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Los inicios de la intervención alemana en la España de 1936


  1. Las primeras semanas de guerra civil española
  2. Los voluntarios alemanes
  3. El avance hacia Madrid y Toledo
  4. La acción alemana se institucionaliza
  5. Notas
  6. Bibliografía

Las semanas siguientes al 18 de julio de 1936 fueron testigo de cómo el mapa de España quedaba dividido inicialmente en dos zonas: la del Frente Popular y la de la sublevación cívico-militar que buscaba su derrocamiento. En ambas zonas, extranjeros de diverso origen empuñaron las armas para combatir por el bando al que apoyaban ideológicamente. Mientras en la zona frentista se organizaban las Brigadas Internacionales bajo mando comunista en Albacete, pilotos alemanes ayudaban a transportar por vía aérea el Ejército de África a la España peninsular, bajo el mando del General Franco.

Pasados los primeros días de caos tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, con ciudades y pueblos en los que las fuerzas de uno y otro signo se iban haciendo con su control, el mapa de España quedó definido inicialmente con las zonas que ocupaba cada bando a principios del mes de agosto. Desde el mismo 18 de julio también había dado comienzo la conocida como «guerra de columnas». En cada núcleo en el que había triunfado uno u otro bando se organizaron columnas compuestas, en territorio del Frente Popular, por milicianos, guardias de asalto, carabineros y soldados regulares, y en territorio del alzamiento por soldados, falangistas y requetés carlistas sobre todo, con la misión de asegurar el dominio de zonas limítrofes, así como la de dirigirse hacia el lugar por donde venían a su encuentro las columnas contrarias, con el fin de detenerlas y destruirlas. Desde la zona del levantamiento partieron varias columnas en dirección a Madrid, que era el objetivo principal en el plan del General Emilio Mola, cabeza visible del movimiento rebelde. Así, desde Navarra salió una columna al mando del Coronel García Escámez, hacia Somosierra (en la cordillera del Sistema Central, al norte de Madrid), siguiendo la ruta Logroño-Soria-Madrid. Ya en camino se desvió hacia Guadalajara, donde una guarnición sublevada resistía el ataque de una columna frentista procedente de Madrid. Ésta consiguió finalmente hacerse con el control de Guadalajara por lo que, al conocer la noticia, la columna de García Escámez retomó su rumbo original y llegó al paso de montaña de Somosierra. Allí se le unió otra columna procedente de Burgos que, tras expulsar de la ciudad a las tropas leales al Frente Popular, la habían asegurado para el alzamiento el 25 de julio de 1936.

Desde Valladolid partió otra columna con la intención de hacerse con el paso de Guadarrama, lo que consiguió el 7 de agosto de 1936 tras enconados combates. El tercer paso de montaña en importancia que daba acceso a Madrid desde el norte era el de Navacerrada, quedaría finalmente en manos frentistas. De ese modo quedó configurado el frente al norte de Madrid sobre la barrera montañosa del Sistema Central. También desde Navarra se organizaron varias columnas que se dirigieron hacia Guipúzcoa, batiendo a las tropas izquierdistas y secesionistas vascas que defendían la frontera con Francia, entre finales de agosto y principios de septiembre de 1936. Los principales puntos clave de la provincia de Guipúzcoa y de los pasos de fronteras con Francia, tales como Behovia, Irún y Fuenterrabía, caen en poder de los carlistas navarros tras intensos combates. Lo mismo sucede en el interior de la provincia: Tolosa, Andoain, Hernani, Pasajes y San Sebastián son tomadas por los tercios del Requeté, las milicias del partido carlista, radical conservador. Pero su avance no se detiene en la capital guipuzcoana, y los requetés van ocupando progresivamente toda la provincia, hasta que a principios de octubre se estabiliza el frente, quedando toda Guipúzcoa, uno de los baluartes del secesionismo vasco, bajo la ocupación de las tropas navarras, contrarias al separatismo.

En el bando frentista, las principales columnas y las de mayor tamaño, por lo menos en lo que respecta a sus efectivos, fueron las que se organizaron en Barcelona bajo mando anarquista, y que tuvieron por objetivo la ocupación de Aragón. A tal fin salieron, a partir del 24 de julio de 1936, de Barcelona tres grandes columnas, compuestas mayoritariamente por milicianos anarquistas, cada una en dirección a una capital provincial aragonesa (Zaragoza, Huesca y Teruel). En conjunto sumaban casi 15.000 hombres, suficientes para cubrir un frente de 500 km escasamente defendido por apenas 2.000 soldados del alzamiento. Aunque las columnas catalanas consiguen ciertos éxitos iniciales, al sobrepasar varios puestos enemigos y pequeñas guarniciones avanzadas, según van pasando los días, la inicial euforia anarco-sindicalista va menguando, y se palpa el desánimo entre sus filas, a las que se han ido añadiendo fuerzas de otros signos políticos, como milicianos del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), de Izquierda Catalana, del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña, prosoviético), además de unidades sueltas de la Guardia Civil, Guardia de Asalto y Ejército de Tierra partidarias del Frente Popular. Los rebeldes, que en todo momento cuentan con una desproporción numérica de 1 a 6 en su contra, también reciben refuerzos, con los que consiguen a duras penas frenar el avance enemigo, que ya está más organizado que al principio, después de unas primeras semanas en las que imperaba el caos en sus filas. Huesca, Zaragoza y Teruel, las tres ciudades que pretenden tomar las columnas catalanas, son conservadas por los alzados tras una enconada resistencia en las franjas rurales inmediatas a su casco urbano.

En agosto de 1936 tiene lugar en la zona mediterránea una operación anfibia patrocinada por la Generalidad de Cataluña, y en la que colaboró de manera entusiasta el gobierno español del Frente Popular. Las Islas Baleares, de indudable valor estratégico, habían quedado, a excepción de Menorca —que hasta el final de la guerra quedó en manos frentistas— en poder de los alzados, por lo que su conquista constituyó una empresa acariciada con fervor por las autoridades de una Generalidad que veía en ellas una importante baza, con el fin de constituir en el futuro una Cataluña independiente de España, con tres provincias sometidas en Aragón, además de las Islas Baleares. Aunque carecía de mando efectivo sobre las columnas anarquistas, cuyo propósito era establecer el «comunismo libertario» en Aragón, la Generalidad ya soñaba con crear una Cataluña independiente, con unos territorios que ahora, con el proyectado desembarco en las Islas Baleares, creía que podría someter fácilmente. [1] En la primera semana de agosto triunfan los desembarcos frentistas en las islas carentes de guarnición o escasamente defendidas, como Cabrera, Formentera e Ibiza. Quienes protagonizan estos rápidos éxitos iniciales son los miembros de dos columnas sin coordinación mutua, embarcadas en Barcelona y Valencia. La primera estaba al mando del capitán frentista de aviación Alberto Bayo, y la segunda al mando del también frentista y capitán de la Guardia Civil Manuel Uribarri. El objetivo principal era Mallorca, con mucho la isla más imporante y extensa de todas las Baleares, donde desembarca el 16 de agosto un nutrido contingente de fuerzas heterogéneas, cuyo número se aproxima a los 4.000 hombres al final del día.

Tras unos pequeños éxitos iniciales, los desembarcados tienen que ponerse a la defensiva ante la resistencia y los contraataques de los defensores mallorquines, que reciben pocos días después de iniciado el desembarco pertrechos, municiones y seis aviones procedentes de Italia. Este decisivo armamento había sido adquirido, tras repetidos intentos, por enviados españoles del alzamiento, y su aparición desbarata la expedición barcelonesa de Bayo, que pierde pronto su capacidad combativa y solicita su reembarco, lo que se lleva a cabo la noche del 4 de septiembre de 1936. [2] A pesar de que el reembarco de Bayo fue un éxito de organización y sigilo, supone un fracaso por el hecho de que deja en manos de los defensores de la isla todo su material pesado y abundantes pertrechos de diverso tipo. La operación catalana acabó así en un rotundo fracaso, siendo recuperadas por las tropas sublevadas, en pocos días, las islas que habían sido tomadas con tanta facilidad y rapidez en los primeros días de agosto.

En el sur de España, el principal problema para el General Franco, jefe del Ejército de África, es el traslado de sus fuerzas desde el Protectorado español en Marruecos a Andalucía, cruzando el Estrecho de Gibraltar, para asegurar el control sublevado en la parte occidental de la región, y montar una ofensiva desde esa base territorial en dirección a Madrid. En los días siguientes al golpe del 18 de julio, y a bordo de algunas pequeñas embarcaciones y de los pocos aviones de que disponían los rebeldes, fueron trasladados a la Península varios centenares de legionarios y regulares marroquíes. Aunque es un punto hoy debatido, al parecer esta precaria operación supuso el primer puente aéreo militar de la Historia. Dado que por vía marítima era muy peligroso efectuar un transporte en toda regla, debido a que en aguas del Estrecho operaban diversos buques afectos al gobierno frentista —entre ellos el acorazado Jaime I, uno de los dos buques más potentes de la Armada española en esos momentos— se hizo necesario el envío de tropas por vía aérea. Entre el 29 de julio y el 9 de agosto de 1936 el transporte es llevado a cabo por aviones españoles y los primeros trimotores Junkers Ju 52 cedidos por Hitler a los sublevados, corriendo la continuación del transporte, a partir del 10 de agosto, a cargo de los aviones alemanes. A pesar de los agotadores servicios que los pilotos —españoles y alemanes— realizaban de continuo, el número de soldados que esperaban en Ceuta y Melilla su embarque en los aviones era muy elevado aún, por lo que se hizo necesaria la formación de un convoy naval que lograra poner en la Península importantes efectivos —cercanos al millar de hombres— de una sola vez y con la mayor urgencia.

El 5 de agosto de 1936 salió de Ceuta el proyectado convoy, en el que viajaban a bordo de dos motonaves de pasaje casi 2.000 legionarios y regulares, y que llegó a Algeciras tras serias dificultades, al ser descubierto y atacado por el destructor frentista Alcalá Galiano. El éxito de este convoy, aparte del logro militar que supuso, trajo consigo un efecto moral de gran importancia, y demostró que los buques de guerra que habían quedado en poder de la marinería revolucionaria de izquierdas, a pesar de contar con una gran potencia de fuego, no estaban ni estarían durante toda la guerra al 100% de su capacidad operativa. En este teatro de operaciones del Sur fue donde actuaron inicialmente los primeros voluntarios alemanes del bando nacional, que llegaron a Cádiz el 6 de agosto en medio de un gran secreto.

Los trimotores de transporte Junkers Ju 52 tripulados por pilotos alemanes, a cuyo mando se encontraba el Oberleutnant [teniente primero] Von Moreau, recibieron como primera misión el traslado del Ejército de África a la España peninsular y el adiestramiento de pilotos españoles. En las primeras semanas de su estancia en España tenían expresamente prohibida la participación en misiones de combate. Pero esta prohibición dejó de observarse de manera efectiva hacia mediados del mes de agosto, a raíz del ataque del acorazado frentista Jaime I sobre el mercante alemán Usaramo en el puerto de Cádiz. Al atracar éste en dicho puerto, sufrió una salva de artillería procedente del citado acorazado —aunque algunas fuentes indican que había sido disparada por el destructor Almirante Valdés— lo que proporcionó el argumento de legitimidad que los alemanes buscaban para tomar parte en misiones de combate en España. El Jaime I, lo mismo que la mayoría de los buques de la Armada española, había sido tomado el 21 de julio de 1936 por elementos revolucionarios de izquierda presentes en sus tripulaciones, que habían reducido y apresado a sus oficiales, para luego ejecutarlos en masa. Al perder a sus mandos, los buques de guerra españoles perdieron gran parte de su efectividad, pero los comités de marineros aún podían poner en grave peligro los intentos de trasladar el Ejército de África a la Península, pues eran capaces de utilizar la artillería de los barcos. Por ello el Oberleutnant Von Moreau propuso atacar por aire el Jaime I y consiguió de su superior, el Comandante Von Scheele, autorización para llevar a cabo el ataque; el General Alfredo Kindelán, jefe de las fuerzas aéreas españolas sublevadas o nacionales, dio su consentimiento a la iniciativa.

La madrugada del 13 de agosto de 1936 dos Junkers Ju 52, tripulado el primero por Von Moreau más un auxiliar bombardero, y el segundo por Alfred Henke y el Oberleutnant Graf Max von Hoyos como bombardero, despegaron del aeródromo militar nacional de Tablada en Sevilla, con la misión de bombardear el Jaime I, que se encontraba anclado en la Bahía de Málaga, según el servicio de inteligencia del General Queipo de Llano, jefe militar sublevado con mando supremo en Andalucía occidental. [3] Sobrevolando el acorazado frentista a una altura de 500 m, le lanzaron cinco bombas, según algunas fuentes, de 250 kg (los aviones portaban doce bombas de ese peso en total), de las que impactaron dos de ellas, ocasionando al buque seis muertos y varios heridos, así como daños que no fueron tan importantes como creyeron Henke y Von Moreau, quienes sobreestimaron su éxito, al ver que se elevaban dos columnas de humo y llamas, por lo que no consideraron necesario dar una segunda pasada y lanzar más bombas. De hecho, el Jaime I pudo zarpar por sus propios medios y llegar hasta la base naval de Cartagena, donde atracó el mismo 14 de agosto por la tarde para reparar los daños sufridos. De la escasa entidad de los mismos da idea el que el Jaime I tomara parte, a comienzos de septiembre, en la evacuación de Mallorca por la expedición del Capitán Bayo. [4]

Dos días después de esta acción, el 15 de agosto de 1936, los voluntarios alemanes en España tuvieron sus primeras bajas mortales: el Unteroffizier [alférez] Helmut Schulze y su homólogo Herbert Zech pierden la vida al estrellarse el Ju 52 que tripulan cerca de la ciudad de Jerez de la Frontera; ambos habían participado intensamente en los días del «Puente del Estrecho» realizando numerosos viajes entre Melilla y Tablada cargados de soldados. Los restos de Schulze y Zech fueron repatriados a Alemania a finales de agosto en el mercante alemán Girgenti, que atracó en La Coruña con un cargamento de material militar y luego bajó hasta Huelva para cargar mena de cobre de las minas de Río Tinto. El mismo 15 de agosto comienzan a operar en España los primeros cazas alemanes Heinkel He 51 suministrados por Hitler a los sublevados españoles. Cinco pilotos españoles y seis alemanes reciben estos biplanos, [5] y a los tres días obtienen su primer derribo: el Capitán García Morato derriba un caza Nieuport-Délage 52 del Frente Popular en el frente de Granada. El 25 de agosto, los alemanes derriban dos biplazas frentistas de observación y asalto Breguet XIX. [6] El 20 de agosto, los dos Ju 52 pilotados por Von Moreau y Henke, ya transformados para misiones de bombardeo, reciben la orden de trasladar su base desde Tablada hasta el aeródromo de San Fernando, cerca de Salamanca.

Por esas mismas fechas, parte de las tropas que habían sido transportadas desde el Rif hasta España, y con las que se había constituido en Sevilla la llamada "Columna Madrid" o "Ejército Expedicionario" ya habían establecido contacto con la más septentrional de las dos zonas controladas por los sublevados, ocupando un corredor en Extremadura que la unió con la meridional. Esta conexión se consolidó el 11 de agosto con la toma por los sublevados de la ciudad de Mérida. En una semana la "Columna Madrid", al mando del Teniente Coronel Juan Yagüe, había recorrido 200 km desde su punto de partida en Sevilla, dando muestra de una gran resistencia física y de una combatividad sin parangón en el bando enemigo. Tras la toma de Mérida, la columna de Yagüe se dirigió a Badajoz, donde se dio una de las primeras batallas de gran envergadura de la recién iniciada contienda. Yagüe contaba con unos 6.000 hombres, y en Badajoz había cerca de 8.000 defensores, entre soldados y milicianos sindicales. Éstos ofrecieron una tenaz resistencia apoyándose en las murallas de la ciudad vieja, desde donde hicieron muchas bajas a los legionarios; al final, la ciudad hubo de ser tomada calle por calle y casa por casa, concluyendo la batalla el 14 de agosto con importantes bajas para los atacantes.

Notablemente incrementada con efectivos de la Guardia Civil, voluntarios españoles, así como nuevas unidades del Ejército de África, la primitiva columna que había partido de Sevilla con la misión de dirigirse hacia Madrid avanza sin hallar resistencia apreciable por el valle del río Tajo. Partiendo de Mérida se dirige hacia Talavera de la Reina, tomando Navalmoral de la Mata el 17 de agosto de 1936. Mientras tanto, una segunda columna se desvía hacia el lado meridional de su avance para proteger su flanco derecho y contener la amenaza que supone la presencia en sus proximidades de fuerzas frentistas. En el Monasterio de la Virgen de Guadalupe, la llegada de las fuerzas de Franco libera a una pequeña guarnición derechista que llevaba varias semanas resistiendo los ataques de una columna izquierdista local. A pesar de la facilidad inicial del avance, la resistencia de las fuerzas del gobierno frentista va aumentando y mostrándose cada vez más decidida y organizada, lo que va ralentizando progresivamente el avance de las fuerzas coloniales de Yagüe. El piloto alemán Von Moreau realiza por estas fechas, concretamente el 22 de agosto de 1936, antes de trasladar su puesto de mando al aeródromo salmantino de San Fernando, un par de servicios de suministro aéreo a un contingente mixto de combatientes y civiles que, al mando del Coronel Moscardó, resisten desde el 18 de julio en el histórico edificio del Alcázar de Toledo. El primer intento no tiene éxito y las cargas de alimentos y material sanitario lanzadas desde el Ju 52 caen fuera del Alcázar. Pero el segundo, realizado por Von Moreau a una cota más baja y aprovechando la escasa visibilidad del ocaso, para evitar ser blanco de la artillería antiaérea de los sitiadores, consigue su propósito. Los antiaéreos izquierdistas disparan intensamente contra su avión, pero éste logra salir indemne.

Tras estas primeras acciones de los pilotos alemanes en operaciones de combate, al margen de las de transporte, la intervención alemana en la guerra de España a favor del llamado bando nacional se fue generalizando, aun sin contar con la autorización expresa del gobierno de Hitler. Los trimotores Junkers Ju 52 alemanes, en cooperación con los pilotados por tripulantes españoles, realizaron en las últimas semanas del mes de agosto varias misiones de bombardeo en los frentes del centro de España, en apoyo de las fuerzas nacionales que avanzaban hacia Madrid. Una de las acciones más destacadas, realizadas por estas fechas, fue también obra del Oberleutnant Von Moreau: la noche del 28 al 29 de agosto de 1936, llevando como copiloto al Capitán García Morato, que más tarde se convertiría en el máximo as de la aviación nacional española, el Ju 52 que pilota lanza un ataque sorpresa sobre el Ministerio de la Guerra en Madrid, a una cota de 500 m, dejando caer cuatro bombas. Éstas provocan considerables daños y varios muertos. El ataque concluye con una pasada a baja altura sobre la Estación del Norte, una de las dos terminales ferroviarias de Madrid, causando desperfectos menores.

El 27 de agosto de 1936 la columna nacional reanuda su marcha desde Navalmoral en dirección norte, tomando varias localidades al paso y llegando finalmente a Talavera, población que ocupa tras intensos combates el 3 de septiembre. Entre esta localidad toledana y Madrid ya no quedaban fuerzas organizadas del Frente Popular que se opusieran al avance de las tropas coloniales del General Franco. La caída de Talavera tuvo consecuencias políticas para el poco eficaz gobierno frentista de José Giral, que es obligado a dimitir en favor de uno controlado por el PSOE y encabezado por el sindicalista radical Francisco Largo Caballero. El nuevo presidente de gobierno se apresura a nombrar al Coronel Asensio Torrado, al que asciende a General, jefe del teatro de operaciones del Centro, con el cometido de frenar el acercamiento del Ejército de África a la capital frentista.

Los Junkers Ju 52 con tripulaciones españolas, agrupados en la llamada Escuadra "B", a los que se unieron el avión de Von Moreau y el de Henke, continuaron realizando misiones de bombardeo en apoyo a las fuerzas nacionales en tierra. Ante la petición de nuevos envíos de material aéreo por parte del mando nacional, el 23 de agosto de 1936 llegan al puerto de Lisboa los mercantes alemanes Wigbert y Kamerun cargados con combustible de aviación, nueve cazas Heinkel He 51 y seis aviones de cooperación Heinkel He 46. [7] En los dos mercantes alemanes viajaban también tripulaciones de vuelo alemanas listas para poner en servicio los aviones; hombres y aviones cruzaron secretamente la frontera hispano-portuguesa a mediados del mes de septiembre. El día 5 de ese mes, arribaron a España por mar veinte aviones alemanes más, del modelo Heinkel He 46; la ayuda militar alemana, dirigida al núcleo africano de la sublevación, dirigido por el General Franco, iba creciendo en volumen.

Por lo que respecta a los primeros cazas Heinkel He 51 llegados en el mercante alemán Usaramo y que, aparte de sus seis pilotos alemanes, también eran tripulados por militares españoles, a finales de agosto de 1936 pasan a manos exclusivamente alemanas, radicándose en el aeródromo militar de Escalona de Prado (Segovia), aunque con posterioridad cambiarían su base al aeródromo militar de Ávila. Al margen de los aviones llegados por vía marítima, otros buques alemanes transportaron en los meses de agosto y septiembre de 1936 diverso material bélico a puertos españoles bajo control nacional. El 26 de agosto el mercante alemán Girgenti, que había zarpado el día 22 de Hamburgo, descargó en La Coruña 8.000 fusiles, 8 millones de cartuchos y 10.000 granadas de mano. El 31 de agosto llegó también el Usaramo en una nueva expedición, cargado con bombas de aviación, granadas de artillería y munición para armas de infantería. Con la expedición llegada el 5 de septiembre venía también el Oberstleutnan [teniente coronel] de estado mayor Walther Warlimont, oficial alemán de artillería, responsable de la división económica del Departamento de Armamento, enviado por el Ministro de la Guerra alemán, General Von Blomberg, para servir de enlace entre el gobierno del III Reich y las fuerzas nacionales, además de actuar como su representante personal ante el General Franco y el mando nacional. [8] Igualmente sustituyó al Comandante Von Scheele como jefe supremo de los voluntarios alemanes en España. Instalado en el Hotel Cristina de Sevilla, el 6 de septiembre mantuvo una primera entrevista con el General Franco en el cuartel general de éste en Cáceres, en la que actuó como intérprete Johannes Bernhardt. Las conclusiones que sacó Warlimont de la reunión, y su propia visión sobre la evolución de la guerra civil española, las redactó en dos informes que envió inmediatamente a Berlín. En el primero de ellos recalcó que los frentistas disponían de más aviones que los nacionales, por lo que era necesario enviar más material aéreo para contrarrestar su superioridad numérica; de igual forma destacó la necesidad de enviar a España carros de combate, de los que los nacionales carecían, mientras que el Frente Popular hacía uso de un gran contingente de procedencia soviética, desembarcado en la base naval de Cartagena por varios buques de carga soviéticos.

El 18 de septiembre de 1936 arribó a Cádiz nuevamente el mercante alemán Wigbert, que descargó dos hidroaviones: uno del modelo Heinkel He 59 B-2 (bimotor), y otro del modelo Heinkel He 60 (monomotor). A finales de septiembre de 1936 se recibieron además en España cuatro nuevos trimotores de transporte y bombardeo Junkers Ju 52 y nueve cazas monomotores Heinkel He 51, con los que se reforzó notablemente el apoyo aéreo en el frente de Asturias, en el que varias columnas nacionales procedentes de Galicia trataban de liberar la asediada guarnición de Oviedo, que llevaba ya dos meses resistiendo el ataque de varias columnas frentistas. En el centro de España, Franco decide ir en auxilio de los sitiados en el Alcázar de Toledo en lugar de avanzar a toda prisa hacia Madrid. Primero destaca la agrupación de fuerzas que guarnecía su flanco derecho, la cual halla fuerte resistencia frentista que no esperaba inicialmente. En el valle del Tajo, la inicial guerra de columnas da paso a un despliegue mucho mayor de efectivos, situándose las fuerzas contendientes de cada bando en torno a los 30.000 hombres, escala que hasta el momento no se había visto; la situación en España se va definiendo con claridad creciente hacia una guerra civil en toda regla, dejando atrás la indefinición de la situación inicial de golpe de Estado.

En una de las decisiones más polémicas de la guerra, el General Franco abandona el avance hacia Madrid como eje principal de marcha para dirigirse hacia Toledo, ciudad histórica en la que se encontraba un centro militar emblemático, la Academia de Infantería, con sede en el edificio del histórico Alcázar. En él se habían parapetado desde el 18 de julio un total de 1.800 personas aproximadamente, entre civiles, cadetes y guardias civiles, a las órdenes del Coronel Moscardó, que secundó la sublevación, como ya se ha dicho. El asedio, que ha pasado a la historia como un ejemplo de tenaz resistencia, había llamado la atención de la prensa internacional, y la caída o la liberación del complejo fortificado suponía una gran baza propagandística, y un motivo de inspiración moral para ambos bandos. Desde mediados de agosto, aviones nacionales abastecían, aunque de forma precaria, a los sitiados, que tuvieron que soportar graves penalidades y numerosos bombardeos artilleros y aéreos, además de la voladura de una parte del edificio por minas subterráneas practicadas por zapadores de la fuerza de asedio.

Tras la toma de la localidad de Maqueda el 21 de septiembre de 1936, las fuerzas de África ahora conocidas como Agrupación de Columnas de Vanguardia, pasan a estar bajo el mando del General José Enrique Varela, en sustitución del Coronel Yagüe, de baja por enfermedad a partir del día 24, e inician el avance hacia Toledo el 25 de septiembre. Dos días más tarde, las primeras unidades de regulares marroquíes y legionarios levantan el asedio del Alcázar de Toledo y liberan a sus defensores, que se encontraban ya en situación desesperada, sin apenas víveres ni municiones; al día siguiente toda la capital toledana queda en poder de los nacionales. Eliminado el cerco del Alcázar, la A.C.V. podía ahora variar su eje de marcha y dirigirse hacia Madrid, donde el nuevo gobierno socialista de Largo Caballero se apresta a organizar la defensa de la capital.

En Berlín el General Heinz Guderian, conforme a los informes remitidos por el Teniente Coronel Warlimont, ordena al Oberstleutnant [teniente coronel] Ritter Wilhelm von Thoma, pionero como el mismo Guderian del arma acorazada en Alemania, que se traslade a España al frente de una unidad expedicionaria de tanques al servicio del General Franco. Von Thoma llegó a su destino antes de fin de mes y fue recibido por Franco en una entrevista privada. Al mismo tiempo, y tras la aceptación del que ya era virtualmente jefe supremo nacional como Generalísimo, Von Thoma comienza a reclutar voluntarios en los regimientos acorazados alemanes nº 4 (con base en Neuruppin) y nº 6 (con base en Schweinfurt) con la misión de instruir en España a personal del ejército nacional en el manejo y empleo en combate de medios acorazados. Los voluntarios que se presentasen para la misión en España serían dados de baja en sus respectivas unidades mientras se encontraran en suelo español, dado el carácter encubierto de la misión. Concentrados en la base militar de Döberitz, cercana a Berlín, son trasladados al puerto báltico de Stettin y finalmente embarcados en Dantzig, a bordo de los mercantes Girgenti y Passajes, un total de 267 hombres, 41 tanques modelo Panzer I A, 24 cañones antitanque del calibre 37 mm, junto con varios camiones y grandes cantidades de munición y repuestos, para mantener en servicio tanto los carros como las piezas de artillería antitanque. Los soldados y oficiales alemanes viajan con ropas de paisano y el material de guerra es camuflado en grandes embalajes de madera, simulando que se trata de maquinaria industrial y agrícola de uso no militar.

Los buques mercantes parten escoltados hasta aguas jurisdiccionales españolas por los cruceros acorazados Admiral Scheer y Deutschland, además de por el antiguo torpedero Seeadler. El 7 de octubre llegan a Cádiz y poco después de desembarcar, hombres y máquinas parten hacia Sevilla, desde donde serán reexpedidos por ferrocarril en dirección a Cáceres. En la ciudad extremeña se organiza una plana mayor, dos compañías de tanques, una de transportes, una de reparaciones, una armería y una unidad de instrucción antitanque. [9] Los soldados alemanes, además de formar como tripulaciones de los tanques Panzer I A, participan en el adiestramiento de tanquistas españoles, para que tripulen tanto los carros como los cañones antitanque que traen de Alemania. A partir de ese momento, las unidades terrestres alemanas en España reciben la denominación de Grupo "Imker" y pasan a estar dirigidas por elTeniente Coronel Freiherr Hans von Funck [10], si bien las unidades acorazadas tendrían un mando propio, ejercido por el Teniente Coronel Ritter Wilhelm von Thoma, siendo denominadas en conjunto como Gruppe Thoma o Panzergruppe "Drohne". En cuanto a las unidades aéreas, en el mismo mes de octubre de 1936 los cazas alemanes Heinkel He 51 distribuidos entre las Escuadrilas nº 1 y nº 2, y pilotados por personal alemán, son trasladados al frente aragonés. Allí las columnas frentistas procedentes de Cataluña habían ocupado diversos pueblos, y se habían aproximado peligrosamente a las ciudades de Huesca, Zaragoza y Teruel.

El 11 de octubre de 1936 los cazas Heinkel He 51 y los trimotores Junkers Ju 52 trasladan su base de operaciones a Zaragoza, para cooperar en la defensa contra el avance frentista. Los cazas se empeñan con notable éxito y consiguen derribar varios aviones enemigos. También logran interceptar dos formaciones de bombarderos que se dirigían a atacar las posiciones nacionales en torno a la ciudad de Huesca. Durante varias semanas, los alemanes no tienen que lamentar ninguna baja, mientras que aumenta su cuenta de derribos. Gracias a su presencia, los nacionales van consiguiendo la supremacía aérea en el frente de Aragón, y los contraataques que lanzan los nacionales en tierra disponen del excepcional "lujo" que supone verse apoyados por unidades aéreas del propio bando. En el sector de Huesca los éxitos permiten a los nacionales aflojar la presión en torno a la ciudad y alejar la línea de frente de su casco urbano. Sin embargo, no todo fueron éxitos: también hubo errores y fracasos. Uno de los más notorios se debió al derribo, por parte de los cazas alemanes, de un bombardero nacional modelo Fokker F. XII, pilotado por los capitanes Rodríguez Carmona y Ereyalar. El Fokker había despegado del Aeródromo de la Virgen del Camino (León) y fue atacado por cazas He 51 sobre Oviedo, donde cooperaba en la defensa de las fuerzas nacionales cercadas en el centro de la ciudad. [11] Los disparos alemanes dañaron uno de los tres motores del avión e hirieron a Rodríguez de gravedad en un brazo. Aun así, consiguió escapar y regresar a León. Un incidente similar había tenido lugar cerca de Segovia a finales de agosto: un De Havilland D.H. 89 nacional, pilotado por los españoles Pouso y Vela, fue derribado por un He 51 pilotado por un alemán, pereciendo los dos ocupantes del avión de fabricación británica. El 28 de octubre de 1936, cuando el frente aragonés ya había quedado estabilizado, los aviones alemanes fueron trasladados al frente cantábrico, por lo que regresaron a sus anteriores bases en Ávila y Salamanca. Los cazas de la Escuadrilla nº 2, mandada por el Oberleutnant Von Houwald son reemplazados a los pocos días por los pilotos españoles de la nueva Escuadrilla "1-E-2", fogueada en sus primeras acciones en el frente de Madrid.

[1] El presidente de la República en aquellos momentos, Manuel Azaña, explica en detalle en su ensayo La velada en Benicarló estos proyectos secesionistas que Lluis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña, proclamaba como un éxito inminente (ver bibliografía).

[2] La columna valenciana de Uribarri ya había reembarcado y abandonado Mallorca, al producirse disensiones en el mando entre éste y Bayo, agravadas por diferencias políticas e ideológicas. El antagónico mosaico de fuerzas de izquierda que luchó por el Frente Popular entre 1936 y 1939 fue un heterogéneo bloque de partidos y sindicatos de izquierdas lleno de disensiones, lo que explica en gran parte por qué perdió la guerra, cuando disponía de recursos mucho mayores en todos los campos que el bando sublevado o nacional.

[3] El avión pilotado por Henke era un trimotor civil de la Lufthansa, el Max von Müller, que posteriormente fue utilizado por emisarios del General Franco para viajar a Alemania, con el fin de solicitar a Hitler ayuda militar para la sublevación derechista contra el Frente Popular. Este avión civil, que cubría la ruta postal entre Alemania, España (Madrid y Sevilla) y el Protectorado español del Rif en Marruecos (Tetuán), fue inicialmente requisado por el Ejército de África para la misión antes citada. Su piloto, Alfred Henke, opuso resistencia en un principio a las órdenes de sus captores, pero luego, tras recibir éstos el pleno respaldo personal de Hitler, colaboró con ellos y se sumó de manera entusiasta a sus nuevas misiones como piloto militar en misiones clandestinas. El Max von Müller fue el primer avión alemán que tomó parte en el traslado por aire del Ejército de África a la España peninsular.

[4] El bombardeo nocturno del acorazado Jaime I fue relatado de manera autobiográfica por uno de los dos auxiliares de bombardeo que participaron en la misión, el Oberleutnant Graf Max von Hoyos, en su libro Pedros y Pablos, publicado en 1940; aunque proporciona algunos detalles valiosos, Von Hoyos se deja llevar por el entusiasmo ideológico y propagandístico propio de la época, y su narración cae en diversas imprecisiones e inexactitudes (ver bibliografía).

[5] Los pilotos alemanes fueron el Hauptmann [capitán] Ottheinrich von Houwald, el Hauptmann Johannes Trautloft, el Hauptmann Herwig Knüppel, el Oberleutnant [teniente primero] Eberhardt Kraft, el Leutnant [teniente] Gerhard Klein y el Leutnant Ekkehard Hefter; los españoles fueron el Capitán García Morato, el Capitán Rambaud, el Teniente Ramiro Pascual, el Teniente García Pardo, y el Teniente Julio Salvador.

[6] Uno fue derribado por el Oberleutnant Kraft, y el otro por el Hauptmann Trautloft.

[7] La dictadura del presidente Oliveira Salazar en Portugal, marcadamente anticomunista, prestó apoyo a la sublevación desde sus inicios, aunque no intervino directamente en la guerra civil española. El permiso para descargar en Lisboa material aéreo y suministros alemanes con destino a la fuerza aérea del General Franco fue obtenido el 21 de agosto por Johannes Bernhardt, uno de los primeros alemanes que mediaron ante Hitler para que Alemania apoyara la sublevación española. Bernhardt obtuvo audiencia con el presidente portugués Oliveira Salazar y logró que accediera a la descarga de pertrechos en suelo portugués.

[8] Fue conocido bajo los sobrenombres clave de Guido y Waltersdorff, dado el carácter clandestino de la intervención militar alemana en España. El Oberstleutnant Warlimont es considerado el personaje clave en la creación y organización de la presencia alemana en la guerra civil española como Legión Cóndor. De hecho actuó frecuentemente como consejero técnico, económico y político con el fin de dar al armamento alemán el mejor uso posible en España, sin perder de vista los intereses políticos de Hitler. Estuvo en España hasta diciembre de 1936; el 21 de ese mes presentó un informe general a Hitler y sus ministros sobre la situación de España, en cuyo transcurso expresó la opinión de que no era conveniente el despliegue en el país de grandes unidades militares alemanas. En apoyo de esta tesis se pronunciaron el Ministro de la Guerra Von Blomberg, y el jefe del estado mayor general alemán, General Von Fritsch. Wilhelm Faupel, embajador de Alemania en la España nacional, defendió una mayor implicación alemana en la guerra de España, pero el criterio de Warlimont prevaleció, al coincidir con las intenciones de Hitler en política exterior.

[9] Hacia finales de octubre de 1936 llegará una compañía antitanque adicional, que será desembarcada en el puerto de Vigo.

[10] Este oficial fue, a partir de la constitución oficial de la Legión Cóndor, enlace de la unidad alemana con el C.G.G. español, el estado mayor del General Franco. Cuando Alemania reconoció a la España nacional diplomáticamente, Von Funck fue nombrado agregado militar de la embajada alemana en el nuevo Estado español, primero con sede en Salamanca, y posteriormente en Burgos.

[11] El error en la identificación del Fokker F. XII, trimotor civil de transporte que podía militarizarse fácilmente, se debió a que éste sólo iba correctamente identificado en uno de sus lados. El 18 de agosto de 1936 la aviación nacional había adoptado como señas de reconocimiento discos negros y aspas blancas en lugar de la escarapela tricolor de la aviación republicana. Sin embargo, el avión de Rodríguez y Ereyalar sólo había sido pintado con las divisas nacionales en un lado del fuselaje. En el otro figuraba la escarapela roja, amarilla y morada, y los alemanes al verla lo creyeron uno de los muchos aviones civiles precariamente militarizados con que volaba la aviación frentista desde julio de 1936.

Hans-Henning Abendroth, Hitler in der Spanischen Arena: Die deutsch-spanischen Beziehungen im Spannungsfeld der europäischen Interessenpolitik, vom Ausbruch des spanischen Bürgerkrieges bis zum Ausbruch des Weltkrieges, 1936-1939. Paderborn, F. Schöning, 1973.

Raúl Arias Ramos, La Legión Cóndor en la Guerra Civil. El apoyo militar alemán a Franco. Madrid, La Esfera de los Libros, 2003.

Juan Avilés Farré, Las grandes potencias ante la guerra de España. Madrid, Arco Libros, 1998.

Manuel Azaña, La velada en Benicarló: diálogo de la guerra de España. Madrid, Castalia, 2005.

Clarence Dempsey Beck, A study on German involvement in Spain, 1936-1939. Albuquerque, New Mexico University Press, 1972.

Wayne H. Bowen, Spaniards and Nazi Germany: Collaboration in the 'New Order'. Columbia, University of Missouri Press, 2000.

Graf Max von Hoyos, Pedros y Pablos. Fliegen-Erleben-Kämpfen in Spanien. Múnich, F. Bruckmann, 1940.

 

 

Autor:

Jorge Benavent