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Ciencia y conciencia tienen que ir juntas (página 2)


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La obra de Euclides "Elementos de Geometría" es la primera teoría científica que cumple este requisito, es el primer sistema axiomático que construye el hombre. No es hasta finales del siglo XIX que se destruye la falacia de considerar que la geometría es un estudio descriptivo de la realidad experimental y, por tanto, de ser considerada diferente con respecto a la aritmética y al álgebra.

La solidez y rigurosidad de la geometría euclidiana la convirtió en el ideal del conocimiento científico, al considerar el método axiomático el método por excelencia en la construcción de las teorías científicas.

Tradicionalmente la ciencia ha reforzado los criterios de racionalidad clásica, al presentarse como único género de actividad cognoscitiva, identificando, a su vez, el conocimiento científico con el conocimiento natural y matemático, de ahí su ideal de racionalidad, ideal que establece una concepción fisicalista de la ciencia, como sistema de proposiciones que expresan datos físicos empíricamente observables, los cuales en principio son posibles de verificar lógicamente.

La ciencia tuvo como estandarte principal a la razón y su soberanía para juzgar sobre el mundo y conocerlo. La razón estuvo llamada a constituirse en el criterio que daría cohesión a otra visión de lo natural y lo cósmico; hay un fundamento universal que hace posible el conocimiento, como fenómeno trascendente a cada individuo, y que lo dota de objetividad: la razón.

¿Pero qué es la razón? Cada pensador dará una respuesta diferente. Sin embargo, para todos ella será el fundamento del conocimiento científico y se expresará en el modo de comprender la naturaleza, servirá como principio organizador y garante del orden natural que se espera descubrir y se devela por las ciencias.

Desde el punto de vista estrictamente científico, corresponde a Kepler, Galileo y Newton el haber expresado una comprensión científica de la razón que abrió el camino a lo que hoy conocemos como racionalidad clásica.

LA ciencia moderna vino al mundo en los marcos de una racionalidad clásica, racionalidad que encontró su formulación más profunda en un cuadro científico del mundo construido a partir de ideales estrictamente expuestos:

  • La idea de la inmutabilidad de la naturaleza.
  • La comprensión de los átomos como partículas últimas, indivisibles, inmutables, de las que todo está hecho.
  • La evidencia mecánica.
  • La evidencia de que el mundo es dado.

El establecimiento de la evidencia mecánica como criterio significó un enorme salto, fue resultado de la revolución científica que dio lugar al surgimiento de la ciencia moderna. Los trabajos de Copérnico en el siglo XVI, Lavoisier en el siglo XVIII y la destrucción de la teoría del calórico en el siglo XIX son momentos de una misma revolución que consistió en la sustitución de la fe en la evidencia y suficiencia del sentido común, como criterio para juzgar en ciencia, por la evidencia mecánica. Estrechamente vinculado con el ideal antes expuesto, la idea de que el mundo existe en forma acabada, tal y como lo vemos en la naturaleza y lo conocemos en la investigación, es decir el ideal de que el mundo es dado, se constituyó en uno de los fundamentos de la nueva compresión de la realidad que entronizó en la ciencia.

Mientras los problemas que la ciencia tenía ante sí podían evadir la consideración de inestabilidad, mientras se podía concebir el mundo constituido exclusivamente por objetos estables y fue posible separar los fenómenos "naturales" de los fenómenos de conciencia, la racionalidad clásica fue suficiente y bastó para explicar el mundo. Esa suficiencia fue, de manera simultánea, una barrera al conocimiento de fenómenos nuevos, e impedía ver al mundo de otro modo: ésta a nuestro juicio fue su principal limitación epistemológica.

La emergencia de problemas científicos donde es imprescindible tomar en consideración la inestabilidad, la variación, el cambio, exigieron una nueva racionalidad.

Los criterios de racionalidad clásica: empiezan a asomar extraños puntos débiles en el modelo matemático determinista y continuo de proceder, bien conocido:

  • Identificar variables que describen el fenómeno de modo que el conocimiento de las mismas en un instante del tiempo nos defina de forma suficientemente fiel el estado del fenómeno observado.
  • Efectuar mediciones de esas variables.
  • Estudiar cómo se comportan estas variables a lo largo de una variación de tiempo.

Este modelo permite el estudio de los llamados sistemas complejos, sistemas dinámicos caóticos, tales como:

  • La economía mundial
  • Sistemas evolutivos poblacionales
  • Comportamiento animal
  • Movimiento de los cuerpos en el Sistema Solar
  • Dinámica de las grandes moléculas
  • Cerebro humano

entre otros, pues para su descripción se necesitan miles de variables. Con los instrumentos tradicionales de racionalidad no se puede explicar por qué la ciencia, ese llamado saber exclusivo, ha sido arrastrada por la moda de la incertidumbre, el caos, el medio aleatorio.

La periodicidad de la vida a la que estamos acostumbrados y a la que la ciencia ha contribuido está cuestionada. Según la Epistemología no clásica o de II Orden, se trata de presentar el comportamiento racional y ético del mundo como manifestación del carácter caótico de la naturaleza.

Sin lugar a dudas, el siglo XX asistió a tres grandes revoluciones científicas:

  1. La establecida por la Teoría de la Relatividad.
  2. La tan polémica Mecánica Cuántica.
  3. Descubrimiento de los sistemas dinámicos caóticos.

Sin embargo, en cuanto a paradigmas es muy contradictorio, pues para muchos la revelación del ADN y el origen del código genético ha sido considerada un éxito más del modo tradicionalista determinista, en tanto se ha demostrado que los seres vivos tienen un comportamiento y una conducta programados.

No obstante estos grandes descubrimientos han promovido un reordenamiento horizontal de la actividad científica y de las ramas tradicionales de la ciencia: la experimental, la teórica, y se suma la computacional.

Las revoluciones científicas sacan a relucir una práctica común adoptada por todas las comunidades científicas: asegurar la coherencia entre el desarrollo de su ciencia y el estatus epistemológico atribuido a la misma.

Esto es apreciado hasta en el interior de la física, lo que explica por qué se impone la idea de la mecánica cuántica como un desarrollo lógico de la mecánica clásica, antes que como ruptura y discontinuidad de la obra de Newton.

Desde está lógica resulta comprensible el porqué si los sensacionales desarrollos que han producido en los últimos años en el campo de la dinámica de los sistemas complejos estuvieron disponibles en la física desde los trabajos de Poincaré, se hayan obtenido en un sistema disciplinario independiente de la física (La Meteorología).

Los descubrimientos sobre El Caos han demostrado que sistemas muy simples (péndulo), pueden evolucionar de una manera imprevisible; a pesar de un determinismo de principio, resulta inevitable una descripción probabilística. Es visible que los físicos intentan insertar el azar dentro de un esquema puramente lógico visto como manifestación de leyes definidas generales.

Como resultado de esta revolución la física ya no puede pretender asegurar con exactitud lo que ocurrirá, el problema central es considerar que el universo tiende a pasar del estado menos probable al más probable, de un estado de organización y diferenciación a un estado de caos y uniformidad. El orden es lo menos probable y el caos lo más probable.

El Caos es un ejemplo más de que la tendencia de la ciencia es hacia el reduccionismo, nuevamente una teoría científica se erige en modelo de una época. Ayer la mecánica clásica y la geometría euclidiana, hoy el caos

Por estas razones los grandes programas epistemológicos de los siglos XX y XXI no pueden obsesionarse exclusivamente en el análisis del rigor lógico de los discursos científicos, las obras de Newton y Descartes ya abrieron épocas de restricciones a las que tenía que atenerse la ciencia, esto unido a que la modernidad significó el inicio de un período histórico donde el conocimiento científico constituía la única y verdadera forma del saber, auténtica y verídica, y por tanto, en él hay que basarse y guiar la acción humana.

Se estableció la vinculación del conocimiento con la posesión, el dominio y la realización de la libertad humana; se produce una racionalización del poder, sobredimensionándose una de las formas de apropiación de la realidad por parte del hombre, LA CIENCIA.

Todas las otras facetas de la actividad humana son subordinadas a la razón, el positivismo como ideal de racionalidad en las ciencias también es una ideología de poder, por tanto, la ciencia concebida como una torre de marfil, sólo en su momento metodológico al margen de la experiencia histórica no tiene razón de existir.

 

Por:

Ana Méndez Mariño

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