- Introducción
- La comunicación como flujo de información
- La comunicación como proceso de transmisión de mensajes
- La comunicación como proceso de interacción entre las personas
Este artículo aborda los sentidos diferenciados en que se comprende la comunicación al interior de las organizaciones, ya sea como flujo de información, como proceso de trasmisión de mensajes o como proceso de interacción entre las personas.
Introducción
La comunicación es una necesidad que el hombre ha satisfecho siempre y de maneras muy diversas. Con la revolución industrial emergida de la modernidad llegó a su apogeo el uso instrumental de la comunicación: por todas partes se construyeron locomotoras, ferrocarriles, puentes, carreteras, telégrafos y aparatos que al reducir la distancia entre las personas, mejoraban la comunicación humana, la abarataban y la hacían físicamente posible.
La comunicación es también una preocupación teórica de larga data. El pensamiento grecolatino de la antigüedad, en su empeño por explicar el proceso de la comunicación, elaboró un aparato conceptual cuyo despliegue abarcó todo el pensamiento teórico posterior y alcanzó una gran densidad teórica en el siglo XX.
Tras varios años de estudios y docencia universitaria, Ferdinand de Saussure publicó en 1916 un Curso de Lingüística General que colocó a esa ciencia a la cabeza de las investigaciones sobre el tema de la comunicación.
El enfoque de Saussure era el de la comunicación concebida como el sistema de las formas humanas de expresión que se realizan a través de la facultad del lenguaje y cristalizan en la lengua entendida como un producto social resultante de la práctica del habla entre los sujetos pertenecientes a una misma comunidad.
El protagonismo que adjudicaba Saussure a la Lingüística dentro del conjunto de las ciencias del hombre, lo determinaba su apreciación de que "…en la vida de los individuos y las sociedades no hay factor tan importante como el lenguaje…"[1]
Por su parte, la aparición, desde 1958, de los trabajos de Levi-Strauss convirtió a la Lingüística Estructural en el modelo explicativo de todos los hechos de comunicación y en general en el núcleo central de la cultura.[2]
Eso tuvo entre sus consecuencias que un enfoque estructuralista de la comunicación grupal empezara a orientar estudios como los de la dinámica de grupos y a impulsar investigaciones desarrolladas en el campo de la psiquiatría y la teoría del aprendizaje. "…A ello se debe -concluye un equipo de investigadores a principios de la década del '70- que la teoría de la comunicación haya sido propuesta por algunos teóricos para servir de campo unificador de las ciencias sociales, ofreciendo a éstas tanto un lenguaje como una problemática común…"[3]
La comunicación como flujo de información
A fines de la década de los '40, Claude Shannon y Warren Weaver formularon la teoría matemática de la comunicación, al tiempo que Wiener y otros revelaban los fundamentos de la cibernética como ciencia.
A partir de un modelo de comunicación que, curiosamente, parecía no contradecir las estructuras comunicacionales del modelo humano, ambas disciplinas ponían el énfasis en los aspectos tecnológicos e instrumentales del proceso de comunicación.[4]
En concordancia con ellas, las ciencias técnicas resolvían problemas relativos a la transmisión de flujos, a la estructuración de redes, al ingreso de insumos, a la implementación de dispositivos de codificación y descodificación, a la eliminación de ruidos, distorsiones y sobrecargas.
El modelo propuesto por Shannon y Weaver en The Matematical Theory of Communication, fue extensamente difundido y aceptado y reforzó la tendencia a comprender la comunicación como un proceso regular de ingreso y distribución de información que tiene lugar al interior de los sistemas autoorganizados.
Comprendida como flujo de información la comunicación consiste en el problema de cómo se unen y bajo qué regularidades se conectan objetos, dispositivos, ondas, espacios, términos, etc. Esta noción de comunicación capta sencillamente la existencia de un vínculo o sistema de nexos entre cosas diferentes que se ponen en relación a través de un medio, un canal o una estructura que las une. Y el problema concreto de crear la estructura que garantice la conexión de la mejor manera posible lo resuelven, a partir de un modelo abstracto general, las ciencias técnicas.
Pero al modelo de las ciencias técnicas, en última instancia, le es indiferente el contenido específico de lo que fluye por los canales que traza, porque su énfasis reside, básicamente, en los aspectos relativos a las estructuras a través de las cuales la información se trasmite y no en el contenido de la información que fluye a través de los canales.
Obviamente, quien construya un puente tiene que saber si por él van a pasar los camellos del desierto o los ejércitos de la OTAN. Y, en general, las computadoras discriminan respecto a la información que, bajo la forma de impulsos eléctricos, fluye por sus circuitos. Pero la comunicación, en tanto flujo de información, se desentiende del contenido de la información que hace circular, de su significado, de su condición lingüística y, en general, del complejo mundo de la subjetividad.
Según los teóricos del enfoque organizacional, la interpretación unilateral de la comunicación como flujo de información condujo a comprender la comunicación, dentro de las organizaciones, simplemente como una 'banda transportadora de información':
"…Cuando hablo con los gerentes acerca de sus comunicaciones, sus respuestas sugieren que muchos de ellos las consideran como un 'proceso de transporte': el material se debe trasmitir del lugar donde ha estado almacenado al lugar en que se necesita. El transportador simplemente lo recoge en un lugar, lo mueve y lo descarga donde debe estar. ¿No es lo mismo la comunicación?…"[5]
La comunicación como proceso de transmisión de mensajes
A partir de los años '60 maduró en las ciencias sociales una tendencia que trataba de armonizar la noción abstracta de la comunicación como flujo, con las representaciones de la comunicación desarrolladas por la tradición humanística. Es el caso de teóricos como Berlo, Shramm y otros, que tuvieron gran influencia en el pensamiento occidental y en particular en los estudios sobre comunicación desarrollados en los Estados Unidos por esos años.
"…Aristóteles dijo que tenemos que considerar tres componentes en la comunicación: el orador, el discurso y el auditorio… Shannon y Weaver dijeron que los componentes de la comunicación incluyen: 1) una fuente, 2) un transmisor, 3) una señal, 4) un receptor, y 5) un destino. Si por fuente entendemos el orador, por señal el discurso y por destino al que escucha, tenemos el modelo aristotélico, más dos elementos agregados…"[6]
Cuando interviene el mundo del sujeto, la comunicación aparece como un proceso de transmisión de mensajes realizado en y a través de símbolos que son, precisamente, los permiten a las personas comunicarse. Su condición simbólica es una cualidad inalienable de la comunicación e implica que los símbolos contienen un sentido y un significado que debe ser interpretado y comprendido por los sujetos involucrados en la comunicación.
El concepto más generalizado de la comunicación es el que la concibe como transmisión fundamentalmente verbal de información, cuyo contenido, expresado simbólicamente, sí interesa, porque la transmisión de mensajes se realiza a través de ideas que deben ser comprendidas, que contienen la intención de influir en la conducta ajena, y que son intercambiadas entre personas que comparten una realidad común o próximas experiencias.
Lo específicamente humano de la comunicación es que los signos mediante los cuales ella se realiza corresponden a ideas. Los signos unen las imágenes (o los significantes) a ciertos hechos de conciencia, que son los conceptos, en los cuales reside su significado: '…los hechos de conciencia, que llamaremos conceptos, se hallan asociados con las representaciones de los signos lingüísticos o imágenes acústicas que sirven a su expresión…' [7]
Así, como resultado de la relación comunicacional entre los sujetos, cristaliza, bajo la forma de "la lengua" – en tanto "instrumento" creado por la colectividad- , un sistema de signos distintos que corresponden a ideas distintas, cuyo proceso de codificación -que es privativo de la comunicación humana- consiste en la reducción de las ideas a símbolos. La codificación requiere de un proceso inverso de descodificación que completa el acto de la comunicación y permite que el receptor comprenda el significado del signo y con él, el del mensaje para el cual funge como destino.
"…cada persona en el proceso de la comunicación es al mismo tiempo codificador y descodificador. Recibe y trasmite… El significado que resulta de la descodificación de un signo, hará que ud. empiece a codificar…", de modo que la comunicación puede entenderse como un proceso en el que '…constantemente estamos descodificando signos que nos han llegado del medio ambiente, interpretamos esos signos y codificamos algo como resultado". [8]
De lo anterior se deduce que la interpretación es un momento interno e inalienable de la comunicación; la interpretación y el proceso concomitante de comprensión al que toda interpretación está asociada, porque para que un receptor humano pueda comprender el mensaje que otro ser humano le envía, tiene que darse un proceso de coordinación en virtud del cual ambos individuos puedan asociar los signos que reciben a los mismos conceptos.
De manera que todo mensaje tiene una 'doble situación' en el sentido de que constituye, por una parte, un elemento del circuito de comunicación -lo que legitima el enfoque de la comunicación como flujo de información-, y por otra, un elemento involucrado en un proceso de representación que da cuenta de su contenido y remite a la realidad a la que se refiere su texto.
Esto significa que el mensaje se encuentra, por así decir, en la intersección de dos procesos diferentes: en un proceso de comunicación -mediando entre el emisor y el receptor- y en un proceso de representación -mediando entre la realidad y la imagen-.
Pero "…este aspecto de las cosas (la inscripción de la comunicación dentro de un proceso de representación) es poco conocido frecuentemente: la teoría de la comunicación ha tenido demasiado a menudo la tentación de estudiar los mensajes en sí mismos, olvidando la realidad a la que ellos se refieren".[9]
La comunicación como proceso de interacción entre las personas
Cuando los autores occidentales se refieren a la comunicación como un proceso de trasmisión de mensajes, se valen del término inglés "communication". El mismo designa la acepción específica -o más restringida- bajo la cual se entiende "la comunicación" no abstractamente como un flujo de información, sino como un proceso de trasmisión -básicamente verbal- de mensajes, mediante el cual los hombres ejecutan lo que Saussure llamaba "la facultad lingüística", o "facultad de evocar, mediante un instrumento (la voz, la escritura o el gesto), los signos de un lenguaje regular".[10]
Existe, sin embargo, otra acepción, en la cual el concepto "comunicación" no se reduce al proceso de trasmisión verbal de mensajes, sino que alude a una realidad más general -y, a la vez, más específica-, cuyos contornos fueron originalmente esbozados no por la psicología ni por la teoría organizacional sino por la investigación filosófica.
En los marcos de corrientes como la antropología y el existencialismo, la filosofía occidental del siglo XX convergió en una visión orientada no hacia los problemas del conocimiento o de la relación del hombre con su medio natural, sino hacia la comprensión de lo social a partir de la investigación de las relaciones que tienen lugar entre los sujetos individualmente entendidos.
Dicha filosofía tomó conciencia de que las relaciones humanas pueden darse, en principio, a través de dos formas diferentes: una donde el individuo (o el "yo") se relaciona con otro individuo asumiéndolo como un "tú" -esto es, como alguien cercano y reconocido como igual-, y otra en la que el individuo se relaciona con "el otro" viéndolo no como un igual, sino como "un ello" o "un algo" (que es el sentido de la categoría heideggeriana de "man"). En la primera forma se establecen relaciones genuinamente humanas y de cercanía espiritual en virtud de las cuales las personas ven en el "otro" lo que los romanos llamaban "el alter ego".
Ambas constituyen "relaciones de comunicación" cuyo contenido se puede expresar mediante las categorías de "objeto" y "sujeto". En una, un individuo que actúa como un sujeto se dirige al otro como si este fuera un objeto. La función de sujeto del primer individuo la determina su iniciativa y su actividad unilateralmente orientada hacia el segundo individuo, el cual se reduce a comportarse como objeto receptor de la actividad del primero. Esta forma de la comunicación entre los individuos puede representarse mediante el esquema S ( O. La forma opuesta, que, naturalmente transcurre según la fórmula S ( S, es el vínculo donde ambos individuos se perciben y, consiguientemente, se comunican como sujetos.
En la filosofía del siglo XX, la relación humana que transcurre bajo la forma S ( S , se designa con la categoría de "interacción comunicativa". Su despliegue teórico alcanza un alto nivel en los trabajos del filósofo ruso M. S. Kagan[11]y en la obra muy influyente de Jürguen Habermas, quien ha desarrollado una así llamada filosofía de "la racionalidad comunicativa" que aborda de modo sugerente los problemas del capitalismo tardío, cuyo modelo de conocimiento y acción se fundamenta no en la relación sujeto-objeto sino en la relación comunicativa entre los sujetos.[12]
Habermas se refiere a la "acción simbólica" como a una condición inalienable del funcionamiento de la sociedad que consiste en la comunicación mutua entre sus miembros considerados como actores sociales. La teoría insiste en el carácter interactivo de la comunicación, que se refiere a la exigencia de que los actores sociales coordinen sus planes respectivos y a la posibilidad de que los ejecuten bajo condiciones de acuerdo. En ellas reside el entendimiento y el éxito de la comunicación.
Marx, por su parte, comprendió teóricamente a la comunicación en este sentido más general de interacción entre los individuos, que no se reduce al ámbito de la trasmisión de mensajes, sino que se realiza en un nivel más profundo, se manifiesta en todas las formas a través de las cuales los hombres exteriorizan su personalidad, y continúa existiendo aún a pesar de que "la trasmisión de mensajes" haya cesado.
Marx se refiere al proceso de comunicación usando el término alemán "verkehr" y no el mencionado "communication", para designar una relación social donde los individuos se comportan como sujetos o como objetos. Como se sabe, en la filosofía marxista estas categorías designan funciones y no entidades fijas.
Cuando un individuo actúa como el emisor que se toma la iniciativa de dirigir "su actividad" hacia un receptor que tiene obedecer y no puede desplegar, a cambio, su propia iniciativa, se pone de manifiesto una forma básica y lamentablemente extendida de relación humana cuya forma es la de Sujeto ( Objeto, en el sentido de que el primero trata al otro no como un igual, sino como un ser ajeno, no como un ser activo, sino como un ser pasivo y receptivo cuya "…actividad propia (deviene) en actividad para alguien, en actividad de alguien, (y cuyo) proceso vital resulta un sacrificio de la vida…"[13]
De modo que, entendidas como relaciones de comunicación, las relaciones laborales son una forma de relación social a través de la cual los individuos se comportan o actúan entre sí, estableciendo una interacción psicosocial recíproca, inmediata y fundamental, que se origina básicamente en la actividad de trabajo -el fundamento genético del que brotan las capacidades y cualidades humanas-, y se manifiesta o se realiza en todas las restantes esferas de la actividad del hombre, incluida la de la transmisión de mensajes.
El trabajo no sólo produce bienes y servicios; produce también al hombre. En el trabajo se engendra la personalidad. "…El obrero pone en el objeto su vida… ¿qué es la vida si no es actividad?…" La forma en que el hombre crea la cosa es, por lo tanto, una manifestación de su vida que cristaliza en la estructura de su personalidad. Cuanto menos esa forma sea una expresión de su personalidad interna, o, lo que es lo mismo, cuanto mayor sea "el carácter exterior del trabajo", menos él involucrará en el trabajo su personalidad y las cualidades más preciadas de la misma: su sentido de la cooperación, su motivación, su creatividad, etc.
Sin detenernos en las condiciones que adjudicaron a la producción de mercancías en el siglo XIX una virulencia que condujo a Marx a firmar que en sus marcos "…el trabajo es para el obrero una cosa exterior que no pertenece a su esencia, que el obrero no se afirma en su trabajo, sino que se niega, no se siente feliz, sino infeliz, no desarrolla libremente su energía física y espiritual, sino que agota su naturaleza física y destruye sus fuerzas espirituales…" [14]debemos decir que, aún hoy, cuando el capitalismo ha arribado al llamado 'estado de bienestar' en las sociedades del primer mundo, sigue operando su tendencia a asegurar a toda costa la ganancia.
Sin embargo, los científicos del capitalismo y los estudiosos de su proceso de producción, han comprendido que la orientación unilateral hacia la ganancia genera una orientación concomitante y desmedida por la competencia que, contradictoriamente, produce efectos inhibidores sobre los resultados de la producción y sobre la propia ganancia, y que esos efectos tienen que ver con la manera como los individuos entran en el proceso de trabajo, si más abstractamente -considerados sólo como objetos de producción-, o si más concretamente, considerados como sujetos o como personalidades.
Es por esa razón que, en la problemática del liderazgo, se abren paso progresivamente posiciones para las cuales la efectividad del liderazgo está más próxima a la forma de la relación S ? S que a la forma de la relación S ( O , es decir, que la mayor efectividad grupal se consigue cuando la relación entre el directivo y sus subordinados se aleja de la relación sujeto-objeto y se acerca a una relación sujeto-sujeto o, como la definimos anteriormente, a una relación de interacción comunicativa.[15]
La diferencia específica de esa forma de comunicación es, como hemos explicado, que los dos individuos que intervienen en la interacción lo hacen en calidad de sujetos, lo que significa que la influencia se da en los dos sentidos, del directivo al subalterno y de este a aquel. El directivo ve al subalterno como una personalidad, de modo que en su consideración éste interviene no sólo abstractamente como "fuerza de trabajo", sino en un espectro amplio y profundo de cualidades y necesidades. Ello determina la efectividad del modelo en la actividad organizacional y, más ampliamente, en el desarrollo de las cualidades y potencialidades de los hombres en todos los restantes ámbitos de su vida.
Autor:
Alina González Rams
Master en Comportamiento Directivo y Desarrollo Organizacional (Universidad de La Habana, 2002)
Doctor en Ciencias Filosóficas (Universidad de La Habana, 2004)
Profesora Titular de "Comunicación y Solución de Conflictos en las Organizaciones", de la Maestría en Comportamiento Directivo y Desarrollo Organizacional, Facultad de Psicología, Universidad de La Habana
[1] Saussure, F. de, (1972), ¿Qué es la Lingüística?, ICL, La Habana, pp. 8
[2] Levi-Strauss, (1958), Anthropologie structurale, Ed. Plon
[3] Goldenstein de Muchinik, et al., (1973), Prólogo a la Edición en Castellano de: Berlo, D.K., El proceso de la comunicación, Buenos Aires, pp. V.
[4] Shannon, E. & Weaver, W, (1949), The mathematical theory of communication, University of Illinois Press.
[5] Berlo, D. K., Serie Berlo sobre Comunicación Eficaz, 1965, (transcripción de video, cortesía de AGR, p.1)
[6] Berlo, D. K. Op. cit. p. 24
[7] Saussure, F. de, (1972), ¿Qué es la Lingüística?, ICL, La Habana, pp. 15
[8] Schramm,W., y otros, (1971), The process and effects of mass communication, University of Illinois Press. Trad. esp: Proceso de Comunicación, en Referencias, UH, 1/72, Vol. 3, No.1, pp. 22
[9] Durand, J., (1985), Las formas de la comunicación, Mitre, pp. 57
[10] Saussure, F. de, (1972), ¿Qué es la Lingüística?, ICL, La Habana, pp.14
[11] Kagan, M. S., (1991), Conferencias dictadas en el ISA, Ed. ISA, La Habana.
[12] Horkheimer, M., y Adorno, T., (1987), Dialéctica de la Ilustración, Paidós, Arg.
[13] Marx, C., (1844), Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Progreso, Moscú, (1989), pp. 68.
[14] Ob. Cit., pp. 56 y 59
[15] Covey, S. R., (2000), Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, Paidós, Buenos Aires.