1) [Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir]
Aquí hay una cuádruple manifestación de alabanza. Esta triple alabanza constituye un glorioso y estupendo clímax al cuadro de adoración que aparece en los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis.
Todos los seres conscientes del universo se unen para dar alabanza y rendir homenaje tanto a Dios el Padre como a Dios el Hijo (simbolizado por el Cordero). Obsérvese que hay una cuádruple división de la creación y todos los seres vivientes e inteligentes de cada uno de esos ámbitos honran al Padre y al Hijo por igual. Tal acción debe considerarse como una prueba de la absoluta deidad de Cristo.
A todo lo creado:
1. Los que están en el cielo.
Es decir que, aquí se unen todos los que están en el cielo en adoración al que está sentado en el trono, y se incluyen; los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos, los millones y millones de ángeles, los redimidos del Antiguo Testamento y los redimidos de la iglesia [la esposa del Cordero] (Sal. 103:20-21; 2 Co. 11:2)
2. Los que están en la tierra.
Nadie se escapa de dar adoración al Cordero inmolado, como lo dice la frase «a todo lo creado» (Is. 45:23; Sal. 138:4; 150:6). Ni pobres ni rocos, ni reyes ni gente común, tampoco doctores, licenciados, maestros nadie se va a escapar de adorarle y darle honra. Todos sus siervos los que estén pasando por la gran tribulación en la tierra le van alabar, y los pecadores e impíos le tendrán que adorar
3. Los que están debajo de la tierra.
Aquí vemos una vez más que absolutamente nadie se escapará de rendir adoración al que vive por los siglos de los siglos. El rey David reconoce que Dios está en todos lados aún debajo de la tierra: «Y si en el Seol (debajo de la tierra), hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás» (Sal. 139:8). Así que todo lo que está debajo de la tierra alabará a Dios: sean hombres (todos los que murieron sin Cristo), o sean demonios y hasta el mismo Satanás tendrá que adorar al Señor Jesucristo (Ro. 14:11).
4. Los que están en el mar.
Aunque es difícil de entender a qué se refiere. Nos inclinamos a pensar que se puede tratar de la gente que murió en el mar y que sus cuerpos nunca fueron encontrados. Gente creyente y no creyente (Ap. 20:13). O puede ser que se refiera a la gente que estará en el mar como los que están en barcos, submarinos, o alguna nave acuática. En todo caso, sea lo que sea, nadie va a escaparse de abrir su boca y dar alabanza al Rey de reyes y Señor de señores (Sal. 107:23-28; 135:6).
2) [Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos]
Esta maravillosa frase es enfática. Gramaticalmente hay un polisíndeton, es decir, la repetición de la conjunción copulativa «y». Pero, además, el artículo determinado acompaña a cada uno de los sustantivos. La conjunción se repite para que el lector dé atención a cada sustantivo y el artículo determinado obliga a individualizar cada componente de la doxología. La perfección de plan diseñado por el que está sentado en el trono y ejecutado por el Cordero es de una magnitud tal que no puede hacer menos que producir una alabanza que implique a todos los seres inteligentes de la creación. Obsérvese, además, el énfasis especial al hecho de que la exaltación del Cordero no es sólo por el milenio, sino que dura «por los siglos de los siglos» (eis toús aiónas tón aiónon), es decir, por toda la eternidad.
Mientras que en los versículos del 8 al 12 se le da alabanza al Cordero. Aquí, en el versículo 13 la adoración va dirigida a dos personas:
a) Al que está sentado en el trono, (a Dios el Padre).
b) Al Cordero, (a Dios el Hijo).
Para una descripción de la atribución de la alabanza, la honra, la gloria y el poder. Favor de referirse al inciso 2), donde se explica el versículo 12.
3) [Los cuatro seres vivientes decían: Amén; y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive por los siglos de los siglos] 4:14
Los cuatro seres vivientes, como superiores a todos los otros seres creados, apropiadamente ponen el sello de aprobación en la alabanza de la creación.
El verbo «decían» (élegon) es el imperfecto indicativo, voz activa de (légo). Esa forma verbal podría traducirse: «decían continuamente», «repetían una y otra vez». Los cuatro seres vivientes fueron quienes iniciaron la alabanza delante del trono celestial y ahora no cesan de repetir «Amén».
El «Amén» de los cuatro seres vivientes sirve de señal a los veinticuatro ancianos para postrarse en adoración delante del que está sentado en el trono (Dios Padre) y del Cordero (Dios Hijo). Obsérvese que los ancianos no pronuncian palabra alguna. Su adoración es sobrecogedoramente solemne. ¡Es una adoración que no necesita palabras! «Simbólicamente reconocen su completa sujeción a ellos [Dios el Padre y el Cordero] y procuran exaltarles en alabanza y adoración.
Autor:
Julio C. Torres
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