Estimar se define como 1. Calcular el valor aproximado de algo. 2. Sentir aprecio o estima por alguien. 3. Tener una opinión de algo o alguien. 4. Reconocer el valor, atributos o méritos de una persona o cosa. Encontramos en estás definiciones el denominador común de dirigirse a las características positivas y no mencionar un sentimiento más profundo que rescate la totalidad de la persona, mucho menos su naturaleza humana.
Entre tanto el amor es definido como: un concepto universal relativo a la afinidad entre seres. Se considera sano o verdadero cuando es constructivo para la persona que lo despierta y para quien lo siente. «Amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad» (Leibniz). El amor no desaparece al percibir características negativas o carencias en el amado. Para J. Bucai amar es un genuino interés por el bienestar del otro. Y Guillermo Pareja propone que "ese otro se convierte en un tú entrañablemente amado como persona, por su unicidad, irrepetibilidad, irremplazabilidad.
William James (1842-1910) psicólogo que dedicó su estudio a las experiencias religiosas afirmaba que "La estima que sentimos por nosotros depende enteramente de lo que pretendemos ser y hacer" y por ello, que la correlación entre los éxitos concretos confrontados por sus aspiraciones da el nivel de autoestima, entre más fracasos menos autoestima.
Así que la autoestima se fundamenta en estimar lo que considero positivo de mí, mientras que el amor personal contempla la carencia, falibilidad y limitaciones de mi yo. Por ello creo que es importante aspirar al amor y para hacerlo es indispensable reconocer y aceptar la incompletud de nuestra realidad humana.
Amor personal y psicoterapia
El amor que merece quien nos ha elegido para acompañarlo en su proceso de auto-descubrimiento y para estar a su lado mientras restaura sus heridas, va descubriendo su sentido de vida, su trascendencia, se orienta hacia su propio ser y dignifica su indigencia, es un amor profundo y verdaderamente humano.
Sólo desde el amor podemos ver la potencialidad del tú para llegar a ser, y acompañarlo en su propia humanización.
Rogers (1902-1987) propuso que la autoestima sería desarrollada en los clientes a través de la aceptación incondicional y el interés positivo del psicoterapeuta, ya que estos se menosprecian y se sienten indignos de ser amados y el psicoterapeuta los acepta como son se permiten amarse a sí mismos.
Viktor Frankl, por su parte, propone que lo que realmente sana es el encuentro y este encuentro habla de la importancia del acompañamiento. Y he llegado a la convicción de que no se puede intentar acompañar al otro si no se le ama. Y no le puedo amar si no intento amarme a mi misma. Sólo desde el amor podemos ver la potencialidad del tú para llegar a ser, y acompañarlo en su propia humanización. Desde mi experiencia para ir siendo capaz de intentar amarme y amar al otro ha sido indispensable la Terapia de la imperfección.
Por lo tanto, atreviéndome a parecer determinista, estoy plenamente convencida que mientras el psicoterapeuta no se cambie de la perspectiva perfeccionista a la perspectiva humana de la imperfección el trabajo terapéutico se dificulta y en algunos casos se hace imposible y, como lo menciono anteriormente, hasta tóxico.
Si el terapeuta y el paciente viven desde la perspectiva perfeccionista se establecen dentro de la psicoterapia una serie de juegos macabros de autoengaño y de crecimiento virtual.
Aparentemente ambos quedan "contentos" "lograron ser excelentes", cubrieron las expectativas personales y del otro, sacrificando el verdadero crecimiento.
Mencionemos algunos juegos del "crecimiento virtual":
El del "complaciente": algunas veces el paciente dice y hace lo que cree desea escuchar su psicoterapeuta para no ser rechazado.
"Más de lo mismo": el psicoterapeuta con posiblemente buena intención pero poco conocimiento de su perspectiva perfeccionista "ejerce su poder" y "logra restablecer" la vida y salud de su cliente o paciente, quien a su vez logra "estimarse" por todo lo bueno y acertado que ha hecho y hace en su vida. Claro está que no logra comprender por qué en el fondo sigue sintiendo un vacío, por qué sigue sintiendo que no es suficientemente bueno, por qué se sigue sintiendo fuera de lugar, por qué sigue enojándose ante sus errores y los de los demás, por qué sigue sin sentir la serenidad del que se acepta carente. Es más se conforma con los cambios aparentes porque no sabe cómo vivir diferente ya que toda su vida se ha sentido igual.
El juego del "salvador": es como si el paciente dijera en un metamensaje "a que no me salvas" y el psicoterapeuta perfeccionista contesta "a que si", estableciéndose una lucha de poder; mientras que el psicoterapeuta con perspectiva humana contesta "tienes toda la razón sólo puedes rescatarte tú mismo y humanamente para lo cual es necesario que cambies de perspectiva".
Lo cierto es que, además, la perspectiva perfeccionista coloca sobre nuestros hombros una pesada carga que podemos vivir de diversas formas, considerando entre ellas dos extremos: la soberbia (generalmente compensatoria de sentimientos profundos y negados de inseguridad) y la inseguridad angustiosa.
En la primera, el psicoterapeuta se siente como un dios y actúa como tal, a esta le podemos incluir, entre otras, actitudes seductoras como otra forma de poder y confrontaciones agresivas. En la segunda el sentimiento que prevalece es la impotencia. La presencia de personas de autoridad o con ciertas características le imponen y despiertan su inseguridad, existe una preocupación constante y la creencia de que la vida del otro depende determinantemente de la "perfección" de su intervención y ante la imposibilidad de lograrlo vive presionado y desgastado.
Desde ninguno de los dos extremos, el psicoterapeuta puede cumplir con la maravillosa misión de acompañar al otro ser humano en su propio proceso de recuperación personal, porque esto sólo puede hacerlo otro ser humano.
Aunque evidentemente son posturas opuestas, ambas son actitudes perfeccionistas que corresponden a las actitudes de los hermanos de la parábola del hijo pródigo[1]una no puede existir sin la otra y ambas son actitudes soberbias. Provenientes de la perspectiva perfeccionista.
Porque la soberbia es un exceso de estimación propia (pero si es excesiva muy probablemente es compensatoria por lo tanto es falsa) La soberbia hace que uno sea su propio dios, su propia ley, su propio juez y su propia moral. Produce envanecimiento, engreimiento y la devaluación de los otros, La soberbia es la causa principal de la mayor parte de las dificultades humanas y el principal obstáculo para el verdadero crecimiento. Esta es resultado de la perspectiva perfeccionista porque de ella proviene el autorechazo que yace bajo esta fachada de seguridad.
Contraria a la soberbia está la humildad, como "sentido de realidad", que se puede definir como "reconocer nuestro justo valor", implica valorar nuestro ser, es decir, apreciar el valor de ser, y no vanagloriarnos por nuestros logros, como tampoco devaluarnos por nuestros fracasos. Para Santa Teresa la humildad es "la verdad". La persona que dice la verdad, es veraz y para ser veraz es necesario ser auténtico, honesto con uno mismo y con los demás. Por lo tanto ser humilde es admitir mis defectos y limitaciones, así como mis cualidades, con sinceridad, honradez, con rectitud y con integridad ante mí mismo y ante los demás. Renunciar a la aspiración de perfección, es encaminarnos a la virtud de la humildad. Al aceptar sus límites, al aceptarse imperfecto no queda otro remedio que desarrollar la humildad.
La indigencia nos ayuda a encarnar virtudes como: humildad, compasión, caridad, fortaleza, fe y valentía. La humildad eleva al ser humano. "sólo el hombre grande se puede hacer pequeño". Resulta muy difícil alejarnos de la soberbia y encarnar la humildad. Pero cómo se puede encarnar humildad cuando "La cultura se vuelve propulsora rígida del concepto del no límite, con su antropología, su psicología, sus objetivos de educación y sus terapias que lo invitan a la excelencia. Y con una ética y espiritualidad en función de la perfección". Ésta contradicción de la cultura con su propia naturaleza sólo logra enfermar al ser humano.
La Paradoja del Poder del psicoterapeuta.
En teoría trabajamos para que nuestros clientes o pacientes se acepten como son y se amen. Yo misma lo intenté, durante muchos años, desde lo más honesto y profesional que podía, al mismo tiempo buscaba aceptarme y amarme. Sin saber por qué no lo lograba, algo faltaba siempre, hasta que conocí la terapia de la imperfección y con ella, la perspectiva desde la cual vivía, la perspectiva de infalibilidad rechazando mí ser indigente. Con la búsqueda constante, consciente e inconsciente, de controlar todo, haciendo realidad el sentido del poder propuesto por Adler y al mismo tiempo trabajando en mi crecimiento personal, pero ¡qué contradicción! No era consciente que aquello que rechazaba, mi limitación, era exactamente el punto de partida para mi crecimiento real. ¿Hacia dónde había estado dirigiéndome y hacia dónde había acompañado a mis pacientes?
A través del automodelamiento (Elizabeth Lukas) buscaba ir siendo cada vez más yo misma y acompañar al otro a recorrer su propio camino de definición personal. El problema era que en esta realización rechazaba mi propia humanidad y de la misma forma la de mis pacientes, aunque conscientemente los "aceptaba", de forma inconsciente y sutil, los acompañaba a rechazar su realidad humana. Buscaba encontrar sentido a mi vida, a mi trabajo, al sufrimiento pero no a mi existencia limitada. Creo en Dios, y pensaba que tenía fe, no me daba cuenta que caía en la soberbia de actuar como un pequeño dios al intentar igualarme a Él anhelando ser perfecta. Concebía la perfección como un bien, como un valor supremo, y a fuerza de voluntad intentaba encarnarla luchando contra mi propia naturaleza, contra mí misma.
Había caído en el engaño que devela el Dr. Peter "El concepto del no límite ha modelado la mente, la conducta y la espiritualidad; con una verdad inventada" y "La cultura: le ha planteado al hombre que puede y debe ser perfecto". Así, "El hombre es seducido a buscar la perfección y la ve como un valor tanto en la comprensión, como en la orientación de la propia existencia". Este engaño ha impregnado todo. Y el campo de la psicoterapia no es la excepción, de aquí la importancia de humanizar nuestro maravilloso trabajo.
La derrota del psicoterapeuta y del paciente
Gracias a nuestra incompletud, nuestras carencias, nuestros límites, necesitamos de los demás. Necesitarse los unos a los otros da sentido y significado a hacer comunidad. Necesitar de los demás, me ayuda a valorarlos, a ir hacia ellos, me ubica en la realidad, me facilita vincularme. El que los demás necesiten de mí, me ayuda a trascender, a darle sentido y significado a mi vida. Es importante diferenciar necesitar de depender. Gracias a nuestro ser limitado es que podemos realmente intentar acompañar a otro ser limitado, identificarnos y encontrarnos compasivamente. La indigencia del terapeuta: la conciencia del día con día, de la riqueza del intento y de la derrota.
Mientras el psicoterapeuta no reconozca la importancia de aceptar y acoger sus propios límites y sólo haga lo que le toca con su mejor esfuerzo, realmente no acompañará a su paciente, tratará de hacer lo que al otro le toca creando dependencia y dejará su tarea, aquella por la que están solicitando sus servicios profesionales, sin resolver.
Si el hombre inicia y mantiene su constante camino en sus límites y precisamente a partir de ellos, estará orientado hacia su ser y podrá encaminarse a ser quien puede llegar a ser, siendo él mismo. Estará constatando y confirmando su naturaleza Humana.
La Paradoja del poder es que mientras el psicoterapeuta no se derrote ante sus límites, perderá su poder personal y su vida profesional será ingobernable. Y si se derrota ante la perfección su vida personal y profesional será lo mejor posible, tendrá posibilidades de crecer y acompañar a otros en su proceso de crecimiento.
Proceso terapéutico de la Terapia de la imperfección.
Mi Concepto de la Terapia de la imperfección es: encuentro de dos o más seres humanos: limitados, erraticos, y defectuosos; cada uno con su propia percepción. Percepción que es alimentada por la perspectiva desde la que están parados ante la vida, ante sí mismos y ante los otros. Con el objetivo de compartir lo más amorosa y compáticamente posible su perspectiva y su persona, y acompañar al otro u otros en su proceso de REORIENTACIÓN y crecimiento personal: HUMANIZACIÓN.
Encuentro humano
El encuentro terapéutico: en esta relación el terapeuta intenta acompañar y facilitar al paciente o cliente, que se conozca, acepte y ame, para que pueda decidir modificar su nivel de conciencia, su percepción, sus paradigmas, su manera de editar su vida, sus actitudes, su perspectiva.
Somos seres humanos y esta humanidad se constata con cada error, carencia, necesidad, fallo. Sin embargo hemos aprendido a rechazarla en nosotros, en los otros, en nuestras vidas. Al rechazarla, nos rechazamos a nosotros mismos, a lo que nos define, a lo que nos da posibilidad de caminar y de encontrar sentido a ese camino. Y con ello, damos pie a nuestra área oscura, porque esta se alimenta precisamente del rechazo hacia nosotros, a los demás y a lo que acontece en nuestra vida (accidentalidad). El rechazo significa falta de aceptación y por lo tanto de amor. El amor, la aceptación, la compasión y todos los sentimientos positivos nutren nuestra área de luz.
Luz y oscuridad, opuestas y a la vez complementarias. La calidad de nuestra vida afectiva y los pensamientos que pueblan nuestra mente tiene relación con nuestra salud integral. Si nuestras emociones y sentimientos son de desamor, desconfianza, inseguridad, resentimientos, etc. nuestra vida será de infierno, caos y autodestrucción. El rechazo provoca miedos, sentimiento de soledad, resentimientos, angustias.
La autodevaluación, la sensación de no merecer, de no valer, la inseguridad, un gran ego que esconde el verdadero yo, aparentar lo que no se es, pensar solamente en uno mismo, el egocentrismo, sentirse el ombligo del mundo, sentir que todo lo que pasa es contra uno, pensar poco en los demás. Generan un mayor desprecio de sí mismo, de los demás, de la vida y hasta de Dios. Y provocan actitudes egoístas, agresivas, demandantes, tendencia a establecer relaciones dependientes destructivas, evasiones con drogas, alcohol, trabajo obsesivo, abandonar planes y relaciones por la tendencia a victimizarse, obsesiones y desde luego angustia.
Los sentimientos negativos y los recuerdos destructivos hacen que la persona quede presa de sus resentimientos, culpa, temores y angustias; atormentada por el ayer, angustiada por el mañana. Encadenada a una fuerza destructiva que jala, impulsándola a cometer los mismos errores una y otra vez, a dañar a quien dicen amar y a destruirse a sí mismo.
Estas actitudes pueden convertir a la persona en un "ayudadicto" que pretende ayudar, salvar a los otros, aun cuando no piden ayuda, todo esto para encubrir su profundo resentimiento y gran egoísmo. El resentimiento funge como ancla de pensamientos obsesivos, de apego y adicciones.
Es importante que esta no sea la razón consciente o inconsciente de nuestro trabajo terapéutico. Por qué, ¿cómo lograr un encuentro yo-tú? Si no ha logrado un encuentro con su propio ser. ¿Cómo puede una persona amar sino se ama a sí misma? Y nadie puede dar lo que no tiene. ¿Puede alguien prestar un vestido si está desnudo? ¿Puede recibir invitados a "su casa" quien está fuera de ella y perdido?
La dimensión espiritual se manifiesta en pensamientos y sentimientos positivos como el amor, la aceptación, la tolerancia, la capacidad de pensar en los demás antes que en uno mismo, el perdón, etc. Estos armonizan, aunque sea temporalmente, a la persona consigo misma, con los demás, con la vida y con Dios. Facilitan que la persona quiera darse oportunidades, empezar cada día, regresar humildemente, perdonar y trascender. Vivir así sólo es posible desde la perspectiva de defectibilidad, que despierta la compasión hacia la indigencia propia, la de los otros; que permite encontrar el tesoro de vivir la accidentalidad de la vida como una oportunidad de crecer. Y poder perdonar las actitudes de uno mismo y de los demás que producen sufrimiento, porque son manifestaciones de las carencias.
Por esto es indispensable trabajar con la tendencia perfeccionista que provocan rechazo, miedos, culpa y desamor. Nos lo debemos y se lo debemos a las personas que nos eligen para acompañarlas en su proceso de crecimiento, sólo así puede darse el verdadero encuentro humano en el que se da la magia de la recuperación.
La acción terapéutica que es la finalidad de este encuentro, debe sustentarse en el campo del saber y del actuar, todo esto sin dejar de acompañar.
La actitud del terapeuta
Un punto importante en el trabajo terapéutico es: la postura del terapeuta, por lo que es necesario identificar la tendencia perfeccionista y la perspectiva desde la que vive el psicoterapeuta: de falibilidad o infalibilidad. Tener conciencia que cada uno tiene su propia interpretación de la realidad, sus razones personales. Auto análisis existencial compasivo. Acoger los límites propios, de los otros y la vida. No jugar al rescate = lucha de poder. Conciencia de la imposibilidad de omnipotencia. Partir de los límites personales y profesionales, HONRARLOS. Identificación de la propia tendencia perfeccionista. Trabajo personal constante para tener una relación compasiva, humana y amorosa consigo mismo.
Marco clínico referencial
El terapeuta de la imperfección se maneja dentro de un marco teórico en el cual se desarrollan las fases: descendente (exploración) y ascendente (comprensión) del proceso terapéutico completo. Ese marco teórico se denomina: la accidentalidad de la vida.
Esta se refiere a que todas las experiencias desagradables que la razón (a través del análisis y el juicio) califica como traumas y fracasos, el terapeuta de la imperfección las percibe como "accidentes", sin ninguna descalificación para dichas experiencias. Etiquetar dichos accidentes en términos negativos no sólo equivale a desvalorizarlas también a designificarlas. Designificarlas es restar el potencial que tales "accidentes" pueden desarrollar en el curso de la vida e introducir en el sistema mental pensamientos y sentimientos nocivos para la persona. De aquí, que es importante que el paciente perciba sus errores y fracasos como su "tesoro inestimable" pues es de éste material, de este depósito, de donde los seres humanos echamos mano para crecer. La persona sana vive de los "intereses" que aporta ese tesoro a su devenir humano.
El devenir designa el proceso de ser, bajo el que se incluyen todos los tipos de cambio, (movimiento, alteración, generación, corrupción…) y que suele ir asociado a expresiones como "llegar a ser". En general, y a partir de la filosofía griega clásica, el hablar del ser como "devenir" marca la oposición a una concepción del ser como algo estático. Se ha entendido, pues, que el "devenir" se oponía al "ser", en el sentido de que el proceso de ser, o de "llegar a ser" algo, se opone a la inmovilidad del ser. La afirmación del devenir, del ser como proceso, se identifica con una concepción dinámica de la realidad, de la que suele considerarse a Heráclito de Éfeso como su más representativo defensor. Al ser proceso no es un producto terminado. Porque el ser humano no se completa nunca. De esto trata el devenir humano. Gracias a eso puede seguir caminando toda la vida. ¿De otro modo tendría sentido su existencia?
Herramientas terapéuticas.
Estas son algunas de las características que nos sirven para identificar la tendencia perfeccionista:
A) Observar: Su comunicación no verbal: rostro (rictus facial), su mirada, su arreglo personal, sus posturas físicas.
B) Escuchar su lenguaje verbal: su tono de voz y su narrativa: palabras como siempre, nunca, totalmente, imperdonable, debo, tengo, debería, etc. Aquellas que hablan de totalidad, es decir de idealidad.
C) Identificar resentimientos y rencores porque debajo de estos encontramos: la perspectiva de indefectibilidad, es decir la creencia de que pudo haber sido diferente y se pudo hacer algo diferente.
D) Reconocer las posturas existenciales: la vida me debe o la vida me pide.
E) Roles de víctima-victimario: porque debajo hay dos seres que rechazan su indigencia (hermano mayor e hijo pródigo)
F) Actitudes de auto-conmiseración.
G) Actitudes controladoras.
H) Confusión entre responsabilidad y obligatoriedad.
I) Miedos
J) Fugas: alcohol, comida, drogas, sexo, pensamientos obsesivos, manías, trabajo.
K) Lucha de poder: cada uno está seguro de que tiene la razón, posee la verdad, adivina los pensamientos y las intenciones.
L) Pensamientos omnipotentes, falta de sentido común, pierde de vista las prioridades, no considera la menor pérdida.
Herramientas de intervención
Reciclar el error, significar los accidentes: a través de la "inclusión del límite".
Compartir la experiencia de la indigencia: ¿cómo se experimenta en la vida cotidiana y cómo nos "ubicamos" ante ella? Derrota vs soberbia.
Compatía desde la indigencia: solo se logra a través de la "conciencia del límite".
Análisis existencial compasivo: combinar logoterapia y Terapia de la imperfección para encarar la problemática completa del ser humano: el sentido de la vida y el sentido del ser.
Cambiar la narrativa de mi historia: cambio de perspectiva.
Hablar de lo que más avergüenza: exorcizar nuestros fantasmas.
Apertura a posibilidades: plan A, plan B, plan C..
Partir del límite vs expectativas ideales: (demandas) honrar los límites.
Responsabilidad y destino
Cuentos, fábulas, historias: dinámica: cuenta tu vida en forma de fábula.
Biblioterapia. La compasión ante el error personal: inseparable del sentido del humor. El problema del hombre es tomarse en serio.
Analogías: autodistanciamiento. Las uvas están verdes = meter luz a la oscuridad: una salida creativa frente a la inevitable falibilidad del ser.
El perdón desde la perspectiva de defectibilidad.
Trabajo con el niño interior.
Identificar la perspectiva: la "semántica" del paciente revela la perspectiva desde la cual afronta las Circunstancias de la Vida (CV).
Genograma o Familiograma compasivo: perspectiva de defectibilidad.
Intercambio de roles.
Uso del lenguaje paralelo o paradójico: a través del cual la humanidad conserva la memoria de su realidad limitada.
Compatía vs empatía: más allá de la empatia!
POSTULADOS TERAPÉUTICOS
Dos posturas existenciales: qué me debe la vida o qué me pide la vida
Existen dos posturas existenciales, es decir dos formas de plantarnos frente a nuestra propia existencia, por lo tanto, ante la vida.
Frankl afirma que para buscar y encontrar sentido a nuestra vida es necesario preguntarnos ¿qué nos pide la vida? Hacernos esta pregunta nos ayuda a encontrar el sentido del momento, nuestro lugar en el mundo y nos pone en el camino del sentido último.
Pero mucha gente casi nunca se pregunta esto. Se la pasa frustrada y conmiserándose porque está convencida que la vida les debe algo. Quien piensa que la vida le debe muestra una expectativa idealista, no reconoce los límites de sí mismo, de los otros ni de la vida y generan actitudes demandantes.
Las expectativas del perfeccionista (desde la perspectiva de infalibilidad) expresan que éste piensa que existía la posibilidad de que la vida, los demás, especialmente las personas cercanas e importantes, pudieron darle lo que deberían haberle dado, lo perfecto, como yo quiero. Así no me responsabilizo de mí, hago responsables a otros, me justifico. La dimensión espiritual intenta responder las preguntas que le hace la vida, afrontar y dar una respuesta a las situaciones libre y responsablemente. La Libertad y la responsabilidad nos permiten tomar una postura frente al mundo, así como cambiar de perspectiva. De esta manera, el hombre no dependerá de las circunstancias, de sus instintos o de sus impulsos. Esto dependerá de la perspectiva desde la que los decida ver. Aceptando mi indigencia, desde mis límites y los límites de los otros, puedo comprender qué no puedo pedir ni a mi mismo ni a los otros. También es mi punto de partida para preguntarme ¿qué puedo dar?
La propuesta de la autosuficiencia como rechazo del sentido de realidad.
¿Qué encontramos en la consulta? Es común que la persona con estructura mental perfeccionista, diga y hasta crea que reconoce y acepta los límites propios y los de los otros. Sin embargo en la cotidianidad gracias a la propuesta de autosuficiencia, puede vivir con el paradigma de "Yo se más que Dios"; por eso le digo qué hacer y cómo debe hacerlo. O le reprendo o niego por no hacer las cosas como "debió hacerlas". Personas que dan consejos, soluciones y direcciones que no les han pedido. Y se disgustan porque no las siguen. Volviéndose dependientes y codependientes. Ven los errores de los demás, pero los propios los justifican y hacen a los otros responsables de lo fallido. Cultivando soberbia e irresponsabilidad. Que se castigan por ser tan estúpidos de cometer el mismo error. O peor aún que no se perdonan un error cometido hace diez años. Desde luego los errores que cometen los demás son eternamente imperdonables. Se vuelven farisaicos y narcisistas. Dedican mucho tiempo, esfuerzo y dinero en lograr una imagen física, social y moral impecable, admirada y perfecta a toda costa, incluso de la propia salud cayendo en trastornos de conducta alimentaria, en superficialidad y hedonismo. Que se desgastan e invierten mucho para estar en el cuadro de honor, tener el auto más elegante o costoso, la residencia en el mejor fraccionamiento, ser popular y reconocido, volviéndose materialista, superficial y vacío. Poseer bienes no es lo malo, la terapia de la imperfección no invita al conformismo, lo que es insano es depositar el valor personal en ellos. Supeditando su valor a valores inferiores.
Encontramos a muchas personas que temen la incertidumbre porque no saben cómo van a actuar, temen al ridículo, al fracaso, al futuro, incluso al éxito. Caen en pensamientos anticipatorios negativos, provocadores de angustia. Estos entre otros muchos síntomas que hacen la vida muy pesada para la persona y los que le rodean, todos acaban desgastados. El perfeccionista vive desde la fuerza de voluntad no desde la buena voluntad, porque es imposible, desde un esquema que desorienta del ser, encaminarse a lo conveniente para ese ser que rechaza. Quien posee una estructura mental perfeccionista vive desde los "deberías", su narrativa está llena de palabras como: deber, tener que, debería, obligación. Es evidente que se desgasta y se obliga. Esto habla de que se maneja desde la fuerza de voluntad. Porque la voluntad sólo se completa con el "QUIERO".
El esquema perfeccionista rechaza las tonalidades de la vida, desde este, no existe el arco iris, ni los matices, sólo el blanco o negro. Las personas pueden hasta sentirse orgullosas al decir "para mi es blanco o negro, no existen medias tintas", "si no lo voy a hacer bien, mejor no lo hago" "yo doy todo o nada y eso mismo pido". El perfeccionista tiene esquemas y paradigmas mentales absolutistas y extremistas, y su conducta manifiesta este tipo de estructura mental. Buscan el bien total, quieren ser inmaculados, y enjuician lo que no es así: lo feo, sucio, el pecado. Y acaban negándolo o revolcándose en ello. La estructura mental perfeccionista hace que la persona rechace lo que considera pensamientos malos, tontos, erráticos, o absurdos.
El perfeccionista quiere que las personas, sus actos, la vida y todo, sea como él quiere. Y vive eternamente frustrado y tratando de controlar lo incontrolable. Así su vida se vuelve ingobernable. Al rechazar su realidad imperfecta puede fugarse a través de alcohol, drogas o cualquier conducta compulsiva cayendo en una adicción, o de muchas otras formas, patológicas todas, porque nada que se rechace, se niegue o se reprima puede ser bien elaborado. El esquema perfeccionista también rechaza los sentimientos que considera malos: como el enojo, odio, la envidia, la tristeza, la impotencia, la fragilidad, la debilidad. Y trata de ocultarlos, negarlos, reprimirlos, los vuelca contra sí misma o los transforma en lo contrario. El rechazo a los pensamientos y sentimientos indeseables es mayor si los siente hacia una persona importante. Especialmente a alguien a quien "debería honrar" y "amar". Si dichos pensamientos y sentimientos son muy "fuertes" y muy "negativos", los rechaza de manera igualmente fuerte. Los escinde, es decir los separa de sí, los hace ajenos y los transforma en información que "recibe", en forma de alucinaciones auditivas y/o visuales. Que son códigos y símbolos, de todo lo que no aceptan. Por ello, generalmente estas "voces" pueden ir en contra de sí mismo (ideas paranoicas, delirios y en extremo psicosis esquizofrénica) como auto-castigo. O de los demás (en grados extremos puede caer en personalidad límite o en un trastorno psicosocial).
Aunque también pueden transformarlos en lo contrario (mecanismo de defensa) y volverse fanática del punto opuesto, para rescatarse. Pero puede no ser suficiente el rescate y tener que ser equiparable al "pecado", buscando convertirse en alguien "perfecto", en un "elegido", con una misión salvadora, de limpiar este mundo. En grados extremos puede desarrollar una sociopatía o una psicopatía. Como se puede ver la estructura mental perfeccionista provoca manifestaciones patológicas a nivel cognitivo, volitivo y conductual. Y un proceso patológico o deficiente a nivel cognitivo, volitivo y conductual alimenta, a su vez, una estructura mental perfeccionista.
Con las características anteriores es fácil que se tornen amargados e impositivos. Actitud contraria a la de la zorra de la fabula de Esopo, La zorra y las uvas: La zorra intenta alcanzar las uvas maduras y no puede – reconoce su límite y desde la intuición se rescata diciendo "están verdes". La zorra no es mediocre porque intenta no una, sino varias veces alcanzar las uvas, pero ante la imposibilidad de lograrlo por sus limitaciones. Al aceptar que nada podía hacer para cambiar la situación, su intuición actúa y la rescata. Nada podía hacer para cambiar la situación, pero si podía cambiar su perspectiva y RESCATARSE. Lo que evidentemente es una actitud sana, equiparable a lo que reza la Oración de la Serenidad de AA: "Señor concédeme Serenidad para aceptar aquello que no puedo cambiar, Valor para cambiar lo que si puedo y Sabiduría para reconocer la diferencia". Y esta, a su vez, implica una actitud humilde. Esto sólo se puede comprender desde una perspectiva de defectibilidad.
Desde la razón lógica, la zorra se hace tonta, se engaña a sí misma y es hasta mediocre. ¿De verdad es tonta, inútil o mediocre? ¿Para qué le serviría la acusación de la razón? Acabaría odiándose a sí misma y, además, enojada con la vida, porque debió poner las uvas más abajo o haberla hecho más alta. Conmiserándose por ser tan baja y no lograr la meta. Y sintiéndose víctima "claro a mi no me va bien", "a los demás si se les da todo" y sintiendo envidia. Con todos estos razonamientos pierde, se frustra, baja su autoestima, se amarga, se odia, se castiga y se enferma. ¿Vale la pena? Porque desde la perspectiva de indefectibilidad existe el paradigma de que ella podía alcanzarlas, es más, que ella debería haber alcanzado esas exquisitas uvas maduras. No alcanzar las uvas es un accidente, considerarlas verdes una salida creativa para la inevitable falibilidad de la vida y del ser.
Es precisamente un objetivo primordial en la psicoterapia de la imperfección: la reconciliación con la falibilidad del ser y de la vida.
Para eso, en el acompañamiento que se da en el encuentro terapéutico, tengo la maravillosa misión de ser instrumento de Dios, en esta relación yo sólo hago mi parte y Él la suya. Por ello ruego tener la humildad suficiente para no estorbarle.
Autor:
Graciela Soto Hernández
Maestría en Psicología Clínica con enfoque humanista-existencial. Training en Psicoterapia del Perfeccionismo. Especialidad en Logoterapia y Análisis Existencial. Directora del Instituto de Estudios Superiores de Análisis Existencial Humanista, Grupo Serhumano, Puebla.
[1] R. Peter, Ética para errantes, Ediciones Lag, México, 2006.
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