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Errores paleobiológicos

Enviado por Jesús Castro


  1. Paleobiología
  2. Dinosaurios mal catalogados
  3. Oviraptor
  4. Conclusión

La Paleontología deriva su nombre de los vocablos griegos "palaios" (antiguo), "onto" (ser) y "logía" (tratado, estudio, ciencia). Es, pues, la ciencia que estudia e interpreta el pasado de la vida sobre la Tierra a través de los fósiles. Por este motivo, algunos autores la consideran como una "biología histórica". Se encuadra dentro de las Ciencias Naturales, posee un cuerpo de doctrina propio y comparte fundamentos y métodos con la Geología y la Biología, con las que se integra estrechamente. Se divide en tres campos de estudio: Paleobiología (que estudia los organismos del pasado en todos sus aspectos, tanto sistemáticos como fisiológicos, ecológicos, etc.), Tafonomía (se encarga del estudio de los procesos de fosilización y la formación de los yacimientos de fósiles) y Biocronología (estudia la edad de las entidades paleobiológicas, su ordenación temporal y la datación de eventos bióticos del pasado).

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Por su propia idiosincrasia (eminentemente especulativa y subjetiva), la Paleontología ha cometido, comete y está destinada a cometer errores monumentales. La revista DESPERTAD del 2-8-1990, publicada en inglés y otros idiomas por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, muestra un ejemplo de ello; en su página 9, pregunta: "¿Qué fue de los dinosaurios?" (ésta es una cuestión candente en Paleontología), y entonces responde, en parte: «G.L. Jepson, un científico de Princeton (E.U.A.), dijo lo siguiente respecto a una serie de especulaciones que se han hecho tocante a lo que les sucedió a los dinosaurios: "Varios autores han sugerido la posibilidad de que los dinosaurios desaparecieran porque el clima empeoró […] o porque empeoró la dieta. […] Otros escritores han responsabilizado de ello a enfermedades, parásitos, […] cambios en la presión o composición de la atmósfera, gases venenosos, ceniza volcánica, oxígeno excesivo procedente de las plantas, meteoritos, cometas, reducción del depósito común de genes provocada por mamíferos devoradores de huevos, […] radiación cósmica, desviación de los polos con respecto al eje de rotación de la Tierra, inundaciones, deriva continental, […] desecación de ciénagas y lagos, manchas solares" (The Riddle of the Dinosaur [El enigma del dinosaurio])».

Paleobiología.

La Paleobiología es la parte de la Paleontología que se ocupa del estudio de los organismos del pasado (entidades paleobiológicas), los cuales únicamente han dejado constancia física de su existencia a través de restos fosilizados. También examina las relaciones que hubiera habido entre ellos y con su entorno (Paleoecología), así como de la distribución espacial (Paleobiogeografía) y de las relaciones filogenéticas que los vinculan (supuesta evolución biológica). En este contexto, la Paleoantropología es la parte de la Paleobiología que se centra exclusivamente en el estudio de los fósiles humanos o humanoideos.

Richard Fortey (nacido en 1946, en Londres) es uno de los más importantes biólogos ingleses contemporáneos, miembro de la Royal Society y paleontólogo jefe del Museo de Historia Natural de Londres. En una serie de reflexiones científicas y paleontológicas (vale decir: paleobiológicas) ha expresado lo siguiente: «En paleontología no hay una verdad definitiva. Cada nuevo observador aporta algo propio: una nueva técnica, una nueva inteligencia, incluso nuevos errores. El pasado se transforma. El científico se halla inmerso en un viaje perpetuo hacia un pasado que nunca podrá ser completamente conocido, y no hay final a la búsqueda de conocimientos.

La gran narración del tiempo geológico es un mosaico, un acoplamiento de peculiares fragmentos sueltos con vistas parciales, idiosincrásico, un cuento recopilado por héroes y jornaleros. […] Es un relato sorprendente, un cuento de más de 3500 millones de años. Consideremos lo que ha sucedido desde la muerte de Napoleón: las interpretaciones, el desfile de hechos históricos, las controversias; y será evidente que una historia diez millones de veces más larga no puede ser nunca conocida, ni siquiera en resumen. Y cuando esta historia ha sido ensamblada a partir de piezas pequeñas tomadas de secciones de roca donde la casualidad ha tomado parte en el rebote de cada golpe de martillo, encontraremos evidente que esta pobrecita historia es un relato aproximativo divulgado por optimistas».

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El doctor en ciencias naturales Pascal Tassy, profesor investigador en Paleontología, que trabaja en el Museo Nacional Francés de Historia Natural, Unidad de Paleobiodiversidad, dando a entender subrepticiamente cuán inexacta es la interpretación paleobiológica, ha declarado: «Los fósiles, sobre todo, demuestran fuera de toda duda que en el transcurso de más de tres mil millones de años se ha desarrollado una historia única de los seres vivos. Pero la gran cuestión sigue aún en pie: ¿Cuál es esa historia? El árbol genealógico ofrece la respuesta: Sus ramas explican esta historia. Pero puede suceder que, a partir de los mismos objetos, de los mismos fósiles, dos paleontólogos igualmente competentes tracen dos árboles genealógicos diferentes y cuenten dos historias distintas».

El escritor y naturalista alemán Herbert Wendt (1914-1979) se expresó así: «La historia de la paleontología no ha sido solamente una narración de hechos llena de apasionantes descubrimientos, divertidos errores y revolucionarios conocimientos, sino también una cadena de humanas disputas, opresiones y tragedias. […] A través de toda la historia de la paleontología, de la investigación de la vida prehistórica, corre como un hilo rojo el constante conflicto con los dogmas y las doctrinas científicas e ideológicas».

Dinosaurios mal catalogados.

La gran vulnerabilidad de la teoría paleobiológica actual a la hora de clasificar e interpretar sus hallazgos fósiles hacen de ésta una rama del saber extremadamente poco fiable, que mantiene su estatus de ciencia natural de una manera forzada gracias a arbitrios favorables y a coyunturas propicias potenciadas por sus mecenas evolucionistas. Quizá si su enfoque criteriológico de base se cambiara a otro distinto, que admitiera el diseño inteligente de la vida y de los organismos vivientes y otorgara credibilidad al relato del Génesis, podría en justicia conservar su rango de disciplina que merece un lugar dentro de la ciencia fidedigna. Pero, por ahora y por desgracia, lo que está consiguiendo es amontonar huesos y malinterpretar la historia natural de los mismos: A mayor cantidad de descubrimientos fósiles ella suma una mayor cantidad de errores interpretativos, engordando así una teoría falaz que a su vez es fuente de corrupción para toda otra teoría que beba de ella por necesidades interdisciplinares.

Entre los muchos ejemplos que se podrían citar para corroborar esto, tomemos una pifia típica detectada y publicada en 2009 por la universidad de California, en Berkeley (EUA). Este "divertido error" (parafraseando a Herbert Wendt) deja de tener gracia cuando se examinan sus motivaciones paradigmáticas intrínsecas; es decir, cuando se atisban sus raíces tendenciosamente evolucionistas. Entonces se puede percibir con cierta claridad que se trata de un síntoma más, o de una actitud materialista a ultranza más, que da cuerpo a un síndrome combativo que lucha implacablemente no para buscar honestamente la verdad científica, sino para eliminar a su oponente más temido y odiado: El modelo biológico del Diseño Inteligente (paradigma antievolucionista). En cuanto a la rectificación procedente de Berkeley, ésta se puede resumir así:

«Un equipo de paleontólogos de la Universidad de California, en Berkeley, y del Museo de las Rocosas ha desmentido la existencia real de dos especies de dinosaurios con cabeza en forma de domo (bóveda o cúpula). La exclusión de estas dos especies llega después de que un dinosaurio de tres cuernos, el Torosaurus, fuese descartado recientemente en el encuentro académico de la "Sociedad de Paleontología de Vertebrados" en el Reino Unido, y después de que siguieran el mismo camino en años recientes otras supuestas especies nuevas de dinosaurios. Según el nuevo estudio, esos dinosaurios no serían especies distintas, como algunos paleontólogos afirmaban, sino ejemplares de una misma denominación que se encontraban en diferentes etapas de crecimiento y que hasta el momento se había creído que pertenecían a especies diferentes de dinosaurios ya catalogados y consecuentemente con su propio nombre taxonómico.

La confusión se originó a causa de los extravagantes ornamentos de la cabeza de esos nuevos ejemplares, que van desde escudos y domos hasta cuernos y púas. Esos ornamentos cambiaban drásticamente con la edad y la madurez sexual, haciendo que las cabezas de los jóvenes adquiriesen un aspecto muy diferente al de las de los adultos. Incluso hasta el punto de parecer especies diferentes, tal como señala el experto en dinosaurios Mark B. Goodwin, director adjunto del "Museo de Paleontología de la Universidad de California" en Berkeley: "Algunos científicos confunden diferencias morfológicas en etapas distintas de crecimiento con características que son taxonómicamente importantes. El resultado es una cantidad inflada de dinosaurios en el Cretáceo tardío".

El trabajo de éstos y otros paleontólogos está permitiendo que especímenes de dinosaurios que murieron a edades distintas sean analizados mediante escaneos por tomografía computarizada y mediante estudio comparativo de tejidos en distintas fases de crecimiento. El investigador John Horner, del "Museo de las Rocosas" en la Universidad Estatal de Montana, en Bozeman (EUA), sugiere incluso que un tercio de todas las especies de dinosaurios que han recibido nombre puede no haber existido nunca y ser sus ejemplares sólo individuos en etapas diferentes de crecimiento y pertenecientes a especies de dinosaurios previamente conocidas».

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Da la impresión de que a medida que avanza la tecnología, y con ésta también el conocimiento científico, buena parte de lo que anteriormente se consideraba "sólida" teoría paleontológica (la cual, sin escrúpulos de conciencia, era plasmada como hecho o realidad consumada en los libros de enseñanza media y superior) se desmorona. Por mucho tiempo no podrá seguir así con esta línea tan marcada de desaciertos, pues el error siempre ha sido contraproducente en ciencias, y tarde o temprano dicha disciplina (la Paleontología) tendrá que cambiar sus esquemas criteriológicos fundamentales en el interés de conservar su dignidad como ciencia natural.

Oviraptor.

La Paleobiología ha sido comparada por algunos autores con la investigación médica forense, pues los hábitos de vida de los animales extintos tienen que reconstruirse necesariamente a partir de la información fragmentaria que proporcionan los fósiles. Tanto la actividad judicial basada en los datos forenses como la Paleobiología, que recurre a especulaciones para poder interpretar el registro fósil, presentan una incidencia habitual de frecuentes desaciertos. En este sentido, podemos decir que el error forma parte implícita de la propia metodología de estas disciplinas, la cual se usa como el único medio humano disponible para intentar explicar la realidad de los acontecimientos.

El estudio de la ecología de los organismos extintos hace que sea necesario deducir una serie de eventos a partir de evidencias indirectas. La historia de la investigación generada en torno al descubrimiento de restos fósiles del dinosaurio Oviraptor es una muestra, una de tantas, de cómo la evidencia circunstancial lleva a los paleobiólogos a "acusar" a un animal de un "crimen que no ha cometido".

En 1923 se llevó a cabo la famosa expedición del Museo de Historia Natural de Nueva York al desierto de Gobi, en Mongolia. El 13 de julio de ese año, uno de los técnicos del proyecto, George Olsen, descubrió uno de los fósiles que más contribuyeron a la ya de por sí extensa fama de la expedición a Mongolia: los primeros huevos de dinosaurio que se conocieron. Aunque en la literatura popular se atribuye el descubrimiento de los huevos a Roy Chapman Andrews, el líder de la expedición, el propio Andrews siempre fue muy claro en reconocer el papel de Olsen en el hallazgo.

Los huevos fósiles descubiertos por Olsen son notables porque fueron encontrados en una disposición natural, en lo que aparentemente era un nido. El estrato en el que fueron hallados los huevos corresponde con la formación Djadochta del Cretácico superior, con una antigüedad hipotética de entre 75 y 84 millones de años. Como una de las especies más comunes en esa formación es el Protoceratops, un pequeño dinosaurio emparentado con el Triceratops, se pensó de inmediato que el nido había pertenecido a algún individuo, o pareja, de esa especie. Incluso existen ilustraciones académicas detalladas que reconstruyen el fósil hallado por Olsen mostrando a una pareja de Protoceratops cuidando con gran atención el nido.

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Junto con el nido se encontraron fósiles de otra especie de dinosaurio, un Terópodo. Según la descripción original de Henry Fairfield Osborn, los restos de este animal estaban apenas a cuatro pulgadas (unos 10 centímetros) de distancia de los huevos. Esto, en palabras del propio Osborn, "puso al animal bajo sospecha de haber sido sorprendido por una tormenta de arena justo en el acto de depredar sobre los huevos del nido". El supuesto depredador de huevos fue llamado "Oviraptor philoceratops" (algo así como "ladrón de huevos con afinidad por los de Ceratops").

El veredicto de Osborn fue aceptado por la comunidad de paleontólogos durante décadas, a pesar del carácter circunstancial de la evidencia, que por cierto el mismo Osborn reconoció en una publicación oficial de 1924. Esto, en sí mismo, da una idea del ansia de "culebrones" que reina en la comunidad paleontológica y de cómo a veces la especulación de algún líder en este campo llega a ser exaltada por colegas y advenedizos como si se tratara de una verdad indiscutible. Menos mal que, andando el tiempo, siempre surgen mentes sobrias y con cierta honestidad científica que revisan lo aceptado y detectan pifias o falsas apreciaciones. Así, a principios de los años 1990 comenzaron a surgir dudas respecto a la adjudicación de los huevos a Protoceratops, las cuales fueron confirmadas en 1993 con el hallazgo de embriones de Oviraptor o de una especie emparentada en el interior de huevos tradicionalmente asignados a Protoceratops. Según los nuevos datos, la asignación de los huevos de Mongolia a Protoceratops era errónea, como lo era igualmente la suposición de que el Oviraptor era un depredador de huevos.

En 1995, Mark A. Norell y sus colaboradores anunciaron en la revista "Nature" el descubrimiento de un dinosaurio emparentado con el Oviraptor (posteriormente bautizado como Citipati). La reconstrucción pictórica del nuevo material mostró a un animal posado sobre un nido en una posición asombrosamente similar a la de las aves modernas. Por lo tanto, este hallazgo mostró que el Oviraptor y sus parientes no eran "ladrones de huevos", sino que por el contrario mostraban una conducta inclinada al cuidado de sus nidos. Además, la clara homología de la postura de Citipati con la de las aves añadía evidencia al parentesco entre los dinosaurios terópodos y las aves modernas. A la luz de la nueva evidencia, el Oviraptor descrito por Osborn había sido sorprendido por una tormenta de arena no en el acto de robar los huevos de otro dinosaurio, sino mientras "empollaba" los suyos propios:

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Conclusión.

Los errores de la Paleobiología serían intrascendentes si no fuera porque ponen de manifiesto una dinámica de pensamiento materialista que atenta contra la credibilidad del Génesis, e incluso arremeten contra las posibilidades que tiene el individuo común de dirigir su vida por senderos que llevan a buen final. En efecto, el libro del Génesis informa que en el principio todo era esplendoroso en esta Tierra y que la vida humana brotó en condiciones paradisíacas, absolutamente libre de enfermedades y errores. Sin embargo, posteriormente, hubo un apartarse drásticamente del Creador y las consecuencias vinieron progresivamente en forma de desaciertos, opresiones, crímenes, ignorancia calamitosa, enfermedades, muertes y toda una serie interminable de desdichas que alcanzan hasta la actualidad. No obstante, el mismo libro sagrado deja entrever la intención divina de restaurar algún día las buenas condiciones planetarias que se perdieron, y esto traerá bendiciones incalculables para las personas que conocen, desean y actúan en conformidad con la guía del Creador para nuestros tiempos.

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Ahora bien, las interpretaciones paleobiológicas evolucionistas socavan la esperanza que ofrece el Génesis y hacen que los seres humanos se pierdan por caminos infructuosos que no llevan a ninguna parte o que incluso son contraproducentes. Por ejemplo, un investigador que crea firmemente en la antropología evolutiva difícilmente se volverá hacia el Génesis en busca de guía; en todo caso, dirigirá su mirada hacia el relato sagrado con asco y repugnancia, pensando que contiene una sarta de mitos y leyendas que ofuscan el intelecto humano y detraen del verdadero conocimiento; entonces se dirigirá a buscar las claves de la existencia hacia un bosque inmenso e impenetrable, lleno de laberintos, donde jamás encontrará la luz.

 

 

Autor:

Jesús Castro