Representaciones sociales de los trabajadores sociales sobre el trabajo social (página 2)
Enviado por César Barrantes
Es la razón por la que dicho plan de estudios está siendo objeto de un nuevo proceso de reforma (Vieira, 2000), pero esta vez dentro de un clima cultural universitario decadente, en cuya limitada elasticidad conviven de manera contrastante, islotes de productividad e innovación sociotecnológica y científico-política con radicalismos socialdemócrataristianos dolientes del pasado resiente y profundo de la República, ultraizquierdismos y gremialismos resistentes a una transformación universitaria de cara al proyecto nacional implicado -para bien o para mal- en la neonata Constitución de la República Bolivariana de Venezuela; asimismo, con la desmotivación y ensimismamiento de amplios sectores docentes, estudiantiles y administrativos, el lightsismo, el casi-todo vale, el relativismo esepticista, el facilismo, el daltonismo político para el cual todos los gatos son pardos, y la búsqueda inédita de nuevas sensibilidades y nuevas formas de hacer economía, cultura y política universitaria y societal.
Consideraciones finales
Hasta aquí hemos dado cuenta de un proceso políticosocial de alimentación recíproca pero mediada -¿debiéramos decir mediatizada?- por el tiempo social de la academia universitaria, entre dos prácticas, una, del estado rentista petrolero, desarrollista y bienestarista venezolano y, otra, de los trabajadores sociales en tanto agentes-actores-sujetos de un arte/oficio/profesión/disciplina auxiliar que, si bien durante sus veintidós primeros años estuvo consustanciada con las necesidades asistenciales de aquél, los últimos cuarenta y tres años ha estado desencajada[13]tanto de las necesidades de reproducción sistémica del estado y la sociedad venezolana como de la reproducción individual y social de las clases subalterno-populares y, más específicamente, de la Enseñanza Superior.
Hoy, cuando la configuración societal venezolana se encuentra atravesando una prolongada crisis agonal o de reconstitución no resuelta, las conexiones de sentido de las prácticas discursivas del trabajo social parecieran que no han cambiado sustantivamente con respecto a dicho estado y a sus formas de relacionarse éste con la sociedad a la que pertenece y con sus propias instituciones.
En la actualidad contamos con una nueva Constitución y se están sentando las bases para consolidar la novel República Bolivariana de Venezuela, bajo nuevos esquemas de protagonismo ciudadano y una nueva institucionalidad.
En este proceso, la relevancia del papel jugado por los trabajadores sociales no ha sido objeto de problematización metódica por parte de éstos, ni de publificación por parte de los medios de difusión masiva ni por los organismos académicos, gremiales, estudiantiles, ni estatales ni civiles en general. Esto en circunstancias en que el campo potencial de la acción profesional experimenta -más allá de los ámbitos tradicionales de los diversos aparatos gubernamentales de política social-, ampliaciones y diversificaciones para su iniciativa privada; asimismo, nuevas fuentes de ingreso autónomo mediante el free lance, los laboratorios de investigación, las consultorías, los consultorios o clínicas y la creación de sus propias oenegés, así como el empleo dependiente en las que ya están creadas y que nosotros llamamos organizaciones civiles de desarrollo social.
El material descrito deja abierto varios temas de discusión práctico-epistémica: la identidad y la diferencia, la definición e indefinición, la diversidad y heterogeneidad, las capacidades y los retos del trabajo social en estos tiempos de globalización y refundación de la vida democrática en Venezuela. Asimismo, la tensión entre representaciones sociales de diversas prácticas para las cuales no acabamos de construir espacios de encuentro: la del ejercicio profesional, la de la academia, la del estado y la de la sociedad civil, lo cual plantea la no-resolutividad de las tensiones entre los procesos de enseñanza-aprendizaje y la práctica de la competitividad misma de los trabajadores sociales.
Estas nos exigen abandonar toda esperanza de solución, si no media una rigurosa y exhaustiva política de investigación ético-geopolíticamente orientada, en especial aquella que tiene que ver con la necesidad de recontextuar, resemantizar, revalorar y rescribir, desde otras posicionalidades epistémicas, el Trabajo Social Que Está Por Hacerse En Venezuela Y En América Latina.
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Autor:
César A. Barrantes A.
[1] Entendemos por ellas las ideas, pensamientos, imágenes, concepciones, percepciones, visiones y nociones de los agentes-actores-sujetos sociales acerca de sus relaciones subjetivas e intersubjetivas, es decir, consigo mismos, con los otros y con la realidad socialmente construida. Con Mato (2000, 2000a) y Mora (1998) decimos que la genealogía de la idea tiene tres hitos: la de Durkheim (1912), la de Althusser (1965) y la que Moscovici (1979) realizó en 1961. Según éste su concepto de representaciones sociales tiene tres influencias básicas: la etnosicología de Wilhelm Wundt, el interaccionismo simbólico de George H. Mead y el concepto de representaciones colectivas de Emile Durkheim. Para otra perspectiva, ver Ibáñez (1996a, 1996b, 1989).
[2] Este apartado básicamente ha sido tomado de Barrantes (1997, cap. II)
[3] El primer ciclo recesivo se inició en febrero de 1983 con la primera devaluación de la moneda nacional y se prolongó a mediados de 1987, cuando se produjo un breve repunte económico que alcanzó a finales de 1988. El segundo ciclo va de principios de 1989 hasta el presente. Determinado por la crisis del modelo económico sustitutivo de importaciones y la mengua de la renta petrolera en que se sustentaban la Cuarta República y el Pacto de Punto Fijo, el agotamiento de éstos quedó también diagnosticado.
[4] A partir de la muerte del General Gómez, quien gobernó dictatorialmente entre 1908 y 1936, se sucedieron dos gobiernos militares elegidos popularmente como ensayos democráticos posgomecistas. En 1945 el presidente Medina fue derrocado y sustituido por una junta cívico-militar socialdemócrata presidida por Rómulo Betancourt. Ésta gobernó hasta 1948 cuando se eligió al primer mandatario civil, el escritor Rómulo Gallegos, quien nueve meses después, fue depuesto por el General Pérez Jiménez, cuya dictadura fue abolida el 23 de enero de 1958 por la sublevación popular que, antecedida por el fracasado levantamiento militar dirigido por el coronel Trejo el 1 de enero, condujo a la hegemonía socialdemócratacristiana y al régimen político denominado puntofijista, en virtud de que los partidos predominantes suscribieron un pacto en la casa rotulada Punto Fijo, propiedad de unos de sus dirigentes: Rafael Caldera.
[5] Como balance financiero final de este régimen, el cálculo que el político, escritor y pensador, Arturo Uslar Pietri, reiteró hasta su muerte natural en 2000, es que durante estos cuarenta años se dilapidaron entre quince y veinte veces más la suma invertida mediante el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa en la segunda posguerra mundial.
[6] Contrariamente a la creencia de Quiroz (1999:33) de que la creación de la primera escuela de asistencia/visitaduría social en el Chile de 1924 “marcó un hito importante al participar activamente en la creación y desarrollo de otras escuelas de países latinoamericanos”, los procesos venezolano y de otros países muestran que la demanda institucional de estos profesionales fue endógena a cada configuración societal bajo la influencia notable de las experiencias estadounidense y europea, especialmente belga y francesa. Las diversas historias locales (Tello, 2000) señalan que -en muchos casos- la influencia chilena se produjo, entre otras opciones, por la vía de la consultoría individual, cuando las escuelas de los diversos países se veían concitadas a restructurar sus planes de estudio.
[7] El artículo primero del decreto No. 386 del 17 de octubre de 1958, señala que “Los estudios de Trabajo Social serán de índole humanístico y profesional y se harán en dos etapas: la primera, mediante un plan de estudios, de segundo ciclo de educación secundaria, con especialización en humanidades y orientación hacia el ejercicio profesional del Trabajador Social; y en la segunda se hará en universidades o instituciones de Educación Superior…”
[8] La historia es más compleja, pero los objetivos y las limitaciones de espacio asignados a esta comunicación no nos permiten desarrollarla.
[9] En 2000 esta Universidad, dirigida por jesuitas, reabrió dicha Carrera con el nombre de Trabajo Social, un enfoque interdisciplinario y una concepción metódica centrada ya no en el servicio, la asistencia y la promoción institucionalmente funcional, sino, centrada en el desarrollo integral de la persona humana.
[10] Este desfase se vio posteriormente reforzado al influjo de los radicalismos cientifizantes e ideologizantes que pusieron en la palestra política dos grandes matrices del denominado movimiento de reconceptualización del servicio/asistencia/visitaduría social: la modernizadora y la crítica (Celats, 1983). Para una crítica a las tendencias reconceptualizadoras desde otra experiencia, ver Barrantes (1979).
[11] Estos rasgos no son exclusivos de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela, sino, también del resto de las escuelas venezolanas. Por razones de espacio no nos abocaremos al desarrollo de sus procesos particulares, pero aportamos un testimonio esclarecedor: “Esta Universidad (del Zulia) está muy mal en lo administrativo, funciona en forma independiente de lo académico y quienes de verdad toman las decisiones pienso que no somos los docentes ni mucho menos los investigadores”.
[12] A los ojos de lo actores de 1993, el plan de 1974 “…orientó el esfuerzo hacia una formación más cientifica…, (sin embargo) la imprecisión del perfil profesional y condición generalista de propósitos creó lagunas y confusiones en el educando con relación a la naturaleza profesional, áreas de ocupación y funciones profesionales. Asimismo, presentó grandes dificultades para el impulso de una formación profesional que promoviera una práctica inter/multi y transdisciplinaria, una confrontación recíprocamente alimentadora entre lo teórico y lo técnico…(en él estuvieron) ausen(tes) los procesos de evaluación y cambio curricular que introdujeran modificaciones sustanciales en el proceso de formación profesional, (presentando) una estructura curricular rígida (carente) de articulación entre la investigación/docencia y extensión,” (ETS, 1993:3).
[13] Con este término no significamos, en modo alguno, esterilización, inutilidad o superfluidad. Mucho menos ahistoricidad o asocialidad, pues eso que llamamos trabajo social (Barrantes, 1986) es un producto societal y una práctica social que algún uso o utilidad seguirá teniendo en cada país.
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