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El carnaval en "El día del derrumbe" de Juan Rulfo


Partes: 1, 2

    Trabajo Final de Teoría Literaria II

    Este análisis toma como base la cuentística del mejicano Juan Rulfo y dentro de esta el relato El día del derrumbe (1955, agregado tardíamente al libro EL Llano en LLamas). Se traza como objetivo fundamental: la búsqueda en el texto de la teoría del carnaval y dentro de esta, los conceptos de dialogismo y plurilingüísmo que aporta Bajtín en sus teorías.

    Atendiendo a los preceptos del teórico ruso podemos comenzar expresando que el intercambio entre el lenguaje y la cultura, el individuo y su colectividad, se articula en una amalgama de voces. La comunicación constituye una base para la polifonía y el dialogismo. Podemos decir de manera general que el texto dialógico se inserta muy bien en una larga tradición asociada con el mundo carnavalesco. Este cuento, como la propia "novela" es plurilingüe e implica en sí mismo el concepto de heteroglosia. La carnavalización por su parte, es un término cargado de contenido político, revela una contraideología, una contracultura que se opone a la norma y a la autoridad, en el relato la autoridad va contra sí misma. Supone una superación del monologismo contra su efecto totalizador y unificador sobre las conciencias.

    La dialogia y el carnaval sirven para desintegrar la estructura rígida del tiempo, para liberarnos del pasado como autoridad y sometimiento, en fin, para romper con lo axiológico. Desenmascara la mentira de lo unidireccional, minando el monologismo y las verdades únicas. La dialogia supone un comunicarse con el otro, una forma de comprender el mundo en simultaneidad. El multilingüismo y el carnaval introducen la pluralidad de discursos, clases, etnias y géneros sexuales que pueblan el mundo, que es uno, pero conformado desde la multiplicidad.

    En el caso del carnaval, en su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, Bajtín nos habla de imágenes y funciones entre las que se encuentran: imágenes corporales y unificadoras, como comer y ser comido, el banquete, el cuerpo grotesco, disfraces y metamorfosis; la ironía y los modos distanciadores como sátira, parodia, estructuras y causalidades invertidas. Los ejemplos representativos de estos últimos son el rey bufón, groserías que se vuelven elogios, el destronamiento del rey e insultos y golpes subsiguientes, etcétera.

    En nuestro cuento parece difícil encontrar los elementos del primer grupo. La escena de los acontecimientos es un banquete, pero éste no es el banquete carnavalesco elogiado por Bajtín. En el cuento no se ve la universalidad esencial necesaria para el banquete carnavalesco. Sin embargo, los matices irónicos y otros rasgos carnavalescos aparecen gradualmente siendo evidentes al final del texto. Por otro lado el pueblo -representado por los narradores- y la autoridad -representada por el gobernador- están claramente separados, y uno bajo la servidumbre del otro: "Lo cierto es que apenas les servíamos un plato y ya querían otro y ni modo, allí estábamos para servirlos". [1]

    Yvette Jiménez de Báez, dice sobre el cuento que el foco de atención es la denuncia del orden político (constituye el tema de la obra narrativa). La desgracia colectiva pone en evidencia un sistema político enajenado de su función. Se carnavaliza paradójicamente la desgracia colectiva en una fiesta presidida por la figura y el discurso grotesco del gobernador y un pueblo que convierte su desgracia en pasiva servidumbre.

    El descontrol de sí por la borrachera, el frenesí de comportamientos alocados y supuestamente trasgresores donde dominan las fuerzas vitales de la naturaleza; la perdida de legitimidad al poder político durante el tiempo de la celebración; la eliminación de límites y fronteras morales; la mezcla igualitaria de clases, las edades y los géneros; la desaparición de las jerarquías entre ellas; la libertad espontánea fuera de ataduras normativas ordinarias; la desmesura, la disipación, la locura, el derroche sin medida; el predominio del espacio común público; la valoración de las formas expresivas y modales festivos locales; y la comicidad; son las características que junto a la ironía se evidencian en este cuento.

    El discurso surge de tres voces: dos de los narradores que dialogan entre sí recordando el suceso, y una tercera que es la voz del gobernador que se oye gracias a la memoria de Melitón. A la vez se aprecian tres perspectivas para analizar la ironía dentro de la historia: La de los personajes narradores, la del alcalde y la del lector. El lector/oyente no sólo lee y escucha, sino que es testigo de la narración de los sucesos. El lector esta ahí para poder ver que las casas "se retorcían así". La acción de leer se torna carnavalesca en su naturaleza, en el aspecto de que leer es dialogar.

    ¿Cuál es la ironía carnavalesca de este cuento? La razón es que la ironía viene de las inversiones (alteraciones o transformaciones) que ocurren en los acontecimientos, las que el gobernador y los narradores no saben, las que sólo el lector/oyente acepta como inversiones y ríe de ellas. El receptor es el único que percibe la ironía del alcalde, el propio cree que el pueblo se siente a gusto con su presencia y discursos, y los narradores como parte del pueblo no la perciben del todo, solo siguen las palabras que consideran hermosas aunque ininteligibles. "La cosa es que aquello, en lugar de ser una visita a los dolientes y a los que habían perdido sus casas, se convirtió en una borrachera de las buenas". [2]

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