Reducida presentación, recomendaciones ligeras y algunos tips esenciales
Desde hace algunas décadas, la química, la física y la biología, junto a algunas especialidades de la ingeniería, la arquitectura, biotecnología y otras, colaboran con su experiencia para resolver diversas adversidades. Se busca desde estas "ciencias duras", aportar su conocimiento para resolver problemas concretos de la bibliotecología o para prevenirse de ellos.
La contribución desde las ciencias biológicas, en el presente caso, recae en la identificación de dificultades generadas dentro de éste área y su resolución, como así también asesorar, capacitar y difundir el conocimiento.
Respecto del acervo cultural, estas acciones pretenden complementar las actividades de bibliotecarios, archivistas, cartógrafos, museólogos, luthiers, coleccionistas y otros, con el fin de procurar la remediación de cuestiones relacionadas con este campo del saber.
Si bien no podemos conocer el futuro de una biblioteca y ni el de su contenido debido a situaciones inciertas y no previsibles (conflictos bélicos, destrucción, pérdidas, hurto, incendio, etc.), debemos tener presente que ese material está destinado a trascender los límites de nuestra vida, para lo cual le deberemos prodigar los cuidados necesarios.
Los libros están constituidos por una amplia gama de materiales orgánicos (papel, tela, pergamino, cuero, adhesivos, hilos, etc.) con el elemento químico carbono como componente fundamental y común de estos compuestos. Muchos son polímeros naturales y/o sintéticos que envejecen naturalmente y se deterioran hasta llegar a la ruptura de las cadenas moleculares que los constituyen (despolimerización).
La velocidad de deterioro depende la estabilidad propia de estos materiales, de la higiene, del uso, de la situación ambiental (temperatura, humedad, iluminación, contaminación), agentes biológicos, condiciones de almacenamiento, etc. Si bien es difícil cambiar la primera de estas variables, es posible trabajar sobre las demás para retrasar el envejecimiento natural y evitar la consecuente degradación.
El papel (del catalán paper), fue fabricado por los chinos en el año 105 d. C. a partir de residuos de seda, bambú, algodón, paja, arroz o cáñamo, entre otros despojos. Es un producto de la pulpa de celulosa, una pasta de fibras vegetales molidas, blanqueadas, secadas y endurecidas, a la que se le agregan aditivos para conferirle características especiales.
En la fabricación de algunos papeles todavía se emplea madera con lignina, componente ácido que deteriora al papel, daño que se magnifica por la contaminación del ambiente. Actualmente se está produciendo casi con exclusividad papel no ácido ("libre de ácido").
Papiro (del latín, papyrus) es el nombre un tipo de soporte obtenido a partir de la planta acuática egipcia que crece en las orillas del Nilo, llamada Cyperus papyrus.
El pergamino (del latín pergamina) se elabora desde de la piel de res curtida para poder escribir sobre él. Durante el proceso de preparación, sólo quedaba la dermis con la cual los europeos manufacturaban en la antigüedad libros u otros soportes.
Las tintas que se usaban para escribir eran de baja calidad y estaban compuestas por aceites minerales, resinas, carbón negro (hulla) y materiales secantes, combinación que provoca oxidación y corrosión en el papel.
Tintas ferrogálicas: se obtenían a partir de sales de hierro y ácido tánico (una combinación de glucosa y ácidos fenólicos). También conocida como "tinta de la corteza del roble", se usó desde el siglo V hasta el XX.
Tintas ferrogalatónicas: son soluciones acuosas a base de infusión de nuez y sales de hierro. Aparecieron en el siglo VIII.
Al escribir, el líquido penetra entre los intersticios de la fibra celulósica y queda en el seno del papel, por lo tanto quitarla resulta una tarea muy engorrosa.
Para la inclinación anglosajona, la Preservación determina medidas preventivas orientadas hacia la durabilidad de los documentos. La Conservación establece las medidas a tomar para la restauración del material dañado.
La escuela latina, en cambio, contempla sólo la disciplina llamada Conservación, de la que forman parte la Preservación (o conservación preventiva) y la Restauración: la primera, se ocupa de la prevención del deterioro de los documentos y la restante, de la reparación y recuperación de los documentos deteriorados.
Para la prevención del daño, primero hay que examinar el lugar donde está situada la edificación y los espacios internos en los que se encuentran las piezas. La implementación de diferentes medidas nos ayuda a garantizar el buen estado de los edificios de bibliotecas, sus documentos y otros objetos.
No pueden resolverse los problemas atendiendo sólo los guarismos de temperatura y humedad en el lugar.
Factores abióticos: su influencia en los objetos y en los edificios que los contienen, es muy importante y pueden ocasionar importantes daños.
Algunos son: contaminación natural y antrópica; temperatura; filtraciones de aire y agua; turbulencias; radiaciones; vibraciones; problemas edilicios; terremotos (deslizamientos, derrumbes, daños estructurales); erupciones volcánicas (daños por fuerzas físicas, gases tóxicos, lluvia de cenizas, colapso de estructuras, presencia de lava, deformaciones, movimiento de suelo, etc.); incendio (= daños en la estructura edilicia, pérdida total o parcial de bienes, destrucción de documentos, desintegración de equipos informáticos, etc.); inundación; hielo y nieve; huracanes (= tormentas tropicales) y tornados; lluvias y granizo; mudanzas; golpes accidentales; manipulación violenta.
En el caso del papel, la humedad significativa es la variable abiótica de daño más importante porque genera puentes de hidrógeno y en consecuencia provoca disolución de tintas y destrucción de la cola animal o vegetal, que ensambla las hojas. El alto porcentaje de humedad (> 70%) y su condensación facilita la aparición de hongos y bacterias, lo que lleva a la aparición de manchas y a la posible disgregación de los materiales de naturaleza orgánica (muy higroscópicos). Para que el papel no se rigidice y mantenga sus fibras flexibles, hidratadas, sin fragmentarse y conformando una verdadera barrera contra los hongos, la humedad debe estar alrededor del 50% en el lugar. Por otra parte, estos microorganismos producen agua metabólica cuya presencia en el medio incrementa el contenido de humedad, favoreciendo su multiplicación y estimulando el desenvolvimiento de su vida. Los otros 2 factores necesarios para el desarrollo de microorganismos, son: temperatura media a alta y nutrientes adecuados.
El pergamino y el cuero son altamente higroscópicos, es decir absorben y ceden humedad. Los documentos fotográficos y fílmicos también son muy sensibles a la humedad.
N. del A. Humedad relativa: es la relación entre el agua presente en una unidad de volumen y la que dicha unidad debería albergar para estar saturada, por eso se expresa en porcentajes (%).
Mantener bajos los niveles de humedad durante todo el año, obstaculiza y hasta se impide la generación de microorganismos, pero puede ser perjudicial para el papel. Debe lograrse establecer un equilibrio.
Respecto de la temperatura, la misma debe mantenerse ligeramente por debajo de los 24° C. Con estos guarismos se minimizan las reacciones químicas y se dificulta el desarrollo de microorganismos. Los riesgos aparecen por encima de 25° C constantes. La ecuación de Svante Arrhenius indica que según se incremente la temperatura, cada 10°C se duplica el número de reacciones químicas en un objeto dado.
Los cambios bruscos de temperatura y humedad producen contracción de los materiales con posible aumento de su volumen y luego daños químicos y biológicos. Por consiguiente, el clima debe mantenerse constante.
Contaminantes físicos: líquidos (domésticos, pluviales, agrícolas, industriales), gaseosos (ozono, amoníaco y ácido sulfhídrico, monóxido y dióxido de carbono, fluoruros, dióxido sulfuroso, óxido y dióxido de nitrógeno, etc.) y sólidos (hollín, polvo, ceniza, etc. cuyas partículas pueden ser gruesas, finas o intermedias).
Estos contaminantes son agentes de deterioro aún en bajas concentraciones porque cuando se depositan sobre los objetos, pueden penetrarlos y combinarse con el agua contenida en sus estructuras, formándose ácidos que lo degradan. Las partículas de polvo y otros elementos no deseados arrastrados por el viento, ensucian las superficies y producen abrasión, manchas y hasta destrucción, lo cual auspicia la llegada y colonización de microorganismos situación que coopera con el asentamiento de insectos y otros artrópodos. El polvo contiene una amplia variedad de sustancias tóxicas y 45 potencialmente tóxicas, exponiendo a las personas a riesgos de variada intensidad y diversidad.
Biodeterioro: es un fenómeno complejo que inicia con cambios no deseados e irreversibles de las propiedades químicas y mecánicas de los materiales que componen una obra y ocurre cuando se presentan condiciones ambientales que lo propician. Este escenario favorece la llegada de microorganismos (hongos y bacterias), de organismos vertebrados (aves, murciélagos, roedores) e invertebrados (insectos y otros artrópodos). Si las condiciones en el ambiente son propicias, aquellos se asentarán colonizando el edificio y las piezas pudiendo ocasionar daños de diferente magnitud. La mayoría de estos seres vivos encuentran allí materia prima para transformarla en la energía necesaria para desarrollar sus funciones vitales.
No debe alarmar la llegada de un animal potencialmente perjudicial al lugar o al objeto, el problema se inicia cuando lo coloniza (cuando se establece).
La velocidad de alteración del material bibliográfico depende la estabilidad propia de sus componentes, de la higiene, del uso, situación ambiental, contaminación, agentes biológicos, condiciones de almacenamiento, etc. Si bien es difícil cambiar la primera de estas variables, es posible trabajar sobre las demás para no acelerar el envejecimiento natural y evitar la degradación.
Biodegradación: es la destrucción o descomposición de un material dado ocasionado por actividad biológica. Por ejemplo, los hongos hidrolizan la hemicelulosa y se nutren de la celulosa y lignina deteriorando el papel al aparecer manchas oscuras, acidificación, liberación de ácidos y decoloración de tintas.
Fotodaño (perjuicio producido por la luz): toda luz es dañina, principalmente la que emite también radiación ultravioleta e infrarroja. La energía de la luz es absorbida y fragmenta las moléculas del papel, tintas y pigmentos produciendo oxidación, decoloración y oscurecimiento; desintegra materiales orgánicos y aparecen nuevos subproductos; el daño es acumulativo e irreversible; las emulsiones fotográficas también son fotosensibles y eventualmente fotolábiles. Además, la iluminación inadecuada, produce fatiga ocular en los lectores.
Respecto de las piezas, los sustratos susceptibles de biodeterioro son de origen animal y vegetal, con los cuales se elaboran pergaminos, papiro, cartón, papel, .
Evitar fluctuaciones bruscas de temperatura y humedad en salas y depósito: mantener entre 20 y 22º C (+/- 2°) y 50% (+/-5%) todo el año, día y noche.
Niveles de intensidad de luz para materiales fotosensibles: < 55 lux, < 50 mil horas-lux/año. Materiales menos sensibles: 165 lux. Evitar efecto acumulativo: bajos niveles por mucho tiempo = altos niveles por poco tiempo.
La celulosa, por ser una estructura orgánica compuesta por carbono, oxígeno e hidrógeno, es el carbohidrato más abundante en la naturaleza y forma la mayor parte de la biomasa terrestre. Estas macromoléculas se encuentran en la pared de las células vegetales y están constituidas por unidades enlazadas de glucosa (1 azúcar con 6 carbonos), formando una estructura aplanada de hasta 5 ? de largo. Otros polímeros vegetales, que forman una malla para brindar un soporte a la célula vegetal, son lignina (que imparte rigidez y fortaleza a las microfibrillas de celulosa), hemicelulosa (un polisacárido que compone la pared celular del vegetal, similar a la celulosa que se degrada con más facilidad), cutina (macromolécula componente principal de la cutícula de las plantas terrestres), pectina (compuesta por ácido péctico y pectato de calcio), suberina (actúa como barrera entre las plantas y el ambiente). La pared celular también tiene fosfolípidos y las proteínas extensinas y arabinogalactanas. Todo esto es un blanco ideal para el desarrollo de microorganismos.
Propiedades de la fibra celulósica: color blanquecino, constituye el 40% de la pared celular vegetal y el 50% de la madera; resistente a la tracción y a la deformación; gran capacidad de adaptación; insoluble en agua; hidrófila; establece enlaces interfibras; puede retener aditivos con facilidad; químicamente estable y es un recurso natural renovable.
Todas las superficies orgánicas pueden ser colonizadas por hongos bajo las condiciones de alta temperatura, humedad y disponibilidad de nutrientes. Estos microorganismos hidrolizan la hemicelulosa y se alimentan de la celulosa y lignina; también otros hidratos de carbono (como los almidones) son afectados por hongos debido a alta digeribilidad.
Consecuencias: manchas oscuras, cambios estructurales, decoloración de tintas, acidificación y liberación de ácidos.
Uno de los principales microorganismos que atacan los libros son los hongos de la División Ascomycota, individuos tabicados que producen ascosporas endógenas; hay unas 64.000 especies uni y pluricelulares identificadas, sin órganos (talófitos). Se sujetan a las fibras del papel y lo penetran, produciendo rupturas y degradación de la celulosa por medio de sus enzimas.
Algunos hongos filamentosos que dañan y debilitan la celulosa son: Trichoderma reesei, Phanerochete chrysosporium, Fusarium solani.
Condiciones termohigrométricas: la temperatura óptima para el desarrollo de hongos filamentosos oscila entre los 20 y 30° C, la humedad en el orden del 65% o más (hasta 85%) y el pH 5.5.
Viven en un medio con pH ácido (7).
N. del A. El pH se expresa en una escala numérica comprendida entre 0 y 14. Se usa para determinar acidez y alcalinidad (= basicidad) de una sustancia: 1 a 6.9: ácido; 7.1 a 14, alcalino; 7.0: neutro.
Ciertas bacterias también dañan la celulosa por la actividad enzimática. Algunas son: Acetivibrio cellulolyticus (anaerobio); Microbispora bispora y Cellulomonas spp (aerobios). La enzima endoglucanasa es producida por el género de bacterias citado en último término.
Las bacterias, unicelulares, son más resistentes y dañinas que los hongos; se encuentran en un rango de humedad más amplio (aprox. hasta el 98%), pH entre 7 y 8 y desde 0° (psicrófilos) hasta 65° C (termófilos) de temperatura.
Las bacterias desarrollan una película sobre el material en el que crecen, alterando las características originales y produciendo "bioensuciamiento".
Se han encontrado también en los archivos y bibliotecas, bacterias patógenas para el Hombre como Mycobacterium tuberculosi, Bacillus anthracis y Escherichia coli, los que de forma accidental también pueden alterar materiales celulósicos. Estas presencias se asocian con la suciedad, animales muertos o enfermos, agua estancada, agua de alcantarillado y fluidos ricos en nutrientes.
La humedad relativa alta en la superficie de una pieza, permite la germinación de esporas. Cuando se desarrollan producen agua metabólica que aumenta humedad y favorece la proliferación de todos los microorganismos.
N. del A. Agua metabólica es una fuente adicional de agua que los organismos la obtienen por oxidación a partir del metabolismo de las proteínas, grasas y carbohidratos. Juega un rol importante en los períodos de escasa cantidad de agua o en ambientes muy secos.
Ambos grupos de microorganismos producen enzimas (celulasas, proteasas) y ácidos orgánicos (oxálico, fumárico, acético, láctico, glucónico, glucurónico, etc.) que manchan el papel y modifican las condiciones físicoquímicas de los pigmentos, colas, etc. Los cambios de temperatura, luminosidad, naturaleza del aire y concentración de CO2, favorecen su actividad.
El contenido de humedad en un material es uno de los factores más importantes en el desarrollo de todos los microorganismos, ya que determina la cantidad de agua presente para la germinación de las esporas. Estos microorganismos atraen insectos al aumentar su valor nutritivo.
Los microorganismos también pueden desarrollarse sobre superficies inorgánicas (plástico, vidrio, metal) sólo cuando se encuentre sobre ellos, restos de materia orgánica (derrame de comida o bebida azucarada, etc.) y condiciones ambientales apropiadas.
No todos los hongos y bacterias son dañinos: algunas especies se usan para remover costras, nitratos y sulfatos de mamposterías, etc. Otros actúan como biosensores que detectan algún tipo de contaminación y otro grupo es empleado en actividades de biorremediación.
Modalidades de detección de microorganismos: inspección frecuente del edificio y su entorno, revisión periódica de su contenido, "olor a humedad", manchas superficiales.
Colonia de hongos vivos: de aspecto suave y al deslizar un objeto rígido sobre ella, queda el papel manchado por el lamparón fúngico extendido.
Hongos muertos: se muestran secos y polvosos. Al deslizarle un cuerpo resistente por encima, no queda mancha en el papel.
Micotoxinas: son metabolitos secundarios muy tóxicos que generan algunas especies de hongos y que afectan a las plantas y animales (incluidos humanos); se excluyen bacterias y otros microorganismos.
Foxing ("mancha de zorro"). Está causado por oxidación de la celulosa por aditivos y por el tipo de encolado utilizados (el encolado ácido genera degradación de la celulosa); blanqueo pobre o insuficiente lavado (no se eliminan totalmente las sales de hierro); microorganismos (principalmente hongos); factores ambientales desfavorables (temperatura y humedad relativa); tipo de tintas (ferrogálicas y ferrogalactónicas).
Consecuencias del foxing: debilitamiento y descomposición de la celulosa, lo que favorece el desarrollo de hongos y bacterias.
Cómo combatir el foxing: deteniendo la oxidación, minimizando la humedad y revirtiendo la acidez. Estas medidas, además, reducen la actividad fúngica.
Los hongos, a diferencia del foxing, pueden presentar colores variados (amarillo, morado, negro).
La suciedad en los objetos eleva su susceptibilidad al ataque de microorganismos y organismos. En muchos casos un objeto dado limpio no atrae a estos seres vivos, es decir cuando no tiene adicionados elementos nutricionales extras.
Factores antrópicos dañosos (accidentales y deliberados): desgaste por uso y movimiento de documentos; sobrecargas en la red eléctrica, cortocircuitos; averías; conflagraciones; psicopáticos (robo o hurto= colecciones incompletas, molestias los usuarios, etc.); terrorismo (daños indiscriminados); vandalismo (daños selectivos); bajo nivel de preocupación por el cuidado; sabotajes. Los usuarios desconsiderados aportan grasa al untarse los dedos con saliva para pasar las hojas, manipulan los documentos con las manos sucias, dejan sudoración y la microdescamación natural de los dedos, etc. El mal manejo del libro o la extracción intencionada de páginas o sus partes, produce ruptura y mutilaciones; las anotaciones en los márgenes, el subrayado con tinta o el uso de resaltadores, produce daños químicos por oxidación de la tinta y elevación del porcentual de humedad.
N. del A. Plaga: desde una posición antropocéntrica, se la define como una situación en la que una población numerosa de animales (insectos, aves, roedores) ocasiona daños a los variados intereses de las personas (salud, pantas cultivadas, animales criados, recursos culturales). La denominación inicial proviene del vocablo anglosajón "pest" pero al castellanizarlo, se argumentó que la palabra resultante (peste) recordaba a las grandes catástrofes de la historia, por lo tanto se concibió esta nueva palabra plaga.
Peculiaridades de las aves (palomas, gorriones): los materiales con los que construyen sus nidos y las heces depositadas propician el desarrollo de varias especies de parásitos. Las impurezas del plumaje estimulan el desarrollo de microorganismos (bacterias y virus), como también provocan reacciones alérgicas crónicas en las personas. Además, las aves se posan o construyen nidos en edificios, lo que produce acumulaciones de guano muy ácido. Se recomienda el uso de barbijos, guantes, vestimenta protectora y diferentes prácticas sanitarias a la hora de estar en contacto con estos residuos al realizar la limpieza o por tareas de mantenimiento. Cuando un pájaro ingresa al edificio, el revoloteo dentro de las salas produce turbulencias en el aire, dispersión de polvo y de parásitos. La alimentación innecesaria de palomas, fomenta el asentamiento, la suciedad y la anidación, situaciones que atraen insectos como los gorgojos derméstidos [Coleoptera: Dermesidae] que se alimentan de los excrementos y de restos del plumaje, lo que constituye un riesgo adicional en la biblioteca.
Particularidades de los roedores: en general establecen su territorio en un radio de hasta 60 metros, alcance que se reduce dentro de un edificio. Se alimentan muy rápido de cualquier objeto de una colección que esté compuesto por carbohidratos, proteína o lípidos (sus alimentos preferidos) o bien será dañado y removido hacia otro lugar. Por lo tanto son animales muy dinámicos y constantemente van por alimento, agua y materiales para construir sus nidos, todos recursos disponibles en una biblioteca. Tienen alta capacidad de reproducción, al morir son un importante foco de infección, orinan el terreno para dejar su rastro, depositan heces según exploran lugares, dejan pelos y marcas de grasa a lo largo de su camino. Pueden llevar sustancias nocivas en sus hocicos y no ingerirlas.
Las ratas, lauchas y ratones también usarán algunos lugares como áreas habituales para defecar, un comportamiento que intensifica el daño si esto sucede sobre o en el interior de un objeto. La orina se pude localizar con luz UV.
Los roedores muertos y su materia fecal atraen a las especies de insectos que se alimentan de las proteínas del pelo residual; muchos de estos artrópodos luego pueden propagarse a las colecciones. Una gran cantidad de patógenos son transmitidos a los humanos por sus residuos, por lo tanto se recomienda el uso de barbijos, guantes, cofias y vestimenta protectora para la limpieza de materiales apetecidos por estos mamíferos.
Características de los murciélagos: como las aves, dañan edificios y cuando ingresan a los depósitos también afectan al patrimonio que se encuentra allí ya que su orina es muy corrosiva y la materia fecal ("murcielaguina") tiene un aspecto similar a la de las lauchas. Una de sus particularidades es el desarrollo de la aptitud para volar, aunque tiene pelos y no plumas, constituyéndose en los únicos mamíferos que han transformado las patas anteriores en alas (presentan una membrana de piel elástica llamada "petagio"). Tales quirópteros (Orden Chiroptera, del griego cheir, mano y pteron, ala) antes del amanecer, se asientan en entretechos, taparrollos y recovecos mayores a 5 mm que dan al exterior, para quedarse allí hasta la caída del sol o sea durante las horas de luz. Pasan el invierno en estado de hibernación y durante las noches lluviosas vuelan poco, el 70% de las especies urbanas son insectívoras y cada noche ingieren hasta el 50% de su peso (aprox. 7 gr), pero las hembras preñadas y las que están amamantando duplican esta cantidad; como no comen de día, no atacan abejas ni otros insectos con actividad diurna; son vectores de varias especies de patógenos, entre ellos Lyssavirus tipo 1 ("virus de la rabia" [RABV]). En Argentina hay 57 especies de murciélagos identificadas. Es importante recordar que los mitos y leyendas a lo largo de la historia, han contribuido a generar mala prensa sobre los murciélagos, animales que no deben ser tocados ya que pueden responder mordiendo toda vez que se sientan amenazados.
Artrópodos. Según Lecointre y Le Guyader, en 2006 estaban clasificadas 830.075 especies de insectos y 100.800 especies de hongos. La Clase Insecta (del latin insectum, cortado), pertenece al Phylum Arthropoda (del griego árthron, articulación y poús, pie = animal invertebrado con patas articuladas).
De la cantidad de especies señalada, casi 70 de ellas pueden generar daños en las bibliotecas ya que allí encuentran productos con los atributos necesarios para completar su ciclo biológico, es decir es importante considerar los componentes del objeto antes que el tipo de pieza. Estos organismos están normalmente presentes en el lugar donde encuentran las colecciones, casi siempre debido a que ingresan al edificio a través de objetos infestados que se envían en préstamo, donación o que son adquiridos, siendo muchas de estas plagas transportadas alrededor del mundo a través del comercio y el turismo.
Según Weiss y Curruthers (1937) los primeros testimonios sobre insectos que dañaban a los bienes culturales aparecieron en hace más de 2300 años.
Algunos órdenes de insectos bibliófagos son: Dictyoptera (cucarachas), Orthoptera (grillos), Diptera (moscas), Coleoptera (gorgojos y escarabajos), Zygentoma (lepismas), Psocoptera (piojos de los libros), Isoptera (termitas), Hymenoptera (hormigas y avispas). Debido a su alta especialización, plasticidad, pequeño tamaño, movilidad, capacidad sensorial y alta tasa reproductiva, los insectos son una amenaza constante para las bibliotecas.
Las cucarachas son artrópodos cosmopolitas que comen todo lo que encuentran a su paso.
Lepismas, son insectos muy dañinos: producen raspaduras en material celulósico y en ocasiones las mismas derivan en pérdidas del texto.
Los piojos de los libros se constituyen como el enemigo más implacable de los archivos; el Orden Psocoptera está constituido por 1000 especies clasificadas. Se encuentra en papel y estructuras de madera dañadas por hongos.
Las termitas de la tierra, construyen los termiteros primarios fuera del edificio e ingresan al introducirse por las cañerías para emplazar sus nidos en el interior del mismo y acceder así a los materiales celulósicos y otros productos orgánicos, principalmente si se encuentran húmedos y con microorganismos. Además se conocen las termitas de la madera húmeda y las de la madera seca.
Las larvas de carcomas son muy peligrosas porque en bibliotecas y archivos se hospedan en papeles, madera, pergaminos, cueros, adhesivos y otros materiales orgánicos.
Los insectos y otros artrópodos que dañan madera y sus derivados (también llamados "celulosófagos"), no requieren los nutrientes que presentan los materiales de origen animal. Lo mismo ocurre en el caso contrario.
Condiciones que favorecen la llegada a una biblioteca de insectos dañinos y otros artrópodos nocivos como ácaros [Orden Acarina], ciempiés [Clase Chilopoda], milpiés [Clase Diplopoda], etc.: objetos de origen orgánico, temperatura desde 10° hasta 50º C, humedad desde 10 hasta 100%, oscuridad o penumbra, poco o ningún movimiento de aire ni de personas y objetos, falta de higiene y ausencia de sala para cuarentenarlos antes de su ingreso, entre otros requisitos.
La simbiosis es una opción frecuente que tienen los insectos para degradar la celulosa. Se pueden establecer 4 estrategias diferentes para su asimilación:
1) Disponiendo de protozoos en el tracto digestivo y/o bacterias que efectúan la hidrólisis. Es el caso de los escarabajos de la Familia Anobiidae, las termitas Kalotermes, las cucarachas (Orden Dictyoptera) y los insectos Zygentoma.
2) Sintetizando las enzimas celulasas, como es el caso de los cerambícidos (ej. Hylotrupes bajulus).
3) Cultivando hongos a partir de sus esporas, como las termitas Reticulitermes.
4) Quienes no son capaces de degradar la celulosa pero pueden alimentarse de los reservorios de almidón de las células vegetales. A este grupo pertenecen los escarabajos de la Familia Lictidae (ej. Lyctus brunneus).
Algunas especies de insectos y de otros artrópodos al buscar alimento o refugio, pueden provocar daño fortuito de diferente magnitud en materiales no hospederos primarios como es el caso de las carcomas (Familia Anobiidae) presentes en la madera: cuando la estantería de la biblioteca está elaborada con este material, las larvas al no distinguir los diferentes estados de la celulosa, pasan a infestar los libros de papel y de otros productos dispuestos sobre esta, donde pueden completar su ciclo pasando al estado de pupas de las que emergen los adultos.
La presencia de artrópodos muertos o sus partes y de su materia fecal en las colecciones, puede provocar reacciones alérgicas en las personas, por lo tanto al trabajar con objetos contaminados por insectos, habrá que tomar precauciones similares a las requeridas para manipular materiales con presencia de microorganismos.
Ciempiés, milpiés, bicho bolita (o cochinilla de la humedad), alacranes y arañas son artrópodos carnívoros que se alimentan con insectos y otros pequeños invertebrados vivos, por lo tanto de algún modo son nuestros aliados ya que no sólo los combaten naturalmente sino no afectan tejidos muertos. Cuando estos organismos son detectados en los depósitos, queda claro que estos sitios tienen aberturas por las que pueden ingresar alimañas, situación que habrá que atender a la mayor brevedad. También, su presencia debe impulsarnos a buscar algún foco de humedad porque estos aparecen cuando esos guarismos son elevados.
Arañas y alacranes, sólo atacan (se defienden, en realidad) a otros animales y a las personas cuando se sienten agredidos.
El impacto producido por la presencia y actividad de organismos dañinos puede ser perfectamente manejado, para lo cual hay que adoptar medidas básicas y oportunas en las diferentes áreas del edificio. Para determinar presencia/ausencia, épocas de ataque, movimientos de las poblaciones dañinas, preferencia por tal o cual materia, etc., se realiza el monitoreo biológico. Consiste en la instalación de trampas con atrayentes (trampeo) y de observar el material (libros, estanterías de madera) para definir su estado (muestreo). A partir de esta información, de ser necesario se adoptarán las medidas correctivas más convenientes. La identificación correcta de las especies dañinas constituye el primer paso para la toma de decisiones.
Los programas sistemáticos de detección por monitoreo (biológico y climático) pueden desenmascarar problemas en etapas tempranas, generando apropiadas respuestas para limitar los daños.
Gestión biológica o natural (antes llamada "control biológico" de insectos dañinos y luego "manejo biológico") realizado por: artrópodos predadores (arácnidos, algunos coleópteros, etc.), insectos parasitoides (pequeñas avispas que ponen huevos en otros insectos) y entomopatógenos (microorganismos que enferman a insectos: hongos, bacterias, nematodos, virus y otros). Si bien es un método que puede ser usado con relativo éxito, no se aconseja su empleo en bibliotecas porque los artrópodos predadores y parasitoides que se liberen pueden generar repulsión en las personas. El caso de la dispersión de entomopatógenos, debe ser evaluado en cada caso.
Procedimientos químicos (antes "control químico"). Historia: 1867, arsénico + plomo; 1882, caldo bordelés (sulfato de cobre + cal); 1939, dicloro difenil tricloroetano (DDT) organoclorado sintetizado en 1874; 1945, otros organoclorados; 1950, organofosforados; 1969, carbamatos; 1970, piretroides;
Más tarde llegaron los productos biorracionales (inhibidores de la respiración y de la transmisión nerviosa, reguladores de crecimiento, etc.), antialimentarios, feromonas, polvos inorgánicos y otros que se tratarán mas adelante.
En todos los casos, hay que retirar el objeto del sitio donde se infestó y proceder de la siguiente manera:
a) limpiar ese lugar, monitorear las piezas y otros materiales, aunque no se muestren dañados;
b) en caso de resultado positivo, deberán ser tratados en su totalidad en otro sitio. El primer paso es fundamental para que al retornar la pieza a la biblioteca, no sea nuevamente afectada.
El dicloro difenil tricloroetano fue sintetizado en Geigy por el científico austriaco Othmar Zeidler (1850-1911) en el año 1874. Sin embargo Paul Müller (1899-1965) fue el químico suizo que descubrió propiedades de este producto aplicable para luchar contra los mosquitos vectores de patógenos que producían malaria, fiebre amarilla y otras enfermedades, acción que significó que en 1948 se le otorgara el Premio Nobel de Medicina.
Prohibición del DDT: con la aparición del libro "Primavera silenciosa" (1962) cuya autoría pertenece a Rachel Carson, quedaron expuestas las primeras evidencias sobre los efectos nocivos de este organoclorado: se acumula en los tejidos grasos, es licuable en disolventes orgánicos, casi insoluble en agua y tarda excesivo tiempo en degradarse y desaparecer.
Uso de plaguicidas químicos
Ventajas: es el procedimiento de combate, que al ser bien aplicado, más rápidamente produce la muerte del agente causal del daño.
Inconvenientes: por incorrecto empleo, es peligroso para la salud del aplicador y siempre para la integridad de la pieza, actúa luego de impactar sobre el animal, pueden encontrarse residuos en objetos, los animales hacia los que está orientado el método pueden desarrollar resistencias, contamina el ambiente, su uso generalizado enmascara otros problemas, no son específicos, estimulan la aparición de otras poblaciones o plagas secundarias, alto costo económico del producto y de la aplicación por personas capacitadas y autorizadas.
Hay que tener presente que estas sustancias están combinadas con productos disolventes, estabilizantes, etc.
Las piezas tratadas pueden absorber y retener al plaguicida químico aplicado, lo que hace peligroso su manipuleo inmediato en el caso que el objeto no haya sido ventilado.
Los productos terápicos asperjados tienen diferente respuesta cuando se aplican sobre huevos, larvas, pupas o adultos. En general, los 2 primeros estados juveniles son los más resistentes, razón por la cual alcanzar la mortalidad de todos los insectos adultos, no garantiza haber acabado con la totalidad de la población, principalmente en las especies cuyas larvas se encuentran en el interior del sustrato (madera, libros).
En el caso de optarse por este medio de lucha y por lo tanto se convoque a una firma de "control de plagas" para llevar adelante esta actividad, no sólo deberán cumplir con los requisitos legales (empresa registrada, personal autorizado, etc.), sino que las autoridades de la biblioteca deberán solicitar información sobre cómo se realizará el trabajo, tipo de producto a emplear, modo de trabajo del personal, estado de los equipos, etc.
Resistencia a un plaguicida. Se define como "un cambio heredable en la sensibilidad de una población, que se refleja en repetidos fallos de un producto para alcanzar los niveles de control esperados al ser usado. A una situación de resistencia puede llegarse por el uso abusivo o mal uso de un plaguicida, que resulta en la selección de formas resistentes y la consiguiente evolución de las poblaciones que se convierten en refractarios a ese producto.
Con esto comprobamos que el plaguicida ideal, no existe.
Uso correcto de fungicidas y bactericidas: localizar todos los objetos afectados, aislar las piezas atacadas y colocarlas dentro de bolsas de plástico; buscar la fuente de humedad y solucionar el problema. Sólo para personas entrenadas, leer las instrucciones citadas en la etiqueta del envase y el prospecto, evitar su inhalación (usar mascara, guantes y otros elementos de seguridad durante la aplicación y previamente), el mal uso produce toxicidad y se pueden generar enfermedades en personas sensibles, remover los hongos y/o bacterias antes de su aplicación, no intervenir sobre los hongos para evitar diseminación de esporas, dejar el producto en su recipiente original (no trasvasar) y con su etiqueta acostumbrada, almacenar en lugar seguro, tener cuidado con la pieza y su soporte ya que algunos están formulados a base de solventes, los recipientes vacíos serán enjuagados 3 veces y luego destruidos o perforados para impedir su reutilización, usar aspiradora con filtro de malla muy fina o con trampa de agua para remover esporas remanentes. Siempre, agregar datos curativos a la historia del material.
Insecticidas vegetales
Aceite de neem (o nim o margosa): es extraído de las semillas de Azadirachta indica, un árbol originario de India y Birmania que ha sido introducido en muchas regiones tropicales. Luego de su preparación se asperja sobre los objetos dañados por insectos, sobre los que la azadiractina (su principal componente de efecto insecticida) tiene un efecto antialimentario que impide el crecimiento, reduce la fecundidad y por lo tanto, las oviposturas, disminuye los niveles de proteínas y aminoácidos en la hemolinfa e interfiere en la síntesis de quitina.
Rotenona: es un flavonoide extraído de las raíces de las leguminosas Derris elliptica y Lonchocarpus utilis que actúa como repelente y como insecticida por contacto e ingestión inhibiendo el metabolismo.
Piretrinas: se obtiene de las flores de Chrysantemum cinaerifolium. Este piretro daña el sistema nervioso central y periférico de los organismos invertebrados, ocasionando descargas repetidas y convulsiones. Su característica más importante recae en el efecto que le produce al insecto cuando toma contacto con la superficie tratada: deja de alimentarse y cae ("knock down").
Otros productos son: nicotina, pelitre, cebadilla.
Insecticidas minerales
Tierra de diatomeas o diatomita: es una roca silícea formada por diatomeas, que son algas marinas unicelulares y fosilizadas con esqueleto silíceo. Es un producto polvoso.
Caolín o caolinita: es una arcilla blanca muy pura que se utiliza para la fabricación de porcelanas, aprestos, ciertos medicamentos y como agente adsorbente (sustancia que es retenida en una superficie). Se lo puede emplear solo o como parte de los componentes de insecticidas, es decir como material de acompañamiento de biocidas.
Alúmina nanoestructurada: es otro polvo insecticida a base de óxido de aluminio que al ser aplicado, puede proporcionar una alternativa económica y confiable para el manejo de plagas artropódicas.
La tierra de diatomeas, el caolín y la alúmina, se pueden usar como plaguicidas al dispersarlos por el lugar en el que se encuentran insectos, los que al nutrirse de un determinado hospedero también ingieren estas partículas con bordes filosos que les generan lesiones en el tubo digestivo (como desgarros) y además la fijación sobre sus cuerpos, les produce deshidratación y muerte. Si bien son insecticidas no venenosos y naturales (productos con acción similar se usaban hace 4000 años), su espolvoreo en una biblioteca generará problemas en la higiene del lugar.
Para alejar murciélagos (está prohibido matarlos por Ley Nacional de Fauna N° 22421) aplicar en sus refugios ?-naftol en aerosol más o menos a las 21 horas, horario en el que no están en el lugar. Si se encuentra en el interior del edificio, cuando se los descubre a la noche hay que cerrar el lugar, apagar las luces y abrir la ventana. Cuando hay luz natural, colocarlo en una caja o recipiente similar (sin tocarlo) y liberarlo en las primeras horas de la noche. De modo permanente, colocar bolillas de naftalina en sus cuevas
Para ahuyentar palomas y otros pájaros: cables antiposamiento, redes o pinches metálicos en los sitios donde se detienen.
Para luchar contra roedores: trampas con cebo tóxico, extremar las mediadas de limpieza y cerrar todos los lugares potenciales de ingreso. Cuando se encuentre un animal muerto, tomarlo con guantes, introducirlo en una bolsa y desecharlo.
Insecticidas naturales y algunas medidas culturales
Cucarachicidas: a) ácido bórico con harina blanca o azúcar o fécula o leche condensada (1:3); b) bórax con azúcar (1:3); c) cinta adhesiva con dulce; d) azúcar y bicarbonato de sodio; e) derramar agua hirviendo en tuberías y desagües con frecuencia.
Contra insectos voladores: cortar una botella de plástico por el medio. Colocar agua tibia y azúcar en la parte inferior. Cuando el agua se enfrió, agregar (sin mezclar) levadura de cerveza fresca. Luego insertar la mitad superior de la botella dentro la inferior con el pico hacia el fondo. Envolver la parte inferior de la botella con un paño oscuro y el dióxido de carbono producido atraerá a los insectos voladores quienes podrán entrar fácilmente, pero resultará muy dificultosa la salida.
Contra lepismas ("pez de plata", "rapaz de fuego"): enrollar una hoja de diario o de calidad similar, humedecerla y dejarla durante la noche en los sitios donde los hemos detectado para que ingresen a tal cilindro. A la mañana siguiente tomar ese rollo, comprimirlo en los extremos y quemarlo. Otros métodos: esparcir viruta de cedro por lugares donde se los ve deambulando (por ej. contra las paredes) o pulverizar con jugo de limón o lavanda y siempre sellar grietas de las paredes o zócalos.
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