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Borges, filósofo y matemático. Revista Esfinge

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    En palabras de Mario Vargas Llosa, "el estilo de Borges es inteligente y límpido, de una concisión matemática, de audaces adjetivos e insólitas ideas, en el que, como no sobra ni falta nada, rozamos a cada paso ese inquietante misterio que es la perfección".

    Aunque normalmente no tendemos a relacionar Literatura y Matemáticas, en las obras del escritor argentino Jorge Luis Borges hay un marcado interés por ciertos conceptos filosóficos y matemáticos. Borges se sintió fascinado por el "inmediato e inaccesible encanto de las matemáticas, que apenas un simple hombre de letras puede entender o imaginar entender". Lo que centrará nuestro interés serán algunas ideas matemáticas que son la base de su pensamiento sobre el infinito, el laberinto, el tiempo y la realidad. Por otra parte, el estilo de Borges está dirigido por una arquitectura estructural muy bien pensada y un desarrollo lógico, empleando una economía de recursos certeramente planeada: nada sobra en ellos, pero nada falta. La matemática ha sido el centro de algunas producciones literarias y filosóficas famosas: algunos de los diálogos de madurez de Platón, como Teeteto y Timeo, colocan la matemática en el centro de la atención, y más recientemente podríamos citar a autores matemáticos tan dispares como Pascal o Lewis Carrol. Borges ha sido un buen modelo en el arte de conjugar el conocimiento matemático con el interés narrativo y expresivo.

    Recordando las palabras de un matemático de este siglo: "La matemática es bella en sí misma, un monumento mucho más perenne que el bronce e incluso, como la mejor música, mucho más universal que las producciones literarias, aunque su belleza, —tan sólo asequible a los ojos del alma—, en frase de Platón, no se alcanza sin cierto esfuerzo que nos la haga connatural y familiar. La matemática es una aventura del espíritu que ha producido objetos mentales que no pierden con los siglos nada de su esplendor y grandeza. La matemática es, como lo proclamaron ya los pitagóricos de hace más de 25 siglos, la herramienta adecuada para acercarnos a las raíces y fuentes de la naturaleza eterna."

    BORGES FILÓSOFO

    Borges es el escritor más filosófico del siglo XX, pues aparte de escritor, es también un pensador. Borges afirmaba que "no soy filósofo ni metafísico; lo que he hecho es explotar, o explorar —es una palabra más noble—, las posibilidades literarias de la filosofía". Borges desarrolla ideas filosóficas desde una dimensión literaria que relaciona contextos diferentes y valora lo fantástico de una creencia antes que su verdad ontológica. Sus conceptos de filosofía o de filósofo son muy amplios. Frente a la opinión generalizada que afirma que "filósofo es el hombre versado en la historia de la filosofía, en la cronología de los debates y en las bifurcaciones de las escuelas…", en un discurso a la muerte del escritor argentino Macedonio Fernández en 1952, afirma de éste que "fue filósofo, porque anhelaba saber quiénes somos y qué o quién es el universo".

    Borges hizo literatura al filosofar y filosofó al hacer literatura. Hay un trasfondo filosófico en todos sus relatos que se refleja en su concepción peculiar del tiempo, el espacio, la muerte, el infinito, la existencia humana y el mundo. Borges toma el mundo existente y real como si fuera una alucinación o una idealización dentro de la cual vivimos, sin darnos cuenta. El amor por la filosofía le vino a Borges de su padre, quien le contaba las paradojas de Zenón de Elea para negar el movimiento. También escuchaba hablar de Platón y de otros filósofos clásicos. Posteriormente, durante su permanencia en Europa, Borges aprendió por sus propios medios alemán para leer la Crítica de la razón pura de Kant, pero la dificultad de lectura de ese tratado le hicieron pensar que sería mejor intentar con filósofos dotados de mayor poder de escritura, como Friedrich Nietzsche, que le supuso el acceso a la doctrina del Eterno Retorno, y a Arthur Schopenhauer, cuyo libro central, El mundo como voluntad y representación, citó numerosas veces en sus escritos. Los pensadores clásicos, Platón, Aristóteles, Plotino, le interesaron hasta el punto de estudiar griego para leerlos, aunque no pasó de las declinaciones. En latín, aunque con la ayuda de versiones en inglés y español, leyó a Séneca. Y por último, podemos encontrar también influencia del budismo en su idea del infinito, y del judaísmo a través de la cábala.

    Su camino filosófico no fue estrictamente académico. Le gustaba, como a Lewis Carroll y a Chesterton, razonar paradojas, crear situaciones intelectuales de desconcierto, vindicar lo extraño. Lo que le fascinaba de una doctrina eran sus posibilidades literarias.

    Borges estaba animado por el deseo de presentar metáforas de contenido filosófico. Buscaba sugerir misterios, no explicarlos. Su propósito fue el de introducir al lector en los temas fundamentales de la filosofía: el tiempo, el azar, la muerte, la identidad. Su principal logro, en este aspecto, ha sido animar a miles de lectores a adquirir conciencia de problemas de la filosofía que de otro modo les hubieran sido ajenos. Al restar valor a la filosofía como dogma que permite entender el universo por completo, ha constituido un nuevo camino que impone la reconsideración de viejos problemas olvidados.

    En su afán de criticar los dogmas filosóficos establecidos, Borges no pretende llevar al hombre al caos, sino que hace que cada uno busque su salida del laberinto. Recordando de nuevo sus palabras, filósofo no es aquél que ha aprendido (de memoria) los argumentos de otros, sino que deduce y descubre los suyos propios.

    APUNTE BIOGRÁFICO DE BORGES.

    El 24 de agosto de 1899, nace en Buenos Aires Jorge Luis Borges en casa de Isidoro Acevedo, su abuelo paterno. Es bilingüe desde su infancia y aprenderá a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela materna, de origen inglés.

    Georgie, como es llamado en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. A los siete años escribe en inglés un resumen de la mitología griega; a los ocho, La visera fatal, inspirado en un episodio del Quijote; a los nueve traduce del inglés El príncipe feliz de Oscar Wilde.

    En 1914, y debido a su ceguera casi total, el padre se jubila y decide pasar una temporada con la familia en Europa. Debido a la guerra se instalan en Ginebra, donde Georgie escribirá algunos poemas en francés mientras estudia el bachillerato (1914-1918). Su primera publicación registrada es una reseña de tres libros españoles escrita en francés para ser publicada en un periódico ginebrino. Pronto empezará a publicar poemas y manifiestos en la prensa literaria de España, donde reside desde 1919 hasta 1921, año en que los Borges regresan a Buenos Aires. El joven poeta redescubre su ciudad natal, sobre todo los suburbios del Sur, poblados de compadritos. Empieza a escribir poemas sobre este descubrimiento, publicando su primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923). Instalado definitivamente en su ciudad natal a partir de 1924, publicará algunas revistas literarias y con dos libros más, Luna de enfrente e Inquisiciones, establecerá ya en 1925 su reputación de jefe de la más joven vanguardia.

    En los treinta años siguientes, Georgie se transforma en Borges; es decir: en uno de los más brillantes y polémicos escritores iberoamericanos. Cansado del ultraísmo (escuela experimental de poesía que se desarrolló a partir del cubismo y futurismo) que él mismo había traído de España, intenta fundar un nuevo tipo de regionalismo, enraizado en una perspectiva metafísica de la realidad. Escribe cuentos y poemas sobre el suburbio porteño, sobre el tango, sobre fatales peleas de cuchillo (Hombre de la esquina rosada, El Puñal).

    Pronto se cansará también de este ismo y empezará a especular por escrito sobre la narrativa fantástica o mágica, hasta el punto de producir durante dos décadas, 1930-1950, algunas de las más extraordinarias ficciones de este siglo (Historia universal de la infamia, 1935; Ficciones, 1935-1944; El Aleph, 1949; entre otros). En 1961 comparte con Samuel Beckett el Premio Formentor otorgado por el Congreso Internacional de Editores, y que será el comienzo de su reputación en todo el mundo occidental. Recibirá luego el título de Commendatore por el gobierno italiano, el de Comandante de la Orden de las Letras y Artes por el gobierno francés, la Insignia de Caballero de la Orden del Imperio Británico y el Premio Cervantes, entre otros numerosísimos premios y títulos.

    Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de junio de 1986.

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