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Estrategias innovadoras en la evaluación de la educación comercial (página 2)

Enviado por Rosanna Silva


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Es así como los nuevos paradigmas en los cuales se desenvuelve la Educación Básica Nacional plantean la necesidad de integrar la planificación con los procesos de enseñanza, aprendizaje y la evaluación. Esto significa que los contenidos, tanto informales como formales que van a ser desarrollados, deben necesariamente estar conectados con las estrategias de evaluación. En tal sentido, la evaluación queda incluida como parte de un solo proceso y no como un hecho aislado y distanciado del proceso de enseñanza aprendizaje.

Para realizar una labor pedagógica eficaz, no basta que el docente conozca una determinada asignatura, ni el uso que haga de los mejores métodos o recursos para el aprendizaje, sino que él debe disponer también de los medios que le permitan saber hasta qué punto los objetivos propuestos se logran o no en el alumno para poder corregir en la forma más segura y eficaz los elementos del proceso. Asimismo, los alumnos verificarán su aprendizaje a través de la presentación y aprobación de las estrategias de evaluación aplicadas por el docente.

Desde este punto de vista, es necesario cuidar que las actividades y tareas de evaluación tengan sentido para los alumnos. Es decir, que puedan entender la función que cumplen dentro del proceso de construcción del conocimiento, sintiéndose con ello motivados para resolverlas. Por esta razón, resulta especialmente adecuado que el profesor utilice las mismas actividades de enseñanza y aprendizaje para evaluar. Cuando esto se hace, el alumno está inmerso en una actividad que ya tiene sentido y que le permite construir significados, y es el profesor el que se sirve de determinadas actividades para hacer un análisis del nivel de aprendizaje de sus alumnos.

Esto no significa, desde luego, que no puedan y deban hacerse actividades específicas de evaluación, pero en este caso es preciso que éstas estén claramente situadas dentro del conjunto de la unidad didáctica a fin de que tengan sentido para el alumno y le puedan servir al momento de tomar conciencia de lo que ha aprendido y de las dificultades o lagunas que todavía tiene.

Por otra parte, es fundamental utilizar la evaluación para contribuir a que los alumnos construyan unos patrones motivacionales adecuados. Para ello es importante atribuir los éxitos o fracasos a elementos controlables y modificables. Si al alumno se le devuelve una información en la evaluación que hace pensar que su fracaso se debe a una falta de capacidad, sus expectativas ante los futuros aprendizajes serán muy negativas, mientras que si se atribuye a falta de esfuerzo, o a elementos coyunturales – cansancio, nerviosismo, tensión, entre otros factores -, su motivación para seguir aprendiendo será mayor.

En el marco de las observaciones anteriores es importante resaltar que, el alumno de la Tercera Etapa se encuentra en una fase de transición entre la infancia y la adolescencia, proceso evolutivo caracterizado por la aparición de un sistema estable de estructuras de pensamiento abstracto que le permiten actuar sobre la realidad, entenderla, explicarla y transformarla. En esta fase, un elemento central en la constitución de la identidad del alumno, es el autoconcepto, el cual va a permitirle elaborar un esquema que organice sus impresiones, sentimientos y actitudes con respecto a sí mismo, que irá evolucionando con ayuda de la autoevaluación.

Este proceso evolutivo repercute sobre la acción educativa, la cual debe realizarse dentro de un ambiente de libertad compartida, donde se genere la interacción comunicativa constructiva entre todos los actores comprometidos en los procesos de enseñanza – aprendizaje. Estas premisas se encuentran contenidas en el componente de formación Personal Social, contemplado en la Propuesta Curricular para la Tercera Etapa de la Educación Básica.

Parece que no existen dudas acerca de la necesidad de reformar el sistema educativo. Las diferencias más bien podrían surgir en torno a los alcances del cambio en el cual confluyen los más diversos sectores.

La idea de asumir un nuevo esquema educativo implica además emprender un método de evaluación diferente al actual, que en primer término, abolirá las pruebas de selección simple e impondría ensayos y preguntas de desarrollo para inducir a los alumnos a la reflexión.

El examen dará al estudiante la oportunidad de demostrar que entiende y que lo aprendido puede ser llevado al terreno práctico. Lo realmente importante es que los alumnos adquieran herramientas para aplicarlas al estudio universitario o en carreras técnicas, en el lugar de trabajo, en la economía de su entorno, en los asuntos de su sociedad.

Este proceso evolutivo repercute sobre la acción educativa, la cual debe realizarse dentro de un ambiente de libertad compartida, donde se genere la interacción comunicativa constructiva entre todos los actores comprometidos en los procesos de enseñanza – aprendizaje. Estas premisas se encuentran contenidas en el componente de formación Personal Social, contemplado en la Propuesta Curricular para la Tercera Etapa de la Educación Básica.

Mucho se ha dicho de la evaluación, pero muy pocos han llevado el concepto práctico al aula. Se cree que la evaluación se circunscribe a un proceso eminentemente calificativo, cuando los pasos fundamentales indican que todo está enmarcado en los valores que rigen en todo el proceso de formación de los educandos. Vale decir, que se ha considerado a la evaluación como un proceso críticamente engorroso y molesto, porque se creyó que ésta sólo valoraba calificando a través de una prueba, un examen impuesto que hacía, la mayor parte de las veces, que el alumno aprendiera más por obligación que por convicción.

Hoy, a ciencia cierta, se entiende que la evaluación tiene el primordial objetivo de propiciar la formación integral del educando en un proceso continuo que no lo descalifique, sino que permita su capacidad de autoevaluación, que le permita conocer sus logros en el aprendizaje, sin la intimidación, que siempre existe, entre la nota que sacó y el aprendizaje obtenido, tal como lo afirmara Jean- Marie Barbier, en su libro: La evaluación en los procesos de formación, al manifestar que:

Existe confusión entre el nivel de discurso y el nivel de la práctica: En la actualidad se dicen y se hacen muchas cosas en nombre de la evaluación, cuando sin duda sólo unas pocas pueden ser reconocidas como prácticas de evaluación en sentido estricto. En realidad, poder hablar de evaluación a propósito de una acción de formación, tiene ciertamente una función social de valoración de esta acción. Puede parecer más necesario hablar de la evaluación que hacerla; no se extrañará constatar la existencia de un profundo abismo entre la riqueza del discurso sobre la evaluación, y la pobreza relativa de las prácticas

Bajo las consideraciones anteriores es evidente entonces que, se debe llevar a la práctica el objetivo real del proceso evaluativo, sin tratar de medir un desempeño o rendimiento, sino de orientar para poder desempeñar o rendir. Ese debe ser el sentido de la evaluación. Este proceso debe cumplirse desde todo punto de vista, aún en aquellas actividades que se consideran sencillas o simples, relacionadas con la vida cotidiana. Tan sencillo como cuando uno se evalúa a uno mismo.

En la evaluación de las actividades desarrolladas en el Proyecto Pedagógico de Aula se señala que el alumno de la Tercera Etapa se encuentra en una fase de transición entre la infancia y la adolescencia. Este proceso evolutivo repercute sobre la acción educativa, la cual debe realizarse dentro de un ambiente de libertad compartida, donde se genere la interacción comunicativa constructiva entre todos los actores comprometidos en los proceso de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, es necesario apoyar estos procesos en la investigación, el intercambio de saberes, el uso racional de la información y el establecimiento de normas conjuntamente.

Las recomendaciones antes planteadas, repercuten en la evaluación del aprendizaje de los alumnos, en la cual se deberá tomar en cuenta tanto el desarrollo de los procesos cognitivos como lo personal social. Esto se hace factible mediante el uso de metodologías cualitativas y cuantitativas, las cuales permitirán obtener una visión integral del estudiante y de su proceso de aprendizaje, mediante la descripción y verificación de la información obtenida en la evaluación de la misma competencia a través de ambos procedimientos.

El docente debe ser un líder inspirador, motivador y sustentador. Un modelo en el sentido de moldear una conducta ejemplar para sus alumnos, al invitarlos a explorar conocimientos, áreas del saber y estilos de vida ciudadana. Un líder transformacional en el sentido de atención individualizada, estimulación intelectual, inspiración, movilización y una influencia idealizada. Su clase es su laboratorio de la enseñanza. Unos pocos experimentos son quizás todo lo que necesita para llegar a sus alumnos de verdad.

Algunos de ello sólo necesitan sentir que están logrando el éxito, esa percepción que nos estamos preocupando por mejorar y ayudarlos a ellos; o quizás suficientes ¡ajá! Para continuar progresando.

Para cerrar, quiero hacer referencia a uno de los hombres que ha realizado valiosos aportes al ámbito educativo y empresarial; quien después de haber dedicado su vida a enseñar nuevas formas de gerenciar, el Dr. Edwards Deming hizo este comentario que refleja una inquietud latente en el mundo de hoy: "Nuestro problema es educación y crear una cultura que le de valor a aprender". "enseñar no es algo que estoy obligado a hacer – es algo que tengo el privilegio de hacer". Si usted también ama enseñar como lo ama él, entonces usted sabe que lo único que hace esto más satisfactorio es que cada día podamos hacerlo mejor.

Lista de Referencias

  • Ausubel, D. Novack, J. Y Hanestan, H. (1991). Psicología Educativa. Un Punto de Vista Cognoscitivo. Editorial Trillas. México.
  • De Bono, Edward. (1996). Aprender a Pensar. Plaza & Janés Editores. España.
  • Montes, Zoraida. (1997). Más Allá de la Educación. Editorial Galac. Caracas.
  • Novack, J. y Gowin, B. (1988). Aprendiendo a Aprender. Ediciones Martínez Roca.España.

 

Reseña Biográfica de la autora:

Rosanna Del Valle Silva Fernandez

Venezolana, nacida en San Felipe – Estado Yaracuy. Especialista en Gerencia Educacional (UPEL – IMPM), Practitioner en Programación Neurolinguística (Instituto Español de Programación Neurolinguística), con Diplomados en Tecnología de la Información y Comunicación (ANUV – UNITEC), Capacitación Docente (UNEFA – UNA), Licenciada en Administración de Empresas Mención: Gerencia (UFT) y Técnico Superior Universitario en Administración Mención: Gerencia de Empresas (IUTY). Desde el año 2005, labora en la UNEFA Núcleo Yaracuy como Profesor Instructor a Dedicación Exclusiva.

Es investigadora de las líneas: Gerencia Educacional – Tecnología de la información y Comunicación, adscritas al Núcleo de Investigación Educativa "Orangel Loyo Colmenarez" de la UPEL – IMPM, Núcleo Yaracuy. Tutora de Trabajos de Grado. Ponente y asistente permanente a eventos nacionales e internacionales en el área educativa y gerencial. Facilitadora de cursos de extensión universitaria en el área de evaluación, planificación educativa y estrategias de aprendizaje; así como también en el ámbito gerencial y organizacional (cooperativismo, liderazgo, formulación de proyectos, entre otros).

Ha laborado en empresas privadas venezolanas (INVILARA, Cervecera Nacional Brama, Smurfit Cartón de Venezuela, Cerámicas Caribe, Seguros Orinoco) y como docente en Instituciones de Educación Superior (IUTY – IUPMA). Es integrante de la Red Docente Kipus para América Latina y el Caribe (UNESCO), la Red Nacional Docente de Informática y Telemática (RENADIT) y forma parte del Voluntariado Social del Instituto Nacional de la Juventud (INJ – Yaracuy).

SAN FELIPE – YARACUY – VENEZUELA

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