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El verdadero amor de Dios en el mundo de hoy


Partes: 1, 2

  1. Reflexione en el amor que Dios le tiene y correspóndale
  2. Acérquese cada vez más a Jehová
  3. Adorar a Dios produce gozo
  4. Luche por "la vida de verdad"
  5. Lo que la Biblia enseña

"Con el amor de siempre a la familia de Dios, con amor profundo; bendiciones para ellos"

1 Jn. 4 (8: "Dios es amor")

¿Qué significa amar a Dios?

¿Cómo podemos permanecer en el amor de Dios?

¿Cómo recompensará Jehová a los que permanecen en su amor?

¿Se refugiará usted en Jehová en estos tiempos peligrosos?

Imagínense que mientras da un paseo, el cielo se va cubriendo de nubarrones. De repente varios relámpagos iluminan el cielo, y comienza a tronar y a llover a cántaros. Usted sale corriendo en busca de un sitio donde refugiarse. Entonces ve que, junto al camino, hay un cobertizo. Está seco y parece resistente. ¡Cuánto se alegra de haberlo encontrado!

Hoy vivimos en tiempos tormentosos y llenos de peligros, pues el mundo va de mal en peor. Pero existe un refugio seguro, un refugio que nos protegerá de cualquier daño permanente. ¿Cuál es?. Fíjese en lo que cita la Biblia:

"Ciertamente diré a Jehová: "Tú eres mi refugio y mi plaza fuerte, mi Dios, en quien de veras confiaré.""

(Salmo 91:2).

Jehová, el Creador y Soberano del universo, puede ser nuestro refugio. ¡Qué gran bendición! Él es mucho más poderoso que cualquier persona o cosa que nos amenace. Y aunque se nos lastime, Jehová puede reparar todo el daño que recibamos. ¿Cómo haremos de Jehová nuestro refugio?. Confiando en él. Además, la Biblia nos hace esta invitación:

"Manténganse en el amor de Dios."

(Judas 21).

Así es, tenemos que permanecer en el amor de Dios y seguir muy unidos a nuestro Padre celestial. Si así lo hacemos, podemos estar seguros de que él será nuestro refugio.

Pero, ¿cómo conseguiremos tener una relación tan afectuosa con el Creador?.

Reflexione en el amor que Dios le tiene y correspóndale

Jehová nos ha demostrado su amor de diversas maneras. Veamos cuáles son, pues repasarlas nos ayudará a permanecer en el amor de Dios. Piense en algunas enseñanzas bíblicas que ha aprendido en este libro. Por ejemplo, para que disfrutemos de la vida, el Creador nos ha dado un extraordinario hogar, la Tierra, donde hay abundancia de alimento, agua, recursos naturales, animales fascinantes y paisajes hermosos. También sabemos que Dios es el Autor de la Biblia, en la cual nos dice cómo se llama y qué cualidades tiene. Las Escrituras explican que él envió a su querido Hijo a la Tierra y que permitió que sufriera y muriera por nosotros.

(Juan 3:16)

De este modo nos hizo un regalo muy generoso, gracias al cual tenemos la esperanza de un magnífico futuro.

Este futuro también depende de algo más que Dios ha hecho. Jehová ha establecido un gobierno celestial, el Reino mesiánico. Este Reino pronto acabará con todos nuestros sufrimientos y convertirá la Tierra en un paraíso. ¡Qué maravilla! ¡Por fin seremos felices y viviremos para siempre en paz!.

(Salmo 37:29.)

Y ahora, mientras esperamos ese día, los consejos de Dios nos ayudan a vivir del mejor modo posible. Jehová también nos ha dado otro regalo: la oración, la cual nos permite comunicarnos libremente con él. Estas son tan solo unas cuantas pruebas del amor que Dios siente por usted y por el resto de la humanidad.

Ahora, usted debe hacerse una pregunta importante: "¿Cómo responderé yo al amor de Jehová?". Probablemente, muchas personas contesten: "Amando a Jehová". ¿Piensa usted así? Jesús dijo que el mayor mandamiento es este: "Tienes que amar a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente".

(Mateo 22:37)

Sin duda, usted tiene muchas razones para amar a Jehová. Ahora bien, para amar a Dios con todo el corazón, alma y mente, ¿basta con tenerle afecto?

La Biblia muestra que amar a Dios significa mucho más que sentir afecto por él. De hecho, aunque ese sentimiento es muy importante, es tan solo el comienzo del verdadero amor a Dios. Para entenderlo mejor, veamos la siguiente comparación: si usted quisiera una manzana, ¿se conformaría con que le dieran una semilla de esa fruta? Claro que no. Es cierto que la semilla es esencial para que crezca un manzano, pero lo que usted quiere es el fruto. Lo mismo ocurre con el afecto que sentimos por Jehová: al igual que la semilla, tiene que desarrollarse y dar fruto. La Biblia enseña: "Esto es lo que el amor de Dios significa: que observemos sus mandamientos; y, sin embargo, sus mandamientos no son gravosos", es decir, no son una carga.

(1 Juan 5:3)

Así, el verdadero amor a Dios debe producir buenos frutos, debe expresarse con hechos.

(Mateo 7:16-20)

Demostramos que amamos a Dios cuando obedecemos sus mandamientos y ponemos en práctica sus principios. Eso no es muy difícil, pues las leyes de Jehová no son una carga. Al contrario, están pensadas para que seamos felices y disfrutemos de la vida.

(Isaías 48:17, 18)

Cuando dejamos que Jehová nos guíe, demostramos que agradecemos mucho todo lo que él ha hecho por nosotros. Es una pena que tan poca gente tenga esa actitud. Nosotros no queremos ser desagradecidos, como algunas personas del tiempo de Jesús. En cierta ocasión, Cristo curó a diez leprosos, pero sólo uno fue a darle las gracias.

(Lucas 17:12-17)

Seguramente queremos ser como esa persona, y no como las otras nueve, que no mostraron el menor agradecimiento.

Entonces, ¿qué mandamientos de Jehová debemos obedecer? Algunos se han explicado en este libro. Pero repasemos unos cuantos, pues si obedecemos los mandatos de Dios, nos será más fácil permanecer en su amor.

Acérquese cada vez más a Jehová

Conocer bien a Jehová es un paso importantísimo para acercarnos más a él. Es un proceso que nunca debería terminar. Imagínese que se encuentra en el monte, en una noche muy fría, y que ha encendido una fogata para calentarse. ¿Dejaría que las llamas se fueran apagando poco a poco? De ningún modo. Seguro que iría añadiendo leña para que el fuego siguiera ardiendo, ya que de ello depende su propia vida. Pues bien, tal como la leña alimenta el fuego, el "conocimiento de Dios" mantiene vivo el amor que sentimos por Jehová.

(Proverbios 2:1-5)

El amor a Jehová es como un fuego: hay que alimentarlo para que no se apague.

Jesús quería que sus seguidores mantuvieran muy vivo su amor por Jehová y por su maravillosa Palabra de verdad. Después de resucitar les explicó a dos discípulos suyos algunas profecías de las Escrituras Hebreas que él había cumplido. ¿Qué efecto tuvo aquello? Más tarde, los discípulos dijeron: "¿No nos ardía el corazón cuando él venía hablándonos por el camino, cuando nos estaba abriendo por completo [el sentido de] las Escrituras?".

(Lucas 24:32)

Cuando usted iba aprendiendo lo que enseña realmente la Biblia, ¿verdad que también le ardía el corazón, lleno de alegría, entusiasmo y amor a Dios? Seguro que sí. A muchos les ha pasado lo mismo. Lo difícil ahora es mantener vivo ese amor y lograr que crezca. No queremos seguir la tendencia que Jesús predijo que habría en el mundo de hoy: "Se enfriará el amor de la mayor parte".

(Mateo 24:12)

¿Cómo puede usted impedir que se enfríe el amor que siente por Jehová y por las verdades de la Biblia?

Continúe adquiriendo conocimiento de Jehová Dios y de Jesucristo.

(Juan 17:3)

Piense detenidamente en lo que lea en la Palabra de Dios y pregúntese: "¿Qué me enseña esto acerca de Jehová? ¿Me da alguna razón más para amarlo con todo el corazón, mente y alma?".

(1 Timoteo 4:15)

Si reflexiona de esta manera, su amor a Jehová jamás se apagará.

Otra manera de mantener vivo el amor a Jehová es orando con regularidad.

(1 Tesalonicenses 5:17)

Ya hemos visto que la oración es un valioso regalo de Dios. Las relaciones con nuestros semejantes se estrechan al comunicarnos con ellos con frecuencia y de forma sincera. De igual modo, nuestra relación con Jehová seguirá viva si le oramos constantemente. Debemos esforzarnos por no hacer oraciones mecánicas; no queremos repetir siempre lo mismo sin pensar en lo que decimos. Debemos hablarle a Jehová como hablaría un niño con su amado padre. Claro está, queremos dirigirnos a él con respeto, pero abierta y sinceramente, desde el corazón.

(Salmo 62:8)

Así es, para adorar a Dios es muy importante que tengamos un estudio personal de la Biblia y que le oremos con franqueza. De este modo será más fácil que permanezcamos en el amor de Dios.

Adorar a Dios produce gozo

El estudio de la Biblia y la oración son formas de adorar a Dios que generalmente realizamos a solas. Hablemos ahora de algo que realizamos cuando estamos con otras personas: conversar sobre lo que creemos. ¿Ha hablado usted ya con alguien sobre las enseñanzas de la Biblia? En ese caso, ha disfrutado de un privilegio maravilloso.

(Lucas 1:74)

Cuando hablamos de lo que hemos aprendido acerca de Jehová Dios, cumplimos una misión muy importante que han recibido todos los cristianos verdaderos: predicar las buenas nuevas del Reino de Dios.

(Mateo 24:14; 28:19, 20)

El apóstol Pablo estimaba tanto la labor de predicar que dijo que era un tesoro.

(2 Corintios 4:7)

Hablar de Jehová y sus propósitos es el mejor trabajo que hay. Por un lado, se hace para servir al mejor Amo, y por otro, da los mejores beneficios. Cuando predicamos, ayudamos a las personas sinceras a acercarse a nuestro Padre celestial y a entrar en el camino que lleva a la vida eterna. ¿Podría otra labor producir más satisfacción? Además, al dar testimonio de Jehová y su Palabra, crecen nuestra propia fe y nuestro amor a Dios. Y Jehová valora los esfuerzos que hacemos.

(Hebreos 6:10)

Como vemos, mantenernos activos en esta obra nos ayuda a permanecer en el amor de Dios.

(1 Corintios 15:58)

Es importante recordar que la predicación del Reino es una obra urgente. La Biblia dice: "Predica la palabra, ocúpate en ello urgentemente".

(2 Timoteo 4:2)

¿Por qué es esta obra tan urgente hoy día? Por lo que nos dice la Palabra de Dios: "El gran día de Jehová está cerca. Está cerca, y hay un apresurarse muchísimo de él".

(Sofonías 1:14)

Así es, se aproxima rápidamente el día en el que Jehová destruirá a todo este sistema de cosas. ¡La gente tiene que saberlo! Tiene que entender que ahora es el momento de obedecer a Jehová como su Soberano, pues el fin "no llegará tarde".

(Habacuc 2:3)

Jehová quiere que lo adoremos públicamente junto con los cristianos verdaderos. Por eso, su Palabra dice: "Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras. No dejemos de reunirnos, como acostumbran algunos, sino animémonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca".

(Hebreos 10:24, 25)

Cuando asistimos a las reuniones cristianas con nuestros hermanos en la fe, tenemos una oportunidad magnífica de alabar y adorar a nuestro querido Dios. También nos fortalecemos y nos animamos unos a otros.

Cuando nos reunimos con otros siervos de Jehová, estrechamos los lazos de amor y amistad en la congregación. Es importante fijarse en las buenas cualidades de los demás, tal como Jehová se fija en las nuestras. No espere que sus hermanos espirituales sean perfectos. Recuerde que todos cometemos errores y que cada uno progresa espiritualmente a un ritmo distinto.

(Colosenses 3:13)

Busque la amistad de quienes aman a Jehová con todas sus fuerzas, y verá cómo crece su espiritualidad. Si adora a Jehová con sus hermanos y hermanas espirituales, le será más fácil permanecer en el amor de Dios. Veamos ahora cómo recompensa Jehová a quienes lo adoran fielmente y permanecen en su amor.

Luche por "la vida de verdad"

La recompensa que Jehová da a sus siervos fieles es la vida, pero ¿qué clase de vida? La mayoría de nosotros diría que ya estamos vivos, pues al fin y al cabo, respiramos, comemos y bebemos. En nuestros mejores momentos, incluso puede que digamos: "¡Esto sí que es vida!". Sin embargo, la Biblia indica que, en cierto sentido, hoy día ningún ser humano está realmente vivo.

Jehová quiere que usted disfrute de "la vida de verdad". Y usted, ¿lo logrará?

La Biblia anima a todos a "asirse firmemente de la vida que realmente lo es", o como dice el Nuevo Testamento de José María Valverde, a "adquirir la vida de verdad" (1 Timoteo 6:19). La expresión "la vida de verdad" se refiere a un tipo de vida que esperamos tener en el futuro. Cuando seamos perfectos, estaremos vivos en el pleno sentido de la palabra, pues viviremos tal como Dios quería en un principio. El día que estemos en el Paraíso terrestre disfrutando de salud, paz y felicidad completas, por fin tendremos "la vida de verdad", es decir, la vida eterna (1 Timoteo 6:12). Ciertamente, nos espera un futuro maravilloso, ¿no le parece?

¿Cómo puede alguien "adquirir la vida de verdad"? Antes de decir estas palabras, Pablo recomienda a los cristianos que "trabajen en lo bueno" y "sean ricos en obras excelentes" (1 Timoteo 6:18). Así, mucho depende de que pongamos en práctica lo que aprendimos en la Biblia. Pero ¿quiso decir Pablo que con las buenas obras nos ganamos "la vida de verdad"? No, pues ese magnífico futuro depende en realidad de "la bondad inmerecida" de Dios (Romanos 5:15). Sin embargo, a Jehová le complace recompensar a quienes le sirven fielmente. Él quiere que usted tenga "la vida de verdad", una vida eterna, feliz y pacífica. Esa es la vida que aguarda a todos los que permanecen en el amor de Dios.

Cada uno de nosotros hace bien en preguntarse: "¿Estoy adorando a Dios como él manda en la Biblia?". Si nos aseguramos de que día tras día respondemos con un sí, vamos por buen camino. Podemos tener la seguridad de que Jehová es nuestro refugio. Él protegerá a su pueblo fiel durante los peligrosos últimos días de este viejo sistema de cosas. Además, nos introducirá en su glorioso nuevo mundo, que tan cerca está. ¡Qué emocionante será! ¡Cuánto nos alegraremos de haber tomado las decisiones acertadas en estos últimos días! Si usted toma buenas decisiones ahora, disfrutará durante toda la eternidad de "la vida de verdad", la vida que Jehová Dios siempre quiso que tuviéramos.

Lo que la Biblia enseña

? El verdadero amor a Dios se demuestra obedeciendo sus mandamientos y poniendo en práctica sus principios (1 Juan 5:3).

? Para permanecer en el amor de Dios tenemos que estudiar su Palabra, orarle desde el corazón, enseñar a los demás quién es él y adorarlo en las reuniones cristianas (Mateo 24:14; 28:19, 20; Juan 17:3; 1 Tesalonicenses 5:17; Hebreos 10:24, 25).

? Los que permanezcan en el amor de Dios disfrutarán de la vida de verdad (1 Timoteo 6:12, 19; Judas 21).

El hombre da varias razones, pero la verdadera razón es que toda persona que viene a la tierra es un hijo o una hija espiritual de Dios. Debido a que todo el amor emana de Dios, nacemos con la capacidad y el deseo de amar y ser amados. Uno de los vínculos más fuertes que tenemos con nuestra vida pre terrenal tiene que ver con lo mucho que nuestro Padre y Jesús nos amaron y lo mucho que nosotros los amamos a Ellos. Pese a que se descorrió un velo sobre nuestra memoria, siempre que percibimos el verdadero amor, se despierta una añoranza que no se puede negar.

El responder al verdadero amor es parte de nuestro ser verdadero; llevamos en nuestro interior el deseo de experimentar aquí en la tierra el amor que sentimos allá. Únicamente si sentimos el amor de Dios y llenamos nuestros corazones de Su amor podemos ser realmente felices.

El amor de Dios llena la inmensidad del espacio; por lo tanto, no hay escasez de amor en el universo, sólo en nuestra disposición para hacer lo que sea necesario para sentirlo. Para lograrlo, Jesús explicó que debemos "[amar] al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo".

(Lucas 10:27)

Cuanto más obedezcamos a Dios, tanto mayor será nuestro deseo de ayudar a los demás; cuanto más ayudemos a los demás, tanto más amaremos a Dios y así sucesivamente. Y a la inversa, cuanto más desobedezcamos a Dios y cuantos más egoístas seamos, tanto menor será el amor que sintamos.

El tratar de encontrar el amor perdurable sin obedecer a Dios es como tratar de saciar la sed al beber de una taza vacía; se cumple con las formalidades, pero la sed no se quita. De igual forma, el tratar de encontrar el amor sin ayudar a los demás ni sacrificarse por ellos es como tratar de vivir sin comer; va en contra de las leyes de la naturaleza y es imposible lograrlo. No podemos fingir el amor; éste debe formar parte de nosotros. El profeta Mormón explicó:

"…la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien la posea en el postrer día, le irá bien.

"Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor" (Moroni 7:47–48).

Dios está ansioso de ayudarnos a sentir Su amor, dondequiera que estemos. Permítanme darles un ejemplo.

Cuando era un joven misionero, fui asignado a una pequeña isla de aproximadamente 700 habitantes en una región remota del Pacífico Sur. Para mí el calor era sofocante, los mosquitos eran terribles, había barro por todos lados, el idioma era muy difícil y la comida era… "diferente".

Después de unos meses, un poderoso huracán azotó nuestra isla; la devastación fue enorme; las cosechas fueron destruidas, hubo personas que perdieron la vida, a las casas se las llevó el viento y la estación del telégrafo —lo único que nos unía con el mundo exterior— quedó destruida. Una pequeña embarcación del gobierno normalmente llegaba una o dos veces al mes, de modo que racionamos nuestra comida para que nos durara cuatro o cinco semanas, con la esperanza de que para entonces llegara el barco. Pero no llegó. Cada día que pasaba nos debilitábamos más. Hubo actos de gran bondad, pero al pasar la sexta y séptima semanas con muy poca comida, nuestras fuerzas decayeron considerablemente. Mi compañero nativo, Feki, me ayudó en todo lo que pudo, pero al entrar la octava semana, yo ya no tenía energías. Me sentaba bajo la sombra de un árbol y oraba, y leía las Escrituras y pasaba horas y horas meditando en las cosas de la eternidad.

La novena semana empezó con poco cambio externo. Sin embargo, se realizó un gran cambio en mi interior. Sentí el amor del Señor de manera más profunda que antes y aprendí, por mí mismo, que Su amor "es más deseable que todas las cosas… Sí, y el de mayor gozo para el alma" (1 Nefi 11:22–23).

Para entonces yo estaba hecho un esqueleto. Recuerdo que observaba, con profunda reverencia, los latidos de mi corazón, la respiración de mis pulmones, y pensaba qué maravilloso cuerpo había creado Dios para albergar un espíritu igualmente maravilloso. La idea de una unión permanente de esos dos elementos, que el amor, el sacrificio expiatorio y la resurrección del Salvador hicieron posible, fue tan inspiradora y satisfactoria, que cualquier molestia física se desvaneció por completo.

Cuando comprendemos quién es Dios, quiénes somos nosotros, la forma en que Él nos ama y el plan que tiene para nosotros, el miedo se disipa. Cuando obtenemos la más pequeña vislumbre de esas verdades, nuestra preocupación por las cosas del mundo desaparece. Y el pensar que de veras creemos las mentiras de Satanás de que el poder, la fama y la riqueza son importantes es algo ridículo, o lo sería, si no fuese algo tan triste.

Aprendí que, así como los cohetes deben vencer la fuerza de gravedad para salir rugientes hacia el espacio, nosotros también debemos vencer la fuerza del mundo para remontarnos a los reinos eternos del entendimiento y del amor. Me di cuenta de que mi vida terrenal podría acabar allí, pero no sentí pánico. Sabía que la vida continuaría, y que ya fuese aquí o allá, en realidad no importaba; lo que importaba era cuánto amor tenía en mi corazón. ¡Sabía que necesitaba más! Sabía que nuestro gozo ahora y para siempre está inseparablemente unido a nuestra capacidad de amar.

Mientras esos pensamientos ocupaban y elevaban mi alma, me fui percatando del alboroto de unas voces; los ojos de mi compañero Feki brillaban de entusiasmo, mientras decía: "Kolipoki, ha llegado un barco y está lleno de alimentos. ¡Nos hemos salvado! ¿No te da gusto?". No estaba seguro, pero debido a que el barco había llegado, debía ser la respuesta de Dios, de modo que sí, estaba feliz. Feki me dio algo de comer y me dijo: "Toma, come". Vacilé; miré la comida y luego a Feki. Miré hacia el cielo y cerré los ojos.

Sentí algo en lo hondo de mi ser; estaba agradecido porque mi vida en ese lugar siguiera como antes, pero, sin embargo, sentía una cierta tristeza, un sentimiento sutil de aplazamiento, como cuando la oscuridad apaga los brillantes colores de una puesta de sol perfecta y uno se da cuenta de que tiene que esperar otra tarde para volver a disfrutar de esa belleza.

No estaba seguro de que quería abrir los ojos, pero cuando lo hice, me di cuenta de que el amor de Dios había cambiado todo. El calor, el barro, los mosquitos, la gente, el idioma, la comida ya no presentaban un reto; las personas que habían tratado de hacerme daño ya no eran mis enemigos; todos eran mis hermanos. El estar lleno del amor de Dios es lo que nos da más dicha y vale cualquier esfuerzo.

Le di gracias a Dios por ese tiempo especial y por los muchos recordatorios de Su amor: el sol, la luna, las estrellas, la tierra, el nacimiento de un niño, la sonrisa de una amistad. Le di gracias por las Escrituras, por el privilegio de tener la oración y por el recordatorio más maravilloso de Su amor: la Santa Cena.

Me di cuenta de que al cantar los himnos sacramentales con verdadera intención, frases como "Mostró Su gran amor" o "Su gran amor debemos hoy saber corresponder", henchirá nuestros corazones de amor y de gratitud (véase "Jesús en la corte celestial", Himnos, Nº 116 y "En un lejano cerro fue", Himnos, Nº 119). El escuchar con sinceridad las oraciones sacramentales, las frases como "y a recordarle siempre", "y a guardar sus mandamientos", "tener su Espíritu consigo" llenarán nuestro corazón con un profundo deseo de ser mejores (véase D. y C. 20:77, 79). Entonces, al participar del pan y del agua, con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, sé que podremos sentir e incluso oír esas palabras tan maravillosas: "Te amo. Te amo".

Pensé que nunca olvidaría esos sentimientos, pero la fuerza del mundo es fuerte y tendemos a errar, pero Dios sigue amándonos.

Varios meses después de recuperar mis energías, nos vimos atrapados en otra fuerte tormenta, esa vez en alta mar. Las olas enormes volcaron nuestra pequeña embarcación, haciéndonos caer a los tres al violento y agitado océano. Al verme en medio de aquellas aguas turbulentas, me sorprendí, sentí temor y un poco de disgusto. "¿Por qué ha ocurrido esto?", pensé. "Soy misionero; ¿dónde está mi protección? Se supone que los misioneros no deben nadar".

Pero debía nadar si deseaba seguir con vida. Cada vez que me quejaba, me hundía, de modo que pronto dejé de quejarme. Las cosas son como son y las quejas de nada sirven. Necesitaba toda la energía posible para mantenerme a flote y llegar a la playa. Habiendo obtenido mi premio de Scout Águila, me consideraba un buen nadador, pero después de un rato, el viento y las olas me empezaron a debilitar. No dejé de esforzarme, pero llegó un momento en que no podía mover más los músculos.

Tenía una oración en mi corazón, pero aún así me empecé a hundir. A medida que me sumía en lo que tal vez sería la última vez, el Señor infundió en mi mente y en mi corazón un profundo sentimiento de amor por una persona muy especial. Era como si la pudiera ver y oír; aunque se encontraba a más de doce mil kilómetros de distancia, el poder de ese amor vino de pronto, a través del tiempo y el espacio, y me rescató de las profundidades de la oscuridad, de la desesperación y de la muerte, sacándome a la luz, a la vida y a la esperanza. Con un repentino arranque de energía, llegué a la orilla, donde encontré a mis compañeros. Nunca subestimen el poder del verdadero amor, ya que no conoce barreras.

Si tenemos el amor de Dios, podemos hacer, ver y comprender cosas que de otro modo no podríamos ver ni comprender. Llenos de Su amor podemos sobrellevar bien el dolor, disipar el temor, perdonar libremente, evitar la contención, renovar la fortaleza y bendecir y ayudar a los demás de maneras que aun a nosotros nos sorprenderían.

Jesucristo poseyó un amor indescriptible al soportar por nosotros dolor, crueldad e injusticias incomprensibles. Mediante el amor que tiene por nosotros, se elevó por encima de obstáculos que de otro modo habrían sido insuperables. Su amor no tiene barreras. Él nos invita a seguirle y a participar de Su amor infinito, a fin de que nosotros también superemos el dolor, la crueldad y la injusticia de este mundo y podamos ayudar, perdonar y bendecir.

Sé que Él vive y que Él nos ama. Sé que podemos sentir Su amor aquí y ahora. Sé que Su voz es de perfecta suavidad que penetra hasta el alma misma. Sé que Él sonríe y está lleno de compasión y de amor. Sé que tiene toda mansedumbre, bondad, misericordia y deseo de ayudar. Le amo con todo mi corazón. Testifico que cuando estemos listos, Su amor puro se transportará instantáneamente a través del tiempo y del espacio, y nos rescatará de las profundidades de cualquier embravecido mar de tinieblas, pecado, dolor, muerte o desesperación en que nos encontremos, llevándonos a la luz, la vida y el amor de la eternidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Mensaje de la Madre Teresa de Calcuta a los jóvenes:

 "Doy gracias a Dios por esta linda ocasión que nos permite estar juntos, y estar juntos en Jesús.Pidamos a nuestra Señora que nos dé un corazón puro, hermoso, transparente como el de ella tan repleto de amor y de humildad, de manera que nosotros podamos recibir a Jesús a través de la vida y del amor, que podamos amarle a Él como ella lo amó. Que le sirvamos a Él en la apariencia dolorosa de cada pobre.

En la escritura leemos que Dios amó tanto al mundo que entregó a su hijo Jesús a María, la más pura y Jesús cuando se encarnó en María, hizo que María estuviera llena de gracia, llena de Jesús y ella al recibir a Jesús hizo de ese día, su primera santa comunión. Así, al recibirlo en sí misma, pudo darle a Jesús a otros.

¿Y que hizo María en casa de Isabel? Ella fue a hacer de criada, a servir.

Y algo muy extraño pasó entonces, el pequeño aún no nacido en el vientre de Isabel saltó de gozo.

Es extraño que Dios haya escogido a un niño que no hubiera nacido aún para proclamar la presencia de Cristo.

Hoy, ese niño aún no nacido, no es deseado, amado, ni es cuidado, es abortado, asesinado por su propia madre y aún así, Dios habla de ese niño y dice: aunque la madre se pudiera olvidar de su hijo, yo no te he olvidado, yo te he grabado en la palma de mi mano. Te he llamado por tu nombre, tú eres mío. El agua no te ahogará, el fuego no te quemará, eres valioso para mí, te amo.

Sólo piensen ustedes, que cada uno de vosotros es valioso para Dios, pues Él os ha creado a cada uno de vosotros a su propia imagen. Él nos ha creado para cosas más grandes, para amar y ser amados. Nosotros no somos solamente un número en el mundo, nosotros somos los hijos de Dios por lo tanto, es una maldad, el aborto, que la propia madre mate a su propio hijo. Es por eso que el aborto se ha convertido en el gran destructor de la paz hoy, si una madre puede matar a su propio hijo, entonces que queda para los demás, si no es matarse entre sí?.

Sin embargo, Jesús vino a este mundo para darnos la buena noticia. La Buena noticia de que Dios es amor, de que te ama a tí, de que me ama a mí. Que él quiere que nos amenos los unos a los otros como Él nos ama a cada uno de nosotros.

Somos valiosos para Él y él ofrece con ternura y amor a cada uno de nosotros su amistad fiel y personal que dura toda la vida y en devolución Él quiere que cada uno de nosotros lo amemos así como él nos ama en los pobres y en el prójimo.

Dónde comienza ese amor?. En el hogar, Cómo comienza?, por la oración; porque si rezamos juntos, en la familia vamos a permanecer juntos y si permanecemos juntos nos vamos a amar los unos a los otros como Dios nos ama. Nosotros sabemos cómo nos ama Jesús. Él nos ama hasta el final, en la cruz y él nos ama ahora, en la realidad viviente de la Eucaristía. Él se hizo Pan de Vida para darnos vida, para satisfacer nuestra necesidad de hambre por su amor. Y Él es el hambriento, el desnudo, él sin hogar, para que así tú y yo podamos satisfacer su hambre con nuestro amor humano.

Es muy difícil como dice San Juan:

"Cómo es que decimos que amamos a Dios a quién no vemos, si yo no amo a mi prójimo a quién veo".

El amor empieza en el hogar, exactamente en nuestro propio hogar, en nuestra propia comunidad tenemos a los hambrientos, a los desnudos, a los sin hogar; y sin embargo, no compartimos con ellos el gozo de amar. Para poder amar debemos orar necesitamos Pan de Vida. Para poder ver y amar a Jesús en la Eucaristía a fin que podamos amarlo y servirlo en el endeble cuerpo de los pobres. No importa cuento demos, sino cuanto amor pongamos en el dar, hoy día los jóvenes son generosos, son personas estupendas, ellos están buscando un desafío. Yo he visto a muchos jóvenes de todas partes del mundo ir hacia Calcuta para trabajar con enfermos y moribundos y servir a los hambrientos, estos jóvenes tienen hambre de Dios y al darles la oportunidad de un contacto cercano con los pobres, entonces encuentran a Jesús.

En Junio pasado una estudiante de la Universidad de París, antes de recibirse quiso venir y trabajar con los pobres y así cuando llegó, se veía afligida. Sin embargo, después de dos semanas ella me dijo, poniendo sus manos en mis manos, "encontré a Jesús". Le pregunté: Dónde encontraste a Jesús? lo encontré en la esperanza de los moribundos. Después que encontraste a Jesús, que hiciste? Bueno, fui a confesarme. Comulgue después de 15 años. Y le pregunte, que más hiciste cuando encontraste a Jesús? Les mandé un telegrama a mis padres y les dije: "Encontré a Jesús". Su rostro, su alegría, sus ojos estaban llenos de gozo, ella era otra persona, ahora que había encontrado a Jesús.

Nosotras tenemos muchas vocaciones maravillosas en nuestra congregación tanto para hermanas como para hermanos y una de las preguntas que tiene que contestar antes de entrar es: porque usted quiere entrar, unirse a los misioneros de la caridad? Su respuesta es: quiero una vida de pobreza, de oración y sacrificio que me lleve al servicio de los pobres ya que allí se encuentra la total entrega a Cristo. Es maravilloso ver el gozo, el amor y el servicio que estos jóvenes dan a Cristo quién está en la apariencia dolorosa de los pobres. Cuál es la vocación de un sacerdote, de una religiosa? Pertenecer a Jesús.

Hay una convicción de que nada ni nadie nos podrá separar del amor de Cristo. Amar a Cristo con un amor indiviso y en castidad; a través de la libertad de la pobreza, en total entrega, en obediencia. Si nos damos cuenta de que pertenecemos a Jesús, Él tiene el derecho de usarnos, por medio de nuestros superiores, por medio de la iglesia, por medio del Santo Padre.

Es muy importante la obediencia a la Iglesia si realmente estás enamorado de Cristo, si realmente pertenecemos a Jesús, si realmente estamos enamorados de Jesús, entonces la obediencia es la manera más grande y segura de santidad para nosotros.

En nuestra Congregación tenemos un 4to. Voto, que es dar un servicio de todo corazón, sin costo alguno, a los pobres de los pobres, pues este es Jesús en su apariencia dolorosa. Pese a que hacemos trabajo social, no somos trabajadores sociales, somos en realidad contemplativas en el corazón del mundo, pues hacemos de nuestro trabajo oración y lo hacemos con Jesús, para Jesús y hacia Jesús, entonces estamos realmente las 24 horas en su Presencia, tocándolo, amándolo y sirviéndolo.

El Ministro del Bienestar Social en Nueva Delhi me dijo: usted y yo Madre Teresa hacemos trabajo social, pero hay una gran diferencia entre el trabajo que usted hace y el que nosotros hacemos, nosotros lo hacemos por algo y usted lo hace por alguien. Es por eso que necesitamos orar, necesitamos a Nuestra Señora en nuestras vidas, para que ella nos enseñe a amar a Jesús en los pobres, ya que los pobres son personas encantadores. Especialmente por ustedes, los jóvenes. Es muy hermoso para un joven amar a una chiquilla y ella amarlo a él. Ámense los dos con un corazón limpio, con un corazón puro, respeten su pureza mutua, ya que es tan hermoso que el día de su matrimonio pueden entregarse el uno al otro un corazón virgen, un cuerpo virgen, como Nuestra Señora, que entregó su cuerpo virgen a su Hijo, Jesús.

No es amor si nos destruimos mutuamente, eso es lo que llamamos pasión. No es amor lo que nosotros vemos en las calles, el amor para ser verdadero tiene que doler, tiene que ser un sacrificio. Unos pocos días antes de partir de Calcuta, una pareja de jóvenes vino a nuestra casa, se habían casado hacía dos días. Ellos me dieron mucho de dinero para alimentar a los pobres. En Calcuta nosotras cocinamos para 9.000 personas cada día, y si no cocinamos ellos no comen. Les pregunté a esos jóvenes de donde habían conseguido ese dinero? Y ellos dijeron: Antes de casarnos decidimos que no íbamos a comprar vestidos de novios, ni íbamos a tener fiesta de novios; y que ese dinero se lo íbamos a dar a usted. Y entonces les dije: ¿Por qué hicieron una cosa así? Y entonces me dieron la respuesta más extraordinaria: "Nosotros nos amamos con tanta ternura que quisimos darnos el uno al otro algo especial y dar algo grande; algo así como dar "el amor en acción". 

Fue algo maravilloso poder compartir con estos jóvenes el valor que tuvieron para amarse tanto y con tanta ternura que quisieron bendecir su matrimonio con un sacrificio, en eso radica la grandeza del amor de los jóvenes. Por eso ustedes no deben temer en amarse con ternura, recuerden que ustedes han sido creados para cosas más grandes: para amar y ser amados. Yo voy a rezar por ustedes para que puedan crecer en santidad. La santidad no es el lujo de unos pocos, es un simple deber para ustedes y para mí. Porque Jesús nos dijo: "Sed santos como mi Padre es Santo" y si ustedes quieren crecer en santidad tienen que amarse los unos a los otros y si ustedes oran pueden tener un corazón puro, y un corazón puro puede ver a Dios. Y si ustedes ven a Dios en los otros, podrán amarse el uno al otro como Dios ama a cada uno de ustedes, Dios también habla en el silencio del corazón. Y tú, escucha ese llamado. Esa es la vocación de pertenecer a Él, nosotros hablamos con nuestro corazón colmado, diciéndole sí a Él y este hablar y escuchar es nuestro vivir con Cristo. Esto es lo que hace Nuestra Señora, por eso pidámosle a Ella que sea nuestra Madre. Por eso hoy que es un día de fiesta de Nuestra Señora de Los Dolores, pidámosle a Ella sea Nuestra Madre, nuestra propia Madre.

Amémosla con ternura. Haz lo que Jesús te diga y cuando Él te llame dile que sí a Dios.

Y yo rezaré por ustedes, pues en nuestra Congregación tenemos 25 nacionalidades, religiosas de todas partes del mundo, pero de Chile no tenemos ninguna. Oraré por nuestros pobres, nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo: "Haznos dignos Señor de servir a nuestro prójimo en todo el mundo, a aquellos quienes viven y mueren en la pobreza y el hambre, dales hoy por medio de nuestras manos su pan cotidiano y haznos comprender el significado del amor para así dar paz y gozo". Recordemos que Jesús en la Eucaristía es para ti y para mi Pan de Vida y el fruto de esta unión es el trabajo por los pobres de entre los pobres. Oren por nosotros para que podamos hacer y continuar haciendo el trabajo de Dios con gran amor.

¡Dios los bendiga!"

Al mundo de hoy le falta el sol del verdadero amor.

Nos estamos dejando llevar por valores que no lo son, por palabras que pierden su significado" , advirtió enérgicamente el Arzobispo de Lima, llamando a los fieles a volver mirar a Cristo, ver que el acto central de Cristo es nuestra redención, es la muerte por amor, que nos amó tanto… que salió de sí mismo y se entregó plenamente a cambio de nada, porque es Dios.

Durante el programa Diálogo de Fe, emitido por Radio Programas del Perú, el Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne destacó que "El sacerdote que no ha descubierto el amor es un fracaso; nunca debió ser sacerdote porque si algo es, el sacerdote,  es que es un especialista en el amor", y en ese sentido distinguió , de lo que es una debilidad de una persona y del traidor; el traidor es otra cosa, el traidor se afirma en su error y trata de imponérselo a los demás como si fuera un valor, enfatizó.

Trascripción

En esta emisora radial, ya pasó la madrugada de la información y la ampliación de noticias. Viene ahora la paz y la serenidad de hablar de Dios en un mundo en que realmente hace falta sembrar esa semilla de fe.

Precisamente hoy, quería tratar de un tema que me  parece muy importante. Leí alguna vez al Papa Benedicto XVI que decía: "Si el mundo no tuviera un sentido, tampoco nosotros podríamos crearlo, porque el sentido de tu vida existe o no existe".

Las personas no inventamos nuestra existencia, hemos sido creados por Dios por amor y para amar por lo que debemos tener el pleno convencimiento de que hemos nacido con un propósito en esta vida y preguntarse cada uno: ¿Cuál es la razón de ser de mí existir? ¿Adónde voy? Porque, si no sé a donde voy, me será muy difícil recibir orientación y ayuda.

Veo que ahora, con frecuencia, la gente va de un lado para otro, con mucho movimiento pero sin rumbo, sin saber a donde va; convirtiendo la expresión amor solamente en una expresión de éxito. Van por unos caminos que no son solamente atajos, sino que son como engaños y nos quedamos sin nuestras principales potencias y facultades:

–          ¿Qué cosa es amar? Tener éxito.

–          ¿Qué cosa es amar? Tener sexo.

–          ¿Qué cosa es amor? Tener prestigio, tener dinero, tener poder.

Digo esto porque a veces escucho hablar acerca del sacerdocio de manera engañosa: afirmándose "que el sacerdote solo logra su dimensión plena cuando, traicionando su vocación, fracasando en su vocación, descubre "el paraíso del amor".

Partes: 1, 2
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