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El carnaval en "El día del derrumbe" de Juan Rulfo (página 2)


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La razón que justifica la visita del gobernador es ayudar a la reconstrucción del pueblo y consolar a las víctimas en el nombre de la autoridad del país, pero lo que hace de verdad es "derrochar" el dinero del pueblo, ignorando que está alterando su cometido. El lector/oyente se da cuenta de que la autoridad "no sabe del alma" en "las horas del luto", deconstruyéndose así la canción que surge en ese contexto y que repiten sin cesar los acompañantes del gobernador.[3]

Los excesos se demuestran al ser la comida un éxito. Los anfitriones se ven obligados a preparar más, improvisadamente, ante la demanda: "Trajeron más damajuanas de ponche y se dieron prisa en tatemar más carne de venado".[4]

El toque del Himno Nacional festeja un botellazo y en forma paródica, ofrece organización a la disputa. Los narradores recuerdan al gobernador "impávido", quizás para significar su serenidad imperturbable, aunque el lector/oyente pueda entenderlo más bien como el resultado de un proceso de degradación hacia lo grotesco. El borracho grita, y dispara al aire, más tarde se arma el descontrol, la machetera producto de los tragos excesivos (otro signo carnavalesco).

La voz de la autoridad se interrumpe con un pleito. Algunos miembros de la comitiva pierden el recato y, bajo los efectos del ponche, inician un tiroteo dentro del lugar que pronto se extiende a la calle; la balacera se transforma en machetazos que dejan como saldo un muerto. Mientras tanto, "el gobernador ni se movía".[5]

Más ponche de granada y más libertad del lenguaje. El ambiente de fiesta en todo su apogeo será el marco del discurso del gobernador que cobra un efecto paródico. En los géneros carnavalescos, Bajtín se refiere a que son características las escenas de escándalos, de conductas excéntricas, de discursos y apariciones inoportunas; es decir, de toda clase de violaciones del curso normal y común de acontecimientos, de reglas establecidas, de comportamientos e incluso de conducta discursiva.

""Tuzcacuenses, vuelvo a insistir: me duele vuestra desgracia, pues a pesar de lo que decía Bernal, el gran Bernal Díaz del Castillo: "Los hombres que murieron habían sido contratados para la muerte", yo, en los considerandos de mi concepto ontológico y humano (.)" [6]De esta manera se incrementa paso a paso el número de vocablos ininteligibles para el pueblo, hasta llegar al punto en que Melitón memoriza distorsionadamente:

"Oye, Melitón, ¿por cuáles víctimas pidió él que todos nos asilenciáramos?

-Por las del efípoco.

-Bueno, pues por ésas." [7]

Lo carnavalesco de este cuento, entonces, no es simple o fragmentario sino que está organizado densamente. La ironía que domina el cuento funciona como distanciadora entre el lector y la realidad. Y la manera de crear la ironía, mediante los diálogos entre distintas visiones o voces, diálogos libres y unificadores en un ambiente igual y abierto, se da como entre amigos o entre un texto y el lector.

En el caso del plurilingüísmo el relato cuenta con dos narradores que van mostrando su conocimiento paulatinamente. El narrador principal (hombre de campo y de bajo nivel educacional) muestra su desconocimiento exacto de los hechos. El otro que ocupó en algún momento un cargo municipal, manifiesta mediante su memoria fotográfica cada parlamento del alcalde. El nos ofrecerá dos voces la suya con registros semicultos y la del representante social y político (registro elevado). Esto nos demuestra que estas tres voces son portadoras de grados desiguales de aprendizaje, de distintas ideologías, a si como de estratos sociales diferentes.

El carnaval permite no solo la presencia física de varias voces con matices diversos sino también el intercambio de las mismas. Esta narración se ofrece a través del diálogo graficado (dialogismo) al inicio sin complicación de identificación de voces. Este dialogismo es subyacente, sugerente. Es sólo el receptor extratextual quien se percata del mensaje, de esa ironía, de la violación de la autoridad que irrumpe y cambia lo serio (el trabajo de restauración) en lo festivo (producto de su recibimiento).

La tercera fase de la fiesta comprende desde el momento en que "aquello (…) se convirtió en una borrachera de las buenas" [8]hasta el final del texto. Es a partir de aquí que la determinación de las voces se complica por medio del sistema de entrecomillado doble y sencillo, que abre y cierra, que abre y no cierra, y que comprende unas voces dentro de otras. La voz del narrador, que no había necesitado ningún rasgo tipográfico salvo el guión del diálogo, aparece entre comillas, lo que supone que ahora el narrador es una voz más entre todas las que se dejarán oír. Esto corrobora la presencia del carnaval y el dialogismo que el lector distingue.

Podemos citar también una pequeña intertextualidad, mediante la cual el gobernador transforma las palabras de Bernal Díaz del Castillo en beneficio de su discurso. Este fenómeno también tributa al dialogismo.

La llegada de los músicos refuerza el ambiente de fiesta., el pueblo ha podido conformar ya una verdadera comunidad, en la que ha reducido considerablemente la distancia entre las autoridades locales y el pueblo. Por que ya la gente no mira, ni siquiera nota la presencia del gobernador.

En resumen se pudo apreciar que en el carnaval (concepto que muestra la existencia de una fiesta para la autoridad y en contra de la autoridad «Carnaval propiamente dicho») prevalece: el desborde, la disipación fuera de sí, el despilfarro, la celebración y la embriaguez aun en medio de un doloroso contexto e impulsado por las tradiciones del lugar. El carnaval es un perder el dominio de sí justamente. Es un llamado a abandonarse a la corriente del festejo, donde predomina de acuerdo con el título del cuento, el irónico derrumbe gubernamental. Lo carnavalesco permite a su vez la inserción de otros conceptos como el plurilingüísmo y el dialogismo. En el cuento, donde el desastre involuciona en fiesta, aparecerán tres voces sugerentes en una constante fusión (graficada en diálogos), así como la intertextualidad. El plurilingüísmo se corresponde con el dialogismo mediante las lenguas de los personajes que nos exponen durante la narración las diferencias sociolingüísticas (entiéndase políticas, la ocupación y la escolaridad) de los personajes narradores, las diferencias que existen entre ellos mismos y con el propio gobernador. Estas teorías al mismo tiempo sugieren y ofrecen otra perspectiva del texto al lector. Por lo que el cuento logra no solo atraer y provocar curiosidad, sino también superar en este siglo XX el binomio hombre-naturaleza observado en las creaciones de Horacio Quiroga, que constituye un eclosión y paradigma de la cuentística latinoamericana, así como proyectarse desde una postura temática regional hacia el universo internacional.

Bibliografía

BAJTÍN, Mijail: La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, trad. Julio Forcat y César Conroy. Barral Editores, Barcelona, 1971.

JIMÉNEZ DE BÁEZ, Yvette: Juan Rulfo, del páramo a la esperanza. Una lectura crítica de su obra. Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, México, 1990.

LORENTE-MURPHY, Silvia: Juan Rulfo: Realidad y mito de la Revolución Mexicana. Pliegos, Madrid, 1988.

RULFO, Juan: El día del derrumbe, Obras. Fondo de Cultura Económica, México, 1987.

————–: Nos han dado la tierra, Obras. Fondo de Cultura Económica, México, 1987, pp. 17-21.

RULFO, Juan, "¡Buenos días, España!", en Toda la obra, Claude Fell (coord.). UNESCO, Madrid, 1992, p. 404. [Prólogo a Juan Rulfo, Pedro Páramo. El Llano en llamas, Aguilar, Madrid, 1988, pp. 5-6, de donde fue tomado para la edición de UNESCO].

Webgrafía

CESAR, Romeo: Saber serio y risa carnavalesca, en http://www.rojas.uba.ar/corsito/numeros/37/cesar1.html, 4/5/09.

 

 

 

Autor:

Arián Laverdeza Reyes

edu.red

[1] Juan Rulfo: El día del derrumbe, en El llano en llamas. P,120.

[2] Ibid.

[3] Ibid. P,119.

[4] Ibid.p, 120.

[5] Ibid. P, 123.

[6] Ibid.P, 122

[7] Ibid.P, 124

[8] Ibid. P. 122

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