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La era de la desigualdad (¿consecuencia directa del "imperialismo monetario"?) – Parte III

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5
Monografía destacada
  1. Resumen
  2. El aumento de la concentración de los ingresos y la riqueza en manos de unos pocos
  3. La manipulación del sistema en favor de las élites
  4. Transmisión de privilegios: la perpetuación de la brecha entre ricos y pobres
  5. A need for counter-cyclical policies
  6. Unemployment
  7. Equity indicators (Reproducción parcial)
  8. Social cohesion indicators (Reproducción parcial)
  9. Anexo: Historias del presente (las caras del dolor)
  10. Recomendaciones

Informes de organismos internacionales – Primer trimestre del año 2014 (Selección de párrafos, tablas y cuadros, vinculados con la desigualdad de ingresos)

Informe de OXFAM – Gobernar para las élites – Secuestro democrático y desigualdad económica – 20 de enero de 2014

La desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países. La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante. El Foro Económico Mundial considera que esta desigualdad supone un grave riesgo para el progreso de la humanidad. La desigualdad económica extrema y el secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites son demasiado a menudo interdependientes. La falta de control en las instituciones políticas produce su debilitamiento, y los gobiernos sirven abrumadoramente a las élites económicas en detrimento de la ciudadanía de a pie. La desigualdad extrema no es inevitable, y puede y debe revertirse lo antes posible.

Resumen

En noviembre de 2013, el Foro Económico Mundial lanzó su informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014, que situaba el aumento de la desigualdad en los ingresos como la segunda mayor amenaza mundial de los próximos 12 a 18 meses. Según las personas encuestadas, la desigualdad "está afectando a la estabilidad social en el seno de los países y supone una amenaza para la seguridad en el ámbito mundial". Oxfam comparte este análisis y espera que la reunión del Foro Económico Mundial de este año realice los compromisos necesarios para contrarrestar el avance de la desigualdad.

Un cierto grado de desigualdad económica es fundamental para estimular el progreso y el crecimiento, y así recompensar a las personas con talento, que se han esforzado por desarrollar sus habilidades y que tienen la ambición necesaria para innovar y asumir riesgos empresariales. Sin embargo, la extrema concentración de riqueza que vivimos en la actualidad amenaza con impedir que millones de personas puedan materializar los frutos de su talento y esfuerzo.

La desigualdad económica extrema es perjudicial y preocupante por varias razones: además de ser moralmente cuestionable, puede repercutir negativamente en el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, así como multiplicar los problemas sociales. Asimismo, agrava otro tipo de desigualdades, como las que existen entre hombres y mujeres. En muchos países, la desigualdad económica extrema resulta preocupante debido a los efectos perniciosos que la concentración de riqueza puede acarrear para la equidad en la representación política. Cuando la riqueza se apropia de la elaboración de las políticas gubernamentales secuestrándolas, las leyes tienden a favorecer a los ricos, incluso a costa de todos los demás. El resultado es la erosión de la gobernanza democrática, la destrucción de la cohesión social y la desaparición de la igualdad de oportunidades. A menos que se adopten soluciones políticas valientes que pongan freno a la influencia de la riqueza en la política, los gobiernos trabajarán en favor de los intereses de los ricos, y las desigualdades políticas y económicas seguirán aumentando. Como dice la famosa cita de Louis Brandeis, que fue miembro del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, "podemos tener democracia, o podemos tener la riqueza concentrada en pocas manos, pero no podemos tener ambas".

Oxfam teme que, si la desigualdad económica extrema no se controla, sus consecuencias podrán ser irreversibles, dando lugar a un "monopolio de oportunidades" por parte de los más ricos, cuyos hijos reclamarán los tipos impositivos más bajos, la mejor educación y la mejor atención sanitaria. El resultado sería la creación de una dinámica y un círculo vicioso de privilegios que pasarían de generación en generación.

Dada la magnitud del incremento de la concentración de la riqueza, la monopolización de oportunidades y la inequidad en la representación política suponen una tendencia grave y preocupante. Por ejemplo:

• Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.

• La riqueza del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la población mundial.

• La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.

• Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.

• El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.

• En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más.

Esta masiva concentración de los recursos económicos en manos de unos pocos supone una gran amenaza para los sistemas políticos y económicos inclusivos. El poder económico y político está separando cada vez más a las personas, en lugar de hacer que avancen juntas, de modo que es inevitable que se intensifiquen las tensiones sociales y aumente el riesgo de ruptura social.

Los sondeos de Oxfam en todo el mundo reflejan que la mayoría de la población cree que las leyes y normativas actuales están concebidas para beneficiar a los ricos. Una encuesta realizada en seis países (España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos) pone de manifiesto que la mayor parte de la población considera que las leyes están diseñadas para favorecer a los ricos -en España, ocho de cada diez personas estaban de acuerdo con esta afirmación-. Otra reciente encuesta de Oxfam a trabajadores con salarios bajos en Estados Unidos revela que el 65% de ellos considera que el Congreso aprueba leyes que benefician principalmente a los ricos.

La apropiación de los procesos políticos y democráticos por parte de las élites económicas tiene unos efectos notables, que afectan por igual a países ricos y pobres. El presente informe ofrece ejemplos relacionados con la desregulación financiera, la inequidad de los sistemas fiscales, las leyes que facilitan la evasión fiscal, las políticas económicas de austeridad, políticas que perjudican desproporcionadamente a las mujeres y la apropiación de los ingresos derivados del petróleo y la minería. Cada uno de los breves estudios de caso incluidos en el informe pretende dar una idea sobre cómo este secuestro democrático genera una riqueza ilícita que perpetúa la desigualdad económica.

Es posible revertir esta peligrosa tendencia. La buena noticia es que existen claros ejemplos de éxito, tanto pasados como presentes. Estados Unidos y Europa redujeron la desigualdad a la vez que sus economías crecían durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. La desigualdad también ha disminuido significativamente en América Latina durante la última década, gracias a una fiscalidad más progresiva, los servicios públicos, la protección social y el empleo digno. La política ciudadana ha sido fundamental en la consecución de este avance, ya que representa a la mayoría de la población en lugar de estar en manos de una pequeña élite; a la postre, esto ha beneficiado tanto a ricos como a pobres.

El aumento de la concentración de los ingresos y la riqueza en manos de unos pocos

El último cuarto de siglo ha sido testigo del aumento de la concentración de la riqueza en manos de un menor número de personas. Este fenómeno mundial es la causa de la situación actual, en la que el 1% de las familias del mundo posee casi la mitad (el 46%) de la riqueza mundial. Por su parte, la riqueza de la mitad más pobre de la población es menor que la de las 85 personas más ricas del mundo.

Durante el pasado año, 210 personas se han incorporado al selecto club de los multimillonarios que superan los mil millones de fortuna, formado por 1.426 personas cuya riqueza conjunta asciende a 5,4 billones de dólares. Los beneficios empresariales, los salarios de los directores y las transacciones bursátiles baten récords cada día, y no parece que vayan a reducirse. Durante la redacción del presente informe, el índice industrial Dow Jones alcanzó el punto más alto de sus 117 años de historia. La riqueza del 1% más rico de la población mundial asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que la de la riqueza total que posee la mitad más pobre de la población.

Habida cuenta de la reciente crisis financiera mundial, esta tendencia podría parecer sorprendente. Sin embargo, aunque debido a la crisis el porcentaje de la riqueza en manos de los más acaudalados descendió temporalmente, lo cierto es que ya se han recuperado e incluso han aumentado ese porcentaje. En Estados Unidos, el 1% más rico de la población ha acaparado el 95% del crecimiento económico posterior a la crisis financiera entre 2009 y 2011, mientras que el 90% con menos recursos se ha empobrecido en este período. La Gran Recesión de 2008 no ha cambiado la tendencia hacia la concentración de la renta: la participación en la renta nacional estadounidense en manos del 10% más rico de la población se mantiene en el 50,4% (el porcentaje más elevado desde la Primera Guerra Mundial). Si el porcentaje de ingresos que acapara el 1% más rico de la población se hubiese mantenido desde 1980, el resto de los estadounidenses habrían tenido a su disposición 6.000 dólares adicionales por persona en 2012.

Las élites mundiales son cada vez más ricas y, sin embargo, la mayor parte de la población mundial se ha visto excluida de esta prosperidad. Así, mientras las acciones y beneficios de las empresas alcanzan nuevos récords, los salarios como porcentaje del producto interior bruto (PIB) se han estancado. El hecho de que la fortuna conjunta de las 10 personas más ricas de Europa supere el coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la Unión Europea entre 2008 y 2010 (217.000 millones de euros frente a 200.000 millones de euros) nos da una idea de la magnitud de la concentración de la riqueza. Además, las políticas de austeridad posteriores a la recuperación están perjudicando en mayor medida a las personas pobres, pero enriqueciendo a las ricas. La austeridad también está teniendo un impacto sin precedentes en las clases medias.

En muchos países, la población adinerada se aleja cada vez más del resto en términos de riqueza. La base de datos de los ingresos más elevados del mundo (The World Top Incomes Database) abarca 26 países, con información sobre el porcentaje de ingresos antes de impuestos que va a manos del 1% más rico de la población desde la década de 1980 (gráfico 1.1). En todos los países excepto dos (Colombia y los Países Bajos), el porcentaje del total de ingresos que está en manos del percentil más rico ha aumentado (y en Colombia se ha mantenido en torno al 20%). El 1% más rico de la población de China, Portugal y Estados Unidos ha más que duplicado su participación en la renta nacional desde 1980, y la situación está empeorando. Incluso en países más igualitarios como Suecia y Noruega, la participación en la renta del 1% más rico de la población se ha incrementado en más del 50% (gráfico 1.2).

Es probable que, en realidad, la concentración de riqueza sea mucho mayor, dado que una considerable cantidad de los ingresos de los más acaudalados se ocultan en paraísos fiscales. Se calcula que hay 18,5 billones de dólares no registrados y en terceros países de baja tributación.

Apenas hay datos disponibles sobre la participación en la renta nacional en manos de la población más rica en los países en desarrollo. No obstante, existen otros datos que respaldan el argumento de que la desigualdad está aumentando.

Por ejemplo, entre 1988 y 2008 el coeficiente de Gini aumentó en 58 países (de los que existen datos disponibles). Siete de cada diez personas en todo el mundo viven en países donde la desigualdad se ha incrementado.

El aumento del nivel de desigualdad también es característico de los países de renta media y población elevada, cuya importancia radica en que es donde vive actualmente la mayor parte de la población pobre del mundo. Antes de la globalización, se trataba de países de renta baja con niveles de desigualdad considerablemente inferiores. Sin embargo, el crecimiento económico les ha situado entre los países de renta media y ha creado una brecha entre ricos y pobres…

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Actualmente también disponemos de cálculos fiables sobre la distribución de la riqueza (frente a la distribución del ingreso) entre países. Según Credit Suisse, el 10% de la población mundial posee el 86% de los recursos del planeta, mientras que el 70% más pobre (más de 3.000 millones de adultos) sólo cuenta con el 3%. Puede afirmarse que los multimillonarios más ricos de la actualidad no tienen parangón en la historia. El mexicano Carlos Slim, propietario de grandes monopolios en México y otros lugares, podría pagar los salarios anuales de 440.000 mexicanos con los ingresos que genera su riqueza.

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No obstante, algunos países están consiguiendo resistirse a esta tendencia mundial. Durante la última década, los países de América Latina han reducido su desigualdad, aunque estos avances deben matizarse, ya que se están produciendo en algunos de los países más desiguales del mundo. Además, la velocidad y la profundidad de la reducción de la desigualdad varían de un país a otro, de modo que es demasiado pronto para hablar de una tendencia real.

Entre los países miembros del G20, las economías emergentes solían ser las más desiguales (por ejemplo Sudáfrica, Brasil, México, Rusia, Argentina, China y Turquía) mientras que los países desarrollados solían tener menores niveles de desigualdad (Francia, Alemania, Canadá, Italia, y Australia). Sin embargo, incluso esto está cambiando, y en la actualidad los niveles de desigualdad están aumentando en todos los países de renta alta del G20 (a excepción de Corea del Sur), mientras que en Brasil, México y Argentina la desigualdad se está reduciendo.

La desigualdad preocupa a los ciudadanos

En la actualidad, los debates sobre la desigualdad y la concentración de los ingresos y la riqueza son uno de los temas más importantes del debate político mundial. Pero no siempre ha sido así. Hace sólo unos años Anne Krueger, entonces Primera Subdirectora Gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) declaró: "Las personas pobres están desesperadas por mejorar sus condiciones materiales en términos absolutos, en lugar de avanzar en el ámbito de la distribución de los ingresos. Por lo tanto, parece mucho mejor centrarse en el empobrecimiento que en la desigualdad".

Esta visión ya no es la predominante, ¿qué es lo que ha cambiado el debate? Los datos expuestos en el capítulo anterior son parcialmente responsables de este cambio, además de ir en contra del consenso generalizado sobre la idea de que la prosperidad compartida y el crecimiento inclusivo deberían ser un objetivo de primer orden. Por el contrario, el crecimiento económico parece seguir más bien un modelo en el que "el vencedor se lo lleva todo". Estudios recientes también indican que la desigualdad crónica retrasa el crecimiento económico a largo plazo, y dificulta la reducción de la pobreza.

Las recientes investigaciones que corroboran el aumento de la desigualdad están influyendo en la opinión pública mundial. El sondeo mundial llevado a cabo por el Pew Research Center Global Attitudes Project indica que el aumento de la desigualdad preocupa a los ciudadanos de todos los continentes. En noviembre de 2013, el Foro Económico Mundial lanzó su informe Perspectivas de la Agenda Mundial 2014, en el que 1.592 miembros de las élites mundiales situaron las crecientes disparidades en materia de ingresos como el segundo mayor riesgo mundial de los próximos 12 a 18 meses.

Una encuesta encargada recientemente por Oxfam no sólo respalda estas conclusiones, sino que además pone de manifiesto que la mayor parte de la ciudadanía considera que las leyes y normativas están concebidas para favorecer a los ricos. La encuesta, realizada en seis países (España, Brasil, India, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos), pone de manifiesto que la mayoría de los ciudadanos (ocho de cada diez en España, por ejemplo) considera que las leyes están diseñadas para favorecer a los ricos. Del mismo modo, la mayoría de los ciudadanos estaba de acuerdo con la afirmación de que "los ricos tienen demasiada influencia en el rumbo del país" (gráfico 3).

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La manipulación del sistema en favor de las élites

Los mercados no son entes autónomos y espontáneos que funcionan según sus propias leyes naturales. En realidad, son construcciones sociales con leyes establecidas por instituciones y reguladas por gobiernos que deben rendir cuentas ante los participantes en el mercado y los ciudadanos. Cuando existe crecimiento y reducción de la desigualdad es porque las leyes que rigen los mercados actúan en favor de las clases medias y de los colectivos más pobres de la sociedad. Sin embargo, cuando sólo ganan los ricos, es porque las leyes se están empezando a inclinar exclusivamente en favor de sus intereses.

Oxfam lleva 70 años trabajando para combatir la pobreza y la injusticia en más de 90 países. Oxfam ha luchado contra el endeudamiento insostenible y contra los paraísos fiscales y, en el transcurso de estas experiencias, ha presenciado de primera mano cómo las personas y los colectivos ricos se apropian de las instituciones políticas para su propio engrandecimiento en detrimento del resto de la sociedad. Vivimos un nivel de desigualdad sin precedentes que pone de manifiesto que, si no se establecen controles sobre las instituciones representativas, éstas se deteriorarán aún más y las diferencias de poder entre ricos y pobres podrían perpetuarse hasta hacerse irreversibles.

La preocupación de Oxfam por el aumento de la concentración de la riqueza y por la inequidad de la representación política está avalada por sólidos datos cuantitativos. Un informe reciente presenta datos estadísticos de peso que demuestran que las preferencias políticas de los estadounidenses acaudalados están mayoritariamente representadas en el Gobierno del país, en comparación con aquéllas de las clases medias. Por el contrario, las preferencias de los ciudadanos más pobres no demuestran impacto estadístico alguno sobre la distribución del voto de sus representantes electos. Si esta tendencia se mantiene, lo más probable es que las políticas públicas reproduzcan las condiciones que están empeorando la desigualdad económica y la exclusión política.

¿De qué manera las leyes que regulan las economías nacionales se subordinan a los intereses de las élites? Se trata de un problema inherente a la naturaleza de la política. Como hemos visto, la influencia de los grupos acaudalados da lugar a desequilibrios en los derechos y la representación política. Como resultado, esos grupos poderosos secuestran la toma de decisiones de las funciones legislativas y regulatorias.

A continuación se exponen unos ejemplos breves que demuestran la validez de nuestro argumento en distintos contextos.

La interacción entre la desigualdad y la manipulación de las reglas políticas

La concentración de la riqueza en manos de las élites da lugar a una influencia política indebida que, en último término, arrebata a los ciudadanos los ingresos procedentes de los recursos naturales, genera políticas fiscales injustas, fomenta las prácticas corruptas y desafía el poder normativo de los gobiernos. El conjunto de estas consecuencias empeora la rendición de cuentas y la inclusión social. Todo esto se produce en contextos diferentes. A continuación se exponen algunos estudios de caso de contextos nacionales muy distintos.

Comprar la política: cómo el dinero sesga la representación política e impulsa la desigualdad en Estados Unidos

Desde finales de la década de 1970, la escasa regulación del papel del dinero en la esfera política ha permitido que los ciudadanos acaudalados y las grandes empresas ejerzan una influencia indebida en la elaboración de políticas estatales. Un resultado pernicioso es la manipulación de las políticas públicas en favor de los intereses de las élites, que ha coincidido con una mayor concentración de riqueza en manos del 1% más rico de la población desde los inicios de la Gran Depresión.

A medida que las políticas en favor de las grandes empresas han ido ganando importancia, el poder de negociación de los sindicatos se ha desplomado y el valor real del salario mínimo y de otras medidas de protección se ha deteriorado. Ahora es más difícil que los sindicatos se organicen, y más fácil que las grandes empresas puedan rebajar los salarios y reducir las prestaciones de los trabajadores. Los grupos de interés acaudalados también han utilizado su poder económico para influir sobre los legisladores y la opinión pública, y así conseguir mantener a la baja la presión sobre las plusvalías y los tipos impositivos que gravan las rentas altas, así como para crear lagunas fiscales en favor de las grandes empresas. Dado que los tipos impositivos que gravan el capital son menores que los que gravan los ingresos, millones de trabajadores americanos medios están sujetos a unos tipos impositivos más elevados que las personas ricas.

A partir de la década de 1980, los sectores financiero y bancario inyectaron millones de dólares destinados a deshacer las normativas puestas en marcha tras la quiebra bursátil y la Gran Depresión de la década de 1930. La desregulación ha tenido dos grandes ramificaciones: por un lado, los directivos de empresas vinculadas a los sectores bancario y financiero se han hecho excepcionalmente ricos, y por otro lado ha aumentado el riesgo de los mercados mundiales, lo cual ha culminado en la crisis económica mundial que empezó en 2008. Tal y como muestra el gráfico 4, existe una correlación directa entre la desregulación financiera y la desigualdad económica en Estados Unidos.

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En 2010 el Presidente Obama promulgó la ley de reforma de Wall Street y de protección del consumidor (conocida como Ley Dodd-Frank), cuyo objetivo es regular los mercados financieros y así proteger la economía de una segunda gran crisis. Sin embargo, el sector financiero se ha gastado más de mil millones de dólares en pagar a los cientos de personas que hacen incidencia política para debilitar la Ley y retrasar su plena aplicación. De hecho, en 2012 las cinco mayores asociaciones de consumidores utilizaron los servicios de veinte personas dedicadas a defender la Ley Dodd-Frank, mientras que los cinco grupos financieros más importantes enviaron a 406 personas para abogar por su derogación. A pesar de que la Ley Dodd-Frank se promulgó hace más de tres años, sólo 148 de sus 398 disposiciones se han terminado, y el sistema financiero sigue siendo tan vulnerable a las crisis como lo era en 2008.

El impacto de la austeridad en Europa: el aumento de la brecha de desigualdad

La desigualdad de ingresos iba en aumento en varios países europeos ya antes de la crisis, a pesar del elevado nivel de crecimiento económico. Portugal y el Reino Unido ya se encontraban entre los países más desiguales de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), lo cual pone seriamente en duda el grado de equidad del crecimiento en estos países una vez que hayan salido totalmente de la recesión.

Con la enorme presión de los mercados financieros, se han puesto en marcha programas de austeridad en toda Europa a pesar de las masivas protestas ciudadanas. Dichas medidas, basadas en impuestos regresivos y en profundos recortes del gasto (especialmente en servicios públicos como la educación, la atención sanitaria y la protección social), ya han empezado a desmantelar los mecanismos de reducción de la desigualdad que permiten un crecimiento sostenible. Las medidas de austeridad también han tratado de debilitar los derechos laborales. Los colectivos más pobres de la sociedad han sido los más perjudicados, ya que son las personas más vulnerables quienes soportan la responsabilidad de los excesos de las últimas décadas, a pesar de ser los menos culpables de ellos. Aunque de forma tardía, los principales defensores de la austeridad, como el FMI, están empezando a reconocer que las duras medidas de austeridad no han dado los resultados esperados en términos de crecimiento y recuperación económicos, y que de hecho han empeorado las perspectivas de crecimiento e igualdad.

Mientras tanto, el 10% más rico de la población ha visto cómo su participación en el total de ingresos ha aumentado. Los ingresos conjuntos de las diez personas más ricas de Europa superan el coste total de las medidas de estímulo aplicadas en la UE entre 2008 y 2010 (217.000 millones frente a 200.000 millones de euros)…

Fiscalidad y gasto público

Otro mecanismo transmisor de privilegios son los cambios en las políticas fiscales en beneficio de las élites. Desde finales de la década de 1970, en 29 de los 30 países sobre los que existen datos disponibles existe un tipo impositivo marginal menor para los sectores más ricos de la sociedad.

En varios países, este descenso de los tipos impositivos máximos se ha visto acompañado de un drástico incremento del porcentaje de los ingresos antes de impuestos que acumula el 1% más rico de la población. A medida que los tipos impositivos máximos empezaron a reducirse, algunos sectores comenzaron a beneficiarse de cambios legales que hicieron aumentar los ingresos de dichos sectores. "Los factores políticos que condujeron a la reducción de los tipos impositivos máximos (como la que llevaron a cabo Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el Reino Unido en la década de 1980) estuvieron acompañados de otros cambios legislativos que, como la desregulación, podrían ser la causa el incremento de los ingresos más altos, sin contar con el impulso que dieron al crecimiento del sector de los servicios financieros… y al de los servicios jurídicos". Así, los miembros más ricos de la sociedad no sólo recibieron un mayor porcentaje del pastel económico, sino que tributaron menos por él.

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Las decisiones sobre el gasto público también se ven afectadas por la concentración del ingreso. El caso más notorio e infame es, probablemente, el rescate del sector financiero tras la crisis financiera mundial de 2008. En varios países, el sector financiero ha secuestrado economías enteras, en la medida en que la amenaza de ser "demasiado grande para caer" ha desviado millones de dólares hacia el sector en forma de subvenciones, y ha ejercido una influencia indebida sobre el Gobierno estadounidense (un proceso que Simon Johnson, ex economista jefe del FMI, ha calificado de "golpe de estado silencioso").

Además, los acaudalados grupos de interés a menudo desafían los intentos de crear servicios públicos de calidad o una cobertura sanitaria universal. Ese tipo de políticas se consideran una amenaza para el mantenimiento de una elevada concentración de la riqueza y del nivel de ingresos. Datos recientes de América Latina demuestran que la prestación de servicios públicos reduce considerablemente la desigualdad de ingresos, pero es poco probable que esto ocurra si las personas muy ricas ejercen una influencia indebida sobre el proceso político de toma de decisiones.

Ocultos a simple vista: una red mundial de secretos bancarios

El desarrollo, durante los últimos treinta años, de una red mundial de paraísos fiscales ha acarreado profundas consecuencias para el aumento de la desigualdad económica. Así se ocultan grandes cantidades de riqueza, que en gran medida quedan libres del pago de impuestos, impidiendo que las arcas nacionales dispongan de recursos fundamentales que podrían utilizarse en beneficio de la sociedad. Un estudio estima, de forma conservadora, que la cantidad de dinero en países de baja tributación asciende a 18,5 billones de dólares, cuando por ejemplo el PIB de Estados Unidos, el país más rico del mundo, es de 15,8 billones de dólares. Al mismo tiempo, estas jurisdicciones con un nivel impositivo muy bajo han generado una "carrera de mínimos" que ha contribuido a reducir más y más los tipos impositivos que gravan a las empresas y la renta de los particulares más ricos. En 2011, aunque las exportaciones de cobre de Zambia generaron 10.000 millones de dólares, los ingresos estatales por este metal fueron de sólo 240 millones de dólares (en un país donde el 69% de la población vive con menos de 1,25 dólares al día). Esta red de secretismo y de tipos impositivos reducidos facilita los flujos ilícitos de grandes sumas de capital procedente de los países más pobres. Se calcula que entre 2008 y 2010, los países de África subsahariana perdieron de esta manera una media de 63.400 millones de euros anuales, es decir, más del doble que la ayuda internacional que recibieron.

Transmisión de privilegios: la perpetuación de la brecha entre ricos y pobres

Dinero llama dinero, y una vez que el sistema político e institucional está diseñado para favorecer a la élite, la consolidación de sus privilegios se transmite a través de diversos mecanismos. Esta "transmisión de privilegios" afecta a elementos que de otro modo deberían generar igualdad de oportunidades y protección para todos los miembros de la sociedad. Lo que en cierto modo parece y suena como una meritocracia, es en realidad el resultado de unas normas diseñadas en favor de las élites. La educación de calidad y otros servicios públicos benefician sobre todo a una minoría, que cuenta con más oportunidades para desarrollarse.

La igualdad de oportunidades es un principio fundamental en las sociedades modernas e inclusivas. Significa que los logros y resultados de una persona no deben depender de su raza, género, familia o cualquier otra característica inmutable. Existen argumentos sólidos para defender la existencia de un cierto nivel de desigualdad de ingresos en cualquier sociedad, ya que ésta puede deberse a la iniciativa, el esfuerzo y los méritos, como ya se ha expuesto; pero muy pocos se opondrían a la igualdad de oportunidades para todo el mundo. Datos recientes ponen de manifiesto que existe una estrecha correlación entre la desigualdad de ingresos y la desigualdad de oportunidades: las oportunidades que los hijos tendrán en su vida dependen en gran medida de la situación socioeconómica de sus padres.

En una sociedad verdaderamente igualitaria existiría un elevado grado de movilidad social, algo que no ocurre cuando el nivel de desigualdad económica es elevado. El profesor universitario Miles Corak ha relacionado el coeficiente de Gini y el grado de dependencia entre los ingresos de una persona y los de sus padres (gráfico 6). Por ejemplo en Dinamarca, uno de los países con un coeficiente Gini más bajo, sólo el 15% de los ingresos actuales de un adulto joven dependen de los ingresos de sus padres; en Perú, un país con uno de los coeficientes de Gini más elevados del mundo, dos tercios de lo que gana actualmente una persona se relacionan con lo que sus padres ganaron en el pasado. Esta relación se conoce como "la curva del Gran Gatsby", porque como dijo F. Scott Fitzgerald, los ricos "no son como tú y yo". Y tampoco lo son sus hijos.

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Estos datos ponen de manifiesto el "acaparamiento de oportunidades", es decir, el proceso que perpetúa las desigualdades, que tiene lugar cuando grupos concretos asumen el control de recursos y activos valiosos en su propio beneficio y "tratan de garantizar los beneficios que generan los recursos capturados". Puede tratarse de diferentes tipos de recursos, como el gasto público, el acceso a una educación de calidad o los empleos mejor remunerados. Incluso en países de gran movilidad social como Canadá y Dinamarca, los hijos e hijas de padres ricos tienen más posibilidades de trabajar para el mismo empleador, lo cual indica que son las buenas relaciones de la familia y no los méritos las que contribuyen a que los jóvenes accedan a empleos bien remunerados.

Acceso a la educación y a empleos bien remunerados

La educación es una de las herramientas más eficaces para mejorar las perspectivas en la vida de una persona. El valor añadido de la educación universitaria es su poderosa influencia en la inequidad salarial, lo cual no es malo en sí mismo, suponiendo que todos los niños tengan las mismas posibilidades de acceder a ella. Esto se convierte en un problema cuando el acceso a una buena educación universitaria depende de condiciones socioeconómicas previas que limitan las oportunidades vitales de la población pobre y benefician a los ricos, ya sea por el acceso a ayudas financieras, por una educación secundaria deficiente, por discriminación o por la limitación de las aspiraciones.

El valor añadido de la educación universitaria se traduce en diferencias salariales entre las personas con títulos universitarios y el resto de la población. Esta brecha salarial puede ser el resultado de un cambio tecnológico que beneficia principalmente a los trabajadores cualificados. Pero, al mismo tiempo, existe un cambio en las relaciones de poder entre el capital y el trabajo. Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) muestra que entre 1989 y 2005, la densidad sindical (que mide las filiaciones sindicales, que representan la pertenencia a sindicatos en relación al total de la mano de obra) se redujo en los 51 países de los que existen datos, y pone de manifiesto que la densidad sindical tiene una correlación negativa con la desigualdad de ingresos. La relación de poder entre los propietarios del capital y los trabajadores han cambiado drásticamente en muchos países durante las tres últimas décadas, mayoritariamente a medida que las economías han pasado de las manufacturas a los servicios, y que la globalización ha permitido la deslocalización del empleo. Esto se refleja en el descenso del porcentaje de ingresos que van a parar a los trabajadores: durante las tres últimas décadas, los sueldos, salarios y beneficios suponen un porcentaje menor de la renta nacional en prácticamente todos los países miembros de la OIT…

5 Conclusiones y Recomendaciones

La enorme y creciente concentración de ingresos y riqueza que están experimentando muchos países supone una amenaza mundial para las sociedades estables e inclusivas por una razón muy simple: una distribución desequilibrada de la riqueza desvirtúa las instituciones y debilita el contrato social entre las instituciones y el Estado. Los controles y contrapesos establecidos para garantizar que se escucha la voz de la mayoría de la población tienden a debilitarse. La concentración de los ingresos y la riqueza obstaculiza la materialización efectiva de la igualdad de derechos y oportunidades, ya que dificulta la representación política de los colectivos desfavorecidos a costa de beneficiar a los sectores acaudalados. No es la primera vez que ocurre y, si no tenemos en cuenta las preocupantes tendencias analizadas en el presente informe, puede ocurrir de nuevo.

Algunas de las personas que pertenecen al 1% más rico de la población reconocen que es necesario reducir estas desigualdades. Es el caso de Bill Gross, fundador de PIMCO (una empresa internacional de gestión de inversiones), quien recientemente declaró que quienes forman parte de ese 1% "deberían estar dispuestos a apoyar un aumento de los impuestos sobre la participación diferida, y desde luego un reajuste de las plusvalías para adaptarlas a los actuales tipos marginales del impuesto sobre la renta". 75 Y Warren Buffett (un magnate de los negocios estadounidense) afirmó que nunca debería pagar un tipo impositivo inferior al de la persona que limpia su oficina.76 El aumento de la desigualdad, una tendencia que no ha dejado de crecer en los últimos 30 años, debe revertirse.

Recomendaciones

Las personas que participan en el Foro Económico Mundial de Davos tienen en sus manos el poder de revertir el rápido incremento de la desigualdad. Oxfam hace un llamamiento para que se comprometan a:

• No utilizar paraísos fiscales para evadir impuestos ni en sus propios países ni en otros países en los que invierten y operan;

• No utilizar su riqueza económica para obtener favores políticos que supongan un menoscabo de la voluntad política de sus conciudadanos;

• Hacer públicas todas las inversiones en empresas y fondos de las que sean beneficiarios efectivos y finales;

• Respaldar una fiscalidad progresiva sobre la riqueza y los ingresos;

• Exigir a los gobiernos que utilicen su recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos asistencia sanitaria, educación y protección social universales;

• Reclamar que todas las empresas que poseen o controlan ofrezcan un salario digno a sus trabajadores;

• Exigir a otras élites económicas que también se adhieran a estos compromisos.

Oxfam ha realizado recomendaciones políticas en diversos contextos con el objetivo de fortalecer la representación política de las clases media y baja, para así alcanzar una mayor igualdad. Éstas son algunas de las políticas recomendadas:

• La eliminación de la desigualdad económica extrema como objetivo mundial en todos los países. Esta meta debería ser un elemento esencial del marco posterior a 2015, que debería incorporar una supervisión coherente de la participación en la riqueza del 1% más rico de la población en todos los países.

• Una mayor regulación de los mercados, para así fomentar un crecimiento equitativo y sostenible; y

• Poner freno a la capacidad de la población rica para influir en los procesos políticos y en las políticas que mejor responden a sus intereses.

La combinación concreta de las políticas necesarias para revertir el aumento de las desigualdades económicas debe adaptarse a los diferentes contextos nacionales. No obstante, el ejemplo de los países desarrollados y en desarrollo que han conseguido reducir la desigualdad económica nos ofrece algunos puntos de partida, entre los que destacan:

• La adopción de medidas firmes contra el secreto bancario y la evasión fiscal;

• Las transferencias redistributivas y el fortalecimiento de los mecanismos de protección social;

• La inversión en el acceso universal a la atención sanitaria y la educación;

• La fiscalidad progresiva;

• El fortalecimiento de los umbrales salariales y de los derechos de los trabajadores.

• La eliminación de las barreras a la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres.

IMF Policy Paper – Fiscal Policy and Income Inequality – International Monetary Fund – January 23, 2014

Executive Summary

Fiscal policy is the primary tool for governments to affect income distribution.

Rising income inequality in advanced and developing economies has coincided with growing public support for income redistribution. This comes at a time when fiscal restraint is an important priority in many advanced and developing economies. In the context of the Fund"s mandate to promote growth and stability, this paper describes: (i) recent trends in the inequality of income, wealth, and opportunity in advanced and developing economies; (ii) country experience with different fiscal instruments for redistribution; (iii) options for the reform of expenditure and tax policies to help achieve distributive objectives in an efficient manner that is consistent with fiscal sustainability; and (iv) recent evidence on how fiscal policy measures can be designed to mitigate the impact of fiscal consolidation on inequality. This paper does not advocate any particular redistributive goal or policy instrument for fiscal redistribution.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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