La importancia de la educación superior en la construcción de una sociedad comunitaria
Enviado por Fernando Uzeda
" Platón ya se escandalizaba de las características de la juventud que había en su época, una constante que llega hasta nuestros días. No se olvide que el adolescente no debe ser estudiado como un ente solitario, sino inserto en una realidad espacial y temporal, que a su alrededor se encuentra su familia y su contexto, que no puede ser diagnosticado en un corte vertical de su vida: «es así», porque tiene una realidad transversal con un pasado y un futuro (a veces oscuro). Además, los diagnósticos negativistas que solo insisten en clasificar y resaltar los aspectos problemáticos no sirven para nada, hay que pronosticar pero aludiendo a lo positivo, a lo que le motiva, a lo que le engancha socialmente, para llevarlo a efecto y desarrollar todas sus potencialidades."(Sociedad y Educación, Pág. 1, Javier Urra Portillo)
Cuando se intenta hablar de procesos de formación humana, debemos comprender que éstos se desarrollan en un todo holístico; es decir con la influencia de todos los factores que concurren en ella y que se manifiestan en todos sus componentes, así el menor indicio de su concreción es un manifiesto de cómo está siendo construida la sociedad en la que se encuentran insertos dichos procesos de formación
Lo anteriormente afirmado implica un análisis sobre un sistema complejo que involucra en sí mismo a todos los subsistemas que se manifiesta en los cambios sociales; por ello se hace muy difícil explicar en su totalidad la importancia general que tiene la educación superior en el complejo de la construcción de una nueva sociedad comunitaria; sin embargo, el presente ensayo pretende determinar cuáles son componentes básicos que benefician al proceso de dicha construcción, comprendiendo que ésta incluye conceptos de igualdad, equidad y desarrollo humano, como lo establecen las nuevas políticas del Estado Plurinacional, "para vivir bien"
Hay muchos supuestos que, aunque no se sostienen dentro del ámbito científico, se han extendido peligrosamente y nos hacen pensar de manera injusta sobre la conducta de nuestros adolescentes. No hay violencia juvenil, hay violencia del ser humano, de grupos, de naciones… Las urbes en que habitan nuestros niños son agresivas, inhumanas; el rey de esa selva es el vehículo a motor; se generan miedos; el niño tiene que ser visto en todo momento o puede ser atacado por un pederasta, un psicópata, un secuestrador, un drogadicto. Esta constante alarma social hace que sean recluidos en sus cuartos ante una pantalla de televisión, ordenador, videojuego. En todo caso, hay más violencia latente que real y más psíquica que física (Farrington, 1989; Goldstein y Séller, 1991). Debe romperse el vínculo violencia/juventud; véanse para ello los datos de las diferentes fiscalías y compárense por franjas de edad. Acontece que, paradójicamente, los medios de comunicación hipertrofian lo minoritario y negativo, olvidando destacar lo genérico y positivo, como la solidaridad juvenil. El joven no es el emisor de violencia, es el receptor. Piénsese en los niños maltratados, a veces físicamente, otras emocionalmente, como cuando tienen que oír «no sé para qué has nacido» o «no me quites tiempo» o «no vales para nada». Los que nacen con síndrome de fetoalcohol u otras drogas, los que aprenden bajo el lema «la letra con sangre entra», los que tienen que estar en una cárcel con sus madres, los que son obligados a traficar («trapicheo») con drogas, a robar como forma de subsistencia, a prostituirse, los que trabajan, mendigan, no asisten a la escuela, porque una sociedad injusta que «no va bien» los etiqueta como desheredados, porque hay padres que, de hecho, no lo son, que fracasan en la educación, o inducen al comportamiento disocial, porque han errado absolutamente al interpretar lo que significa patria potestad. Padres que no educan coherentemente, tampoco se coordinan con los maestros, que adoptan la posición cobarde y errónea de «abogados» de sus hijos no permitiendo que nadie les recrimine sus malas acciones. Padres que no escuchan, que no conocen las motivaciones y preocupaciones de sus hijos, que no saben decir nada positivo de ellos, que pierden los primeros días, meses y años de sus hijos («se me ha hecho mayor sin enterarme»), que creen que no se influye sobre ellos, que no educan en la autorresponsabilidad (Ortega y Mora-Merchán, 1995; Olweus, 1993 y 1998).
Tenemos una sociedad profundamente injusta, económicamente fracturada, que golpea con el canto de sirenas del consumo; hay jóvenes que cuando se les pregunta; «¿qué quieres ser de mayor?» contestan «rico»; estos son los frutos de la denominada y padecida «cultura del pelotazo», que lo más que aporta a los jóvenes son zonas de «copas» para pasar el tiempo. Una colectividad que ha perdido en gran medida el sentimiento de trascendencia, de espiritualidad, que rehúye con pánico la soledad buscada. Son muchas las personas que quieren modificar conductas, sin inculcar valores.
Este panorama sombrío, sin embargo, puede tratarse y debe tratarse con la articulación de un sistema educativo coherente, capaz de superarse a sí mismo, y que aporte a la realización del ser humano con valores solidarios y de compromiso militante por la humanidad.
En ese sentido, se considera al sistema educativo con una perspectiva de dar solución efectiva a la problemática planteada como una necesidad que contribuye en todas las áreas de la construcción de la mencionada sociedad comunitaria:
Todo construcción societaria comienza en la infraestructura económica que rige las relaciones sociales en su contexto, si éstas muestran un desnivel significativo entre sus componentes es un signo de la aparición de conflictos de intereses que intervienen para generar procesos violentos en contra de la estabilidad y desarrollo igualitario y humanitario que debe tener una sociedad comunitaria que permita su propio crecimiento individual y social, La sociedad comunitaria, sobre todo es fruto de una sociedad justa en la distribución igualitaria de la riqueza que genera.
En esa dirección, la formación superior permite una mejor distribución de los roles que ocupan los agentes de producción económica y permite contar con profesionales de todas las especialidades necesarios para mejorar las condiciones de desarrollo productivo, en tal sentido se hace imprescindible para un proceso de cambio contar con un sistema educativo de alta calidad, que satisfaga los requerimientos de la nueva sociedad.
Al interior de esa necesidad educativa, la formación de formadores es un requerimiento esencial para el despegue económico, porque el proceso formativo es un sistema holístico integrado y circular que requiere una estricta observancia de los índices de calidad en todos sus niveles, específicamente en la formación de maestros que permita solidificar una estructura permanente de mejoramiento de la calidad educativa.
En la dirección señalada la formación superior permite:
1. Específicamente, la formación superior de maestros permite cualificar el proceso formativo de todos los niveles con un sistema de mejoramiento permanente de la calidad educativa, aportando con recursos humanos perfilados para el cambio social hacia la construcción del proceso de despegue económico con justicia y equidad social.
2. Profesionales cuya aspiración salarial es mayor del promedio y por tanto disminuye la brecha existente entre los segmentos sociales con mayores ingresos y con menores ingresos.
3. Profesionales requeridos para el desarrollo económico social, con conocimientos específicos a la realidad regional.
4. El sistema escolar en sí es importantísimo para el comercio en general, ya que su instalación requiere de varios servicios comerciales tales como el transporte, la venta de útiles escolares, la instalación de fábricas de uniformes escolares, el comercio minorista que se nutre de las exigencias de los estudiantes, restaurantes y viviendas estudiantiles son necesarias para desarrollar su trabajo. Para resaltar lo antedicho, se debe mencionar que Sucre, la Capital de Bolivia, en aproximadamente 60 % de su funcionamiento económico le debe al sistema estudiantil universitario y de Escuelas Superiores de formación de maestros.
Se han perdido valores humanos muy importantes y que son parte de la cosmovisión comunitaria, tales como el respeto a los mayores, no es fácil encontrar ahora jóvenes que ocasionalmente cedan sus asientos a las personas mayores o embarazadas, en un medio de transporte público, que saluden al ingresar a una sala y que escuchen con sana atención los consejos de sus mayores.
Nos encontramos ocasionalmente con que se ha perdido el respeto intergeneracional. Pautas educativas esenciales, que hemos de retomar desde la razón, la palabra y la práctica, los más pequeños tienen que apreciar en sus mayores (en nosotros) ese respeto a los que nos han antecedido. El ser humano no nace violento (lo hacemos). Fracasamos (a veces) en el proceso de educación, de socialización. Se forma una personalidad dura que puede llegar a la deshumanización; es el etiquetado psicópata. Volvamos la mirada hacia ese niño pequeño ya tirano: «lo quiero aquí y ahora», «no admito órdenes de nadie…» (Viaje iniciático hacia pulsiones primitivas e incontroladas). Y qué decir de esas familias que hablan mal de todo el que le rodea, que muestran vivencias negativas de las intenciones ajenas (del vecino, del jefe, de la suegra), de esos padres que al subirse al coche se transforman en depredadores insultantes, de los núcleos familiares que emiten juicios cáusticos contra el distinto (por color, forma de pensar, procedencia). No se dude, generaremos intolerantes, racistas, xenófobos. No es verdad que el genoma humano esconda las raíces (o las semillas) de la violencia, la violencia se aprende (Eron, 1987; Kadzin y Buela-Casal, 1999).Y esto no está interiorizado. Cuando se detiene a un violador, mucha gente expresa: « ¡No tiene cara de violador!». En muchas casas al hijo se le alecciona: «Si un niño te pega una bofetada, tú le pegas dos».La Psicología ha confirmado la influencia del modelado, del aprendizaje del superior, y uno puede empezar a pensar: ¿Qué oyen los hijos de su padre, ante una contrariedad? Pese a las múltiples evidencias, siempre habrá quien para ahuyentar miedos subconscientes, o para hacerse de oro, encontrando la «piedra filosofal», verá en el criminal una maldad ontológica grabada a fuego en el alma, o en su versión moderna, en el código genético. Ha desaparecido la banda, permanece el agrupamiento. Aquellas bandas especializadas que establecían lazos y vínculos de algo más que colegas, que admitían jerarquías se han extinguido. El mundo de hoy es más individual, más utilitario, menos de clases definidas. Las «bandas juveniles» tenían su etiología en la «cristalización de clase», en el desamparo social, en el temprano ausentismo escolar.Hoy las mal llamadas «tribus urbanas» se agrupan para expresar violencia (muchas veces, y aunque se discuta el adjetivo, gratuita, como pegar al número treinta que sale del minibús), sin buscar obtener beneficios. Hay una delincuencia de tipo lúdico y de consumo más que de miseria o carencial.La procedencia de los jóvenes es mucho más variada. Se implican más niñas (la proporción 1 a 8 está cambiando), que golpean a otra «porque es hijita de mamá"», etc. Pero hay muchos jóvenes que provienen de familias cuyo nivel socioeconómico es medio-alto, o muy alto. Hay quien piensa que las bandas están perfectamente estructuradas, que se marcan objetivos, que hay una ideología interiorizada. Otros, en cambio, piensan que en algunos casos es así, pero en otros el agrupamiento se realiza en busca del padre-grupo, de sentirse fuerte, de soltar adrenalina (Costa, Pérez y Tropea, 1996).Esta perspectiva, tiene una contribución importante, cuando no existe para el y la joven bachiller una situación de continuar con sus estudios superiores manteniéndole con lo conocido hasta ese momento y en muchos casos desconociendo todo lo aprendido en ese proceso, debido en gran parte a que la educación secundaria no es terminal, por tanto se requiere la formación superior para lograr las metas positivas juveniles y que en ese sentido encuentren la satisfacción personal de sus aspiraciones y metas personales.
En esa perspectiva la formación de maestros permite desarrollar en los y las jóvenes un dulce aprecio a la construcción de los nuevos miembros de la sociedad comunitaria, les permite reconocer, recuperar y construir aquellos valores que son requisitos para el vivir bien y en interrelación continua y sana con sus semejantes.
La rehabilitación social de los males descritos, tales como la violencia juvenil conlleva una respuesta colectiva buscando la modificación de conductas (violentas) mediante la asunción de culpabilidad, de responsabilidad, de intención de cambio; precisa una modificación cognitiva, de percepción, de «auto-localización»; por ende, son profesionales de la conducta humana quienes han de intervenir para que la sanción no se quede en ser vindicativa, sino efectiva, por respeto a la víctima, por prevención, para evitar riesgos a posibles futuros afectados y por recuperar socialmente al agresor.
No olvidemos que la responsabilidad es de todos, que muchas veces se fracasa clamorosamente y es un fracaso institucional, mostrando a las claras la incapacidad para romper la profecía auto cumplida que desde muy temprano, aseguró «el cambio no será significativo».Si no nos involucramos, si fracasamos en la educación generaremos menores «psicopáticos», niños que desde muy pequeños aprenden a ser duros, a deshumanizarse, a primar la filosofía de «primero yo y luego yo», a mantener una actitud tiránica, distante, incapaz de empatizar, de mostrar perdón, de transmitir sensibilidad; así, con graves errores, lo iremos convirtiendo en un «depredador social», que busca el nihilismo, el hedonismo, el placer momentáneo, el presente, saltándose el límite de no dañar, o al menos la frontera de «no dañar a otro ser humano».Otro tipo de adolescente que «florece», ante graves fallas educativas, es el 100 por 100 grupal, el que vive para los colegas y se activa solo con ellos; a veces, estos grupos pueden ser violentos, nocivos, sectarios; algunos pierden su identidad personal, su capacidad crítica; prima el padre grupo.Otros muchachos y muchachas se hacen, con nuestra involuntaria ayuda, drogodependientes; van desde el que consume habitualmente droga de síntesis, busca un euforizante, potencia el «pico» de subida de adrenalina, hasta el consumidor de alcohol «tipo nórdico», que mezcla alcoholes, busca evadirse en el menor tiempo posible, con el menor gasto posible; los fines de semana consume y huye de sí mismo, su placer está en alejar la consciencia de lo que le rodea. Puede manifestar dos formas de ser antagónicas: de lunes a viernes se muestra normalizado; de viernes a domingo utiliza la casa como un hotel, queda alienado.Para combatir la violencia, no hemos de regodearnos en los congresos que analizan sus causas, sino en propiciar aspectos y ambientes sanos y enriquecedores a los más pequeños.Hay que educar al educador (a quien va a educar) porque, no se dude, prevención es igual a educación; utilizar la formación de maestros como herramienta de correcta socialización, propiciar la higiene mental colectiva (hábitos saludables, valores de sensibilización, utilización del mediador verbal y de la sonrisa, ponerse desde pequeño en los zapatos psicológicos del otro), humanizar las ciudades (asimilar y valorar al distinto, formar en las aulas para captar y ayudar al que sufre, ganar parques y lugares de encuentro), arrinconar el criterio de «todo para el niño, pero sin el niño», acabar con hipocresías como que los anunciantes que sostienen el deporte sean marcas de alcohol y tabaco. Esa es la vacuna de este tipo de violencia de la que, por otro lado, los niños son más víctimas que verdugos.
Se ha logrado universalizar la propuesta de Ley Avelino Siñani y Elizardo Pérez, que incluye la transformación del sistema político económico y social, en los fundamentos del nuevo sistema educativo, que incluye la finalidad del "vivir bien" como principio fundamental; en ese sentido se establecen nuevas estrategias metodológicas para el proceso enseñanza aprendizaje; en esa dirección, de manera general y en particular el nuevo subsistema de educación superior, introduce el proyecto productivo socio comunitario, que determina un involucramiento de los actores educativos en la solución de los problemas específicos de la comunidad, en ese sentido, Caranavi , al ser la puerta de la Amazonía presenta características de convertirse en el centro de proyección de la nueva política educativa del sector.
Es importante recalcar que la educación superior en general y la de formación de maestros en particular le confiere a la población, donde se encuentren ubicados, un estatus de jerarquía frente a otras poblaciones similares, y donde se instalan estos centros superiores de formación de produce el crecimiento acelerado de los indicadores demográficos, que puede ser aprovechado por una política inteligente de dar solución a los problemas de desarrollo humano de forma efectiva y para un concentrado mayor de población, lo que implica mayores recursos económicos para la región, haciendo crecer el producto interno regional.
La instalación de Escuelas Superiores de Maestros, le confiere a la región una ambiente de crecimiento cultural de gran importancia, debido a la recuperación, rescate y creación de componentes de la cultura, tales como la danza, la música, el teatro, las manifestaciones culturales como la entradas folklóricas, cuentan con un nuevo matiz el de la investigación etnográfica de sus raíces.
Finalmente la instalación de un sistema de educación superior en la región, permite impulsar a toda la población hacía en engrandecimiento general de los contenidos socioculturales articulados a sistemas de crecimiento económico y construcción de una ideología política requerida por los procesos de cambio.
Caranavi, 16 de octubre de 2010.
Autor:
Lic. Fernando Alejandro Uzeda Heredia
COORDINADOR DOCENTE DE LA E.S.F.M.
SIMÓN BOLÍVAR – CARANAVI
ESCUELA SUPERIOR DE FORMACIÓN DE MAESTROS SIMÓN BOLÍVAR UNIDAD ACADÉMICA DE CARANAVI.
ENSAYO
Octubre De 2010
Caranavi – Bolivia