Descargar

San Clemente Romano y la carta a los corintios

Enviado por Herwin Almeida


  1. Vida
  2. La epístola a los corintios
  3. Los escritos no auténticos
  4. Mensaje pastoral hoy de la carta a los corintios
  5. Bibliografía

San Clemente Romano

edu.red

edu.red

Vida

Los primeros sucesores de San Pedro en la sede de Roma fueron, según testimonia la Tradición, Lino (hasta el año 80) y Anacleto, también llamado Cleto (80-92) «Después de ellos, cuenta San Ireneo, en tercer lugar desde los Apóstoles, accedió al episcopado Clemente, que no sólo vio a los propios Apóstoles, sino que con ellos conversó y pudo valorar detenidamente tanto la predicación como la tradición apostólica». Fue San Clemente, por tanto, el cuarto de los Papas. Como parece querer indicar San Ireneo, este santo Vicario de Cristo fue un eslabón muy importante en la cadena de la continuidad, por su conocimiento y por su fidelidad a la doctrina recibida de los Apóstoles. Nada dicen los más antiguos escritores eclesiásticos sobre su muerte, aunque el Martyrium Sancti Clementis, redactado entre los siglos IV y VI, refiere que murió mártir en el Mar Negro, entre los años 99 y 101. Poco antes debió de redactar su Carta a los Corintios, que es uno de los escritos mejor testimoniados en la antigüedad cristiana, pues fue muy célebre y citado en los primeros siglos[1]

Por su parte Johannes Quasten en su libro Patrología I se refiere a la vida de San Clemente respecto a su fecha y ubicación en la sucesión petrina en los siguientes términos:

Sobre su ministerio y pontificado encontramos que "Según la lista más antigua de obispos romanos legada a la posteridad por San Ireneo, Clemente fue el tercer sucesor de San Pedro en Roma. Ireneo no nos dice cuándo empezó Clemente su pontificado, ni tampoco por cuánto tiempo gobernó la Iglesia. El historiador Eusebio, que menciona igualmente a Clemente como tercer sucesor de San Pedro, fija el principio de su pontificado en el año doce del reinado de Domiciano, y su fin en el tercer año del reinado de Trajano; o sea, que Clemente fue papa desde el año 92 hasta el 101[2]

Respecto a su consagración y posible identidad Quasten refiriéndose a escritos de la época indica:

Tertuliano asegura que Clemente fue consagrado por el mismo San Pedro. Epifanio confirma esta aserción, pero añade que Clemente, en aras de la paz, renunció al pontificado a favor de Lino y volvió a asumirlo después de la muerte de Anacleto. Respecto a su vida anterior, no sabemos prácticamente nada. Ireneo señala que Clemente conoció personalmente a San Pedro y San Pablo. Orígenes y Eusebio le identifican con el Clemente a quien alaba San Pedro como colaborador suyo en la Epístola a los Filipenses (4,3) Esta opinión, sin embargo, carece de pruebas[3]

Otras fuentes como las Pseudo-Clementinas, hacen a Clemente miembro de la familia imperial de los Flavios, pero no son en modo alguno dignas de fe. Del mismo modo merece menos confianza la opinión de Dión Casio, según el cual Clemente sería el mismo cónsul Tito Flavio Clemente, de la familia imperial, ejecutado el año 95 ó 96 por profesar la fe de Cristo. Tampoco consta históricamente su martirio. El Martyrium S. Clementis, escrito en griego, es del siglo IV y se presenta de tipo legendario[4]

La enciclopedia libre Wikipedia en su introducción sobre Clemente de Roma escribe:

Clemente de Roma San Clemente I, fue un religioso cristiano de finales del siglo I, obispo de Roma, y en tanto que obispo de la ciudad eterna, la Iglesia católica lo considera su cuarto papa.

Elegido en el año 88, murió en 97. Exiliado por el emperador Trajano al Ponto, fue arrojado al mar con un áncora al cuello.

Su identificación con el autor de la célebre Epístola a los Corintios cuyo nombre aparece en la inscriptio en todas las versiones de los manuscritos es opinión concorde y formulada ya en tiempos muy antiguos. Clemente habría gozado del trato con los apóstoles y recibido el elogio de San Pablo por la colaboración prestada a los filipenses (Filipenses 4:3).

Se lo venera como santo y mártir en la Iglesia católica y su festividad se celebra el 23 de noviembre. En Roma existe una antiquísima basílica, la Basílica de San Clemente de Letrán, levantada sobre su tumba[5]

También encontramos que "el Papa Clemente I (llamado Clemente Romano para distinguirlo del alejandrino), es el primero de los sucesores de San Pedro y el primero de los Padres Apostólicos. Su fiesta se celebra el 23 de noviembre. Ha dejado un escrito genuino, una carta a la Iglesia de Corinto, y muchas otras que se le atribuyen.

Según Tertuliano, que escribía hacia el 199, la Iglesia Romana reclamaba que Clemente fue ordenado por San Pedro (De Praescript., XXXII), y San Jerónimo nos dice que en su tiempo "la mayoría de los latinos" afirmaban que Clemente era el sucesor inmediato del Apóstol (De viris illustr., XV). El mismo San Jerónimo en varios otros lugares sigue esta opinión, pero aquí afirma correctamente que Clemente fue el cuarto Papa. Las primeras evidencias muestran gran variedad"[6].

La epístola a los corintios

  • Generalidades de la carta

La alta estima de que gozaba Clemente resulta evidente del único escrito que de él poseemos, su Epístola a los Corintios.

Es uno de los más importantes documentos del período que sigue inmediatamente a la época de los Apóstoles, la primera pieza de la literatura cristiana, fuera del Nuevo Testamento, de la que constan históricamente el nombre, la situación y la época del autor. Durante el reinado de Domiciano surgieron disputas en el seno de la Iglesia de Corinto que obligaron al autor a intervenir. Las facciones, que San Pablo condenara tan severamente, estaban de nuevo irritadas. Algunos hombres arrogantes e insolentes se habían sublevado contra la autoridad eclesiástica, deponiendo de sus cargos a quienes los ocupaban legítimamente. Solamente una ínfima minoría de la comunidad permanecía fiel a los presbíteros depuestos. La intención de Clemente era componer las diferencias y reparar el escándalo dado a los paganos. No sabemos cómo llegó a Roma la noticia de esta revuelta. Carece de fundamento la opinión, muy común en otro tiempo, de que los corintios habían apelado al obispo de Roma para que procediera contra los rebeldes. Es más admisible suponer que algunos cristianos romanos con residencia en Corinto, testigos de las disensiones o discordias, informaran a Roma de la situación[7]

Al respecto sobre la tradición textual de la carta Ramón Trevijano escribe en su libro[8]que este documento estuvo un tiempo integrado en el canon del NT de las iglesias de Egipto y Siria. Algunos escritores como Dionisio de Corinto, en carta a la Iglesia de Roma recuerdan que la carta de Clemente Romano seguía leyéndose en la asamblea litúrgica de Corinto. Irineo de Lyon, dice que en su tiempo se produjo la grave revuelta entre los cristianos de Corinto y que la Iglesia de Roma les envió un escrito muy importante para reconciliarles y renovar la tradición apostólica.

El sitio web de Arciprensa[9]introduce la carta a los Corintios diciendo que Unos pocos espíritus violentos habían llevado a la Iglesia de Corinto a una sedición contra sus dirigentes. No parece que se hiciera una apelación a Roma, pero San Clemente envió una carta en nombre de la Iglesia de Roma para restaurar la paz y la unidad. Comienza explicando que su tardanza en escribir ha sido causada por las repentinas calamidades que recientemente habían caído una tras otra sobre la Iglesia Romana. La referencia apunta claramente a la persecución de Domiciano. Se recuerda la antigua gran reputación de la Iglesia de Corinto, su piedad y hospitalidad, su obediencia y disciplina. La envidia ha causado las divisiones; fueron celos los que llevaron a Caín, Esaú, etc. al pecado. Pedro, Pablo y otros muchos cayeron como víctimas de ella. Se urge a los corintios a arrepentirse siguiendo el ejemplo de los patriarcas y a ser humildes como el mismo Cristo. Que observen el orden como lo hace toda la creación.

La carta de la Iglesia de Roma, dirigida a la de Corinto[10]es un documento valioso, de finales del s. I, altamente apreciado en la antigüedad cristiana, que nos permite conocer, además de la crisis corintia que la motivó, otras facetas de la Iglesia primitiva, como la eclesiología, predicación, uso y exégesis de la Escritura, aspecto litúrgico- celebrativo, etc.

Hay que señalar que es el primer documento de la comunidad romana, que se precia de conservar los trofeos de los apóstoles. Tras la comunidad romana, en cuyo nombre escribe, se perfila un autor que conoce la tradición judía, con su amplio bagaje bíblico del que quiere extraer lecciones provechosas para resolver la presente crisis, del mismo modo valiéndose de la retórica pretende reconducir a la concordia y sensatez a los altivos corintios y ofrece modelos válidos que lleven a la paz y la humildad a quienes se han levantado por encima de los legítimos pastores del rebaño.

  • Contenido

La epístola comprende una introducción (1-3), dos partes principales (4-36 y 37-61) y una recapitulación (62-65).

La introducción llama la atención sobre el estado floreciente de la comunidad cristiana de Corinto antes de las querellas, la armonía que había existido entre sus miembros y su celo por el bien. El capítulo tercero, por vía de contraste, señala el trastorno total operado en el seno de la comunidad. La primera parte tiene más bien un carácter general. Desaprueba la discordia y la envidia y cita numerosos ejemplos de estos vicios, tanto del Antiguo Testamento como de la época cristiana (4-6). Exhorta, además, a la penitencia, a la hospitalidad, a la piedad y humildad, y corrobora su argumentación con gran cantidad de citas y ejemplos. El autor se explaya luego en consideraciones sobre la bondad de Dios, sobre la armonía que existe en la creación, sobre la omnipotencia de Dios, sobre la resurrección y el juicio. La humildad y la templanza, la fe y las buenas obras llevan a la recompensa, a Cristo. La segunda parte se ocupa más en particular de las disputas entre los cristianos de Corinto. Dios, el Creador del orden de la naturaleza, exige de sus criaturas orden y obediencia. Para probar esta necesidad de disciplina y sujeción aduce el ejemplo del riguroso entrenamiento del ejército romano. Trae también a colación la existencia de una jerarquía en el Antiguo Testamento y atestigua que por esta misma razón Cristo llamó a los Apóstoles, y éstos, a su vez, nombraron obispos y diáconos. El amor debería ocupar el puesto de la discordia, y la caridad debería apresurarse a perdonar. A los promotores de la discordia se les exhorta a que hagan penitencia y se sometan. En la conclusión se resume la exhortación y se expresa el ardiente deseo de que los portadores de la carta puedan volver pronto a Roma con la buena nueva de que la paz reina otra vez en Corinto.

La carta es de mucha entidad para el estudio de las antigüedades eclesiásticas e igualmente para la historia del dogma y de la liturgia[11]

  • Esquema de la carta[12]

Saludo (1, 1-3, 4):

Motivo de la Carta.

Elogio a los corintios.

  • Males de la envidia (4, 1-6, 4).

  • Exhortación a la penitencia (7, 1-9, 1).

  • Los modelos del AT (9, 2- 12, 1).

  • Exhortación a la humildad (13, 1- 19, 1).

  • Orden y disciplina de la creación (19,2- 22, 7).

  • Perdón al que se arrepiente (22, 8- 36, 6).

  • Disciplina que debe haber (37, 1- 39, 9).

  • Aspectos litúrgicos- jerárquicos del orden eclesial (40, 1- 43, 6).

  • Sumisión a los presbíteros establecidos (44,1- 47, 7).

  • Cumplir los mandatos del Señor (48, 1- 51, 1ª).

  • Testimonios de generosidad por la comunidad (51, 1b- 59, 2).

  • Gran plegaria (59, 2- 61, 3).

  • Exhortación y conclusión (62, 1- 63, 4).

  • Deseo final (64, 65).

  • Datos para la historia de la Iglesia

Sobre la historia de la Iglesia la carta en el capítulo quinto encierra un testimonio válido en favor de la residencia de San Pedro en Roma y del viaje de San Pablo a España, como asimismo del martirio de los Príncipes de los Apóstoles[13]También en el capítulo sexto nos informa, además, sobre la persecución de los cristianos bajo Nerón. Habla de una multitud de mártires, diciendo que muchos de ellos eran mujeres[14]

  • Aspecto dogmático

Desde el punto de vista dogmático, este documento es valioso. Se le podría llamar el manifiesto de la jurisdicción eclesiástica. En él encontramos, por primera vez, una declaración clara y explícita de la doctrina de la sucesión apostólica. Se insiste en el hecho de que los miembros de la comunidad no pueden deponer a los presbíteros, porque no son ellos los que confieren la autoridad.

El derecho de gobernar deriva de los Apóstoles, quienes ejercieron su poder obedeciendo a Cristo, quien, a su vez, había sido enviado por Dios[15]

  • Aspecto doctrinal

Sobre la doctrina de la carta el sitio virtual de Arciprensa nos presenta la siguiente investigación en la cual sita algunos autores que han estudiado este aspecto del escrito:

En la Epístola hay poca enseñanza dogmática intencional, ya que es casi completamente exhortatoria. Es importante un pasaje sobre la Santísima Trinidad. Clemente usa la afirmación del Antiguo Testamento: "El Señor vive", y substituye así la Trinidad: "Como vive Dios y el Señor Jesucristo vive y el Espíritu Santo— la fe y esperanza del elegido, así seguramente el que la cumpla" etc. (58). Cristo es frecuentemente representado como sumo sacerdote y se hace referencia frecuente a la redención. Clemente habla insistentemente de la justificación por las obras.

Sus palabras sobre el ministerio cristiano han levantado muchas polémicas (42 y 44):"los Apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado de Dios. Así que Cristo es de Dios y los apóstoles de Cristo. Ambas (misiones) por consiguiente vinieron en el orden debido por la voluntad de Dios… Así predicando por todas partes en el campo y en la ciudad, nombraron a sus primicias, que habiendo sido probados por el Espíritu, para ser obispos y diáconos para los que habrían de creer[16]Se menciona varias veces a los presbíteros, pero no se les distingue de los obispos. No hay mención en absoluto de la existencia de un obispo en Corinto y se habla de las autoridades eclesiásticas siempre en plural.

  • Aspecto Litúrgico[17]

La Epístola distingue claramente entre jerarquía y laicado. Los miembros de la jerarquía cristiana son llamados ep?s??p?? ?a? d???????. En otros pasajes se les designa con el nombre común de p?esß?te??? (cf. 44,5 y 57,1). Su función más importante es la celebración de la liturgia: ofrecer los dones o presentar las ofrendas (44,4).

3) La parte de la Epístola que precede a la conclusión (c.59, 4-61,3) contiene una hermosa plegaria. La cita aquí para mostrar la solicitud de la Sede Romana por el bien de la cristiandad. No nos equivocaremos si afirmamos que esta oración es una oración litúrgica de la Iglesia de Roma. No del resto de las comunidades de fe. Carecería de sentido en el contexto de esta carta si no reprodujera, con una fidelidad casi absoluta, una oración habitual en el culto público. Su forma y su lenguaje son, desde el principio hasta el fin, litúrgicos y poéticos. Da testimonio de la divinidad de Cristo, a quien llama "el Hijo bienamado" de Dios (??ap?µ????), "por el que nos enseñaste, santificaste y honraste" (59,3). Cristo es el "Sumo Sacerdote" y el "Protector de nuestras almas" (61,3). Clemente canta, además, las alabanzas de la providencia y misericordia de Dios. La oración concluye con una petición en favor del poder temporal. Esta petición es de gran interés para el estudio del concepto cristiano primitivo del Estado.

  • Tiempo de composición[18]

Además de informarnos sobre la persecución de Nerón (5,4), nos habla de otra persecución que estaba arreciando cuando escribía: "A causa de las repentinas y sucesivas calamidades y tribulaciones que nos han sobrevenido" (1,1). Después de describir la persecución de Nerón, Clemente dice: "Nosotros hemos bajado a la misma arena y tenemos delante el mismo combate" (7,1). En estas inequívocas alusiones a otra persecución, el autor debió de referirse a la de Domiciano, que tuvo lugar en los años 95 y 96 de nuestra era. Además, del contexto se desprende que los Apóstoles habían muerto hacía ya algún tiempo y que aun los presbíteros por ellos creados habían dejado ya sus cargos a otros y descansaban también en el Señor (42-44,2). Estos datos que se obtienen del examen de la carta concuerdan con el testimonio de la tradición, particularmente con el de Hegesipo (ca.180) que nos ha transmitido Eusebio; según él, las discordias que indujeron a Clemente a escribir ocurrieron durante el reinado de Domiciano. Además, Policarpo utilizó la Epístola de Clemente cuando escribió a los Filipenses.

2.9 La personalidad del autor [19]

En su carta, Clemente no se menciona a si mismo por su nombre. El que envía la carta es: "La Iglesia de Dios que mora en Roma." Cuando se refiere a sí mismo, el autor usa el pronombre plural "nosotros." No obstante, la obra fue compuesta, sin duda alguna, por una sola persona. Una cierta unidad de estilo y de pensamiento viene a corroborar esta aserción. A lo que parece, Clemente tuvo en cuenta que su mensaje sería considerado de carácter público más que privado: previo que sería leído a la comunidad cristiana reunida para el culto divino. Por eso la Epístola está muy elaborada y adornada con muchas figuras retóricas. La primera parte tiene la forma de un sermón dirigido a toda la asamblea y apenas alude a las condiciones especiales que reinaban en Corinto. Clemente tuvo evidentemente el propósito de dar a este documento una importancia que trascendiera la ocasión inmediata que la motivó. Consiguió su objetivo y aseguró, además, a la carta un lugar duradero en la literatura eclesiástica. En cuanto se puede determinar esto, el autor parece de origen judío. Las frecuentes citas del Antiguo Testamento y las relativamente pocas del Nuevo abonan esta conjetura.

Los escritos no auténticos

Quasten[20]nos indica que el aprecio que profesó a Clemente toda la antigüedad fue causa de que se le atribuyeran algunos otros escritos; entre ellos se destacan:

  • La segunda carta de Clemente[21]

En los dos manuscritos que contienen el texto griego de la epístola auténtica de Clemente, lo mismo que en la versión siríaca, hallamos adjunta una segunda epístola dirigida igualmente a los corintios. Pero este documento ni es una carta ni la escribió Clemente. Son prueba suficiente su forma literaria y su estilo. Sin embargo, la obra ofrece gran interés. Es el más antiguo sermón cristiano que existe. El carácter y el tono homilético son inconfundibles. Para designarse a sí mismo, el autor no usa la primera persona del plural, sino la del singular. Además de las Escrituras, cita también los evangelios apócrifos. La falta de datos cronológicos en él es causa de que hayan fracasado los repetidos intentos de dar con una fecha más aproximada de su composición y con el nombre de su autor.

¿Cómo pudo atribuirse esta obra a Clemente? La hipótesis más atrayente es la de Lightfoot, Funk y Krüger, según la cual la homilía proviene del mismo Corinto. Probablemente la homilía se conservó en los archivos de Corinto junto con la epístola de Clemente, siendo luego descubiertas simultáneamente. En cuanto al tiempo de su composición, tenemos solamente un indicio: el desarrollo de la doctrina cristiana tal como aparece en la homilía. Pero este indicio no nos permite determinar con exactitud la fecha. Las ideas sobre la penitencia que encontramos en el sermón indican que fue escrito poco después del Pastor de Hermas, o sea, alrededor del año 150. A pesar de que en la Iglesia de Siria este documento fue incluido en el número de las Escrituras, Eusebio y Jerónimo niegan su autenticidad. 

  • Contenido[22]

El contenido de la homilía es más bien de carácter general. La concepción cristiana de Cristo como Juez de vivos y muertos corresponde a la majestad de Dios. Debemos glorificarle con el cumplimiento de sus mandamientos y el desprecio de los placeres mundanos, a fin de obtener la vida eterna. La carta toca temas cristológicos, eclesiológicos y sacramentales; sobre todo lo que respecta a el Bautismo y la Penitencia; también resalta la importancia de las buenas obras para la salvación.

  • Las dos cartas a las vírgenes[23]

Hay, además, otras dos cartas sobre la virginidad, dirigidas a personas célibes de ambos sexos, que han llegado hasta nosotros bajo el nombre de Clemente. De hecho, pertenecen a la primera mitad del siglo III y se hace mención de ellas, por primera vez en la literatura, en los escritos de y de. El texto original griego se ha perdido, a excepción de unos pocos fragmentos. Sin embargo, las dos epístolas se han conservado íntegramente en su versión siríaca, hallada en 1470 en un manuscrito de la versión Peshitta del Nuevo Testamento. Tenemos, además, la traducción copta de los capítulos 1-8 de la primera carta, que menciona a Atanasio como su autor. En realidad, las dos cartas constituyen una sola obra que, andando el tiempo, fue dividida en dos.

La primera epístola empieza con instrucciones sobre la naturaleza y significado de la virginidad. El autor considera la continencia como algo divino: es, según él, una vida sobrenatural, la vida de los ángeles. El célibe y la virgen se han revestido, en verdad, de Cristo. Son imitadores de Cristo y de los Apóstoles: sólo en apariencia son de la tierra. En el cielo tienen derecho a un lugar más elevado que el resto de los cristianos. 

La segunda carta comienza con un exabrupto, sin introducción alguna, y prosigue en el mismo tono que la primera. Continuar las amonestaciones, sin que pueda apreciarse ninguna discontinuidad de pensamiento. El escritor pasa luego a la descripción de las costumbres y leyes vigentes entre los ascetas de su patria, cita muchos ejemplos de la Biblia y, como conclusión, señala el ejemplo de Cristo.

Las dos epístolas tienen gran valor, por ser una de las fuentes más antiguas para la historia del ascetismo cristiano primitivo.

3.3 Las Pseudo- Clementinas [24]

Pseudo-Clementinas es el título de una vasta novela con fines didácticos, cuyo protagonista es Clemente de Roma. El desconocido autor de esta narración edificante presenta a Clemente como un vástago de la familia imperial romana. En busca de la verdad, Clemente va probando en vano las distintas escuelas filosóficas para encontrar la solución de sus dudas acerca de la inmortalidad del alma, del origen del mundo y de otros problemas por el estilo. Finalmente, la nueva de la aparición del Hijo de Dios en la lejana Judea le impulsa a emprender un viaje a Oriente. En Cesárea halla a San Pedro, quien le instruye en la doctrina del verdadero profeta, disipa sus dudas y le invita a acompañarle en sus andanzas misioneras. En su mayor parte, la obra se dedica a narrar las experiencias de Clemente como compañero de San Pedro en sus primeras correrías apostólicas y la lucha de éste con Simón Mago. En último análisis, la narración no es otra cosa que una introducción a los sermones misioneros de San Pedro, y propiamente forma parte de las Actas apócrifas de los Apóstoles. Difiere de otras leyendas de los Apóstoles en que su intento no es tanto entretener cuanto proporcionar instrucciones teológicas y estrategias apologéticas para defender eficazmente el cristianismo.

Mensaje pastoral hoy de la carta a los corintios

Para hablar de un mensaje pastoral actual debemos iniciar resaltando la idea que ya se ha mencionado a lo largo de la investigación y es el hecho de que Clemente escribió esta carta pensando en que perduraría en la tradición de la Iglesia; lo que nos lleva a centrar nuestra atención en ella.

Uno de los puntos doctrinales de la carta nos recuerda la labor misionera de Pedro y Pablo; así como el martirio de tantos hombres y mujeres por el anuncio de la Buena Nueva de Cristo; y tal vez la aplicación pastoral debamos resumirla en estos cuestionamientos: ¿Cómo está la dimensión misionera en nuestro proceso de formación o en nuestro ministerio sacerdotal? ¿Somos conscientes de que llevar el mensaje de Cristo traer persecuciones y luchas?

Del mismo modo San Clemente nos recuerda la importancia de la Jerarquía eclesiástica; el primado de la Iglesia y la autoridad que viene de Dios. Hoy en día es común que tengamos contacto directo con muchos sucesores de los apóstoles; tal vez sabemos el nombre o incluso conocemos muchos Obispos, vemos noticias a diario de las palabras y acciones del Santo Padre; pero es necesario que nunca perdamos de vista la idea de jerarquía. La organización de una empresa se da para un mejor funcionamiento, más dinámico, más cabal y porque no más duradero. Si Dios lo permite en poco tiempo estaremos formando parte de esa jerarquía y se nos pedirá el voto de obediencia y sumisión al Obispo y sus sucesores; esto no lo debemos ver como una carga; más bien debemos entenderlo como un don de Dios; puesto que es Él mismo quien se manifiesta en la voluntad de sus ministros.

Obediencia es pues la palabra clave para vivir el mensaje de esta carta. Desde nuestra condición de laicos, de hijos, de seminaristas, de sacerdotes, de bautizados, etc. Debemos reconocer en la obediencia un medio de crecimiento y una forma de convivencia. Ser obedientes es saber escuchar, saber comprender y saber actuar. Clemente lo pide: obediencia para perseverar en la fe y la unidad con la cabeza de la Iglesia que es Cristo y todo su cuerpo.

Pero además del reconocimiento de la autoridad, la carta también nos exige algo más profundo; y es la oración, orar por el Santo Padre, por los obispos, por nuestro obispo, por los sacerdotes para que ellos sean fiel reflejo de la voluntad del Padre, del amor del Hijo y de la gracia del Espíritu; que se configuren cada día con Jesucristo Buen Pastor y así como lo pidió el Santo Padre Francisco, todos puedan oler y más aún untarse de ovejas.

Finalmente hago alusión de la oración conclusiva del Papa Benedicto XVI en su catequesis sobre San Clemente Romano: «Sí, Señor, haz que resplandezca en nosotros tu rostro con el bien de la paz; protégenos con tu mano poderosa… Nosotros te damos gracias, a través del sumo Sacerdote y guía de nuestras almas, Jesucristo, por medio del cual sea gloria y alabanza a ti, ahora, y de generación en generación, por los siglos de los siglos. Amén[25]

Bibliografía

  • QUASTEN, Johannes. Patrología I, Madrid: BAC, 1961. 752. p.

  • TREVIJANO, Ramón. Patrología, Madrid: BAC, 1994. 277. p.

  • Padres Apostólicos, Sevilla: Apostolado Mariano, 1991. Tomo 1. 93. p.

  • http://ec.aciprensa.com

  • http://es.wikipedia.org

  • http://mercaba.org

 

 

Autor:

Herwin Danilo Almeida González

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS

SECCIÓN DE TEOLOGÍA

Presentado a

ROBINSON POVEDA RIVERA

Presbítero

Asignatura

PATROLOGÍA

SAN GIL

2013

[1] Disponible en http://mercaba.org/TESORO/c-romano.htm

[2] QUASTEN, Johannes. Patrología I. Madrid: BAC, 1961. p. 51.

[3] Ibid., p. 51.

[4] Ibid., p. 51- 52.

[5] Disponible en: http://es.wikipedia.org/wiki/Clemente_de_Roma

[6] Disponible en: http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjDq0tJLNGk

[7] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 52.

[8] TREVIJANO, Ramón. Patrología. Madrid: BAC, 1994, p. 15.

[9] Disponible en: http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjJradJLNGl

[10] Padres Apostólicos I. Sevilla: Apostolado Mariano, 1992. p, 56.

[11] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 52- 53.

[12] Padres Apostólicos I, Op. Cit., p. 55.

[13] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 53.

[14] Ibid., p. 53.

[15] Ibid., p. 54.

[16] Disponible en: http://ec.aciprensa.com/wiki/Papa_San_Clemente_I#.UjJradJLNGl

[17] QUASTEN, Johannes, Op. Cit., p. 56.

[18] Ibid., p. 57.

[19] Ibid., p. 58.

[20] Ibid., p. 61.

[21] Ibid., p. 61.

[22] Ibid., p. 61- 65.

[23] Ibid., p. 65- 67.

[24] Ibid., p. 67- 69.

[25] Catequesis Papa Benedicto XVI del miércoles 07 de marzo de 2007.