Y es que sobre la base de la doctrina de los modernos esotéricos occidentales surgidos a finales del siglo XIX, los gurúes, maestros y canalizadores de mensajes pseudoangélicos de esa "Nueva Era", para romper con la tradición cristiana del infierno y del demonio, y en su reivindicación del Edén terreno y de la esencia divina de sus pobladores humanos, parecen desdeñar y negar la naturaleza maléfica de los componentes que conforman su propia estructura interna, y en definitiva se han empeñado en ocultar u obviar la existencia del Mal ínsito en el alma humana. Y aunque "Nada hay oculto que no deba de ser revelado", que dice el Evangelio, es también evidente que hay que atemperar tal abstracta aseveración con otra del mismo origen: "cuando el tiempo de la exteriorización sea el adecuado". Parece que ha llegado el tiempo de hacer exotérico lo que era oculto, porque la Humanidad necesita ese conocimiento para poder sobrevivir y para que se cumpla el designio crístico, y precisamente por eso mismo fue que a principios del siglo XX, con la llegada del final del Kali Yuga (el "fin de los tiempos"), que algunos estudiosos e investigadores del mundo espiritual, por medio de la percepción ultrasensible, han descubierto y descrito, con más detalle y detenimiento que jamás en los tiempos anteriores las características de esas fuerzas del Mal y su papel en el desarrollo evolutivo del hombre y del Plan Divino, pero obviamente solo para aquél que quiera ver, que tenga oídos para oír y ojos para ver ("Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá… Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres").
Sabemos por las descripciones del trabajo de Rudolf Steiner que básicamente existen tres tipos de Entidades Opositoras o Retardatarias a nivel macrocósmico, que tienen su representación microcósmica ineludiblemente en la interioridad humana. De manera somera y muy sintética (la obra del autor antroposófico está a la disposición de cualquier interesado en la materia) las jerarquías que representan ese Mal en nuestro sistema solar serían, de mayor entidad y rango a inferior, las siguientes:
1) Los Asuras, cuya característica fundamental es la entropía, la creación y la destrucción de la materia, el caos y la nada. Se originaron inicialmente en la Jerarquía de los Tronos, del primer coro de las jerarquías Divinas Creadoras, que generaron a los Archai del 3ª Jerarquía, y están dirigidos por Soradt, aquél al que Cristo llamó el "Príncipe del mundo", el demonio solar, el Anticristo. Los Asuras promueven el dolor físico y moral en el hombre precisamente porque se alimentan de él (por ejemplo en los sacrificios humanos aztecas o de otras religiones del pasado y en los actuales genocidios, guerras y catástrofes), y por ello mismo promueven el asesinato, el sadismo, la crueldad y la violación del alma en cualquiera de sus formas, como patrocinadores del ego asúrico y destructor de todos aquellos que por dinero o por poder han vendido su alma y su dignidad de una u otra forma.
2) Los seres Ahrimánicos, que originariamente formaron parte de los Kyriotetes o Espíritus de Sabiduría, de la segunda de tales Jerarquías creadoras, que generaron a los Arcángeles de la tercera, y que están dirigidos por el denominado Señor del Mundo: Ahriman, también conocido como Satán, Señor de la mentira, de la materia y de la ciencia tecnológica, así como por Mefistófeles y por Sanat, el PseudoCristo. Ahriman genera formas en la materia, por lo que es el preservador y congelador de la materia, constituye el ideal y la utopía en Occidente en cuanto a los objetivos básicos de nuestra civilización material y de la humanidad todavía infantil: salud, dinero y amor. Si los Asuras generaron la materia y posibilitaron la existencia de la dimensión físico material de la realidad, siendo su objetivo final la destrucción total y la entropía perfecta, con el correspondiente sufrimiento en el hombre que constituye su alimento, Ahriman moldea y da forma a dicha materia, imitando así la labor del Verbo creador, pues es su labor el desviar la atención fuera del Cristo real, como un permanente Pseudo-Cristo que es. Con todo, el ahrimanismo orientalista de la Nueva Era es ago así como una espiritualidad materialista de izquierdas, un espiritualismo hedonista y light que le quita hierro y sufrimiento al espiritualismo de corte luciférico judeo-cristiano tradicional, en el vaivén histórico de tesis y antítesis filosofico-religiosas opuestas.
3) Los seres Luciféricos, proceden de la Jerarquía de los Dynamis o Espíritus del Movimiento, del segundo Coro, por debajo de los iniciales seres ahrimánicos. Son los Agnisvattas de la teosofía orientalista, los Espíritus del Fuego, llamados también Manasaputras (o Hijos de la Mente), cuya jerarquía generó a los Angeles de la tercera. Así como Lucifer actuó como el Prometeo que originariamente aportó el fuego de la autoconciencia al ser humano, su excesivo rigor moral y su rechazo del mundo material le llevaron a pactar con el Mal para escapar del mundo terráqueo y arrastrar consigo al ser humano a su Nirvana espiritual de donde procede, desviándose así del Plan de las jerarquías Divinas creadoras. Se puede decir que estas entidades luciféricas se van acercando paulatinamente a Cristo, y que son los primeros seres retardatarios a redimir por la labor anímica y consciente del hombre en su incipiente colaboración iniciática con las Jerarquías Creadoras. Si la caída de los primeres seres luciféricos consistió en la separación de su consciencia de la del resto de Jerarquías Divinas, y de su acto surgió luego el ser humano y la autoconciencia, han sido los Asuras los que sobre esta base establecieron el egoísmo como fuerza de separación y poder de exclusión.
Lucifer encarnó en China hacia el año 2500 a. de Cristo, y ahora, por derecho jerárquico, le tocaría el turno de encarnar en la tierra al mismo Ahriman en estos principios del siglo XXI, pero ese derecho, que anuncian desde hace años los discípulos ahrimánicos, primero con el fallido "mesías" Krishnamurti y luego con el pretendido Maitreya, viene siendo boicoteados permanentemente por los Asuras y particularmente por sus seguidores humanos de las Logias oscuras. Aunque la influencia de los Asuras sobre los seres ahrimánicos ha sido constante por su superioridad jerárquica, Ahriman comenzó a independizarse de tal prevalencia a partir del s. XV con la aparición de la Ciencia moderna a través de hombres como Descartes, Newton, Adam Smith y otros después, que se mueven todos ellos bajo la directa influencia del ámbito ahrimánico, pero ese campo científico se convirtió enseguida en una especie de religión asúrica con gentes como Francis Bacon y Charles Darwin (éste con su visión estrictamente asúrica de la naturaleza mediante la selección natural y la supervivencia del más fuerte y el más apto), que hicieron de la ciencia, como es en nuestros tiempos, el único espacio cuasiespiritual en el que habría de creer el hombre moderno, en sustitución del verdadero espíritu que en nuestro sistema solar corresponde a las tres Jerarquías Divinas: la del Padre, la del Hijo y la del Espíritu Santo.
La ideología utópica de las sociedades esotéricas orientalistas promueve esta peculiar mezcla de creencias básicamente ahrimánicas, con peculiares matices luciféricos de carácter esencialmente budista y chamánico, que seducen, fascinan y cautivan a tantos buscadores y aspirantes occidentales, que terminan alienados del verdadero Cristo (quien ya anunció de manera expresa: «…vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán» Mateo 24:5 y Lucas 21,5-11) y cuya imagen y cuya palabra imitan y tergiversan pretendiendo hacer aparecer al Cristo como un componente más de la llamada jerarquía de maestros ascendidos, un Cristo ñoño, idílico y casi hollywoodiense opuesto a Aquél que en su día advirtió a los tibios diciendo: "O estáis conmigo o contra mí, no se puede servir a dos señores…", y que no es sino el Logos Solar, el Verbo galáctico hecho hombre, el Redentor resurrecto.
Y mientras tanto la entidad regente ahrimánica, que se halla retirada a la Shamballa subterránea desde la catástrofe atlante, está en ese interior de la tierra diseñando su civilización supertecnológica, a la espera de encarnarse sobre la tierra. Y como su filosofía "espiritual", que entre otros valores preconiza principios sociopolíticos maravillosos como el compartir, la justicia económica y social, la fraternidad y la cooperación global contra el hambre para crear un mundo más razonable y justo, es tan aparentemente crística y justa, consigue, en nombre de ese santo paraíso terrenal que proclama, atraer y convencer fundamentalmente a aquellos que carecen de un Yo real libre e independiente, incluso de un ego consistente en el mundo, y por tanto de una individualidad madura, ya que, en el rechazo del mental y de la capacidad de pensar autónomo que los discípulos ahrimánicos desprecian como egóico y separativo, esos que se auto-reivindican como discípulos, demuestran ser básicamente pre-egos idealistas y románticos, presas lábiles y fáciles para las voraces entidades ahrimánico-asúricas.
Por ello es obvio y fácil de constatar que la profecía crística se está cumpliendo ya en tantos aspirantes y discípulos caídos en tal señuelo, y que, si no despiertan de tales letargos y espejismos, acabarán ensalzando y adorando al mesías Ahrimánico cuando éste aparezca. Y por tanto es preciso insistir una vez más en que solo mediante la conquista del Yo y de la individualidad el hombre podrá reconocer su verdadera naturaleza crística y divina, porque si lo que los maestros de la sectas orientales tratan de evitar por todos los medios es el conocimiento del Mal y de las potencias adversas que lo encarnan en el hombre, es precisamente para mantener bajo su dominio devocional sacerdotal al hombre bienintencionado y falto de Yo, y por ello propagan una ideología propia del pasado en la que el individuo carece de autonomía real, al hacerle depender de guías externos, gurúes y maestros de distinto ropaje. Y resulta paradójico y sorprendente que decir algo tan obvio como todo esto, sea rechazado pretextando que este tipo de consideraciones y análisis son un mensaje anticuado producto de un miedo clásicamente católico o del terror bíblico, en vez de, quizás, reexaminar el velo y el pozo del espejismo en el que están sumidos.
Fue Steiner el que explicó reiteradamente que lo que más teme el hombre, lo que le produce un pánico insoportable es la experiencia consciente de lo suprasensible, pues la naturaleza humana no tendría la entereza necesaria para reconocer la existencia y características del Mal, y que solo podría mirarle cara a cara si es capaz de renunciar al ego y de entregarse expresamente al Cristo, pues el ego asúrico que habita nuestro metabolismo introduciría un miedo cerval a todo aquél que intentase ponerle a la luz en su camino inciático. Y es que la aparición del Morador del Umbral provoca tal temor que solo los valerosos serán capaces de trascender ese pavor, y de ahí que por temor a ver la humanidad llega hasta el punto de renunciar a la clarividencia y al acceso a los mundos espirituales. Y renunciar al uso de la lógica y el sentido común, a la facultad del sano discernimiento y de la correcta crítica, es precisamente bloquear el paso a la Percepción Suprasensible, al dejar de reconocer las cosas como son y a llamarlas por su nombre es decir la existencia del Mal y su operatividad en nuestra propia vida y en vida social, política y económica.
Quizás sea oportuno recordar aquí la visión de algunos filósofos (como Hegel o Heráclito) que entienden como las claves del progreso al antagonismo y el conflicto, es decir la tensión entre los pares de opuestos, como puedan ser la Luz y las Tinieblas, o el Bien y el Mal, es decir la dialéctica entre ambos extremos antagónicos, la comprensión de la historia humana funciona irremisiblemente a resultas de la lucha, la destrucción y la muerte resultantes del enfrentamiento trágico de ambos opuestos: Ahriman vs. Lucifer, o el Asura Soradt vs. Ahriman. Así como a lo largo de esa historia la afirmación inicial o tesis es seguida automáticamente por la negación o antítesis, porque es así ineludiblemente por la naturaleza de las cosas, tras la oposición violenta de ambos polos, lo idóneo es el punto intermedio armonizador y superador de aquellos extremos anteriores, la reconciliación de los opuestos o síntesis que surge posteriormente. Cristo es el equilibrio sanador consciente y voluntario y la transcendencia superadora de todos esos opuestos a lo largo de la evolución humana.
Y aunque existe esa guerra declarada por el dominio en el mundo entre los Asuras con sus Logias (como detentadores del poder del terror, la represión, el nihilismo, el predominio absoluto del valor económico y la destrucción total en su condición de generadores de la materia física que son), y Ahriman con sus propias Logias (como promotor a su vez del idealismo espiritual materialista e infantil, el gobierno mundial del mundo y del reparto generalizado de los bienes materiales así como modelador de la materia en instrumentos inorgánicos y tecnológicos de vida artificial animados por espíritus elementales), Cristo no intervendrá ni participará en esa lucha, sino que permanece contemplando y espera a que los seres humanos caigan en la cuenta de la verdad de ese juego perverso, afronten su propio Mal kármico, lo asuman conscientemente cargando con su propia cruz, y le reclamen abriéndole sus corazones, a través del desarrollo del Yo como reflejo del Cristo individualizado . Cuando el Principio del Yo tome las riendas de la personalidad interna en lugar del ego y éste se vaya disolviendo progresivamente se producirá el encuentro con el Cristo, de carácter individual en cada caso, donde estén presentes la consciencia, la voluntad y la libre elección del individuo, lo cual resultará en un intercambio energético que conformará el potencial de sus futuros discípulos, aquellos que se pondrán a su lado en los momentos transcendentales de la historia.
Autor:
Emilio Sainz
Artículo extraido de la Revista Biosophia
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