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Acciones socioculturales – orientación profesional a través de la obra plástica (página 2)


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A principios de la década del 40 se estableció en New York y participa en la exposición Modern Cuban Painters, que realiza el Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1944. El entonces director, Alfred Barr Jr., considera en alta estima la pintura de Orlando, respaldado, además, por el criterio de José Gómez Sicre, el crítico y curador más influyente de la época. Como prueba del interés que despierta su obra, en ese mismo año exhibe una muestra personal en el Museum of Modern Art, San Francisco, California y participó en algunas de las más interesantes muestras de la época como son: Exposición de pintura y escultura modernas cubanas en la Institución Hispanocubana de Cultura, del 8 al 17 de junio de 1943; Exposición de pintura cubana moderna en la Academia Nacional de Bellas Artes, Guatemala, octubre de 1945; 11 pintores cubanos en el Museo de Bellas Artes de La Plata, Argentina, del 2 al 25 de julio de 1946. Asimismo, es seleccionado por Domingo Ravenet y Guy Pérez Cisneros, organizadores de la muestra, a participar en la importantísima Exposición de pintura cubana moderna en el Palacio de Bellas Artes, México D.F., en junio de 1946.

A pesar de su éxito en el extranjero, no deja de participar en importantes muestras en Cuba como es la IV Exposición nacional de pintura, escultura y grabado, en julio de 1950, en la cual presenta dos obras: el óleo "Música" y el gouache "Naturaleza muerta".  En 1951 su obra es seleccionada para representarlo en la importante exposición Art Cubain Contemporain, en el Musée Nacional d'Art Moderne, en París, Francia.

Luego viajó a México donde residió hasta 1959, allí ejerció como profesor de la Universidad de las Américas y la Universidad Nacional Autónoma de México. Su pintura se desarrolla y evoluciona positivamente, regresando siempre a su Isla para participar en eventos destacados como es la exposición Plástica cubana contemporánea. Homenaje a José Martí, que tuvo lugar en el Lyceum de La Habana en 1954. Evidentemente, su estrecha relación con México le permite incorporarse a los circuitos expositivos de este país, y así su obra se exhibe en distintos espacios: Galería Clardecor, 1951; Galería Prometeo, 1954; Galería Excelsior, 1956; Galería Antonio Souza, 1958, todas en la ciudad de México.

Desde mediados de los 60 se establece en España, primero en Mójacar (Almería), luego en Málaga y finalmente, en Benalmádena, centro turístico y residencial en la Costa del Sol, donde siguió desarrollando su actividad pictórica y literaria, patrocinando la inauguración de un museo arqueológico al cual donó entre 1968 y 1970 su colección que constaba de más de mil piezas pertenecientes a las antiguas culturas americanas de México, Antillas, Ecuador, Chile, Honduras, Nicaragua, Panamá, Colombia, Perú y El Salvador, herencia de su abuelo paterno y ejerció además como director y conservador vitalicio. El museo, inaugurado oficialmente el 5 de mayo de 1970, reformado y ampliado en el 2001, tras la muerte de su benefactor, y adecuado a las exigencias museísticas actuales, se ha convertido en uno de los lugares más visitados en la ciudad malagueña de la Costa del Sol y clave para los estudiosos e investigadores del mundo de las culturas mesoamericanas. Esculturas, armas, vasijas, pintaderas, collares, amuletos, máscaras, objetos funerarios y ceremoniales son parte de las piezas que se muestran en las tres áreas dedicadas a las civilizaciones americanas del Antiguo México, Andes Centrales (Antiguo Perú) y Área Intermedia.

En 1986 realiza nuevamente una exposición personal en Cuba titulada Búsquedas compuesta por 19 obras de diferentes técnicas y tamaños en el Palacio del Segundo Cabo. Entre residencias y viajes recorrió Europa, América e incluso África ampliando su círculo de amigos y su bagaje cultural volviendo siempre a Benalmádena, donde falleció el 10 de Abril del 2001.

El 20 de mayo del 2011, en conmemoración de su centenario el Edificio de Arte Cubano del Museo Nacional de Bellas Artes, exhibió la exposición Felipe Orlando, ciudadano del mundo, una amplia retrospectiva de su labor creativa, compuesta por 24 piezas del museo y 11 de la colección familiar, realizadas en diferentes técnicas como óleo, acrílico, tinta, serigrafía y linóleo. Esas piezas fueron realizadas entre 1934 y 1986, abarcan más de medio siglo de creación artística y permiten apreciar diferentes momentos de la trayectoria de Felipe Orlando. La exposición fue calificada como una exhibición de recuperación histórica debido a que el artista no es suficientemente conocido en la Mayor de las Antillas.

La viuda de Felipe Orlando, Marina Lara, dijo en conversación con el rotativo La Jiribilla que se trata de una muestra merecida para el pintor, quien "llevó a Cuba siempre en su corazón", a pesar de saber que su obra no trascendió aquí  como en otros lugares. Ramón Cobas Amate, curador de la muestra, declaró en exclusiva para la Agencia Internacional de Noticias (AIN)  que este es el  momento de rescatar una figura de la vanguardia cubana de los años 30 y 40, cuya  vida se desarrolló fuera del contexto nacional y está insuficientemente valorada.

Al decir de Agenor Martí en entrevista realizada el 14 de Julio de 1986, Felipe Orlando poseía una risueña mirada incisiva y una traviesa sonrisa, conduciéndose con serenidad y aplomo; hablando sin prisa y sin pausa, con fluidez y sin titubeos. Hombre delgado, bajito, enérgico, muy ágil, nervudo y nervioso, de suaves manos nudosas y conversación amable, que sabe moverse de un tópico a otro, furtivo e ingenioso, con tolerancia y gran sentido del humor, un penetrable sentido del humor que delataba ese criollismo y esa desbordante cubanía que no podía y no quería ocultar. Una venerable barba blanca, cuidadosamente recortada y unos espejuelos muy gruesos acompañaban una voz firme y una firmeza en la manifestación de sus criterios, nada frecuente a esa edad.

Características de su obra plástica.

Felipe Orlando es una figura singular dentro del panorama de la pintura cubana.  Su obra comenzó a trascender después de ganar uno de los premios del Salón Nacional de Pintura y Escultura,  en 1935 y en esos inicios asume un lenguaje  próximo al arte naif,  intimista y con un colorido exuberante, cercano al quehacer de Cundo Bermúdez, René Portocarrero y Mariano Rodríguez. Perteneciente al movimiento de la vanguardia artística surgida en los años 30, su pintura es difícil de encasillar dentro de las principales direcciones por donde se mueve el joven movimiento moderno de la Isla. La diversidad cultural quizá sea la principal premisa de su ideario estético. De ahí que su obra plástica esté abierta a variadas interpretaciones y el público pueda acceder, de las más diversas maneras, a la lectura de sus cuadros. Hay un sentido de universalización de su pintura, de interpretación abierta, surgida de lo más íntimo de un Felipe Orlando que no cesa de palpitar ni un momento. Es este movimiento pendular, de lo recóndito a lo vibrante, la característica principal de la obra integral de este gran artista. 

Su producción se sostuvo fundamentalmente en las artes plásticas en casi todas sus variantes aunque fue también un apasionado de la música, ejerció el periodismo radial y fue autor de varias novelas: Leonorilda eleva el pensamiento a las alturas, que le mereció el máximo galardón del Premio Nacional de Novela "Netzahualcóyotl, que otorga la Universidad Nacional Autónoma de México, Inversamente el sueño, El dulce nombre de la tarde y El Perro petrificado, con cierta dosis testimonial que refleja la vida quemadense de principios del pasado siglo. Sin embargo el artista se autocalificaba como un pintor que escribe y no un escritor que pinta.

María Jesús Martínez Silvente, Doctora en Filosofía y Letras de la Universidad de Málaga, afirma que Felipe Orlando tuvo algo de nómada, de merodeador, recorrió diferentes culturas, conoció sus tradiciones, colores y sabores; tuvo la habilidad de impregnarse, en cada momento, de cada esencia cultural allí donde decidía pararse. Estos ¨ descansos ¨ le servían además para desarrollar un profundo aprendizaje, para la puesta en práctica de técnicas e ideas. No solo estaba al tanto de lo que ocurría en los dos focos artísticos más importantes del pasado siglo, París y New York, sino que se fijó siempre en los brotes vanguardistas de las ciudades que visitó a lo largo de su andadura artística.

Su actividad como pintor es punto menos que inabarcable, tanto en calidad como en cantidad porque incluye serigrafías, Óleos, Acrílicos, Gouaches y Tintas por solo mencionar algunas técnicas.

Sin duda, Felipe Orlando se encuentra en un momento de plena madurez creativa en el transcurso de la década de los 40 y desempeña un papel destacado en la plástica cubana de la época. Durante este período su pintura evoluciona de un estilo ingenuo, próximo a lo naif, a un colorido intenso, casi expresionista, cercano a la poética surrealista, abandona el uso de los grises y adquiere una mayor riqueza e intensidad en el colorido. Con respecto a los asuntos que trata, José Gómez Sicre apunta: "Aunque sus temas abordan la misma inocente intención, a veces nos parecen irónicos, mágicos pero penetrados siempre de una deliciosa poesía, de un lirismo activo que quisiera estar siempre ordenando, modificando, todas las cosas dentro del lienzo."

Entre sus obras sobresalientes de esta época se encuentra "La casa de las carolinas", 1943, escena intimista en la cual dos mujeres comparten una apacible vida doméstica. Ese mundo en apariencia cerrado, de escenas atrapadas en un tiempo al parecer inamovible, lo vincula a otros creadores paradigmáticos de aquel momento como Mariano Rodríguez y René Portocarrero. En esta dimensión atemporal, también se encuentra otra obra importante de Orlando: "Interior amarillo", 1942. Sobre su pintura realizada en esta época el destacado crítico Guy Pérez Cisneros acentúa:

"Su pintura es una expresión muy depurada y muy sinceramente ingenua de su mundo interior. Nunca se quiso engañar a sí mismo, y su obra ofrece una pureza muy rara en nuestro arte moderno (…) Orlando supo ver con provecho el monocromatismo manuelino seguido por la orgía de color de Mariano. Conservó siempre su personalidad intacta a través de tales viajes. Sus temas son lo mágico cotidiano: las afueras del circo, los juegos de los niños, las peceras, los juguetes. Buen ejemplo de que no se necesita recurrir a un literario surrealismo para hallar la más fina y la más rara poesía."

Hacia 1951 con su traslado a México, se sumerge con brío en el panorama de la pintura mexicana de los años 50 y 60, integrándose a la cultura artística de la nación. ¿Cuáles son los cambios fundamentales que ocurren en su obra durante su estancia en tierra azteca? Sin duda, aspectos ya señalados por la crítica: lo mágico y misterioso se consolidan y cobran una mayor intensidad. Su pintura se mueve muy próxima al surrealismo, corriente en boga en la pintura mexicana de la mano de importantes figuras: Remedios Varo, Alice Rahon, María Izquierdo, Leonora Carrington y Gunther Gerszo, entre otros. Lo imaginario se impone al empuje histórico del muralismo mexicano y da origen a lo que algunos han llamado "fantasía mexicana". Felipe Orlando participa con su pintura en ese gran momento de renovación de la plástica azteca, y su erudición musical lo hace pintar una de sus obras sobresalientes de los años 50, cuya estética está cercana al lenguaje surrealista: "Homenaje a Palestrina, ca.", 1956, dedicado al gran compositor italiano, uno de los más célebres del Renacimiento.

Las décadas de los 70, 80 y 90 constituyen lo más característico de Orlando, de resultados de más de 30 años de producción.

De los primeros se destacan dos constantes en su obra, dos pretextos para experimentar: la mujer – humana o no- aparece en ambientes cotidianos y/o fantasmagóricos, y las naturalezas muertas, en un gesto muy barroco, siempre emergen, inclinadas, mostrándose al espectador. Estos motivos tan tradicionales y a la vez tan personales, irrumpen por separado, entremezclados, contraídos y fusionados hasta que, en su camino hacia la no figuración, se reducen a manchas de meditado color. Su incursión en el tema del Bodegón con la mesa como elemento principal centra la atención del espectador y nos conduce a una obra en proceso de transformación, donde el color y la materia alcanzan su máxima expresión.

En los 80 resalta la utilización de una paleta algo más sobria, con gradaciones de color y fuertes contrastes que niegan el estatismo. En sus últimas obras de paisajes misteriosos y oníricos reaparece aquel resquicio de bodegón que era la mesa, se destacan continuas referencias a viajes, vivencias verosímiles o nuevas figuras femeninas que, sin formas definidas, recuerdan al pintor unos años antes.

Todo esto nos habla de una evolución continua de su obra, siempre en proceso de transformación y nutriéndose de todo tipo de antecesores y antecedentes: reúne las características del autor moderno, pero también del artesano, revisa las técnicas utilizadas en diferentes etapas de la Historia del Arte y admira a su vez las más primitivas manifestaciones artísticas que se detienen en la luz de las cavernas, dándoles un valor sobresaliente.

Los términos que más se repiten en las lecturas sobre Felipe Orlando son Magia, Misterio y Equilibrio. Una verdadera obsesión fue para él la búsqueda incesante de equilibrio, al que definió como la fusión entre el pintor y la pintura; enriquecido con el ritmo en las formas y con un profundo estudio y conocimiento del color: ¨ la propia pintura va mostrando su equilibrio y disposición ¨.

El tema deja de ser el objeto esencial de su obra, sin responder a un referente del mundo conocido. Por eso no se debe caer en la tentación de buscar el referente ¨ real ¨ ya que su pintura se nutre de un mundo mágico donde antropología y literatura onírica estaban representados en formas expresionistas que intentaban evocar la atmósfera irreal de de un entorno personal y muy refinado.

Fue consciente de que sus obras podían desprender tantos significados como personas se fijaran en ellas, que podía advertirse la musicalidad, el misterio, lo ancestral, miles de formas, un recuerdo, un mal sueño, un anhelo…¨ nadie verá en un cuadro el mismo cuadro y, hasta nosotros mismos, si pasado un tiempo volvemos a mirarlo, también veremos un cuadro distinto¨.

Sus obras recorrieron el mundo en exposiciones personales y colectivas realizadas en México, Colombia, Argentina, Venezuela, Perú, Puerto Rico, Italia, Japón, España, Alemania, Estados Unidos. Sus cuadros figuran en colecciones privadas y en museos de México, Cuba, Colombia, New York, San Francisco de California, Japón, Ecuador y el Museo de Arte Contemporáneo de América Latina, entre otros.

Bibliografía

Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993- 2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.

GARCÍA MURCIANO, FELIPE ORLANDO. El Perro Petrificado. _ _ La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1985. _ _ 197p.

Grijalbo: Gran Diccionario Enciclopédico Ilustrado. _ _ Barcelona: Grijalbo Mondadori, [2000?]. _ _1822p.

LÓPEZ NUSSA. Entrevista con Felipe Orlando. En Granma (La Habana). _ _11 de mayo 1989, p.6.

MARTÍ AGENOR. Felipe Orlando: con orgullo por el mundo. En Granma (La Habana). _ _ 14 julio 1986, p.6.

Pintores cubanos._ _ La Habana: Ediciones R, 1962. _ _255p.

SITIOS WEB:

http://www.artnet.com/Artists/LotDetailPage.aspx?lot_id=CFD6C3A708739560

http://www.askart.com/AskART/artists/biography.aspx?searchtype=BIO&artist=11082851

http://www.lablaa.org/blaavirtual/coleccionarte/artplas/orlando.htm

http://www.benalmadena.com/arte_y_cultura/centro_de_exposiciones/entrada_agenda-18.es.jsp

 

 

Autor:

Janny Solaya Hernández

Yoanki Fernández Arias.

 

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