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Corrupción de los funcionarios públicos en el Perú (página 3)


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Cuando la crisis del orden social llega a extremos catastróficos, con una vertiginosa caída de los valores ético-morales y empobrecimiento de amplios sectores de la población, los individuos quedan expuestos a todo tipo de sufrimientos. La situación de exclusión social alcanza niveles dramáticos, la inseguridad y la incertidumbre hacen caer en una profunda desesperanza.

Esto puede provocar un derrumbamiento yoico que según la fortaleza del psiquismo de las personas, conducirá a distintos grados de desestructuración de la personalidad.

Factores sociales desfavorables pueden condicionar la vulnerabilidad de la personalidad, o bien, obrando sobre personalidades vulnerables, propiciar el desarrollo de cambios y trastornos de la personalidad, así como patología del eje ansiedad, pánico, depresión, manifestaciones psicosomáticas, suicidios.

Los efectos deletéreos son más intensos cuando impactan sobre sujetos que están atravesando crisis vitales, especialmente en la infancia y la adolescencia.

Factores Grupales y Socioculturales.

La Corrupción es un fenómeno social que se da en agrupaciones humanas en crisis, en las que se produce un abandono altamente generalizado de las normas e ideales que regulaban hasta entonces las conductas. Hay una pérdida de la cohesión social. Durkheim utilizó el término anomia para caracterizar estas situaciones sociales. El concepto fue reformulado posteriormente por Merton (4) y ha sido desarrollado en nuestro medio por el profesor Daniel Murguía.

Para Merton la realidad social comprende estructuras culturales y sociales. Las primeras corresponden a "la serie organizada de valores normativos que ordenan las conductas que son comunes a los miembros de una sociedad o grupo". La segunda indica " las normas institucionales que definen y regulan el modo aceptable de alcanzar aquellos objetivos." De modo que en una sociedad hay una relación entre las metas culturales que ofrece a sus individuos y los medios institucionalizados convencionales, o sea los permitidos, para alcanzarlas.

Una sociedad en la que pierden jerarquía los valores-metas, y en la que hay dificultad creciente para su obtención por medios convencionales legítimos, cae en situación de anomia. Estas situaciones pueden desencadenarse según dos tipos de mecanismos: anomias de privación, que se desarrollan en aquellas sociedades en donde se produce una dificultad progresiva para el logro de fines, y anomias de "éxito o de prosperidad", que devienen en un contexto social en el cual todo resulta fácil de alcanzar o resolver.

En las sociedades que sufren anomia de privación, las tensiones anímicas se experimentan en todos los sectores sociales y los individuos, agobiados por ellas, dejan de esforzarse para obtener éxitos por medios institucionalizados, y derivan hacia procedimientos no convencionales ni legítimos.

En las sociedades con anomia de prosperidad, las metas y expectativas son tan altas que no permiten a los individuos estar satisfechos con lo logrado, a sus integrantes siempre se les exige y ellos a su vez se exigen más.

Por otra parte, alcanzar con facilidad metas que en principio parecen casi imposibles deriva hacia un sentimiento de omnipotencia, que lleva a considerar que todo puede lograrse y a ignorar normas que regulan las motivaciones y los deseos.

Vemos entonces que por ambos caminos se llega a situaciones semejantes, en el sentido de pérdida de la cohesión social, aliada al incremento de conductas desviadas en relación con la laxitud de los principios rectores vigentes y con mayor aceptación de "esquemas genéricos" inapropiados e ilegítimos.

Un aspecto a señalar es la generalización que se produce, en estas situaciones, en lo que respecta al incremento de medios ilegítimos de consecución de logros.

En efecto, las conductas "exitosas" de ciertos sectores de la sociedad conducen a socavar la legitimidad de los medios convencionales, llevando a que las personas que resisten las presiones "anómicas" cedan, situación que favorece el desarrollo de un proceso dinámico sociocultural, que conduce al empeoramiento progresivo de la estructura normativa.

La desviación de la norma es cada vez más frecuente en todas las clases sociales, y muchas veces es coronada por el "éxito." La sociedad "anómica", en vez de castigar con la censura moral a los transgresores, los admira y premia por su "éxito." Tienden entonces a generalizarse los medios ilegítimos de logros de metas que a su vez devienen "norma".

La sociedad y los individuos se "psicopatizan." Tienden a surgir conductas psicopáticas elaboradoras de respuestas que, si bien apuntan a las mismas metas estimadas y aceptadas por el grupo, recurren para su logro a medios ilegítimos y proscriptos.

Se producen así situaciones sociales en las que se exalta el individualismo narcisista a un nivel casi adaptativo: el interés personal, el afán de poder, el éxito material desmedido, en perjuicio de otros valores. La pertenencia al colectivo aparece definida más por el éxito personal que por la participación y la contribución a la sociedad.

Se constituye una "cultura del narcisismo", un retorno al principio del placer, con una flexibilización del súper-yo que lleva a que los individuos busquen satisfacciones narcisistas por cualquier medio.

Esto tiene implicancias sobre la ética y la moral. Se tiende a pasar de una moral social regida por el bien común a una gobernada por el beneficio personal, que deriva fácilmente en corrupción. Esto puede observarse a todo nivel: en los dirigentes sociales, políticos, intelectuales y en el ciudadano común, impulsados por intereses, deseos de poder y ascenso social, que frecuentemente se deslizan hacia la corrupción, en todas sus formas conocidas.

Pasa a reinar la ley del "más vivo", del "todo vale", es decir un funcionamiento social perverso, transgresor. El Gobierno mismo puede dejar de ser el representante de la ley, si permite o tolera la impunidad y la corrupción.

Es lamentable decir que aquellos funcionarios que poseen un alto poder adquisitivo y una buena posición profesional así como un estatus y reconocimiento social se dediquen a la corrupción condición que es muy grave que existan personas que estén predispuestas a ser corruptos.

Se trata de lo que denominamos la personalidad narcisista y antisocial; el rasgo fundamental de un narcisista es el egocentrismo; es un patrón de lucimiento, y necesitan sentirse deslumbrados y sobrevalorando sus capacidades. En la personalidad antisocial se destaca en el individuo la insensibilidad emocional, una carencia de ética y un comportamiento basado en el engaño y la manipulación, sin remordimientos por las consecuencias de sus actos; son personas a las que les gusta el poder, suelen ser extrovertidas y atentas pero, todo pensando en su beneficio personal y conseguir lo que sea sin importar los medios. No quiere decir que todas las personas con estos trastornos sean corruptas, simplemente destaco el elevado riesgo que supone para una de estas personalidades enfrentarse a una situación propicia para caer en la tentación de la corrupción. La mayoría de las veces el acto corrupto empieza con la idea de cometerse una sola vez, pero si sale bien sirve como incentivo para continuar, como una adicción. Vivimos en una sociedad donde nos exigen muchísimos requisitos para acceder a puestos en empresas privadas (formación, eternas fases de entrevistas, desarrollo personal y mental).

Se concluye que los Funcionarios Públicos que poseen Rasgos de Personalidad que los inclina a los actos de corrupción son aquellos que poseen rasgos de intolerancia y tiranía y son impositivo y alienante; asimismo son personas ansiosas, frustradas, irritables-agresivo; exhibicionistas y temerarias.

También hemos podido detectar que los Funcionarios de la administración Pública cuyos rasgos de personalidad son calculadores, discretos, aventureros y "seguro" en sí mismo asimismo de rasgos suspicaz y exceptivo; porque tiene tendencia a realizar excepciones y rechazo a la normas de conducta.

Por último, los Funcionarios y servidores públicos con rasgos de personalidad sin valores, inconforme e indulgente así como flexible y tolerante al desorden y faltas; como son los utilitarios y no sentimentales, deferentes y cooperativo con descontrol de vida y de un pensamiento concreto son disposiciones hacia los actos de corrupción

Por todo lo expuesto es conveniente que se evalué más concienzudamente a los futuros funcionarios y servidores de la administración pública con una evaluación psicológica que permitan establecer si estos tienen propensión al delito o actos de corrupción; y que, se considere los rasgos de personalidad de aquellos postulantes al servicio civil público que tuvieran rasgos utilitarios, relajados y descontrolados de vida; debido a que, existe la necesidad que los altos funcionarios del estado asuman un liderazgo ético y estratégico para evitar actos de corrupción de los operadores judiciales.

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Autor:

Jesús Guillermo Montoya Ortlieb

 

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