El narcisismo patológico desde el punto de vista ecosistémico se lo puede descubrir bajo la forma de los llamados por Bateson "propósitos conscientes" que son aquellos en los que, y "con la más pura de las intenciones conscientes", se cometen graves acciones destructivas en sistemas más amplios que el individual, provocándose así repercusiones incontrolables. Es en este sentido como en ocasiones para nuestra "comodidad", "progreso" y "bienestar", luchamos contra el ambiente y al derrotarlo, nos estamos destruyendo. (Bateson, 1972).
Para alcanzar la verdadera comprensión trascendente de nuestra inclusión en el ecosistema es necesario tomar conciencia de la insignificancia de nuestro Yo frente a la magnitud de dicho ecosistema. Esta configuraría parte de una "injuria narcisista básica", que pondría en crisis nuestra creencia egoísta de lo particular de nuestro propio yo, pero que, a su vez, sería el modo indispensable para que el hombre se incluyera culturalmente de una manera más plena y menos destructiva en todo lo que lo rodea.
Una buena autoestima, como expresión libidinal de la función narcisista[30]debería realzar la importancia de todas aquellas actividades que incluyeran metas y ambiciones que se hallaran al servicio del desarrollo del sujeto y al enriquecimiento de aquellos objetos que lo rodean, sobre todo las orientadas al engrandecimiento de los vínculos objetales que no se encuentran destinados al servicio del propio Self. En este último caso englobamos a aquellos sujetos que "dan todo por sus hijos", o por su familia o por su grupo de pertenencia, donde a través de una magnanimidad supuesta, se encubre el impulso egoísta de volver a recibir de acuerdo a lo invertido en dichos objetos.
Muchos de los supuestos "benefactores" que aparecen en las redes de intercambio social, en ocasiones esconden tendencias de grandiosidad y exhibicionismo, subyacentes a sus obras de bien.
Un adecuado sentimiento de amor propio y del propio valor, permitiría al individuo renunciar a sus motivos narcisistas patológicos, en la organización de su conducta y de sus relaciones, donde el equilibrio de los vasos comunicantes estuviera dado por una adecuada proporción entre la dedicación orientada hacia los objetos y la destinada al propio yo, o sea entre la investidura narcisista y la objetal. La distinción entre el narcisismo sano y el patológico estaría dada por el grado de éxito logrado en el armonioso desarrollo y enriquecimiento del sí – mismo, comprometido emocionalmente con la misma meta, en lo que respecta a su ecosistema.
Pensamos que la patología narcisista, en nuestra época, también se la puede adscribir a la falta de figuras relevantes que encarnen un Ideal para el Yo[31]lo cual alteraría el equilibrio libidinal, hundiendo al hombre en un "estancamiento narcisista" que lo mantendría sin encontrar la salida de dicho narcisismo, por imposibilidad de dirigir sus catexias hacia un objeto que funcionara como fuente de enriquecimiento yoico, ayudándolo hacia su crecimiento, apuntando hacia el engrandecimiento de dicha instancia a través de posibilitarle cada vez mayores y más adecuados procesos sublimatorios.[32] En este estancamiento el sujeto queda atrapado en un narcisismo tanático[33]que rebaja y lesiona la autoestima, dado que el ideal del cual depende le impone una relación de sometimiento y de ausencia de posibilidades de trascendencia.
Este estancamiento narcisista también puede producirse por tomarse a sí mismo como objeto de amor, viendo en sí al ideal de perfección al que se aspira. Podemos interpretar que en dicha egolatría el sujeto queda varado en el lugar del ideal narcisista de sus padres, tratando de ser o tener aquello que ellos soñaron. Dentro de este vínculo endogámico, de una manera autosuficiente y sin necesidad de conquistar el amor del objeto, vive como en una especie de burbuja individualista, donde no hay realimentación posible por hallarse perturbados los vínculos enriquecedores con los otros. Dichos vínculos también son frecuentemente eludidos, porque al ser capaces de provocar frustración, angustia o miedo, lo llevarían al sujeto a poner en tela de juicio su propia omnipotencia.
Observamos en esta época una especie de formación reactiva al individualismo, por el cual se encubre este estancamiento narcisista con el hecho valorado socialmente, de entablar numerosos ligámenes, caracterizados en su mayoría por la superficialidad del vínculo afectivo que los sostiene, relaciones en las cuales los individuos "se llevan bien con todo el mundo" porque, en realidad, no le dan auténtica importancia, esencialmente, a nadie. Algunos autores se han referido a este fenómeno describiéndolo como la "época light".
Estos vínculos, que adquieren la categoría de elecciones narcisistas, se configuran sobre la base de que los objetos seleccionados representan cómo es el sujeto que los elige, cómo fue o cómo quisiera serlo, o también, como describe Freud para la elección femenina de amor, eligiendo a quien más satisface su autoestima. En este caso la elección no se hace por los atributos del objeto, sino porque convierte al individuo en un ideal que lo retrotrae a la antigua situación de "his majesty the baby".
También en la misma dirección de alteración narcisista, ubicamos las "personalidades como si" caracterizadas por contener en su estructuración identificaciones parciales y disociadas, que dan lugar a pseudoindentificaciones, características del mimetismo, merced a las cuales lo que fingen ser dichos individuos, es en realidad una vestidura vacía. Esta situación configura una difusión de la identidad (pseudoidentidad), donde falta un concepto integrado de sí y de los objetos totales, en relación con el sujeto, con manifiesta incapacidad para establecer adecuadas interacciones con los demás por falta de empatía emocional. (Spagnuolo, 1999).
Desde otra vertiente, y asimismo partiendo de Freud[34]podemos interpretar las afecciones tumorales como otra expresión de la patología narcisista, en las cuales se ha perdido el código ordenador del tejido al cual pertenece originalmente la célula tumoral, célula que inicia un derrotero individualista por el cual ella va a sobrevivir, pero haciendo peligrar la vida del hombre que la alberga. Esto en el lenguaje popular está representado por la expresión con la cual se denomina a un individuo como un "cáncer", cuando se pretende describir metafóricamente su tendencia a vivir del otro, o sin preocuparle el destino de aquellos que lo rodean.
En otros trabajos acerca del cáncer de mama, nos hemos ocupado más extensamente de la problemática de esta vicisitud de la relación objetal perturbada. (Spagnuolo, 1977, 1983, 1985). En dicha patología hemos interpretado, en términos del lenguaje de órganos, hechos como por ejemplo, la gran diferencia estadística de aparición de dicha patología, en mujeres que no han amamantado, de su ausencia en aquellas que lo han hecho con frecuencia. Desarrollamos en dichos trabajos una visión del vínculo de la lactación como un fenómeno mutuamente enriquecedor, donde interpretamos el dar de mamar como expresión de un "dar" mucho más abarcativo, símbolo del afecto que encarna a la magnanimidad y la aparición de la patología mamaria como una expresión somática de las alteraciones o vicisitudes que sufrió dicha entrega amorosa.[35]
En otra enfermedad muy actual, sobre todo en uno de los países más desarrollados del mundo, en Estados Unidos de Norteamérica, la hiperobesidad, también se estaría mostrando el aspecto de voraz acumulación narcisista de reservas energéticas que nunca serán utilizadas y que se vuelven contra el propio sujeto que la alberga.
También podemos interpretar esta alteración libidinal, en las frecuentes enfermedades por autoinmunidad en donde se ve atacada la propia identidad, como si fuera desconocida, evidenciando una alteración de lo que algunos autores consideraron el "narcisismo sano" o una falla del narcisismo primario, traicionando de esta manera la forma más primitiva del amor propio.
El hombre ante la amenaza de su derrumbe individualista, se halla enfrentado a la terrible dramática de pactar con su tendencia narcisista, trocando los vínculos de rivalidad por las vivencias de encuentro pleno con el otro, yendo más allá de los límites que le provee su narcisismo patológico para construir con el otro una realidad donde el bienestar consista en el logro del placer mutuo, gozando la oportunidad que nos da el otro de convertirnos en dadores.
No podemos hablar propiamente de un objetivo amoroso sin presuponer el reconocimiento de una básica e ineluctable insuficiencia narcisista, al modo de la elaboración de la posición depresiva kleiniana. Dicha vivencia de carencia o incompletud, guiaría al yo en la búsqueda del objeto que posibilitara, en cuanto diferente, el hallazgo de los aspectos que saciaran dicha falta.[36]
Si podemos hablar hoy en día de una psicosis social, sería a través de la imagen de sus individuos descatectizando sus vínculos con los otros y encerrándose en un acorazamiento narcisista, a fin de lograr metas que son meras prótesis de aquellas vivencias esenciales perdidas en un desarrollo defectuoso, donde fallaron las figuras magnánimas que lo habrían ayudado a configurar ideales dadores[37]Un narcisismo tanático presupone fuertes procesos desintegrativos y va dejando cada vez más sumido al sujeto sin la realimentación necesaria de su entorno, hasta terminar viviendo como en una perpetua autodestrucción, o en palabras de Angel Garma (1971) "cada cual ama o destruye a su prójimo como a sí mismo".
Deseamos concluir este trabajo con las palabras del poeta Khalil Gibran (1984), donde sentimos que se halla bellamente expresado el concepto de un dar magnánimo, producto del narcisismo maduro, que hemos intentado describir.
Un rico mercader se acercó al Profeta y preguntó "Maestro, ¿puedes hablarnos del dar?".
Y él contestó:
Dais muy poco cuando entregáis lo que es vuestro como patrimonio.
Cuando ofrecéis algo de vuestro interior es cuando realmente dais.
¿Qué son vuestras posesiones sino cosas que atesoráis por temor a necesitarlas mañana?.
¿Y que es el temor a la necesidad sino la necesidad misma?.
¿No es, en realidad, el miedo a la sed, cuando el manantial está lleno, la sed inextinguible?.
Hay quienes dan un poco de lo mucho que tienen, pero lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto daña sus regalos.
Y hay quienes tienen poco, pero todo lo dan.
Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca estará vacío.
Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su fortuna.
Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.
¿Y hay algo, acaso, que, de verdad puede guardarse?
Todo lo que tenéis será entregado algún día.
Dad, pues, ahora, que estáis en la estación de dar, que es vuestra y no de vuestros herederos.
Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mucho mejor entregar lo que no nos ha sido solicitado, comprendiendo.
Porque, a la verdad, es la vida, la que da a la vida, mientras que vosotros que os creéis dadores, no sois más que testigos…
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Autor:
Ana Spagnuolo de Iummato
[1] Este trabajo recibió el Premio Psiquiatría Dinámica “Dr.Celes Cárcamo”, en el 7º Congreso Internacional de Psiquiatría, de la Asociación Argentina de Psiquiatras. Buenos Aires, octubre de 2000.
[2] Del libro “Voces”, Ed. Hachette. Buenos Aires, 1978.
[3] “Muy difícil ha sido para mí el parto del narcisismo, y es lógico que hayan quedado en él los consiguientes rastros de deformación” (Freud en su carta a Karl Abraham, del 18 de marzo de 1914, en Sigmund Freud – Karl Abraham, Correspondance 1907 – 1926, París; Gallimard. 1969, pág. 171)
[4] Según el comentario de Strachey, Freud en una nota agregada en 1920 a Tres ensayos de teoría sexual, dice que se equivocó al afirmar en Introducción del narcisismo (1914) que el término “narcisismo” fue introducido por Näcke, y que debería haberlo atribuido a Havelock Ellis. Sin embargo, el mismo Ellis escribió posteriormente (1927) un breve artículo donde corrigió la corrección de Freud y sostuvo que, en verdad, la prioridad debía dividirse entre él y Näcke, explicando que el término fue usado por él como descripción de una actitud psicológica, y que Näcke lo introdujo para describir una perversión sexual. (Freud, 1914).
[5] “Hijo del dios Cefiso, protector del río del mismo nombre, y de la ninfa Liríope, Narciso era de una belleza inigualada. Se atrajo el amor de más de una ninfa, entre ellas Eco, a la que rechazó. Desesperada, ésta cayó enferma y le imploró a la diosa Némesis que la vengara. En el curso de una partida de caza, el joven hizo un alto cerca de una fuente de agua clara: fascinado por su propio reflejo, Narciso creyó ver otro ser y, en pleno estupor, no pudo ya desprender su mirada de ese rostro que era el suyo. Enamorado de sí mismo, Narciso hundió entonces los brazos en el agua para estrechar esa imagen que no cesaba de sustraerse. Torturado por ese deseo imposible, lloró y terminó por tomar conciencia de que el objeto de su amor era él mismo. Quiso entonces separarse de su persona, y se golpeó hasta sangrar antes de decirle adiós al espejo fatal y entregar el alma. En signo de duelo, sus hermanas, las Náyades y las Dríadas, se cortaron los cabellos. Al querer cremar el cuerpo de Narciso en una hoguera, comprobaron que se había transformado en una flor”. (Roudinesco, 1998).
[6] “Esta muerte –interpreta Miller – es una consecuencia lógica de la fijación en el falso Yo. Pues no son sólo los sentimientos “bellos”, “buenos” y complacientes los que nos permiten estar vivos, dan profundidad a nuestra existencia y nos proporcionan ideas decisivas, sino a menudo aquellos que nos resultan incómodos e inadecuados, precisamente aquellos que preferiríamos evitar: impotencia, vergüenza, envidia, celos, confusión, rabia y duelo. En el espacio de la terapia, estos sentimientos pueden ser vividos, comprendidos y ordenados. En este sentido, dicho espacio constituye un espejo del mundo interior, que resulta mucho más rico que el “rostro hermoso”. Narciso está enamorado de su imagen idealizada, pero ni el Narciso grandioso ni el depresivo pueden amarse realmente. Su entusiasmo por su respectivo falso Yo les imposibilita no sólo el amor al otro, sino también, pese a todas las apariencias, el amor por la única persona que les ha sido confiada por entero: ellos mismos”. (Miller, 1994).
[7] El subrayado es nuestro.
[8] Freud reconoce que la ubicación de un narcisismo primario acarrea numerosas dificultades dado que no es fácilmente observable. En forma de observación indirecta destaca la admiración parental por “his majesty the baby” como una manifestación del narcisismo primario abandonado de los progenitores, en cuyo lugar se ha constituido progresivamente su ideal del yo. Entendemos que para la constitución de este estadio, que organice el anárquico universo autoerótico, el mecanismo básico lo constituye la identificación primaria, fundante del yo inicial. Es evidente que sublimación e identificación son las formas de transformación de la libido erótica en libido del yo.
[9] “El estado de enamoramiento se nos aparece como la fase superior de desarrollo que alcanza la segunda; lo concebimos como una resignación de la personalidad propia a favor de la investidura de objeto y discernimos su opuesto en la fantasía (o percepción de sí mismo) de “fin del mundo” de los paranoicos. En definitiva concluimos, respecto de la diferenciación de las energías psíquicas, que al comienzo están juntas en el estado del narcisismo y son indiscernibles para nuestro análisis grueso, y sólo con la investidura de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las pulsiones yoicas”. (Freud, 1914)
[10] “La sublimación es un proceso que atañe a la libido de objeto y consiste en que la pulsión se lanza a otra meta, distante de la satisfacción sexual; el acento recae entonces en la desviación respecto a lo sexual. La idealización es un proceso que envuelve al objeto; sin variar de naturaleza, este es engrandecido y realzado psíquicamente. La idealización es posible tanto en el campo de la libido yoico cuanto en el de la libido de objeto. Por ejemplo, la sobrestimación sexual del objeto es una idealización de este. Y entonces, puesto que la sublimación describe algo que sucede con la pulsión, y la idealización algo que sucede con el objeto, es preciso distinguirlas en el plano conceptual. La formación de un ideal del yo se confunde a menudo con la sublimación de la pulsión. Que alguien haya trocado su narcisismo por la veneración de un elevado ideal del yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus pulsiones libidinosas”. (Freud, 1914)
[11] Con respecto a la autoestima, Fenichel (1964) nos dice “la primera satisfacción proporcionada por el mundo externo, el suministro de alimento, constituye al mismo tiempo el primer regulador de la autoestima”. Más adelante, en la evolución, el alimento es reemplazado por pruebas de amor y entonces “el niño pierde autoestima cuando pierde amor y la logra cuando recupera amor. Posteriormente se diferencian las necesidades narcisísticas de las sexuales. Las necesidades sexuales se desarrollan en la relación con los objetos, las narcisísticas en la relación entre el yo y el superyó. Todo sentimiento de culpa hace decrecer la autoestima, todo ideal que se cumple, la eleva”
[12] Según Laplanche (1970), en este texto de introducción del narcisismo, es preciso introducir una distinción entre las pulsiones del yo y la libido del yo. Las pulsiones del yo, aquí y hasta 1920, designan a las grandes funciones vitales cuya finalidad es la autoconservación del individuo biológico. Se las opone constantemente, en un profundo dualismo, como pulsión de autoconservación no sexual, a la pulsión sexual. Si se retiene el hecho de que, por el contrario, la libido designa a la pulsión sexual bajo su aspecto energético, se verá que la libido del yo se sitúa en el otro extremo del dualismo, designando una catectización sexual del objeto – yo por oposición a la “libido de objeto” en la que la sexualidad se catectiza en el exterior. En el primer caso, por consiguiente, se trata de una denominación de la pulsión por su fin o por su esencia: pulsiones de autoconservación o del yo por una parte y pulsión sexual por la otra; en el segundo, en cambio, toda diferenciación recae sobre el objeto dentro del mismo grupo de pulsiones: las pulsiones sexuales o libido…. entonces, ¿cómo explicar a pesar de todo esta ambigüedad suscitada por una denominación común y en cierto modo paralela: pulsiones del yo, libido del yo? Lo intentamos a través de la idea del pasaje del yo individuo biológico – tal como aparece precisamente en el “origen de las pulsiones del yo” – al yo instancia que puede ser objeto de la “libido del yo” y relevo en el trayecto que esta recorre: He aquí toda la problemática de la derivación del yo psicoanalítico”.
[13] “De la historia del desarrollo de la libido de objeto, tendríamos que recordar que muchas pulsiones sexuales se satisfacen al comienzo en el cuerpo propio (decimos que se satisfacen de manera autoerótica, y que esta capacidad para el autoerotismo es la base que permite el retraso de la sexualidad en el procesode educarse en el principio de realidad. Por tanto, el autoerotismo era la práctica sexual del estadio narcisista de colocación de la libido” (Freud, 1916)
[14] El narcisismo primario es un estado absoluto que representa el límite de lo que se puede concebir como forma de inexcitabilidad total, dado que el principio de quiescencia postulado por dicho estado, tiene como objetivo esencial la abolición de todas las tensiones (principio de Nirvana). El principio de constancia, en cambio, que constituye una función secundaria, tiende a mantener el sistema con el mínimo de carga posible. Posteriormente Freud en Más allá del principio del placer (1920) asigna carácter primario al principio de constancia, del cual hará derivar el principio del placer y carácter secundario al principio de realidad. Para Green el narcisismo primario, que no es un estado sino una estructura, “es Deseo del Uno, aspiración a una totalidad autosuficiente e inmortal cuya condición es el autoengendramiento, muerte y negación de la muerte a la vez”. (Green, 1970). Freud consideró también entre las experiencias devenidas del narcisismo primario, el sentimiento oceánico y el anhelo de unión con Dios o con el universo.
[15] Como bien se comprende, lo opuesto del egoísmo, el altruismo, no coincide con la investidura libidinosa de objeto; se separa de esta porque faltan en él las aspiraciones a la satisfacción sexual. Empero en el enamoramiento pleno el altruismo coincide con la investidura libidinosa de objeto. El objeto sexual atrae sobre sí, por regla general, una parte del narcisismo del yo, lo que se hace notable en la llamada “sobrestimación sexual” del objeto. Si en cambio se produce la trasmisión altruista del egoísmo al objeto sexual, este cobra máximo poder; por así decir, deglute al yo. (Freud, 1916)
[16] “Cuando el yo cobra los rasgos del objeto, por así decir se impone él mismo al ello como objeto de amor, busca repararle su pérdida diciéndole: “Mira, puedes amarme también al mí; soy tan parecido al objeto…” (Freud, 1923).
[17] Para tratar de delimitar el concepto de yo que subyace al narcisismo y al autoerotismo, recordamos que Freud los diferencia por el hecho que en este último no está constituido el yo, y se necesita de un “nuevo acto psíquico que le posibilite al individuo una representación unificada de sí mismo como objeto amoroso.
[18] En la discusión acerca de si el narcisismo primario es objetal o anobjetal coincidimos plenamente con el desarrollo de Bleichmar (1976) donde afirma que el narcisismo primario es objetal desde el punto de vista de la situación estructurante en que se constituye el yo, situación en la que no hay un yo preexistente al encuentro con el objeto, sino que aquél se construye precisamente en ese encuentro. Pero desde la vivencia del sujeto, o sea cómo experiencia éste la existencia del objeto, hay dos creencias ilusorias: 1) la creencia en la no existencia del objeto, por tomar como representación de sí, como Yo, lo que es representación de un objeto no reconocido como tal y, 2) la creencia en la existencia de otro cuando en realidad uno está frente a su propia imagen, tal como describe el mito de Narciso o como realiza Freud el análisis de la elección homosexual, donde el sujeto vive en su conciencia como si él y el otro fueran dos objetos separados y diferentes, pero en cuanto a los rasgos que determinaron esa elección narcisista hay una representación inconsciente – la de su propio yo – que es vista y amada en el otro.
[19] Freud reúne bajo el significado del término narcisismo a tres fenómenos: a) un tipo de elección objetal; b) un modo de relación objetal y c) la autoestima. En Introducción del narcisismo (1914) ha utilizado dicho término para 4 situaciones distintas: 1) para una perversión sexual; 2) para un estadio del normal desarrollo sexual libidinal; 3) para una característica de la esquizofrenia, en la cual la libido sería retirada del mundo externo y recaería sobre el sujeto y 4) para un tipo de elección del objeto amoroso en la cual el objeto sería elegido en tanto representa aquello que el sujeto es o desearía ser .El estudio del narcisismo induce a Freud a presuponer la existencia de una fase de la evolución psicosexual intermedia entre el autoerotismo y el amor por el objeto. Con la segunda teoría del aparato psíquico, Freud contrapone un primer estadio narcisista, anobjetal, a la relación de objeto. El narcisismo desde dicha concepción, parece caracterizarse por una total ausencia de relación con el ambiente.
[20] La educación, que impone una renuncia a esos placeres, expone el narcisismo del niño a una severa frustración. Cuando las condiciones son óptimas el niño se identifica con la demanda de los educadores y se siente orgulloso de su adquisición. La gratificación original es reemplazada, entonces, por la gratificación del logro de "ser bueno" ante la estimación de sus padres. No todos los niños obtienen ese éxito y tratan, entonces, de alcanzar compensaciones detrás de las cuales se oculta la obstinación y el deseo de aferrarse al primitivo derecho a la autodeterminación. Muchos niños y adultos que sobresalen por su bondad y obediencia esconden fuertes impulsos rebeldes subyacentes, fundados en el hecho de haber sido obligados, desde la infancia, a someterse al control de los adultos. Si la limpieza se le exige precozmente, el niño adquirirá el hábito a través del temor, pero su resistencia interior permanecerá, y puede resultar de ello una perturbación en la capacidad de amar (Abraham, 1921).
[21] Es de destacar el aporte de Béla Grunberger quien considera al narcisismo como una instancia psíquica de igual importancia que las instancias freudianas de la segunda tópica. Oponiéndose a esta concepción, Melanie Klein, plantea su rechazo, al postular la existencia primera de las relaciones objetales, a la idea del narcisismo primario, así como la de un estadio narcisista, y sólo considera los estados narcisistas como resultado de las retracciones libidinales que se producen sobre objetos interiorizados.
[22] Según nos aclaran los autores (1999), Freud propuso la idea de que el niño pasa en el comienzo de su vida por una fase de narcisismo primario en el cual los objetos externos no son reconocidos como tales. Poco tiempo después el bebé es capaz de percibir a su madre como objeto satisfactor; como su relación con ella se canaliza en gran medida a través del acto de mamar, esto produce como consecuencia que se catectice la zona oral. Así se produce el desarrollo pulsional del ser humano, a lo largo del cual distintas zonas corporales van adquiriendo prioridad como zonas erógenas. El narcisismo primario es reemplazado por la libido objetal. Sólo en circunstancias patológicas hay una regresión a ese estadio anobjetal del desarrollo.
[23] El narcisismo para Kohut no excluye la relación objetal: se puede necesitar del objeto y de sus cuidados lo cual no quiere significar que lo ama.
[24] Para Hugo Mayer (1989) el narcisismo normal es equivalente de lo que diversos autores han llamado también erótico, libidinal o de vida… y el narcisismo patológico corresponde al narcisismo especular que es potencial o manifiestamente tanático. Este autor recuerda que Green propone que al narcisismo positivo se le debe aunar su doble invertido que llama narcisismo negativo, que se halla dominado por el principio de Nirvana, representante de las pulsiones de muerte, y que tiende al rebajamiento de la libido al nivel cero, aspirando a la muerte psíquica. Mayer subraya la íntima conexión entre el narcisismo patológico y la com-pulsión de muerte derivada de la interiorización de los sentimientos filicidas parentales.
[25] Según nos aclara Bleichmar (1976) el niño obtiene una imagen unificada de sí, a través de la visión que de él le devuelve el espejo, y la fantasía de cuerpo fragmentado resulta de un efecto retroactivo de tal representación unificada del cuerpo. Si tal representación unificada no existiera, nada podría entenderse como fragmentado, ya que la idea de fragmentado proviene del efecto de contraste con la representación unificada. El planteo recíproco también es cierto ya que si no se tiene la noción de fragmento, nada puede entenderse como entero y no se justificaría el saludo jubiloso de la imagen especular.
[26] En la fase del espejo pueden diferenciarse 3 etapas: 1) el niño percibe su reflejo en el espejo como si fuera un ser real que trata de aprehender; 2) la imagen reflejada es diferenciada de un ser real y el niño no trata de aferrarla; 3) el niño reconoce que el reflejo del espejo es una imagen y que la imagen reflejada es suya. El niño a través de esta dialéctica entre el ser y la apariencia, alcanzaría la identidad. La identificación primitiva de la fase del espejo sería la raíz de las identificaciones posteriores. (Palmier, 1971).
[27] Articulada con la teoría lacaniana que reconoce la existencia del narcisismo primario incluso antes del estadio del espejo, la reflexión de Françoise Dolto ubica las raíces del narcisismo en el momento de la experiencia privilegiada constituida por las palabras maternas más centradas en la satisfacción de deseos que en la respuesta a necesidades.
[28] Entre los autores que la han denominado de esta forma, podemos citar a Christopher Lasch que se ocupa profundamente del tema en su libro “La cultura del narcisismo”, Bompiani. Milano. 1981.
[29] Es actualmente llamativa la falta de inclusión de las personas en las redes de cooperación social, así como nos resulta paradojal, que la situación de ayuda al prójimo que debería constituir un verdadero placer objetal, figure como “castigo” ante determinados delitos, donde se incluye en la pena, el “trabajo comunitario”.
[30] En nuestro medio, fue Gilda Sabsay de Foks quien postuló para la actividad narcisista, el término de función, planteando que esta función puede ser libidinosa o tanática. Si es libidinosa se transforma en estructurante para el yo. Dicha autora considera que sólo si hay autoconsideración o autoestima es posible la emergencia, el desarrollo y el enriquecimiento de la maduración yoica. Se trata de una función multideterminada, que proviene de una estructura narcisista que, por lo tanto, es estructurante de la función, pero a su vez, esta función es estructurante del yo. En dicha función tienen un papel de importancia los componentes heredados que, a través del Ello, pasan a formar parte de ella. (Sabsay de Foks, 1974)
[31] La formación del Ideal del Yo también ha sufrido una evolución en el pensamiento freudiano ya que en un principio (1914) lo describe como una formación intrapsíquica que constituye un residuo del narcisismo primitivo perdido; posteriormente (1923) utiliza el término “superyó” como sinónimo de “ideal del yo”. Luego en 1932, el superyó aparece como una estructura que engloba las funciones de autoobservación, conciencia moral e ideal.
[32] En esta dirección, sabemos que Freud (1914) define al narcisismo primario como aquel estado particular en el cual una magnitud de libido proveniente del ello carga al yo, que describe Freud como “ante todo un yo corporal” (1923). El narcisismo secundario surge mediante la asimilación de los objetos en el yo, que provoca la retracción sobre éste de las cargas libidinosas dirigidas hacia esos objetos. “Los psicoanalistas hablan de un narcisismo primario, o bien secundario. Si bien no existe un absoluto acuerdo acerca del uso de estas expresiones, se admite por lo general que el narcisismo primario designaría todos los revestimientos libidinales anteriores al revestimiento de un objeto en el pleno sentido del término (y, por tanto, ya que el revestimiento objetal en su pleno sentido no aparece sino con el Edipo, a todos los revestimientos pre-edípicos). El narcisismo secundario sería aquel en el que un sujeto, tras haber revestido a un objeto, retiraría este revestimiento del objeto, no para revestir con la libido liberada a otro objeto (como aquel que cambia de pareja o de objeto amoroso), sino para dirigirla sobre el propio sujeto. (De Waelhens, 1973)
[33] Diferenciamos el narcisismo tanático del sadomasoquismo, a partir de que en este último se puede ver una relación con el objeto externo (aunque sea un objeto de elección narcisista) y se observa una necesidad de sufrimiento o de agresión, como modos de lograr el goce. En cambio el narcisismo tanático, se hallaría más cercano a situaciones desintegrativas, con alto dosaje de desesperanza, que acercan el sujeto a lo inanimado.
[34] En Más allá del principio del placer, Freud (1920), afirma que las células germinales se comportan de un modo “narcisista”, porque tienen necesidad de la actividad de sus pulsiones de vida para sí mismas, en calidad de reserva, con miras a su posterior actividad de grandiosa dimensión anabólica. Agrega un año más tarde, en la misma obra, que tal vez habría que declarar narcisistas, en ese mismo sentido, a las células de los neoplasmas malignos, dado que la patología esta preparada para considerar congénitos sus gérmenes y atribuir a ellos cualidades embrionales.
[35] Clínicamente y por disección, se observa a menudo un notable grado de estancación láctea en el cáncer de mama, los conductos distendidos con secreción espesada faltan rara vez en la mama limítrofe al carcinoma y frecuentemente se halla esta estancación tan sólo en la zona que conduce a la neoplasia. (Ewing, 1948)
[36] Podríamos describir esto con la metáfora de los vasos comunicantes en donde a mayor conciencia de la carencia y de la propia incompletud, mayor sería la necesidad y búsqueda del afecto del otro destinada a colmarla.
[37] “Si gracias al ´narcisismo de vida´ el yo procura alcanzar cohesión yoica, el ´narcisismo de muerte´ intenta reducir a cero las investiduras yoicas” (Green, 1983).
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