendimientos económicos solidarios, desde panaderías a la producción de calzado o textiles. Son también las cooperativas de trabajo impulsadas entre trabajadores desocupados, de servicios o de producción. Entre esos fenómenos se destacan las empresas recuperadas por sus trabajadores, con el doble afán de proteger los medios de producción y mantener la fuente de trabajo.

    Es un tema que remite a la crisis capitalista y su impacto en las empresas y las relaciones sociales allí contenidas. Algunos empresarios, por diversas razones, abandonaron la actividad económica cerrando la fábrica o empresa, aún con los activos fijos en su interior. Otros realizaron un verdadero vaciamiento empresario, al momento del cierre o incluso

    progresivamente. El resultado derivó en el desempleo gradual o total de los trabajadores. En algunas ocasiones, los trabajadores se encontraron con la fábrica cerrada de un día para el otro. Esos trabajadores respondieron con la toma de la empresa a los efectos de recuperar la actividad, conservar los activos fijos y la fuente de trabajo. Se trataba de una actividad defensiva, incluso de defensa de la empresa, no así del empresario.

    Lo que debe destacarse es que pese a existir experiencias previas, el nuevo clima social imperante durante el 2002 extendió el fenómeno en circunstancias similares y en distintos puntos del país. Es cierto que la devaluación de la moneda favoreció la actividad industrial y potenció la audacia de los trabajadores. A tal punto se desarrolló el tema que hasta

    se inició un proceso de articulación de esas experiencias mediante el "movimiento de empresas recuperadas". Se trataba ahora de generalizar la experiencia y aprendiendo, unos de otros, los nuevos problemas derivados de la administración popular con relación a la anterior y tradicional gestión de la empresa capitalista. Debe considerarse que desde la toma de la empresa, los trabajadores pasaban a decidir sobre el proceso de trabajo al interior de la organización económica y con exclusión de toda dirección propietaria o derivada en núcleos gerenciales.

    La actividad defensiva tomaba carácter ofensivo e interpelaba a distintos niveles en búsqueda de su identidad. Al Estado por una legislación adecuada y políticas activas para la promoción del nuevo fenómeno. A la sociedad por la solidaridad y el acompañamiento ante los peligros de represión policial, judicial o patronal; y a los propios trabajadores para asumir un papel como sujetos productivos con autonomía del capitalista en la toma de decisiones. También se asumía el riesgo de reproducir la lógica capitalista de la explotación, tanto por la continuidad operativa con proveedores y el mercado de consumo, como por la necesidad de ampliación de la planta una vez puesta a producir.

     

    II – El desempleo y la recesión. La resistencia y la nueva institucionalidad popular

    La reacción de los trabajadores es consecuencia directa de la crisis capitalista en la Argentina. No sólo se trata de la larga recesión iniciada a mediados de 1998 y que aún se prolonga a fines del 2002. Se vincula al ciclo largo de reestructuración de las relaciones capitalistas que se desplegaron en el país desde mediados de los 70’ y que promovieron

    variaciones en la relación capital trabajo, tanto como en la nueva función del Estado a favor del capital más concentrado y la inserción internacional subordinada al capital transnacional en general y a EEUU en particular.

    Son políticas que generaron una mayor precariedad y flexibilidad de las relaciones de trabajo, agravadas con las secuelas de desempleo, subempleo, sobre empleo, marginación y pobreza que se extendieron en forma alarmante. Son procesos vinculados a una desindustrialización relativa, con cierre de fábricas mano de obra intensiva y en todo caso con nueva inversión en fábricas con utilización intensiva de medios de producción en detrimento de la fuerza de trabajo. Argentina a comienzo de Siglo XXI tiene menos

    trabajadores industriales que a comienzos de la crisis del 70’ y su capacidad productiva se encuentra aún disminuida. Este proceso descrito generó desiguales resultados entre las clases subordinadas y las dominantes. Mientras aquellos acrecentaban los índices de explotación, marginación y pobreza, éstos acumulaban ganancias, riqueza y poder.

    Definían así la ofensiva del capital en concordancia que un proceso similar desarrollado a escala global en el ciclo histórico que recorre la lucha de clases entre mediados de los 70’y la actualidad. Un ciclo iniciado en América Latina con la dictadura militar de Pinochet en el 73 y el genocidio de la Argentina desde el 76. Proceso extendido al capitalismo desarrollado en Inglaterra del 79 y EEUU del 80; y la incorporación de Europa a mediados de los 80.

    Al mismo tiempo, la respuesta de los trabajadores se caracterizaría por la defensiva en una política de acumulación de fuerzas contra la impunidad patronal y estatal, sostenidas ambas por el terrorismo de Estado en tiempos de dictadura (1976-83) y con matices diferenciales bajo gobiernos constitucionales (1983-2001).

    La tesis que sostenemos es que la pueblada de diciembre de 2001 puede ser el punto de inflexión en la construcción de una ofensiva de los trabajadores en el proceso de la lucha de clases y que tiene como característica la conformación de una nueva institucionalidad popular. Entre ellas se destacan las asambleas populares, los movimientos de desocupados y los emprendimientos económicos de carácter popular. Ocupan un lugar de privilegio en la consideración pública y en una perspectiva emancipadora en ejemplo de autonomía que expresan las empresas recuperadas. Es cierto que la ausencia de una alternativa política impidió durante el 2002 que la pueblada pudiera ir más allá de la contestación al modelo imperante. Nuestra tesis apunta a señalar la potencialidad de la nueva organicidad expresada por la institucionalidad popular en diversas formas.

     

    III – Control obrero o cooperativa. Sindicato y Empresas recuperadas

    No existe un registro acabado de la cantidad de empresas recuperadas, sin

    embargo, distintas fuentes ubican la existencia de unas 120 que revistan

    en esa situación e involucran a unos 10.000 trabajadores.

    La mayoría se concentran en la Provincia de Buenos Aires, a la sazón la que concentra mayor población sobre las 24 provincias existentes. Es a su vez la de mayor desarrollo absoluto y relativo. En realidad, buena parte de las empresas recuperadas se concentran en el Gran Buenos Aires, que incluye a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Capital de la Argentina) y los partidos del Conurbano bonaerense, donde habitan 12 millones de

    personas y es el núcleo central de la actividad económica, política y cultural del país. En rigor, el fenómeno de las empresas recuperadas se presenta en las zonas de mayor población y desarrollo capitalista, entre las cuales se encuentra las Provincias de Santa Fe y Córdoba y en menor medida en Mendoza, Neuquen, La Pampa, Río Negro y Jujuy.

    En el listado mencionado por Enfoques Alternativos aparecen empresas alimenticias y frigoríficas; siderúrgicas y metalúrgicas; del vidrio; electrodomésticos; del cuero; de lavado de lanas; de madera; pintura; auto partes, motores eléctricos; cosméticos y papel; transporte y la construcción; imprenta, gráfica; confección y textil; incluso producción de tractores, acoplados y material ferroviario. Dicho informe reconoce emprendimientos entre 8 y 600 trabajadores. Se trata de una realidad muy diversa y no homogénea. No es lo mismo un restaurante con 8 trabajadores, una producción panificadora con 16, que una empresa de transporte con 160, un frigorífico con 480 o un ingenio azucarero con 600.

    Sin duda uno de los principales problemas tienen que ver con la lógica capitalista de funcionamiento de las empresas. En efecto, los trabajadores cuentan al inicio del proceso productivo con los activos fijos o medios de producción y su fuerza de trabajo. En algunos casos subsiste en la empresa materiales y materias primas que les permite avanzar en los primeros procesos productivos o de servicios. Pero inmediatamente se quedarán sin "capital de trabajo" para funcionar y deberán acudir al mercado (proveedores y bancos) para obtener los insumos necesarios. Aquí debe recordarse la situación argentina de recesión e insuficiencia de crédito para reconocer las dificultades que se presentan a las empresas recuperadas para un adecuado funcionamiento. Además, debe reconocerse que la voluntad gubernamental no favorece precisamente con su política económica las demandas y necesidades de los sectores que impulsan la economía popular, aunque como dijimos, la devaluación hace posible hoy procesos productivos que eran dificultados en tiempos de vigencia del régimen convertible con un tipo de cambio que igualaba la paridad de la moneda local con el dólar.

    Para mejorar el funcionamiento empresario puede destacarse el convenio existente entre el movimiento de empresas recuperadas y la Asamblea de Pequeños y Medianos Empresarios, APYME, donde ésta le ofrece sin cargo el asesoramiento profesional en toda la línea de necesidades de gestión administrativa, comercial, impositiva, de costos y contabilidad, tecnológica, etc. En el mismo sentido existen iniciativas desde parte del cooperativismo organizado hacia las nuevas empresas que alientan esa forma jurídica. La CTA, a su vez ha dado atención a parte del nuevo fenómeno emergente, conteniendo a los trabajadores en su seno. Son organizaciones que actúan en conjunto en la resistencia y que intentan construir experiencias organizativas conjuntas y por ello no llama la atención que articulen con el nuevo fenómeno, en rigor, no sólo con las empresas recuperadas, sino también con piqueteros y asambleas barriales. Es cierto también, que algunas de las empresas intentan ser manipuladas por el accionar de intendencias (gobiernos locales), burocracias sindicales y/o políticas.

    Ante la crisis política de la Argentina se entiende que las dos dinámicas de la lucha de clases intentan abordar el fenómeno. Desde las clases dominantes se pretende acotar el fenómeno. Si pueden lo reprimen y evitan, y si no, lo contienen en el ámbito de sus mediaciones funcionales, tales como el sindicalismo burocrático que encarna la tradicional central sindical (CGT) o con punteros políticos de los partidos tradicionales y en crisis, tales como la UCR y el PJ. Desde el campo popular se trata de rodear a las empresas recuperadas con solidaridad, pero no sin conflicto, ya que son distintas las lecturas que se hacen desde enfoques políticos diferenciados de la realidad local. No en vano existen diferencias de abordaje entre los distintos partidos de la izquierda e incluso de variados movimientos populares.

    Entre otros asuntos en discusión se encuentra la forma que pretenden asumir los trabajadores que recuperan las empresas. Si bien inicialmente existe un móvil de defensa de los medios de producción y de la fuente de trabajo, a poco andar comienza la discusión, si se quiere ideológica o práctica de la forma de organización y funcionamiento. La mayoría de las empresas se han asumido como cooperativas, aunque no estén legalmente constituidas como tales. Algunas, influenciadas por militancia partidaria, reclaman la estatización con control obrero. En realidad, visto el problema desde afuera, puede resultar un tema menor, ya que lo que importa es la autonomía obrera en la forma de explotación de la empresa, sin embargo el tema tiene importancia de cara al desarrollo del movimiento en gestación y de cada emprendimiento en particular.

    Existen argumentos a favor y en contra de cada una de las opciones. Quienes privilegian la estatización con control obrero rechazan la cooperativa por ser una forma empresaria más en el marco de las relaciones capitalistas de producción. Del otro lado se rechaza la forma estatal por el carácter de clase del Estado capitalista. Con ello, ambos argumentos se neutralizan. Por la positiva, unos señalan que lo que importa es el control obrero y no la propiedad de los medios de producción, los que se asignan al Estado. Remiten a una concepción estatalista de la perspectiva revolucionaria de la sociedad. Muchos de los impulsores de esas consignas militan en partidos de izquierda que asumen un programa de estatizaciones con perspectiva revolucionaria. Los otros adjudican los beneficios de la cooperativa a la gestión democrática y rescatan la propiedad colectiva de los medios de producción. Es cierto que muchos de ellos hacen abstracción de la inserción cooperativa en un mercado capitalista y donde la cooperativa es también subsumida en la lógica del capital.

    Queremos insistir en otra lógica. En la que remite a la construcción de subjetividad en la perspectiva de aliento al poder popular. "Ocupar, Resistir y Producir es la consigna de la hora para sembrar un futuro donde el pueblo trabajador sea el verdadero protagonista de su historia." Esto lo dice uno de los dirigentes de la Cooperativa IMPA, Metalúrgica, con 136 trabajadores, que asumieron el control de la Cooperativa en 1998, lo que demuestra también que hay cooperativas y cooperativas. En el caso mencionado, una cosa era la experiencia burocratizada previa a la recuperación y otra muy distinta desde la ocupación y desarrollo posterior. Por eso tampoco alcanza con la estatización y exigencia de salarios de convenio, organización sindical y obra social, ya que es conocido el avance del ajuste en las cuentas públicas con efecto centrado en los trabajadores estatales y la subordinación de la burocracia sindical a la lógica de las clases dominantes, como la tendencia de las políticas públicas para mercantilizar el conjunto de las relaciones sociales, por caso, la privatización de la salud, incluidas las obras sociales sindicales. En el ejemplo comentado es muy conocida la adhesión de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) a la CGT y por ende la subordinación al partido de gobierno (PJ) y a la lógica capitalista de las grandes patronales metalúrgicas.

     

    IV – Innecesariedad del capitalista

    En definitiva, la práctica empresaria de los trabajadores que recuperan sus fuentes de trabajo elimina la mediación del capitalista. Ese no es un dato menor.

    Oportunamente, Carlos Marx en su crítica a los cooperativistas señalaba dos asuntos centrales de carácter contradictorio. Por un lado, sostenía que las cooperativas alejan a los trabajadores de la lucha de clases al hacerles creer que la emancipación es posible desde la perspectiva de una empresa o de un conjunto de ellas, sin comprender que en el capitalismo, la lógica del capital subsume al conjunto de las formas empresarias existentes. Por el otro, rescataba el ejemplo contundente en la práctica de las cooperativas, de lo innecesario que resulta el capitalista en tanto organizador del proceso de trabajo y valorización. Este es el principal mérito logrado por el movimiento de empresas recuperadas, sea cuál sea la reivindicación sustentada, tanto en quiénes demandan la estatización, como en aquellos que asumen la perspectiva cooperativa.

    En uno y otro caso, debe considerarse el aporte a la ruptura cultural que asigna al capitalista el papel de organizador de la producción y distribución de bienes y servicios, sea este un capitalista privado o estatal. Los trabajadores han puesto en evidencia que ellos son los generadores de la riqueza socialmente creada y que por lo tanto no necesitan de un tercero, el capitalista, para orientar el proceso de la producción. Ese es un elemento esencial para pensar en términos alternativos la organización económica de la sociedad, especialmente en un tiempo histórico donde se instaló la naturalización del capitalismo.

    Es más, una consigna que llegó a imponerse entre los trabajadores fue "empresa parada, empresa tomada", dando aliento a la ofensiva que antes aludíamos y que ponía en evidencia la potencialidad de los trabajadores como constructores de la realidad material y simbólica. Insisto sobre todo en la importancia de la producción de signos y símbolos, ya que la constitución del imaginario popular favorable a un horizonte anticapitalista puede transformarse en una base sólida para pensar una sociedad alternativa, incluso socialista. No existe la perspectiva socialista sin la presencia de su posibilidad en el imaginario popular y ello requiere la construcción previa de experiencias de poder popular y la conciencia de que ello es lo que se construye.

     

    VNo todas son rosas, o los desafíos

    Si bien la práctica de ocupación de empresas tiene su tiempo y en la actualidad existe un movimiento que las agrupa, y además hay reconocimiento social y solidaridad activa del movimiento popular, debe reconocerse que no todas son rosas. Existen límites objetivos y subjetivos que son necesarios aceptar y abordar por el propio movimiento si se piensa estratégicamente en el desarrollo del poder popular.

    Existen abundantes argumentos sobre la ineficacia de la legislación positiva y la administración de justicia en la Argentina con relación a la ocupación de empresas, ya que el derecho privilegia la propiedad por encima de los derechos sociales, tales como el que garantiza el trabajo (artículo 14 Bis de la Constitución Nacional desde 1949). Incluso la

    legislación recientemente aprobada por las legislaturas de la Ciudad de Buenos Aires y la de la Provincia de Buenos Aires, apoyadas aún por los partidos de izquierda, envía el problema de fondo a resolverse en el futuro. En efecto, la nueva legislación entrega los activos a los trabajadores por 24 meses con la prioridad sobre los acreedores de la empresa fallida antes de la ocupación por sus trabajadores. Es decir, no se asegura la propiedad de la empresa para los trabajadores y no indica taxativamente ninguna consideración operativa para facilitar la puesta en funcionamiento de la empresa en cuestión. Pero mucho más que lo jurídico, mayor es el límite que impone la política hegemónica que no estimula el desarrollo de una economía alternativa y que afecta el corazón de las relaciones de explotación, es decir la propiedad privada.

    Sin embargo, creo que el principal problema radica en los aspectos subjetivos. Nadie asegura el éxito de los emprendimientos por los límites objetivos señalados, pero la cultura dominante puede imponerse hacia el interior de las empresas recuperadas y por lo tanto los trabajadores pueden retomar el proceso productivo allí donde ya fracasó el capitalista propietario o el administrador gerencial. Los primeros actos definen una tendencia al igualitarismo en la distribución del ingreso que en la complejidad del desarrollo posterior puede reproducir una diferenciación no adecuada de los ingresos de los operarios y los administradores y más aún de los principales decididores. La tendencia a la burocratización es un problema serio a abordar.

    Si los trabajadores son subordinados por la lógica empresaria capitalista su destino se define en un mercado monopolizado por el capital transnacional. Lo alternativo pasa por construir una nueva experiencia de ejercicio del poder popular y que haga visible la potencialidad de nuevas relaciones sociales. Ese camino no tiene asegurado el futuro, pero marca el desafío para enfrentar el problema del desempleo, la pobreza, la marginación y la explotación. Puede aportar en el camino de la liberación y emancipación de los trabajadores en este comienzo de siglo donde parece recrearse la expectativa de otro mundo posible.

     

    Buenos Aires, enero de 2003

     

     

    Julio C. Gambina

    Centro de Estudios y Formación de la Federación Judicial Argentina