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El origen de la idea de progreso en la historiografía medieval:

Enviado por davidclopez


    Indice1. Resumen 2. Capitulo 1 3. Capitulo 2 4. Capitulo 3 5. Capitulo 4 6. Capitulo 5 7. Bibliografia

    1. Resumen

    Importancia de la idea de Progreso y de buscar su orgen, condiciones básicas para la existencia de una idea de progreso según Collingwood. Recorrido por los pensadores que han creído en el progreso desde el siglo XX al siglo XVI, lo que finalmente nos lleva a la Edad Media.

    Oposición al Progreso en la Edad Media: el Pecado Original. Puntos a favor del Progreso: las Cronologías Universales, los Movimientos renovadores de Cluny y de Chartres. El historiador que conjunta todos esos factores: Monseñor Otto von Freising, quien en su "Historia de duabus civitatibus" muestra al progreso como acumulación de conocimiento.

    "Mientras más avanzada es la época en que estamos, más maduramente somos instruidos por la progresión del tiempo y las experiencias de las cosas. Entendiendo las cosas inventadas por nuestros predecesores en el mismo espíritu que ellos, podemos inventar nuevas cosas. De ahí que muchas cosas, ocultas a nuestros predecesores, hombres de radiante sabiduría y de eminente ingenio, nos fueran reveladas por el proceso del tiempo y el curso de los sucesos".(Kahler, 1998:126).

    Otto von Freising

    Indudablemente, todos los que tenemos algún grado de acercamiento a la Historiografía y a la Filosofía, por más que éste sea muy limitado, como es mi caso, reconocemos la trascendencia que ha tenido el concepto de "Progreso" para darle sentido al acontecer. Así pues, estudiar brevemente una de las primeras obras que emplearon ese concepto y los factores que contribuyen o se opusieron a tal uso adquiere también cierta relevancia.

    Nuestra visión del mundo medieval puede resultar enriquecida de este reconocimiento, dado que llegaremos hasta las concepciones de la llamada "Edad Media"; la complejidad del pensamiento del medievo es generalmente subestimada, sobretodo en cuanto a la caracterización del "Progreso", como lo vemos en la obra de John Bury "La Idea de Progreso", que afirma tajante que el inicio de ese concepto ocurrió durante el Renacimiento (Bury, l971: ).

    A pesar de la escasa preparación con que cuento, me propongo exponer aquí una sencilla búsqueda del uso del concepto de "Progreso", que aporte a la vez la comprensión de las ideas de una época, comenzando por definir tal idea, para luego evaluar, como dije anteriormente, algunos factores que influyeron en su surgimiento.

    2. Capitulo 1

    En nuestros días, tras las guerras mundiales y las líneas de pensamiento que, originadas en autores como Friedrich Nietszche y Arthur Schopenhauer, desembocaron en el posmodernismo, la creencia en el progreso humano y el optimismo han quedado prácticamente en el olvido.

    ¿Qué planteaba la idea de Progreso? Las tendencias varían, pero el punto básico era la creencia en la superación positiva del hombre de una etapa a otra de su Historia.

    Robin G. Collingwood evidencia que ello requiere de 2 condiciones básicas:

    1. El valor de lo humano.
    2. La posibilidad de comparar las obras de las sociedades en momentos distintos (Colllingwood,1946: 308-309).

    En un amplio recorrido por el proceso histórico universal no es difícil encontrar algún género de cualidades en el hombre, en su naturaleza, y alguna mejoría de un momento a otro, "… la diferencia entre el hombre de Neanderthal o de Aurignac, y Dante o Shakespeare es la primera prueba y la más sencilla de la evolución humana", afirmó Erich Kahler. (Kahler, 1970: 26).

    Sin embargo, cuando vemos un poco más a fondo el panorama, notaremos que la constante no es tan sólo la mejoría lineal ascendente, sino los retrocesos, estancamientos, avances, etc. Esto es, difícilmente se ha podido afirmar el progreso perfecto, lo que no tiene porque impedir el completo el progreso, si abrimos la puerta a cierta visión cíclica de la Historia.

    Habrían entonces, fases de ascenso que llegarían a su cenit, para dejar paso a decadencias y estancamientos de las que saldrá un nuevo progreso. Progreso, ciertamente, sólo en la medida en que no se hayan olvidado los aportes de los ciclos anteriores; de donde resulta que la Historia no es una recta ascendente, sino un espiral ascendente.

    Esta forma de darle coherencia al devenir, o éstas debiera decir, dado que no son exclusivas de una sola corriente, perduraron hasta bien entrado el siglo XX. En algunos casos, como lo advirtió Johan Huizinga, progreso se confundió con "evolución" en el sentido que emplean las ciencias naturales. (Huizinga, 1980: 23-36).

    Ahora bien, ¿quiénes creyeron en el progreso? Pues personajes como H.G. Wells, autor de "Outline of History"; H.W. van Loon ("History of Mankind"); J. Harvey ("The Mind in the Making"). Pero fue el siglo XIX el que estuvo rebosante de progreso, basta con mencionar a la principal corriente ideológica de la época: el positivismo de August Comte, que vislumbra la llegada de un "Estado Positivo", sucesor de un "estado metafísico" y otro "teológico", y que constituirá el esplendor de la racionalidad humana.

    Si revisamos otras tendencias decimonónicas también encontraremos Progreso. Dentro del materialismo histórico marxista se plantea la sucesión de modos de producción que llegarían al Comunismo, el momento cumbre del Progreso. Entre los idealistas, la dialéctica en 3 movimientos: tesis, antítesis y síntesis; fundamentada por Hegel, da idea del avance del Espíritu. Un historiador independiente en ese siglo, Gustav Droysen, por su firme creencia en la inteligencia y los valores humanos, es también de signo optimista. Qué decir del romanticismo: Fichte es el primero en plantear los pasos del proceso dialéctico; Schiller aprecia al presente como meta del progreso; Herder conecta la evolución de la naturaleza con la evolución humana. Kant, por su parte, encuentra en la maldad de la naturaleza humana el móvil del progreso, mismo que define como un camino a la racionalidad.

    El siglo XVIII tuvo a la Razón y su triunfo en la sociedad como meta del Progreso, Condorcet fue el principal exponente de esa idea. En el siglo XVII encontramos al padre de la visión espiral ascendente de la Historia: Giambattista Vico. Llegamos al siglo XVI, al Renacimiento, cuando Francis Bacon manifiesta su confianza en el futuro, mientras que Jean Bodin expresa la idea de una Historia Universal progresiva.

    Mas luego de este rápido recorrido desde el siglo XX al XVI parece faltar aún una verdadera búsqueda del origen de la idea del Progreso. La mayoría de los estudiosos de la Historiografía detienen su recorrido por las tendencias progresistas en Jean Bodin; sin embargo, no negando al Renacimiento la originalidad de su pensamiento, es difícil, sobre todo en Historia, considerar a una idea desligada de su pasado. Así pues, buscar los orígenes del uso del progreso nos lleva forzosamente a la Historiografía Medieval.

    ¿Qué se opone al Progreso en la Edad Media? John Bury nos lo deja en claro: el Pecado Original (Bury, 1971: 30-32).

    3. Capitulo 2

    Es de todos conocido que la mayor influencia filosófica medieval es el Cristianismo, y que la Historia no se encontró exenta de la visión providencialista que esa religión conllevaba.

    En ese marco debemos preguntarnos por la concepción temporal de la época; Evidentemente, era una idea lineal: "el cristianismo (…) es esencialmente una religión histórica"; (Bloch: 1998, 28) el Antiguo Testamento no es sino el relato de los acontecimientos que preparan al hecho histórico por excelencia: la Encarnación, Pasión, Resurrección y Ascención del Verbo divino.

    En la Epístola a los Gálatas de San Pablo se hace una distinción muy estricta entre "Antes de que llegaran los tiempos de la Fe" y "al llegar la Fe" (Gal. 4:23 y 25); la Epístola de San Pedro también insiste: "Miren como Cristo murió una vez a causa del pecado" (1P, 3: 18).

    "Luego vendrá el fin, cuando Cristo entregue a Dios Padre el Reino" dice San Pablo (1 Cor, 15:24), esto es, existe una evidente idea de que el devenir es la preparación del siguiente hecho histórico máximo: la Parusía.

    ¿Podrá existir el Progreso en esta linealidad Creación – Parusía?

    El Cristianismo, como el Judaísmo antes de él, no vive la Historia, la soporta, espera a que ésta finalice en la eternidad, que lleguen "los tiempos del alivio", "la restauración del mundo" (He 3: 20,21). La Historia es una condena al hombre, por ello se espera que termine, y es producto del Pecado Original: la condición humana de debilidad: "Todo lo que sale del hombre, eso lo hace impuro, pues del corazón del hombre salen las malas intenciones" (Mc. 7:21).

    La Historia, desde Adán y hasta Cristo, no es otra cosa sino una caída del hombre debida a su propia naturaleza pecadora, y si reconocemos esa "caída" negamos la posibilidad del progreso humano.

    La esperanza cristiana contra esa caída es la Gracia de Dios, posibilitada por la Pasión de Jesucristo y hecha realidad por la aceptación del cristianismo, en nuestras vidas. Tal aceptación implica la superación del pecado, la reconciliación con dios y la entrada a su Reino tanto en la Tierra (Iglesia militante) como en el Cielo (Iglesia Triunfante). El Reino de Dios se instalará definitivamente en la Tierra tras la Parusía.

    Así, lo único que podríamos llamar "Progreso" en la visión cristiana es el estado del pecador creyente, comparado con el del no creyente. Pero eso no es progreso en el mismo sentido que explicamos anteriormente; en principio, no se incluye a todo el género humano, sino sólo a los creyentes; no hay valor de lo humano por sí solamente, sino por ser creyente, mas ello no implica una sucesión progresiva.

    El Progreso, en apariencia no tenía espacio en esta concepción; sin embargo conviene concluir este apartado con las consideraciones de Agnes Heller respecto a este período: "no se excluye totalmente la interpretación del mito… (es decir, el dogma religioso) Cuanto más consciente de los problemas del tiempo y el espacio reales se hace la persona, mayor es la posibilidad de ofrecer una interpretación nueva del tiempo y el espacio universales como ‘idealidades’ " (Heller, 1986:23).

    4. Capitulo 3

    Ya expusimos una de las características de la idea cristiana de la Historia: la linealidad temporal en relación a la idea de progreso, que es nuestro tema central; ahora bien, es necesario comentar otras características de la producción historiográfica medieval.

    Una de las innovaciones que introduce el cristianismo es la interpretación global de la Historia (Carbonell, 1986:36) superando el etnocentrismo grecolatino. La Historia, en principio, era importante por ser escenario de los designios divinos y del desarrollo del pecado, de ahí que era legítimo su estudio aunque sin separarla de la revelación divina: las Sagradas Escrituras. Dado que en la Historia se realizan los designios de dios, (el Plan Divino) enfrentados con el pecado, todo el proceso histórico debía concordar con los libros históricos de la Biblia, los cuales inician esa revelación del sentido del pasado. La Historia es ahora el enfrentamiento de la Virtud y el Pecado, conceptualizados bajo la forma de la lucha entre las 2 ciudades agustinas: la de Dios y la Terrena.

    Así, cuando la Historiografía Medieval Cristiana narra el proceso histórico completo, lo hace bajo la forma de "Cronologías Universales": la exposición de todos los acontecimientos desde la Creación, revelando los planes de Dios y sus acciones, así como las que el Demonio realiza para evitar el éxito divino. La Historia desemboca entonces en una "Teología de la Historia" (Eliade, 1983 : 183).

    Pero a la vez, las Cronologías Universales pudieron ser el punto de cambio de la Historiografía Medieval, los otros productos historiográficos: las Historias eclesiásticas y las Vidas de Santos estaban mucho más controlados por la mentalidad religiosa dada la temática que trataban. En cambio, las Cronologías Universales y las obras de hazañas políticas y militares, por tratar de asuntos terrenales, serán el punto donde reaparezca el humanismo y el mejor sitio para apoyar el Progreso secular.

    5. Capitulo 4

    Al hablar del quehacer intelectual de la Edad Media nos estamos refiriendo a una labor en la que los protagonistas eran, por lo general, monjes; la Historia no fue la excepción, por ello debemos recordar un poco de la Historia Monacal, lo que además nos introducirá al principal autor que manejaremos.

    Dado que el mundo está lleno de pecado y, según expresión de San Pablo, hay que buscar la "vida de arriba", el modo más idóneo es la dedicación completa a las cosas de Dios. Así lo entienden los primeros anacoretas y mojes vagabundos, viven absolutamente en lo de arriba, han sabido apartarse y dedicarse a predicar, a sobrevivir con poco, en una palabra, son los nuevos "Apóstoles", enviado por Jesús sin arma alguna.

    San Benito de Nursia protagonizó la organización del monacato al instituir el Claustro como el lugar de refugio común a un buen número de monjes, donde pueden vivir con libertad sin mezclarse con la sociedad ni dar malos espectáculos.

    Los primeros siglos de la Edad Media hasta el Imperio Carolingio atestiguan una vida religiosa "virtuosa". Pero con la descomposición feudal que sigue al Renacimiento Carolingio, en los siglos IX y X, cunde cierto grado de desorden: aparecen la simonía, el nicolaísmo; el brazo secular traiciona la virtud que se comprometió a proteger; los conventos, monasterios y abadías son saqueados con cierta regularidad, la vida interior se relaja, ¿cómo salir de esa situación?

    La solución la comprenden (y la emprenden) seglares y eclesiásticios: mayor severidad. En ese marco, Guillaume d’Auverny, duque de Aquitania, funda la Abadía de Cluny en 910. En esa Abadía, que madurará por todo el siglo X, y dará frutos en las 2 centurias siguientes, se promovió una vida mucho más ordenada: se renueva el ascetismo, es decir, el trabajo durao para purificar cuerpo y alma. La abadía posee un amplio espacio para la agricultura, un granero y talleres para diversos oficios; los monjes organizan la construcción de claustros e iglesias que dan vida a poblaciones enteras; la alimentación se restringe; la oración es constante al igual que las Misas; las penitencias son rígidas y estrictas. La defensa y la expansión de la Fe por la Fe misma implican el trabajo de lectura y copiado de obras de la Patrística, además de la ciega confianza en el Dogma, no se necesita del raciocinio.

    Desde allí se hace un llamado a la autonomía de la Iglesia; al orden y disciplina internas; a deshacerse del nicolaísmo y la simonía; a la "Tregua de Dios"; a la limpieza del alma y el cuerpo; y a la obediencia absoluta de la Iglesia.

    La obra de Cluny la continúan en los siglos XI y XII los Vallombrosos, Camaldulenses, Cartujos y el Císter; así mismo, los Papas San León IX, Nicolás II, AlejandroII, San Gregorio VII, Urbano II, Gelasio II, Inocencio II y Eugenio III. Pero las figuras claves serían San Gregorio VII Papa, y San Bernardo de Claraval. El primero fue protagonista de la Querella de las Investiduras, defensor de la autonomía eclesiástica y de la severidad en el clero secular. San Bernardo fue interventor en los asuntos pontificios y predicador inagotable lo mismo de la Segunda Cruzada como contra las herejías y ataques al dogma, lo que resultó en la persecución de Pierre Abailard, Guilbert de la Porée y Arnoldo de Brescia.

    Ya que estamos en el siglo XU, el siglo de Pierre Abailard y Guilbert de La Porrée, conviene hablar del movimiento escolástico, derivado del resurgimiento de la vida urbana propio también del Renacimiento carolingio, pues es las principales ciudades donde se desarrollan las "Escuelas" anexas a las Catedrales.

    Para nuestros fines, nos basta recordar a uno de aquellos movimientos, enfrentado en cierta forma con el misticismo cluniascence: La Escuela de Chartres.

    En la sede episcopal a orillas del Eure, en el Orleanesado francés, se desarrolla un particular movimiento escolástico, heredero del trabajo de Constatino el Africano (1015 – 1087) y Adelardo de Bath (1070-?) quienes se caracterizaron, el primero por realizar viajes desde su ciudad, Cartago, recopilando manuscritos principalmente relacionados con temas médicos (Hipócrates, Galeno, médicos árabes y judíos); y el segundo por recuperar las obras de Platón e introducir su filosofía en el ámbito de la naturaleza.

    Si San Bernardo con la abadía agustina de San Víctor fueron los que encabezaron el movimiento místico; Pierre Abailard y la Escuela de Chartres inician, en cierta forma, el "humanismo".

    El Obispo Fulberto de Chartres abre la escuela en el siglo XI, continúan su obra Bernard de Cartres; Guilbert de La Porré, quien es impugnado por San Bernardo; Thierry de Chartres, defensor de Pierre Abaillard; Clarembaldo de Arras; Bernardo Silvestre; Guillaume de Conches y Juan de Salisbury.

    Puntos comunes de esta amplia lista de pensadores son su amor a las letras, el desarrollo del platonismo conciliado con el cristianismo, el empleo de la lógica aristotélica (Organon) y el estudio de la naturaleza (Parain 1974:138).

    La ciencia, certamente, siguiendo los preceptos de Capella: las Siete Artes Liberales, el Trivium (Gramática, Retórica y Dialéctica) y el Quadrivium (Aritmética, Geometría, Astronomía y Música).

    Puede afirmarse inclusive que la escuela de Chartres se guiaba por el siguiente principio: "para filosofar, el intelecto debe estar iluminado por el cuadrivio y poseer los instrumentos de interpretación propios del cuadrivio" (Reale y Antiseri, 1988:437).

    En fin, en el siglo XII se marca el inicio de la fuerte contradicción entre el cristianismo místico y el cristianismo humanista.

    Si buscamos un antecesor del humanismo renacentista, recopilador del saber clásico, conciliador con la religión, seculareizante e interesado en el saber científico, el movimiento de Chartres es el que sale a nuestro paso.

    6. Capitulo 5

    Hemos ya examinado el conepto de Progreso y el problema de su origen, lo que nos llevó a la Edad Media, donde el Pecado Original y su influencia en la concepcón medieval de la Historia parecen impedir la idea de Progreso, pero también nos encontramos en la Historiografía un canal abierto a su formación a través de las Cronologías Universales, aún más, mediante los movimientos de renovación mística – ascética y de recuperación del conocimiento clásico grecolatino que abren la puerta a los cambios de mentalidad. ¿Quién puede conjuntar estos factores, que parecen superar las visiones tradicionales del pensamiento medieval, e introducirlas en la Historiografía?

    Considero que la respuesta es Monseñor Otto von Freising (1114-1158), Obispo alemán autor de "Historia de duabus civitatibus", obra de la que no pude disponer, pero de la que obtuve referencias por medio de los libros de Erich Kahler, Charles Olivier Carbonell y Valdemar Vedel.

    Otto von Freising parece expresar muy bien las contradicciones que mencionamos líneas arrba: es un príncipe alemán de la Casa de Franconia y al mismo tiempo un católico devoto, nada más difícil en un nieto de Enrique IV, el Emperador que tuvo que ir a humillarse a Canossa ante San Gregorio VII para que le levantara la excomunión motivada por la simonía y la querella de las investiduras (1085). Aquella querella tuvo solución apenas unos años antes de que Urbano II convocara a la Primera Cruzada en el Concilio de Clermont-Ferrand en 1099. Las cruzadas fueron particularmente importantes, la segunda, que predicara San Bernardo, cuenta entre sus participantes al propio Otto (1147-1149).

    Tiempo despúes encontramos a este hombre de armas en el claustro del Císter, de donde pasa a ser diocesano de Freisingen, en ese cargo escribe la "Historia de duabus civitatibus", e inicia una biografía de su sobrino el Emperador Federico II; se le identificó además con la Escuela de Chartres, pues introduce en Alemania la lógica aristotélica (Hischbenger, 1971: 345).

    "Historia de duabus civitatibus" es una nueva Cronología Universal en la que se recorre, bajo los principios agustinos, todo el acontecer desde la Creación a lo largo de 6 grandes épocas que llegan hasta el reinado de los Hohenstaufen.

    Habiéndose vivido una Cruzada, donde las acciones de los hombres se subliman por sus santos propósitos; aunado a la pertenencia a una de las familias nobles más rebeldes a la jerarquía eclesiástica, y dedicado a contemplar todo el desarrollo del acontecer, el Obispo puede aprovechar el estrecho espacio de interpretación que permite el Cristianismo, haciendo señalamientos sobre la naturaleza de las acciones humanas y no sólo de las divinas.

    Babel y Jerusalén, la ciudad inconstante y la ciudad inmutable, se erigen una ante la otra en la Historia del de Freising, resultando victoriosa la Ciudad de Jerusalén. Aquí se vierte todo el anhelo de paz y orden que vimos emerger de Cluny dos siglos atrás, y que se explican por ser éste un Obispo cisterciense.

    El mundo, la Babel, por tanto, no es más que vanidad, pues nada es perenne; el diocesano lamenta su intranquilidad e inseguridad. Su interpretación utilitaria de la Historia es muy propia de la Edad Media: su obra sirve como un sermón que invita al desprendimiento del mundo terrenal para buscar la Jerusalén, a seguir el consejo de San Pablo. En suma, anhela la eternidad.

    Sin embargo, al recorrer la historia hace notar una particular forma de cambio dentro del movimiento terrenal: se ha ido acumulando conocimiento; piensa que el mundo va envejeciendo, cada vez sabe más; el presente ofrece mejores condiciones que el pasado por esa mayor comprensión del mundo. Hay aquí un sentido progresivo de los asuntos humanos.

    ¿Qué importancia tiene notar esta acumulación, producto seguramente de su contacto con Chartres? Pues que entonces la inestabilidad mundana es debida no sólo al pecado original, sino a la falta de conocimiento; el Imperio Romano fracasa por no tener la experiencia necesaria, todo lo perteneciente a la Babel es por ello inseguro.

    Así pues, lo único que produjo la caída del hombre fue generar el movimiento histórico, pero no por ello se impide la acumulación de conocimiento que se presenta como primera modalidad del progreso. Los ámbitos de la salvación del alma y del conocimiento del mundo están separados, no del todo, pero lo suficiente para sostener esta concepción.

    Según el Obispo, y atendiendo a una profecía de Daniel: "muchos habrán pasado y será abundante el conocimiento", el presente (su presente) es el momento para construir finalmente algo duradero y estable, pero eso significa la desaparición de la principal característica de la Babel y por tanto el triunfo de Jerusalén (Kahler, 1998:143) , lo que a su vez conduce a la proximidad de la "Parusía". Su anhelo de eternidad es también satisfecho en su obra, y con él el del movimiento de Cluny. A la vez, se conjuntan el "pseudoprogreso" religioso: la llegada de la era de la salvación, y una primera concepción del progreso humano.

    El hombre sigue siendo pecador; pero independentemente de su creencia o no en el cristianismo y gracias a la capacidaqd humana de conocer, es capaz de PROGRESAR con lo que se cumplen las características que establecimos como propias de una idea de progreso.

    Es más, podríamos cerrar este pequeño artículo con estas palabras escritas en 1951, que son muy similares a las del Obispo que citamos al inicio: "Así pues, hay progreso en el saber, en la técnica, en los supuestos y condiciones para nuevas posibilidades humanas, pero no en la sustancia del hombre" (Jaspers, 1985: 324).

    7. Bibliografia

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    Autor:

    David Carbajal