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La niñez en conflicto con la sociedad (página 2)


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Un ser niño evaluado por un adulto. Parece sencillo, pero no lo es. Para evaluar a un niño, se necesita ser niño. El grave error es querer que un niño deje de serlo y se convierta en niño adulto. Debe ser todo lo contrario. El adulto debe vivir como niño entre los niños.

La instrucción del adulto se centra en no hacer; en desaprobar las acciones realizadas por el niño que busca conocer la realidad, palpando, acariciando, introduciendo las manos en uno y otro lugar; llevándose objetos a la boca, destruyendo su juguete para investigar su estructura interna; en fin cuantos otros se pueden citar. Curiosamente el adulto dice: eso no se hace, tampoco eso, ni lo otro, mucho menos aquello. Llega un momento en que la mente infantil tropieza con una paradoja, sobre todo cuando el adulto no predica con el ejemplo. Si un niño hace algo considerado inconveniente por el adulto, lo prudente es que se le oriente a hacer algo diferente. El cambio de actividad, reduce de manera progresiva la realización de la acción, que puede perjudicar la salud o dañar objetos de valor que se encuentran en el hogar; y que muchas veces los padres dejan a su alcance. Esto último, es como decirle a un diabético que no consuma alimentos ricos en azúcares, pero le regalamos un pastel o chocolates.

Orientar para el no hacer, impide el desarrollo de las facultades mentales, lo mismo que la adquisición de habilidades y destrezas, tan necesarias en el cotidiano vivir. Se genera inseguridad, falta de confianza y otros que inhiben la conducta considerada aceptable por la sociedad.

Vemos adultos jóvenes que carecen de iniciativa, de creatividad, incapaces de tomar decisiones. La génesis de su comportamiento, se encuentra en la forma en que fue orientado en las primeras etapas de su vida; tales como la infancia, preadolescencia y adolescencia.

Cada etapa del crecimiento y desarrollo tiene sus propias características. Los padres y maestros deben conocerlas; así se evita humillar, lacerar, criticar y castigar acciones que son tan normales para la etapa de que se trate.

La capacidad de expresión del niño se ha visto limitada constantemente, tanto en el hogar, como en la escuela; luego se le pide que lea, escriba, piense, hable, redacte y otros imperativos que se escuchan por doquier; pero los resultados no se obtienen. Hoy, el niño es un inepto, un torpe, un bueno para nada. Las exigencias del adulto superan muchas veces su capacidad de hacer, abstraer, inferir, sintetizar, construir, redactar, leer, escribir. Se le pide a un niño que haga lo que un adulto promedio jamás hará en su vida, no por impericia o negligencia, sino, porque la instrucción recibida le ha moldeado para actuar así; por tanto, el ciclo de desfachatez se repite, aunque pase desapercibido. La contradicción formal del pensamiento humano se hace evidente.

Uno de los filósofos más conocidos de la antigüedad, dijo: "más importante que la ciencia de gobernar al pueblo, es la ciencia de educar a la juventud"; sin el ánimo de criticar a Platón, es necesario reflexionar sobre las investigaciones realizadas posteriormente, pues la información que se maneja en la actualidad es que la personalidad de un individuo se forja en la infancia; es decir, en sus primeros siete años de vida. Lo anterior implica que el filósofo cuyo pensamiento se comenta, al hablar de la juventud tenía presente que la educación inicia a muy temprana edad; por tanto, para evitar confusiones en el volátil pensamiento de la humanidad, lo mejor era decir: "más importante que la ciencia de gobernar al pueblo, es la ciencia de educar a la niñez".[1]

Investigaciones realizadas, demuestran que las primeras etapas de vida, influyen en la actitud hacia el proceso de aprendizaje; en el concepto que el niño se forma de sí mismo; y en la capacidad para formar y mantener relaciones sociales y emocionales en el futuro.

Por otra parte, pasada la etapa de la infancia llega la adolescencia[2]Ésta no produce cambios radicales en la capacidad intelectual, sobre todo para resolver problemas complejos, sino que se desarrolla de manera gradual. Jean Piaget[3]por su parte, determinó que la adolescencia es el inicio de la etapa del pensamiento de las operaciones formales (pensamiento que implica una lógica deductiva), asumiendo que ésta ocurriría sin importar las experiencias educativas o ambientales del entorno de cada individuo. Los datos de las investigaciones posteriores, no apoyan esta hipótesis y muestran, que la capacidad de los adolescentes para resolver problemas complejos, está en función del aprendizaje acumulado y la educación recibida en fases anteriores.

Lo expuesto en estos apartados, indica que la niñez es la etapa que determina el comportamiento en etapas futuras. Cuánta razón tenía Pestalozzi, cuando defendía la individualidad del niño y consideraba como una necesidad la preparación del maestro para desarrollar integralmente a sus alumnos. Lo que también debe hacerse extensivo también a los padres, pues los primeros años de vida de sus hijos están en sus manos, gracias a la bendita voluntad de Dios, quién se los ha dado como una herencia, como un premio o galardón.

Como padre y maestro, estoy consciente de los errores cometidos. La ignorancia, la falta de control, los prototipos existentes en la sociedad, y otros de igual o peor magnitud; hacen caer a los adultos en acciones que devastan la naturaleza del ser niño.

Las lágrimas, como perlas preciosas se deslizan suavemente por las mejillas de los niños. Niños que gimen, lloran o ahogan en su pecho y en silencio, el sufrimiento que un padre o una madre le provocan. El daño moral y psicológico al que son sometidos los niños del mundo no tiene perdón. Sin embargo, a Dios le pido sabiduría que ilumine el sendero por donde camino, para que con sigilo y prudencia instruya a mis hijos; para que con amor y ternura limpie las lágrimas de dolor y sufrimiento de los niños a quienes tengo el privilegio de formar; para que respete las leyes del proceso natural de su desarrollo[4]

Si bien es cierto, los psicólogos han elaborado toda una teoría sobre el desarrollo de la personalidad y sin menospreciar sus estudios e investigaciones, es necesario afirmar que la vida es simple, sencilla y sin mayores complicaciones. La naturaleza no se equivoca, mucho menos confunde. Las teorías otrora consideradas ciertas se esfuman para dar paso a nuevos conocimientos, pero el ser niño, es hoy, mañana y siempre sin importar la teoría que se encuentre vigente. Ello no es óbice, para que los adultos nos instruyamos. Lo importante es que se entienda y se respete cada etapa del desarrollo evolutivo del ser.

La naturaleza es un libro abierto. El agricultor lo entiende. En un primer momento deshierba el terreno, luego lo surca, siembra; espera el momento de la germinación; posteriormente abona las plantitas, les limpia de las malezas una o más veces; les deja crecer; hasta que por fin, los frutos esperados se obtienen. El agricultor no siega, sin antes sembrar.

Los índices criminológicos, existentes en la sociedad, tienen su origen en la inescrutable ley de causa y efecto. La forma en que se instruye a la niñez y adolescencia, repercute de manera negativa en conductas que son desaprobadas por la sociedad; pero se olvida que lo que el hombre está sembrando, eso también cosechará.

Las conductas indeseadas y delictivas son sancionadas por la sociedad. Distintos grupos sociales abogan por el endurecimiento de las penas; incluso, hay algunos que se pronuncian a favor de la pena de muerte. La pena sigue considerándose como un castigo en el tercer milenio. No se abordará a profundidad la "teoría de la pena"[5]; baste recordar lo que a la letra dice la Constitución de la República de El Salvador, año 1983, en su artículo 27 inciso 3°, el cual transcribo a continuación:

"El Estado organizará los centros penitenciarios con objeto de corregir a los delincuentes, educarlos y formarles hábitos de trabajo, procurando su readaptación y la prevención de los delitos".

Constitucionalmente se establecen los fines de la pena, tales como educar, habituar al trabajo, readaptar y prevenir delitos.

La sed de venganza por el oprobio causado por los que infringen la ley, hasta cierto punto es tolerable. Todos nos consternamos cuando vemos los atroces crímenes cometidos con lujo de barbarie. Lo que es totalmente intolerable es la exigencia de una conducta para la que no se preparó a la juventud; conducta, de la que padres, maestros, Estado, medios de comunicación, programas de televisión, juegos electrónicos y la sociedad en general han propiciado. Sencillo, no puedo exigirle a mi hijo que repare un electrodoméstico, si jamás ha recibido instrucción electrónica. No puedo exigirle a un estudiante que escriba un ensayo, una crónica o una novela, si como docente jamás lo he hecho; eso es un insulto a la inteligencia humana.

Los artículos 34 y 35 de la Constitución citada anteriormente, siguen diciendo:

"Todo menor tiene derecho a vivir en condiciones familiares y ambientales que le permitan su desarrollo integral, para lo cual tendrá la protección del Estado, quien garantizará la salud física, mental y moral de los menores, lo mismo que el derecho de éstos a la educación y a la asistencia".

En atención a las ideas expuestas, se hace del conocimiento del lector que hasta principios del siglo XX, son muy pocas las políticas gubernamentales que se practican a fin de proteger la salud y bienestar de los niños. Es a partir de 1919, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando comienzan a mencionarse los Derechos del Niño, ello conduce a que surjan convenios —acuerdos—internacionales con la finalidad de que los países se comprometieran en beneficio de la infancia[6]

El 20 de noviembre de 1959, fue firmada la Declaración de los Derechos del Niño, por la Organización de las Naciones Unidas, la cual proclamó el derecho de la infancia de todo el mundo a recibir un cuidado adecuado, éste debe ser brindado por padres, comunidad y gobierno. En 1989, treinta años más tarde, se firma "La Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño", intentando con ésta, robustecer la legislación internacional sobre derechos básicos del niño; sin embargo, el gobierno de El Salvador la firma el 26 de enero de 1990 y la Asamblea Legislativa la ratifica el 27 de abril del mismo año. A partir de entonces, empieza toda una serie de reformas en la legislación secundaria, derogándose incluso el Código de Menores, el cual surgió como una legislación que venía a proteger los derechos de la infancia (en ese momento histórico). Esto se logra gracias a los esfuerzos de la Asociación Pro Infancia, que fue una de las instituciones que comenzó a trabajar por los derechos de los niños salvadoreños. Ahora bien, este Código se volvió obsoleto debido a los cambios que se gestaron con la firma y ratificación de la Convención de los Derechos del Niño; por lo que aparece en la escena, el Código de Familia y la Ley del Menor Infractor. Esta última reformada en su contenido y en su nombre; pues actualmente, se denomina "Ley Penal Juvenil".

En ese sentido, podemos observar que existe todo un marco jurídico que respalda el accionar de las instituciones que trabajan en beneficio de la infancia, tales como la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, dentro de la cual está la Procuraduría Adjunta para los Derechos del Niño. Esta última tiene la finalidad de vigilar que las instituciones del Estado cumplan con las obligaciones contraídas en beneficio de la niñez salvadoreña; como también difundir, promover y educar a la población en lo que se refiere a los derechos del niño.

Si bien es cierto, lo expuesto ha cobrado especial relevancia en la vida de los salvadoreños, más importante aún, es potenciar la erradicación de la pobreza que viven muchos niños, no se debe olvidar el terror inmisericorde que se comete contra ellos. Niños y niñas que deambulan por la calle, pidiendo limosna para poder comer, que duermen en las aceras, que desean poder consumir un mendrugo de pan. Por otra parte, la Constitución de la República de El Salvador del año 1983, proclama que el Estado garantizará el desarrollo integral de los menores; pero las familias salvadoreñas no tienen los salarios dignos que les permitan criar, educar y asistir integralmente a sus hijos, pues más de la mitad de salvadoreños obtienen como ingreso diario la risible cantidad de un dólar. Realmente resulta paradójico, pedir a una familia que satisfaga todas las necesidades de sus hijos viviendo en las condiciones económicas indicadas.

Así las cosas, lo que vemos a diario, está muy lejos de reflejar el espíritu constitucionalista. Ni los padres, ni los maestros, mucho menos el Estado y la sociedad comprenden las implicaciones de su negligencia e impericia.

La reflexión y todo lo escrito nos lleva a concluir que Pitágoras, en su afán de defender a los que cometían algún delito; consternado a lo mejor por lo duro de las penas e ideologizado por la concepción que se manejaba de éstas, pues eran vista como castigo; dijo: "educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres".

Sin embargo, nos damos cuenta, que es todo lo contrario. Y sin el ánimo de juzgar a Pitágoras, hoy debe decirse:

"Educad a los hombres para que no castiguen a los niños".

Ni la erudición, ni la filosofía, mucho menos la teología son mi campo; pero deseo tener mi conciencia tranquila, por lo que a Dios imploro:

"Perdóname, ¡Oh, Dios misericordioso, porque no sé lo que hago, leo o escribo! ¡Oh, Dios de la luz; líbrame de las tinieblas de la ignorancia! No quiero riquezas, sino sabiduría para contribuir con la iluminación del mundo".

 

[1] La infancia es considerada por algunos estudiosos como el período comprendido entre el momento del nacimiento y los 12 años, aproximadamente. Consideran que este período de la vida es fundamental en el desarrollo, pues de él va a depender la evolución posterior. Las características relacionadas de manera primordial con esta fase son: las físicas, motrices, capacidades lingüísticas y socioafectivas.

[2] La adolescencia se define como la etapa de maduración entre la niñez y la condición de adulto. El término denota el periodo desde el inicio de la pubertad hasta la madurez y suele empezar en torno a la edad de catorce años en los varones y de doce años en las mujeres. Las edades varían según las características individuales y las diferentes culturas. Lo que debe asumirse es que es un período de tiempo en que los individuos necesitan considerarse autónomos e independientes socialmente.

[3] En sus investigaciones diferenció cuatro estadios del desarrollo cognitivo del niño, que están relacionados con actividades del conocimiento como pensar, reconocer, percibir, recordar y otras. En el estadio sensoriomotor, desde el nacimiento hasta los 2 años, en el niño se produce la adquisición del control motor y el conocimiento de los objetos físicos que le rodean. En el periodo preoperacional, de los 2 a los 7 años, adquiere habilidades verbales y empieza a elaborar símbolos de los objetos que ya puede nombrar, pero en sus razonamientos ignora el rigor de las operaciones lógicas. Será después, en el estadio operacional concreto, de los 7 a los 12 años, cuando sea capaz de manejar conceptos abstractos como los números y de establecer relaciones, estadio que se caracteriza por un pensamiento lógico; el niño trabajará con eficacia siguiendo las operaciones lógicas, siempre utilizando símbolos referidos a objetos concretos y no abstractos, con los que aún tendrá dificultades. Por último, de los 12 a los 15 años (edades que se pueden adelantar por la influencia de la escolarización), se desarrolla el periodo operacional formal, en el que se opera lógica y sistemáticamente con símbolos abstractos, sin una correlación directa con los objetos del mundo físico.

[4] Las leyes que regulan las transiciones en las diferentes etapas del desarrollo también deben identificarse. Las principales teorías evolutivas son la teoría freudiana de la personalidad y la de la percepción y cognición de Piaget. Ambas explican el desarrollo humano en la interactividad de las variables biológicas y ambientales.

[5] Puede leer artículo titulado “LA PENA DE PRISIÓN”. http://www.monografias.com/trabajos82/pena-prision/pena-prision.shtml

[6] Los cambios son recientes; es de acotar, incluso, que lo que hoy conocemos como la CELEBRACIÓN DEL DÍA DEL NIÑO; se propuso hasta 1952 por la Unión Interamericana de Protección a la Infancia (UIPI); pero, fue en octubre de 1953 cuando se celebró por vez primera, con la participación de unos 40 países. La Organización de las Naciones Unidas declararon en el año de 1954 que el 1 de octubre fuera el “Día Universal del Niño”, dejando abierta la posibilidad para que cada país determinará la fecha en que deseaba celebrarlo. A partir de ese año, El Salvador adquiere el compromiso de velar por los niños, pero los cambios no se gestan de manera inmediata, sino lenta y gradualmente.

 

 

Autor:

Lic. Jaime Noé Villalta Umaña

Prof. y Abg.

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