Importancia de la Epistemología en el desarrollo del conocimiento (página 2)
Enviado por Danilo Romero
Gracias a la Epistemología se puede saber qué clase de conocimiento es el que conforma cada una de las ciencias, qué clase de conocimientos existen acerca de un mismo objeto o realidad cuándo estamos frente a un conocimiento filosófico, social, cultural, técnico y, cuándo un método es válido, lo que permite determinar cuál es el saber propio de cada disciplina.
¿Qué es el conocimiento?
La definición en sí del término no nos supondría mayores problemas, y hasta parecería no presentar mayor reto incluso para el ciudadano de a pie, más no similar cosa ocurre con la concepción del mismo. El diccionario de la Real Academia Española nos remite a la acción y efecto de conocer, dándonos por resultado "averiguar por el ejercicio de las facultades intelectuales, la naturaleza, cualidades y relaciones de las cosas"[1].
En términos académicos el conocimiento representa la relación entre un sujeto y un objeto. Así que el verdadero problema del conocimiento consiste en discernir la relación entre el sujeto y el objeto; el conocimiento es el producto entre su mutua interacción.
Sin embargo, uno de los problemas del conocimiento es la imposibilidad inicial de dar una definición exacta de las cosas. No obstante, para Hessen esto es posible desprendiéndose precisamente de esas definiciones previas y abarcar la totalidad de la historia de la cosa en sí, de la cosa estudiada[2]
Pero, de algún modo, es justamente abarcando la totalidad de la historia donde también podemos evidenciar el conflicto debido a la polifacética concepción de éste por las diversas posiciones filosóficas, la mayor de las veces hasta contradictorias y en las que se afirma o niega la posibilidad del conocimiento. Veamos las más importantes.
Para el dogmatismo el conocimiento no solamente es posible, siendo el objeto aprehendido por el sujeto, sino que además postula la captación total de la realidad del objeto debido a que éste es aprehendido de forma directa.
Para el escepticismo el conocimiento no solamente no es posible, sino que señala que el sujeto no puede aprehender el objeto y, por lo tanto, el conocimiento y la posibilidad del conocimiento es imposible. Debido a esto el sujeto no debe pronunciar ningún juicio, sino abstenerse totalmente de juzgar. El escepticismo es una posición esencialmente negativa, la negación de la posibilidad del conocimiento.
En el caso del subjetivismo tenemos una posición un poco diferente debido a que se señala que no hay una verdad universal, sino subjetiva y propia del propio individuo. El valor de todo juicio depende no de cómo las cosas se muestran, sino de determinadas condiciones en el que juzga. En este orden de ideas, no podemos tener acceso a un conocimiento universal, general.
El relativismo, un poco semejante al subjetivismo, señala que la verdad tiene una validez condicionada; sin embargo, mientras el subjetivismo hace depender el conocimiento humano de factores que residen en el sujeto cognoscente, el relativismo subraya la dependencia de todo conocimiento humano respecto a factores externos[3]
En el caso del pragmatismo el conocimiento humano tiene sentido solamente en el campo práctico; la verdad consiste en la congruencia entre los fines prácticos y los pensamientos.
"El hombre no es en primer término un ser teórico o pensante sino un ser práctico, un ser de voluntad y de acción. El intelecto es dado al hombre, no para investigar y conocer la verdad, sino para poder orientarse en la realidad".
El conocimiento humano recibe su sentido y su valor de este destino práctico, su verdad consiste en la congruencia de los pensamientos con los fines prácticos del hombre, en que aquellos resulten útiles y provechosos para la conducta práctica de este.
Por último, el criticismo descolla como un intento de conciliación entre el racionalismo y el empirismo; sostiene la superioridad de la investigación del conocer sobre la investigación del ser. Esta corriente está convencida de que es posible el conocimiento para el hombre, acepta que puede llegar a poseer la verdad, puede tener conocimientos que dan certeza, pero que hace indispensable justificar racionalmente la forma cómo llegamos al conocimiento.
El criticismo examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada a priori. No es dogmático ni escéptico, es más bien reflexivo y crítico.
Hasta aquí el repaso por estas seis posturas epistemológicas que tratan de dar cuenta acerca de la posibilidad del conocimiento. Sin embargo, es de decir que no son las únicas y que aún duraríamos bastante en ver las demás posiciones; por ejemplo, las concernientes al origen del conocimiento. Pero esto es a grandes rasgos toda la problemática que implica la epistemología y el conocimiento, que para Ann Marriner Tommey (1995) es la conciencia o percepción de la realidad, que se adquiere por medio del aprendizaje o de la investigación. Ahora bien, esa realidad o esa captación y posibilidad de la realidad es otra cosa no menos importante, que también fue tratada por los griegos en tratándose de esta misma problemática del conocimiento.
Un resultado de tal fenomenología parece obvio: conocer es lo que tiene lugar cuando un sujeto (llamado "cognoscente") aprehende un objeto (llamado "objeto de conocimiento" y, para abreviar, simplemente "objeto"). Sin embargo, el resultado no es ni obvio ni tampoco simple. Por lo pronto, la pura descripción del conocimiento o, si se quiere, del conocer, pone de relieve la indispensable coexistencia, co-presencia y, en cierto modo, co-operación, de dos elementos que no son admitidos, o no son admitidos con el mismo grado de necesidad, por todas las filosofías. Algunas filosofías insisten en el primado del objeto (realismo en general); otras, en el primado del sujeto (idealismo en general); otras, en la equiparación "neutral" del sujeto y objeto. La fenomenología
del conocimiento no reduce ni tampoco equipara: reconoce la necesidad del sujeto y del objeto sin precisar en qué consiste cada uno de ellos, es decir, sin detenerse en averiguar la naturaleza de cada uno de ellos o de cualquier supuesta realidad previa a ellos o consistente en la fusión de ellos.[4]
Preexistencia del conocimiento o de la epistemología
Como ya lo esbozamos líneas atrás, resulta de importancia palmaria determinar qué existió primero, si el conocimiento o la epistemología. Hemos tratado aquí la palabra preexistencia no en un sentido holístico ni ontológico, sino en la acepción de existir una cosa antes de otra, de la existencia anterior a un determinado momento o circunstancia.
Así las cosas, parece evidente que el hombre primitivo, desde el mismo instante en que toma conciencia de sí y de su entorno, desde el instante mismo en que, como una necesidad y un deber apremiante, comienza a dar cuenta de sí y del entorno que le rodea, ejecuta una labor cognoscente, verbigracia que se percibe a sí mismo y al entorno que le rodea; hable de este hecho de conocimiento las pinturas rupestres de España y del sur de Francia, hablen por sí mismas la invención de símbolos que, en el tiempo han de convertirse en alfabetos primitivos como el sistema egipcio y el semítico.
Éste último considerado por algunos expertos como una evolución de los caracteres pictóricos egipcios, y del que surgieron sistemas más avanzados como el fenicio y árabe (de los cuales tomó mucho, y a un tiempo constituyeron los factores esenciales del surgimiento del hebreo.
De éste último, y con la transformación consecuente, hubo de surgir el griego, y de éste las lenguas romances (encabezada por el latín), entre ellas la nuestra). Hablen los petroglifos Mayas, hable la Piedra Roseta y el código Hammurabi, por no mencionar otros tantos que implican una necesidad de conocer; necesidad no de un solo individuo, sino de una sociedad en general.
Así, es indiscutible que, desde el principio, en el mismo comienzo de la evolución humana, el hombre ha tenido una necesidad de conocimiento, una imperiosa necesidad de comprender e interpretar su entorno, el mundo, los acontecimientos; pero no sólo de eso, sino, y acaso lo más importante, de comunicarlos. Y es en vista de esto que el hombre principia a acumular, colegir, discernir y plasmar la realidad. Primero, y en función de acometer este objetivo, se hacen pinturas rupestres, tal como la cueva de Altamira, en España (aunque también son notables las pinturas rupestres de Francia), petrolglifos, etc., hasta avanzar a la escritura cuneiforme, inventada por los sumerios como sistema para llevar sus cuentas.[5]
Con el tiempo, los griegos, se preguntaron también acerca de la problemática del conocer y su significado. De hecho, fueron ellos los que introdujeron en la literatura filosófica los vocablos conocer y saber, y, aunque trataron estos problemas, los subordinaron muy a menudo a lo que, posterior, sería conocido como ontología[6]
Observar el desarrollo histórico de la relación hombre/realidad, permite evidenciar la evolución y sofisticación de los signos abstractos, generados en la creciente y continua intervención en la naturaleza. En la medida que se desarrollan estos elementos de mediación interpretativa, se acrecienta la capacidad humana de intervención del mundo real, se desarrollan nuevos medios tecnológicos y organizacionales. Aparecen las instituciones sociales como el Estado, la educación, la milicia; así como también, los códigos éticos, morales y legales, que han contribuido en el desarrollo histórico de la sociedad, contraponiéndose con objetivos institucionales por encima de la naturaleza del individuo. La cita de Wittgenstein, es pertinente para evidenciar el continuo dialéctico en la formación de la conciencia del hombre, en la misma medida que se involucra en la construcción de su mundo. Interpretado así el conocimiento (lenguaje, teorías y filosofía), se le ubica como herramienta del hombre. El constructo teórico planteado, le otorga al conocimiento su carácter histórico, social y espacial, en permanente transformación y enriquecimiento, su valor utilitario y altamente vinculado con la realidad[7]
Por su parte, la epistemología parecería tener una existencia posterior; de hecho es de reciente creación, aunque el término episteme es de origen griego. Episteme era el reflexivo conocimiento elaborado con rigor. De ahí que el término "epistemología" haya sido utilizado con frecuencia como equivalente a "ciencia o teoría del conocimiento científico".
Aunque la epistemología propiamente dicha comenzó en la época del renacimiento el conocimiento científico habría de aparecer en ella como conocimiento, análisis y síntesis de los fenómenos, es decir, de la apariencia o manifestación de la realidad en la experiencia humana.
Autores importantes en este proceso de maduración son, sin duda, Galileo (1564-1642), Bacon (1561-1626), Descartes (1596-1650), Newton (1642-1727), Locke (1682-1704), Leibniz (1646-1716) y Kant."
También, en el siglo XIX encontramos figuras notables como Comte (1798-1857), Stuart Mill (1806-1873), Herschel (1792-1871), William Whewell (1794-1866) y Spencer (1820-1903).
Posteriormente, en el siglo XX, la epistemología científica queda agrupada en tres grandes escuelas o generaciones: el neopositivismo lógico (Russell (1889-1951)es su principal exponente), el racionalismo crítico (encabezado por Popper) y el pospopperianismo (Kuhn es una de sus más conocidos exponentes).
Bibliografía
Bachelard, Gastón (1988). La formación del espíritu científico. México: Siglo XXI editores.
Bunge, Mario. (c1997). La ciencia, su método y su filosofía. Buenos Aires: Ediciones siglo XX.
Capurro, Rafael. Keynote speaker, Revista venezolana de información, tecnología y conocimiento, 4 (1), 11.
Epistemología: Teoría del conocimiento. J.M. San Valdomero UCAR (Recurso en línea. Disponible en:
http://presencias.net/indpdm.html?http://presencias.net/educar/ht1040a.html
Espinosa, Julieta (1994). Constitución de saberes en Ciencias Humanas. Signos filosóficos, 1 (1), 176-204.
Ferrater Mora, José (1981). Diccionario de Filosofía abreviado. Buenos Aires: Editorial Sudamericana.
Gómez López, Roberto (200-?). Evolución científica y metodología de la Economía. Málaga (España): Escuelas de pensamiento.
Gómez Martínez, José Luis (1992). Teoría del ensayo. México: UNAM. Recurso también disponible en:
http://www.ensayistas.org/critica/ensayo/gomez/ensayo19.htm
Habermas, Jürgen (1999). Teoría de la acción comunicativa. Bogotá: Taurus.
Hernández Sampieri, Roberto. (1991). Metodología de la investigación. México: McGraw-Hill.
Hessen, Johannes, tr. por José Gaos. (199-?). Teoría del conocimiento. [s.n.]: Ilca.
Kuhn, Thomas, tr. por Agustín Contin (2004). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.
Popper, Karl (19- -?). La lógica del descubrimiento científico.
Autor:
Danilo Romero
[1] Conocer. Real Academia Española. Buscon.rae.es (Recurso en línea. Disponible en: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltGUIBusUsual?LEMA=conocer
[2] HESSEN, Johannes, tr. por José Gaos. Teoría del conocimsiento. [s.n.]: Ilca, [199-?]. p. 6.
[3] HESSEN, Johannes, tr. por José Gaos. Teoría del conocimiento. [s.n.]: Ilca, [199-?]. p. 22.
[4] FERRATER MORA, José. Diccionario de Filosofía. Buenos Aires: Sudamericana, 1981. P. 327.
[5] Avance de este sistema primitivo de escritura es el alfabeto inventado por los fenicios, y que guarda semejanza con ciertos caracteres sumerios. Del sistema alfabético fenicio derivó, con el tiempo, el arameo y el hebreo. Del hebreo se evolucionó al griego, y de este al latín y las lenguas romances, incluido el Español.
[6] RAE: Parte de la metafísica que trata del ser en general y de sus propiedades trascendentales.
[7] GUTIERREZ LEAL, Pedro. El origen del conocimiento. Wikilearning.com (Recurso en línea. Disponible en:http://www.wikilearning.com/monografia/produccion_del_conocimiento-origen_del_conocimiento/12153-3)
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