El derecho maya prehispánico, un acercamiento a su fundamentación socio-política (página 2)
Enviado por jean paul rodriguez
44 172 Sección Artículos de Investigación Aunque al batab no se le pagaba tributo directamente, estando éste reservado única- mente para el halach uinic, el pueblo sostenía a los batahoob con lo que sembraba y hacía. Una de las obligaciones principales del batab era velar porque su pueblo o aldea pagara puntualmente el tributo que el halach uinic le había señalado. Había dos clases de capitanes de guerra: unos lo eran por herencia (se supone que éstos eran los batahoob) y otros, de mucha mayor importancia, eran electos para un período de tres años. A un “capitán” de esta última clase, se le daba el título de nacom. Después del batab venían los concejales o mayores, los ah cuch cahoob, en núme- ro de dos o tres, cada uno con voto en el gobierno municipal; sin el consentimiento de los cuales nada podía hacerse; cada uno era jefe de una subdivisión del pueblo o aldea, una especie de barrio. Los escritores españoles del iglo XVI los comparaban con los regidores de los ayuntamientos de España, y tal vez podrían compararse con los aldermen de Estados Unidos de América. Los ah kuleloob, o delegados, acompañaban al batab a todas partes y con sus ayu- dantes, portavoces o mensajeros, que ejecutaban sus órdenes, podría comparárseles a los actuales agentes especiales de policía. Las obligaciones de los ah holpopoob, los que están a la cabeza de la estera, parece que consistían en acercar a los señores la gente del pueblo, aconsejar a los señores en materia de política externa y en lo relativo a las embajadas de otros estados. Se dice que eran los jefes de las casas donde se reunían los hombres para tratar de los negocios públicos. La categoría más baja de funcionarios era la de los tupiles o alguaciles, los policías ordinarios, que venían al final de la organización encargada del cumplimiento de la ley. En el Dintel 32 de Yaxchilán, Chiapas, aparece un detalle de suma importancia, se encuentra representado el rito de la entrega del poder. El dintel está dedicado a la memoria de los padres del gobernante de Yaxchilán, llamado Yaxun Balam IV (Pájaro El Popol Vuh dice que el bulto de poder se entregaba a los gobernantes. El padre sostiene un cetro, con la representación de K’awiil, deidad de los linajes y del plano terrestre. Jaguar IV). Los personajes son sus padres, llamados Itz Balam II (Escudo Jaguar II) y la señora Ik-Cráneo (Vien- to Cráneo), quien va vestida con huipil y capa, y sostiene un bulto de papel amate que contenía los nombres de los dioses. El Popol Vuh dice que el bulto de poder se entre- gaba a los gobernantes. El padre sostiene un cetro, con la representación de K’awiil, deidad de los linajes y del plano terrestre.44 Lo anterior muestra la presencia de la mujer en los actos políticos trascendentales de los mayas. MNAH. Sala Maya. Dintel 32. alegatos, núm. 71, México, enero/abril de 2009
45 El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 Cada estado maya poseía su propia dinastía gobernante y un territorio, más o me- nos definido, bajo su control. En las guerras, los territorios conquistados no siempre se anexaban al del vencedor, sino que seguían existiendo como estados autónomos, a diferencia del Centro de México, donde se desarrolló una unidad política hegemó- nica que centralizaba el poder y controlaba a los estados conquistados. Por ello, la historia de los mayas debe entenderse como una compleja red de relaciones persona– les y familiares establecidas entre dinastías residentes en cada ciudad y en continua competencia. Se conoce la existencia de al menos cincuenta ciudades autónomas con su propio K’uhua ajaw, las cuales establecieron vínculos que iban desde alianzas po- líticas y comerciales hasta alianzas por motivos de guerra. Fue en el período clásico temprano, que se originó la consolidación de la estruc- tura económica y social, y surgieron las clases sociales y la concentración del poder; mientras que en el clásico tardío (600-800 d.C.) tuvo lugar el máximo desarrollo de las artes y las ciencias. La sociedad fue altamente jerarquizada con presencia de linajes reales. De esta manera encontramos que era necesario pertenecer a una deter- minada estirpe noble para obtener y ejercer el poder. En el clásico terminal (800-1000 d.C.), en la zona central, cesaron las actividades constructivas y de registros cronológicos. La élite gobernante dejó el poder por razo- nes, hasta hoy, desconocidas.45 Los Sacerdotes La clase sacerdotal (ah kinoob) de los mayas ha de haber sido de igual, si no de mayor importancia, que los señores y jefes menores. La gente del pueblo La gran masa del pueblo eran los humildes sembradores de maíz, con cuyo trabajo se sostenían no sólo ellos, sino también el halach uinic, los señores del lugar (batahoob) y los sacerdotes. Fueron los constructores de todo. Pagaban el tributo al halach uinic y daban regalos a los señores de la localidad, también hacían a su costa, las casas de los señores y vivían en los márgenes de las ciudades. Los esclavos En el último peldaño de la escala social se encontraban los esclavos, condición que podía producirse por haber nacido esclavo, haber sido hecho esclavo por la comisión MNAH. Sala Maya. 173
46 47 48 174 Sección Artículos de Investigación de determinados delitos, por haber sido hecho prisionero en la guerra, por haber que- dado huérfano, o por haber sido comprado. 9. El Derecho de la guerra Para las cosas de la guerra tenían siempre dos capitanes: uno perpetuo (cuyo cargo se heredaba, y otro elegido por tres años. A éste llamaban nacom; durante tres años no podía tener acceso carnal ni siquiera con su esposa, tampoco podía comer carne; le tenían mucha reverencia, no se emborrachaba ni trataba mucho con la gente del pueblo. Pasados los tres años, volvía a vivir como antes. Los dos capitanes trataban la guerra y ponían sus cosas en orden. Cada pueblo tenía gente escogida como soldados, Cada pueblo tenía gente escogida como que, cuando era necesa- soldados, que, cuando era necesario, acudía rio, acudía con sus armas; eran llamados holcanes, y no bastando éstos, con- vocaban a todos aquéllos con sus armas; eran llamados holcanes, y no bastando éstos, convocaban a todos aquéllos que estuvieran disponibles. que estuvieran disponibles. Guiados por una bandera alta, salían muy silenciosamente del pueblo para ir a arre- meter a sus enemigos con grandes gritos y crueldades. Después de la victoria quita- ban a los muertos la quijada, la limpiaban y se la ponían en el brazo. Si cautivaban a algún hombre principal, le sacrificaban enseguida, por no dejar quien les dañara después. Los demás cautivos eran esclavos de quien los prendía. A los holcanes si no era tiempo de guerra, no pagaban soldada, sólo cuando había guerra recibían algunas monedas, que salían de las bolsas de sus capitanes y del pueblo, éste también les proporcionaba comida. La guerra, por sus altos costos, no duraba mucho tiempo; una vez terminada, los vencedores cometían grandes vejaciones contra los vencidos, de quienes se hacían servir y regalar; si alguien había matado a algún “capitán” o señor, era muy honrado y festejado.46 El nacom electo, además de formular los planes estratégicos de la guerra, era una especie de Jefe del Estado Mayor, mientras que los batahoob, o jefes hereditarios, dirigían a sus propios contingentes en la batalla.47 Cuando un guerrero capturaba a un enemigo en la batalla, el aprehendido se con- vertía en su propiedad personal. Podía utilizarlo para trabajar o venderlo.48 Landa. op. cit. p. 130. Ruz. op. cit. p. 132. Hagen. op. cit. p. 81. alegatos, núm. 71, México, enero/abril de 2009
49 50 51 52 El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 A los mayas les obsesionaba la guerra, los dieciséis estados de Yucatán comba- tían incesantemente entre sí por diferencias de fronteras y por honores de linaje. Los holcanes o valientes, eran los infantes, que se protegían con corazas de algodón. Las hostilidades típicas comenzaban con una incursión, por sorpresa, de guerrilleros en territorio enemigo, para tomar cautivos, pero la batalla formal se iniciaba con horrible estruendo de tambores, silbatos, trompetas de caracol y gritos de guerra. Cuando el enemigo penetraba en territorio que no le pertenecía se sustituía la guerra formal por la irregular, con emboscadas y toda suerte de celadas. Los cautivos menores termina- ban en esclavos, los nobles y los jefes guerreros eran sacrificados.49 El enjuiciamiento y castigo de los prisioneros de guerra se encuentra plasmado, entre otros vestigios, en las pinturas murales de Bonampak, Chiapas; en las cuales podemos ver a los soldados vencidos comparecer ante el “capitán” vencedor, hacen fila en espera del momento de su ejecución. Un prisionero herido, magistralmente dibujado, se recuesta sobre las gradas, proyectando una perspectiva de tercera dimen- sión que es única en la pintura precolombina.50 Para la guerra también existían normas: en ningún caso se aniquilaba por completo a poblaciones ni ciudades, por la pérdida económica que esto representaba para el vencedor. Sólo ciertos cautivos eran exhibidos de manera humillante, despojándolos de sus atuendos (lanza dardos, escudo y pectoral de algodón) y sustituyendo sus ore- jeras de jade por simples papeles, para posteriormente ser torturados y sacrificados en el juego de pelota, la máxima representación de la guerra mítica. Un complicado ritual acompañaba a los conflictos bélicos; en él se mezclaban lo divino y lo profano. El dios representante del planeta Venus era el regente de la guerra, y es posible que en alusión a ese astro, algunos textos glíficos hablen de una guerra de las estrellas, para referirse a un enfrentamiento bélico.51 Los yucatecos eran muy esforzados, valientes e industriosos en las guerras, nunca daban batalla sin hacer primero muchos cumplimientos y ceremonias.52 En este tenor encontramos el siguiente pasaje que relatan Landa, Chimay y López Cogolludo: En el pueblo de Mazanahó se preparaban los naturales para resistir y, en caso dado, agredir a los españoles. El cacique de Chetumal convocó a sus aliados y amigos, y deseando saber si llega- rían a tiempo las fuerzas que debían reforzar a las que defendían el pueblo, llamó al adivino para consultarle. El adivino (h’naat) tomó una pequeña lámina de pedernal un tanto transparente, la remojó en un líquido fermentado que llaman balché, y después de varias palabras a media voz que más parecían murmullos que voces articuladas, exclamó: Veo venir en tu ayuda y defensa ¡oh batab! A nuestros valerosos hermanos; Coe. op cit. p. 206. Bonampak, Ruinas arqueológicas de Chiapas, México, 1990. MNAH. Sala Maya. La Guerra. Las Casas. op. cit. pp. 191-192. 175
53 176 Sección Artículos de Investigación Chakan, el del certero brazo y ojo de águila encabeza a los que vienen de Chablé; veo un gran número por otras direcciones; a Cocom, de indomable patriotismo, y a Tacú, el de prudente consejo y esforzado corazón. Ya vienen, ya llegan llenos de cansancio; apresta el férvido balché y el confortante kah para hacerles reparar sus quebrantadas fuerzas, pero el sol quiere ocultarse y las sombras de la noche harán que se detengan en el bosque, y los soldados de Dávila tal vez los sorprendan ¡dioses! ¡qué hecatombe de guerreros harían los invasores! ¡Detente sol! ¡Para un instante y la patria aproveche tan esforzados combatientes! Ya veo que llegarán. Llegarán batab, y la defensa con tan aguerridas huestes será heroica. Llegaron los aliados a punto de cerrar la noche y fueron colocados en puestos avanzados con la orden de guardar absoluto silencio y, en caso de presentarse los invasores, resistir hasta lo último, con el objeto de dar tiempo a que las familias eva- cuasen la población. Hicieron frente al enemigo, hasta que adquirieron la convicción de que habían evacuado las familias del pueblo. Entonces se retiraron con orden. En la lucha hubo un incidente que llamó la atención, y fue que en lo más reñido de ella, un ballestero español que causaba numerosas bajas entre los naturales, se pro- puso tirar a un indio que igualmente se distinguía por la precisión con que disparaba las flechas, ocasionando algún daño entre sus contrarios. Ambos valientes buscábanse en los combates, como deseando realizar un duelo concertado tácitamente. El indio permaneció como distraído esperando que se disparase la ballesta para lanzar la fle- cha; el español, creyó verdaderamente la distracción y disparó la jara; pero con suma rapidez lanzó el indio la flecha, y a tiempo que se oyó decir al Capitán Dávila: “Guar- daos, Treviño, que estáis herido”, el indio se arrancaba del pecho la jara castellana exclamando: “No moriré a tus manos, perro cristiano;” y alejándose algo, se ahorcó con un bejuco.53 Conclusiones Penal. Entre los mayas no existió la pena de prisión, sí las de muerte, del Talión y de esclavitud, que eran trascendentales. Diferenciaron el dolo de la culpa. Neutralizaban al delincuente matándolo o esclavizándolo. Civil. Conocían los contratos y su formalización. Celebraban las diversas fases del desarrollo humano. Conocían el divorcio y el repudio. Aplicaban la ley por igual. Los derechos de la mujer, en ciertos casos, se restringían. No conocían la usura ni impo- nían pena por deudas civiles. Laboral. Los trabajadores eran de tres clases: asalariados, siervos y esclavos. Chimay, op. cit. capítulo I; Landa, op. cit. p. 108, y López Cogolludo, op. cit. libro segundo capítulo VII. alegatos, núm. 71, México, enero/abril de 2009
El derecho maya prehispánico…, pp. 155-178 Agraria. Los regímenes de tenencia de la tierra eran comunales y particulares. Pública. Las funciones importantes eran desempeñadas por estirpes cerradas y rígidas. Judicial. La justicia era expedita y definitiva. Sus procedimientos eran orales, no se registraron en códices. Contaban con normas claras para la apreciación de la prue- ba, utilizaron el sistema de la sana crítica o lógico. La sanción era proporcional al va- lor y al resultado de la prueba. No conocieron los medios de impugnación. Utilizaron el Derecho para sojuzgar al pueblo. Estructural. El universo jurídico de los mayas estuvo intensamente influenciado por su medio ambiente. Bibliografìa BaSauri, Carlos. La Población Indígena de México. Tomo II. Editado por la Direc- ción General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Instituto Nacional Indigenista. Segunda Edición. México, 1990. Coe, Michael D. Los Mayas, Incógnitas y Realidades. Editorial Diana. Tercera Im- presión. México, 1989. Cruz Barney, Oscar. Historia del Derecho en México. Editorial Oxford. Primera Edición. México, 2002. Chimay, Marcos de (Manuel Rejón García). Supersticiones y Leyendas Mayas. La Revista de Mérida. 1905.” Edición Facsimilar. México, 1981. DuranD alCántara, Carlos Humberto, coordinador; SalCeDo FloreS, Antonio et. al. El Derecho al Desarrollo Social. Una Visión desde el Multiculturalismo. El Caso de los Pueblos Indígenas. Editorial Porrúa. Primera Edición. México, 2008. hagen, Victor W. Von. Los Mayas. Editorial Joaquín Mortíz. Décima novena Reim- presión de la Primera Edición en Español. México, 1987. lanDa, fray Diego de. Relación de las Cosas de Yucatán. Editorial Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Colección “Cien Textos Fundamentales para el Mejor Conocimiento de México”. Primera Edición. México, 1994. laS CaSaS, fray Bartolomé de. Los indios de México y Nueva España, antología, editorial Porrúa, sexta edición, México, 1987. lópez CogolluDo, fray Diego. Historia de Yucatán. Editorial Academia Literaria, Colección “Grandes Crónicas Mexicanas”. México, 1957. margaDant’S; Guillermo Floris. Introducción a la Historia del Derecho Mexicano. Editorial Esfinge. Décima Quinta Edición. México, 1998. morley, Silvanus G. Versión española de Adrián Recinos. La Civilización Maya. Editorial Fondo de Cultura Económica. Primera Edición en Español. México, 1947. 177
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