El pensamiento marxista- leninista : Cuba, un ejemplo a seguir.
Enviado por Bárbara Anialkys Caballero Ramírez
El pensamiento marxista- leninista en los procesos revolucionarios de América Latina: Cuba, un ejemplo a seguir
La recepción de las ideas marxistas contó desde un inicio con premisas muy distintas a las del mundo europeo y norteamericano, por el grado de maduración de las relaciones capitalistas y el movimiento obrero, sin embargo existen similitudes con las corrientes filosóficas e ideológicas de sus representantes.
Existen dos tendencias conocidas dentro de las teorías de Marx el "materialismo histórico" y el "materialismo dialéctico". La tesis fundamental que el término materialismo histórico denota —enunciada por Marx y Engels en diversas obras— es que las producciones comúnmente llamadas "espirituales" (el derecho, el arte, la filosofía, la religión, etc.) están determinadas, en última instancia, por la estructura económica de la sociedad en donde se manifiestan.
El hecho histórico primario consiste, para Marx, en la producción de bienes materiales que permiten la supervivencia de los individuos y de la especie. Para poder hacer historia, los seres humanos deben antes que nada lograr vivir, es decir, satisfacer sus propias necesidades fundamentales: comer, beber, vestirse, disponer de una vivienda, etc.
Son estas necesidades primarias las que estimulan al ser humano a buscar, en el mundo natural, los objetos y los medios que le permitan satisfacerlas. La relación entre el hombre y la naturaleza —entendida como relación entre la necesidad humana y el objeto natural que la colma— es la base del movimiento de la historia. Se trata de una relación dinámica, dialéctica, que no desaparece una vez que una necesidad primaria ha sido satisfecha. De hecho, esta satisfacción y el instrumento adoptado para lograrla inducen nuevas necesidades y llevan a la búsqueda de nuevos medios para satisfacerlas.
Marx ha llamado modo de producción al conjunto dado por las relaciones de producción y las fuerzas productivas. El modo de producción es el verdadero fundamento de la sociedad, lo que determina su ordenamiento en las distintas articulaciones: jurídica, política, institucional, etc. Es a partir de esta base material (la estructura) que se desarrollan todos los fenómenos que comúnmente se relacionan con la conciencia o con el espíritu (la superestructura).
En el siglo XX la interpretación del marxismo elaborada primero por Plejanov y Lenin, y más tarde por Stalin, entiende al marxismo fundamentalmente como "materialismo dialéctico", es decir como una doctrina filosófica materialista (se podría casi decir una cosmología) en la que la dialéctica —o sea el procedimiento lógico desarrollado por Hegel— juega un papel central: es, a un tiempo, la ley evolutiva de la materia y el método teórico-práctico que permite la compresión del mundo físico y de la historia, y que indica por lo tanto, cuál es la acción política correcta.
Aquí la filosofía de la naturaleza elaborada por Engels —que en la interpretación precedente constituía solamente el marco filosófico para la obra sociológica y filosófica de Marx — deviene central y se superpone al materialismo histórico. También en este caso se entiende al marxismo como una "ciencia", pero no en el sentido de una disciplina propiamente experiemental: se trata ahora de una ciencia filosófica considerada "superior", que se basa en la aplicación de las leyes de la dialéctica hegeliana a los fenómenos naturales, y que integra y supera a las ciencias empíricas.
Con Stalin, el "materialismo dialéctico" se transforma en la doctrina oficial del partido marxista-leninista soviético y de los partidos comunistas que dependen de él.
La mediación entre estos dos polos opuestos, la necesidad y su satisfacción, —y, por lo tanto, entre hombre y naturaleza — está constituida, para Marx, por el trabajo. Es por medio del trabajo que el hombre crea los instrumentos con los cuales obtiene de la naturaleza los objetos que le son necesarios.
Toda época histórica se caracteriza por un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas, expresión que define simultáneamente el conjunto de las necesidades y de los medios de producción (técnicas, conocimientos, hombres, etc.) empleados para satisfacerlas. A estas fuerzas se corresponden específicas relaciones de producción, de trabajo, que ligan entre sí a los hombres empeñados en la fabricación de los bienes materiales necesarios para la existencia.
He aquí cómo Marx expresa este concepto fundamental en el prefacio de la Crítica de la Economía Política (1859) que contiene una exposición sintética del materialismo histórico: En la producción social de su existencia los hombres se encuentran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad, es decir, en relaciones de producción, que corresponden a un determinado nivel de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.
El conjunto de relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual. No es la conciencia la que determina el ser de los hombres sino que, al contrario, es el ser social de los hombres el que determina su conciencia. Sobre la base a estos principios, Marx reconstruye la historia de las sociedades humanas a partir de las comunidades primitivas hasta la sociedad burguesa de su tiempo.
Para Marx la historia está dada por la sucesión de diversos modos de producción a través de los cuales los seres humanos logran disponer de los bienes materiales necesarios para la subsistencia. El pasaje de un modo de producción a otro no sigue un proceso lineal, continuo, sino que al contrario, se da como ruptura del orden precedente, ruptura detonada por una dialéctica interna. Un modo de producción entra en crisis cuando sus elementos fundamentales —las fuerzas productivas y las relaciones de producción— se vuelven recíprocamente contradictorias.
En ese momento se verifica una transformación revolucionaria y se establece un nuevo modo de producción. Con este aparece también una "cultura" y una "conciencia" nuevas que suplantan a las anteriores. Marx dice al respecto:
"A un cierto nivel de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción en vigor, o para utilizar un término jurídico, con las relaciones de propiedad con las que han marchado hasta ese momento. Luego de haber sido formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se transforman en obstáculos para las fuerzas productivas mismas. Llega entonces una‚ época de revolución social. Con la modificación de la base económica, la enorme superestructura se derrumba por completo más o menos rápidamente"[1].
Para Marx, con la creación de la sociedad comunista termina el proceso histórico, o mejor dicho, concluye la prehistoria de la humanidad y se inicia una fase radicalmente nueva de la existencia social humana.
De igual forma concibe la especificidad del ser humano, su característica fundamental en cuanto perteneciente a una especie natural determinada, la especie humana, consiste en la transformación de la naturaleza por medio del trabajo. El hombre es, fundamentalmente, homo laborans. Varios aspectos de una tal concepción llegan a Marx directamente de Hegel. Éste había sostenido en la Fenomenología del Espíritu (aunque con una perspectiva distinta) que toda la realidad histórico-social, cultural y aun natural es un producto de la actividad de los hombres, una "objetivación" de la conciencia humana. También para Hegel el trabajo — que transforma contemporáneamente a la naturaleza y al hombre mismo — constituye la vida y la conciencia de la especie.
El otro aspecto fundamental (estrechamente ligado al anterior) de la antropología de Marx se encuentra en la afirmación de que el hombre es, por esencia, social: "El hombre es un "zoon politikon" en el sentido más literal: no sólo es un animal social, sino también un animal que puede individualizarse únicamente en la sociedad"[2]. "La esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo. Es en su realidad el conjunto de las relaciones sociales"[3].
Por consiguiente, la esencia humana no reside en alguna característica que se pueda ubicar en el interior de un individuo aislado, en su conciencia. Por el contrario, ella se encuentra, por así decir, en su exterior, en la sociedad, en el conjunto de relaciones sociales que el hombre establece con sus semejantes. Colaborando entre sí para transformar a la naturaleza, los hombres construyen una especie de ser colectivo, social, comunitario. Y es sólo aquí que la esencia humana se manifiesta plenamente:
"El intercambio de actividad humana dentro de la producción misma, así como el intercambio de productos con el otro, es equivalente a la actividad de la especie y al espíritu de la especie, cuya existencia real, conciente y auténtica, es la actividad social y la satisfacción social. Así como la naturaleza humana es la verdadera naturaleza comunitaria o el ser comunitario de los hombres, estos a través de la activación de su naturaleza crean y producen un ser humano comunitario, un ser social que no es un poder abstracto, universal, opuesto al del individuo aislado, sino que es la naturaleza o esencia de cada individuo aislado, su propia actividad, su propia vida, su propio espíritu, su propia riqueza"[4].
El hombre se transforma de ser natural en ser verdaderamente humano únicamente en la sociedad. Y sólo en la sociedad resulta comprensible y realizable la tarea que le ha sido asignada a la especie: la humanización de la naturaleza.
"La esencia humana de la naturaleza existe solamente para el hombre social: en efecto, sólo aquí la naturaleza existe para el hombre como vínculo con el hombre, como existencia de él para el otro y del otro para él … sólo aquí la naturaleza existe como fundamento de su propia existencia humana. Solamente aquí la existencia natural del hombre se ha vuelto para el hombre existencia humana; la naturaleza se vuelto hombre. Por lo tanto, la sociedad es la unidad esencial, plenamente realizada, del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el naturalismo completado del hombre y el humanismo completado de la naturaleza"[5].
Sin embargo, también la desaparición de la burguesía y la victoria del proletariado están determinados por las condiciones materiales de la sociedad y no por un impulso revolucionario puramente voluntario. Marx se expresa así:
"Una conformación social nunca desaparece antes de haber creado todas las fuerzas productivas que es capaz de desarrollar; y las nuevas relaciones de producción, más elevadas, jamás logran reemplazar las precedentes antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan sido generadas en el seno de la antigua sociedad"[6].
La experiencia histórica ha demostrado que el rigurosos análisis de Lenin a las transformaciones que se produjeron en su época en el capitalismo partiendo de los estudios a la obra de Marx ha permitido comprender muchos fenómenos actuales en la lucha revolucionaria contemporánea. De ahí que en América Latina ser marxista significa ser marxista – leninista con la concepción dialéctica – materialista y práctico – revolucionaria de Marx y Engels. Implica la defensa tanto de la doctrina teórica como el estar dispuesto a luchar por el socialismo según las condiciones lo exijan.
En Cuba uno de los precursores del marxismo fue el cubano Carlos Baliño quien fundó junto a Mella el Partido Comunista, dada su propia formación autodidacta como líder obrero. Además la historia del marxismo en América Latina presta especial atención a la significación que produjo la Revolución cubana y a dos de sus figuras más importantes Fidel y el Che.
El desarrollo del marxismo – leninismo en esta región tiene en cuenta también las repercusiones en otras latitudes, de ahí que la Revolución cubana constituye un punto nodal en el progreso del marxismo en América Latina, sobre todo después del período de rectificación de errores durante el cual se supera el dogmatismo y se coloca al país a la altura de las exigencias de se época.
Fidel Castro como continuador de las ideas de Baliño consideraba que los rasgos que definen a un comunista son: "la austeridad, el espíritu de sacrificio, el desinterés, la modestia, la honestidad, la actitud solidaria y el heroísmo (…)"[7]. Al propio tiempo considera que la imagen superior de comunista en América para el pueblo cubano es el Che Guevara. Para el Che el hombre era el hombre era un factor fundamental para la germinación del proceso socialista.
"En él se confiaba, individualizado, específico, con nombre y apellido, y de su capacidad de acción dependía el triunfo o el fracaso del hecho encomendado"[8].
En 1961 Ernesto Che Guevara expresaba:
"La Revolución cubana ha contado con factores excepcionales que le dan su peculiaridad y factores comunes a todos los pueblos de América que expresan la necesidad de esta Revolución".
El Che partiendo de las ideas de Marx en cuanto al período de transición al comunismo plantea que no puede simplemente reproducir una ideología sino que depende de la realidad en cada país latinoamericano. Añade además que:
"En este período de construcción del socialismo podemos ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no esta todavía acabada; no podría estar nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo de formas económicas nuevas. Descontando aquellos cuya falta de educación los hace tender al camino solitario, a la autosatisfacción de sus ambiciones (…) Lo importante es que los hombres van adquiriendo cada día más conciencia de la necesidad de su incorporación a la sociedad y al mismo tiempo de su importancia como motores de la misma"[9].
Elemento que reafirma el hecho inobjetable de la Revolución cubana de que desde sus inicios hubo clara conciencia de que la vía fundamental de superación del viejo régimen era la crítica de las armas. Esta se nutre de las ideas marxistas – leninistas y de la batalla ideológica que orienta la dirección del proceso revolucionario cubano.
Los ataques de la Revolución Cubana, a los pueblos latinoamericanos, a los países socialistas y al marxismo-leninismo le han conducido, a lo largo de su historia, a una interpretación científica y revolucionaria del mundo frente a la especulación y el derrotismo.
Con el derrumbe del socialismo en la Unión Soviética y en los países de Europa del Este, así como con la euforia triunfalista del imperialismo y, en consecuencia, con sus intentos de globalizar el neoliberalismo, el postmodernismo y la desideologización, la humanidad se enfrenta a nuevos y enormes retos para la supervivencia.
Es por ello que en el plano de los Estudios Socioculturales se libran batallas para contrarrestar los embates de las teorías reaccionarias que pretenden acabar con los mejores y más nobles valores e ideales del movimiento progresista internacional. En la actualidad los indicadores que desde este ámbito educativo se pretende trasmitir son la preservación de la identidad cultural, la memoria histórica, rescate del patrimonio cultural.
En estos tiempos uno de los conceptos más fustigados por la demagogia imperialista ha sido el de ideología, el cual se ha pretendido eliminar no sólo de la filosofía, sino del lenguaje y la cultura de los pueblos en general. No obstante, en Cuba en las últimas décadas, se ha consolidado una trinchera de combate en defensa de nuestra ideología sobre todo desde lo cultural.
El pensamiento marxista – leninistas en Cuba tienen entonces en los promotores socioculturales los factores excepcionales para su permanencia dado que como tarea fundamental centra al hombre que explotado por el capitalismo y la clase social burguesa se empina sobre ella para formar y fomentar la identidad nacional. La palabra de orden para los egresados de la carrera de Estudios Socioculturales sería según palabras del Che:
"El hombre del siglo XXI es el que debemos crear aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por sus conflictos se pervierta y pervierta a las nuevas Lo que deberá ocurrir no aisladamente sino tomando en consideración los acontecimientos que sacuden a otras partes del mundo; así como la atención al análisis de una problemática nacional como forma de enriquecer la teoría"[10].
El carácter abierto y creador que debe caracterizar al promotor sociocultural se nutre de esta característica del marxismo en el continente ya que como agente impulsor su tarea inminente es "humanizar las condiciones de existencia del hombre o sea transformar el ser y la conciencia"[11]
Esto evidencia como no se pueden ver separadas las ideas del marxismo – leninismo de los Estudios Socioculturales. Su revisión crítica es en los tiempos actuales más necesaria concibiendo los propios cambios ideológicos, económicos y políticos que sufre América Latina y particularmente nuestro país. El fomento entonces, de este pensamiento con la guía pragmática que nos legó el Che es premisa indiscutible en las aulas universitarias, independientemente de la materia y carrera en la que se imparta.
Autor:
Lic. Milena Medina Pérez
Lic. Bárbara Anialkys Caballero Ramírez
[1] K. Marx. Zur Kritik der politischen Oekonomie. Traducción italiana de B. Spagnuolo Vigorita, Roma 1976, pág. 31. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[2] Fragmento de una Introducción a la Crítica de la filosofía del derecho escrito por K. Marx en 1857. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[3] K. Marx. Thesen über Feuerbach, VI tesis. Traducción italiana de M. Rossi, Roma 1950, pág. 84. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[4] Texto inédito de los Manuscritos, MEGA, I, 3, págs. 535-536, citado por J. O’Malley en su Introducción a Critique of Hegel’s Philosophy of Right de K. Marx, Cambridge 1970, pág. XLIII. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[5] K. Marx. Manuskripte, trad. cit., pág. 113. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[6] K. Marx. Zur Kritik de politischen Oeconomie, trad. cit., pág. 32. Citado por R. Mondolfo, Umanesimo di Marx, Torino 1968, pág. 337. También en Grundrisse, trad. it. di E. Grillo, Florencia, 1978, Vol. I, pág. 5.
[7] Pablo Guadarrama González: Marxismo y Antimarxismo en América Latina, Universidad de Colombia 1990.
[8] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[9] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[10] Ernesto Che Guevara: El Socialismo y el hombre en Cuba, Editora Política, La Habana, 1988.
[11] Pablo Guadarrama: Opus cit.