Descargar

La formación del legislador mexicano (página 2)

Enviado por Emilio Velazco Gamboa


Partes: 1, 2

6. El factor mercadotécnico

La razón social de un partido político es la consecución del poder público. Su razón comercial es ganar elecciones, bien llegando a ser mayoría absoluta o, cuando menos, relativa. Su oferta es su ideología, el testimonio de trabajo y la conducta de los gobernantes que hayan surgido de ellos. Su imagen son sus candidatos, y su mejor propaganda, el prestigio, la popularidad y las relaciones de éstos.

Cuando los actores políticos que motivaron este estudio apoyan a su partido en tiempos electorales y/o cuando vuelven a ser postulados para un cargo de elección popular, definen el rumbo de los procesos electorales hacia triunfos contundentes. Luego entonces, este actor es una pieza clave o, al menos, bastante determinante en el triunfo de su instituto político. Así, un actor con gran prestigio, arraigo y relaciones, puede conducir a la victoria aun partido pequeño, a un partido desgastado e incluso a un partido quemado. Por el contrario, un actor con mala o pésima imagen y reputación, puede llevar a la debacle a un partido grande, fuerte y sólido. Vistas así las cosas, la imagen del actor puede ser explotable y comercializable políticamente desde el momento de su designación para un puesto público y, con mayor razón, desde el escaparate legislativo. Gracias a ello, personajes reconocidos han llevado a otros no tan conocidos o definitivamente desconocidos, a ganar procesos electorales. Ahora bien, ¿de qué manera se optimizan las cualidades naturales de estos personajes? ¿Cómo se le prepara desde el aspecto publicitario para aumentar su capacidad de triunfo electoral? A continuación se dará respuesta a estas y a otras preguntas. Todo actor político tiene dos tipos de recursos que le pueden ayudar a obtener triunfos tanto en los terrenos partidista, administrativo y electoral si se optimizan. Estos son los:

  1. Los recursos endógenos, y
  2. Los recursos exógenos.

Se denomina recursos endógenos de los candidatos a las capacidades y cualidades –tanto físicas, psicológicas e intelectuales– naturales de su personalidad, características físicas, temperamento, intelecto, etc., mismas que cultiva y desarrolla para aplicar en su carrera política.

También se puede incluir en el rubro de los recursos endógenos a las capacidades o cualidades que se resaltan de la personalidad, características físicas, temperamento, intelecto, etc. de éstos, ya sean reales y que, en consecuencia, se pulan o perfeccionen; o ficticias, que se diseñen a través de procedimientos publicitarios y de mercadotecnia, como si se tratara, por decir algo, de las características de un actor de libreto.

Como sea, los recursos endógenos pueden ser optimizados por un valioso factor muy en boga, que es el marketing, que, en sí mismo, constituye uno de los principales recursos externos del partido político, pues con base en la utilización de las estrategias de esta ciencia, se planean mejor las campañas tanto de difusión ideológico-doctrinal como las de tipo político electoral. Por su parte, se denomina recursos exógenos a los medios, instrumentos y recursos materiales, técnicos, humanos e incluso financieros con que cuenta el actor político para mejorar su desempeño como candidato, dirigente o representante de su partido o del electorado. Entre los recursos exógenos o recursos externos del actor político se tiene a los siguientes, en los cuales se resumen muchos otros tipos de recursos, o se amalgaman de diversas formas los antes mencionados:

  1. Su equipo de trabajo.
  2. Una adecuada organización del trabajo de su despacho o comité.
  3. Una adecuada organización de la comunicación política.
  4. Un buen financiamiento de sus actividades.
  5. Su mobiliario, artículos de oficina, el sitio de su despacho y los demás recursos necesarios, tales como teléfono, computadoras, vehículos, etc.
  6. Una buena estrategia de marketing político.

Así, el actor político tiene en sus recursos personales y en los recursos mercadotécnicos aplicados al trabajo político electoral, los de comunicación y los de operación política, sus mejores apoyos, los cuales, bien manejados, pueden servirle para proyectarse hacia los cargos de tipo legislativo, administrativo y de dirección partidista.

7. Tipos de legisladores

En la observación –ya bastante larga– del tesista acerca del legislador mexicano y del fenómeno parlamentario en su estado natal y en el país, se ha podido llegar a la conclusión de que hay varios tipos de legisladores. De éstos, los más comunes son:

  1. El político;
  2. El técnico;
  3. El seguidor, y
  4. El oscuro.

A continuación se va a hablar sobre cada uno de estos tipos de legisladores así como de los correspondientes subtipos, ya que existen más clasificaciones dentro de las clasificaciones mismas dadas.

El político El actor considerado como legislador político es aquel con carisma, un gran arraigo y popularidad entre el público y, consecuentemente, con liderazgo partidista además de una gran habilidad para la negociación y la concertación política. Sus cualidades suelen darle unas relaciones públicas de gran nivel, pues lo mismo hace amistad tanto con gente de la condición más humilde que con personalidades de elevados círculos sociales, empresariales, políticos y culturales. Por si fuera poco, mantiene una excelente relación con periodistas y medios de comunicación social, clérigos, líderes sindicales y otras tantas gentes de gran influencia y liderazgo. Generalmente, este tipo de actor es una persona con estudios elementales y, cuando más, con estudios medios o de nivel licenciatura. Así, no es una persona con gran formación técnica o profesional, y muchas veces, sin formación técnica en materia legislativa, gubernativa o, cuando menos, partidista.

No obstante, se trata de personas con muchos años de dedicarse a su actividad principal, y ya sea como promotor comunitario, dirigente de su partido u organización gremial, legislador o funcionario público, suele tener las mismas funciones, entre otras:

  1. La conciliación de intereses con grupos de presión, movimientos sociales e institutos políticos.
  2. La solución de controversias derivadas del establecimiento o aplicación de programas públicos.
  3. La selección de candidatos a cargos de elección popular o de dirección partidista.
  4. La conducción de procesos electorales.
  5. La implementación y seguimiento de programas públicos y mecanismos jurídicos dentro del ejercicio gubernamental.

Así, el legislador político tiende a desplegar todas sus capacidades y utilizar todo el poder y fuerza de su imagen, influencia y relaciones en las actividades que se le encomiendan, dando, en la mayoría de los casos, resultados contundentes y efectivos. Por lo regular, este tipo de actor cuenta con una trayectoria muy amplia, pues es una suerte de ajonjolí de todos los moles, según una expresión viviente de la vox pópuli. Un caso que en lo particular resulta paradigmático es el gobernador poblano Melquiades Morales Flores, quien ha ocupado cargos de dirección partidista en todos los niveles y sectores: líder juvenil en la entidad poblana, presidente de su partido dos veces en el mismo nivel, secretario de organización de la CNC y líder campesino en el estado de Puebla, secretario del Ayuntamiento de la capital estatal, coordinador de diversas campañas electorales, delegado del PRI en diversas regiones y entidades federativas del país, secretario de Estado del gobierno local en varias ocasiones, Diputado al Congreso poblano, Diputado federal tres veces, Senador suplente y después Senador propietario, etc.

En todos los cargos que ha ocupado, el gobernador Melquiades ha sido un ejemplo preciso de lo que aquí se está definiendo, pues ha conciliado intereses, resuelto conflictos, implementado programas y mecanismos públicos, y conducido a su partido a históricos y apoteósicos triunfos electorales.

Como él, hay otros tantos casos de legisladores que no tienen una profunda formación técnica política o legislativa, pero que han desempeñado funciones valiosas para sus partidos, como Beatriz Paredes Rangel, quien es Socióloga egresada de la UNAM, y cuya formación se ha dado más en la práctica partidista, pues fue "secretaria de Acción Indigenista en el Comité Ejecutivo del Movimiento Nacional de la Juventud Revolucionaria, Diputada a la LVIII Legislatura del Congreso de Tlaxcala, secretaria general de la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos del mismo estado, secretaria de Orientación Familiar y secretaria de Acción Educativa de la CNC", "Diputada federal a la LI y LIII Legislaturas, integrante del Consejo Directivo del banco Nacional de Crédito Rural, Embajadora de México en la República de Cuba, secretaria general del CEN del PRI" y, nuevamente, Senadora y Diputada federal en las LVII, LVIII y LIX Legislaturas.

En todos los cargos fue encargada de operar las relaciones políticas de su partido o sector hacia el interior de ellos, o como embajadora, de operar las relaciones diplomáticas de México con Cuba en un momento difícil para las naciones iberoamericanas. Otro ejemplo del legislador político es Porfirio Muñoz Ledo, quien tuvo una gran trayectoria como embajador, secretario de Estado del gobierno federal, líder en el PRI y, posteriormente, en el PRD, delegado político en varias entidades federativas, Senador, Diputado federal, coordinador parlamentario, etc. Tal vez si el abanderado presidencial del PRD en el 2000 hubiera sido él, los resultados de la votación nacional hubieran sido diferentes para ese partido, pero por desgracia para ellos, lo dejaron ir. Él fue el primer legislador federal en acabar con la monopólica Gran Comisión de la Cámara de Diputados al crear la Junta de Coordinación Política en acuerdo con los partidos Acción Nacional, del Trabajo y Verde Ecologista de México y estableciendo no sólo el denominado Bloque Opositor de la LVII Legislatura de dicha cámara, sino además, la Mesa Directiva que se renovaría año con año y cuya tradición ha continuado hasta la actual legislatura.

De esa manera, el legislador político, cuando se encuentra en funciones de esa naturaleza, suele coordinar, conciliar y dirigir a su grupo parlamentario e incluso a otros grupos hacia fines específicos, bien determinados, programados y consensuados por todos los actores en juego.

Además, suele escuchar todas las opiniones, calcular todos los pasos y sus consecuencias, dirimir controversias, resolver conflictos, establecer acuerdos, distribuir responsabilidades, evaluar avances y resultados y todo aquello que implica ser miembro de una junta de coordinación política, líder de una fracción parlamentaria o presidente de una Gran Comisión o de alguna comisión o comité legislativo, ya sea que tenga carácter permanente, especial o transitorio. Al exterior de su trabajo como legislador, este actor suele mantener bien informado al público y a otros partidos, personajes y organismos de la entidad e incluso de distintos lugares y se da tiempo para resolver solicitudes, quejas y trámites, etc. Este tipo de actor es incansable y, por lo regular, sus equipos trabajan día y noche a la par que él y hasta los tiene por turnos y en diferentes sitios, pues, al mismo tiempo que su cargo de representación popular casi siempre ejerce otras funciones partidistas y gremiales, amén de que atienda o no sus negocios personales. Así, su misma capacidad le procura trabajo permanentemente y una gran estatura e imagen pública. Pero además, el legislador político presenta las siguientes variantes de acuerdo con su capacidad, estilo y preparación:

  1. Líder.
  2. Combativo.
  3. Vándalo.

El líder El legislador con liderazgo político es, por lo general, el prototipo de los actores que se mencionaban, en donde su gran capacidad hace que otros personajes que también ocupan un escaño dentro de la representación nacional, estatal o municipal, lo sigan y acaten las directrices que él emita o dicte. Claro que este personaje no se manda solo. Por lo regular, desde su curul atiende los aspectos de interés para el gobierno surgido de su partido, de conformidad con los acuerdos que para tal fin celebre con el titular del Ejecutivo del nivel de que se trate, con la dirigencia de su instituto político y, en ocasiones, con los miembros de más respeto de su comunidad. No obstante, esta retroalimentación entre poderes públicos, partido, comunidad y sectores, concluye en los resultados deseados y con beneficios para todos los involucrados en la función gubernamental y, por supuesto, para el electorado. Así, emplea todas sus capacidades y el peso de su imagen y liderazgo para conducir a su partido hacia los objetivos programados desde el principio de su ejercicio legislativo.

Un ejemplo de liderazgo político es Humberto Roque Villanueva, licenciado en Economía por la UNAM, quien fuera presidente de la Cámara de Diputados, miembro de la Comisión Permanente del H. Congreso de la Unión y presidente de la Comisión de Programación, Presupuesto y Cuenta Pública en la LIV Legislatura, y posteriormente, presidente de la Gran Comisión de la LVI Legislatura de la Cámara de Diputados y presidente de la Comisión de Régimen Interno y Concertación Política de la misma Cámara.

Desde su posición como jefe de los legisladores del partido mayoritario en este órgano de la representación nacional, Humberto Roque Villanueva ejerció todo el peso de su liderazgo para persuadir a sus compañeros de grupo de que debían apoyar las iniciativas enviadas por el presidente Zedillo en materia fiscal y financiera, y principalmente el aumento de la tasa del IVA (que se fue del 10 al 15 por ciento) y otras encaminadas a corregir los devastadores efectos del llamado "error de diciembre".

Como es conocido, la votación priísta se dividió al respecto, pues los Diputados surgidos del sector obrero del Revolucionario se negaron a apoyar dicha modificación. Sin embargo, Roque consiguió que se alinearan y apoyaran tal proyecto. El resto es historia; sin embargo, su trabajo, bien coordinado con el del Jefe del Ejecutivo, dio los resultados proyectados por éste.

El combativo El legislador con combatividad política es, por lo regular, colaborador de igual importancia al actor antes descrito, pues suele ocuparse de aspectos propios de comisiones como la de Gobernación, la de Régimen Interno y Conciliación Política, Justicia, Puntos Constitucionales y otras de igual magnitud, o como Vicepresidente, Secretario o Prosecretario de la Mesa Directiva o la Gran Comisión. En ocasiones, el legislador con capacidad técnica y un gran carisma, del que se darán más detalles en este mismo capítulo, también llega a desempeñar las mismas responsabilidades. Volviendo al legislador con combatividad política, suele desempeñar funciones de gran envergadura en correspondencia y complemento de las desarrolladas por el líder.

Ubicados en posiciones estratégicas –como ya se dijo-, tienen a su cargo la responsabilidad de suavizar los roces naturales provocados por el choque de ideas, intereses y conciencias propio de la actividad parlamentaria. Como tal, debe ultimar los acuerdos pactados por el líder de su fracción, detallarlos, pulirlos y terminarlos, con lo cual, su actividad tiene un espectro muy amplio, pues por otra parte es el legislador que, en caso necesario, defenderá con todo la postura de su instituto político, aunque ello signifique nuevos choques de postulados partidistas y de otros tipos. Eso lo convierte en una especie de ariete político que se emplea contra la coraza ideológica de otros grupos parlamentarios. Sin embargo, esa combatividad raramente suele derivar en conflictos y agresiones verbales y mucho menos físicas. En el Congreso poblano, al sustentante le tocó presenciar en muchas ocasiones los roces entre dos Diputados célebres de la LII Legislatura: el profesor Marco Antonio Camacho Cervantes (del PRI) y el doctor Jorge Méndez Spínola (del PRD).

Ambos fueron personajes que sostuvieron interesantes debates, lo que no alteró en nada la relación de cordialidad existente entre ellos. Incluso, medio en broma y medio en serio, el Diputado Camacho solía decirle al doctor Méndez que éste, sin duda, alegaba mucho en tribuna porque quería pasar a la historia como el Diputado que más había hablado en la Quincuagésima Segunda Legislatura. Méndez Spínola, al escuchar semejante aseveración, por lo general sonreía y, acto seguido, se levantaba a seguir debatiendo en tribuna. Al final de la sesión, se despedía de Camacho con normalidad. Sin embargo, cada uno defendía con ánimo y convicción las posturas que adoptaban sus partidos para promover, discutir o denegar alguna iniciativa o proyecto, cosa que en su momento dio resultados concretos y consensuados entre cada fracción política representada en el Legislativo del Estado de Puebla.

El vándalo Este tipo de legislador se ve cada vez menos, pero es el hombre o mujer que suele cometer diversas acciones con el fin de alterar el orden normal de las sesiones del Congreso o Cabildo (tales como llegar con sus huestes a causar desmanes o provocaciones al recinto de que se trate, incitar a sus compañeros a abandonar las sesiones con todo lo que ello implica y entorpeciendo los procesos parlamentarios, etc.), o incluso, cayendo en faltas graves como la prepotencia y la inmoralidad pública, como fue el reciente caso del Diputado perredista Félix Salgado Macedonio, quien pese a sus argumentos, quedó públicamente como un hombre prepotente y grosero, escudado en su fuero e investidura. Asimismo, el legislador vándalo es aquel que comete fechorías o que establece cacicazgos regionales escudado en su condición de miembro de la representación nacional.

La actuación de esta clase de actores derivan en la deslegitimación de la labor parlamentaria, la denigración de la personalidad de los legisladores en general, el entorpecimiento de las prácticas y los procesos parlamentarios por causa de interrupciones, la provocación de escándalos y alteraciones al orden público, etc. Afortunadamente, con el paso del tiempo, los actores se han ido ubicando cada vez más en la calidad de su trabajo y en el límite de sus funciones y facultades. No obstante, ello no ha impedido que la sociedad mexicana se pregunte qué tan bueno sería desaparecer la figura del fuero para todos aquellos que ejercen funciones gubernativas en los poderes federales y locales.

El técnico El legislador con capacidad técnica es aquel actor que cuenta con preparación técnica o profesional orientada a los procesos gubernativos y legislativos, amén de que llega a presentar estudios no sólo de especialización sino incluso de nivel postgrado. Este tipo de actor, por lo general, es gente formada después de sus estudios profesionales tanto en un postgrado –entendido éste como una Especialidad, una Maestría e incluso un Doctorado– u otro programa de educación continua –diplomados, cursos, seminarios, talleres, foros, congresos, etc.– que, normalmente, adquiere en casas de educación superior o dentro de los institutos de capacitación política de sus respectivos partidos. Por supuesto, el hecho de que tenga estudios profesionales no es garantía de que sea un especialista en técnica parlamentaria, pero si a esto se le agrega el valor de una capacitación dada por su instituto político, definitivamente el conocimiento teórico se ve reforzado por estudios de índole más práctica e incluso por actividades de simulación profesional –como los talleres o los diplomados, por ejemplo –.

El seguidor El personaje que en este contexto se ubica como el legislador seguidor, independientemente de sus características personales, o sea que si es un actor con liderazgo o no, con nociones técnicas parlamentarias o no, etc., es aquel que, una vez encuadrado en el trabajo legislativo, se da en seguir el liderazgo de otros actores relevantes y que normalmente fungen como coordinadores de su grupo parlamentario, presidentes de comisiones –aunque obviamente siguen más a los que surgen de su partido hacia dichos liderazgos camarales–, etc. Comúnmente, los legisladores seguidores no suelen tener una gran actividad en tribuna o como líderes de opinión en debates de comisiones o eventos diversos; sin embargo, no hay que olvidar que siguen siendo representantes y conservan el peso de su voto en la emisión de directrices y promulgación de leyes o mecanismos jurídicos y administrativos. Es ahí donde su presencia puede ser relevante, ya que el liderazgo, especialmente de sus partidos, puede determinar su posición y por ende su voto en tal o cual sentido de una iniciativa. En términos militares, si se permite la metáfora y la comparación, este tipo de actores es la que integra el grueso de una columna de ataque y, en su cohesión, se encuentra la fuerza para llevar a cabo iniciativas, o bien, para rechazarlas.

El oscuro El caso ya descrito en este capítulo acerca de personajes brillantes, no corresponde a la mayoría de los actores políticos, por supuesto, y mucho menos a la totalidad de aquellos que ocupan un cargo de elección popular. Es más, una gran parte de los miembros de una legislatura local o federal –incluso al nivel del Senado de la República, que es donde hay mayor competitividad entre actores– acusa un padecimiento ciertamente grave para el lugar que ocupan: el síndrome de oscuridad política.

Este término es más complejo que el principio de rotación política y también podría motivar otro estudio. Pero en relación con el presente trabajo, se puede decir que es el fenómeno en el cual un actor político tiene un desempeño que puede ser indiferente, mediocre, malo e incluso nocivo dentro del entorno en que se desenvuelve. Así, puede ilustrarse el caso de actores que, en el tiempo que duran como miembros de una legislatura, no tienen una presencia relevante, nunca suben a tribuna a debatir, ni proponen iniciativas ni proyectos y mucho menos fiscalizan a los otros poderes o supervisan su distrito. En resumen, tales personajes no figuran y, como dice la vox populi, "sólo van a levantar el dedo" y puede que ni eso. Al respecto, Rafael Tejeda de Luna –como afirmación a las palabras de este autor y como sentencia del fenómeno– dice que "existen legisladores que nunca han subido a tribuna y muchos de ellos, ni subirán"… Por otro lado, se tiene a legisladores que sí suben a la tribuna, sólo que su actuación resulta más gris que intrascendente.

Otro ejemplo observado en la práctica es el de legisladores cuya actuación es más brillante, pero a la vez, negativa, pues suben a la tribuna no tanto a debatir con sus adversarios como a arengar a sus correligionarios, incitándolos al vandalismo político, a abandonar las sesiones plenarias o las reuniones de comisiones, o que introducen a sus huestes al recinto legislativo para agredir al personal camaral, a otros representantes o para causar destrozos al mobiliario. En fin, que hay actores políticos que, como los niños –valga la comparación–, se dan a conocer por su intachable conducta, disposición y aplicación para el estudio, el deporte y las artes. Pero, así también los hay que –igual que como otros tantos infantes– se les identifica por flojos, faltistas, ineptos, irrespetuosos, peleoneros, burlones y una larga lista de adjetivos calificativos, aunque en este caso lo correcto sería decir descalificativos, y que la Real Academia perdone al tesista.

8. Epílogo

Como ya se ha visto, hay muchos tipos de legisladores, pero indudablemente, todos ellos habrán atravesado por un proceso de formación, ya sea en el trabajo comunitario, dentro de una organización, dentro de su partido político, aunque también hay muchos otros lugares donde se puede formar como tal, sea en el campo de lo académico, la administración pública, etc. Sin embargo, estas son sólo algunas de las formas en que puede darse la formación del actor político que, eventualmente, asciende –o tiene posibilidades de ascender– a un cargo del orden legislativo independientemente del nivel de gobierno en que esto se dé, o del órgano de que se trate. Esta aportación académica constituye sólo una parte del universo que comprende el trabajo, el ámbito de acción e influencia, la personalidad y los recursos tanto internos como externos de los actores que protagonizan la actividad política en el México contemporáneo, e intenta no ser portador de alguna verdad, sino simplemente un marco de referencia para aquellos interesados en el fenómeno parlamentario de la actualidad.

 

 

 

Autor:

Ò Emilio Velazco Gamboa

Mexicano, 31 años de edad, es Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad del Desarrollo del Estado de Puebla (UNIDES). Tiene los Diplomados en Derecho Electoral y en Derecho Constitucional, por la Universidad Cuauhtémoc. Actualmente es consultor académico e investigador independiente.

Partes: 1, 2
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente