La importancia de descubrir al hombre como persona, dentro de las relaciones conyugales.
""La persona, es un ser
para el que la única dimensión
adecuada es el amor"
Juan Pablo II
Introducción
Hoy en día y principalmente en occidente, en este mundo globalizado, muchas culturas se han visto envueltas en la dinámica de los Mass Media, especialmente por medio de la televisión, el cine e internet; en cada instante nos bombardean con publicidad, nos venden una vida fácil, placentera y egoísta; y de este modo el amor deja de tener sentido. Se nos insiste en que sólo pensemos en nosotros mismos, en vivir la vida al "máximo"; nos venden una sexualidad reducida a la sola genitalidad. Todo esto nos está llevando a una degradación de la dignidad de la persona humana; el hombre busca una salida, ¿dónde encontrarla?
¿Cómo romper con estos anti valores que cada vez más manchan la dignidad de la persona humana? Quiero aportar un poco de luz a esta indagación; para esto, enfocaré este estudio a una situación particular donde se hacen presentes estos problemas de una forma muy peculiar, el matrimonio. Principalmente desde el pensamiento personalista de Karol Wojtyla, esta exposición se orientará a hacer ver la importancia de descubrir al otro como persona dentro de una relación conyugal, para así, afianzar una sólida relación de la pareja; ya que la familia es la primera escuela, en donde todos aprenden en carne propia, es el lugar en que se forja la educación en los valores y se puede hacer frente a esta actual despersonalización denigrante.
La motivación personal que me llevó a inmiscuirme en este tema, es mi realidad, la sociedad que me rodea, en este preciso tiempo que estoy viviendo, donde se sufre una crisis de valores y especialmente en esta importante institución social, el matrimonio; en el cual en repetidas veces hay un excesivo individualismo, utilitarismo, egoísmo y hedonismo. Hoy y desde hace tiempo la persona está amenazada por nuevas formas de vida y por relaciones humanas que afectan su naturaleza, es por tanto que esta investigación se enfocará sobre la persona dentro del matrimonio.
Sin embargo, es preciso advertir que el objetivo de esta monografía no es elaborar una teoría completa de la persona en cuanto a ser, o profundizar en una decisiva y final definición de ésta, tampoco se pretende desarrollar una concepción del hombre, ni mucho menos fundamentar la unión matrimonial desde la filosofía o profundizar en la moralidad de las relaciones maritales. Solamente es un intento por extraer de las relaciones maritales lo que pueda arrojar alguna luz sobre el hombre concebido como persona para hacer conciencia del valor de la persona que tiene en la unión de dos seres por amor.
De tal manera a lo largo de la presente investigación, desde la postura del personalismo con Emmanuel Mounier y Karol Wojtyla, se muestra siempre la íntima relación de la persona con el amor. En la primera de dos partes, se aborda a la persona, explicando cómo está dañada su dignidad de persona humana y cómo el hombre es constituido persona para lograr ser merecedor de un respeto, de una dignidad. Y en la segunda parte titulada, el amor, se expone primeramente cómo el amor es la oposición al utilitarismo de nuestros tiempos, para luego pasar a exponer el atractivo de un persona a otra y cómo debe ser fundado en un verdadero y auténtico amor para dar paso a la unión matrimonial, donde es imprescindible una donación y posesión mutua de la persona de los cónyuges; finalmente el estudio termina con la importancia de la constitución de la familia en comunidad para cimentar la educación de sus miembros y desarrollarlos en el camino hacia la plena dignidad de su persona.
La persona
"La persona, es un ser para el que la única
dimensión adecuada es el amor"
Juan Pablo II
1. La persona amenazada en el mundo de hoy
"La persona está amenazada por nuevas formas de vida y por relaciones humanas que afectan la naturaleza de nuestra sensibilidad."[1] La sociedad sufre una crisis de valores y ésto lo afirmo desde mi experiencia. Los programas televisivos, los reality shows, el cine, los innumerables sitios web, inclusive la música de la radio, nos bombardean de publicidad a cada momento, en cada instante de nuestra vida; nos venden una vida "light", egoísta, en la que sólo se busca placer, poder, parecer y poseer. Cuando en la vida sólo deseamos nuestra propia satisfacción y el bienestar propio dejan de tener sentido la fidelidad, la generosidad, la paciencia, la tolerancia, el sacrificio… el amor para con los otros. En nuestra sociedad, se ha substituido el amor por el egoísmo, porque nos insisten en que sólo pensemos en nosotros mismos, en vivir la vida al "máximo" y en disfrutarla, sin importar las consecuencias. En nuestros días también vemos un contexto donde la sexualidad prácticamente se reduce cada vez más a la mera genitalidad, nuestra cultura reduce la sexualidad a simples géneros, roles sociales, o a funciones somáticas y determinados actos y no a un elemento constitutivo de la toda persona humana.
Es así como se hace realidad esta crisis de valores y especialmente en una importante institución social, el matrimonio, donde muchas veces hay un enorme consumismo, hedonismo y solipsismo entre la pareja. Afirma Juan Pablo II que en el mundo de hoy, dentro de las familias, hay signos de preocupante degradación en algunos valores fundamentales las familias, donde la persona se opone al amor por medio de su comportamiento para con familia; de tal modo que hay una equivocada concepción, teórica y práctica de la independencia de los cónyuges entre sí, así como dificultades concretas de los padres para educar y transmitir a sus hijos valores. Muchos matrimonios, y familias enteras se enfrentan cada vez más con la plaga del aborto, los divorcios, el recurso cada vez más frecuente de la esterilización, y la instauración de la mentalidad anticoncepcionista.
El asunto sobre esta degradación de la persona humana no termina ahí, la mentalidad que considera al ser humano como no-persona, sino como una cosa, un objeto de compra-venta, al servicio del interés egoísta y del solo placer, da lugar al desprecio del otro. Y de esta amarga consecuencia muchas veces la primera víctima es la mujer, la cual se ve oprimida por el hombre, concluyendo en una discriminación e injusticia sobre dignidad de la mujer. Dentro del matrimonio ha llegado a permear esta tendencia objetivizadora, ocasionando en las relaciones conyugales formas discriminatorias humillantes para la persona de la mujer, como por ejemplo: las esposas maltratadas por no tener hijos, las viudas, las separadas, las divorciadas, las madres solteras y en agravadas situaciones lamentablemente la prostitución encuentra cabida dentro del matrimonio para solventar la economía familiar.
¿Cómo romper con los anti valores que cada vez más atentan contra la dignidad de la persona humana, reduciéndola a un simple individuo como todos, dentro de las relaciones maritales y familiares? Ante estas situaciones lamentables, seria de ayuda, afirmar la primacía del valor de la persona sobre los valores del sexo, del dinero, del placer. Convencernos y convencer de que el amor conyugal no debe ser remplazado por cualquier forma de utilización de la persona para satisfacer deseos individualistas.
2. La persona como un rostro inigualable
Antes de hablar del hombre como persona hay que puntualizar que el origen de la palabra "persona" se remonta a la cultura helénica, donde la palabra prósopon quiere decir persona. Los presocráticos, Demócrito y Empédocles la refieren como cara, rostro, incluso faz. En Platón, quiere decir rostro al igual que en Aristóteles que habla del prósopon y sus partes como la nariz y boca. Aparte del hombre, también se habla del prósopon de los dioses, de los animales, incluso de la luna. Este concepto se ha tomado como punto de partida para la noción de persona, junto con la significación latina la cual se refiere a la máscara, por ejemplo la máscara trágica o cómica de los actores; de ahí se deriva el carácter del personaje y finalmente la persona.
Es de este modo como la palabra prósopon hace referencia al rostro humano, el cual funciona como representante de toda la corporalidad, espíritu y mente del hombre. El rostro es el que delimita a la persona entre los demás y la hace especial, frente a los otros. Además es el rostro el que expresa los sentimientos, emociones, nos muestra que el hombre acontece. Si el rostro físicamente sufre una deformación por algún daño, todo el hombre cambia, cambian sus emociones, cambia su presentación ante los demás, cambia su manera de expresarse, de este modo es entendido el rostro del hombre como prósopon.
De igual manera que el rostro, se concibe a la persona pero no limitándonos únicamente al rostro, sino abarcando todo lo que es el hombre, la persona es única, cargada al igual que el rostro, de emociones y sentimientos, de un alma, de un cuerpo, la persona como las marcas faciales del rostro está cargada de un pasado, de circunstancias que la afectan en su comportamiento. La persona es particular como el rostro, cargada de una personalidad única y valiosa. Acaso no es merecedora la persona de un valor por ser única de entre todos los tiempos y lugares.
Durante la escolástica se dignifica todavía más a la persona pues se ve como una substancia, sólo que de naturaleza racional y por lo tanto importante, con mayor dignidad y excelencia que lo demás. Y más aún, se habla de personas divinas, la palabra persona se aplica más a Dios que al hombre. Pero por ahora únicamente nos enfocaremos a la persona humana como: yo y como tú.
3. El hombre entendido como persona
El hombre es una persona, pero ¿cómo llegar a esta afirmación precedente? "El hombre es objetivamente alguien y en ello reside lo que le distingue de los otros seres del mundo visible, los cuales, objetivamente, no son nunca nada más que algo."[2] Por tanto entre el hombre y las cosas hay una diferencia abismal.
El hombre "es", como todos los entes, con lo cual lleva al hombre a adquirir un valor por el simple hecho de ser. Aún más el hombre es "alguien", diferenciándolo por tanto de todos los demás seres existentes que son al contrario "algo" como las simples cosas de nuestro entorno. Es por tanto que el hombre tiene una enorme distinción importante con respecto a todo lo que es objeto. Así es como el hombre adquiere una valía superior sobre todas las cosas, pues lo que es "algo" jamás podrá tener vida propia, las cosas por sus simples características son la oposición al ser viviente.
Todavía no hay que afirmar al hombre como persona, pues surge un problema, los animales y las plantas; ellos son seres animados como el hombre, se diferencian de las cosas a las cuales llamamos "algo", algunos son parecidos al hombre en su constitución física, sus organismos están sometidos a procesos bio-fisiologicos como los hombres. Sin embargo los animales, al igual que las cosas, carecen de razón igualmente con lo anterior se le da más valor al hombre pues éste es el único animal racional. De este modo nos damos cuenta de la superioridad del hombre en la tierra.
El Cardenal Karol Wojtyla nos dice que el animal es un individuo de una especie animal determinada, asimismo deberíamos definir al hombre particular, como un individuo de la especie humana, es una definición lógica, pues la persona es una y pertenece a la especie homo sapiens. Sin embargo en el hombre hay algo más, una plenitud y una perfección de ser particular, el hombre no puede ser simplemente catalogado como un simple individuo, ya que éste no es uno como todos los demás, perteneciente a su especie. El ser del hombre únicamente se puede expresar con el término de persona, que como hemos visto quiere decir rostro, faz, cara, carácter, y ésto es único e irrepetible en el hombre, ahí es donde radica su unicidad.
Boecio definía a la persona como: sustancia individual de naturaleza racional, sin embargo el concepto de persona va más allá de esta humanidad individualizada, no se alcanza a definir plenamente. El hombre no es un individuo, uno como todos, sino una persona, uno de entre todos, compuesto de cuerpo, espíritu y razón. Ya lo dice Wojtyla: "La humanidad o naturaleza humana está dotada de las propiedades que hacen posible que un ser humano concreto sea una persona."[3] Es la persona misma quien es humana.
4. El personalismo, una propuesta contra el individualismo
"La persona no debe ser considerada únicamente como una individualidad absoluta."[4] El hombre no puede ser comprendido solamente como un simple elemento de la sociedad, es necesario afirmarlo como persona. La persona es la presencia misma del hombre, abarcando su totalidad, su unidad, sus dimensiones, sus constitutivos, su particularidad, en fin su enigma. Una de aproximación para definir lo que es la persona, sería desde la perspectiva del filósofo Emmanuel Mounier:
"Una persona es un ser espiritual constituido como tal por una forma de subsistencia y de independencia en su ser; mediante esta subsistencia con su adhesión a una jerarquía de valores libremente adoptados, asimilados y vividos en un compromiso responsable y en una constante conversión; unifica así toda su actividad en la libertad y desarrolla por añadidura, a impulsos de actos creadores, la singularidad de su vocación."[5]
El encuentro de una persona con otra, es la presencia de un Yo frente a otro Yo y no de un Yo frente a las cosas. Por tal motivo concebir a un hombre como persona, primeramente es respeto y admiración ante un ser que se me presenta, la cual es reflejo de mi compleja y misteriosa realidad, llena de circunstancias, de un pasado y de un futuro, de una carga emocional, de una potencia creadora, capaz de amar y ser amada, de un misterio. En palabras del padre Peter Henrici a partir de este encuentro de dos personas surge el Nosotros somos, el Yo y el Tú al mirarse, así como dos espejos se reflejan mutuamente nos hace comprender que lo que el Yo vale, también lo vale el Tú de particular y de igual valor que Yo, así me libro de objetivizar al otro y afirmo que nosotros somos personas.
Wojtyla piensa que el individuo es el principal enemigo de la sociedad y del bien común, y lo seria de igual manera en las relaciones maritales, ya que lo único que hay en el individuo es falta de amor hacia los demás, hacia la persona. El individualismo considera aisladamente el bien de los demás y de la comunidad, es desear conseguir el bien propio antes que participar para conseguir el bien común de las personas. El individualismo también niega la acepción del hombre como persona, ya que de lo contrario implicaría abrirse para con el otro, participar y hacer comunidad, y para el individuo, los otros son una fuente de limitación, para auto-preservarse, concentrase sobre sí mismo y sobre su propio bien.
Una concepción del hombre como individuo nos lleva a des-espiritualizar al hombre, es considerar un elemento más de mi especie, uno de los millones que hay, al cual puedo poseer, acaparar y dominar, como a cualquier individuación de otras especies. En cambio, un concepto del hombre como persona me lleva a saber que ese cuerpo tiene un particularidad especial frente a los otros. La persona está sustancialmente encarnada en el hombre como lo diría Gabriel Marcel, mezclada con su carne, aunque trascendiendo de ella para particularizarla de una manera muy especial.
Manifiesta Mounier: "Dispersión, avaricia, he aquí dos signos de la individualidad. La persona es señorío, elección, es generosidad."[6] Es de este modo como se muestra que el individuo es la inversa de la persona, la individualidad es dispersión y la persona es integración. Mounier hace una invitación a defender a la persona ¿acaso no deberíamos de unirnos a esta causa? Hay que acabar con el individualismo que avergüenza al hombre, es preciso descubrir a al hombre que se nos presenta como persona, hoy.
5. Tres aspectos para apreciar a toda persona
a. La unidad de la persona
El alma de la persona, individual e inmortal, es el principio de la unidad del ser humano, y lo hace reflexionar y comprender más profundamente de la realidad. Y mediante el cuerpo le permite insertarse en el mundo material, donde actúa y se realiza.
Aristóteles opinaba que había una unidad sustancial entre cuerpo y alma. Y es así como la persona es siempre una unidad, una substancia y no debe vivir entre el divorcio entre lo corporal, lo psíquico y lo espiritual, sino actuar como espíritu encarnado.
Fácilmente hoy en día en las relaciones maritales se basa el amor y el aprecio hacia la persona considerándola únicamente con su cuerpo en cuanto tal, como lo veremos más adelante, afectando esta unidad substancial. Sin embargo Wojtyla dice: "El cuerpo humano sirve de lugar y medio para la manifestación externa de la autodeterminación de la persona."[7] De este modo unificando estos dos aspectos, el cuerpo es la manifestación del alma. Por tal motivo es merecedor junto con el alma de un singular respeto y aprecio.
b. Libertad de la persona
"Para la persona, la autodeterminación es algo innato y hasta natural."[8] De este modo, la libertad se convierte en algo natural a la persona, ya algo de ésto también escribía Santo Tomás: la voluntad no es solamente una propiedad de la persona, sino también una fuerza. Con la voluntad la persona se auto-gobierna, la voluntad es la capacidad de la persona para ser libre. "Del hecho de que el hombre está dotado en cuanto persona, está dotado de libre arbitrio, se sigue que es también dueño de sí mismo."[9]
Como ya hemos deducido atrás, afirmamos que el hombre es persona ya que tiene una naturaleza radicalmente distinta a la de los animales. Su naturaleza comprende la facultad de autodeterminación, basada en la reflexión y se manifiesta en el hecho de que el hombre decide qué es, lo que quiere hacer en su vida, como lo ha expresado ya Viktor Frankl, el hombre es dueño de sí mismo y de sus propias acciones.
Así pues la persona tiene libertad para actuar, pero no tiene derecho a obrar mal. Surge un gran problema cuando en una pareja alguien impone al otro lo que él desea, con el supuesto derecho de ejercer su libertad, cuando en realidad es un libertinaje. Ésto es violar el libre arbitrio de la persona, es coartar su libertad, y ésto va en contra del valor y de la dignidad de la misma. Si yo quiero que la otra persona desee lo que yo quiera y la fuerzo a complacerme, estoy tratando a ese "alguien" como un "algo" y no le estoy dando el valor que se merece, por lo tanto ahí no hay un verdadero amor; la persona es y ha de ser independiente de los demás en sus actos. Solamente la persona es el único ser que cuenta con el libre arbitrio, ni siquiera los animales actúan por libre elección, sino que actúan por su mero instinto salvaje.
Para Mounier la libertad es la categoría más elemental de la persona; por eso el hombre se debe sentir dichoso, por no estar condicionado. He aquí donde una vez más se demuestra el valor de la persona, no restrinjamos pues a la persona de este magnífico don.
c. Trascendencia de la persona
La trascendencia significa tender hacia fuera y más allá del sujeto, es ir más allá de un límite, lo cual es característico de la persona, en parte por el hecho de amar, gracias a la capacidad de amar de la persona, ésta puede estar abierta a la trascendencia, temporal o permanentemente.
Con la muerte, la persona, cuerpo y alma, deja de existir, sin embargo la esencia de la persona permanece en otra, hay un Yo que recuerda ese Tú que ahora no existe, la persona del Tú continua siendo en el Yo. En base al pensamiento de Henrici el Yo, se expresaría acerca de la trascendencia del Tú, después de la muerte, del siguiente modo: "Siento que Tú continuas siendo para mí lo que ya eras, mi esposa, yo sigo amándote, necesitándote, aun después de la muerte, permanece tu recuerdo en mí, me afectas todavía aun cuando no existas, a lo que antes era tu persona yo la sigo amando, y sin embargo tú ya no estás aquí." Es de tal modo como el amor de la persona requiere perpetuidad, demanda permanencia; así se demuestra que "el amor es fuerte como la muerte."[10]
Es por tanto que el hecho de guardar la viudez es digno de elogio, porque la unión con la persona desaparecida está mucho mejor expresada. La relación del Yo con el Tú aún sigue existiendo. Por este motivo explica Wojtyla: "El valor de la persona no es algo efímero, y la unión espiritual puede y debe perdurar hasta cuando han cesado ya la de los cuerpos."[11]
De este modo la persona, capaz de amar, trasciende, supera un límite, la muerte, dejando en los otros un algo de lo que antes era persona. Descubriendo al hombre como persona, se descubre esta capacidad de la persona, de ser amada aun después de su existencia. De esta manera se ve únicamente a la persona con un valor peculiar.
6. Restitución de la dignidad de la persona de la mujer
"Sólo el reconocimiento de la dignidad humana hace posible el crecimiento común y personal de todos."[12] Ya que como lo hemos venido exponiendo, comprender al hombre como persona significa dignificarlo, es decir, respetarlo, tratarlo con decoro con decencia, ésto nos ha de llevar a una armoniosa convivencia pues: "La dignidad tiene como máxima regla o conducta, la felicidad."[13]
Masculino y femenino son géneros que diferencian a dos personas de igual dignidad. Esta diversidad en la igualdad es enriquecedora e indispensable dentro del matrimonio para lograr una auténtica y armoniosa convivencia humana. Sin embargo, hay que resaltar especialmente el papel de, la ya tan dañada, dignidad de la mujer respecto al hombre, "Llamada a su misión de persona, la mujer casada no puede ser ya en la familia el simple instrumento o reflejo pasivo de su marido."[14] ¡Afirmemos en nuestra relación con la mujer: tú también eres persona! Para ya no seguirlas concibiendo como las describe Mounier: "He aquí las que, carentes del poder de constituirse en persona, se dan esta ilusión exasperando una feminidad vengadora y corren en pos de la belleza como en pos de alguna deidad."[15]
En las relaciones esponsales variadas ocasiones la libertad de la persona de la mujer se ve muy coartada, reduciendo su vida llanamente a satisfacer las necesidades de su cónyuge, brindándole el alimento caliente, una casa limpia para descansar, un cuerpo para satisfacerlo, igualándola a un individuo servicial. Otras veces son reducidas a simples nodrizas, el varón necesita de "algo" que crie a su descendencia, que se ocupe del cuidado, alimentación y educación de sus hijos. Y en veces la mujer es un recipiente donde el hombre desahoga sus problemas económicos o emocionales y los carga a la mujer para que ésta les dé solución. De estas formas la mujer cae desgraciadamente en lo que dice Mounier: "Mercancía para el reposo o para el ornato del guerrero. Mercancía para el desarrollo de los asuntos familiares. Objeto de placer y de intercambio."[16]
La mujer como persona que es, no debe ser un medio de complacencia física o sexual para el hombre, cuando el fin de éste sea únicamente el del placer, el de satisfacer sus deseos; y si así lo fuera, desgraciadamente la mujer caería en la "servidumbre", sería simplemente un "algo", un instrumento que sirve como medio al fin y al sujeto y como consecuencia al tratar a la persona como un medio se comete un atentado contra su misma esencia.
Juan Pablo II por tanto exige que el hombre tenga profundo respeto por la igual dignidad de la mujer e invita a vivir con la esposa un tipo muy especial de amistad personal. También san Ambrosio recalca esta misma dignidad: "No eres su amo, sino su marido; no te ha sido dada como esclava, sino como mujer… Devuélvele sus atenciones hacia ti y sé para con ella agradecido por su amor."[17]
¿Cómo restituir esa falta objetivizadora de dignidad y de amor de la mujer? Ella misma, abandonando su inferioridad, afirmándose como persona, y afirmándolas nosotros mismos como tales. Así ellas mostraran al varón ese misterio femenino, eso que las diferencia de los hombres y las iguala en dignidad. Pero únicamente partiendo desde el amor podremos descubrir a la mujer como persona.
El amor
"El amor, no puede ser propio más
que de las personas."
Karol Wojtyla
1. El amor, una propuesta contra el utilitarismo
Al inicio del estudio se exponía como el hombre era "alguien" superior al resto de las cosas y de los animales; de esta afirmación partiremos para expresar que ese "alguien", al cual le llamamos persona no debe ser utilizado en las relaciones maritales para lograr un determinado fin individual, como cualquier objeto o instrumento, como un simple "algo" sino que debe ser amado. Puesto que el mundo de las personas, naturalmente, es diferente y superior al mundo de las cosas y de los animales, la persona es un fin en sí mismo, esta jamás deberá ser un medio de satisfacción para el otro, bajo el ingenuo aspecto de amor, pensando que es para la satisfacción individual lo que la otra persona brinda.
El utilitarismo lamentablemente es uno de los rasgos del espíritu del hombre contemporáneo y de su actitud frente a la vida, una persona que actúa conforme a esta tendencia busca un bien para sí, busca lo que le da placer, lo que puede sacarle provecho, busca llevar una vida agradable, ser feliz sin importar las consecuencias en la persona del otro. Desgraciadamente muchas veces la persona es ese bien que busca el utilitarismo, aunque, la persona es un bien, no va de acuerdo con la utilización. Lamentablemente esta forma de concebir al hombre no permite descubrir en la persona su evidente complejidad: el cuerpo y el alma, dos elementos que constituyen un ser-persona.
Así pues afirma Wojtyla: "El amor es la única antítesis de la utilización de la persona."[18] Por tanto, los principios del utilitarismo son nocivos para un verdadero amor, puesto que el utilitarismo es egocentrismo, avaricia, interés mientras que el amor es comunión de personas, como luego se analizará. Partiendo del utilitarismo jamás se logrará llegar al amor, ni siquiera se puede exigir; es por eso que para continuar examinando las relaciones esponsales debemos dejar claro que el amor a la persona se opone a este principio degradante.
De este modo ahora podríamos darle al concepto de persona un nuevo significado al estilo de Wojtyla: "La persona es un bien, respecto del cual sólo el amor constituye a actitud apropiada y valedera."[19] Es así como la vocación de los hombres está en amar a las personas. Por tanto, la base para una digna convivencia marital es la concepción del Tú como persona para luego proceder a amarla.
2. Persona, amor y atractivo
a. El atractivo hacia la persona
El amor no es unilateral, sino bilateral, pues existe entre dos personas, "El ser del amor en su plenitud es interpersonal y no individual."[20] El amor es una fuerza que liga y que une personas, su naturaleza es contraria al aislamiento y a la división; por eso el amor se da en la relación del Yo con el Tú. "El amor es siempre una relación mutua de personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas, individual y común, respecto del bien."[21] El amor es una atracción, un afecto entre personas, tiene un carácter personal. El amor puede también ser concebido como una virtud, la mayor de las virtudes.
En el amor de las personas, por el atractivo, alguien se presenta como un bien para el otro, mujer puede presentársele fácilmente al hombre como bien y viceversa. Por el atractivo del Tú, el Yo se conmueve, cambia, experimenta un agrado, ve en el Tú un valor, una belleza, una necesidad de poseer al Tú, que podría considerarse como un posible amor naciente.
Como ya lo hemos dicho el hombre y la mujer son seres corporales y espirituales, con esta unidad se aparecen el uno ante el otro. Sin embargo el atractivo se puede dirigir únicamente a un sólo aspecto de la persona, reduciéndola y en repetidas ocasiones este aspecto es el cuerpo. Éste es el problema, la atracción debería canalizar también la espiritualidad de la persona, comprendiéndola en cuerpo y alma. ¡Qué lástima sería! que la persona admitiera, o pretendiera amar a la otra persona, únicamente por sus valores sensuales y sexuales para su deleite individual, sin reaccionar absolutamente ante sus valores morales y espirituales como su inteligencia y su carácter. Este tipo de atractivo no sería comprender al amor como lo que es, como una relación de personas pues hay una despersonalización. Como también lo expresa Wojtyla:
"Se trata de sentir el atractivo hacia la persona, es decir, de englobar en este acto no solamente los diversos valores ligados a ella, sino los valores de la misma persona: porque ésta es un valor en sí misma, y por esta razón, merece ser objeto de la atracción y no tan sólo por tales o cuales valores que se le injerten."[22]
Es como el atractivo de una persona a otra se debe de dirigir hacia toda la persona y no hacia un cuerpo, pues su naturaleza está determinada también por la interioridad, de este modo el atractivo estará fundado en la base del amor. Así como el Yo se siente atraído por la belleza exterior del Tú, también es necesario descubrir su belleza interior e incluso complacerse en ella preferentemente, afirma el Cardenal.
b. Dos formas de amor
El amor se dice de muchas maneras, es un sentimiento intenso del ser humano que lo lleva a buscar el encuentro con otro ser, de ahí parte el amor conyugal, el cual según Wojtyla es: "[…] la relación mutua de personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas individual y común respecto del bien."[23] Si de verdad amamos a una persona, buscamos su bienestar, su felicidad y evitamos perjudicarla; es por eso que el amor es la oposición al utilitarismo. También esta oposición al utilitarismo se ve reflejada desde antiguo con la epístola de san Pablo a la Iglesia de Corinto:
"El amor es paciente,
servicial y sin envidia.
No quiere aparentar
ni se hace el importante.
No actúa con bajeza,
Ni busca su propio interés.
El amor no se deja llevar por la ira,
sino que olvida las ofensas y perdona.
Nunca se alegra de algo injusto
y siempre le agrada la verdad.
El amor disculpa todo;
todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta."[24]
A esto nos referimos cuando hablamos de un amor verdadero y auténtico, cuando el amor es propio de las personas y se realiza sin provecho propio, sin utilitarismo, sino para hacer feliz al Tú.
Ya hemos dicho que la persona está llamada a amar, pero es importante aclarar cómo amar a ese Tú, a esa otra persona que compartirá el resto de la vida con el Yo. Es fácil que se vea al amor como un deseo, como una necesidad de complementación para que la persona no se sienta incompleta, pues el sexo determinado viene a ser como una limitación de su ser completo. El amor se entiende como una necesidad que tiende a encontrar el bien que le falta al Yo para ser pleno; evidentemente ésta viene a ser la concepción del amor, dentro de la relación marido-mujer en nuestro tiempo. A este tipo de amor se refiere Wojtyla cuando habla de "amor concupiscentiae", El cual en labios del Yo sé expresaría de tal modo: "Te quiero porque eres un bien para mí y me haces feliz al complementarme."
Sin embargo como ya hemos visto el inmenso respeto que merece la persona, el amor puede y debería ir aun más allá de un sólo adicionamiento del Yo. Abarcando, preferentemente, en el amor, más al Tú que al propio Yo. Es decir, no basta desear a la otra persona exclusivamente como un bien para sí mismo, es necesario, además, querer su bien para ella. Y a este tipo de amor más profundo santo Tomas de Aquino lo llama "amor benevolentia". La benevolencia es un desinterés para sí pensando en el bien del otro por el amor; con las palabras del Yo, quedaría formulado así: "Te quiero, y deseo tu bien". Una persona benévola deja de pensar en sí mismo y en su felicidad para pensar en la de la otra persona. Es por tanto este tipo de amor, más puro. Profundizando más en el conocimiento del Tú como persona, se puede llegar a amar de tal modo.
El amor será pues, un misterio así como lo es el hombre, pero lo maravilloso es cómo a pesar de que la persona no sea atractiva corporalmente, no tenga éxitos, logros y no se presente como un bien para mí, es digna y merecedora de amor, de un amor benevolente. Esto es lo asombroso, en el planteamiento del amor del Papa Juan Pablo II en su discurso ante la Unesco en Paris: "Hay que amar al hombre por sí mismo, únicamente por sí mismo, no por ningún otro motivo ni razón." Por ser el dirigente del cristianismo era de esperarse que afirmara que hay que amar al hombre porque es imagen y semejanza de Dios, pero él no dice eso, él pone a la persona en un lugar especial, para ser digna del amor, simple y llanamente por ser persona.
Si entre dos personas, obviamente se sobreentiende hombre y mujer, hay un verdadero amor recíproco, amándose benevolentemente y por sí mismas, desechando toda actitud utilitarista, y si es que este amor ha ido madurando, por consiguiente ha de conducir al matrimonio, a la complementación donante, como a continuación se explicará , y llegar a ser fundamento de una nueva familia. Pues donde el amor está basado en la concepción de persona, ahí se gesta una sólida comunidad en donde reina una atmosfera de amor.
3. Persona, amor y matrimonio
a. Donación y posesión mutua en el amor
Para que en la unión entre personas haya un verdadero amor conyugal, es necesario que la otra persona conozca las metas y proyectos de su pareja, para acogerlos y encontrar en esos fines su felicidad al lado de su pareja. El valor que se le tiene a la persona se demuestra en el amor, en hacer de los proyectos uno solo, para que haya en la pareja ese vínculo que los una. En la relación hombre-mujer solamente el amor elimina la actitud utilitarista, pues en la relación del matrimonio, dos personas, el hombre y la mujer se ligan haciendo de ellas "un sólo cuerpo" es aquí donde hay una actitud de amor, basada en la búsqueda de ambos en un fin común, donde ambos desean la misma cosa y donde no se atenta contra el libre arbitrio. La persona tiene un gran valor y debe ser demostrado en la aceptación, en desear el bien de la otra persona, en donarse a sí mismo y en cambiar el utilitarismo por el amor y la donación.
El amor matrimonial consiste en el don de la persona, su esencia es el don de sí mismo, del Yo al Tú. En el matrimonio la persona debe de salir de uno mismo para ir hacia la otra persona únicamente impulsada por el amor. Por eso el amor en el matrimonio es un darse, un arrojarse sin medida a la otra persona para que la posea. El amor verdadero hace nacer el mutuo don de las personas, hace entregarse completamente al Tú al mismo tiempo que el Yo sé dona; bien expresado ha sido por Wojtyla: "El concepto de amor de esposos implica el don de una persona a otra."[25]
No se ha de entender, esta donación, esta pertenencia, como la posesión hecha de un hombre sobre la mujer, muy marcada en las sociedades rurales, donde el hombre domina sobre el pensamiento y acciones de su esposa por el hecho de que ella es suya ya que ella misma accedió a esta donación al momento del matrimonio, esta posesión aparece por parte de la mujer como un abandono de ser persona para unirse completamente a su marido. Así favorece fácilmente el reduccionismo de la persona a un objeto, y muchas veces a un objeto meramente sexual. Sin embargo esta posesión del Yo al Tú es reciproca, también ha de intervenir necesariamente el don de sí por parte del hombre; la persona del hombre también se dona a su esposa, como ya decíamos, hombre y mujer, con sus diferencias, son una igualdad, por eso el don de ambos.
Pero, ¿puede darse una persona a otra? ¿no sería anti-personalista, que el Yo fuera propiedad del Tú? Es ahí donde se manifiesta la grandeza del amor y de la persona, en que la persona siendo de lo más valioso que existe, considerándose incomunicable por su dignidad, le brota de lo hondo de su interior la disponibilidad para entregarse como don y propiedad al Tú.
Aclaremos un poco más en qué consiste esta donación, donde hay un verdadero amor, hay una donación y por consiguiente una posesión completa de la persona. Hay amor donde el Yo reconoce y admite al Tú como persona, como un reflejo de su presencia; donde el Yo exterioriza todo su ser frente al Tú que ama, "Exteriores nuestros bienes, exterior nuestro fin, exterior a mí, siempre, frente a frente, el ser que yo amo."[26] Esto es realmente la donación del Yo y la posesión del Tú. Mounier afirma que la posesión también es conquista, pues el Yo es capaz de atraer al Tú y donarse completamente para poseer al Tú. "Consiste en ganarse una presencia exterior."[27]
De esta manera se puede poseer a la persona en el matrimonio sin caer en el utilitarismo, pues hay un reconocimiento hacia el otro del ser persona y de su dignidad. En palabras de este filósofo: "Ya no es un puro instrumento. Yo lo considero como una fuente autónoma de riquezas a la que puedo añadirme con todas mis potencias para fecundarlo con vistas s sus mejores frutos."[28] Así pues, ya no hay una conquista violenta que reprime a la persona, sino una posesión amorosa (el Tú) capaz de ser potenciada por un elemento complementador (el Yo), el Yo acepta al Tú con todo y las carencias que pueda tener, para perfeccionarlo, para complementarlo, para buscar su bien. Esto es responsabilidad en el amor.
"Sólo se posee aquello que se ama."[29] Es por tanto que el amor en la pareja únicamente se consuma con la donación de ambos. Es decir, la persona únicamente posee cuando ella da y posee a aquello que se le da en el amor, es un saber dar y aceptar recíproco. Obviamente esta donación exige una renuncia del Yo a todo lo que se relacione con su egocentrismo, es desposeerse de lo obstáculos como: la avaricia, individualismo, egolatría, reservas y aunque no fuese así, el Tú estará dispuesto para poseer al Yo con todo lo que es para hacerlo feliz, para poseer por amor al Yo que en ese mismo amor se dona.
b. Monogamia e indisolubilidad por amor
Con estas consideraciones podemos afirmar que la unión marital de dos personas se vive en estricta monogamia, y únicamente siendo así se puede vivir un auténtico amor de personas. La poligamia y el divorcio van en contra de estos argumentos, en contra de la persona y en contra del amor; y hoy en nuestra época afectan principalmente a las mujeres.
Cuando se ejerce la poligamia o se procede al divorcio, el Yo que comete esta falta demuestra que el Tú no le ha sido un objeto satisfactorio, no le ha ofrecido el bienestar y por lo tanto no ha sido feliz con el Tú; demuestra que abandona al Tú para ir en busca del Otro persiguiendo lo que no encontró en el Tú; demuestra que el Tú únicamente fue para el Yo un conjunto de valores, muchas veces sexuales, inservibles ya ahora; en fin el Yo demuestra la objetivización que ha hecho con la persona de su pareja.
Además el Yo demuestra la falta de amor benevolente, la falta de donación del Yo y la falta de posesión completa del Tú, pues sólo ha poseído lo que era para conveniencia para él. Por tanto el divorcio y la poligamia manifiestan que en la pareja no se trató a la persona de la manera que le correspondía a sus ser persona, con toda su dignidad con todo su cuerpo y su espíritu.
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