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Una excomunión inválida, un cisma inexistente


Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Introducción
  2. Una excomunión discutida
  3. Los términos jurídicos de la cuestión

Introducción

  •  El dogma se defiende conservando la Santa Misa de siempre

  • Monseñor Lefebvre y los "lefebvristas"

Hace diez años, su Excelencia Monseñor Lefebvre, en su octogésimo tercer año de vida, sintiendo aproximarse la hora de su muerte, consagró cuatro obispos sin esperar el mandato pontificio (prometido en el curso de las extenuantes tratativas, pero siempre diferido o sometido a condiciones) con el fin de permitir la supervivencia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Congregación de gran mérito fundada por él en noviembre de 1970 a pedido de un grupo de seminaristas franceses para la conservación de la sana doctrina católica, de los seminarios que se inspiraban en esta última y de la Santa Misa de rito tridentino. A consecuencia de ese acto, Monseñor, considerado ya como "rebelde" por haber rehusado cerrar la Fraternidad como le había impuesto arbitrariamente el Ordinario local (Monseñor Mamie), y suspendido "a divinis" por haber igualmente ordenado sacerdotes a los seminaristas que había acogido, fue inmediatamente declarado excomulgado ipso facto bajo la doble acusación de ser desobediente al Papa y cismático[2]

Con esta excomunión, la Santa Sede puso definitivamente en el destierro a Monseñor Lefebvre y a la Fraternidad que había fundado. Y se hizo el vacío alrededor de los pretendidos "lefebvristas", clérigos y laicos. Y decimos "pretendidos lefebvristas" porque no existe ni ha existido jamás un "lefebvrismo". En efecto, no existe una "doctrina" de Monseñor Lefebvre. Se ha intentado y se intenta hacerlo pasar por "cismático" o resueltamente "hereje", como a todo "excomulgado" que se respete, pero todas estas acusaciones, destinadas a impresionar la imaginación colectiva, son totalmente falsas, como bien lo saben aquellos que han estudiado los hechos.

Monseñor Lefebvre no ha sido jamás el jefe de una secta, nunca ha querido constituir una, no ha sido jamás considerado como el jefe de los "tradicionalistas" en general. Su pensamiento religioso, tal como resulta de sus predicaciones o de sus diversos escritos exegéticos, es absolutamente ortodoxo. Y pleno de un celo ardiente por la verdad católica. Ha sido excluido y perseguido porque quiso mantenerse fiel en la fe y en las obras a la doctrina constante de la Iglesia, sin tener miedo a nadie. Los "lefebvristas" no son otra cosa que católicos fieles al dogma, a lo que la Iglesia ha enseñado casi durante veinte siglos hasta el Concilio Vaticano II excluido. No son tradicionalistas sino fieles a la Tradición, porque la Tradición en el Catolicismo, es justamente la fidelidad al dogma consagrado por el Magisterio de la Iglesia.

  • Un rito litúrgico corrompido

El que quiera ser fiel al dogma, en obediencia al principio de salvación enunciado por nuestro Señor Resucitado: "Se fiel hasta la muerte y Yo te daré la corona de la vida" (Apoc. 2, 10), no puede aceptar las novedades destructoras surgidas de Vaticano II y debe, al contrario, dudar de la validez de éste último.

Cimientos ambiguos sobre los cuales pesa una fuerte sospecha de invalidez porque han sido ordenados con una intención ilegítima (el "agiornamiento" = la puesta al día o la modernización, y la apertura al mundo), intención que no ha sido jamás la de la Santa Iglesia; porque esa asamblea se autodeclaró solamente pastoral (y no también dogmática, lo que, al contrario, la hace obligatoria) y por consiguiente titular de un magisterio bastardo; porque, salpicada de graves ambigüedades y errores en la doctrina, comenzando por la definición "ecuménica" de la Iglesia católica (que se rehusa hacer coincidir con la única Iglesia de Cristo) para terminar con la "colegialidad", de tipo democrático o semiconciliar y en la libertad de conciencia de tipo liberaljacobino[3]es en el "espíritu" de este último Concilio que fue a continuación concebido y realizado el Novus Ordo Missæ, la "Misa de Pablo VI", pensada sobre el papel para ser teológicamente aceptada por los protestantes herejes, y tan cierto es, que seis de ellos participaron de hecho en su elaboración. Se trata de un rito teológicamente incierto, necesariamente ambiguo, ya que no debía desagradar a los herejes.

  • El pueblo "celebrante"

No obstante las correcciones aportadas a la primera edición escandalosa de 1969, luego de las críticas indignadas y documentadas de teólogos y especialistas, confirmadas por los Cardenales Bacci y Ottaviani, se nota igualmente en el texto definitivo de 1970, la presencia de conceptos protestantes (y por lo tanto heréticos).

Ante todo, la tendencia a equiparar el sacerdocio de los eclesiásticos y el de los fieles, introduciendo a estos últimos en la celebración del Santo Sacrificio de tal forma que, de hecho, se procede a realizar esta "concelebración" del sacerdote y del "pueblo" condenada en su tiempo muy claramente por Pío XII en la Encíclica Mediator Dei[4]En consecuencia, el ministro de la Eucaristía no es más exclusivamente el sacerdote (como ha sido enseñado y definido por el Magisterio a lo largo de los siglos); el ministro, al contrario, pasa a ser todo el "Pueblo de Dios", el cual "hace subir a Dios las plegarias de toda la familia humana", como si ejerciera una especie de mediación sacerdotal respecto de la humanidad toda entera (por lo tanto, inclusive los no católicos, incrédulos, ateos)[5].

Es así pues, que la Santa Misa, plegaria "sacerdotal" del "pueblo de Dios", adquiere una significado ecuménico en el sentido del Vaticano II que es heterodoxa: el "Pueblo de Dios" tiende a identificarse con la humanidad, realizando así la unidad del género humano, ya que la Santa Misa pasaría a ser ¡un momento culminante![6]

En ese rito se tiene, por consiguiente, una depreciación del ministerio del sacerdote y una concepción errónea del sacerdocio común de los fieles, porque el sacrificio expiatorio celebrado por el oficiante es concebido como celebrado por el pueblo, "único que (…) goza de un verdadero poder sacerdotal, mientras que el clérigo obra únicamente por delegación que le es otorgada por la comunidad", según la tesis herética condenada por Pío XII en "Mediator Dei"[7]. El texto en el que esto aparece más claramente es el famoso art. 7 de la Institutio del Novus Ordo 1970, en el cual se ha osado escribir: "In Missa seu Cena dominica populus Dei in unum convocatur, sacerdote præside personamque Christi gerente, ad memoriale Domini seu sacrificium eucharisticum celebrandum", es decir, "En la Misa o Cena del Señor, el pueblo de Dios está reunido en común, bajo la presidencia del sacerdote, que actúa en el lugar de Cristo, para celebrar el memorial del Señor o sacrificio eucarístico".

Entonces: 1) el oficiante, representando la persona de Cristo, es sólo presidente de la Asamblea, como si fuera un ministro protestante, ya que 2) es la Asamblea la reunida para "celebrar" el memorial del Señor (contra toda la Tradición de la Iglesia). Por otra parte: 3) el memorial del Señor es llamado "sacrificio eucarístico", pero no "propiciatorio" (lo que habría desagradado a los protestantes). En consecuencia no se está completamente seguro de que el texto pretende expresar la idea de "sacrificio expiatorio", como ésta es demandada de manera perentoria por el dogma de la fe.

  • Una "presencia real" ambigua

Y esto no termina, pues el resto del párrafo hubiera debido recordar el dogma de la transubstanciación, que – al contrario – no es mencionado jamás (los protestantes lo niegan), y es substituido por una ambigua "presencia real". El texto continúa, de hecho, como sigue: "es para esta asamblea local de la Santa Iglesia que es eminentemente válida la promesa de Cristo: «donde dos o tres están reunidos en Mi Nombre, Yo estoy en medio de ellos" (Mt. 18,20). De hecho en la celebración de la Misa, durante la cual se perpetúa el sacrificio de la Cruz (n.b. "se perpetúa"; ¿pero se renueva también? N. de T.), Cristo está realmente presente en la asamblea misma, reunida en su nombre, en la persona del ministro, en sus palabras y además de manera sustancial y permanente bajo las especies eucarísticas"[8]. Y aquí se ve que la "presencia real" ya no está reservada a la sola presencia que resulta de la transubstanciación, sino ampliada a la "presencia" no sacramental de Cristo en la "asamblea", en la "persona del ministro", en "sus palabras", y que la presencia misma "de manera substancial y permanente" bajo las especies eucarísticas depende, si nos atenemos al texto, no de la transubstanciación (de la que no se habla), sino del hecho de que la asamblea se reúne "en el nombre" de Cristo[9]

Todo esto, ¿no recuerda la consubstanciación de los herejes luteranos que niegan, como sabemos, que la Santa Misa renueva realmente el sacrificio expiatorio de N. Señor en el Calvario? La ausencia de referencia a la transubstanciación permite entonces comprender por qué han sido sacados todos los signos tradicionales de la fe en la presencia real[10]de Cristo en la hostia consagrada: desde el dorado interior de los vasos sagrados hasta la recepción de rodillas de la Santa comunión, etc…[11]

  • Un nuevo tipo de "fe".

En las invocaciones y plegarias de la Santa Misa, la Santísima Trinidad ha desaparecido (los protestantes liberales no la quieren; los judíos y musulmanes la detestan), a excepción obligada del Credo; la Santísima Trinidad es reemplazada por un anónimo ¡"Dios del Universo" que puede ser el Dios de cualquier religión inclusive "laica"! La inserción, en la llamada "liturgia de la Palabra", de un pasaje del Antiguo Testamento al lado de las Epístolas y el Evangelio, aparece como una disposición antojadiza. Se sabe, en efecto, que casi nunca el oficiante logra dominar en su homilía una materia tan vasta, y que, por lo demás, ésta es saltada a pie juntillas, teniendo relativo a la justicia o a la política. Este tipo de homilía, en adelante bien establecido, hace figura de estereotipo al punto de hacer envidiar a los católicos la plegaria del viernes de los musulmanes (para los cuales la religión y la política son la misma cosa).

Como lo ha subrayado en numerosas ocasiones Monseñor Lefebvre, el nuevo rito es una "corrupción de la verdadera Santa Misa católica. ¿Cómo un rito de este tipo que, precisamente a causa de su carácter contaminado y "corrompido" no desagrada a los protestantes herejes ni a los no cristianos, podría pues, convenir más a los católicos? ¿A cuáles católicos podría gustar? Una Misa que prácticamente es también a menudo inválida y engaña a los fieles porque muchos de los sacerdotes que la dicen profesan en lo sucesivo la fe que les ha sido enseñada en los seminarios actuales o que han absorbido en su ambiente podrido de liberalismo y modernismo; una fe que no es más con certeza la fe católica, sino un nuevo tipo de fe, ecuménico, que conservando vestigios de la fe católica, es en realidad una fe sincretista y veteada de herejía. Fe que se reduce a los cultos de la Humanidad y del diálogo con el Error, cultos que dejan de lado el debido a la Santísima Trinidad cuando no lo han resueltamente reemplazado.

Un rito litúrgico corrompido hace correr graves peligros a las almas de aquellos que lo frecuentan, y por consiguiente, esta "misa" ha sido ciertamente uno de los frutos más amargos del Vaticano II. Pero toda la Catolicidad oficial, que sobrevive bajo el signo de la ambigüedad y de repetidas infidelidades (aún si no son unánimes) muestra los signos de un cuerpo gravemente enfermo y en todas partes las sociedades y naciones, no hace mucho cristianas, afligidas por una fuerte desnaturalización, por un espíritu rebelde, por todos los vicios y corrupciones, seducidas por las falsas religiones y las sectas más diversas, son desde ahora, invadidas sin tregua por los musulmanes.

  • El mérito de Monseñor Lefebvre

Creando el vacío alrededor de Monseñor Lefebvre con una excomunión totalmente arbitraria, porque el antiguo prelado había obrado en evidente estado de necesidad y sin ninguna intención cismática, las autoridades del Vaticano pensaban tal vez haber logrado disolver el bastión de fidelidad al dogma presentado por la Fraternidad San Pío X. Si este pensamiento ha existido, ha sido desmentido por los hechos. No obstante las dificultades materiales de todo género, la Fraternidad cuenta hoy con alrededor de 350 sacerdotes, de los cuales 100 son franceses[12]Está viva y floreciente, y mantiene sus cinco seminarios diseminados por el mundo. Agradecemos vivamente al Señor.

Hace muchos años, en una entrevista, el Cardenal Ratzinger manifestó asombro por la solidez y la perseverancia de la Fraternidad. Él estará tal vez todavía más sorprendido de saber que hace tres años, un eminente científico – aprobado por los profesores de la Universidad Gregoriana – consideraba como jurídicamente inválidas tanto la excomunión declarada a Monseñor Lefebvre como la imputación de cisma que se le hace. El tiempo, como se dice, es honesto…

Los católicos fieles al dogma saben que pueden tener en las iglesias y capillas de la Fraternidad, la verdadera Misa católica (la "Misa de siempre", porque su rito se remonta a los primeros siglos del Cristianismo), con – en consecuencia – un grande e inestimable beneficio para sus almas, sin estar obligados a reconocer, contra su conciencia "la legitimidad y la corrección doctrinal" del misal promulgado por Pablo VI[13]lo que al contrario les pasa a los que frecuentan la Misa Tridentina concedida por el indulto de Juan Pablo II, indulto en el cual se encuentra precisamente formulada esta condición de reconocimiento. El cual, siendo implícito, es peligroso para la salvación de las almas puesto que la "corrección doctrinal" de la misa de Pablo VI es, como se ha visto, extremadamente dudosa.

No sabemos si la falta de corrección doctrinal es tal que permite considerar como a priori inválido el nuevo rito. No tenemos la autoridad para pronunciar un juicio definitivo y dirimente en la materia. Sabemos, sin embargo, que si nos atenemos a la salvación de nuestra alma debemos evitar el nuevo rito a cualquier costo. Y sabemos que debemos el beneficio inestimable de poder frecuentar la Santa Misa verdaderamente católica, a la lucha muy meritoria y tenaz por la defensa del dogma de la fe, emprendida en su momento por Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer (los dos únicos obispos que lo han defendido abiertamente) y por la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fundada por Monseñor Lefebvre. Agradecemos por esto a Dios Todopoderoso y esperamos con una fe inalterable en la obra de Dios, el día en que la Santa Sede, vuelta a la sana doctrina de siempre, pondrá en claro la injusticia de las condenas infligidas en la hora de las tinieblas.

Mientras tanto agradecemos también al Señor por habernos salvado de las seducciones intentadas por la autoridad formalmente legítima para recuperar al "rebaño" que se obstina en preferir la verdadera Misa católica a la de Pablo VI. Nos referimos al Motu Proprio Ecclesia Dei adflicta, promulgado por el actual Papa con ocasión de la excomunión inválidamente declarada contra Monseñor Lefebvre.

El décimo aniversario de este documento ha sido también objeto de declaraciones triunfalistas por parte de algunos, con declaraciones casi triunfalistas. Según estos, el éxito de las "comunidades Ecclesia Dei", constituidas de acuerdo con las directivas y promesas contenidas en el motu Proprio del Papa, resultaría del hecho de haber quitado a la Fraternidad San Pío X, diez sacerdotes y veinte seminaristas en 1988 y, (dicen ellos) "quince sacerdotes y seminaristas" hace algún tiempo[14]En suma: alrededor de una quincena de sacerdotes y una treintena de seminaristas en un período de diez años. Enorgullecerse de estas cifras es no tener sentido del ridículo. Por lo demás, el cardenal Gagnon, después de haber visitado la Fraternidad en 1987 y encontrar todo en orden, ¿no había previsto que "el 80 % de los fieles dejarían la Fraternidad de Monseñor Lefebvre en el caso de consagraciones ilícitas"?[15].

Por el contrario, la Fraternidad ha resistido con perdidas mínimas. Se mantiene bien desde hace diez años, gracias a Dios, y pese a la competencia de las "comunidades Ecclesia Dei".

  • 1. 2. La ilusión de "Ecclesia Dei"

  • El motu proprio "Ecclesia Dei adflicta"

Pero, ¿por qué decimos que ese "motu proprio" ha dado vida a una ilusión? Consideremos atentamente los hechos. Promulgado el 2 de julio de 1988, como comentario de la excomunión de Monseñor Lefebvre que acababa de ser declarada, el documento advertía a todos aquellos que hasta ese momento "se habían apegado, del modo que fuese, al movimiento creado por Monseñor Lefebvre", que se dieran cuenta de su deber de no sostener en manera alguna dicho "movimiento"[16]. Al mismo tiempo, les tendía la mano; ¿cómo?

En el párrafo 5 del documento, el Papa manifestaba su voluntad – a la cual pedía asociarse a los Obispos y todos aquellos que estaban investidos de ministerio pastoral en la Iglesia – según la cual fuera facilitada la "comunión eclesial", gracias a medidas capaces de garantizar el respeto de sus "justas aspiraciones"[17], a los fieles "que se sienten ligados a formas litúrgicas y disciplinarias anteriores dentro de la tradición latina". El Papa establecía, en el párrafo 6, la creación de una Comisión presidida por un Cardenal (Comisión "Eclessia Dei") y compuesta por miembros de la Curia, encargada de colaborar con los órganos competentes y los medios interesados para facilitar la "plena comunión eclesial" de los sacerdotes, seminaristas, comunidades religiosas e individuos hasta entonces ligados a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que desearan quedar unidos al Sucesor de Pedro, "conservando su tradición espiritual y litúrgica, a la luz del protocolo firmado el 5 de mayo de 1988 por el Cardenal Ratzinger y Monseñor Lefebvre"[18].

Este famoso protocolo de acuerdo del 5 de mayo de 1988, que luego no entró en vigencia, constituía por consiguiente, la base jurídica para organizar lo que se llamaría las "Comunidades Ecclesia Dei", es decir, las "comunidades" (en general sociedades de vida apostólica) compuestas inicialmente por desertores de la Fraternidad San Pío X, a los cuales era reconocido el privilegio de celebrar la Misa llamada de San Pío V y de mantener las "formas litúrgicas y disciplinarias precedentes". Entre las primeras y más conocidas "comunidades", está la Abadía benedictina de Santa Magdalena de Barroux y la "Fraternidad San Pedro". Según fuentes de la Fraternidad San Pío X, la autonomía reconocida a esas instituciones es, de todas maneras, más bien limitada[19]en diversos aspectos. Recordamos aquí un punto importante: en el protocolo de acuerdo del 5 de mayo, la Santa Sede reconocía la "utilidad" del nombramiento de un Obispo "miembro de la Fraternidad San Pío X"[20]. Esto significaba que en principio era aceptada la consagración de un Obispo fiel a la Tradición. Habiendo mantenido el protocolo de acuerdo como base para el reconocimiento de las "Comunidades Ecclesia Dei", esta promesa oficial, hecha en aquel entonces pesa todavía sobre la Santa Sede: la consagración mencionada más arriba, debería haber tenido lugar para esas Comunidades, pero hasta hoy no se le ha visto ni la sombra: la promesa no ha sido mantenida[21]

  • Un indulto gravemente condicionado, y sin razón de ser.

Volvamos ahora al texto del "Motu proprio". Concluyendo sus instrucciones, el Papa afirmaba que era necesario respetar el "deseo espiritual" de los fieles "que se sienten ligados a la liturgia latina, aplicando de manera amplia y generosa las directivas adoptadas en su tiempo por la Sede Apostólica para el uso del misal romano según la edición típica de 1962"[22].¿A qué se refería el Papa? Al famoso indulto Quattor abhinc annos promulgado el 3/10/1984 por la Congregación para el Culto Divino y que ya hemos citado, el cual establecía para los sacerdotes y fieles que lo hubieran pedido a su Obispo, la posibilidad de recibir el privilegio de celebrar la Misa tridentina y asistir a ella. Naturalmente, la concesión del privilegio estaba subordinada a condiciones, entre ellas: que los peticionantes acepten "la legitimidad y la rectitud doctrinal del misal romano promulgado en 1970 por el Pontífice Romano Pablo VI", que esta celebración tenga lugar "solamente para la utilidad de quien la reclamaba", y en los lugares de culto y condiciones establecidas por el Obispo. Las iglesias parroquiales estaban excluidas de la concesión del privilegio, excepto en casos extraordinarios[23]

El ejercicio de ese privilegio estaba pues sometido a notables limitaciones, e inmediatamente los Obispos se mostraron más bien sordos a las peticiones de los fieles[24]Hay que agregar que los fieles unidos a la Tradición continuaban frecuentando en gran número las Misas celebradas por la Fraternidad San Pío X. Entonces el Papa forma una comisión de ocho cardenales de Curia, encargada de examinar la situación y preparar las "normas" que establecieran una nueva reglamentación del Indulto, válida para toda la Iglesia. Sin embargo, esas normas jamás fueron promulgadas[25]

El concepto más importante expresado en esta circunstancia por esa comisión cardenalicia puede ser, como se sabe, la cuestión de la supresión o no, por parte de Pablo VI, de la Misa tridentina; según dichos cardenales, Pablo VI no la suprimió formalmente nunca, y por consiguiente, "ningún Obispo tiene el derecho de impedir a un sacerdote católico celebrar la Misa tridentina"[26].

Esta opinión, que parece canónicamente inatacable, vacía de significación, sin quererlo, el propio Indulto. De hecho, si la Misa tridentina no fue nunca formalmente suprimida, y por lo tanto continúa existiendo como liturgia perfectamente válida de la Santa Iglesia, celebrarla y asistir a ella es un derecho, no un privilegio, y el indulto de Juan Pablo II que la concede como privilegio, es canónicamente superfluo.

Sea como fuere, la invitación dirigida a los Obispos por el Papa, de ser "generosos" para acordar el permiso de la Misa tridentina, no ha sido escuchada. He aquí un dato de hecho inatacable, que resulta, entre otros, con extrema claridad del voluminoso libro de la Encuesta citada, nota 9, los Obispos hacen oídos sordos. Al mismo tiempo, la demanda de esta Misa [tridentina] parece aumentar, tal vez porque los fieles tienen bastante de la "anarquía litúrgica" que, a causa de la Misa de Pablo VI, reina en casi todas las parroquias, especialmente en Francia[27]y no sólo en Francia (la anarquía es cada vez más universal pero con grados e intensidad variable).

No obstante, la actitud de los Obispos contradice sólo en apariencia a la de la Santa Sede. De hecho, ésta ha hecho promesas que luego no ha mantenido (por ejemplo, en el caso del nombramiento de un Obispo "tradicionalista"). Ella ha instituido la Comisión cardenalicia antes mencionada pero sus normas, válidas para toda la Iglesia y que contienen una nueva reglamentación, nunca fueron promulgadas[28]Y esto no es todo. Monseñor Giovanni Battista Re (sustituto de la primera sección de asuntos generales de la Secretaría de Estado) respondía el 17. 01. 1994 al Presidente de Una Voce – que el 13.10.1993 pedía al Papa quisiera autorizar libremente en toda la Iglesia la Misa y los sacramentos según el antiguo rito, para soslayar así la resistencia pasiva de los Obispos -, que Ecclesia Dei había permitido la utilización del Misal Romano "en ciertas condiciones. Las diversas disposiciones tomadas después de 1984 tendían a facilitar la vida eclesial de algún número de fieles sin perpetuar por ellos las formas litúrgicas anteriores. La ley universal es la de usar el rito renovado luego del Concilio, por lo que la utilización del rito anterior debe ser entendido como un privilegio que tiene un carácter excepcional"[29].

El objetivo de Ecclesia Dei era pues, solamente "facilitar la vida eclesial" a los fieles unidos a la Tradición pero no se deseaba "hacer eterno" el antiguo rito. ¿Qué significa esta expresión? Que el antiguo rito era tolerado provisoriamente para no ofender la sensibilidad de algunos fieles pero que no se podía considerar como un rito destinado a durar. La conclusión de la carta[30]era extremadamente clara sobre este punto: después de haber rendido un homenaje formal a la "salvaguarda de valores que constituyen un patrimonio precioso para la tradición litúrgica de la Iglesia", el sustituto continuaba afirmando con gran claridad que "el primer deber de todos los fieles es acoger y profundizar las riquezas de los valores que se encuentran en la liturgia en vigencia, y hacerlo en espíritu de fe y de obediencia al Magisterio, evitando toda tensión perjudicial para la comunión eclesial. El Santo Padre desea que vuestra Asociación contribuya a este objetivo"[31].

El texto de Monseñor Re puede ser entendido sin duda alguna como una interpretación auténtica del Motu proprio Ecclesia Dei. Éste no ha entendido de ninguna manera restablecer el antiguo rito, y aún menos en un plano de paridad con el nuevo. Se ha tratado sólo de un gesto "pastoral" del Papa, como una consideración hacia la "sensibilidad" de algunos fieles anclados en el pasado. Un "paréntesis de tolerancia"[32] que no apunta absolutamente a "hacer perenne" el rito tradicional en la liturgia oficial de la santa Iglesia. Los fieles deben, al contrario, saber que su deber es seguir el nuevo rito ya que es y permanece la voluntad del Papa.

La importancia de esa carta, de esa interpretación oficial del Motu proprio, está confirmada por el hecho de que los Obispos la citan con frecuencia, rehusando otorgar la Misa con Indulto[33]Desde el punto de vista de la jerarquía actual, la misa tridentina con indulto no sería, pues, otra cosa que un paréntesis destinado a ser cerrado algún día. Es por ello que decimos que Ecclesia Dei es una ilusión en la que han caído todos aquellos que esperaban que el Papa actual quisiera efectivamente restablecer el rito tradicional de la Santa Misa en el mismo nivel de dignidad que el nuevo.

Pero el día de un brusco despertar se acerca. Para demostrarlo, según nosotros, basta ver las demandas que ha hecho llegar a las "Comunidades Ecclesia Dei", Monseñor Perl, secretario de la Comisión Ecclesia Dei, en un documento que date del verano de 1998, tal vez para celebrar el décimo aniversario de esta Comisión. Monseñor Perl pide que, en las Misas tridentinas celebradas con Indulto, el oficiante en lo sucesivo esté sentado durante la lectura de la Epístola; que el Prólogo del Evangelio de San Juan sea suprimido; que se empiecen a recitar durante la Misa las "plegarias universales"[34].

He aquí una tentativa impresionante de mutilar el rito tridentino y de contaminarlo con el de Pablo VI. De hecho, ¿por qué el sacerdote debería estar sentado mientras se lee la Epístola? ¿Cuándo se ha visto este tipo de cosas? ¡Es el sacerdote – presidente de la misa protestante del "Novus Ordo" quien se queda sentado mientras que laicos de variado tipo (matronas, jovencitas, boyscouts, padres de familia, etc.) leen los extractos del Antiguo y Nuevo Testamento insertados en la "liturgia de la palabra" y casi siempre de una manera capaz de indignar hasta los mismos muros de la Iglesia! Pidiendo al oficiante de la Misa tridentina quedarse él también sentado durante esas lecturas mientras ellas son hechas por laicos de pie, es evidente que se pide, sin decirlo, la presencia de algún otro, diferente del oficiante, para hacerlas. ¿Un laico? ¿Una mujer? ¿Una religiosa?

¿Y por qué se quiere hacer esto a la lectura del Prólogo del Evangelio de San Juan? Se trata de un texto para nada ecuménico. En efecto: 1) reafirma la naturaleza divina de Cristo; 2) recuerda que el mundo y los de "su casa" – es decir, los judíos – "no le recibieron"; recuerda que el mundo es enemigo de Cristo (razón por la cual debe ser convertido), y también recuerda el pecado de los judíos contra el Espíritu Santo, cosa que los judíos no desean recordar; 3) proclama a los cristianos superiores a los hijos de Abraham porque son elegidos "hijos de Dios", gracias a la fe en Cristo.

La supuesta "plegaria universal", en fin, es una oración concebida según diversas fórmulas, por medio de las cuales se introduce explícitamente en la Misa el espíritu "ecuménico" como lo entiende la "Iglesia conciliar" surgida del Vaticano II[35]

La Circular de Monseñor Perl demuestra que la Santa Sede ha decidido acortar los tiempos: el recreo terminó. Se anuncian tiempos duros para las "Comunidades Ecclesia Dei" (salvo compromisos ulteriores). Sus superiores intentarán resistir y defender la Misa de siempre de recortes y contaminaciones. Pero ¿lo lograrán? Y ¿hasta cuándo? Hubieran hecho mejor en no dejarse seducir hace diez años y escuchar a aquellos que, código canónico en mano, objetaban desde el principio la manifiesta invalidez de esas contaminaciones, cuya hipótesis hace ahora la propia Universidad Gregoriana (ver el §2 de este estudio y el 3.11).

Esperamos que el trabajo aporte una contribución a la verdad, de manera de colaborar, con la ayuda de Dios, a esclarecer la nube de embustes y malas interpretaciones que rodea aún la figura y la obra de Monseñor Lefebvre.

Una excomunión discutida

2. 1. Algunos hechos y puntos bien determinados.

  • Los hechos

En una "tesis complementaria de licenciatura" en derecho canónico, debatida y aprobada con el máximo de votos en julio de 1995 en la Universidad Pontificia Gregoriana, el sacerdote norteamericano (no "lefebvrista") Gerald Murray, sostuvo que la excomunión latæ sentetiæ infligida en su tiempo a Monseñor Lefebvre, a Monseñor de Castro Mayer y a los cuatro Obispos consagrados por Monseñor Lefebvre sin mandato pontificio, desde el estricto punto de vista canónico no es válida, al igual que la acusación conexa de cisma en sentido formal. Esta "tesis de licenciatura" no ha sido publicada. No obstante, un resumen bastante claro de ella está disponible, con una amplia cita de extractos. Dicho resumen apareció en la revista norteamericana "The Latin Mass" (nº de otoño de 1995), acompañado con una entrevista al P. Murray. Otras entrevistas a este sacerdote y sumarios de ese resumen aparecieron luego en otras publicaciones[36]

Entretanto, sin embargo, se verificaron dos hechos: 1) la retractación parcial que el P. Murray hizo de su tesis (en el verano de 1996); 2) el mantenimiento de los motivos de la excomunión en un texto presentado alrededor de un año más tarde como opinión de la Comisión Pontificia para la interpretación de textos legislativos.

En el dictamen que este último Organismo habría emitido (decimos "habría" porque en realidad el texto difundido es anónimo) – Organismo que no es fuente de derecho pero que se califica como verdadero órgano técnico delegado para interpretar leyes de la Iglesia -, la "tesis Murray" no es tenida en cuenta por el siguiente motivo: "Es imposible evaluar la «tesis Murray» porque no ha sido publicada, mientras que los dos artículos aparecidos sobre ella[37]son confusos"[38]. La publicación de las tesis de los candidatos al doctorado en derecho canónico, ¿sería contraria a los usos de la Universidad Gregoriana? Se está obligado entonces a discutir sobre cuestiones científicas basándose únicamente en lo que aparece sobre ellas en artículos de revistas aún si de ninguna manera parecen "confusos", como al contrario lo afirma el organismo pontificio antes citado, lo cual, de todas formas, demuestra que él conoce la "tesis Murray" desde el momento que rechaza desdeñosamente, como veremos, hasta la simple hipótesis de la invalidez de la excomunión pronunciada por el Papa. La satisfacción de una exigencia científica correcta hubiera necesitado, sin duda alguna, la publicación de la "pequeña tesis" del P. Murray. No haberlo hecho, hace tal vez más fácil el rechazo del punto de vista sostenido en ella, como si nunca hubiera existido.

Por otra parte, es necesario notar que el P. Murray publicó su retractación un año antes de la aparición del dictamen atribuido a la Comisión Pontifica. ¿Por qué entonces esta última hubiera debido tomar en consideración argumentos ya formalmente retractados, aunque parcialmente por su autor? Una retractación pronunciada ante un público más amplio todavía, hubiera podido apropiársela con todo conocimiento de causa.

  • Los puntos bien determinados.

Aún así, todo esto no impide establecer algunos puntos bien establecidos.

1) Cualesquiera fuesen los cambios de opinión del P. Murray sobre su trabajo y cualesquiera los motivos por los que su publicación no ha sido ni prometida ni alentada, subsiste siempre el hecho de que su trabajo fue aprobado con el máximo de votos por profesores de la Universidad Gregoriana, aprobación confirmada por una autoridad científica totalmente respetable y que ninguna autoridad o cambio de opinión sobreviniente (postfactum) pueden invalidar. Se debe pues, otorgar a esa autorización la consideración que se le debe[39]

2) El extracto de la "tesis Murray" aparecido en The Latin Mass es suficiente para hacerse una idea, es decir para comprender que el sacerdote norteamericano, código de derecho canónico en mano, niega, o, si se prefiere, pone en duda la validez de la excomunión ipso iure aplicada a Monseñor Lefebvre porque obró en estado de necesidad (aún si se trata, según el P. Murray, de necesidad putativa) y sin hacerse culpable de ningún cisma. Según el P. Murray, hay que reconocer que, de acuerdo con el derecho canónico en vigencia, la excomunión de Monseñor Lefebvre es sustancialmente inválida y que el cisma no existe. Una tesis indudablemente valiente y, sobre todo, fundada en el derecho, aunque no estamos de acuerdo con la hipótesis del P. Murray, de que Monseñor Lefebvre pudo haberse equivocado de buena fe sobre la existencia del estado de necesidad que lo autorizaba a proceder a las consagraciones. En todo caso, la retractación postfactum del P. Murray se refiere sólo al hecho de admitir el estado de necesidad y no a la existencia de un cisma en sentido formal.

  • 2. 2. Los precedentes.

El P. Murray no ha sido el primero en sostener la invalidez de la excomunión injustamente declarada respecto a Monseñor Lefebvre y la inexistencia del pretendido "cisma" que se le imputaba. Hay que recordar en primer lugar el breve pero compacto ensayo – un verdadero enfoque jurídico – del canonista alemán, profesor Rudolf Kaschewski, aparecido en Una Voce – Korrespondenz 18/2 de marzo/abril de 1988, sobre el tema de la consagración episcopal sin mandato pontificio[40]Este estudio, publicado poco antes de las consagraciones y por un autor totalmente independiente de los círculos pretendidos "lefebvristas", demuestra categóricamente que, en base al Código de Derecho Canónico en vigencia desde 1983, la consagración episcopal sin mandato pontificio no puede ser penada con la excomunión. El autor escribe, en efecto, en la conclusión de su estudio: "La afirmación a menudo escuchada de que la ordenación de uno o varios Obispos sin mandato pontificio comportaría automáticamente la excomunión y conduciría al cisma, es falsa. Si se consideran los propios términos de la ley, en el caso en cuestión, la excomunión no puede ser aplicada ipso facto, ni por sentencia judicial"[41].

Recordaremos a continuación el vasto artículo aparecido en "Courrier de Rome" bajo el título "Ni cismáticos ni excomulgados", en el cual al lado de apreciaciones teológicas inatacables, se demuestra cómo, en el caso de las consagraciones de Ecône, fueron cumplidas todas y cada una de las cinco condiciones requeridas para gozar del derecho correspondiente al estado de necesidad. A saber: 1) la existencia del estado de necesidad; 2) haber recurrido a las vías pertinentes para remediarlo por los medios ordinarios; 3) la acción "extraordinaria" emprendida no es intrínsecamente mala ni perjudicial para el prójimo; 4) haber quedado en los límites de las exigencias efectivamente impuestas por el estado de necesidad; 5) no haber cuestionado nunca el poder de la autoridad competente de la cual se hubiera podido presumir, en toda legitimidad, la aprobación en circunstancias normales[42]

En lo que concierne a la existencia real de un estado de necesidad en la Iglesia actual (que el Vaticano ha negado y niega en los documentos oficiales), basta con acordarse del muy negro cuadro de condiciones de la Iglesia esbozado por el mismo Cardenal Ratzinger en su discurso a la Conferencia Episcopal Chilena el 13 de julio de 1988 sobre los últimos desarrollos del "caso Lefebvre". El discurso, aparecido en el Semanario Il Sabato del 30 de julio de 1988, fue reproducido por el "Courriere de Rome" nº 97 (287) de noviembre de 1988, bajo el título: "El Cardenal Ratzinger demuestra el «estado de necesidad» en la Iglesia", y he aquí un extracto del mismo: "El mismo Cardenal Ratzinger atestigua en su discurso que Roma no asegura más su función necesaria e indispensable y los Obispos tampoco, o bien se encuentran en la imposibilidad de utilizar el poder de derecho divino que poseen en la Iglesia para la salvación de las almas. Entonces el propio Cardenal Ratzinger prueba así ese estado de necesidad, y el derecho que de él se desprende, derecho al que se refirió S. E. Monseñor Lefebvre cuando el 30 de junio usó una competencia jurídica más allá de lo ordinario"[43].

El pasaje del discurso del Cardenal al que se hace referencia es el siguiente: "No se tolera la crítica de las opciones de la época postconciliar: sin embargo, ahí donde están en juego las reglas tradicionales o las grandes verdades de la fe – por ejemplo, la virginidad corporal de María, la divinidad de Jesús, la inmortalidad del alma, etc. – no se reacciona para nada o se lo hace con una extrema moderación. Yo mismo pude ver, cuando era profesor, cómo el mismo Obispo que antes del Concilio había expulsado a causa de su manera de hablar un poco rústica a un profesor irreprochable, no fue capaz después del Concilio, de alejar a un profesor que negaba abiertamente algunas de las verdades fundamentales de la fe. Todo ello impulsa a muchas personas a preguntarse si la Iglesia de hoy es realmente la de ayer, o si se la ha cambiado por otra sin avisarles…"[44]

El artículo "Ni cismáticos ni excomulgados", el del profesor Kaschewski con el extracto del profesor May, el discurso del Cardenal Ratzinger, al mismo tiempo que un artículo sobre el concepto de Tradición y tres apéndices, fueron luego reunidos en un volumen titulado "La Tradición Excomulgada", editado por Courrier de Rome en 1984[45]Tampoco se puede olvidar el precioso estudio del Padre Gérard Mura, "Las Consagraciones episcopales de 1988. Estudio teológico", citado en la amplia síntesis publicada en francés por la revista Le Sel de la Terre, en cuatro números aparecidos en 1993 y 1994[46]La destacada contribución de este estudio – que se sitúa a menudo en el plano teológico – está en la tesis de que "la prohibición pontificia a la celebración de las consagraciones debe ser considerada como nula y no existente", porque "contraría el bien común de la Iglesia, antecedente para la defensa de la fe"; defensa de la fe que, dado el estado de necesidad en el cual la Iglesia se encuentra, exigía las consagraciones hechas por Monseñor Lefebvre.

Por fin, hay que recordar el libro del jurista católico norteamericano Charles P. Nemeth, The case of Archbishop Marcel Lefebvre. Trial by Canon Law, Angelus Press, Kansas City, 1994. Se trata de un análisis estrictamente jurídico que niega la validez de la excomunión y de la acusación de cisma, y llega a las mismas conclusiones que el profesor Kaschewski[47]

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