- Introducción
- La visión del rollo sellado
- La visión de la búsqueda de alguien que pudiese abrir dicho rollo
Si el foco de atención en el capítulo 4 tiene que ver con el trono, en el capítulo 5 lo es el libro escrito por dentro y por fuera, que en realidad es un rollo tal como solía usarse en tiempos antiguos. Debemos recordar que en la época de Juan no existían los libros de tapa dura. Sino que todos los libros eran rollos de papiro o de pergamino. Si el capítulo 4 se centraba en el Creador, el capítulo 5 se centra en el Redentor.
«Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos» 5:1
A. [Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono]
La conjunción «y» (kaí) establece un nexo con el contenido del capítulo cuatro, donde aparece una escena de juicio. En el capítulo 5 aparece la figura del Cordero, quien es declarado digno de abrir o desenrollar el rollo que contiene los juicios de toda la tierra.
«Y vi» (kaí eídon) se repite en los versículos 2, 6 y 11. Dicha fórmula se usa para introducir diferentes escenas del relato del capítulo. La preposición «en» (epí) significa «sobre», es decir, sencillamente descansando o reposando «sobre la diestra» (en la mano derecha) del que estaba sentado en el trono, plenamente disponible para cualquiera que esté calificado para tomarlo. Hasta ese preciso momento, sólo el Padre tiene jurisdicción y autoridad sobre «los tiempos y las sazones» (Hch. 1:7).
B. [Un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos]
Se refiere a un rollo de papiro que contiene todo el consejo de Dios, tal como lo sugiere el hecho de estar escrito «por dentro y por fuera», o sea, por delante y por detrás (de ambos lados). El vocablo «escrito» (gegramménon) es el participio perfecto, voz pasiva. El tiempo perfecto indica la acción completa y se usaba frecuentemente con referencia a documentos legales autoritativos cuya autoridad continúa.
El contenido del rollo pone al descubierto los acontecimientos que conducen o desembocan en la inauguración del reinado glorioso del Mesías. La segunda venida de Cristo para establecer su reino y su soberanía en la tierra será precedida de los juicios de la septuagésima semana de Daniel, es decir, la gran tribulación (Dn. 9:27; Mt. 24). Después de los terribles juicios de gran tribulación, Cristo tomará posesión de la tierra como Señor y Rey. Los derechos de Cristo sobre la tierra son establecidos incluso antes de romper el primero de los sellos. El derecho de Cristo se basa sobre su obra redentora (Ap. 5:9); sobre su carácter como creador de todo (Col. 1:16); y sobre su autoridad como el Hijo del Hombre (Sal. 8:3-6; He. 2:5-9). Debe recordarse, sin embargo, que a causa de la caída la creación está bajo maldición. Es propio, por lo tanto, que el derecho redentor de Cristo reciba prioridad lógica por encima de sus otros derechos. Para quienes rechazan la redención que Él ofrece, sólo les aguarda la ira contenida en el rollo.
«Sellado con siete sellos» (katesphragisménon sphraragísin heptá). El vocablo «sellado» (katesphragisménon) es el participio perfecto, voz pasiva de (katasphragídso). El prefijo (kata) enfatiza o intensifica el significado de dicho verbo. Una mejor traducción sería: «Habiendo sido sellado completa y seguramente». Los «siete sellos» podrían referirse al hecho de que cada uno de los sellos oculta el contenido de las diferentes porciones del rollo. De modo que se hace necesario romper cada sello para develar el contenido de cada segmento. Además, los siete sellos sugieren el carácter secreto del contenido del rollo (véase Is. 29:11).
1. Este rollo tiene tres características:
a. Se encontraba en «la mano derecha del que estaba sentado en el trono». La mano derecha es sinónimo de honor y de poder (Mt. 25:31-34).
b. «Estaba escrito por dentro y por fuera». Sea cual fuere su contenido, el rollo era sumamente importante. Está completamente escrito por ambos lados, para dar a entender que nadie puede añadirle nada (Ap. 22:18).
c. «Tenía siete sellos». La historia nos dice que bajo la ley romana todos los documentos que tenían que ver con la vida y la muerte tenían que ser sellados siete veces (Dn. 6:17; Mt. 27:66).
2. ¿Qué es este rollo con siete sellos?:
La mayoría de los eruditos bíblicos creen que es la escritura de los derechos de propiedad que Cristo el Salvador compró. El hecho que esté sellado con siete sellos significa que es por completo legal, garantizado por la exactitud y legalidad divina. La propiedad que Él compró es la tierra. Él la compró junto a nuestra redención por su misma sangre que derramó en la cruz del calvario.
Esta escritura le da poder para tomar posesión de su propiedad y, como los capítulos siguientes de este libro del Apocalipsis lo muestran, le autoriza y le da poder para ejecutar juicios y expulsar al enemigo que lo tiene en su posesión ilegal ahora.
Cuando Adán pecó, perdió su herencia de la tierra y ella pasó de sus manos a la posesión de Satanás, quedando desheredada toda su simiente de la tierra. Esta escritura confiscada por Satanás está ahora en las manos de Dios esperando que la rediman. La redención de ella dará posesión legal a todo lo que Adán perdió en su caída. Y así le hipotecó la tierra a Satanás y se convirtió en el príncipe de este mundo (Jn. 14:30; 16:11), y el dios de esta mundo (2 Co. 4:4).
Adán «el hombre» no podía redimirla, pero su pariente más cercano pudo hacerlo (Lv. 25:23-24; Jer. 32:6-14).
3. Una herencia perdida:
Así un «libro sellado» es señal de una herencia que se perdió. La ley del Antiguo Testamento proveía la manera por la cual una herencia que se había perdido, podía ser redimida a través de un pariente cercano [se le llamaba «redentor»]. Si un hombre por su pobreza se ve forzado a hipotecar su propiedad y luego le fuere imposible hacer el pago en la fecha del vencimiento de la hipoteca, entonces la persona que tiene la hipoteca puede retener la propiedad hasta el año del jubileo Lv. 25: 9-10 (que es cada 50 años). A ese tiempo vuelve automáticamente a su primer propietario. Pero antes de ese tiempo, un pariente con derecho a redimir (o sea el pariente más cercano) puede ir a las autoridades civiles mediante el pago, recobrar la tierra de su familiar. Si el pariente hubiese muerto sin heredero, entonces es obligación del que redime, casarse con la viuda, y levantar nombre a su hermano (Rut 4:7-10).
Esta es la explicación. Nuestro pariente redentor cercano es el Señor Jesucristo. Para hacerse el pariente más cercano Él tuvo que hacerse humano y esto se cumplió en su nacimiento virginal.
La visión de la búsqueda de alguien que pudiese abrir dicho rollo
«Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos?… Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aún mirarlo». 5:2-3
A. [Y vi a un ángel fuerte que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digo de abrir el libro y desatar sus sellos?] 5:2
1. Las características del ángel:
a. [El ángel]: El texto no dice nada tocante a la identidad del ángel mencionado aquí. Evidentemente, el énfasis está en su función, no en su identificación. Su función es la de un heraldo o pregonero de la corte celestial.
b. [fuerte]: (ischyrón) es decir, capacitado para ejecutar una tremenda responsabilidad.
c. [Gran voz]: (megálei), este ángel fuerte se dispone a realizar una solemne y contundente proclamación. Y su voz es capaz de alcanzar todo el universo.
2. La pregunta del ángel:
La pregunta del ángel fuerte implica un reto de gran magnitud. El vocablo «digno» (áxios) incluye cualidades espirituales y morales. Según A. T. Robertson, se trata de alguien «digno en rango y carácter (véase Jn. 1:27) así como en habilidad». La búsqueda es de alguien que reúna los requisitos morales y espirituales que le permitan desenrollar el pergamino y desatar sus sellos con el fin de activar su contenido. Sólo alguien con dignidad propia está calificado para abrir el libro y desatar sus sellos. La voz potente y penetrante del ángel fuerte, como la de un minucioso escudriñador, recorre todos los rincones del universo sin encontrar a nadie que califique para la singular tarea de poner al descubierto los traumáticos acontecimientos contenidos en el rollo perfectamente sellado.
B. [Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo] 5:3
1. La triple búsqueda del ángel:
La pregunta del ángel produce consternación en los tres grandes ámbitos de la creación (véase Fil. 2:10). «Y ninguno» (kaí oudeís), es decir, nadie dentro del ramo de todo lo creado, es hallado digno de abrir el libro.
a. La búsqueda en los cielos:
«Ni en el cielo» sugiere que los ángeles no cumplen con los requisitos. Los ángeles no tienen nada en común con el mundo de los seres humanos.
1) Huestes celestiales:
Ni los cuatro seres vivientes, ni los serafines, ni los querubines, ni los arcángeles como [Miguel] (Dn. 10:13; 12:1; Jud. 9), cuyo nombre significa « ¿Quién es como Dios?», ni los ángeles como [Gabriel] (Dn. 9:21; Lc.1:26), que significa «el poder de Dios», poseen las cualidades requeridas para abrir el rollo y romper sus sellos.
2) Los redimidos:
Ni los 24 ancianos, ni Adán quien hablaba con Dios personalmente, ni Noé el héroe del diluvio, ni Abraham el padre de la fe, ni David el hombre que tenía el corazón conforme a Dios, ni Juan el Bautista el precursor de Jesús, ni Pedro la «roca», ni Pablo el apóstol de los gentiles, y ni siquiera la llamada por la iglesia de Roma «la Reina del Cielo».
b. La búsqueda en la tierra:
«Ni en la tierra» Señala el hecho de que nadie entre los hombres es hallado. La raza humana está bajo juicio y maldición y, por lo tanto, completamente descalificada para producir a alguien capaz de llevar acabo el acto de romper los sellos.
¿Quién puede lograr, en el ambiente pecaminoso de la tierra, lo que nadie pudo lograr en el ambiente puro del cielo?
1) En el ámbito no religioso:
Ninguna persona con la más alta autoridad; presidentes, reyes, gobernantes, ni primer ministro, ni siquiera aquellos con un alto estudio de preparación, ni pobres, ni ricos. Ninguno fue hallado digno
2) En el ámbito religioso:
Ninguna persona que ocupe el puesto más alto dentro de alguna iglesia; ninguno de los Papas, ni pastores, ni predicadores o evangelistas, ni misioneros, ninguno que tenga un doctorado, maestría, o el que haya cursado el mejor instituto, ni el que tenga la mayor cantidad de títulos. Ninguno fue hallado digno
c. La búsqueda debajo de la tierra:
«Ni debajo de la tierra» Se refiere al Hades o Seol. Señala al bajo mundo y debe identificarse aquí como el lugar donde habitan los espíritus de quienes han muerto sin Cristo y también los mismos demonios y el propio Satanás.
Si ningún ser celestial, ni terrenal fue hallado digno mucho menos:
1) Ningún pecador
2) Ni Satanás, ni los demonios o ángeles caídos ninguno fue hallado digno.
2. « [Ninguno] podía abrir el libro, ni aun mirarlo»
Al finalizar la búsqueda, el apóstol Juan llega a la conclusión de que no se ha hallado a nadie ni moral ni espiritualmente capaz de «abrir el libro, ni aun mirarlo». Si se toma en cuenta de que el rollo contiene los consejos eternos y los juicios divinos con los que Dios ha de poner fin a esta etapa presente de la historia, entonces puede comprenderse el por qué nadie puede abrir el rollo ni mirar su contenido. Sólo Jesucristo tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (Mt. 28:18). Cristo es quien tiene autoridad para juzgar (Jn. 5:22,27); Hch. 17:30-31). Sólo aquel que es digno de romper los sellos con que el rollo está sellado está calificado para mirar, es decir, ejecutar el contenido del rollo. El rollo sellado contiene los juicios y las conmociones descritas por Cristo en Mateo 24, que son las mismas de la semana setenta de Daniel. El Cristo glorificado es el único digno de iniciar, ejecutar y concluir dichos juicios.
C. [Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo, ni de mirarlo] 5:4
1. La lamentación:
La cuestión es del todo clara. Si el rollo no es abierto mediante la rotura de sus siete sellos, el plan de Dios respecto a la tierra y la humanidad no podría cumplirse, pero el rollo sólo podía ser abierto por alguien que fuese digno tanto moral como espiritualmente.
Es un momento intenso para Juan. Sabía lo que era el libro y que, a menos de que alguien pudiera ser digno de abrirlo, se perdería toda esperanza de la redención del hombre y de la tierra (Ro. 8:19-23).
El apóstol Juan expresa su reacción ante la incapacidad de encontrar a alguien digno de abrir el rollo y romper sus sellos. El verbo «lloraba» (éklaion) es el imperfecto indicativo, voz activa de (klaío), que significa «llorar audiblemente», «lamentarse en voz alta». La idea del verbo es muy descriptiva y podría expresarse así: «Comencé a llorar en voz alta y continué sollozando». Juan no lloraba por lástima de sí mismo, sino porque pensaba que el rollo de la visión permanecería sellado para siempre. «A menos que los sellos sean rotos y el rollo del destino desenrollado, el plan de Dios para el universo será frustrado. De ahí que el vidente rompa en llanto incontrolado Lloraba ante la posibilidad de que la acción final y decisiva de Dios fuese pospuesta indefinidamente».
El hecho «de no hallar a nadie» con las cualidades requeridas para abrir el libro y romper los sellos provocó el llanto incontrolable de Juan porque sabía que el rollo representa el título de propiedad de la tierra y que mientras permanezca sellado, Satanás seguirá teniendo el control sobre la tierra. El lamento del apóstol es una elocuente demostración del estado caído del hombre y de su ruina espiritual. La indignidad del hombre no le permite ni siquiera mirar el contenido del rollo. El único digno es el Cristo glorificado, el Rey – Mesías, el soberano del universo.
D. [Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos] 5:5
1. La manifestación:
«Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David»
Uno de los veinticuatro ancianos que rodean el trono del juez celestial le dice al apóstol que deje de llorar (méi klaíe)
Aquí hay dos características en cuanto a este texto. Los nombres que se le dan a nuestro Señor nunca son una casualidad, sino que todos ellos transmiten una parte de su naturaleza:
a. El León de la tribu de Judá (He. 7:14)
Como el León es el rey de las bestias y Judá es la tribu gobernante de Israel, este nombre indica que Cristo vendrá como Rey a reinar sobre los asuntos humanos.
Esta designación señala a la profecía pronunciada por Jacob en Génesis 49:9-10. Es un anuncio de que viene el día en que Cristo, asumirá el carácter de León con relación a Israel. Como León de la tribu de Judá, el Mesías aplastará a todos los enemigos de su pueblo.
b. La raíz de David:
Es un título que, igual que el anterior, mira al Antiguo Testamento (Isaías 11:1-5; Ro. 15:12; Ap. 22:16). Cristo, como «la raíz de David», posee todos los derechos al reino mesiánico y de Él emana toda la gloria real que será exhibida cuando se siente en el trono de David y reine sobre la casa de Jacob (Lucas 1:32-33).
Dios concertó un pacto con David (2 S. 7) y le prometió que «su casa» y «su reino» serían afirmados para siempre y que «su trono» sería eternamente estable. Dios ha de cumplir su promesa de manera literal cuando el Rey – Mesías, la raíz de David, venga con poder y gloria para ocupar el trono de David, su padre.
2. La victoria:
«Ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos»
El verbo «ha vencido» (eníkeisen) es el aoristo indicativo, voz activa de (nikáo), que significa «obtener victoria», «ser victorioso», «vencer». La forma verbal contempla la realidad de un hecho histórico: «Él venció». Probablemente se refiere a la victoria de su muerte y su resurrección. Cristo derrotó al diablo, al pecado y a la muerte. Su rotunda victoria le da el derecho de ser el juez absoluto del mundo. Al mismo tiempo, su victoria ha removido todas las barreras para que fluya la gracia divina y se cumpla el propósito misericordioso de Dios, tanto para Israel como para los gentiles en la tierra.
E. [Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra] 5:6
1. La figura divina:
«Y miré, y vi que en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos»
Aquí sucede algo extraordinario, algo paradójico a primera vista. De seguro Juan esperaba ver a un poderoso, majestuoso, soberano y feroz «León», sin embargo, su vista tropezó con un humilde, tierno y manso «Cordero» Salvador. Juan esperaba ver al Rey de la conquista, pero se encontró con la más humilde de las criaturas.
En lo que respecta a su obra pasada, Cristo está sentado a la diestra de la majestad en las alturas (He. 1:3). Su obra de redención ha sido totalmente terminada. Su ministerio intercesor y sumosacerdotal están realizándose en la sesión presente del ministerio de Cristo. El reinado mesiánico aguarda su cumplimiento cuando Cristo regrese a la tierra con poder y gloria (Mt. 19:28). La figura del cordero denota, además de qué manera obtuvo soberanía sobre la tierra. Fue mediante un débil sacrificio, algo totalmente inesperado por los hombres (1 Co. 1:25; 2:7-9). El «Cordero» simboliza en la Biblia cuatro cusas: mansedumbre, humildad, inocencia y pureza.
2. Las características del Cordero:
«Estaba en pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra»
a. «Estaba en pie».
(Hesteikós) es el participio perfecto, voz activa de (hísteimi). El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. Dicho participio describe al Cordero como de pie en su posición viviente natural. Él no está muerto. Aunque ha sido inmolado permanece erguido y vivo en esta escena celestial. Esta figura describe una muerte sacrificial y conecta al Mesías con el Cordero pascual del Antiguo Testamento (Éx. 12:51; Is. 53:7; Jn. 1:29, 36; Hch. 8:32; 1 P. 1:19). Aquí Juan une al real Mesías davídico del Antiguo Testamento con el siervo sufriente de Isaías (Is. 42:53).
b. «Como inmolado».
Habla del sacrificio realizado en la cruz del Calvario. El vocablo «inmolado» (esphagménon) es el participio perfecto, voz pasiva en función de predicado de (sphádso), que significa «matar», «matar un sacrificio». El tiempo perfecto sugiere una acción completada con resultados permanentes. En la encarnación, Dios puso su sello en la humanidad, pero en el Cristo resucitado los resultados de su encarnación y redención dejan su impronta sobre la deidad eternamente. El Cordero fue ofrecido en sacrificio por el pecado del mundo, pero resucitó gloriosamente de entre los muertos y es el soberano de cielos y tierra.
(Degollado), como se hacía con las víctimas de los sacrificios. Tanto su muerte como su resurrección son hechos históricos que, aunque sucedieron hace mucho tiempo, tiene una vigencia eterna; de ahí que conserve las cicatrices como señales que apuntan a una función sacerdotal intercesora permanente (Jn. 20:27).
c. «Tenía siete cuernos».
El número siete habla de perfección. En las Escrituras los cuernos hablan de fortaleza, poder y autoridad (Nm. 23:22; Dt. 33:17; 1 S. 2:1, 10; 2 S. 22:3; Sal. 75:5, 10; 89:17, 24; 92:10; 112:9). El Señor Jesucristo dijo de sí mismo: «toda potestad (autoridad) me es dada en el cielo y en la tierra» (Mt. 28:18).cuando Cristo vino por primera vez, como un «Cordero», aunque mostró ciertos poderes no manifestó todo su poder (omnipotencia). Cuando venga otra vez, como «León», en su gloriosa venida, manifestará todo su poder.
Él es el todopoderoso que, en su humillación propia, fue crucificado, pero que está «en pie» porque resucitó de entre los muertos y vive por los siglos de los siglos.
d. «Tenía siete ojos».
Indican la plenitud de su omnisciencia (2 Crónicas 16:9; Sal. 34:15). El Cordero no solo es omnipotente, sino que, además, es omnisciente. Tiene absoluto y total conocimiento de todo lo que ocurre en el universo y, al mismo tiempo, tiene completo control de todos los acontecimientos que transcurren.
«Que son los siete espíritus de Dios».
Eso significa que el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad, ha de tener un ministerio de intensa actividad durante los días finales de la historia presente. La expresión «los siete espíritus» significa la presencia del Espíritu Santo en su plenitud. El Espíritu Santo será enviado por toda la tierra como el agente ejecutor del plan consumador del omnipotente Cordero.
F. [Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono] 5:7
1. El traspaso del libro:
El primer verbo «vino», está en el tiempo aoristo, mientras que el segundo verbo «tomó», es un perfecto dramático usado para describir la conmovedora escena del traspaso del rollo de la mano del Padre a la del Hijo.
El apóstol Juan contempla al Cordero que se acerca al trono y toma el rollo de la mano del Padre. Esto se cumplió en parte, en el momento de su ascensión a los cielos (Filipenses 2:9-11), y fue confirmado como mediador universal (1 Timoteo 2:5).
Coronado, pues como vencedor (Hebreos 2:7-9), recibió legalmente el reino (Lucas 19:12), como ya se había profetizado en el Salmo 110. Esto no quiere decir que el Padre deje el trono para que lo ocupe el Hijo, sino que el Cordero se sienta también ahí (Apocalipsis 22:1).
G. La adoración: 5:8-14
[Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos] 5:8
El rollo que se encontraba en la mano derecha de Dios el Padre. Ahora viene a estar en manos de Dios el Hijo, el Cordero – Redentor y Salvador. El simple hecho de tomar el libro (no el de abrirlo) produce un brote de alabanza de parte de los rangos celestiales:
1. ¿Quiénes le dan adoración?
1) Los cuatro seres vivientes:
Estos seres angelicales (pueden ser querubines o serafines), reconocen la dignidad del Cordero y su deidad, y adoran al que vive por los siglos de los siglos.
2) Los veinticuatro ancianos:
Los veinticuatro ancianos se unen a los cuatro seres vivientes y rinden adoración al Cordero aquel que quita el pecado del mundo.
Las características de los que le dan adoración:
1) Todos se postran delante del Cordero:
a) El verbo «postraron» (épesan) es el aoristo indicativo de (pípto), que significa literalmente «caer al suelo».
b) Los seres celestiales de las más altas categorías reconocen la grandeza y majestad del cordero de Dios y «caen al suelo» en adoración y respeto delante de la presencia del Cordero.
2) Todos tenían arpas:
(Kitháran) era un instrumento de cuerdas parecido a la lira, dicho instrumento sugiere regocijo y victoria (1 Crónicas 25:1, 6; 2 Crónicas 29:25; Salmos 71:22; 92:3; 149:3). También se relaciona con profecía (1 Samuel 10:5; 1 Crónicas 25:3; Salmos 49:4).
3) Todos tenían copas de oro llenas de incienso:
(Phiálas chrysás) eran, probablemente, vasijas de tamaño mediano semejante a un tazón (Zacarías 14:20). El cuadro presentado se asemeja al tabernáculo y al templo del Antiguo Testamento.
Los tazones o copas de oro «están llenos de incienso» (gemoúsas thymiamáton), es decir, llenas del olor del incienso que es quemado en el acto de adoración.
a) El humo del incienso quemado simboliza «las oraciones de los santos» (Salmos 141:2; Lucas 1:10).
b) Debe aclararse, que los santos referidos aquí no parecen ser los santos en general, sino más bien el conjunto de aquellos que sufren martirio durante persecuciones de la gran tribulación. Los santos tanto del Antiguo Testamento como de la iglesia ya están en la presencia de Dios en el cielo. Evidentemente, los seres celestiales son quienes ofrecen el perfume del incienso que simboliza las oraciones de los santos como una demostración de simpatía e identificación con las aspiraciones de los santos, quienes sufren los embates de la tribulación de la tribulación en la tierra.
Cantaban un nuevo cántico:
«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra» 5:9-10
1) [Y cantaban un nuevo cántico, diciendo] 5:9
El verbo «cantaban» (ádousin) es el presente indicativo, voz activa de (aidó). El tiempo presente tiene una función histórica y debe traducirse como un pretérito imperfecto para que concuerde con la expresión «se postraron» del versículo 8. Es probable que este coro celestial esté compuesto de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. Son ellos quienes caen al suelo en adoración al Cordero y ahora unen sus voces para darle alabanza y reconocimiento. El canto expresa alegría, gozo y adoración. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se enseña que la adoración a Dios expresada a través de la música y la canción adquiere un carácter sublime y magnífico.
En el contexto, el cántico es nuevo porque es cantado por seres celestiales y porque el contenido en sí es nuevo. Además, el cántico es dedicado en honor de un gran acontecimiento, es decir, la apertura de los siete sellos con que se inauguran los juicios que preceden el comienzo del reinado glorioso del Mesías. Además, el nuevo cántico desvela nueva revelación respecto a la dignidad del Cordero.
2) [Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos]
El vocablo «digno» (áxios) es el mismo que aparece en 4:11. El Cordero comparte la dignidad del Padre porque Él es Dios y, por lo tanto, es digno de recibir la adoración debida a su persona. Sin embargo, la dignidad proclamada aquí se relaciona no tanto con su ser esencial como con la magnífica obra de redención efectuada por el Cordero. Mediante su sacrificio expiatorio, el Cordero ha provisto el pago completo del rescate necesario para librar al pecador de su esclavitud. Aquí tenemos dos razones por la que cantaban:
a) [Porque tú fuiste inmolado]
(Hóti esphágeis). El verbo «fuiste inmolado» es el aoristo indicativo, voz pasiva de (sphádso), que significa «inmolar», «cortar la garganta», «sesgar el cuello». La función verbal señala a un hecho histórico ocurrido de manera concreta (véase 5:6, 9, 12; 13:8; Is. 53:7).
b) [Y con tu sangre nos has redimido para Dios]
Los mejores manuscritos dicen: «y con tu sangre has redimido para Dios». Lo más probable es que la declaración sea general y enfatice la provisión de la salvación en sentido universal en lugar de destacar las personas implicadas. El verbo «has redimido» (eigórasas) es el aoristo indicativo, voz activa de (agorádso), que significa «comprar en el mercado», «redimir». En el Nuevo Testamento, tanto Pablo como Pedro usan dicho verbo con referencia a la salvación, considerándola como una compra (1 Co. 6:20; 7:23: Gá. 3:13; 4:5; 2 P. 2:1; 1 P. 1:18, 19). Debe recordarse que el mismo Señor Jesucristo afirmó que había venido «para dar su vida en rescate por muchos» (Mr. 10:45).
«Para Dios» indica para ser de Él, es decir, para su beneficio. La persona para cuyo beneficio la compra fue hecha no es otro sino Dios mismo, como lo indica (toí theoí) «para Dios». El precio pagado lo expresa la frase «con tu sangre» (en toí haímatí sou) o «por medio de tu sangre» (1:5). La sangre representa la muerte sustitutoria del Cordero. El precio pagado por el rescate fue su propia sangre (Ef. 1:6; Hch. 20:28).
3) [De todo linaje y lengua y pueblo y nación]
(Ek páseis phyleís kaí glósseis kaí laoú kaí éthnous). Los súbditos espirituales para la esfera de soberanía del Cordero – Redentor son tomados de cada tribu y lengua y pueblo y nación de la tierra. La expresión es partitiva, es decir, sólo una parte del número total en realidad disfruta de los beneficios de esa muerte. Los beneficios de la obra redentora de Cristo tienen que ser apropiados por medio de la fe en Él Gente de todo linaje, lengua, raza y orientación política está representada en esta amplia compañía de los beneficiarios de la redención del Cordero.
4) [Y nos has hecho para nuestro Dios] 5:10
Los mejores manuscritos presentan la siguiente lectura: «Y has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinarán sobre la tierra». Esta lectura armoniza mejor con el contexto y es preferible a la de la Reina – Valera 1960. Los redimidos del Cordero se han hecho un reino para Dios. El verbo «has hecho» (epoíeisas) es el aoristo indicativo, voz activa de (poiéo), que significa «hacer». El tiempo aoristo tiene aquí una función profética, anticipando el resultado final de la acción. Cristo nos ha hecho para Dios:
a) Reyes
«Como posesión de Dios, los redimidos no serán meramente pueblo de Dios sobre quien Él reina, sino que también compartirán el gobierno de Dios en el reino milenial venidero (Co. 4:8; 6:3).
b) Sacerdotes
Como tales, los redimidos sirven a Dios y tienen libre e inmediato acceso es su presencia. Es un tributo a la gracia de Dios que hombres pecadores y rebeldes de entre todas las naciones, tribus y lenguas hayan sido redimidas, perdonadas, justificadas y santificadas para hacer de ellos un reino y sacerdotes para Dios (Ap. 1:6; 20:6).
5) [Y reinaremos sobre la tierra]
O mejor «y reinarán sobre la tierra». Los redimidos por el Cordero participarán del reinado glorioso del Mesías en la tierra y disfrutarán de las bendiciones que el Señor ha de derramar sobre ellos de manera abundante. La referencia no es al reino espiritual presente de los creyentes, sino al reino escatológico que el Mesías inaugurará con su gloriosa segunda venida (Ap. 20:4; 22:5). La meta de la historia es el establecimiento del reinado glorioso del Mesías. Dicho reino se caracterizará por la existencia continua de paz, justicia y santidad. Será un tiempo en la que toda la tierra estará llena del conocimiento del Señor (Is. 11:9; Hab. 2:14).
Dios cumplirá su propósito original tocante a la tierra y tocante al hombre (Sal. 8; He. 2:5-9). Debe recordarse que el reinado del Mesías será eterno (Dn. 2:44; 7:13, 14; Ap. 11:15), pero ese reinado eterno tendrá un prólogo histórico que durará mil años durante el cual la gloria del Mesías se manifestará en todo su esplendor y será reconocido entre los hombres como Rey de reyes y Señor de señores.
2. ¿Quién más le adora?
«Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza» 5:11-12
1) [Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes, y de los ancianos; y su número era millones de millones] 5:11
Este versículo introduce la segunda expresión de alabanza de parte de las «huestes celestiales». La expresión «y miré» (kaí eídon) indica que Juan contempla una escena diferente de la anterior. Juan escucha la voz de muchos ángeles que forman un amplio círculo «alrededor» (kyklor) del trono pero, evidentemente, alejados del círculo de los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos. El número de los ángeles que el apóstol vio alrededor del trono es incalculable. El texto griego dice que eran: «muchos ángeles» (angélon pollón) y que su número era «diez mil de diez mil y miles de miles» (myriádes myriádon kaí chiliádes chiliádon). Sin duda, esta es una manera de expresar el hecho de que es imposible determinar el número del ejército angelical.
2) [Que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza] 5:12
La alabanza angelical es imposible de describir. El texto no dice que los ángeles cantaban, sólo dice que «decían a gran voz» (légontes phonéi megálen). Al unísono, la celebración ensordecedora del coro angelical proclama la dignidad del Cordero – Redentor. «El canto de los seres vivientes y de los ancianos expresa la obra de Cristo en su muerte; ahora los ángeles cantan de las posesiones de Cristo en su gloria». Evidentemente, los ángeles se regocijan con la obra del Cordero y toman parte activa en la alabanza de su dignidad y proclaman a gran voz: «Digno es el Cordero, el que fue inmolado» (texto griego). Seguidamente, los ángeles pronuncian siete adscripciones atribuidas al Cordero:
a) Las cuatro primeras son cualidades que el Cordero posee y por las que es digno de ser alabado
1. Poder, (dynamin).
Este vocablo significa «poder dinámico», «poder inherente». Dynamis comporta la idea de poder tanto físico como moral. El Cordero – Redentor es digno de «recibir» el poder que es suyo, puesto que lo posee de forma inherente por ser quien es: El Todopoderoso y vencedor sobre todos sus enemigos (Mt. 28:18)
2. Riquezas, (ploúton).
En su encarnación, Cristo se vació a sí mismo (Fil. 2:7), condescendió hasta las esferas más bajas delante de los hombres. «Se hizo pobre, siendo rico» (2 Co. 8:9). El Cordero – Redentor posee riquezas inagotables tanto en el ámbito espiritual como en el físico.
3. Sabiduría, (sophían).
Su sophían designa el atributo de Dios que se demuestra a sí mismo en la creación consciente y deliberada y en el gobierno del mundo, señalando límites y metas en la ejecución de su voluntad y la estructuración del destino. Establece el gobierno de justicia en la tierra y es el poder moral que protege y efectúa el progreso de la historia universal (Mt. 12:42)
4. Fortaleza, (ischyn).
Este vocablo se usaba en la literatura clásica para denotar la fuerza y el poder poseídos por seres vivientes o cosas. El uso que recibe en el Nuevo Testamento es muy similar al de la literatura clásica. Los ángeles atribuyen «fortaleza» al «Cordero que fue inmolado». Por lo general, el cordero es considerado como una criatura débil y frágil. El Cordero – Redentor posee «fortaleza» inherente en su Persona divina (2 Ts. 2:8). Él demostró esa fortaleza al llevar sobre sí la carga del pecado del mundo y resucitando de entre los muertos (Ef. 1:19).
b) Las tres restantes son atribuidas al Cordero en alabanza que son propias de su persona
1. Honor, (timéin).
El Señor Jesucristo dijo: «Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre que le envió» (Jn. 5:22-23). La honra es propia de Cristo porque Él es Dios. Dios el Hijo es digno de la misma honra que Dios el Padre. Una de las razones teológicas que demanda el establecimiento del reino mesiánico es le necesidad de que el Mesías sea honrado en medio de los hombres dentro del tiempo y la historia. Tal como fue históricamente humillado, será históricamente honrado (Fil. 2:5-11).
2. Gloria, (dóxan).
En la Biblia, «gloria (dóxa) es una cualidad que pertenece a Dios y es reconocida por el hombre solamente en respuesta a Él». Jesucristo es la refulgencia de la gloria de Dios (He. 1:3), pero cuando se encarnó esa gloria fue velada. Sólo en raras ocasiones su gloria fue vista por los hombres (Jn. 1:14; Mt. 17:1-5; 2 P. 1:17). Él es digno de recibir gloria y, en realidad, la ha de recibir cuando venga para inaugurar su reino de paz y justicia (Mt. 24:30).
3. Alabanza, (eulogían). Este vocablo procede del verbo (eulogéo), que significa «hablar bien» en el sentido de «dar alabanza». Él es digno de recibir alabanza como expresión de gratitud por todos los beneficios y bendiciones que ha derramado sobre los hombres, particularmente sobre sus redimidos (Fil. 2:11).
En el texto griego hay sólo un artículo determinado al principio de las siete adscripciones. Dicha forma gramatical ata, por así decir, los mencionados reconocimientos como si formasen una cadena indestructible.
3. ¿Quién más se une al coro?
«Y a todo lo creado que está en los cielos, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos» 5:13
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