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La fe y los procesos cognitivos (II)

Enviado por Felix Larocca


    Preludio – Monografias.com

    Preludio

    En esta segunda reseña, continuamos investigando la fe y el rol de la semántica en nuestras vidas emocionales.

    Si uno ve a una mujer serpenteando de rodillas sobre un pavimento de cemento granulado con la piel descubierta, que le ocasiona dolor, fricción, heridas y displacer, obviamente uno podría atribuir este comportamiento a algún tipo de patología mental. Si yo le contara a alguien que en ciertas latitudes de la tierra hay personas que transitan descalzas sobre las cenizas ardientes que el fuego dejó, podría suponer que le estoy tomando el pelo o que me estoy pasando de sabio frente a una supuesta ingenuidad. Si viajásemos en el tiempo y un historiador situado en el futuro, encontrara libros del pasado que versan sobre un sujeto que transformaba el agua en vino y los peces en pan, que una vez fallecido podía resucitar y luego convertir enfermos en sanos con el poder de la oración o del tacto, tal vez interpretaríamos estos vestigios bibliográficos como una muestra artístico cultural de una fenomenología inexistente en el presente.

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    Todas estas descripciones anteriormente hechas responden a actos consolidados y sustentados en una de las construcciones humanas que cruzan la historia, la experiencia, la educación, la genialidad y el poder adquisitivo de quienes la sustentan. Me refiero a aquella ilación que identificamos consensualmente como fe. Nómbresele esperanza, crédito, abogacía, creencia, confianza, certidumbre o dogma, aquello que entendemos como fe es un concepto móvil, dinámico, psicosocial que pretende otorgarnos una continuidad adaptativa frente al contingente de la experiencia.

    La fe

    La fe le permite al individuo entender, explicar y justificar un sin fin de actitudes, hechos, y pensamientos que bajo un formato exclusivamente racional no tendrían cabida. Ésta libera en muchos casos (no en todos) la incertidumbre que la disonancia cognitiva (Festinger) genera en el aparato mental cuando el sujeto, convertido en humano al socializar (Maturana) se ve enfrentado a situaciones que desequilibran las cogniciones fortificadas hasta ese momento por la experiencia.

    ¿Cómo se construye la fe? ¿Responde a una disposición cognitiva? ¿Es particular de la especie humana? ¿Promueve el desarrollo de los procesos cognitivos o por el contrario, disminuye las posibilidades adaptativas de estos transcursos?

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    Veamos…

    Inevitablemente, todos los seres humanos creemos en un algo o un alguien que significa un registro de esperanza para la realidad que a cada cual le toque experimentar. Incluso aquellos que se definen como agnósticos o ateos, cuya construcción mental implica un nivel paradójico de tipificación ya que al negar el creer en una fe, definen que sí existe.

    A través de esta exposición se pretende dar una mirada constructiva de la fe, como opera en el desarrollo de los procesos cognitivos, la epistemología que la sustenta y las consecuencias empíricas que conlleva funcionar como seres pensantes y creyentes, sin que esto signifique una paradoja o una contradicción vital de los sistemas operativos que el aparato mental sostiene.

    Entender la vida desde una mentalidad configurada por la fe, remueve la clásica concepción diádica de la maquinaria psíquica conformada por un margen cognitivo y otro afectivo sin relación recursiva entre sí. En este sentido, la teoría más ortodoxa que propone el psicoanálisis Freudiano desde el cual hay un gobierno consciente que funciona sujeto por los procesos secundarios y otro régimen inconsciente mantenido por los procesos primarios quedaría estrecho e ineficaz para explicar el comportamiento mediado por una creencia implícita. Es decir, para explicar la fe tendríamos que apelar a un comportamiento influenciado y regido por el inconsciente y los procesos primarios, que desde Freud, significan todo aquello reprimido, inadaptado y que atenta contra el buen funcionamiento individual y social. Desde el desarrollo psicodinámico, el sustento crédulo de la fe se podría simbolizar como una entrega de las responsabilidades del ego a esta entidad inmaterial que se hace cargo del accionar carnal y humano sustentado por el id y todo lo que esto implica en el comportamiento social. Es decir, la fe reemplazaría la función legisladora del ego o mejor dicho del Supérego, liberando de la culpa terrenal al ego y al sujeto consciente de su accionar. Esta postura sin embargo, resulta un tanto paternalista y sobre protectora del sujeto y más que liberarlo del ser responsable que implica la condición humana, lo deja atado a la dependencia implícita y moral que toda forma de fe conlleva en sí misma.

    Si revisamos la historia y las ideologías que promueven la fe como móvil vital, moral y afectiva, (excluyendo las ideologías fanáticas, por ejemplo la de las sectas) descubrimos un fundamento funcional basado en el respeto al prójimo, a la humanidad y por sobre todo a la vida, tanto animal como humana.

    Desarrollo

    La fe es definida por la lengua española como "la creencia en algo sin la necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia — como un conjunto de creencias de una religión, la confianza en el éxito de algo o alguien, el testimonio o la aseveración de que una cosa es cierta o como un documento que certifica la verdad de algo."

    Desde esta definición, podemos apelar a la construcción cognitiva de la fe como un pensamiento mágico y un procesamiento heurístico.

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    Pensamiento Mágico

    Las creencias son ideas que somos, operan en nuestro interior de manera automática, son anteriores al acto de pensar, son un a priori. En resumen: Las creencias son ideas que somos, no ideas que tenemos. No son formas interpretativas de la realidad, son nuestra realidad. Se adquieren generalmente en el proceso de socialización y no se someten a verificación empírica. La creencia es pues una estructura interpretativa que nos permite responder ante un evento. Tiene un componente cognitivo, desde el que se hace una valoración afectiva (componente emocional) y que se encuentra inserto en estructuras somáticas (registros neurales). Así una cognición tendrá una repercusión afectiva, fisiológica y conductual. Este proceso es bidireccional, es decir, puede funcionar en orden inverso, un acontecimiento somático moviliza componentes afectivos, cognitivos y conductuales, es decir, activaría una red neuronal que se constituiría por ejemplo en una certeza de enfermedad y el individuo enfermaría. La creencia en la curación desactivaría la red neuronal responsable del proceso patológico y se daría la curación inmediata.

    Es decir, la fe sería el resultado de una construcción cognitiva efecto de la experiencia vivida, traducida en un pensamiento mágico. Todo pensamiento mágico, es decir, la fe entendida como la disposición de creer respondería a la vez a un procesamiento heurístico de la cognición que avalaría el pensar desde un paradigma consciente, con una lógica determinada sin que ésta llegue a ser irracional. Es decir, la fe también la podemos entender como un análisis heurístico de la experiencia que le permitiría a la psiquis entender y acceder a espacios que mirados desde un prisma puramente lógico, científico y matemático serían ilógicos o irracionales.

    Postulados Cognitivos

    Dentro de las estructuras cognoscitivas de orden superior nos encontramos con los esquemas, los guiones, las atribuciones, la heurística del juicio y las estrategias de inferencia. Revisaremos a continuación parte de estos fundamentos.

    Atribuciones

    La teoría de la atribución suministra una concepción "racional" de la forma en que la persona promedio efectúa inferencias de causalidad acerca de eventos conductuales. Supone que los seres humanos necesitan llegar a entender relaciones predecibles, a fin de dar estabilidad y significado a los eventos que ocurren en sus vidas. Esto conduce a una orientación de la realidad con respecto al mundo. A demás supone que los humanos necesitan ser capaces de predecir eventos importantes y de orientarlos en sentidos deseables. De este modo se desemboca en una orientación de control con relación al mundo.

    En este tipo de investigación, nos entrenamos nosotros. En el entendimiento y en la aplicaciones de la entropía

    La teoría de la atribución supone también que la asignación de causas puede exigir la búsqueda activa de información, que ésta sucede sistemáticamente y que el significado que un evento posee para nosotros depende en buena parte del impulso al cual sea atribuido.

    Es decir, la fe es el sustento para la continuidad cognitiva y permite el "reposo" explicativo frente a situaciones desconocidas hasta ese momento por el sujeto. Extrapolando la teoría de la atribución, podemos inferir, que la formalidad de la fe traducida en una religión, le entrega al creedor la posibilidad de inducir, inferir y vislumbrar la realidad mas allá de lo que puede percibir por hechos y la práctica. La fe entendida como una religión será inductiva, es decir, se registra desde lo particular a lo general.

    La entropía, como fenómeno, es otra manera de operar dentro del conocimiento de la fe; ya que la entropía es una ley física universal, e inevitable.

    La heurística del juicio

    Todas las personas están sometidas a errores sistemáticos en el proceso mediante el cual efectúan atribuciones causales específicas e inferencias sociales generales. Es posible que los individuos, en determinados momentos, se enceguezcan con sus teorías, se coarten por su orientación de valores o queden excesivamente impresionados por "datos" aparentemente "firmes" que proceden de sus sentimientos y de su experiencia personal. Daniel Kahneman y Amos Tversky han hecho importantes contribuciones al entendimiento de cómo las personas mal interpretan su experiencia cognitiva. Analizando tales errores se adquiere un conocimiento de la estructura de la mente y de las estrategias de los juicios humanos.

    No quiero decir con esto, que el creer y tener fe signifique un desarrollo gratuito, fácil o minimalista de los procesos cognitivos del ser creyente, sin embargo, como teoría nos permite entender como operarían las cogniciones de un creyente para explicarnos su operar y su comportamiento.

    La heurística consiste en herramientas cognoscitivas, estrategias cognoscitivas informales, o reglas empíricas. Mediante la heurística las tareas de efectuar complejas inferencias se reduce a la realización de operaciones de juicio sumamente sencillas; por ejemplo: "Ir" / "No ir". Tenemos la cabeza llena de tales reglas prácticas, las cuales frecuentemente nos son útiles porque encaminan por una senda estrecha, directa y fácil, los incontables juicios que realizamos a diario.

    En este sentido, aquel que tiene fe o adquiere su fe como efecto de la socialización, no se cuestiona mayormente por qué cree, si es verdad, producto de su imaginación, o un tipo de estrategia direccional que dirige a priori sus cogniciones. Aquel que tiene fe, simplemente cree. El acto de creer, encierra en sí mismo, cual silogismo, su fundamento, que no siempre responde a un acto objetivo. Es decir, el creer es sujeto y predicado a la vez de la afirmación y del concepto que implica tener fe. Dicho más exactamente, en el silogismo, un juicio nunca se obtiene de otro juicio real, sino siempre de otros juicios posibles, es decir, que en virtud de éstos se producen hechos psíquicos que pueden convertirse en la conciencia en juicios y que deben convertirse de hecho en tales juicios para que el silogismo sea perfectamente conciente.

    Estrategias de inferencia

    Con muchísima frecuencia nuestras inferencias son corolarios conceptualmente forzados y las pruebas disponibles son distorsiones en provecho de nuestras teorías. Incluso otra fuente más de error en las estrategias de inferencia es la tendencia a dejarse impresionar excesivamente por ciertas clases de datos. Las personas propenden a conceder indebida importancia a los datos concretos, sensoriales y personalmente experimentados, significativos para sus necesidades o que se presenten "vívidamente". Lo anterior conduce a una fuente sistemática de error, porque se concede importancia desproporcionada al caso concreto del individuo, al tiempo que se menosprecian datos estadísticos, principios y líneas de referencia abstractos.

    Este principio cognitivo explicaría la fortaleza que presenta la fe como primicia articular de funcionamiento ante el cual un individuo está "sujeto" a actuar. Incluso denunciaría la tendencia obsesiva y hasta fanática de ciertos creyentes que no logran acceder a otro tipo de reflexión que sea distinta a la cual operan. También explicaría el sentimiento de culpa y del perdón que promueve la religión (al menos en el mundo occidental) para aquellos que actúan fuera de los márgenes que su fe estima como propios. La fe implica una concepción de lo bueno y de lo malo; lo bizarro está conformado por todo aquello que atenta a los principios creyentes, entonces la única posibilidad de remisión está dada por la absolución que la propia creencia pueda procurar al pecador.

    Teorías multi-modales del desarrollo mental

    Obedecemos, antes de razonar, por los procesos de aprendizaje a base de fe y órdenes que sufrimos (y que nos obligan a creer que nos satisfacen) durante nuestra niñez. ¿No nos dictan, por ventura, primero que nada, cómo caminar, hablar, comportarnos ante los demás, comer, dormir, llorar, defecar y hasta jugar? A partir de entonces, toda cosa o idea que nos impresione el espíritu, para bien o para mal, tendrán contenidos de creencia y seremos sensibles a las afirmaciones (los fundamentos) sin reclamar las cadenas de preguntas incesantes propias de los infantes que, por cierto, siempre la han emparentado con Sócrates. Extraño destino de un filósofo que anunció el nacimiento de toda una manera de ver el mundo, las cosas y las personas con un método que, en puridad, no podía más que destruirlas. La duda es el más puro de los nihilismos a condición de que no se la detenga con ningún fundamento, con una orden, con una afirmación, con un corte o con una virtuosidad. Razonar, comprender y explicar, pues, no se entienden sin "creer" como un suelo epistemológico. Con esto queremos decir que los procesos cognitivos tienen por base una creencia sólida sin la cual se desploman todas las narraciones humanas, liberadoras o no, científicas o literarias.

    Sin embargo, para poder creer en aquello que razonamos apela a un principio epistemológico cibernético en el sentido de la recursividad. Es decir; para creer en algo y tener fe, también debe haber un proceso anterior de percepción y de hacer consciente aquello descubierto sensorialmente y luego traducirlo como concepto e idea cognitiva.

    Teoría cognitiva y experiencias del Self (CEST)

    No podemos separar absolutamente un mecanismo destinado sólo a lo sensorial y otro que apunte a lo racional. En este sentido, podemos referirnos a la teoría psicodinámica propuesta por Epstein del CEST (Teoría Cognitiva Experiencias del Self), bajo la cual el aparato mental esta formado por un sistema racional y un sistema de experiencias. El aparato racional responde a las operaciones cognitivas más abstractas como el lenguaje, la lógica, lo explícito y funcional, y responde a una epistemología lineal progresiva; es decir de causa y efecto.

    El sistema de experiencias alude a la actividad con bases afectivas, emocionales, recursivas, implícito, de funcionamiento primario y secundario como un cercano representante del inconsciente (clásico Freudiano). Este sistema de operar expondría de buena forma como un ser pensante, capaz de razonar, meditar y discernir también puede funcionar a través de un pensamiento que no es mesurable ni cuantificable ni explicable bajo el raciocinio puro de la cognición clásica.

    Zona del desarrollo Próximo (ZDP)

    El cambio cognitivo caracteriza un proceso que supone una interacción dialéctica entre el mundo social y el cambio individual. En el proceso que denominamos cambio cognitivo, incluimos las nociones de reestructuración, invención y sentido que implica el desarrollo, sin que le demos el carácter exclusivamente individual interno que suele acompañar a las consideraciones evolutivas. Existiría cierta tendencia entre los psicólogos a dividir los campos de estudio de una manera mecanicista que dificulta la integración teórica. El cambio cognitivo puede estudiarse como un cambio en los "sistemas funcionales" que constituyen una unidad integradora del análisis al abarcar diversos sistemas cognitivos en vez de mantenerlos separados. La ZDP constituye un sistema funcional fundamental para el cambio cognitivo. En el caso de la actividad que se desarrolla en la ZDP puede producirse una tarea invariable, pero puede cambiar la forma de constituirse el sistema funcional. El supuesto típico consiste en que hay una representación interna bien especificada de estructura cognitiva que subyace a las conductas observadas de un individuo de una situación de tarea y da por supuesto que la estructura cognitiva solo se halla en ese plano subyacente a las conductas. Newman propone que los cambios se producen en el sistema funcional y en los mecanismos cognitivos e interpersonales variables que toman parte en el sistema. Colocar el origen del cambio cognitivo en el mundo social no supone que el niño adquiera simplemente una copia del saber cultural mediante un proceso de transmisión directa. De un modo semejante a la teoría de Piaget, Vigotsky hacía hincapié en poner los orígenes del conocimiento en las interacciones sociales en las que participa el niño. Sobre la ZDP parece pesar con recurrencia la sospecha de marcar una teología "adulto céntrica" en los procesos de desarrollo, puesta en mayor evidencia por las versiones tipo andamiaje.

    Esto se plantea toda vez que los procesos de desarrollo aparecen orientados al menos en parte, por los productos de la cultura, los procesos de pensamiento, los instrumentos mediadores que se ofrecen en situaciones de interacción específicas en principio con los miembros "más capaces" que el sujeto en desarrollo de cultura.

    La creencia mantiene en su proceso de desarrollo una dependencia en el entorno y el aprendizaje que éste puede otorgar, por ejemplo, a través del aprendizaje vicario. La fe se traspasaría de una generación a otra interiorizándose en los esquemas cognitivos al reforzarlos ambientalmente por otros creyentes. El pensamiento conceptual y más abstracto implicaría una forma de ampliar las cogniciones al reproducir el mundo circundante de una manera mas profunda y hacer deducciones y conclusiones de los fenómenos percibidos.

    La fe y los estados alterados de percepción y conciencia

    Podemos llegar a alterar el estado de conciencia normal sostenido en la vigilia a través de distintos mecanismos; por ejemplo la ingesta de sustancias psicotrópicas, la hipnosis, perturbaciones en la alimentación y los ciclos destinados para dormir, la respiración, la meditación, la repetición de una palabra, el ejercicio y la actividad física por nombrar algunos. Un credo puede generar en sus creyentes la alteración de sus estados de conciencia por ejemplo a través de la repetición que todo rezo o mantra supone conectar con el espíritu superior. Esta expresión la vemos tanto en las creencias occidentales como en las orientales. Solo algunos de los creyentes; "los elegidos" tendrán incluso la capacidad de ver, sentir y escuchar los mensajes divinos, sin embargo, nunca podremos descifrar si estas visiones extra sensoriales ocurren realmente o son la consecuencia alucinatoria o ilusoria que caracterizan a los estados de conciencia alterados. Durante el trance profundo se experimentan cosas que no están ahí, es decir, se tienen alucinaciones que pueden ser felices o terroríficas. No son simplemente visiones, porque los sentidos participan de ellas sintiendo olores, sonidos y gustos. Como ejemplo expondremos un Estado de Conciencia Alterado fundamentado en la fe; el éxtasis religioso, la experiencia chamanística y la utilización de la música como vehículo de acercamiento a Dios.

    Éxtasis religioso y experiencias místicas

    El éxtasis religioso es permisible cuando resulta de antecedentes sanos, pero estas experiencias son más frecuentemente consecuencia de influencias puramente emocionales más bien que manifestaciones de un carácter espiritual profundo. Las personas religiosas no deben considerar todo presentimiento psicológico vívido y toda experiencia emocional intensa como una revelación divina ni como una comunicación espiritual. El éxtasis espiritual genuino generalmente se asocia con una gran calma exterior y con un control emocional casi perfecto. Pero la verdadera visión profética es un presentimiento súper-psicológico. Estas visitaciones no son pseudoalucinaciones, ni tampoco éxtasis del tipo del trance.  La mente humana puede funcionar en respuesta a la así llamada inspiración cuando es sensible a las sublevaciones del subconsciente o al estímulo del súper consciente. En cualquiera de estos dos casos el individuo tiene la impresión de que estos aumentos del contenido de la conciencia son más o menos ajenos. El entusiasmo místico sin frenos y el éxtasis religioso desencadenado no son credenciales de la inspiración, supuestamente credenciales divinas.

    El éxtasis sería un acto de inspiración, y no de posesión. Es un acto de inspiración voluntario y deliberadamente inducido a través de una serie de técnicas.

    Chamanismo

    El chamanismo es un fenómeno poco conocido, cuyo origen se encuentra en los albores de la humanidad. El chamanismo, es una técnica arcaica del éxtasis y de la mística, también "religiosa" en el sentido profundo del término, libre de todo sectarismo religioso. El chamán tiene la capacidad de entrar en un estado expandido de conciencia y el de poder "viajar" para adquirir conocimiento propio o recabar información del diagnóstico y tratamiento del enfermo. Cuando el chamán recibe la "iluminación", siente que una luz especial, no física, emana de su cuerpo. Es la misma luminiscencia de la que hablan los místicos. Lo esencial de este estado es que tiene diversos grados de elevación, en donde la persona puede variar entre el ser consciente o inconsciente de la experiencia. El chamán entra en éxtasis en su trabajo y lo sacraliza. Explora las dimensiones trans-personales y el encuentro con el espíritu.

    La música y la danza como expresiones de la fe

    Ha habido grandes discusiones entre los teólogos acerca de la legitimidad de la música y la danza considerada como ejercicios religiosos. Sin embargo, las podemos emplear como un vehículo capaz de alterar la conciencia y de esta forma acercarnos a la creencia mística.

    Llegamos así al uso puramente religioso de la música y la danza: como es el caso de los sufíes, quienes de esta manera despiertan en su interior un amor aún mayor hacia Dios y por medio de la música a menudo obtienen visiones espirituales y éxtasis. Su corazón en esta situación se vuelve tan limpio como la plata en la llama de un horno, y alcanza un grado de pureza que nunca podría obtener por la mera austeridad externa. El sufí se vuelve entonces tan agudamente consciente de su relación con el mundo espiritual que pierde toda conciencia de este mundo y a menudo cae sin sentido. Con esto el autor quiere decir que los verdaderos deleites de la religión no se pueden alcanzar por medio de la instrucción formal, sino por una atracción y un deseo sentidos. Se dice de algunos adeptos que llegan a alcanzar tal grado de éxtasis que se pierden en Dios. Tal fue el caso del Jeque Abul Hassan Nuri, el cual, al oír un determinado verso cayó en estado de éxtasis y, al llegar a un campo lleno de tallos de cañas de azúcar recién cortadas, corrió por él hasta que sus pies quedaron heridos y sangrantes, y poco después expiraba.

    En resumen

    La fe es un concepto natural manipulado a través de la contingencia social bajo la cual éste se insertó. Dependiendo de las características personales que distingan al aparato mental; esquemas cognitivos, integración del ego, rasgos de la personalidad, mecanismos defensivos y el tipo de relación vincular que se desarrolle, un sujeto estará más o menos propenso para funcionar bajo una determinada creencia. La fe, si bien es un concepto con bases afectivas y emotivas muy fuertes, también se fundamenta por una serie de procesos cognitivos tales como son la percepción, conciencia, imaginación, lenguaje, semántica y pensamiento. Una creencia se puede traducir a través de un raciocinio explícito o implícito. Por ejemplo la fe se puede ramificar y "materializar", socializar, y por ende traspasar a través de su concepción insertada en una religión, un sistema astral, los horóscopos y la teología. Así un pensamiento implícito y natural, adquiere un carácter formal y operacional. Incluso se puede traducir en proposiciones y en imágenes, insertándose así en todo nivel social. Pensemos en todas las imágenes religiosas, chapitas, anillitos, pulseras, calendarios, cuadros y artefactos que perfilan la efigie de un santo salvador. Si no lo comprenden, den una vuelta por el centro de una ciudad y descubrirán como un selecto grupo de vendedores ambulantes llenan la cazuela con el precio que la buena fe esté dispuesto a desbancar. Por otro lado tenemos los periódicos atiborrados de anuncios con trabajos "milagrosos", santerías, hechizos, limpiezas del alma, uniones amorosas y curas enigmáticas que son reflejo de la fe concedida a la creencia popular y de que hay cogniciones humanas que las sustentan.

    La fe, las coincidencias, las simetrías y la voluntad inflexible del espíritu humano, son módulos natos integrados en nuestras mentes, e imposibles de erradicar por el pensamiento del escéptico.

    Por esa razón, cuando se sienten desesperados, tantos, creyendo a veces, ser poseídos por los que conocen de la magia; se protegen de ellos, con el uso de relicarios tan poderosos como son inocentes — Chacun son gôut.

    Bibliografía

    Suministrada por solicitud.

     

     

    Autor:

    Dr. Félix E. F. Larocca