3. «Especie de negritud [originada en sociedades no africanas que] seleccionaron ciertas manifestaciones de la música, la danza y los valores estéticos de los negros y ciertas formas de expresión oral, fiestas y otras costumbres». Una vez institucionalizado este fenómeno, se vinculó con distintos tipos de consumismo. Un ejemplo de ello es el Carnaval de Río.
Todo este encuentro de razas y culturas «quedó dentro de un vasto sistema de transculturación que se daba en el Nuevo Mundo dentro de circunstancias muy peculiares […] que repercutían en todas las categorías del ser social»[6].
En América y el Caribe el proceso definitorio de la identidad trae consigo el de la transculturación:
Se trata de ponernos ante el fenómeno de transculturación como proceso dialéctico en el que "cualquier trabajo está vinculado al anterior [tradición], materializado en las cosas y fijado en las ideas, o sea, en el progreso de la cultura [actualización]" (Pímenov, 1968: 176), del que el hombre adquiere la conciencia de sus recursos instrumentales culturales[7]
Las formas que adoptaba la identificación social respondían a la situación de clase. «El fenómeno de la transculturación se daba en diversas proporciones según las necesidades y posibilidades de la identificación alcanzada»[8].
En el Caribe, sobretodo en las Antillas, la amplia población negra (libres y esclavos importados) permitió la conservación, promoción y asimilación por otras etnias de las prácticas musicales neo-africanas. Sin embargo, estos no quedaron exentos de recepcionar la impronta de las otras culturas que coexistían con ellos.
En Remedios, desde antiguo, venían creándose los factores para el nacimiento de una cultura a la cual la región central de Cuba le debe mucho. Nacidas algunas de sus tradiciones en la Iglesia, con el tiempo unas pasarían a la profanidad y otras continuarían fieles a su sacralidad.
La plaza de armas Isabel II fue el centro más importante para los habitantes de la villa. En ocasiones se hicieron chapeas y limpiezas, ya por acuerdo del Ayuntamiento o por cuenta de los vecinos[9]Aún no se había concluido la plaza actual, que fue culminada en 1851. Poco a poco devino centro comunitario donde se manifestó la confluencia cultural.
Remedios, con un clásico trazado colonial en círculo, hizo de su principal espacio el escenario que permitió el desarrollo de todas estas festividades religiosas y/o profanas, matizadas por una intensa teatralidad y sociabilidad que definía una forma muy particular de decir y de asumir la vida en esta región de Cuba.
Así como en la Europa medieval algunos religiosos compusieron dramas para la representación en el templo, en la Remedios de la segunda mitad del siglo XVII el P. José González de la Cruz, ministro de la Santa Inquisición en esta región, contrató y usó a la negra Leonarda para una representación en el Templo Parroquial Mayor y… no con fines cristianos.
El citado sacerdote, suerte de Señor feudal en la comarca, pretendía el traslado de la Villa para sus tierras del Cupey, más al interior de la Isla. Con tal motivo la negra, previamente de acuerdo, entró a la iglesia e interrumpiendo la misa se desgarró la vestidura y se retorció en el suelo dando horribles alaridos ante los ojos de los aterrorizados remedianos.
Dentro de ella "habitaba" el mismísimo Luzbel, quien proclamó abierta una de las bocas del infierno en la cueva del Boquerón (muy cerca de la ciudad) y el futuro hundimiento de la Villa. Esta maquiavélica representación dio lugar, junto a otros intereses y acontecimientos desatados, a la fundación de Santa Clara por algunas familias remedianas el 15 de julio de 1689 en el hato de Antón Díaz.
Toda la obra del clérigo remediano fue desarrollada como una tragedia religiosa. Los pecados provocaban sobre el pueblo pecador las torturas de los demonios y una hecatombe cataclísmica; pero en defensa contra los peligros y arterías infernales había que acudir a los exorcismos litúrgicos y al traslado de la villa maldita a su nuevo sitio de bendición, escogido por el oráculo divino. Esta fue la trama trágica en busca de un desenlace condigno. Las circunstancias fueron determinando la entrada y salida de los varios personajes a la vez reales y emblemáticos; el planeamiento de sus contradictorias actitudes, inspiradas en una dialéctica social de muy expresiva historicidad, y el desarrollo de los sucesivos episodios, todos henchidos de emociones dramáticas[10]
Desde entonces el misticismo, la religiosidad y la teatralidad confluyeron y redefinieron los procesos culturales en Remedios, como resultado de una larga convivencia indo-hispano-africana y del «fenómeno de continuidad cultural sometida a la dinámica del desarrollo económico, político y social de cada momento o época»[11]
En el siglo XVIII la villa remediana conoció unas festividades muy emparentadas con las representaciones teatrales: las Fiestas Sanjuaneras, o las Ferias de San Juan, o las Fiestas de los Siete Juanes…, nombres con los que se ha conocido.
El Dr. José Andrés Martínez-Fortún en sus Anales y efemérides de San Juan de los Remedios y su Jurisdicción refleja que en 1722 hubo en Remedios unas fiestas «mandadas a celebrar por el Rey con motivo de las bodas de los príncipes españoles; con fogatas, iluminarias, baile con orquesta de vihuelas, liras y güiros y la animación propia de los días festivos de SAN JUAN y San Pedro en que se celebraban carreras de caballos, juegos de la sortija, alcancía, etc.»[12]
Con el tiempo, las fiestas Sanjuaneras se fueron sustentando en la leyenda del güije de la Bajada[13]y hacia mediados del siglo XIX ya se habían despojado del carácter religioso para cobrar significación eminentemente popular. Se hacía feria en la Plaza: se vendían dulces, licores, frituras, ajiaco, escabeche, ponche de leche, al tiempo que en las casas se escuchaba el arpa o el violín. De ellas disfrutaban hasta los esclavos, que realizaban bailes alrededor de la plaza donde se hacía la procesión acompañada de "diablitos negros" con trajes de colores y campanillas.
¿Puede ser un antecedente de las parrandas? No nos referimos al origen, que en ambas fue religioso, sino a esta característica heterogénea y multirracial que presentan ambas festividades. Si en aquella los negros hacían gala de su cultura mostrando elementos típicos de su folklore, ¿por qué en las Parrandas no va a ocurrir lo mismo, inmersos en todo un sentir popular?
Haciendo un paralelo entre ambas celebraciones encontramos que las dos surgieron con un motivo religioso y, por la asimilación popular, devinieron profanas; en las dos se expresa y participa todo el pueblo sin distinción de razas.
Ahora bien, si en las ferias Sanjuaneras mostraban su música y su forma de hablar, ¿no pudieron hacer lo mismo en la Parranda? Creemos que en este aspecto una fiesta favoreció socioculturalmente a la otra, condicionando el escenario.
Procurando un acercamiento a las Parrandas, nuestra mayor teatralización popular, encontramos que sus incipientes actores fueron el P. Francisco Vigil de Quiñónez (Francisquito) y los muchachos madrugadores. El primero fue, además, el autor de aquel naciente teatro callejero que, aunque con un objeto religioso, no disipó la profanación escandalosa de las "buenas costumbres" sino hasta ya entrado el siglo XX.
Las Parrandas, sin embargo, emanciparon a la sociedad remediana de las falsas moralidades; enamorando rendidamente a todos los estratos sociales que, desde entonces, y poco a poco, se lanzaron a beber en las aguas del folklore más genuino.
Con las Parrandas hubo en Remedios una renovación de las ficciones dramáticas, que ya contaban en esta ciudad con algunos antecedentes como las Fiestas Sanjuaneras (vinculadas a la leyenda de la Captura del G?ije) o a la escenificación de la negra Leonarda, poseída por los demonios dentro del mismísimo templo, que formaba parte de las luchas contra demonios, exorcismos, intervenciones satánicas y procesos inquisitoriales encabezados por aquel Padre del XVII.
Esta vez las ficciones estaban protagonizadas por muchachos que recorrían las calles de la Villa, equipados con toda suerte de instrumentos (musicales o no); ya institucionalizados o no, pero que hicieran mucho ruido. Lo cierto es que significaban acciones "groseras" que rompían con las costumbres de la época y por tanto "perturbaban" la tranquilidad espiritual de los vecinos de esta "excelsa y respetable" villa.
Si bien es cierto que aquel repiquetear de instrumentos no formaba parte de la liturgia católica; tenía, sin embargo, la función litúrgica de convocar a Misas de Aguinaldo como modo mágico de llevar las campanas de la Iglesia a recorrer las calles del pueblo. No se puede precisar con exactitud el momento justo en que se pierde esa función y pasa a ser patrimonio de la profanidad. El pueblo lo asimila a través de un proceso psicológico inconsciente en el que el entorno social fue definitorio y ya no repiqueteaba para la iglesia, sino para su propio placer.
Sin embargo, en el propio siglo XIX continuaba viva una de nuestras tradiciones más queridas: las procesiones de Semana Santa, que mantuvieron la religiosidad esencial a nuestro pueblo. Éstas, por su parte, sostuvieron una sacralidad desmedida, matizada por el arraigo, la presencia y la permanencia del pueblo en su seno.
Parecía que por esa época se estaba entibiando el fervor católico del tiempo antiguo, aunque existía aún bastante religiosidad y los jueves santos acudían a rezar las estaciones los vecinos, las fuerzas de la Guarnición, las autoridades todas, los gremios, etc.
[…] había novenas, procesiones, viáticos, pláticas doctrinales, funciones religiosas, promesas, votos, trisagios, letanías, salves, viacruces, sermones, misas cantadas, velas al santísimo, frecuencia de sacramentos, bautizos solemnes, bodas alegres y festivas, tríduos, primeras comuniones, responsos y misas por los muertos, explicación de la doctrina, música religiosa en el coro, adornos de los altares, nubes de incienso y mirra, ceremonias cristianas en la Iglesia, el comulgatorio muy elegante, reverencia en el templo y mucho temor a Dios[14]
Los viernes de Cuaresma «había sermones por la tarde en la Iglesia y después salía el Via Crucis por la calle Amargura y otras, el cual rezaba al principio D. Salvador González y después el maestro José Agustín, seguido de un pueblo numerosísimo y devoto»[15]
Durante el siglo XIX se celebraron procesiones de Semana Santa que insinuaban una confrontación étnica, fruto de procesos anteriores. El lunes, los morenos realizaban la procesión de la humildad y la paciencia. El martes, los pardos sacaban la sentencia, junto al sacristán P. Sacramento. El miércoles, sacar la procesión D. Juan Francisco del Río y después, un viejo llamado Chagarrua. El jueves, la Iglesia sacaba la Vera-Cruz, y el viernes el P. Chucho guiaba la procesión del Sepulcro o Santo Entierro. Las del sábado santo y del domingo de Gloria eran costeadas por la Iglesia Parroquial.
Como las mencionadas Parrandas de diciembre, durante la Semana Santa «Remedios se llenaba de gente que venía de toda la Jurisdicción y otras limítrofes para ver las procesiones, lo mismo que para ver las fiestas del Patrono San Juan por el mes de junio»[16].
Por esa época «todas las mujeres iban al templo vestidas de negro y con mantilla; pero nunca vestidas de color ni con sombrero»[17]
Durante el siglo XX tuvo altas y bajas. El Sr. Eutimio Falla Bonet, a quien el patrimonio remediano le debe el rescate y restauración de la Iglesia Parroquial Mayor de 1944 a 1954, trajo a la ciudad el esplendor de estas fiestas con la donación de telas, vestuarios, mantillas, elementos de decoración y otros ornamentos… En la etapa posterior a 1959 continuaron realizándose en el interior del templo. Pero a partir del 2000 volvieron a la plaza, su escenario más querido.
A esta altura sería oportuno señalar que, si bien el desarrollo económico-social en las diferentes épocas marcó diferencias sustanciales en el surgimiento, historia y evolución de nuestras tradiciones, todas tuvieron un denominador común inherente a nuestra idiosincrasia: el fuerte arraigo, quasi devoto, que raya en la religiosidad popular; expresado y/o materializado en la plaza remediana como elemento aglutinante política-económica y socialmente.
Sin duda, toda esta caracterización psico-sociocultural ubica a las tradiciones remedianas dentro del fenómeno folklórico caribeño; fenómeno de una insospechada riqueza cultural de siglos, quizás no estudiada en su totalidad.
Es incuestionable la importancia de los pueblos subsaharianos en la formación, desarrollo y consolidación de la cultura material y espiritual, así como de la identidad del remediano actual, si bien es cierto que no se pueden obviar otros componentes, que facilitaron el surgimiento y desarrollo de eventos multirraciales y heterogéneos definidores y/o conformadores de nuestro modo de decir.
En Remedios el pensamiento social y el filosófico, expresados por un peculiar sistema de conceptos, maneras, costumbres, atmósfera intelectual, idiosincrasia… etc., determinan la fuerte imagen y práctica religioso-teatrales, contra toda época, de sus costumbres.
Es un sistema expresivo de hondura psicosocial que predeterminó la proyección comunitaria de los remedianos, estableciendo códigos, nexos, interacciones… que lanzaron al cosmos una fina nomenclatura que ha hecho de esta ciudad, de sus habitantes y de sus tradiciones un producto transculturado, orgánico y contra todas las concesiones.
Bibliografía
León, Argeliers. «Contribución Africana a la Identificación del Hombre Americano», Catauro, Año II, No. 3, Ciudad de La Habana, en.-jun., 2001.
Martínez-Montiel, Luz-María. «América Latina y el Caribe», Catauro, Año II, No. 3, Ciudad de La Habana, en.-jun., 2001.
Ortiz, Fernando. La santería y la brujería de los blancos (Defensa de un inquisidor cubano), Fundación Fernando Ortiz, Instituto de Literatura y Lingüística, Sociedad Económica de Amigos del País, Ciudad de La Habana, Cuba, 2000.
Ramos y Ramos, Facundo. «La Plaza de Recreo», Cosas de Remedios, No. XXIII.
Raola Ramos, Natalia y Miguel Martín Farto. Las Fiestas Sanjuaneras, Revista Poder del Pueblo, Año II, No. 2, Remedios, Marzo, 1980.
Vilar, Laura. «Procesos de continuidad cultural en el Caribe: el fenómeno de la Country dance», Revista Clave, Año 4, número 3, Ciudad de La Habana, 2002.
Datos de los autores:
Erick González Bello (1969). Investigador Agregado. Graduado de Educación Musical (1995) y de Canto Popular (1992). Diplomado en Etnología por la Fundación Fernando Ortiz (2002). Profesor Asistente de la UCLV. Director Coral. Actualmente especialista del Museo de las Parrandas, en Remedios. Ha publicado artículos en revistas provinciales e internacionales, en español e inglés, y el libro La africanía en las parrandas remedianas, por el Instituto Nacional de Investigación Cultural "Juan Marinello" de La Habana. E-mail:
Juan Carlos Hernández Rodríguez (1964). Licenciado en Enfermería (1997). Master en Ciencias de la Enfermería (2004). Profesor Instructor de la UCLV. Ha publicado artículos en revistas provinciales e internacionales, en español e inglés. Actualmente especialista del Museo de las Parrandas, en Remedios. E-mail:
Autor:
Lic. Erick González Bello
MSc. Juan Carlos Hernández Rodríguez
Enviado por:
Asnety Chinea Franco
[1] Martínez-Montiel, Luz-María. «América Latina y el Caribe», Catauro, Año II No. 3, Ciudad de La Habana, en.-jun., 2001, p. 25.
[2] Martínez-Montiel, Luz María. Ob. Cit., p. 26.
[3] Ibídem.
[4] Ibídem.
[5] Ibídem.
[6] León, Argeliers. «Contribución Africana a la Identificación del Hombre Americano», Catauro, Año II, No. 3, Ciudad de La Habana, en.-jun., 2001, pp. 59-60.
[7] Ídem., p. 60.
[8] Ídem., p. 62.
[9] Según D. Facundo Ramos y Ramos en "La Plaza de Recreo", Cosas de Remedios, No. XXIII.
[10] Ortiz, Fernando. La santería y la brujería de los blancos (Defensa de un inquisidor cubano), Fundación Fernando Ortiz, Instituto de Literatura y Lingüística, Sociedad Económica de Amigos del País, Ciudad de La Habana, Cuba, 2000, p. 31.
[11] Vilar, Laura. «Procesos de continuidad cultural en el Caribe: el fenómeno de la Country dance», Revista Clave, Año 4, número 3, 2002, p. 14
[12] Raola Ramos, Natalia y Miguel Martín Farto. Las Fiestas Sanjuaneras, Revista Poder del Pueblo, Año II, No. 2, Marzo, 1980, p. 23.
[13] Bajada: Nombre con el que se conoce el río Camaco, que cruza muy cerca de la ciudad de Remedios. Es de pequeño curso y se sumerge en algunas de sus partes.
[14] Ramos y Ramos, Facundo. "La religiosidad del tiempo viejo", Cosas de Remedios, No. LI.
[15] Ibídem.
[16] Ramos y Ramos, Facundo. Ob. Cit.
[17] Ibídem.
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