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Guión de Vida en personas diagnosticadas con Trastornos Neuróticos (página 2)

Enviado por Yaniela


Partes: 1, 2

Respecto a las expresiones emocionales, durante el proceso de construcción de historias M. A. B. mostró numerosas manifestaciones de ansiedad (infracciones y pérdida de la voz, intranquilidad, temblor en las manos, pérdida del contacto visual), las que eran coherentes con las temáticas trabajadas en cada momento. También se mostró una marcada labilidad afectiva, transcurriendo fácilmente de una leve sonrisa al llanto descontrolado, o a una ausencia momentánea de emociones. Las expresiones más notables de tristeza (canalizadas en llanto) se presentaban en las historias donde el personaje que asumía el rol de hijo(a) era el protagonista víctima de la historia, y se encontraba distanciado físicamente de su madre, o existían dificultades en las relaciones entre ambos; no siendo así en los casos en que la madre asumía el protagonismo, desempeñándose como figura a la que se le debe respeto, en estas ocasiones generalmente se mostraba cierta indignación o molestia momentánea que luego era transformada en alegría o regocijo por tener consigo a la familia reunida ("yo a veces me molesto por que mi hija, la menor, es haraganita y yo me molesto con ella, pero no puedo reclamarle mucho, es mi hija"; "una madre que llega cansada del trabajo en la calle y tiene que encargarse del trabajo en la casa (…) luego se alegra porque va a recibir a su hija y a las demás personas de la casa").

En una de las historias elaboradas sobre una de las láminas del T.A.T. resulta significativo el hecho de que ésta sirvió como elemento favorecedor de la catarsis, de forma tal que se extendió la narración -por más de 20 minutos- a la expresión de emociones negativas reprimidas contra la suegra. Esta se convirtió así en el objeto de las reprimendas y cuestionamientos de M. A. B., por el inadecuado cumplimiento de su función materna, lo cual puede ser un indicador del desplazamiento de emociones negativas acumuladas contra su madre. En este sentido respecto a las inadecuadas relaciones de la suegra con sus propios hijos, y con los de M. A. B., así como con ella misma refiere: "yo siempre pensé en eso –desde chiquita-, me hubiera gustado llevarme bien con mi suegra, que conversáramos (…) ¿tú crees que una mujer así puede ser buena madre? ¿qué clase de madre es esa?")

Las manifestaciones de alegría o bienestar –no muy frecuentes- se presentaban en las historias en que el tema central era el logro de la reunión familiar ("el título de esa historia sería Mi Familia Feliz"; "se alegraría por recibir a su hija y a las demás personas de la casa"; "nosotros siempre hemos sido muy unidos, cualquier problema y todo el mundo se moviliza (…) todos los días de las madres, fin de año, en el cumpleaños de mi mamá se reúne la familia completa"), lo que corrobora la idea de que este constituye uno de los ejes fundamentales del funcionamiento equilibrado de M. A. B. De igual modo los contenidos relacionados con las relaciones de pareja eran generadores de satisfacción personal, aunque sin notables manifestaciones; sin embargo generalmente suscitaba otras emociones como la tristeza, molestia o nostalgia, cuando era vinculada con la función de padres, la muerte de uno de los cónyuges o la realización profesional ( "yo le digo a mi esposo que hable con mis hijas para que me ayuden, o para que la chiquita se despegue de nosotros pero él es así igual que ella, cerrado.."; "una muchacha -su novia- que murió de una enfermedad (…) él se está lamentando por eso"; "ya después me casé y no pensé en seguir estudiando, pero me hubiera gustado").

Análisis Interpretativo

Al analizar la construcción narrativa de la vida de M. A. B. resulta visible la presencia de determinadas estructuras sobre las cuales se ha edificado su existencia. Éstas han sido formadas desde edades tempranas a partir de experiencias recurrentes en la interacción con sus padres y hermanos, e influenciadas en gran medida por un acontecimiento que resultó traumático para la personalidad en formación de la niña que era.

Desde su nacimiento la vida de M. A. B. se desarrolló en un medio familiar perteneciente a una comunidad rural, en el que el acceso a la cultura y al desarrollo social estaba limitado por estas particularidades. De este modo en su familia de procedencia predominaban los estilos de vida tradicionales. Su madre se encargaba de las labores domésticas (ama de casa), y su padre trabajaba en el campo para garantizar el sustento económico de la familia, ambos eran rígidos en la educación de sus hijos y mantenían algunos métodos inadecuados en este sentido (sobreprotección, ocasionalmente agresividad física y verbal, y comunicación limitada e insuficiente). Sobre la base de estos métodos trataron de inculcar siempre a sus hijos que la familia era lo más importante por lo que debía permanecer unida, creándoles cierta desconfianza e inseguridad en las relaciones interpersonales con personas ajenas al núcleo familiar, y a la vez dependencia emocional y conductual respecto a éste último. De este modo gran parte de las vivencias de M. A. B. quedaron reducidas en un estrecho marco de posibilidades para obtenerlas, limitándose al intercambio con la familia, incluso en los contactos ocasionales con otras personas y medios ajenos a la comunidad rural en la que vivía; la participación en cualquier actividad (fiestas populares, visitas sociales, juegos, o actividad escolar) eran solo posibles con el acompañamiento de uno de sus progenitores, y a pesar de que eran relativamente frecuentes crearon no solo un fuerte vínculo afectivo entre la niña y el resto de su familia, sino también una gran dependencia, fundamentalmente con la figura materna.

Las consecuencias de éste inadecuado manejo de la independencia y la autonomía, no se hicieron notables sino hasta que a los nueve años de edad ésta es enviada a la casa de uno de sus tíos para que estuviera más cerca de la escuela, y a la vez contara con la tutoría de su tío – quien se desempeñaba como maestro- . Los recuerdos asociados a este acontecimiento son escasos, M. A. B. no recuerda los motivos que justificaran el mismo sino que los conoce debido a habérselos preguntado varias veces a su madre después de alcanzar su juventud y adultez media; en cambio es capaz de recordar que debe haber aprendido a cocinar en este medio y que nunca antes lo había hecho, por lo que en ocasiones supone que la enviaron para allá con el objetivo "de ayudar" a la esposa de su tío en las labores domésticas, lo que puede haber reafirmado su formación como mujer tradicional. También recuerda que su tío poseía como rasgos del carácter la impulsividad, la agresividad y la intolerancia por lo que su hijo menor (primo de ella) sufría de enuresis generalmente cuando era requerido por su padre, y que ella se mantenía en estado de alerta siempre que él estaba presente. Debido a que M. A. B. menciona éste suceso luego de aludir que se convirtió en una persona sensible cuando creció, en un contexto en el que referenciaba la felicidad que disfrutó en su infancia, considero que probablemente éste período produjo un cuestionamiento de los aprendizajes anteriores, dado que constituyó una ruptura con lo que se le había enseñado fehacientemente. Significó –quizás- la fuente del primer gran conflicto interno para la subjetividad incipiente de una niña de nueve años, resultándole contradictorio hasta ese entonces los siguientes aspectos: si la familia debía permanecer unida por qué era enviada fuera de ésta con una persona a la que casi no conocía; si sus padres la querían por qué la dejaban convivir con una persona que la maltrataba; si hasta ese momento la escuela no había sido importante para sus hermanos porqué era ella la elegida para esta opción. Estas interrogantes se expresan en frases como "me mandaron para la casa de un tío mío, todavía yo no recuerdo por qué mi mamá me dejó ir para allá"; "recuerdo que mi tío era recio, mi primo se orinaba cuando lo regañaba y yo me ponía en firme"; "debo haber llorado bastante porque yo era bien apegada a mi mamá"; "dice mi mamá que me mandaron para allá para que estuviera cerca de la escuela, a veces yo creo que fue para que ayudara a la mujer de mi tío". Este último ejemplo puede haber constituido el inicio de cierto rechazo hacia la escuela y por tanto hacia la realización profesional, lo que explicaría la no aceptación de ninguna carrera al culminar sus estudios preuniversitarios, y la imposibilidad de incorporarse a una beca en el extranjero por la aparición repentina de una enfermedad física, la cual podría interpretarse como una somatización o mecanismo de defensa inconsciente producto de esquemas ya estructurados en esta etapa, relacionados con las malas experiencias consecuentes a la separación del medio familiar.

En resumen, las condiciones en que transcurrió la infancia e inicios de la primera adolescencia, representaron para M. A. B. la obtención de significativas vivencias de pérdida, separación y abandono respecto a sus padres, de manera que se hicieron recurrentes las manifestaciones de ansiedad y tristeza mientras esperaba cada mes la llegada de su madre. De igual modo la anterior rigidez y sobreprotección de sus padres y el autoritarismo y agresividad de su tío, facilitaron la estabilización de sentimientos de inferioridad, sumisión y obediencia, así como la inseguridad y desconfianza en sí misma, en los demás y en el transcurso de los hechos, pautando apreciablemente la continuación de la vida de M. A. B. En este sentido resultan significativos en su funcionamiento actual los esquemas elaborados respecto a la maternidad, la identidad personal y el funcionamiento familiar; a partir de los cuales le resulta imposible otorgar nuevos significados a su experiencia, pues la rigidez con que se han instaurado dichas estructuras mediatiza todo el proceso de interpretación de acontecimientos y fenómenos de la realidad, al tiempo que la "sentencian" a experimentar determinadas emociones ya preconcebidas.

En el caso de la familia, el cual a la vez podría considerarse un esquema que integra el subesquema de la maternidad, estarían presentes generalmente los miembros de la familia nuclear (madre, padre e hijos). Estas personas están unidas por fuertes lazos afectivos, y no solo por la consaguinidad; a cada uno de ellos le corresponden actividades específicas en dependencia del rol que desempeñen de manera que en tanto la madre se ocupa de las labores domésticas, el padre garantiza el sustento económico, y los hijos se dedican a estudiar o recrearse, manteniéndose así el equilibrio del sistema. La meta final de estas personas en tanto miembros de la familia radica en cumplir cada uno con su función, de manera que no afecten al resto y garantizar así la unidad. En el caso de M. A. B. la realidad se impone como obstáculo para garantizar la continuidad de su trama narrativa: ante la inevitable sobrecarga producida por las tareas que le corresponden como mujer, ama de casa y madre, la dinámica familiar se convierte frecuentemente en fuente de acumulación de tensiones, las que se expresan -en última instancia- en discusiones con su esposo e hijas; en la mayoría de los casos estos malestares se reflejan en una constante irritabilidad y rechazo al intercambio social. A esto se le añade que partiendo de la creencia de que la familia tiene que estar unida, resulta incongruente o inadmisible la muerte o separación de uno de uno de sus familiares, sobre todo si no se trata de una muerte natural. La figura del hijo fallecido ha venido a representar para M. A. B. un eslabón perdido sin el cual es imposible continuar, dada la imposibilidad de recuperarlo se genera la consecuente sintomatología depresivo- ansiosa cuyos orígenes datan desde la infancia. La separación o el abandono de un niño es asociada inevitablemente al sufrimiento, la desesperación y culpa en éste (vivencias aprendidas en su experiencia en la casa del tío).

Esta situación resulta agravada por los elementos contenidos en el esquema relacionado con la maternidad. Ésta incluye necesariamente la figura materna estrechamente vinculada o fusionada a su hijo(a), de forma tal que es su responsabilidad cuidarlo, protegerlo, educarlo y estar siempre pendiente de su bienestar. Empleando para ello la comunicación abierta y cargada de afectos positivos (elementos de los que careció en su infancia). El objetivo final de esta relación es lograr la "adecuada" formación de la personalidad de los hijos y garantizar su bienestar, así como la armonía en la relación, y servir de buen ejemplo. Por estas razones están asociadas al cumplimiento de la función materna la alegría y satisfacción en el caso en que se logren los objetivos propuestos. De lo contrario se estaría siendo una "mala madre"* y no dejaría un buen legado de su conducta, ya que en su opinión "casi siempre se repite la misma historia". Por esta razón ambos miembros de la relación experimentan sufrimiento, tristeza y ansiedad (al igual que la niña que solía esperar a su madre y se preguntaba por qué la habían abandonado). La persona que ocupa la figura materna es percibida como la culpable de lo sucedido en opinión tanto de su hijo(a) como de ella, por lo debe ser castigada. Desde este punto de vista, en el caso particular, M. A. B. no ha resuelto el conflicto madre- hija originado en su infancia, por lo que aún –inconscientemente- culpa a su madre por haberla enviado lejos de la familia, conservando emociones negativas contra la misma y culpándola por haber sido una "mala madre", lo que sin dudas explicaría las recientes discusiones e irritabilidad hacia su progenitora, justo en los momentos en que ha de ocuparse de ella tal y como lo haría en su relación con un hijo(a). Por otro lado, también se explicaría en gran medida el hecho de que aún no haya podido superar la muerte de su hijo hace más de catorce años: M. A. B. -debido su esquema respecto a la maternidad- se culpa por no haber podido impedir el accidente de su hijo a pesar de estar presente en esos instantes, por lo que su modo de expresarlo es a través del sufrimiento y la autorrecriminación, quizás siente que ha aprendido el no ser una buena madre debido a la indignación con que expresó que casi siempre se repite la misma historia en la relación madre-hijo (a). Dadas estas razones intenta conservar vívidamente la imagen de su hijo en aras de no perderlo y de que éste no la culpe, aferrándose constantemente a sus pensamientos (idea fija respecto a su hijo como uno de los síntomas fundamentales de su diagnóstico), por lo que ha creado un mundo estrecho de intereses en el que esto resulta posible.

Respecto a la identidad personal M. A. B. ha esquematizado de manera muy rígida las consideraciones negativas acerca de sí misma; por lo que las acciones que desarrolla siempre resultan coherentes con este esquema y a la vez resultan elementos claves en el trastorno del cual padece (por ejemplo: actitud pasiva ante cualquier tipo de conflicto interpersonal o social, tendencia a entristecer fácilmente ante los mismos, y necesidad de la intromisión de terceras personas para solucionarlos). En este sentido en sus manifestaciones como sujeto existe un predominio de dependencia, la vulnerabilidad al daño y la tendencia al fracaso, acompañándose de la consecuente tristeza, inseguridad, inhibición, etc.

En fin, estos esquemas inadecuadamente estructurados han provocado que el guión de vida de M. A. B. se caracterice fundamentalmente por el temor y rechazo a la separación entre los miembros de la familia desde edades tempranas, así como por la tendencia al fracaso asociado a una consiguiente frustración, lo que la conllevó a no desarrollarse en otras esferas, lo cual suponía alejarse del medio familiar; de igual modo dada la existencia de este guión otorga gran significación a la muerte de su hijo ya que la única esfera acerca de la cual tenía bien consolidados sus conocimientos también estaba prevista por el fracaso.

Resumen del caso:

Marcada presencia de esquemas rígidos respecto a la familia, la maternidad y la identidad personal, los cuales que afectan la adaptabilidad, el bienestar subjetivo y la realización personal.

Predomino de personajes del medio familiar desarrollando acciones correspondientes al rol que desempeñan en este. (Madre e hijo generalmente protagonistas de la historia)

Temáticas relacionadas con el abandono, muerte, pérdida o separación entre los miembros de la familia. Afectos coherentes con la temática abordada: marcada presencia de tristeza, ira o rechazo; de lo contrario alegría, paz o satisfacción. Presencia de labilidad afectiva.

Sistema de creencias relacionadas con aprendizajes socioculturales y estereotipados acerca del funcionamiento familiar y la maternidad, de igual modo una concepción de sí misma como alguien dependiente y vulnerable.

* Conjuntamente con la noción de "buena madre" estos elementos serían considerados como estructuras subesquemáticas al esquema de madre.

Estos esquemas guían sus procesos de percepción, comprensión y comportamiento, de forma que el temor y rechazo a la separación entre los miembros de la familia desde edades tempranas resulta esencial, así como la tendencia al fracaso asociado a una consiguiente frustración, por lo que otorga gran significación a la muerte de su hijo, siendo incapaz de recuperarse.

M. A. B. nació y se educó en un contexto social de bajo nivel cultural, el cual resultó nocivo para su formación y desarrollo, en tanto no facilitaban el intercambio con otras personas ajenas al mismo, y el aprendizaje de formas diferentes de ser y comportarse. Por estas razones el guión de vida en cada caso estaba limitado a un número reducido de experiencias, esquematizando con mayor rigidez los aprendizajes privilegiados por él. De esta manera quedaba restringida tanto la variedad de dominios de la experiencia reflejados en el guión, como la riqueza en la elaboración de los mismos, lo que apunta a una baja calidad en la estructuración de éste que afecta considerablemente la adaptabilidad de la sujeto a su situación real concreta.

Por otro lado, las narraciones personales M. A. B. evidenciaron en todo momento las particularidades de su comportamiento neurótico diagnosticadas con anterioridad. De esta manera tanto las historias ficticias, como las que se referían a sucesos concretos de su vida, denotaban la presencia de conflictos intrapsíquicos formados desde edades tempranas y reafirmados por posteriores experiencias, es decir, denotaban una evolución prolongada de la enfermedad; de manera que las situaciones estresantes no hicieron más que precipitar y/o agudizar las manifestaciones clínicas del trastorno. Asimismo el área de mayor interés para dicha sujeto, en donde se centran sus mayores dificultades y a la vez sus necesidades afectivas hipertrofiadas, es el área familiar.

Conclusiones:

En el presente caso partiendo de la experiencia traumática vivenciada como abandono por parte de la figura materna, el guión de vida se basa en el precepto de ser una buena madre como forma de impedir la separación, y así garantizar la unidad en el vínculo familiar.

La pobre calidad en la estructuración del guión de vida, dada por la poca variedad y riqueza de los contenidos del mismo, interviene en la funcionabilidad del sujeto en su medio y por tanto en la efectividad de dicho guión.

La perspectiva de análisis narrativo en el caso estudiado, corrobora lo que desde la clínica tradicional se conoce como funcionamiento neurótico: exacerbada necesidad de afecto, áreas de interés reducidas al marco familiar, y esquemas rígidos o disfuncionales; aunque aporta un significativo volumen de información respecto a los casos individuales que facilitan la comprensión de los mismos.

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Autor:

Lic. Yaniela Vega Wanton

Policlínico Docente "Mario Muñoz Monroy"

Partes: 1, 2
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