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Símbolos e imágenes en dos poemas de amor de José Martí (página 2)


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MÉTRICA Y RECURSOS LITERARIOS

"Copa con alas"

La poderosa fuerza creadora de Martí, la riqueza de su sensibilidad y su ancho registro emocional lo condujeron a los campos poéticos más variados y diversos, opuestos y contrarios a veces. Así, su ansiedad de justicia y su amor a los hombres lo llevaron al poema empinado y rebelde de los Versos Libres y su íntima y clara ternura al Ismaelillo y a La Edad de Oro.

Los Versos Libres constituyen sin duda alguna los más martianos del autor. Fueron escritos según el propio Martí entre los 25 y los 30 años. Estos versos traducen el ímpetu vehemente y desalado de una juventud abatida por todos los vientos, pero que descubre ya los caminos reales que lo conducirán al sacrificio y a la muerte. Por ello, si los Versos Sencillos nos componen la biografía material, cronológica del hombre, los Versos Libres nos dan la biografía interna.

En las primeras páginas Martí declara: "Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados." Posteriormente los describiría como sus "endecasílabos hirsutos, nacidos de grandes miedos o de grandes esperanzas o de indómito amor a la libertad". Lo cierto es, que según Juan Marinello, los poemas de los Versos Libres fueron soñados no en la almohada de rosas del Ismaelillo, sino en la almohada de piedra que reveló al hombre extraordinario que fue Martí sus responsabilidades.

Los poemas fueron escritos entre 1878 y 1882, y al decir de Cintio Vitier, son la región volcánica de la poesía de José Martí. Se ha llegado a afirmar que los Versos Libres fueron la última llamarada del romanticismo. Una llamarada tan alta que deslumbró espacios hasta ese entonces desconocidos. En ellos lo nuevo se abre paso con enérgico poder; la imagen de sentido moderno comienza a abrir las alas y junto al arcaísmo gracioso aparece el neologismo audaz. Martí escoge para ellos el endecasílabo al que usa como una espada ilustre. A este tipo de versos corresponde su poema "Copa con alas". Seguidamente procederemos a la medida de los versos.

Como podrá apreciarse, el poema está compuesto por tres estrofas de siete, trece y seis versos endecasílabos respectivamente. La rima es asonante en todos ellos. En cuanto a los recursos literarios utilizados por el autor destacamos los siguientes:

Símil:

(…) Subía

Con lenta majestad, como quien vierte

Óleo sagrado (…)

(…) Blanda como el beso

Que a ti me trasfundía, era la suave

Atmósfera en redor (…)

Hipérbaton:

Ni una gota siquiera, ni una gota

Del bálsamo perdí que hubo en tu beso!

(…) Blanda como el beso

Que a ti me trasfundía, era la suave

Atmósfera en redor (…)

Y yo, en brazos no vistos reclinado

Tras ella, asido de sus dulces bordes

Por el espacio azul me remontaba!

Una flor o mujer o águila o ángel

En oro o plata el joyador cincela

Hipérbole:

(…) la vida entera

sentí que a mí abrazándote, abrazaba!

Tú sólo, sólo tú sabes el modo

De reducir el Universo a un beso.

Metáfora:

Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista

Anadiplosis:

Tú sólo, sólo tú sabes el modo (?)

Antes que yo? Yo ayer la vi! (?)

Poliptoton:

Sentí que a mí abrazándote, abrazaba!

abrazándote: gerundio, abrazaba: 1ra y 3ra personas del singular

del copretérito del Modo Indicativo

Es interesante resaltar que el poema es una gradación ascendente en sí mismo compuesto por múltiples imágenes. Martí añade énfasis por medio de la reiteración sobre determinados aspectos que considera importantes, como por ejemplo en el verso: "Oh amor, o inmenso, oh acabado artista." Pero antes de pasar a un análisis de los símbolos utilizados en el mismo nos detendremos primero en la medición de los versos de "La perla de la mora".

"La perla de la mora"

Los Versos Sencillos fueron publicados en 1891. En ellos Martí habla en primera persona ofreciéndonos toda su intimidad y su contorno espiritual con tanta sinceridad que toca muchas veces lo confidencial. Los mismos componen en buena medida un registro autobiográfico del autor, a tal punto que constituyen un documento indispensable para el que quiera ofrecer una estampa de su vida.

Pero tratándose de un espíritu como el de Martí y de un hombre de lirismo vitalicio, cada suceso, lo mismo el de ancha resonancia colectiva, como el de honda intimidad dolorosa, le despierta perspectivas inesperadas, que cristalizan en hechos poéticos más allá de la anécdota.

En estos versos lo popular español se trasluce en muchos momentos, pero más entrado ahora en lo popular americano y con un gesto más universal. En los Versos Libres Martí lucha entre vientos opuestos; aquí ha encontrado el camino y lo proclama. La verdadera modernidad de Martí, ha dicho Fina García Marrúz, está en los Versos Sencillos.

En el preámbulo del libro Martí afirma que lo edita "porque ama la sinceridad y cree en la necesidad de poner el sentimiento en formas llanas y sinceras." Los Versos Sencillos están escritos en cuartetos octosílabos aconsonantados.

Con la sencillez de los mismos Martí se proponía llegar al mayor auditorio posible y acercar su voz a la de los oprimidos. La sabiduría de los Versos Sencillos, su grandeza, está dada por la utilización del lenguaje del pueblo, del hombre común, para trasmitir con él un mensaje exquisito; hazaña sólo asequible a los creadores de tamaño entero.

El poema que a continuación examinaremos es el número XLII, que en las Obras Completas de José Martí y otros documentos aparece bajo el encabezamiento dado por el primer verso, a saber: "En el extraño bazar", pero que nosotros preferimos llamar en esta oportunidad "La perla de la mora", basándonos como se había explicado anteriormente en el homólogo del mismo que aparece publicado en el segundo número de La Edad de Oro en agosto de 1889 con ese mismo nombre.

Al respecto cabe resaltar el hecho de que la obra martiana mantiene un mismo hilo conductor. Es meritorio el que el autor, de manera extraordinariamente sabia, supo adaptar su discurso poético a cualquier tipo de público a quien este fuera dirigido, ya fuesen adultos o niños.

En el caso que nos ocupa necesitamos valernos de ambos poemas en nuestro análisis para una mejor comprensión del texto. Seguidamente mediremos los versos y haremos un estudio de los recursos literarios empleados por Martí en el poema.

Esta composición literaria está estructurada por cuatro estrofas, cada una de cuatro versos de arte menor que miden ocho sílabas métricas. La rima es consonante externa y es utilizada a su vez como un elemento reiterativo por medio del cual el autor pretende enfatizar aspectos bien definidos. Sirvan de ejemplo a ello la segunda estrofa.

En ella evidenciamos una marcada repetición del nombre Agar y del pronombre la, tras los infinitivos tener, ver y aborrecer, estrechamente vinculados a la figura de la perla. Todo esto cohesiona gramaticalmente la estofa debido al uso reiterado del pronombre femenino y a la vez posibilita la coherencia semántica, pues la serie de verbos en infinitivo se refieren a la perla. Dicho en otras palabras en este verso se hace patente una reiteración horizontal y una vertical.

Los recursos literarios utilizados están dados por:

Personificación:

La perla triste (…)

Dijo la mar borrascosa (…)

Anáfora:

Agar, de tanto tenerla

Al pecho, de tanto verla

Agar, llegó a aborrecerla (…)

Interrogación retórica:

"¿Qué hiciste, torpe, que hiciste

De la perla que tuviste? (…)

LAS IMÁGENES Y SÍMBOLOS EN MARTÍ

Después de haber analizado estos dos poemas desde el punto de vista de la métrica y de los recursos literarios nos gustaría ofrecer una panorámica de las imágenes empleadas en ambos y del simbolismo que en la poesía martiana estas tienen.

Para ello hemos recurrido a diversas fuentes bibliográficas, dentro de las que enumeramos por su importancia el Diccionario de símbolos de Juan Cirlot, el Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos de Valdimir Toporov, la Enciclopedia judaica castellana y el libro de Iván Schulman Símbolo y color en la obra de José Martí. La información obtenida de cada una de ellas ha sido debidamente cotejada a fin de brindar una visión lo más acertada posible del significado de ambos poemas.

Ha de tenerse en cuenta que las meras fuentes de las imágenes de un poeta, aunque puedan indicar una tendencia o un interés por esferas de la realidad como la naturaleza, la religión o la mitología, proporcionan una base imperfecta para interpretar su mundo interior de emociones y pensamientos. Es cierto que el artista, al formular su simbología, utiliza objetos externos a su ser; pero al traducir su inspiración poética estos objetos adquieren decididamente matices personales.

El sistema imaginístico de Martí, con todos sus símbolos parte de fuentes espirituales, psicológicas, físicas y culturales propias del autor. La originalidad de sus encarnaciones imaginísticas, el ritmo novedoso y ágil de su prosa son prueba de esto. La investigadora Frida Weber, refiriéndose a ello ha dicho que "el estilo y el lenguaje de Martí son riquísimos. Las imágenes, por su abundancia y sus características, dan muchas veces la impresión de que Martí piensa por medio de imágenes. Sus puntos de comparación son lo humano y más frecuentemente, la naturaleza". Corroboran lo anterior los dos poemas analizados anteriormente.

La creatividad de los símbolos martianos relativos a la naturaleza radica más bien en su innovadora utilización para exteriorizar el estado interior del poeta. En Martí el símbolo revela una calidad visionaria, intuitiva, lo cual es muy semejante a lo que hace Emerson. Para Martí los hombres rectos están en armonía con las obras de la naturaleza; por ejemplo, el sol, las flores, el cielo, constituyen un fondo adecuado y un marco conveniente para los hechos nobles.

Símbolos e imágenes utilizados por Martí en "Copa con alas"

En "Copa con alas" Martí utiliza un derroche de símbolos. Anteriormente habíamos dicho que el poema es en sí mismo una gradación ascendente que llega al paroxismo. Una serie de imágenes y emblemas debidamente combinados nos permiten ver, tal como en una proyección cinematográfica, el disfrute pleno de un beso que hace sentir al autor sublimado, transportado por el espacio azul.

Comencemos primeramente por definir el significado de la copa. Esta se nos presenta como un cáliz. Lo que hace posible identificarla rápidamente con el corazón figurativo, o sea, el asiento de nuestros pensamientos, sentimientos y emociones más íntimos. La copa, como el cofre y el arca, es un símbolo apropiado del continente y Martí le añade a esta copa alas con las que se remonta a la inmensidad celeste.

Las alas encarnan la espiritualidad, la imaginación, el pensamiento. Los griegos representaban con ellas al amor, a la victoria e incluso a algunas de sus divinidades. Platón las consideraba símbolo de inteligencia. La forma y condición de las mismas expone consecuentemente la calidad de las fuerzas espirituales simbólicas. Las alas son símbolo de potestad, de avance, de movimiento o evolución espiritual, así como del alma humana, del poder de elevación consustancial, evolución cósmica y libertad.

Para Martí las alas personifican la filiación idealista y denotan las cualidades ennoblecedoras, ascensionales que ve en el hombre, de ahí que estén relacionadas con el cielo azul. A su vez, las concibe como símbolo de capacidad artística, belleza y dignidad. En su poema se encuentran íntimamente relacionadas con los símbolos de altitud y elevación. Incorporan la idea de espacialidad y su movimiento dentro de la poesía martiana generalmente describe ascenso. Las mismas adquieren además rasgos estéticos en virtud de un sometimiento a los principios elevados de conducta.

Martí está narrando toda una vivencia amorosa que lo eleva, que lo remueve hasta los cimientos, y le añade un carácter sagrado, místico, religioso. Es un beso de entrega, y esto lo entendemos mejor cuando analizamos la forma en que dispone sus "regalados labios", apretadamente, para no perder ni una gota de algo que compara al óleo sagrado, al bálsamo, y que va más allá de los fluidos bucales pues el beso en sí ejerce un efecto curativo, refrescante, consolador en el corazón de Martí.

Por otra parte el autor habla de un par de labios dulces, generosos, a los que compara con los bordes de la copa que ansía no se aparten de él, lo que nos permite entender que es un beso recíproco, de darse mutuamente, de intentar diluirse en la persona amada, es un beso que lo impulsa, que lo hace remontarse al espacio azul.

Este suscita la visión de un estado de perfección y dicha. Es un símbolo adecuado de cualidades idealistas y eminentes en sentido espiritual. El azul es el color por excelencia de los modernistas, es el color de la pureza, la gloria y excelsitud. Su significado está asociado con el del cielo como fuente de divinidad y consuelo. Para Martí el azul es hermosura, júbilo, perfección moral y espiritual, así como la representación de un esquema estilístico de evasión, sueños, ansia de progreso y mejoramiento. Su valor estructural lo identifica claramente con la cualidad espacial y la ascensión vertical.

La atmósfera en redor se hace difusa, blanda, etérea. Un beso es en sí mismo una transfusión de amor. Martí dice que es tanto el goce que pierde de vista al mundo, o sea a la humanidad, a sus ruidos, a su envidiosa y bárbara batalla. Es como si por unos instantes dijera: -"Me olvidé de todos y de todo"- y es llevado a otra dimensión, la del amor profundo y reposado. En esto radica el poder purificador, ennoblecedor del amor.

Este es un beso muy diferente del de Juana Borrero quien afirma: -"Yo he soñado en mis lúgubres noches, / en mis noches tristes de penas y lágrimas, / con un beso de amor imposible / sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias…" Beso que aún despojado de todo carácter sensual, sigue siendo un beso de amor, pero de un amor adolescente, tierno, no formado debidamente.

El beso de Martí, no es un beso de amor imposible, por el contrario, es un beso capaz de comprimir, de dominar, de reducir al Universo, es un beso divino forjado por el artista indiscutible que es el amor a quien compara a un "joyador"- y he aquí una muestra del modernismo de Martí, pues tal palabra constituye uno de sus tantos neologismos- o un herrero, personas que transforman la dureza del metal sobre la base del fuego, sustantivo a su vez con el que los poetas han designado muchas veces al amor metafóricamente.

No obstante, hay similitudes entre el beso de Martí y el de Juana Borrero quien concluye pidiendo que el beso a ella dado le deje "una estrella en los labios y un tierno perfume de nardo en el alma", o sea, que impregne en estos una nueva esencia. De igual modo Martí explica que el beso del que ha disfrutado vierte en su corazón una especie de óleo sagrado.

Por su parte, Dulce María Loynaz dice: -"El beso que no te di / se me ha vuelto estrella dentro… / ¡Quién lo pudiera tornar – / y en tu boca… otra vez beso!" Como podrá apreciarse se reitera la idea de la estrella, de la luz, del carácter espiritual del amor expresado por la más tierna de las caricias. Este es un beso reprimido que no llega a cuajar, pero que no se queda sólo en el anhelo adolescente de la Borrero, sino que se reprocha nostálgicamente no haberse brindado.

Plácido nos ofrece la otra cara del beso cuando expone: "Quiero besar a una deidad de llamas, / Quiero abrazar a una mujer de fuego." Su beso es enteramente pasional, erótico, sensual. Es un beso que abrasa pero que se halla carente de la connotación enteramente espiritual de los otros dos.

Concluyendo, el beso de Martí es mucho más maduro, más completo que los anteriores. Es un beso reposado, sereno, pero a la vez carnal, voluptuoso. En él coexisten el beso adolescente de Juana Borrero, el beso nostálgicamente reprimido de la Loynaz y el beso pasional de Plácido. El beso de Martí representa por tanto el punto clímax del amor.

No es tanto la persona amada la que es capaz de reducir el cosmos a un beso; más bien es el amor verdadero quien tiene el poder de contener a todo un universo. En palabras de Silvio Rodríguez, "sólo el amor engendra la maravilla". El mundo puede desvanecerse, puede caerse en pedazos y no importa porque en ese instante de entrega total el mundo es aquellos dos que se mezclan y confunden en una sola carne y un mismo espíritu y Martí sabe como nadie recrear dicha escena.

Símbolos e imágenes utilizados por Martí en "La perla de la mora"

"Allá en la Siria hay una mora

que tiene unos ojos más lindos

que un lucero encantador….

¡Ay mora!… Acábame de querer…"

Eliseo Grenet "Perla marina que en hondos mares

vive escondida entre corales (…)

Alma sublime para las almas

Que te comprendan fiel como yo"

Sindo Garay

Antes de pasar a un análisis de los símbolos empleados en esta obra, entendemos que es prudente reproducir su versión simplificada que se encuentra en La Edad de Oro, debido a que esta nos permitirá entender con mayor claridad el verso sencillo al aportarnos una serie de argumentos que complementan nuestro estudio. La misma dice:

Una mora de Trípoli tenía

Una perla rosada, una gran perla.

Y la echó con desdén al mar un día:

"¡Siempre la misma! ¡Ya me cansa verla!"

Pocos años después, junto a la roca

De Trípoli… ¡la gente llora al verla!

Así le dice al mar la mora loca:

"¡Oh mar! ¡Oh mar! ¡Devuélveme mi perla!"

Lo primero que encontramos es un extraño bazar y se plantea que el amor le toca por suerte a Agar. Un bazar es un establecimiento comercial en el que se pueden adquirir infinidad de artículos; muy diversos entre sí, y Martí dice que este bazar es propiedad del amor, o lo que es igual, lo compara al más divino de los sentimientos humanos.

Al adentrarnos en el "bazar del amor", al transitar por los caminos de este, nos topamos con todo tipo de sensaciones y reacciones complejas, extrañas, incluso hasta exóticas. A fin de cuentas el amor es una inexplicable reacción en la que intervienen la mente y el corazón que aún no ha podido ser descifrada debidamente por la ciencia.

El amor, el más espontáneo y misterioso de los sentimientos, ese que llega cuando menos lo esperamos, que nos sorprende a la vez que nos llena el alma de todo tipo de inquietudes, viene en este caso representado por la perla, que le toca, como a todos alguna vez en la vida, a Agar. Para Martí esta joya simboliza el elemento más delicado y espiritual del alma humana.

La perla, nacida dentro de la ostra, es también en el plano espiritual una figura interna, a saber, la expresión original, subjetiva y por tanto artísticamente válida de la psiquis humana; a la que hace tan sólo unos instantes, en el análisis del anterior poema, comparamos con el corazón simbólico que es de por sí subjetivo, traicionero en ocasiones.

Escondida en el interior del molusco; y en este caso el pecho vendría a ser la ostra que protege al corazón; la perla simboliza el centro místico, la sublimación y ha sido asumida también como el alma humana en sí misma. No hay nada más misterioso que el corazón. De él proceden las fuentes de la vida física y espiritual de las personas. Late durante toda la vida y se agita incontrolablemente por momentos sin que lleguemos a comprenderlo adecuadamente o a tener pleno dominio sobre él.

Otros elementos nos ayudan a entender con mayor claridad qué pasa con esta perla. Martí la llama triste y afirma que no tiene comparación, que es rosada y de gran valor, o sea, inigualable. El color de la perla añade un toque idealista de plenitud, sublimidad, imaginación y perfección. La perla es triste y sin par, porque cuando se ama intensamente muchas veces se corre el riesgo de no ser entendido y andar cargado de pesares.

Un nuevo aspecto a analizar es la propia Agar, el mismo nombre ya es un símbolo. En tiempos bíblicos Agar fue la esclava egipcia que tomó el patriarca Abrahán como concubina y de la cual desciende la tribu árabe de los Ismaelitas, por eso Martí la llama mora y la sitúa en la ciudad portuaria de Trípoli.

Cabe destacar que según la Hagadá -libro árabe-, Agar fue la hija del faraón que deseó tener a Sara en matrimonio. Probablemente al enterarse de que esta era la esposa legítima de Abrahán, el faraón ofreció a su propia hija Agar como sirvienta a Sara, a modo de desagravio. El nombre parece derivado del árabe adchara o hidshra, que significan: huir, errante, lo que en este caso sería simbólico (1).

Al enmarcarla en el contexto de la poesía es como si le escucháramos decir: -"Yo valgo mucho más que la perla. Yo soy reina"-. Es el tipo de persona que sólo piensa en sí, en su provecho, que no reconoce que el amor es dar ante todo y no recibir únicamente. En Agar coexisten por tanto la persona fría, calculadora, y la ligera de pensamiento, amante de la diversión, de la risa fácil y despreocupada que desprecia al alma sublime de la perla.

En el poema se aprecia que Agar se aburre de esta, que llega incluso a aborrecerla, a odiarla, a hastiarle su presencia. -"¡Siempre la misma! ¡Ya me cansa verla!"-, nos dice. En este caso la perla toma el sentido de mérito singular al que no se le concede todo su valor. Es ese amor verdadero que en muchas ocasiones llega de forma casual y al que se da por sentado. Agar es la representación simbólica de la humanidad.

Al entablar cualquier tipo de relación interpersonal, ya sea amorosa, amistosa o de otro tipo, estamos depositando en las manos de aquella persona en la que confiamos o amamos nuestro corazón, lo mejor de nuestras esperanzas, ideales y aspiraciones; pero como el género humano es voluble sucede que algunas veces no se valora debidamente aquello que con tanta ilusión hemos puesto a cuidado de alguien semejante a Agar.

Al final esa persona se "aburre", se "cansa" porque siempre es "lo mismo", no cambia, no varía; y es que no entiende que el amor verdadero no sufre metamorfosis alguna. Termina entonces por deshacerse de aquello que le resulta inservible. Martí explica que maja la perla. El verbo majar, es sinónimo de machacar, triturar, agotar, aplastar, desmembrar, molestar, importunar. De lo que se desprende fácilmente que antes de despojarse de aquel corazón que la idolatra, lo tortura inmisericordemente y luego arroja con desdén, con desprecio la perla al mar.

¿Adónde va entonces ese corazón adolorido, mutilado? Mirta Aguirre nos da la respuesta cuando dice:

"Mi corazón se ahogaría / si lo arrojara a la mar / La lágrima sin llorar al fondo lo arrastraría / ¡Ay la pena, quién diría / que así pesara un pesar! / Si lo arrojara a la mar / mi corazón se ahogaría." ¿Qué es entonces la mar? ¿Qué representa?

Martí la define como borrascosa, un símbolo apropiado para definir a la humanidad revuelta, tumultuosa y agitada, como diría Guillén, en "espumosa muchedumbre". Esas grandes masas llevadas de un lado a otro como las olas impelidas por el viento, esa muchedumbre abigarrada que golpea fuertemente las rocas.

El mar es utilizado por Martí como imagen de profundidad que describe acertadamente lo más bajo de la existencia humana. De hecho, volver al mar, de donde provino inicialmente la perla, es como morir en sentido espiritual. Es retornar al punto de partida, quedarse de pronto sin nada, sin cielo y sin tierra a que aferrarse, es tener que aprender a vivir los días con la ausencia de aquel beso del amanecer; es, indudablemente, "un morirse lento, implacable, a pedazos".

Por su carácter de movilidad perpetua, de informidad de las aguas, el mar representa fuerzas en dinamismo. Las cualidades destructoras del agua salada para las formas superiores de vida terrestre, la convierten también en símbolo de esterilidad. Y Mirta Aguirre dice que la pena sin llorar arrastra a su corazón, en este caso a la perla, al fondo, o sea, a la tristeza, a la depresión más profunda, a la más absoluta desesperación donde corre el riesgo de esterilizarse de por vida respecto a nuevos afectos (2).

En la poesía se produce un giro trascendental en los acontecimientos. Posteriormente Agar intenta recuperar lo que ha perdido, tal vez no por meditar en lo que esto significaba para ella, sino por su propio carácter ambicioso. Se dice que está furiosa, llora de rabia, de ira, de impotencia; y esto la corroe como una ponzoña venenosa.

Causa lástima cuando pide al mar que le devuelva la perla. Y se le caracteriza como loca; y es, que como dice el viejo refrán: "nadie sabe el bien que tiene hasta que lo pierde". El necio no es necesariamente malo, sólo que es irreflexivo, impetuoso, no piensa antes de hablar o de actuar. El poema nos ofrece una reprobación del mal cuidado que se ha tenido con el amor verdadero.

Es la mar, o lo que es igual, la vida con su carga de avatares quien le responde a la mora: – "Tú la tuviste y no la supiste valorar, no la acogiste con cariño. La majaste, o sea, la heriste en lo más profundo, machacaste, trituraste lo mejor de sus cualidades y sentimientos, la despreciaste. No insistas ahora, tú me la diste. Yo guardo la perla triste…"

Afortunadamente la vida es mucho más que desilusión y dolor, y siempre que un corazón resulta abatido queda para él la posibilidad de comenzar nuevamente. No importa cuántas personas semejantes a Agar encontremos en el camino, siempre aparecerá alguien que valore justamente nuestros sentimientos. Sólo hay que aprender a diferenciar para no tirar las perlas a los cerdos. Ya sea en forma de copa o de perla a este respecto resulta muy alentadora la máxima martiana: "Al corazón se le han de poner alas, no anclas."

A MODO DE CONCLUSIÓN

Hemos analizado una pequeñísima fracción del quehacer literario de José Martí. Sus imágenes aún danzan vivamente en nuestra mente, y es que su obra siempre habrá de deslumbrarnos por su colorido. Lo mismo es si investigamos en sus discursos políticos, en su epistolario, en su prosa viva y encendida. Martí se nos revelará eternamente como el maestro de maestros, como la persona de quien nunca derivamos pérdida alguna sino todo lo contrario.

El esfuerzo por conocer a un Martí "con todos y para el bien de todos" desde diversas perspectivas tendrá perpetuamente un premio seguro, pues de acuerdo a Cintio Vitier, "la compañía de su persona y de su palabra nos hace indiscutiblemente mejores, más felices, más fuertes y más cubanos."

Notas:

1- De acuerdo al relato bíblico del libro de Génesis capítulos 16 y 21, Agar, movida por el deseo insensato de que Ismael heredara los bienes paternos de los que disfrutaría Isaac, hijo de Abrahán con su esposa Sara, motivó a su primogénito a hostigar a su medio hermano menor mientras ella misma se burlaba de Sara a quien despreciaba, tras lo cual fue despedida de la casa de Abrahán. Agar por tanto es un símbolo de ambición, de torpeza, de superficialidad de criterios, dureza de corazón y altivez de espíritu.

El propio significado de su nombre nos dice mucho sobre lo que el símbolo representa en la composición. Agar es una persona huidiza, alguien que escapa del amor, que no desea lazos que la aten a nada ni a nadie en particular, que prefiere andar errante por el desierto de la vida antes de permitirse enraizar sentimientos, emociones, cariño en otro corazón, o dejar que este lo haga en el suyo que resulta refractario. Como diría Plácido, "sordo a los ayes, insensible al ruego".

Al ser la hija de un faraón degradada a la condición de esclava, de sirvienta de una familia nómada, Agar resulta pretenciosa, acentuándose este hecho después del parto de Ismael, pues recordemos que su señora era hasta ese momento estéril.

2- Mirta Aguirre utiliza una imagen muy acertada: "la lágrima sin llorar", para referirse al sufrimiento retenido, ese que se lleva dentro, pero que mata más deprisa que el que exteriorizamos, que es culpable de múltiples afecciones dentro de las que se encuentran las denominadas enfermedades psicosomáticas. Esa carga de angustia se lleva al corazón, convirtiéndolo entonces de sencillamente triste en la perla del dolor enumerada por Andersen. Y al respecto nos vienen a la mente las palabras de Hilarión Cabrisas en su poesía "La lágrima infinita" en la que retrata a alguien muy parecida a Agar cuando afirma:

"¡Esa!… La que en el alma llevo oculta, / La que no salta afuera ni se expande / en la pupila; la que a nadie insulta en un alarde de dolor / (…) ¡Esa infinita / lágrima (…)! que no ha mojado / el Sahara estéril de mi vida trunca / esa… no la verás. Porque en la calma / de mis angustias / se ha trocado en perla / Para verla hace falta tener alma; / y tú, ¡no tienes alma para verla!"

Allá, en el fondo del mar, alejado de todos, desterrado como un paria, el corazón afirma que necesita tiempo para reponerse del fracaso sentimental, amoroso y volver a confiar. Espera poder decir las palabras de Mirta, en esta oportunidad, aquellas que implican todo un desdoblamiento emocional:

"Yo me acostumbro amor, yo me acostumbro. / Yo me acostumbro a estar sin ti. ¿Lo entiendes? / Quiere decir, amor, que no amanece; / quiere decir que aprendo a abrir los ojos sin tu beso / quiere decir que olvido, amor, / que yo te olvido / (…) Lejos tu mano corta el pan para otra boca / Lejos suenan tus pasos como yo sé que suenan. / Lejos amor, muy lejos / Y allí, donde mi angustia está sin ecos tú sonríes, tú eres / y no sabes amor con cuanta sangre / con que amarga paciencia, / con cuanta fuerza para ahogar yo olvido, / yo deshago mi sueño / y me acostumbro amor, y me acostumbro."

Ha dejado de ser la perla rosada, aquella a la que el poeta define como "celaje tierno de allá de oriente / tierna violeta del mes de abril", y a quien le canta: "tú eres el ángel con quien yo sueño / extraño idilio de los poetas. / Alma sublime para las almas / que te comprendan fiel como yo". Es ahora una perla gris.

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Autor:

Antonio O. Tarajano Roselló

Técnico en Bibliotecología y Ciencias de la Información

Alumno de 4 to año. Licenciatura en Estudios Socioculturales

Universidad de Camagüey, Cuba.

Año: 2003.

Categoría: Literatura

 

Partes: 1, 2
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