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El Demonio en el Cristianismo


  1. El demonio según la Biblia y según los dirigentes de la secta católica
  2. Antecedentes judeo-cristianos relacionados con el demonio

Según la doctrina de la secta católica el alma humana tiene tres enemigos: el demonio, el mundo y la carne.

a) Con "el demonio" se hace referencia a "el tentador", el mismo personaje que habría tentado a Jesús en el desierto antes de comenzar su "vida pública", personaje que aparece igualmente en Job, dialogan-do con Jahvé acerca de la mayor o menor fidelidad del propio Job. El demonio –o los demonios, pues hay muchos- serían ángeles que se habrían rebelado contra dios y habrían sido derrotados y expulsados del Cielo por el ángel –o arcángel- Miguel y sus ejércitos, y enviados a la tierra –o al Infierno-. No obstante y a pesar de su derrota, seguirían manteniendo determinados privilegios, como el de pasearse por la tierra, introducirse en el cuerpo de determinadas personas, causándoles diversos sufrimientos e incluso la misma muerte, y tentándoles para que desobedecieran las leyes divinas y de este modo fueran condenados a su misma suerte, a sufrir el castigo del fuego eterno del Infierno.

El demonio según la Biblia y según los dirigentes de la secta católica

La jerarquía católica considera que, además del mundo y la carne, el demonio es un enemigo del alma, sin preocuparle lo más mínimo la contradicción que supone que su dios, considerado como infinitamente bueno, haya creado tales seres y les permita causar sufrimientos e incluso la misma muerte a los seres humanos en cuyos cuerpos consigan introducirse, al margen de la falta de sentido que hay en la doctrina según la cual una realidad no material –que no ocupa lugar alguno- se introduzca en un cuerpo material, y al margen de lo incomprensible que resulte que un ser no material pueda dañar un cuerpo material hasta provocar la muerte de su dueño, pues ¿cómo podría tocarlo o presionarlo o cortarlo si, por definición, lo material no puede tener ningún tipo de relación o contacto con aquello que no lo es –suponiendo la existencia de algo que no sea material-?

Antecedentes judeo-cristianos relacionados con el demonio

Por lo que se refiere a la historia o a los orígenes del demonio en la tradición judeo-cristiana resulta bastante paradójico que, aunque se habla de ellos en diversos pasajes del Antiguo Testamento, donde más se les nombra sea con muchísima diferencia en el Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios y en el Apocalipsis.

1) En el Antiguo Testamento, concretamente en Tobías, escrito hacia el año 200 a. C., aparece ya algún ejemplo de "posesión diabólica", como es el siguiente:

"Él le dijo:

-El corazón y el hígado del pez sirven para quemarlos ante un hombre o una mujer atormentados por el demonio o por un mal espíritu. Desaparecerá así de esa persona todo tormento y nunca volverá a él. La hiel se unta en los ojos de una persona que tenga manchas blancas en los ojos, luego se sopla sobre ellos y quedarán curados […] Cuando entres en la cámara nupcial, toma una parte del hígado del pez y su corazón y lo pones en las brasas del incienso. El olor se esparcirá, lo olerá el demonio y huirá para no volver ante ella nunca más"[1].

En este pasaje el endemoniado aparece al mismo tiempo como un enfermo cuya curación, equivalente a la expulsión del demonio, se produce mediante remedios naturales y sin que sea necesaria la intervención del dios de Israel o de un enviado suyo, remedio que en este caso funciona provocando un olor que resulta repugnante para el demonio.

Pero, en cuanto se considere que los demonios serían espíritus, resulta absolutamente ingenua e infantil la idea de que tuvieran olfato, que es un sentido relacionado con partículas materiales que estimulan dicho sentido provocando la sensación correspondiente.

El autor de este libro, a pesar de estar supuestamente inspirado por ¡el "Espíritu Santo"! –según los dirigentes de la secta católica-, habría sido más coherente si hubiese relacionado su "remedio natural" con una "enfermedad", conectada también con el mundo natural; pero la tendencia a la superstición y al mito le llevó a realizar esta extraña combinación por la que habla de un remedio natural pero relacionándolo con un efecto que nada tiene que ver con lo material y natural, sino con lo supuestamente sobrenatural, como es la huida, que no la expulsión, del inmaterial demonio ¡a causa del mal olor!

Pero, ¡¿desde cuándo el mal olor puede afectar a seres inmateriales, que no tienen sentidos como el del olfato, de forma que provocar su huida?!

Igualmente, en ese mismo libro el poder del demonio alcanza límites totalmente asombrosos, hasta el punto de que Dios permite a uno de ellos acabar con la vida de diversas personas, a pesar de lo absurda que resulte la idea de tal concesión a quien había castigado y expulsado del "Cielo". Y es asombroso igualmente que la predetermi-nación divina incluyese la muerte de ésas y de otras personas, muertes provocadas en este caso por el demonio Asmodeo. En efecto, se dice en Tobías:

"…Sara se había casado con siete hombres, pero el malvado demonio Asmodeo había dado muerte a los siete antes de que tuvieran relaciones con ella cumpliendo sus deberes hacia la esposa"[2].

2) Esta barbaridad se encuentra en la misma línea de otras supuestas actuaciones de "el maligno", como puede comprobarse en las diversas ocasiones en que éste se introduce en los cuerpos de diversas personas causándoles terribles sufrimientos. Así sucede especialmente en diversos pasajes de los evangelios de Marcos y de Mateo.

En efecto, el Nuevo Testamento enriquece el carácter mitológico del antiguo y contiene numerosos pasajes en los que se habla de estas posesiones diabólicas, pero con la importante diferencia de que ahora ya no serán los remedios naturales los que curen o consigan espantar al demonio sino que será la acción de Jesús la que obligará al demonio –o a los demonios, pues podría haber muchos-, a abandonar el cuerpo de la persona que esté o estén ocupando. No obstante, hay momentos en los que se sigue hablando de curaciones, lo cual es un adelanto en cuanto el autor del escrito correspondiente comprende de algún modo que se está enfrentando a una enfermedad.

Sin embargo, hay otras ocasiones en las que se habla sin más de una posesión diabólica y de una orden de Jesús obligando al demonio o a los demonios a abandonar el cuerpo de determinada persona. En este sentido pueden mencionarse diversos ejemplos, como los siguientes:

a) "El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él"[3].

b) "Mientras los ciegos se iban, le presentaron un hombre mudo poseído por un demonio. Jesús expulso al demonio y el mudo recobró el habla"[4].

c) "Había precisamente en la sinagoga un hombre con espíritu inmundo, que se puso a gritar:

-¿Qué tenemos nosotros que ver contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quién eres: el Santo de Dios!

Jesús lo increpó diciendo:

-¡Cállate y sal de ese hombre!

El espíritu inmundo lo retorció violentamente y, dando un fuerte alarido, salió de él"[5].

d) "Uno de entre la gente le contestó:

-Maestro, te he traído a mi hijo, pues tiene un espíritu que lo ha dejado mudo. Cada vez que se apodera de él, lo tira por tierra, y le hace echar espumarajos y rechinar los dientes hasta quedarse rígido.

[…]

Jesús, viendo que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu inmundo, diciéndole:

-Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas y no vuelvas a entrar en él.

Y el espíritu salió entre gritos y violentas convulsiones"[6].

e) "Jesús resucitó […] y se apareció a María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios"[7].

Este último pasaje es realmente sorprendente, pues María Magdalena había estado con Jesús durante mucho tiempo y hasta el mismo día de su muerte, y nunca había presentado ningún síntoma de estar endemoniada ni tampoco se menciona en ningún otro pasaje el momento en que Jesús la habría liberado de tales intrusos. Sin embargo, esta misma anécdota aparece reflejada también en Lucas[8]En cualquier caso, parece que quien escribió el evangelio atribuido a Marcos se entusiasmó excesivamente con el tema de los demonios, pues este evangelio es el que contiene más referencias a endemoniados –a diferencia del de Juan, que no tiene ni una sola-, pues los menciona en muchísimas más ocasiones que en todo el Antiguo Testamento, donde apenas en alguna ocasión –en Tobías- se menciona la existencia de endemoniados, aunque sí en diversas ocasiones la existencia del demonio.

f) "Entonces [Jesús] le preguntó:

-¿Cómo te llamas?

Él le respondió:

-Legión es mi nombre, porque somos muchos.

Y le rogaba insistentemente que no lo echara fuera de la región.

Había allí cerca una gran piara de cerdos, que estaban hozando al pie del monte, y los demonios rogaron a Jesús:

-Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.

Jesús se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron, entraron en los cerdos, y la piara se lanzó al lago desde lo alto del precipicio, y los cerdos, que eran unos dos mil, se ahogaron en el lago. Los porquerizos huyeron y lo contaron por la ciudad y por los caseríos…"[9].

Este pasaje tiene especial interés, aunque sólo sea como anécdota, para reflexionar un poco en el hecho de que en él se dice, en primer lugar, que la persona poseída no lo estaba por un solo demonio sino por ¡alrededor de dos mil! ya que fueron unos dos mil los cerdos que luego se precipitaron al lago y se ahogaron en él como consecuencia del sufrimiento que los demonios les produjeron. Alguien podría replicar que el hecho de que fueran dos mil demonios en lugar de uno sólo era irrelevante, ya que, al no ser materiales, no ocupaban espacio, por lo que igual hubieran podido instalarse dos millones. Pero a esta réplica se le podría responder que, si ya es absurdo que un solo demonio se instale en el cuerpo de un ser humano, causándole toda esa serie de males de que se habla, mucho más incomprensible y absurdo sería que el supuesto dios perfecto fuera tan sádico que permitiera que dos mil demonios se instalasen en el cuerpo de cualquiera, al margen del absurdo que supone que permita el acceso de uno solo. En segundo lugar, porque Jesús accede a la petición de los demonios de introducirse en aquellos dos mil cerdos después de haber sido expulsados del cuerpo de aquel hombre, pues, si el hombre no merecía semejante tormento, tampoco lo merecían aquellos cerdos, que para librarse del sufrimiento que les producían los demonios se vieron obligados a lanzarse por el precipicio, muriendo ahogados. En tercer lugar, porque además tampoco parece que Jesús tuviera consideración alguna por las enormes pérdidas económicas que debió de sufrir el dueño de los cerdos, pues dos mil cerdos son muchos cerdos, y en el citado pasaje no se dice para nada que Jesús resarciese de esa pérdida económica al dueño de los cerdos. Y, por último, que resulta ciertamente incomprensible que el dios de Israel, siendo los demonios sus mayores enemigos, tuviera con ellos la especial consideración de hacer caso de su petición en perjuicio de los cerdos, accediendo a que ocupasen los cuerpos de éstos, que acabaron perdiendo la vida, en lugar de enviarlos a cualquier otro sitio en el que no causaran daño a nadie.

En relación con estos últimos pasajes resulta evidentemente caprichoso y absurdo que el dios de Israel, habiendo condenado a los demonios, les permitiese vagar libremente e introducirse en los cuerpos de los hombres –lo cual es ridículo por la contradicción de que realidades inmateriales se ubiquen espacialmente como las realidades materiales y actúen sobre seres vivos causándoles graves sufrimientos. Además, es realmente chocante que en aquel tiempo y en aquella pequeña región de Israel hubiese tan gran número de endemoniados, mientras que ahora, con muchísima más población en el mundo, apenas se mencione la existencia de endemoniados o se hable de ellos en países o regiones sospechosamente dominados por la incultura y la superstición, donde los dirigentes de la secta católica se atreven a "investigar" la posible presencia del maligno en alguna persona incauta, aquejada de alguna enfermedad mental, para practicar en ella un exorcismo, poniendo en peligro la vida de esa persona por no haberla llevado a su debido tiempo a la consulta médica correspondiente.

g) Sin embargo, en bastantes otros casos se habla de expulsión del demonio y se identifica dicha expulsión con una "curación", lo cual parece indicar que en la mentalidad de la época, a pesar de la referencia al demonio, se considera al mismo tiempo que se enfrentan a una enfermedad –que podría haber sido provocada por el demonio- y que Jesús tiene la facultad de curarla. Veamos un ejemplo:

"Cuando el niño se acercaba, el demonio lo tiró por tierra y lo sacudió violentamente. Pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y se lo entregó a su padre"[10].

En este pasaje tiene interés remarcar que, a pesar de que en él se hable claramente de un niño endemoniado, al final se diga que Jesús "curó" al niño, tratando tal situación de manera correcta como una enfermedad –una "crisis epiléptica", se diría en la actualidad-, a pesar de que todavía la jerarquía católica siga afirmando la existencia de endemoniados, siga manteniendo la "orden menor" de "exorcista" y siga realizando exorcismos teatrales sin querer enterarse de que la epilepsia y otras enfermedades mentales nada tienen que ver con los supuestos demonios.

Además y al margen de los absurdos señalados, ¿qué sentido tendría que Jesús fuera por ahí expulsando demonios cuando su presencia en diversos cuerpos humanos habría sido predeterminada por él en cuanto se entendiese que Jesús era tan dios como su supuesto padre? Parece evidente que, tanto por esta cuestión como por las indicadas en otro apartado, quienes escribieron los evangelios no fueron precisamente coherentes a la hora de explicar la personalidad de Jesús ni, desde luego, por qué los demonios gozaban del extraño privilegio de introducirse en los cuerpos de ciertas personas, de atormentarlas e incluso de llegar a matarlas mientras que Jesús aparecía para remediar tales daños como si, suponiendo que fuera dios, no hubiera tenido suficiente poder como para evitar el sufrimiento producido sino sólo para impedir que siguiera produciéndose –y sólo en aquellos casos en los que el demonio no hubiera causado ya la muerte de la persona poseída por él-.

Es evidente que la creencia en la existencia de endemoniados procede de la existencia de enfermedades que tienen manifestaciones especialmente aparatosas, como sucede con las de carácter mental en general y con la epilepsia en particular, cuyas crisis se producen de manera muy dramática, con pérdida de la conciencia, convulsiones incontrolables, abundante salivación y otros síntomas, todas ellos muy impresionantes.

Por otra parte, tiene interés comprobar –como ya se ha podido ver- que en los Evangelios hay casos en los que al tiempo que se habla de una posesión diabólica, a continuación se habla de una curación, lo cual implica el reconocimiento más o menos confuso de que hablar de posesión diabólica es lo mismo que hablar de ese tipo especial de enfermedad. Así sucede, por ejemplo, en el siguiente pasaje:

"Y un hombre de entre la gente gritó:

-Maestro, por favor, mira a este hijo mío, que es el único que tengo; un espíritu se apodera de él y, de repente, le hace gritar y lo zarandea con violencia entre espumarajos, y a duras penas se marcha de él después de haberlo maltratado; he suplicado a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido.

Jesús respondió:

-¡Generación incrédula y perversa! […] Trae aquí a tu hijo.

Cuando el niño se acercaba, el demonio lo tiró por tierra y lo sacudió violentamente. Pero Jesús increpó al espíritu inmundo, curó al niño y se lo entregó a su padre"[11].

También aquí se hace equivaler, aunque sólo hasta cierto punto, el estar poseído por el demonio con tener una enfermedad o con ese mismo hecho más la consideración implícita de que el demonio sea el causante de dicha enfermedad; por ello, cuando se dice que Jesús "curó" al niño, se está diciendo de modo implícito que expulsó al demonio que le provocaba los sufrimientos correspondientes, y viceversa.

Que en la antigüedad la gente se asombrase ante lo impactante de tales crisis epilépticas o de otro tipo, y que las atribuyese a algo "sobrenatural" es comprensible precisamente por la falta de cultura y por el escaso desarrollo de la medicina en aquel momento. Pero que en la actualidad la jerarquía católica siga impulsando a que sus fieles continúen creyendo en semejante explicación insensata de tales enfermedades es el colmo del abuso de la ingenuidad y buena fe de esas personas sencillas, al margen de que los diversos ritos mágicos practicados por el "exorcista" correspondiente sean útiles como una herramienta más para embaucar a los incautos que pueden llegar a convencerse del poder de los exorcistas, los cuales, actuando en nombre de Jesús, pero también, a pesar de esta ayuda al parecer insuficiente, mediante una especie de encarnizada lucha, tanto espiritual como material, contra el demonio, pueden enfrentarse con éxito –o sin éxito- a Satanás o a cualquier otro supuesto demonio.

h) Donde las barbaridades se convierten en inefables en grado extremo es en Apocalipsis, donde el autor parece haber sido testigo directo de la batalla entre el ángel Miguel y Satanás, al frente de sus respectivos ejércitos, batalla en la que, como es lógico, triunfa el ejército de Miguel, y Satanás es expulsado del Cielo.

El autor de este libro se dejó llevar por el atractivo de una exposición tenebrosa y llena de aparentes símbolos enigmáticos o simple-mente absurdos, pues no supo o no quiso presentar un relato mínimamente racional, ya que para expulsar a Satanás del Cielo el dios judeo-cristiano no hubiera tenido necesidad alguna de aquella singular batalla, pues una simple decisión suya habría sido suficiente para derrotar y aniquilar al ángel que supuestamente se había rebelado contra él y a todo su ejército. Pero, al parecer, el autor de esta obra quiso dar mayor suspense y misterio a esta historieta y, por ello, está plagada de antropomorfismo al imaginar aquellos dos ejércitos en una lucha encarnizada, como si la derrota de Satanás hubiera podido suponer un esfuerzo especialmente agotador para Dios o para sus ángeles fieles.

Dice así el correspondiente pasaje:

"Se trabó entonces en el cielo una batalla: Miguel y sus ángeles entablaron combate contra el dragón. Lucharon encarnizadamente el dragón y sus ángeles, pero fueron derrotados y los arrojaron del cielo para siempre. Y el gran dragón, que es la antigua serpiente, que tiene por nombre Diablo y Satanás y anda seduciendo a todo el mundo, fue precipitado a la tierra junto con sus ángeles"[12].

Este pasaje es, además de infantil, ciertamente contradictorio en cuanto, por lo que se refiere al demonio o a los demonios, es un mito ingenuamente terrorífico pretender, por una parte, que Dios haya expulsado a los demonios del cielo a la tierra -o condenados al fuego eterno, según se dice en los Evangelios-, y, por otra, defender al mismo tiempo que les permite pasearse por el mundo tratando de embaucar, seducir y reclutar a seres humanos que les acompañen para engrosar las huestes infernales, o que les permite introducirse en el cuerpo de diversos hombres –o de otros animales– para causarles toda clase de sufrimientos físicos y psíquicos junto con la serie poderes que sigue concediendo a Satanás para causar daños a los hombres e incluso para conseguir que la mayor parte de la humanidad acate sus órdenes. En este sentido en el Apocalipsis se dicen muchas e inefables barbaridades, como, por ejemplo, la siguiente:

"La tierra entera corría fascinada tras la bestia. Entonces adoraron al dragón, porque había dado poder a la bestia y adoraron también a la bestia, diciendo:

-¿Quién hay como la bestia? ¿Quién es capaz de luchar contra ella?

Se le dio autorización para proferir palabras orgullosas y blasfemas, y poder actuar durante cuarenta y dos meses. Y así lo hizo: profirió blasfemias contra Dios, contra su nombre, contra su santuario y contra los que habitan en el cielo. También se le concedió hacer la guerra a los creyentes y vencerlos; y se le otorgó poder sobre las gentes de toda raza, pueblo, lengua y nación. Y todos los habitantes de la tierra, a excepción de aquellos que desde la creación del mundo están inscritos en el libro de la vida del Cordero degollado, le rendirán pleitesía"[13].

¿Qué sentido habría podido tener que el dios de los cristianos hubiese concedido a Satanás, su mayor enemigo, el poder de hacer la guerra a los creyentes y de vencerlos?

¿Qué sentido habría podido tener que ese dios concediese a Satanás poder sobre las gentes de toda raza, pueblo, lengua y nación?

Y finalmente, ¿qué sentido hubiera podido tener que Dios concediera a Satanás que "todos los habitantes de la tierra, a excepción de aquellos que desde la creación del mundo están inscritos en el libro de la vida del Cordero degollado [?], le rindieran pleitesía"?

Ante esta serie de barbaridades, los dirigentes de la secta católica probablemente dirían que nos encontramos ante un pasaje especialmente difícil de interpretar y de entender, pero que son nuestras propias limitaciones intelectuales las que nos impiden captar su significado auténtico, ¡inspirado, como la totalidad de la Biblia, por el "Espíritu Santo"! Pero esa respuesta sólo sería una forma de intentar esquivar la serie de contradicciones que en él se presentan, pues su contenido es perfectamente claro –en el sentido de claramente absurdo-, hasta el punto de que los dirigentes católicos han optado por suponerle un significado misterioso y oculto para las mentes humanas. Pero, suponiendo que así fuera, ¿qué finalidad tendría que el "Espíritu Santo" inspirase esa clase de pasajes, tan absurdos o tan incomprensibles?

En cualquier caso y a pesar de su carácter tan irracional, a la jerarquía católica le ha venido bien mantener esa superstición por motivos evidentes, como en especial el de tener dominados a sus fieles haciéndoles creer en el poder y en la presencia de "el maligno" y en el correspondiente poder de los "exorcistas" para vencer y expulsar a los demonios de un modo algo similar al que utilizan algunos padres cuando tratan de hacerse obedecer por sus hijos amenazándoles con "el hombre del saco" y con otros cuentos similares; en segundo lugar, porque la existencia de "exorcistas", que en determinadas ocasiones asisten a algún supuesto "endemoniado" con llamativos rituales mediante los que pretenden convencer a su pasmado público de que se están enfrentando con el demonio en una encarnizada lucha contribuye a diversificar las ceremonias teatrales introducidas por la jerarquía católica, abarcando así una mayor variedad de aspectos de la vida, además de los representados por los diversos rituales realizados en el interior de las iglesias, como misas, rosarios, viacrucis, funerales, comuniones, novenarios, o como las procesiones de Semana Santa o las de las fiestas locales, a fin de conseguir intensificar en sus fieles la creencia en el carácter trascendental e insustituible de sus servicios para encaminar a los fieles hacia su salvación; en tercer lugar, porque la jerarquía católica tiene cierta dificultad para cambiar sus doctrinas desde el momento en que en los propios evangelios aparecen los demonios y los endemoniados y, por ello, en cuanto tales "libros sagrados" representen "la palabra de Dios", sería realmente algo complicado negar el valor de estos pasajes utilizando el recurso tradicional de considerar que tal aparente doctrina era en realidad una metáfora que había que saber interpretar. Además, desde el momento en que los dirigentes católicos han instituido la orden menor de "exorcista" y toda una serie de sacerdotes "especialistas" en extraer demonios del cuerpo –como el de la conocida película El exorcista-, podría causar cierto escándalo en los "fieles" que, de pronto y en contra de una doctrina tradicional de tantos siglos, ahora la negasen y proclamasen que no había endemoniados sino sólo personas enfermas que debían ser tratadas de modo adecuado y no por ningún tipo de exorcismo, por lo que la propia orden menor de "exorcista" dejaría de tener sentido, y tal rectificación, después de tantos siglos de haber defendido la doctrina contraria, podría dañar algo más el escaso prestigio de la organización católica.

Pues, en efecto, la jerarquía católica, siguiendo las supuestas actuaciones de Jesús, según se narra en los evangelios, complementa esta ridícula doctrina sobre la "posesión diabólica" con la de la práctica de exorcismos, forma "cristiana" de hechicería que se corresponde con otras de religiones más antiguas e igualmente atrasadas.

Y así, por lo que se refiere a la doctrina de la llamada "posesión diabólica", la jerarquía católica ha sido fiel a la tradición de los evangelios, en los que, como se ha podido ver, se cuenta en diversos pasajes que Jesús habría ordenado al "maligno" abandonar el cuerpo de personas poseídas por él, y en donde se dice también que Jesús dio a sus apóstoles este mismo poder de expulsar demonios.

Por otra parte, resulta extraño –pero en sentido positivo- que en el evangelio de Juan no se hable en ningún momento de posesiones diabólicas ni, en consecuencia, de exorcismos por parte de Jesús. Quizá la explicación de esta ausencia se deba a que este último evangelio se escribió a finales del siglo I, y a que quien lo escribió –"Juan el Anciano", un cristiano de origen o formación griega- debió de tener una cultura bastante mayor que la de quienes escribieron los evangelios llamados "sinópticos".

i) Otro aspecto asombrosamente ridículo y absurdo, relacionado con el tema del demonio, es el que se refiere a las tentaciones de Jesús, narradas en los evangelios atribuidos a Mateo y a Lucas[14]en las que el demonio ofrece a Jesús toda clase de bienes con tal que éste le adore. Pero ¡¿qué sentido podría tener que el diablo, expulsado del Cielo, pudiera tentar a quien le había expulsado y era dueño y señor de todo lo que él tenía la estúpida osadía de ofrecerle?! ¡¿qué sentido podía tener que quien había sido vencido y condenado pretendiera tentar a su vencedor con bienes que éste ya poseía, siendo el demonio consciente de ello?! ¡¿qué sentido podía tener que Jesús se hubiese prestado a ese juego como si los propuestas de "el Tentador" pudieran tener para él algún valor?! ¿Acaso Jesús no era Dios y, por ello mismo, dueño absoluto de todo aquello que "el Maligno" pudiera ofrecerle? ¿Acaso lo había olvidado? ¿Acaso Jesús-Dios, que todo lo había predeterminado, había programado la ridícula comedia de que el diablo fuera al desierto a tentarle? ¿qué sentido podía tener que hubiera programado al demonio para que éste le tentase de ese modo tan ridículo? Esta anécdota es tan asombrosamente extravagante que su inclusión en los evangelios sólo admite como explicación la incultura y la estulticia de quienes la escribieron y las de quienes han llegado a darle algún crédito. La única explicación de la existencia de un pasaje como éste podría consistir en que quien confeccionó este relato tuviera una imaginación desbocada, que escribiera habiendo supuesto, con bastante acierto, que sus lectores tendrían una mentalidad tan similar a la suya que podrían creer semejantes estupideces, o que hubiese escrito este pasaje desde el supuesto asumido –presente en otros pasajes ya mencionados- de que Jesús no era un dios ni hijo de ningún dios, pues de ese modo, considerando a Jesús como un simple ser humano, con las limitaciones y necesidades de cualquier otro, las tentaciones del demonio hubieran podido ser menos absurdas.

En todos estos casos en los que se habla de endemoniados lo más asombroso es que el dios cristiano, siendo omnipotente y siendo el demonio –"un pobre diablo"- su mayor enemigo, no sólo consintiera sino que incluso hubiera programado que él y sus compinches se paseasen libremente por el mundo introduciéndose en diversos cuerpos humanos para causarles sufrimiento, teniendo que intervenir Jesús –o los "exorcistas" en los casos posteriores a Jesús- para lograr en nombre del dios cristiano que los demonios abandonasen los cuerpos poseídos por ellos.

Resulta ciertamente difícil asumir la doctrina de la predeterminación divina aplicada especialmente a casos como éste, en cuanto implica que el supuesto dios habría establecido desde la eternidad la existencia de los demonios, que éstos pudieran vagar libremente por el mundo, que pudieran introducirse en determinados cuerpos humanos para causarles sufrimientos y la misma muerte, y, finalmente, que en algunos casos los exorcistas pudieran intervenir increpando a los demonios "en el nombre de Dios" para conseguir liberar a los endemoniados de esos malignos inquilinos. Ciertamente, sería desconcertante y sorprendente que, por una parte, el dios judeo-cristiano hubiera pro-gramado a los demonios para que se introdujeran en diversos cuerpos humanos y que, por otra, Jesús o algún representante nombrado por la secta católica se tuvieran que dedicar a expulsar a esos demonios que, al fin y al cabo, estarían actuando de acuerdo con los planes establecidos por aquel mismo dios.

Por otra parte y como ya se ha comentado, es realmente imposible imaginar cómo esos "espíritus inmundos" podrían introducirse en cuerpos materiales causándoles sufrimientos, en cuanto, por definición, lo material y lo supuestamente inmaterial no pueden interactuar recíprocamente. Por ello, suponer que tales espíritus causaran daños en el estómago, en el hígado, en la cabeza, en los intestinos o dondequiera que pudieran introducirse [?] estaría en contradicción con el concepto de "espíritu" que, en cuanto supuestamente inmaterial, no podría "tocar" ni "dañar" para nada una realidad de carácter material, por lo que la idea de "posesión diabólica", junto con las aparatosas reacciones y sufrimientos físicos de las "personas poseídas", pertenece al tipo de supersticiones más ridículas que puedan haber ideado los inventores de religiones.

j) En relación con esta misma cuestión resulta igualmente contradictoria la absoluta enemistad entre el dios judeo-cristiano y Satanás con la conversación que supuestamente mantuvieron ambos como dos viejos amigos, respecto al carácter de la fidelidad de Job, y el permiso que Yahvé concedió a Satanás para poner a prueba dicha fidelidad, infligiendo a Job toda una serie de daños realmente insufribles. En efecto, en este sentido se dice en el pasaje correspondiente:

"Un día en que los hijos de Dios asistían a la audiencia del Señor, se presentó también entre ellos Satán.

Y el Señor preguntó a Satán:

-¿De dónde vienes?

Él respondió:

-De recorrer la tierra y darme una vuelta por ella.

El Señor le dijo:

-¿Te has fijado en mi siervo Job? No hay en la tierra nadie como él; es un hombre íntegro y recto que teme a Dios y se guarda del mal.

Dijo Satán:

-¿Crees que Job teme a Dios desinteresadamente? ¿Acaso no lo rodeas con tu protección, a él, a su familia y a sus propiedades? Bendices todo cuanto hace y sus rebaños llenan el país. Pero extiende tu mano y quítale todo lo que tiene. Verás cómo te maldice en tu propia cara.

El Señor le respondió:

-Puedes disponer de todos sus bienes, pero a él no lo toques."[15]

¿Cómo pudo darse tal conversación entre Dios y Satanás, hablando entre ellos con semejante familiaridad? ¿Acaso Satanás no era el "enemigo" de Dios? ¿Acaso no estaba castigado por él? Parece que, por el contrario, vivía la mar de feliz, gozando de libertad, "recorriendo la tierra y dándose una vuelta por ella", gozando del privilegio de una conversación amistosa con ese Dios terrible a quien ni siquiera el propio Moisés pudo mirar de frente, reuniéndose con él para hacer una apuesta sobre el grado de fidelidad de Job y contemplar a continuación el resultado de la serie de pruebas a las que Job fue sometido por el demonio con el permiso de Yahvé. Todo esto sólo tiene sentido viendo a Satanás como un amigo de Yahvé, lo cual está en contradicción con aquellos otros pasajes en los que se habla del demonio como de "el maligno", como el enemigo de Dios.

Además, aunque este pasaje es especialmente llamativo, no es el único en el que un demonio aparece dotado de un poder especial que alcanza no sólo a provocar sufrimientos físicos y psíquicos en aquéllos en quienes se introduce, tal como ya se ha visto, sino que incluso puede llegar a matar a determinadas personas o a seducir y lograr de este modo la condena de otras, como si el dios judeo-cristiano hubiera querido concederle esos absurdos "privilegios", o como si quienes escribieron pasajes como éstos lo hubieran hecho pensando acertadamente que ese juego de "buenos y malos" era especialmente útil para lograr que la narración resultase más atractiva, pues un relato en el que el malo carece de poder no provoca ningún suspense ni atención en el lector y pierde tanto interés como cualquier competición cuyo resultado se conoce de antemano.

k) El poder que Yahvé concede al demonio para dañar o incluso para matar a determinados hombres, queda ampliado no sólo en Apocalipsis sino también en Pablo de Tarso, quien dice además que su dios concede al demonio un poder embaucador, de modo que muchos crean en la mentira y en consecuencia sean condenados por ese dios por no haber creído en la verdad, a pesar de que su creencia en la mentira es una consecuencia del poder embaucador que ese dios habría concedido al demonio. Así lo escribe Pablo de Tarso en su carta 2 Tesalonicenses, donde dice:

"La aparición del impío, gracias al poder de Satanás vendrá acompañada de toda clase de milagros, señales y prodigios engañosos. Y con toda su carga de maldad seducirá a los que están en vías de perdición, por no haber amado la verdad que los habría salvado. Por eso Dios les envía un poder embaucador, de modo que crean en la mentira y se condenen todos los que en lugar de creer en la verdad, se complacen en la iniquidad"[16].

Y en un sentido similar, pero de un modo asombrosamente absurdo, según antes se ha podido ver, en Apocalipsis se habla de este mismo poder que el dios judeo-cristiano habría concedido a Satanás –la bestia- para seducir a la humanidad, para blasfemar contra ese mismo dios y para luchar contra los creyentes y vencerles, consiguiendo así su sometimiento[17]

De nuevo nos encontramos con otro absurdo: El hecho de que el propio dios cristiano conceda a Satanás, entre otros poderes, "el de luchar contra los creyentes y vencerles, consiguiendo así su sometimiento"[18].

l) La doctrina relacionada con el demonio tiene otras vertientes, como la que se relaciona con los pactos diabólicos, como el de tipo literario que dio lugar al mito de "Fausto", que inspiró a J. W. Goethe, y a autores anteriores, escribiendo una genial obra con ese mismo título; o como la brujería.

Ambas formas de relación con los supuestos demonios fueron aprovechadas por la jerarquía católica para sembrar el terror en la gente a manifestar cualquier punto de vista contrario a las interpretaciones doctrinales de dicha jerarquía o para obtener el pago de "limosnas" sustanciales ante la amenaza de ser quemado vivo en la hoguera, acusado y condenado por brujería.

Al procesado por asuntos relacionados con la brujería se le sometía a diversas "pruebas" (?) para llegar a saber si había realizado algún pacto con el diablo o algo similar. Así, por ejemplo, la "prueba del agua", por la que se introducía al acusado en un pozo, de manera que, si se hundía, se le consideraba inocente, mientras que si flotaba, se le consideraba culpable, Como consecuencia de esta prueba, quienes flotaban eran condenados a muerte, mientras que quienes se hundían… podían morir simplemente ahogados.

 

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

 

[1] Tob?as, 6:8-17.

[2] Tob?as, 3:8.

[3] Mateo, 1:23-27.

[4] Mateo, 9:32.

[5] Marcos, 1:23-26. En Lucas aparece un ejemplo muy similar al anterior, de forma que parece que uno de los evangelistas haya copiado su texto del otro. Se dice, en efecto, en este evangelio: ?Hab?a en la sinagoga un hombre pose?do por un demonio inmundo, que se puso a gritar con voz potente: -?Qu? tenemos nosotros que ver contigo, Jes?s de Nazaret? ?Has venido a destruirnos? Yo s? qui?n eres: el Santo de Dios. Jes?s le increp?, dici?ndole: -?C?llate y sal de ese hombre! Y el demonio, despu?s de tirarlo por tierra en medio de todos, sali? de ?l sin hacerle da?o?.

[6] Marcos, 9:17.

[7] Marcos, 16:9.

[8] ?Mar?a, llamada Magdalena, de la que hab?a expulsado siete demonios? (Lucas, 8:2).

[9] Marcos, 5:1-17. En Mateo, en 8:28-32, se narra esta misma an?cdota, pero mientras en Marcos se hace referencia a un solo endemoniado, en Mateo se dice que se trataba de dos endemoniados y no se precisa el n?mero de demonios ni de cerdos en los que se introdujeron. En Lucas, en 8:29-39, tambi?n se cuenta esta misma historia, y la narraci?n est? de acuerdo con la de Marcos en que se trataba de un ?nico endemoniado, aunque no precisa el n?mero de demonios ni de cerdos, como se hace en Marcos.

[10] Lucas, 9:42. La cursiva es m?a.

[11] Lucas, 9:38-42. La cursiva es m?a.

[12] Apocalipsis, 12:7.

[13] Apocalipsis, 13:3. La cursiva es m?a.

[14] Mateo, 4:1-11, y Lucas, 4:1-13.

[15] Job, 1:6-11.

[16] Pablo de Tarso: 2 Tesalonicenses, 2:9. La cursiva es m?a.

[17] Apocalipsis, 13:3.

[18] Apocalipsis, 13:7-8.