Señalización educativa para la convivencia en el espacio público (página 3)
Enviado por Oscar Cuesta
Conforme a lo anterior, los encuestados propusieron prácticas y comportamientos para un posible diseño señalético, de estos cabe destacar los siguientes: No orinar en rincones y postes; cuidar los árboles; tener prudencia al cruzar la calle; ayudar a los niños y ancianos; esperar los buses en el paradero; no tomar licor en la calle; no personas bajo los efectos del alcohol en la calle; no pitar en trancones; caminar por la derecha; una señal que invite a respetar el resto de las señales urbanas; para que los peatones cedan el paso a otros peatones que están cargando paquetes o cajas; para delatar los robos y los ladrones.
Las motivaciones de la gente para proponer este tipo de comportamientos en una señal urbana pueden tener origen, entre otros, en estos factores: desorden en la movilidad, ausencia de solidaridad, inseguridad e insalubridad.
Como se puede ver, las personas sienten inquietud por cruzar la calle y la desorganización de los paraderos de buses ("recogen y dejan gente en la mitad de la calle", afirmó un encuestado); manifestar incomodidad por factores de salubridad: pitar (contaminación auditiva) y orinar en el espacio público; perciben que hay una necesidad de ser más solidarios: ayudar a niños y ancianos, ceder el paso a las personas que lo necesitan; y muestran intranquilidad por la inseguridad: no ser indiferentes al robo y evitar a las personas que no estén en sus cabales (bajo influencia de sustancia psicoactivas), que podrían generar ri esgos para los demás.
De otro lado, es de rescatar que los resultados alcanzados en la investigación se convierten en un novedoso referente para futuras propuestas de indagación en el marco de la pedagogía urbana y ambiental, pues la propuesta presentada e n el presente proyecto abre la posibilidad de motivar prácticas culturales de convivencia a partir de un diseño planificado de señales, diferente a otras investigaciones que han indagado sobre el uso y lecturas que hacen los transeúntes sobre la señalética urbana oficial (Salcedo y Caicedo, 2007).
La posibilidad de motivar comportamientos urbanos responsables a través de un diseño planificado de señales, también se convierte en futuro referente para posibles investigaciones que deseen abordar de manera propositiva los problemas de convivencia en la ciudad. En ese mismo orden, el uso de señales urbanas con fines formativos, se convierte en una alternativa educativa para la consolidación de relaciones ciudadanas diferentes.
Lo anterior, en líneas generales, puede coadyuvar a lo propuesto por Colón (1990), dado que puede ofrecer nuevas variables y alternativas en el perfeccionamiento del hombre en su dinámica social, sobre todo, en la convivencia, "facilitándole una formación adecuada para poder vivir en la soci edad cívica o urbana" (Colón, 1990, p. 121).
Colón (1990, p. 124), por otro lado, había afirmado que uno de los rasgos de la pedagogía urbana era la innovación de medios y métodos de aprendizaje; pues bien, guardando las proporciones, la iniciativa de la investigación aquí presentada permite presentar nuevos referentes y alimentar la creatividad para futuros abordajes que se deseen hacer en la formación de ciudadanos, en el marco de propuestas pedagógicas de corte urbano.
Es de destacar que la metodología utilizada por la investigación y los resultados alcanzados con ella responden a la intención de formar ciudadanos, en este caso siguiendo estrategias informales, y utilizando los recursos que ofrece la ciudad en su espacio público. Lo cual materializa lo conceptualizado por Páramo (2010), quien hace hincapié en el desarrollo de mecanismos a partir del uso de los recursos que ofrece la ciudad.
Conforme a lo anterior, la posibilidad de poder motivar prácticas culturales de convivencia en los ciudadanos a través de la exposición de una señalética en el espacio público, se puede inscribir en la segunda dimensión propuesta por Trillas (1993) en su análisis de educación y medio urbano: Aprender de la ciudad, es decir, la ciudad como agente que enseña: Cuando las personas ven la señal pueden observar un llamado a realizar un comportamiento de convivencia que genera una primera reflexión personal, si la persona efectúa la práctica allí expuesta (por ejemplo, ayuda a cruzar la calle a un desconocido con dificultades) puede ser observado por los otros transeúntes, generando un referente en los ciudadanos que vieron su práctica de convivencia, abriendo la posibilidad que ellos la sigan en el futuro.
En un principio, se pensó diseñar y exponer las señales en un colegio di strital de Bogotá, dado que permitía un mayor dominio de las variables y seguimiento a la investigación. Sin embargo, se optó por realizar la propuesta en el espacio público de Chapinero, pues permite sentar un precedente que abra la posibilidad de consolidar proyectos que permitan mejorar las prácticas de convivencia y los comportamientos que se dan en la ciudad. Visto de esta manera, los resultados alcanzados tienen como marco básico entender que "en el espacio público prima el interés común" (Páramo y Cuervo, 2006, p. 25). Si las personas siguen el comportamiento propuesto en la señal, van a beneficiar a un extraño y, así mismo, en un futuro ellos mismos o familiares suyos también puedan ser los beneficiarios.
Las señales se enmarcaron en rojo y fondo blanco para darles un carácter de obligatorio cumplimiento, tal como las oficiales del sistema de transito. Esto con el fin de hacer obligatorio el comportamiento, pues el cumplimiento de las reglas es la base de la convivencia ciudadana (Burbano y Páramo, 2008). Sin embargo, como se puede ver en los resultados, a pesar que el ciudadano tenía la oportunidad de efectuar el comportamiento, no lo hacía. Como se puede determinar en las encuestas, la mayoría de personas que transitan por el sector no vieron las señales, esta es la explicación más directa para entender porque no seguían el mensaje expuesto en la señal.
No obstante, ver la señal y ver su carácter de obligatorio cumplimiento no garantiza que las personas acaten. Como se puede observar en la descripción del post-test realizado en la calle 49 con carrera 13, algunos transeúntes veían la señal, al mismo tiempo veían al señuelo (hombre con bastón), pero no ayudan a este a cruzar. Al igual que las señales oficiales, las personas las pueden ver pero no las acatan. El ejemplo más notorio es el prohibido parquear, pues es común ver la señal y al lado un automóvil incumpliendo la regla.
Por otro lado, es de destacar que la propuesta de la señal con marco rojo y fondo blanco, siguiendo los rasgos de una de obligatorio cumplimiento, tenía la idea de convertir en reglas unas prácticas de convivencia deseadas, es decir, que fuera norma para los ciudadanos ayudar a un desconocido.
Lo anterior, aunque no quedó materializado en los resultados alcanzados, puede empezar a consolidar dinámicas educativas, como las propuestas por Burbano y Páramo (2008), y que estos autores llamaron aprendizaje por reglas, es decir, la norma como elemento en un proceso de aprendizaje, estableciendo parámetros en las prácticas culturales de los ciudadanos en el espacio público.
Para un futuro ejercicio similar al presentado en esta investigación, es importante destacar que desde el punto de vista de la educación conductual (Santos y Lobo,
2003) las reglas o normas, como las que pone una señal de obligatorio cumplimiento, se convierten en mecanismos de regulación de las personas, observables en conductas motivadas (cruzar por la cebra) o inhibidas (no arrojar basura).
Así mismo, es pertinente tener en cuenta que las reglas o normas no solamente se cumplen por conciencia social (el ciudadano tiene presente la importancia de ayudar a una mujer embarazada a bajar del bus, como lo indica la señal que fue expuesta en la calle 53 con carrera 13), sino por las consecuencias de no cumplirlas, como las sanciones punibles y la delación pública de las otras personas. Este último caso podría ser un posible complemento a las señalética aquí propuesta: si usted no ejerce la práctica de convivencia expuesta en la señal otros ciudadanos lo pondrían en señalamiento público, lo cual tendría consecuencias que sería pertinente indagar.
Conforme a lo anterior, es pertinente aclarar que esta noción de norma se articula con la categoría de contingencias y metacontigencias, conceptos fundamentales a lo largo de la presente investigación. En ese orden de ideas, se entiende la contingencia como una dinámica que regula la conducta de grandes grupos humanos en un macroambiente, como el caso del espacio público urbano, y es producto de una experiencia motivadora de un conocimiento tácito, "y que muchas
veces los individuos no saben describir pero aún así generan aprendizaje"
(Páramo, 2009).
La contingencia, siguiendo a Glenn (1988), hace referencia a eventos y condiciones que siguen a una conducta, más exactamente, a las consecuencias de la conducta; así, la contingencia refuerza o castiga la práctica ejercida, convirtiéndose en una experiencia que motiva o inhibe al ciudadano, convirtiéndose en dinámicas centrales del espacio público y sus prácticas sociales.
Las metacontingencias, por su parte, se refieren a posibles pactos sociales entre las prácticas y los resultados que las mantienen. La metacontigencia se establece cuando hay una relación funcional entre una práctica cultural de un grupo de personas y la consecuencia que esta produce (Páramo, 2009).
Precisamente, el propósito de la investigación era poner a prueba las unas señales que posibilitaran prácticas de convivencia en el marco de las metacontingencias: que el ciudadano se diera cuenta que realizar esa práctica favorece a todos, no sólo al que recibe su ayuda, pues "los individuos cooperan entre sí cuando su comportamiento interdependiente produce mayores consecuencias favorables que el comportamiento independiente" (Páramo, 2009). Ayudar a cruzar la calle a una persona con dificultades, colaborar a una señora embarazada a bajar del bus o ceder el paso a un peatón son prácticas que, básicamente, favorecen a todos, pues muy posiblemente usted o algún ser cercano suyo esté en condiciones de recibir tales beneficios.
Aunque los resultados alcanzados en la investigación no permiten asegurar que las señales motiven estas metacontingencias, si se puede decir que los ciudadanos tienen muy presente que seguir el mensaje que estas explicitan es muy favorable para todos, como se puede ver en las respuestas que la gente dio sobre la conveniencia de la señales en la respectivas encuestas.
Páramo (2009) afirma que las consecuencias positivas de esas prácticas interdependientes, orientan la conducta de las personas y garantizan su sostenimiento mediante la transmisión cultural de tales prácticas. Los resultados alcanzados permiten suponer que, con algunas correcciones, la planificación de señales que motiven prácticas culturales de convivencia posibilita la consecución de comportamientos urbanos responsables y su posible sostenimiento y transmisión cultural.
Sobre todo, porque la práctica de un comportamiento que tiene consecuencias positivas para todos tiene la posibilidad de ser imitada, como se pudo evidenciar el post-test realizado en la calle 53 con carrera 13, donde, accidentalmente, a una persona se le cayeron unas botella y fue auxiliada por un hombre joven, otros transeúntes, al ver el comportamiento, también colaboraron solidariamente.
Las señales puestas a consideración en la investigación se articulan a la propuesta de Páramo (2009), quien considera que las metacontingencias pueden llegar a garantizar prácticas culturales deseables que perduren en el tiempo, independientemente de quienes estén presentes. Las señales pueden ser una posibilidad para institucionalizar, en el mismo ciudadano y en el ambiente del espacio público, prácticas culturales de convivencia.
Por otro lado, se debe especificar que, según los resultados alcanzados, existe un problema en la dinámica comunicativa propuesta por la señales. Según Aicher y Krampen (1979), expertos en diseño señalético, el proceso de comunicación es correcto cuando el receptor asigna a la señal el mismo mensaje que el emisor quería transmitir. Como se pudo observar, no todos los ciudadanos que veía la señal propuesta en la investigación llegaban a la interpretación deseada en la planificación de su diseño, sobre todo, en la señal de ayudar a subir o bajar a una persona del bus y, en segundo nivel, en la señal de ayudar a un desconocido con dificultades a cruzar la calle. El mensaje que se quería transmitir no fue, totalmente, asimilado por el ciudadano receptor.
Lo anterior, en líneas generales, responde al diseño mismo de la señal y se pueden encontrar los siguientes elementos de análisis:
Señal de ayudar a subir o bajar del bus: la destacada línea del andén hace pensar al observador, según respuestas de las encuestas, que el mensaje es tomar el bus en el paradero o que los conductores no deben dejar los pasajeros a mitad de la calle. Asimismo, no es claro el ademan del gráfico y el mensaje de ayudar a subir o bajar a una persona del bus se tergiversa. La gráfica del muñeco que hace de mujer embarazada bajando del bus no es claro.
Señal de conductor que cede el paso a los peatones: la mano del conductor que cede el paso debe tener mayor protagonismo en el diseño de la señal. La señal contiene muchos elementos, sobre todo en la referencia a los peatones, lo cual desvía la atención del interés central del conductor cediendo el paso. Dado que es para conductores, la señal debe ser más explícita y directa en su mensaje, que no necesita varias lecturas o una lectura concentrada.
Señal de ayudar a un extraño con dificultades a cruzar la calle: la gráfica de los muñecos que indican persona con bastón y hombre ayudándolo es muy clara; sin embargo, los rasgos de las líneas que hacen referencia a la cebra son muy protagónicos, de allí que algunas personas encuestadas hayan pensado que la señal indicaba cruzar por la cebra y no una práctica solidaria.
Asimismo, es importante indicar que la interpretación de las señales fue más coherente con su propósito cuando estas estuvieron acompañadas de un acápite alfabético. En pocas palabras, que los ciudadanos interpretaron más fácilmente el mensaje de la señal cuando está indicaba que práctica deseada: solidaridad y ceder el paso. Esa redundancia en el mensaje (grafica y alfabéticamente) permite garantizar mayor grado de fidelidad en la comprensión del mensaje expuesto y, en consecuencia, podría ser un punto a considerar en futuras propuestas de este tipo, dado que muchas veces la complejidad del diseño no lograr explicitar lo deseado.
De otra parte, es pertinente decir que las señales fueron expuestas en lugares coherentes con su propósito y su mensaje: la señal de ayudar a subir o bajar del bus se instaló en un lugar donde gran cantidad de personas toman su transporte público; la señal de ceder el paso fue expuesta en un cruce peatonal donde los ciudadanos corren alto riesgo por cruzar la calle, dado que no hay semáforos, policías acostados ni pares; la señal de ayudar a un desconocido en dificultades a cruzar la calle se situó en un cruce que da a una clínica y por donde cruzan ancianos, personas con muletas y en sillas de ruedas. De esta manera, se cumplió lo que plantean Aicher y Krampen (1979) al afirmar que la presencia de la señal en determinado lugar (circunstancias donde se desarrolla la comunicación) permite la identificación más fidedigna del mensaje.
CONCLUSIONES Y RECOMENDACIONES
A nivel de diseño y contenido, se puede concluir que las señales deben constituir una propuesta particular, pues no se puede universalizar esta propuesta para todas las ciudades, dado que no son las mismas necesidades y las prácticas deseadas podrían girar en otros aspectos. Además, como afirma Costa (1987, p.
122) las condiciones funcionales, arquitectónicas, ergonómicas y ambientales "implican la necesidad de crear y desarrollar programas especiales para cada circunstancia concreta".
Así mismo, diseñar programas señaléticos con los propósitos mencionados en esta investigación supone, fundamentalmente, tres aspectos: determinar con exactitud la práctica o comportamiento a incentivar; constituir diseños simples, que sean percibidos e interpretados sin mayor dilación por el observador; y exponer las señales en un tamaño apropiado para el ambiente urbano específico donde se van a fijar.
El diseño de la señal icónica puede ser acompañado por un contenido alfabético que facilite la interpretación. En ese orden de ideas, la redundancia en el mensaje aquí no es un error si no una oportunidad de aclarar y fijar más intencionalmente el contendido. En ese mismo sentido, es necesario en la señal una armonía y coherencia entre el código alfabético, el icónico y el cromático.
Es de reiterar que las dificultades interpretativas que presentaron los ciudadanos al ver las señales propuestas en la propuesta aquí presentada, permite reafirmar la necesidad de que, más que ningún otro signo, la señal no debe exigir esfuerzos de compresión, no debe obligar al ciudadano a detenerse atentamente a observarla, pues pierde la funcionalidad, ya que su éxito radica en producir una reacción casi que instantánea. En pocas palabras, la señal debe ser monosémica.
Dado que las señales son diseñadas para ser expuestas en el espacio público y, aún más, buscan que los comportamientos que exponen se ejerzan en dicho espacio, es pertinente que los programas señaléticos respondan a las necesidades particulares de tal espacio y a las dinámicas propias de este.
Por otra lado, la propuesta de incentivar prácticas sociales de convivencia en los ciudadanos a través de un repertorio de señales icónicas o visuales expuestas en el espacio público es, en primer lugar, una iniciativa que debe seguir siendo explorada, pues a partir de esta investigación se abren nuevas posibilidades y replantean hipótesis. En segundo lugar, tal propuesta debe ser alimentada por una visión investiga más amplia, donde converjan diferentes campos del saber, dado que sería muy pertinente observar cómo el diseño de las señales, su exposición y resultados se enriquecen a partir de un diálogo interdisciplinar entre la psicología perceptiva, la psicología ambiental, el diseño, la comunicación visual, la sociología y pedagogía, por citar algunas.
Es pertinente ver propuestas señaléticas de este corte en otros espacios urbanos de características semipúblicas e, inclusive privadas, pues en tales lugares los resultados podrían ser más notorios, dado que tienen una regulación y una dinámica más formal. Por ejemplo, realizar esta propuesta en un centro comercial o en un colegio permitiría un mayor seguimiento a la influencia de la señal en las personas que la perciben.
Se propone, en ese sentido, una investigación comparativa de una propuesta señalética con propósitos de convivencia ciudadana puesta a prueba en un colegio privado y, al mismo tiempo, en uno público o en dos municipio culturalmente diferentes, lo cual permitiría explorar y reflexionar más las hipótesis expuestas en este trabajo.
En ese orden, se puede establecer que la pedagogía urbana se ve enriquecida con propuestas de este corte, que le aportan nuevas formas de observar la ciudad y los elementos con que ella cuenta en el espacio público. Más exactamente, alimenta la posibilidad de utilizar los contenidos comunicativos presentas en la ciudad, como son las señales, los avisos publicitarios, las pancartas, etc., en propuestas de lineamientos educativos de manera informal.
Los ciudadanos tienen muy presente la importancia de la convivencia ciudadana, basada en el respeto y la solidaridad. En ese mismo sentido, los ciudadanos consideran que propuestas como las aquí expuestas pueden ser muy útiles y permitirían consolidar una dinámica más amable en el diario transitar de la ciudad.
La constitución de contingencias y metacontingencias en el espacio público puede ser articulada con propuestas novedosas que concienticen a los ciudadanos de la importancia de la auto-regulación y la mutua regulación, el respeto a los acuerdos y las normas y la trascendencia de la solidaridad. La novedad de estas propuestas radica en el uso creativo de las posibilidades educativas que presenta la ciudad misma.
Incentivar prácticas de convivencia en los ciudadanos a través de señales visuales en el espacio público, puede consolidar comportamientos urbanos responsables que alimenten una cultura ciudadana que permita la convivencia entre desconocidos. Sin embargo, se puede acompañar tal iniciativa con un proyecto más amplio, donde participen los medios de comunicación masivos, las instituciones de educación formal y las autoridades gubernamentales de la ciudad. Un repertorio de señales como las aquí propuestas acompañadas por una campaña educativa en televisión y radio, colegios y universidades, podría generar resultados significativos a una escala amplia, pues hay más posibilidades de su éxito (los medios podrían motivar al público a poner más atención a este tipo de señales, por ejemplo).
La educación en general, pero la pedagogía urbana en especial, debe acercarse a investigar la influencia de otros mecanismos alternativos en la consolidación de la convivencia ciudadana, es decir, ampliar el repertorio de posibilidades para motivar el ejercicio del mutuo respeto y la solidaridad más allá del marco legal establecido por la autoridad institucional, como la Constitución Nacional, el Código de Policía, el Código de Transito, los Manuales de Comportamientos de los colegios, etc.
Mockus (2003) afirma que el éxito de la cultura ciudadana está en armonizar la ley, la moral y la cultura, para lo cual es fundamental la comunicación interpersonal. En este trabajo se puede observar que dicha comunicación interpersonal se puede ver potencializada a partir de programas señaléticos, pues pueden invitar de manera explícita y tácita a relacionarse con el otro. En el caso de las tres propuestas presentadas acá (ayudar a bajar o subir de un bus, ayudar a cruzar la calle y ceder el paso al peatón), si el comportamiento se presenta se materializa la comunicación interpersonal de manera explícita, ya sea de manera verbal o no verbal.
Dado que la auto-regulación y mutua-regulación ciudadana o la constitución de contingencias y metacontingencias dependen de la conciencia que tenga el ciudadano sobre la trascendencia del comportamiento y de la sanción o celebración social de su conducta, se puede pensar en un programa señalético que invite explícitamente a celebrar o sancionar públicamente al ciudadano que, respectivamente, ejerza una práctica de convivencia o no sea solidario.
Se recalca nuevamente la necesidad de promover programas educativos y propuestas creativas que, desde la pedagogía urbana, fomenten en los ciudadanos la formación de hábitos y prácticas referidas al cumplimiento de las normas y el ejercicio de la convivencia, así como de la concientización de su importancia como un beneficio individual y, en segundo orden, social.
Estos programas y propuestas deben ser consensadas y discutidas públicamente, donde los ciudadanos puedan aportar y debatir. En ese sentido, no deben buscar la manipulación sinuosa o soterrada de las personas, es decir, programas que buscan que los ciudadanos lleguen a tener comportamientos de convivencia por influencias de las cuales ellos no son consientes, como se podría ejercer desde la comunicación y desde la misma señalética.
Finalmente, para futuras propuestas con este mismo propósito se dejan enunciados los siguientes comportamientos que podrían ser expuestas en señales visuales en el espacio público:
Solidaridad: conductas encaminadas en función de ayudar a un extraño que lo necesite, tal como brindar información cuando se solicita, delación de hurtos, ayudar o ceder el paso a las personas con paquetes o cargas pesadas, etc.
Protectores del ambiente: comportamientos en procura de mantener adecuadamente el espacio público y mobiliario urbano, tales como no fijar avisos, no satisfacer necesidades fisiológicas (por ejemplo, no orinar en postes), hacer buen uso de los teléfonos públicos, etc.
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"Para todos los efectos, declaro que el presente trabajo es original y de mi total autoría; en aquellos casos en los cuales he requerido del trabajo de otros autores o investigadores, he dado los respectivos créditos"
Enviado por:Óscar Julián Cuesta Moreno
Grupo de Pedagogía Urbana y Ambiental
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA NACIONAL
FACULTAD DE EDUCACIÓN – DEPARTAMENTO DE POSGRADOS
BOGOTÁ D.C
2010
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