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Reflexiones sobre la lectura. Diversidad de lectores y formas de leer. (página 2)


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La concepción de lo que llamamos "literatura" tiene versiones particulares que se han ido transformando según la estética, el gusto, la consideración del autor, el lenguaje y a partir del siglo XX, parece ahondarse el inconveniente por definir las producciones artísticas; que ya no es posible pensarlas como obras creativas únicas, originales, consagradas. Empieza a crearse una distancia de las posturas clásicas y asoma la perspectiva de entender la literatura por la "Literaturidad", considerada una característica que produce esta forma artística sobre la materia lingüística. Es decir que la observación pesa sobre ese uso distintivo del lenguaje que la literatura nos ofrece y que obliga al lector a desautomatizar su relación cotidiana con el lenguaje y percibirlo como una herramienta estética, como algo diferente, particular que hace que se reconozca una obra como tal, que no pueda identificarse con ningún otro discurso y que no puede ser caracterizada por un rasgo único y distintivo, sino, simplemente, por algo así como el "reconocimiento" de que se está frente a un hecho literario que, sin duda, pone al lector en un laborioso trabajo intelectual para dotarlo de sentido y cobrarse de él todos los significados posibles.

Los alcances de esta actividad de construcción y reconstrucción que es la lectura son variados. Diremos que se trata de múltiples procedimientos que permiten ensamblar experiencias de información vividas, nuevas o imaginadas que van completando un proceso neurofisiológico, cognitivo, afectivo, argumentativo y simbólico: todos éstos, combinados en el complejo acto de leer.

Leer importa, según Harold Bloom, "si es que los individuos van a retener alguna capacidad de formarse juicios y emitir opiniones propias. (Importa) que sigan leyendo por su cuenta, que el interés (de hacerlo) sea propio."[6]

Jorge Larrosa, en "La experiencia de la lectura..", la aborda con el rasgo de "singularidad"; "…qué cosa sea leer y cómo tiene lugar la lectura, me parece que es una de las cuestiones más oscuras" "Dar a leer (…) es dar las palabras sin dar al mismo tiempo lo que dicen las palabras."[7]

La lectura es planteada así, como un encuentro de dos universos complejos: el del lector y el del escritor. Para él la lectura es individual, tiene infinitas interpretaciones y nos lleva a tratar de identificar al lector y derivar de ello su identidad subjetiva, las características de su lectura. Nos sitúa en textos con prácticas de lectura social e históricamente determinadas de donde se derivarán sus sentidos. La lectura subjetiva, dice, lleva al discurso de lo privado, de la libertada de interpretación. Esto pone el acento en la libertad del lector individual, a la vez que en la polisemia de los textos. Pero se pregunta si la pluralidad del texto pertenece al texto mismo o a la arbitrariedad de un lector subjetivo.

En su discurrir sobre la relación texto-lector, cita a autores que colaboran con esa idea de polifonía babélica del lenguaje que siempre se actualiza en nuestra condición de lectores. Dice al respecto: "lo que amenaza la lectura es la realidad del lector, su personalidad (…), su manera encarnizada de querer seguir siendo él mismo frente a lo que lee.."[8]

Quiere decir que el lector lee lo que quiere leer, lo que corresponde con su escala de valores y no se permite la flexibilidad que lo conduzca a una cosmovisión diferente de la que ya tiene. Introduce la concepción de "Babel" como una compleja noción de desencuentro que se produjo al multiplicarse las formas de comunicación y los sentidos, lo que provocó un cambio desde la lectura lineal, convencional, unívoca, a la lectura polisémica, plural, subjetiva. Por otro lado, Larrosa afirma que "leer es una forma de escuchar" y este concepto lo acerca a Marcel Proust, quien afirma que la lectura es el milagro fecundo de una comunicación en soledad; y a Martín Heidegger, que coincide en que la lectura propicia una relación entre el lector y su propio yo, a través de una subjetividad textual que, sin embargo, tiene, por sí misma, una entidad propia que además está ya interpretada por su escritor y su contexto.

Dice Proust:: " Escribir es hacer esa obra de arte que no consiste en otra cosa que en descifrar, en interpretar, en ofrecer el equivalente espiritual de la impresión que vuelve como una imagen. Escribir, en suma, es leer el libro interior de signos desconocidos."[9]

Así, la lectura se constituye en una actividad para la cual no existen reglas. Es un acto de creación; y crear es traducir los caracteres de un libro interior y preexistente al lenguaje exterior que lo está expresando.

También Octavio Paz dice que "aprender a hablar es aprender a traducir", lo que nos lleva a considerar que si la lectura es uno de los movimientos del lenguaje y leer es una forma de poner la lengua en movimiento, entonces sería posible concluir que la lectura es traducción.

En la misma línea, George Steiner explica: "La traducción se halla formal y pragmáticamente implícita en todo acto de comunicación, en la emisión y en la recepción de cualquier modo de significado (…). Comprender es descifrar. Oír un significado es traducir."[10]

Sin embargo, en "Lenguaje y silencio", Steiner expresó: "Leer bien es arriesgarse a mucho. Es dejar vulnerable nuestra identidad, nuestra posesión de nosotros mismos."[11]

El lector es completamente capaz de leer y comprender un texto. Pero puede resultar un analfabeto en el sentido de su experiencia. La experiencia es algo que nos pasa, nos ocurre y el lector puede no tenerla. De tal modo que podríamos decir que leer es comprender. Pero…¿es traducir?, teniendo en cuenta que en ese acto se deja vulnerable nuestra identidad.

Algunas veces traducir (leer) es llevar el texto hacia nosotros: hacia lo que ya sabemos y pensamos. Desde este punto de vista, la traducción (lectura) es apropiación. El texto se mueve hacia nosotros. Pero otras veces, Traducir (leer) significa un movimiento del lector hacia el texto. La traducción (lectura) es, entonces, des-apropiación, porque modifica o mueve lo que sabemos, lo que pensamos o lo que somos. Y es posible que esto tenga que ver con lo que Steiner llamaba "dejar vulnerable nuestra identidad."

En una entrevista a Roger Chartier editada en la revista Ciencia Hoy, el historiador francés expone su apreciación en la forma de considerar los textos y se excusa por no compartir con Jacques Derrida esta cuestión. En su propio planteo, acepta la idea del carácter inestable del texto, abierto a una multiplicidad de sentidos y vinculado con comunidades de lectores, con contextos de interpretaciones y con pluralidad de usos.

Sin embargo, dice, Derrida anula la diferencia entre el discurso oral y escrito y no tiene particular interés para la comunicación de los discursos, lo que lleva a inferir que un texto puede existir independientemente de los objetos, las formas, los soportes que lo dan a leer, a escuchar, a ver y que contribuyen así a la producción de sentidos.

Volvemos entonces, a la mirada de Harold Bloom en este tema; que además coincide con Jorge Larrosa y Marcel Proust en que "leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque (…) es el placer más curativo. Lo devuelve a uno a la otredad, sea la de uno mismo, la de los amigos o la de quienes puedan llegar a serlo. La lectura imaginativa es encuentro con lo otro y por eso alivia la soledad."[12]

Pero además, desde la perspectiva de Bloom, la mejor forma de realizar una buena lectura es tomarla como una "disciplina implícita", ya que en última instancia, como él mismo dice, no hay más método que el propio cuando uno mismo se ha moldeado a fondo. Cita a Sir Francis Bacon, quien ha dicho: "No leáis para contradecir o impugnar, ni para crear o dar por sentado, ni para hallar tema de conversación o discurso, sino para sopesar y reflexionar"[13], y agrega que leer significa encontrar, entre lo que está cerca, aquello que se dirige a la propia y única naturaleza del lector para fortalecerlo e interpelar sus intereses auténticos. Por ello enarbola el placer de leer de los años de juventud o incluso en la vida adulta, frente a la lectura profesional que depende de una serie de automatismos, normativas y dogmas pedagógicos que no hacen más que entorpecer y desmoronar los sentidos profundos a los que el individuo le es dado abrirse. Sin el debido estímulo, el interés y las expectativas que puede crear una lectura, la práctica se vuelve un "fraude cognoscitivo y estético."

Siguiendo esta línea de reflexión sobre la lectura y los lectores, nos parece importante mencionar a la Psicología cognitiva, que aparece entre los 80 y los 90, interesada en todos los procesos que hacen posible la lectura, pero de los que el lector no tiene conciencia. Esta concepción define la lectura como un proceso en el que el pensamiento y el lenguaje se involucran en continuas transacciones. Lo que mueve este proceso es la búsqueda de sentido. El lector depende del texto para comprender. Así pone en juego lo que sabe e interpreta sobre la base de lo que conoce.

De esta manera las características del lector son tan importantes como las características del texto. Éste, ofrece índices que interactúan con los conocimientos del lector (tema, estructura semántica, entre otros).

Jerome Bruner es quien impulsó la psicología cognitiva, que retoma las teorías de Lev Vigotsky, quien centró sus trabajos en la génesis de la acción humana, el lenguaje y el pensamiento, explorando nociones como la formación de conceptos, las formas de producción verbal y el uso del lenguaje como instrumento del pensamiento. El lenguaje se transforma en una herramienta mediatizadota para alcanzar la "zona de desarrollo próximo" (ZDP), expresión que alude a la distancia entre el desarrollo actual de un sujeto y el nivel potencial que puede alcanzar a través de un adulto o mediador.

En esa perspectiva, Bruner [14]entiende que toda teoría de la educación debe tener las siguientes implicaciones:

  • Aprendizaje por descubrimiento a partir de la motivación que el docente ofrezca a los alumnos para que éstos descubran relaciones entre conceptos.

  • Diálogo activo entre docentes y estudiantes, de tal modo que permita las interrelaciones que produzcan construcciones de sentido.

  • Formato adecuado de la información a la estructura cognitiva del estudiante, lo cual facilita la comprensión.

  • Currículo organizado en forma de espiral. Es decir, trabajando periódicamente los mismos contenidos, pero con mayor profundidad y mayor complejidad. Esto permitirá a los alumnos modificar sus representaciones mentales.

  • Educación diseñada de tal manera que se enfaticen las habilidades de extrapolar y llenar vacíos en los temas, por parte de los alumnos.

  • Presentación de las estructuras generales o patrones de aquello que están aprendiendo, en primer lugar. Luego, concentrarse en los detalles.

Sin duda, Jerome Bruner abre perspectivas interesantes para pensar nuevos desarrollos en la didáctica de la literatura. Plantea el desafío de indagar en la psicología de la actividad del lector que permita dar cuenta de los procesos de comprensión de los textos literarios. Deja de lado los conceptos de "modelo", "implícito", "culto", "informado" que postulan las diferentes teorías de la recepción y en cambio, puntualiza la necesidad de construir una teoría del lector empírico en situación de lectura, especialmente en el ámbito escolar, que debe construirse a partir de una base multidisciplinaria con aportes de la teoría literaria.

La perspectiva cognitivista pone énfasis en las inferencias que los lectores hacen y que les permite comprender los textos. Desde el campo psicológico, en cambio, se trabaja con el recurso de la memoria y de los llamados "saberes previos" que orientan el proceso de información que supone la lectura. Aquí, el lector, en su intento de comprender el texto que lee, pone en actividad una serie de esquemas mentales que van configurando sus saberes sobre el mundo. En esta misma línea se encuentran las teorías de comprensión lectora que hacen hincapié en el procesamiento de la información, lo que despliega una clase de comprensión durante la lectura y otra, posterior.

Por todo lo dicho, sostenemos que enseñar a leer literatura es generar comprensión, abrir espacios a nuevas ideas, acentuar la reflexión, adoptar un enfoque liberador. "La literatura es ciertamente un código narrativo metafórico; aunque también es el lugar en el que se encuentra comprometido un inmenso saber político. Es por eso que afirmo paradojalmente que sólo hay que enseñar la literatura, porque se le pueden aproximar todos los saberes (…) … lo importante es manifestar la literatura como una mediadora del saber."[15]

Por su parte, Roland Barthés habla de enseñar la duda unida al goce y más que ello, aludiendo a Nietzche, se trata, dice, de "estremecer la verdad". La enseñanza de la literatura debe quedar fuera de cualquier predicación o dogmatismo, del sentido impuesto y de la fonología. "… es necesario entonces, poder individualizar con mayor precisión de lo que hasta ahora se ha hecho, qué tipos de información pueden transmitir los textos literarios (mejor que otros textos), qué habilidades (de lectura, comprensión y también trabajo individual) concurren a desarrollar; si en alguna medida responden a las necesidades psíquicas profundas del joven y la formación global de base."[16]

Remo Ceserani analiza la enseñanza de la literatura desde esa perspectiva anti-reduccionista y expone la necesidad de que la institución educativa abra su abanico de intereses a todas las formas existentes del imaginario y ponga su acento en otros sistemas y códigos de la comunicación que permita el conocimiento directo y crítico de una diversificada variedad de textos. Para él, una formación de base requiere capacidades de decodificación, interpretación, reconstrucción y reconstrucción de los códigos y lenguajes. Habla de "descender al terreno de la interpretación, detener las alusiones, hacer las necesarias conexiones, reconstruir estrategias retóricas y de situación, entender los discursos indirectos y tortuosos, los temas recurrentes, los temas negados o indirectamente sugeridos, los lenguajes profundos."[17]

La escuela debe considerarse como una "comunidad interpretativa". En el mismo sentido que la lingüística posestructuralista, apunta a reconstruir estrategias de producción y recepción y retoma la idea de "dialogicidad" preconizada por Mijail Bajtín. Los textos deben estar en el centro de la reconstrucción interpretativa y si bien es necesario prestar la máxima atención a su estructura semántica y formal, también deben relacionarse con los más amplios sistemas de las estructuras lingüísticas y retóricas y con las dimensiones históricas del lenguaje. Partiendo de los textos es posible lanzar una red multiforme de relaciones que permitan acercar otros textos y hechos literarios, sociales o del pensamiento. Se trata de habilitar la lectura que está a un costado de la cultura oficial, la que guarda su secreto, su lado oscuro, la que permite la imaginación de otro orden posible. Justamente, uno de los problemas de la enseñanza de la literatura es el "mimetismo"; es decir, la promoción de actitudes imitativas en los alumnos y no la búsqueda de un desarrollo autónomo que les permita construirse frente a los textos. El aula de literatura demanda un espacio en el que no se debe leer literatura sólo para hablar y escribir mejor, sino también para concebir otra forma de interpretar el mundo.

 

 

Autor:

María del Carmen Baroni

nmhernandez[arroba]speedy.com.ar

El trabajo puede encontrarse también en palimpalem.com/2/Anemone – Sitio web del Autor

[1] Chartier Roger (1998): “Culturra escrita, literatura e historia”, Ed. Fondo de cultura económica, México, pág.15

[2] Morales Oscar y ot. (2005): “Consideraciones pedagógicas para la promoción de la lectura dentro y fuera de la escuela”, en Revista de Teoría y Didáctica de las Ciencias Sociales, Nº 10

[3] Bajtín, Mijail (1979): “Estética de la creación verbal”, Ed. Siglo XXI, México, pág. 294.

[4] Sanchez Domingo y ot. (2004): “Bajtín ante la semiótica de la cultura”, en Entretextos, Revista electrónica semestral de estudios semióticos de la cultura, mes de mayo.

[5] Lázaro Carreter, Fernando (1973): “El lugar de la literatura en la educación”, en “El comentario de textos 1”, Ed. Castalia, Madrid

[6] Bloom, Harold (2000): “Cómo leer y por qué”, Ed. Anagrama, Barcelona, pág. 5

[7] Larrosa, Jorge (2003): “La experiencia de la lectura. Estudios sobre lectura y formación”, Ed. Laertes, Barcelona, pág. 24

[8] Larrosa, Jorge (2003): Idem., pág.25

[9] Proust, Marcel (1996): “Sobre la lectura”, Pretextos, pág. 32

[10] Steiner, George(1981): “Después de Babel. Aspectos sobre el lenguaje y la traducción.”, Prólogo

[11] Steiner, George (1994): “Lenguaje y silencio”, Ed. Gedisa, Barcelona, pág. 21

[12] Bloom, Harold (2000): op. citada, pág. 5

[13] Bloom, Harold (2000): op. citada, pág. 6

[14] Bruner, Jerome (2009): “El aprendizaje”, en www.es.wikipedia.org

[15] Bombin, Gustavo(2005): “¿Qué literatura impone la escuela?, en www.pagina12.com.ar, edición del domingo 6 de marzo.

[16] Barthés, Roland y otr.(1992): “Literatura y educación”, Ed. C.E. de América Latina, Bs. As., pág 74

[17] Ceserani, Remo: “Cómo enseñar literatura”, en “Literatura y educación” de Roland Barthés, pág. 95

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