Enfoque transdisciplinar del modelo de construcción de las regiones en el espacio
Enviado por Leonid E. Hernández Sánchez
- Las regiones y su formación en el espacio desde la mirada disciplinar
- Interrogantes implícitas al analizar la sociedad regional actual
- Un modelo de región que trasciende el enfoque clásico de la investigación social
- Modelo gráfico transdisciplinar de región a partir de la composición estructural
- A modo de conclusiones
- Bibliografía
Las regiones y su formación en el espacio desde la mirada disciplinar.
Si para la mayoría de los científicos sociales los procesos evolutivos del hombre son estadios que se expresan desde indicadores de crecimiento, desarrollo o perfeccionamiento cualitativo, referidos en fórmulas cuantitativas que ofrecen, o pretenden ofrecer, una idea acabada de los contextos históricos; existen constantes de relaciones que se mantienen desde que la raza humana surge como entidad social, y entre ellas pudieran nombrarse la familia, los espacios primarios de relaciones socioeconómicas, las necesidades de transcendencia desde la perspectiva cultural, y las relaciones de poder en cualquiera de sus formas más arcaicas.
Sin embargo, más que estas cuatro, la voluntad constante de la naturaleza humana, desde cualquier perspectiva, es movida por la necesidad de conocer para poseer. Este es el sino esencial de la especie y el combustible que hasta la actualidad ha movido la maquinaria histórica de las formaciones sociales, nada parecido a la máxima normativa de uti possidetis iure, el hombre desea más de lo que posee: desea todo lo que conoce e incluso aquello que especula conocer.
El intríngulis polémico se encuentra ubicado en los albores de la historia humana y en la concepción de la especie como organismo territorial. Sin embargo, a diferencia de otros miembros del reino animal de marcada tendencia territorialista, el hombre posee una clara percepción del espacio donde se ubica y de los recursos a los que tiene acceso, del manejo y aprovechamiento de los mismos y de las particularidades del entorno medioambiental por el que transita. Más que ello, el hombre tiene conciencia del espacio, y pretende poseerlo desde el instante mismo en el que nace, cuestión esta que es aprehendida de forma paulatina y jerarquizante por las demás especies animales sin llegar, por supuesto, a concientizarlo.
Entonces, volviendo a la máxima humana sobre el poseer, sería correcto decir que el hombre como ser social desea lo que contiene el espacio, visto este como la unión unívoca de territorios y recursos. Si miramos la larga cadena de sucesos que recorre la historia de la humanidad, al final el espacio-territorio con las contradicciones que se adhieren al mismo ha sido la justificación inequívoca, el alfa y el omega de las interacciones humanas.
Por otra parte, las escuelas de estudios sociales en sus más diversas y variopintas miradas al universo humano han tratado de buscar el principio y el fin de las contradicciones históricas: algunas decantadas por el hombre en sí desde su común esencial, otras por las relaciones económicas que establecen los hombres en el proceso de la producción, otras a partir del análisis de lo cultural visto como parte de la producción del espíritu humano, otras que encuentran en el absoluto espíritu la respuesta al ser o no de la sociedad y sus matices; pero a la larga todas terminan dando un carácter sino principal, sí cardinal al espacio-territorio y a su contenido como basamento constitutivo de la vorágine humana, por lo que cualquier estudio social que se aleje de tocar en algún sentido la relación hombre/espacio/territorio/recursos terminará fracasando, o simplemente lisiado en su configuración general.
Infelizmente, los estudios específicos sobre el espacio social son relativamente recientes, y, aunque atraviesan por la literatura de manera trasversal, existe cierto resquemor a la hora de enfrentarse a este tipo de indagación. Pero ¿por qué no se estudia, o se estudia muy poco, el espacio y el territorio como categorías de lo social, donde se asuman todos los resortes y contradicciones intrínsecas a un determinado punto de interacción humana? La respuesta me ha solido llegar de escasísimos autores y del quehacer que he desarrollado como investigador cuasi consumado del tema: el dedicarle un estudio a profundidad del espacio-territorio social implica la realización de un ejercicio transdisciplinar que desconoce las reducidas parcelas de las ciencias humanas, de las cuales heredamos los vicios disciplinares e interdisciplinares, para adentrarse en el complejo mundo de los métodos, conceptualizaciones, modelos y procedimientos generales que ya en principio aducían los naturalistas y enciclopedistas de los siglos XVII y XVIII. ¿Implicaría ello entonces una regresión al pasado de las visiones científicas? Por supuesto que no, sería un salto gigantesco en el proceso científico del entendimiento de las generalidades, del caos y el orden natural de las cosas, rebasando a nuestros antepasados en el método, el cual no se subsumiría a lo meramente descriptivo, sino que transitaría, repito, desde una visión que rebase las fronteras de las disciplinas: a lo analítico, lo comparativo, lo sintético, y lo lógico, en tanto la dialéctica del cosmos social así lo exija.
Pero, de dónde partir si se piensa realizar un estudio del espacio-territorio social. ¿Cuáles serían los criterios de selección del espacio territorio y cómo verificar qué, en efecto, es ese espacio el que debemos estudiar y no otro?
Cuando comencé a preocuparme, junto a otros colegas, por esta temática, se nos dio a escoger dentro de la investigación territorial general tres grandes espacios sociales de relación: el espacio local, el espacio regional y el espacio nacional. El primero quedó fácilmente descartado porque, aunque primigenio en el proceso de socialización histórica, el espacio local deja fuera de sí agregados espaciales socioeconómicos que forman parte de la plataforma de lo local para poder ser tal, entre estos agregados se encuentran los relativos a las periferias rurales y los nodos periféricos urbanos, que a la larga son el soporte del cual se nutre el entorno local. Desde nuestra percepción no podrían realizarse estudios locales separados de los agregados periféricos sin enajenar la sociedad local del común quehacer general.
El espacio nacional, o los espacios nacionales son de relativo reciente surgimiento, no son espacios surgidos por la espontaneidad social, sino que son espacios creados, en su mayoría, por necesidades clasistas en los procesos de desarrollo de algún determinado régimen socioeconómico. Así que, en cuanto estas necesidades cambien, cambiarán los espacios nacionales y dejarán de ser tales para convertirse en lo que ya conocemos como espacios supra, mega o transnacionales. Ello convierte a estos entornos en objetos de estudio muy atractivos, pero a la larga tan perecederos como cambiantes.
Quedamos entonces con los espacios regionales. Estos espacios son los más controvertidos y problemáticos para la realización de cualquier estudio que trate el tema de lo social ubicado. Tanto es así, que lo regional o las regiones como representación de lo territorial no han podido ser conceptuadas en función de establecer un modelo único desde el cuál representar modos de interacción económica, social o de poderes. Sin embargo, las regiones son organismos territoriales espontáneos, que surgen como resultado de la socialización humana y sus necesidades básicas, son anteriores a las naciones y las sobrevivirán dado el carácter natural de su constitución y sus desarraigos con regímenes o sistemas políticos afines, comprenden el panorama local y son portadoras de sus periferias tanto rurales como urbanas. En ellas se expresan todos los modelos del movimiento y de las relaciones sociales y han funcionado y funcionarán más allá de las postmodernidades y de los sistemas sociales. Las regiones son la representación misma del espacio humano desde que el primer hombre comprendió que necesitaba de sus semejantes para sobrevivir al entorno y perdurarse como especie.
Comprendiendo que las regiones son el sino de los estudios sobre espacio/territorio, desdeñadas o tenidas a menos, solo han demostrado ser ejemplo indiscutible de la incapacidad de los investigadores en la búsqueda de las constantes del desarrollo humano, y de la propia naturaleza del hombre y del espacio que posee o espera poseer. Las regiones, como acumulado de la historia social, no pueden ser tocadas solo desde una disciplina, como ha sido hasta la fecha; el mismo objeto regional se desborda hacia el infinito de la comprensión, o, científicamente hablando, se transdisciplina en sí mismo. Pero no creo que haya mejor forma de entender el espacio social sin las regiones, aunque el ejercicio sea traumático dado el método al que apunta, deberán converger en el mismo la antropología social, la geografía, la sociología, la historia, la economía, las disciplinas de la cultura y de la comunicación, las matemáticas y la física; en fin, la Ciencia del hombre, esa de la cual ya nos hablaban en los espacios agóricos los grandes pensadores griegos.
Existen varias definiciones de región que apuntan a los intereses particulares de disciplinas específicas, pero que son el resultado de una larga sistematización de conceptos y concepciones dedicados al tema:
La concepción geográfica que expresa que la región es una estructura de carácter sistémico que ubicada en determinado segmento de un planisferio, casi siempre detenta homogeneidad de relieve en el cual se insertan de manera coordinada estructuras horizontales y verticales devenidas de la naturaleza y la sociedad.
La concepción económica que plantea que la región es aquella estructura espacial desde la cual las fuerzas productivas y las relaciones de producción se encuentran en función del resultado de un producto común al territorio en cuestión, este se constituye en tradición e identidad regional dentro del proceso de la producción a lo largo de la historia de dicho objeto, funcionando desde la base económica regional como sistema homogéneo y coherente, aunque no exento de irregularidades debido al carácter subjetivo que alcanza el proceso de la producción y el resultado de la misma en términos de identidad.
La concepción sociopolítica de las regiones observa que las mismas no quedan exentas de las particularidades que otorgan a determinado territorio las relaciones socioclasistas que se presentan a raíz de las formas económicas que adopta la sociedad regional. La pirámide clasista de la región se constituye a partir de su origen constructivo y se establecen generalmente en la medida en que determinado sector de la sociedad regional se convierte en propietario de la tierra como medio de producción, y por lo tanto en protagonista del proceso de distribución y concentración de la riqueza. En este sentido cabe señalar que se parte del análisis de la concepción sociopolítica de la región teniendo en cuenta el conjunto de comunidades que habitan en determinado territorio y cuya particularidad radica precisamente en la confluencia de relaciones socioclasistas comunes, resultantes de las condiciones naturales y económicas yacentes en sus límites geográficos. Dichas condiciones deben promover el desarrollo sociocultural basándose en tradiciones o costumbres, comunidad de idioma e influencias exteriores que en estos sentidos hayan podido afectar en mayor o menor grado el estado de cosas o la plataforma comunitaria ya existente.
Estas concepciones en su conjunto constituyen, a mi juicio, la plataforma conceptual para la investigación regional desde la cual opero siempre, y parten del criterio cada vez más acendrado de que la región, de manera general, no es más que la representación consumadamente antropológica del espacio social, repleta de interacciones, flujos, segmentos y latidos. Así entonces veremos a la región como un organismo, donde las estructuras que la componen funcionan de manera sistémica y otorgan al corpus regional relativa autonomía, es por ello que no son nada comparables con las localidades o las naciones por lo que, contrario a lo que algunos miembros de las comunidades científicas piensan, estudiar las regiones constituye un proceso constante de introspección social, y por ende es siempre pertinente.
Interrogantes implícitas al analizar la sociedad regional actual.
En el mundo actual se presenta la contradicción entre la expansión de la globalización del capital sumergido en las cada vez más complejas crisis económicas, la aparición de economías emergentes que se presentan como bloques de resistencia al poder tradicional de los ejes de dominio, y la resistencia de las diversas comunidades regionales por la salvaguarda de la identidad ante el desequilibrio global y la neocolonización tradicional o emergente.
Y es que, sin lugar a dudas, el estado–nación moderno, en todas sus formas y expresiones se encuentra en franca crisis existencial, las soluciones integracionistas solo han demostrado hasta el momento la exacerbación de las deficiencias internas, y el auge actual de las comunidades regionales se expresa desde una cultura que se resiste a ser absorbida por influencias foráneas.
Hoy, mientras la mirada de los políticos gira hacia la pertenencia o no de sus respectivos países a los ejes de poder mundial y el miedo a quedar fuera en el reparto nunca acabado de los cada vez más escasos recursos naturales, las comunidades regionales optan por declararse abiertamente en contra de los fracasados modelos supranacionales, de las alianzas hemisféricas y de las emergencias del mercado mundial.
Europa vive el descalabro económico de una Unión que nunca fue tal, el derrumbe del ideal de mercado ha sumido al viejo continente en la disyuntiva de la desmembración, ya no por estados sino por regiones centenarias, que han funcionado antes aún de la creación de las naciones por las que fueron absorbidas. Los conflictos declarados o no son comunes entre las regiones europeas y en entre estas y los estados nacionales a los que pertenecen: pretensión de escisiones, discriminaciones y diferencias históricas o por el grado de predominio en el panorama económico, hacen que en Europa vuelvan a surgir los mosaicos de contradicciones interregionales que una vez adornaron el panorama medieval.
América Latina no está exenta de esto, el surgimiento violento de las llamadas "repúblicas" coartó toda forma de relación de los espacios hacia el interior de los nacientes estados, arrasando con las interacciones históricas regionales y deformando cada vez más la plataforma supraestructural del poder político estadual. En el presente ello se muestra en forma de profundas heridas territoriales y luchas intestinas que, declaradas y abiertas, u ocultas y silenciosas, son a la larga el talón de Aquiles del estado-nación latinoamericano, donde no existe una mirada profunda al interior nacional, al contenido de los estados, y al sistema de relaciones socioeconómicas que permite que estos existan. Sin embargo, las rupturas transfronterizas, los conflictos regionales y las constantes de resistencia se pueden tocar con la mano por casi cualquiera de los territorios que comprenden al subcontinente y solo una pequeña porción del quehacer de las Ciencias Sociales da fe de ello.
África es otra cara de la misma moneda: conflictos tribales y subordinaciones gubernamentales pos independentistas son prueba fehaciente del malogrado estado nacional africano, donde las comunidades regionales sostienen la plataforma de cosas para justificar la existencia de países que no son tales.
No quisiera hacer un recorrido mundial, porque a la larga el fenómeno se repite en todas las latitudes y de las formas más variopintas, como si asistiéramos hoy a un proceso de remodelación de las fronteras mundiales que emerge desde dentro de las mismas y responden al fin de la modernidad y la entrada del mundo en una nueva era.
Entonces, ¿nos encontramos ante un proceso mundial de feudalización? No, creo simplemente que está cambiando la dinámica histórica social a escala territorial, que ya no responde tanto a los resortes del poder del capital, al cual no ha tenido acceso la mayoría, como a la ponderación e introspección de las sociedades regionales sobre sí y sobre el papel que juegan en el panorama mundial.
En profundidad creo además que el proceso actual de regionalización responde al movimiento lógico de la sociedad en su sentido dialéctico, el cual se representa en la lucha continua entre el proceso de expansión y el proceso de contracción de las sociedades y las economías. El primero se expresa a través de la tan llevada y traída globalización en sus más diversas formas y acusada de todas las maneras posible, proceso ajeno a la voluntad de los hombres, es la expresión concreta del desarrollo socio-histórico de la humanidad en sus principios y responde a la ya mencionada naturaleza de posesión.
El proceso de globalización ha primado en las últimos seis siglos del desarrollo humano, facilitado por el amplísimo desarrollo del transporte y las comunicaciones, aupado por el auge del colonialismo precapitalista y de la modernidad del capitalismo como sistema, es el proceso más rotundo que se ha venido gestando en los últimos seiscientos años y que ha dado pie la mundialización económica, social y, sobre todo, cultural.
Pero la globalización, aunque vista como un fenómeno ajeno a la voluntad humana ha sido protagonizada por el hombre mismo y por tanto ha padecido de las pautas que las colectividades le han impuesto. Indiscutiblemente la densidad y velocidad con que algunas sociedades han impuesto el proceso globalizador a otros ha convertido el asunto para muchas comunidades periféricas y acendradamente regionales en un asunto extremadamente violento, donde ha peligrado o, en el peor de los casos, desaparecido el sumun histórico cultural de pueblos ancestrales, cuando no los pueblos mismos. Y es en este movimiento de intervenir/conflictuar/globalizar que las sociedades regionales, en pos de protegerse del ajeno/lejano (ejes de poder mundial) o del cercano/sometido (estados nacionales periféricos), han optado por acogerse al principio básico de la contracción.
La relación o debate categorial en la lucha de contrarios dialécticos responde al término actual de la glocalización, el cual se expresa, por una parte respondiendo al proceso globalizador que pretende hacer desaparecer las fronteras de los estados nacionales, ya en desuso tras el avance transnacional, y al proceso de regionalización que se define como principio de la contracción o como movimiento inverso en función de la permanencia de las fronteras socioculturales regionales de manera natural e histórica. La regionalización parte de la influencia que detenta cualquier acción a escala regional en el ámbito global y desde sí asume la importancia de las regiones para el logro del equilibrio socioeconómico más allá de las fronteras artificiales o administrativas.
Existen dos vertientes teóricas en el proceso regionalizador, una se decanta por el aislamiento regional, proyectando la región directamente hacia la dimensión global sin tomar en consideración el punto medio estructural del estado nación, algo en esencia estúpido al desconocer la importancia de los estados nacionales hoy, porque estos, aunque en crisis, continúan determinando la vida de las comunidades regionales como mediadores/reguladores en las relaciones entre las economías micro y las estructuras macroeconómicas a escala internacional. Esta vertiente es la responsable de proyectar tesis desde el llamado desarrollo endógeno o autorregulación comunitaria, cómo si las estructuras regionales se pudieran comportar aisladas del entorno normativo del estado y fuesen lo suficientemente capaces de sobrevivir aún en condiciones de aislamiento extremo. Este enfoque de pensamiento remite a paradigmas antediluvianos que separa las partes del todo y no encuentra luego la relación dialéctica de las mismas. En este caso recordemos que aunque la formación de las regiones ocurre como proceso espontáneo, la sociedades que las hacen ser tales por ser pensadas (cualidad esta sine qua non del enfoque final de una región como esencia antropológica del espacio) deben provenir de otro entorno regional, del cual importan modos, costumbres, formas de configuración del espacio y estructuras económicas que se adecuan a las nuevas condiciones y que se transforman en el tiempo haciéndose parte del contenido identitario e histórico del espacio regional habitado.
La otra vertiente de análisis del proceso asume a la región ya no como intermediaria entre el estado nación y el panorama económico mundial, sino como facilitadora de los procesos de equilibrio internacional y protagonista de los mismos. Es esta por lo tanto la visión asertiva, viable y conveniente a la problemática de los regionalismos actuales, es la concepción que observa a la región como entidad que se convierte en protagonista de los procesos que ocurren hacia el interior de los estados nacionales y que estallan desde este en forma de pulsos de relación, otorgándole preponderancia a los movimientos socioeconómicos y culturales que explotan desde dentro de regiones históricamente concebidas mientras se permiten implosiones reguladas de relaciones socioeconómicas y culturales que, en una medida manejable, fomente el desarrollo integral de la región en cuestión.
En un momento dado, y gracias al proceso de contracción predominante hoy en la dinámica de las relaciones espacio/sociedad, las regiones se convertirán en los modelos competitivos del estado nacional y las protagonistas de su desaparición. Es por ello que una visión prospectiva adecuada desde las relaciones del poder estadual permitirá sentar las bases en el tránsito no violento hacia la etapa de predominio regional.
Un modelo de región que trasciende el enfoque clásico de la investigación social.
Lo antes dicho apunta a investigadores sociales y justifica en cierta medida el hecho de que las regiones sean hoy objeto perentorio de estudio. Pero concretamente, salvo la propuesta del sistema de conceptos que anoto en el primer apartado y que sirve para identificar espacios regionales tipo en cualquiera de sus formas, los científicos sociales debemos trabajar más con herramientas que con percepciones empíricas de la realidad, aunque nos toque la posibilidad de distinguir o pronosticar los cambios sociales a mediano y largo plazo sin, a veces, hacer uso de instrumentos.
Una de las preocupaciones más acuciantes para los investigadores dedicados al estudio de los fenómenos regionales atraviesa por el tema de la elaboración de modelos tipo para la representación de estos espacios cuando hasta el momento solo se trabaja con dos.
El primero encierra a la mayoría de los modelos característicos de entorno regional que parten del ideal geográfico del planisferio homogéneo o exclusivo, e informa al lector sobre determinado escenario natural, de recursos o de infraestructura basándose en datos acopiados en determinado momento.
Estas representaciones son las más comunes e ilustrativas, en ellas se representan con símbolos y cifras inamovibles el comportamiento de determinado objeto en un lapsus de tiempo relativamente breve, por lo que no son operativos desde el punto de vista prospectivo, ni suponen la interrelación de estructuras complejas en el orden regional.
El segundo modelo con el que se ha trabajado para el análisis regional es el que responde desde la Teoría del Lugar Central a la representación de los flujos económicos de una región tipo. Este modelo creado y desarrollado por el geógrafo alemán Walter Christaller pretende explicar los flujos de movimiento lineal que se expresan en las relaciones entre un centro nodal, una periferia dependiente, otros centros nodales y periferias y así hasta el infinito en dependencia del espacio que se pretenda estudiar. Christaller trabaja con ejemplos de sistemas que suponen ser regulares y parte de leyes estables de movimiento poblacional y de producción para establecer una potencia de flujos de relación tácita en el área económica.
El problema de la Teoría del Lugar Central es que se desentiende de otro grupo de relaciones que forman parte del corpus regional y lo hacen ser tal: las relaciones equipotenciales del espacio habitado, lo que sugerimos se llame estructura diagonal o flujos de interrelación regional.
Uno de los análisis que he realizado a la hora de estudiar el ente regional es su composición o estructura. Explicaba ya que uno de los problemas que aduce la investigación de las regiones es el hecho de que cada científico la mira desde el prisma que le permite su parcela disciplinar, por lo que el objeto región se convierte en elemento de observación desde y para un propósito bien concreto: la explicación histórica de un tema, el análisis sociológico de un fenómeno, la descripción geográfica de un accidente, el cálculo ganancial de un economista o la percepción estratégica de un político.
Pero ¿y si se elabora un modelo que en cierta medida responda a la demanda del conjunto? Un modelo que grafique, describa y analice; donde se puedan incorporar tantos datos como sean posibles y se atienda a la demanda de muchas de las disciplinas incorporadas a los estudios regionales, pero que además sirva cómo representación de la importancia de la región como espacio antroposocial primigenio. Ello constituiría un gran reto para la investigación regional.
El primer paso fue replantear el origen del objeto región para justificar la pertinencia de elaborar un modelo tipo, cuestión esta que queda explicada al inicio del presente ensayo. Luego realizar una sistematización crítica de concepciones y visiones acerca de la región, elaborando conceptos tipo de región que respondieran a variados intereses sociales y pudieran ser adecuados a una realidad modélica, estos también ya han sido presentados acá.
Por último fue muy válido en nuestra investigación el hecho de "atrapar" el objeto región, y desde una posición contemplativa primero y analítica luego, cercenar las partes del mismo y sintetizar las estructuras de composición de la regionalidad, donde determinamos la existencia de tres componentes estructurales complejos en el proceso de formación de una región: las estructuras horizontales, las estructuras verticales y las estructuras diagonales o flujos de relación. De cada una de las estructuras fueron desagregadas las partes principales o esenciales que van a formar parte de los flujos o segmentos de relación en el modelo a presentar. Pero antes veremos qué son las estructuras y cómo se desagregan:
a) Las estructuras horizontales.
Las estructuras horizontales de la región son aquellas que forman parte de la misma aún antes de ser tal. Nos referiremos en este sentido a los componentes naturales del medio, el relieve y los recursos climáticos y medioambientales, la flora, la fauna y el mismo hombre como elemento componente del ecosistema.
Aunque parezca a algunos nimio el señalamiento de estas estructuras, debemos tomar en consideración que las mismas constituyen la base elemental para la complexión de las regiones como construcciones humanas primigenias. Incluso algunos autores como Paul Vidal de la Blanche consideran, desde las variantes del posibilismo, que dichas estructuras son determinantes en el proceso de desarrollo histórico de las regiones, y mientras sus críticos más feroces se empeñan en acusarlo no sin cierto juicio de determinista, no falta razón al padre y primer conceptualista de los estudios regionales.
Las estructuras horizontales se presentan ante las sociedades como potenciales objetivos para el desarrollo económico, y a la larga van a constituir la plataforma desde donde se construyen los núcleos identitarios de las regiones. El error de Vidal de la Blanche fue abstraerse de ello y observar dichas estructuras como el alfa y el omega de las construcciones sociales en el espacio, cuando en la medida en que el hombre comprende y aprehende el medio, se establece con el mismo una relación de simbiosis que hace que el uno se vaya independizando del otro sin ser total y necesariamente ajenos.
La dialéctica obligada en las relaciones de las estructuras regionales parte de las primerísimas y mantenidas horizontalidades, las cuales son contenido primario del espacio regional en su forma más primitiva y desorganizada, si se toma en cuenta que las mismas forman parte del caos ordenado de todo entorno natural. Toca al hombre, no organizarlo, sino ponerlo espontánea pero conscientemente, en función de la constitución de la sociedad y su evolución.
Un aspecto a considerar es la modelación de estas estructuras. En este sentido se podrían tomar dos ejemplos fácilmente verificables, tanto desde el punto de vista gráfico como desde el punto de vista contable:
Un primer ejemplo sirve para ilustrar gráficamente una región determinada partiendo de la "delimitación" de las fronteras físicas y recreando en forma de escala de color, símbolo y tamaño todos aquellos recursos y/u objetos que componen la base estructural horizontal. Dicha representación puede exponerse en forma de planisferio, tal y como comúnmente se hace en los mapas geográficos que ilustran la densidad y distribución de los recursos de determinadas área.
El otro ejemplo se traduce en una gráfica de segmentos horizontales (de ahí el nombre de las estructuras) que en la forma de cuerdas se proyecten contablemente, sobre un margen de aproximadamente 5% de error, según las siguientes variables:
a. Tipo de relieve y accidentes.
b. Recursos minerales y energéticos.
c. Recursos hídricos.
d. Recursos de la biosfera y bioenergéticos.
e. Condiciones climáticas.
f. Recursos humanos.
Dichas cuerdas o segmentos se programan independientes unas de otras, y se proyectan en la escala jerárquica que más convenga al observador como una gráfica de colores donde cada segmento sea competitivo en paralelo al otro.
Al terminar el modelo de estructuras regionales que ilustran el comportamiento de todos sus componentes, las estructuras horizontales se van a identificar con la variable Eh y se mostrarán los componentes jerarquizados en una leyenda al pie, a la vez que se agrega a los mismos en la gráfica la variable de jerarquía, por ejemplo:
Recursos hídricos: Eh(c) (si es en la forma de símbolo alfabéticos) o Eh(3) (si es en la forma de símbolo numérico)
Con posterioridad, esta gráfica entrecruzará los segmentos horizontales con los verticales y diagonales, en flujos de interrelación regional, dando una idea concreta a los observadores y analistas del comportamiento general de una región determinada.
b) Las estructuras verticales.
Las estructuras verticales de una región comprenden todas aquellas construcciones devenidas de la actividad práctica del hombre sobre el medio, también se le podría llamar construcciones no naturales, construcciones artificiales o medios infraestructurales.
Es importante no confundir estas construcciones infraestructurales con los constructos que forman parte del entorno regional, ya que estos últimos incluyen las proyecciones a escala económica y de poder, e incluso los flujos de interacción sociocultural que habitan al interior de la región y pertenecen a la última de las estructuras que observaremos acá.
Las estructuras verticales comprenden el resultado fáctico de la relación de necesidades que se establece entre el hombre y el medio geográfico. No solo se refiere a las estructuras arquitectónicas, también comprende los objetos de acción cotidiana en su valor total, diferenciados según las potencialidades reales de uso en:
a. Edificaciones administrativas.
b. Edificaciones públicas.
c. Edificaciones residenciales.
d. Vías de transporte.
e. Medios de transporte (terrestre, marítimo, aéreo)
f. Vías de comunicación.
h. Estructuras productivas según sectores (sector primario o (A), sector secundario o (B))
i. Estructuras de servicio.
Como se puede observar, las estructuras verticales también son contables y forman parte del entorno geoespacial, así que pueden ser registradas y graficadas en un momento dado y en dos representaciones básicas:
En forma de gráfico planisférico, tal y como se representan las formas horizontales en el primer ejemplo que se propone en el epígrafe anterior, a través de símbolos, colores y tamaños que ofrezcan al observador una idea general de la composición estructural vertical de la región que se estudia, delimitando la misma a partir de las fronteras que ofrece la relación estricta entre dichas estructuras (que no siempre va a coincidir con las fronteras "naturales" y medioambientales que se proponen anteriormente).
El segundo ejemplo coincide con la propuesta de una gráfica de segmentos, pero en este caso verticales, que no necesariamente deben partir de un punto cero en su concepción, sino que se adaptan dichos segmentos en la medida en que acoplan las estructuras verticales con las horizontales, partiendo del hecho de que las segundas son estructuras primarias en la concepción de la región y deben partir de un eje cero todas y cada una de ellas, mientras las verticales no siempre son coincidentes, y, aunque se expresen en forma de segmentos, estos no presentan un inicio o un fin en la relación de la primeras con las segundas.
Las estructuras verticales también se representarán en la gráfica de segmentos en la forma de colores, tamaños y símbolos alfabéticos y/o numéricos adoptándose para esto último la simbología de variables Ev, y un exponencial en dependencia de la estructura que se trate, en este caso: Edificaciones residenciales como Ev (c) o Ev(3).
c) Las estructuras diagonales o flujos de interrelación regional. Variables para su comprensión.
Hasta aquí hemos visto dos estructuras fácticas y contables que forman parte de la composición de las regiones de manera general, ahora nos detendremos en la más compleja de las estructuras regionales: la que llamamos estructura diagonal o estructura de flujos de interrelación regional.
Estas estructuras son aquellas que indican los flujos de relaciones, evolución y desarrollo de una región en particular, indican no solo el comportamiento de las relaciones en el proceso de la producción, también son indicativas de los flujos de relaciones de poder y de la producción sociocultural, analizando y verificando desde los segmentos de relaciones más simples, hasta los flujos multilaterales más complejos.
Las líneas de relaciones hacia el interior/exterior de las regiones son las responsables de sus estados evolutivos: depresiones y auges, crisis y lisis, estrechamiento o amplitud de las fronteras artificiales o reales, impacto de las regiones a escala nacional y supranacional, conversión de las mismas en otros tipos de constructos humanos o simplemente desaparición de las mismas como unidades humanas en un espacio social concreto.
Los flujos de relaciones al interior de la región se observan como ejes de movimiento continuo, cuya regularidad en términos de permanencia es variable, dependen de la identidad de los objetos y relaciones que se muevan dentro de los segmentos, eso es lo que hace que cada región sea auténtica en su concepción, en su configuración y en su consolidación. Lo que convierte a cada región en irrepetible, básica y universal son estas estructuras: puede darse el caso de repetirse en un contexto espacial las estructuras horizontales, en ambientes coincidentes, con relieves parecidos y condiciones climatológicas relativamente parejas, incluso puede darse el caso de que las estructuras verticales sean similares, no ubicadas de la misma forma, pero sí tendientes a los mismos propósitos. Lo que sí no son nunca parecidas son las estructuras diagonales o de flujos de interrelación regional; cada comunidad o grupo humano, imprime en su sistema de relaciones con el medio y entre sí condiciones únicas que la distinguen y la convierten en unidad universal. Esta es una de las condicionantes básicas en el esquema de concepción de las regiones como estructuras sistémicas y orgánicas, identificadas y auténticas.
Es en extremo difícil operacionalizar gráficamente las estructuras diagonales: aparecen y desaparecen, crecen o decrecen, se intercambian, se transmutan, se mezclan, se superponen o simplemente permanecen de forma regular. Graficar estas estructuras es como dibujar sentimientos, ideas, movilidades individuales y sociales, puntos climáticos en el seno de una comunidad determinada, o sea, es en principio bastante engorroso representar los movimientos de estructuras que son las determinantes de la dinámica dialéctica del proceso regional de expansión-contracción.
Lo primero que debemos determinar es cuántas formas de relaciones existen al interior de una comunidad humana y lo segundo sería clasificar dentro de estas formas aquellas que son expresiones generales que comprometen a cualquier espacio de intercambio humano, o especificidades que solo son observables en la región que queremos estudiar.
Existe un tercer punto: o bien ubicamos estas relaciones en forma de gráfica de evolución en tiempo y espacio, o bien las ubicamos en forma de gráfica donde los ejes constantes sean las estructuras horizontales y verticales, tal y como se propone en los segundos casos anteriormente vistos. Ambas variantes son adecuadas, solo que la primera proyectaría una idea del desarrollo temporo-espacial de las estructuras de relación, y la segunda proyectaría la idea de la ubicación in situ de las estructuras dentro de la vorágine del espacio regional.
Veamos entonces las formas generales de relaciones que se expresan dentro de los flujos o segmentos de intercambio regional:
a) Relaciones de producción o relaciones en el proceso de la producción:
a.a) Relaciones directas al sector productivo.
a.b) Relaciones indirectas al sector productivo.
b) Relaciones de poder o relaciones políticas:
b.a) Relaciones de poder estadual.
b.b) Relaciones de poder regional.
b.c) Relaciones de poder local.
b.d) Relaciones socioclasistas y sectoriales.
b.e) Relaciones de poder legítimas y legales.
b.f) Relaciones de poder legítimas e ilegales.
b.g) Relaciones de poder ilegítimas y legales.
b.h) Relaciones de poder ilegítimas e ilegales.
b.i) Relaciones al seno de la sociedad civil.
c) Relaciones sociales:
c.a) Relaciones familiares.
c.b) Relaciones de género.
c.c) Relaciones etarias.
c.d) Relaciones grupales y sectoriales.
d) Relaciones vinculadas a los procesos de la producción espiritual:
d.a) Relaciones artísticas.
d.b) Relaciones comunicativas.
d.c) Relaciones educativas.
d.d) Relaciones del ámbito científico-técnico.
Estas formas generales, de las cuales se derivan variables mucho más específicas son las que dominan el panorama de las estructuras diagonales o flujos de relaciones intra-extra regionales. Determinan el crecimiento de las sociedades hacia el interior-exterior regional y la dinámica de intercambios con otras estructuras: estado-nación, macroregiones y organismos internacionales. Las estructuras diagonales son de hecho las que identifican el imaginario regional, o como dicen algunos autores, separan el marco meramente territorial, paisajístico y natural del concepto de la región como ideal construido desde las representaciones culturales de las sociedades. Son a la larga estas estructuras las que dotan de carácter al corpus regional y, vale repetir, lo universalizan.
Los flujos de relaciones regionales, como ejes irregulares pero infinitos que fluyen desde y hacia los nodos regionales interesados, no habitan solo en el interior de las fronteras regionales (aunque sí definen las mismas), sino que se proyectan más allá, dispersándose en la medida en que impactan en el acontecer económico, político o cultural a escala nacional, supranacional o internacional. Un eje de relaciones estructurales a escala regional será verificable desde los nodos regionales hasta ahí donde interese a las sociedades de dentro y de fuera de las fronteras de la propia región de pertenencia del mismo, cuestión esta que imprime importancia o define estados de decadencia de un determinado corpus regional. Entonces este se contraería o expandiría, entraría en momentos de crisis o auge, se anexaría a otro corpus del mismo criterio o desaparecería como entidad cultural y social.
Lo antes visto es muy importante a la hora de analizar los porqués de los movimientos de las regiones en el tiempo y el espacio geográfico-humano, algo que hasta la fecha ha sido motivo de discordia entre la comunidad académica dedicada al análisis de los estudios regionales y concentrada en los llevados, traídos, vistos y revisados enfoques disciplinares exclusivos.
Los flujos regionales o estructuras diagonales son las responsables también de comprometer el proceso de clasificación de las regiones en dependencia de la distribución de los nodos que la constituyen creando, intensificando, centralizando o dispersando los focos de distribución de ejes de relación intrarregional.
Modelo gráfico transdisciplinar de región a partir de la composición estructural.
El modelo gráfico de composición regional se ha elaborado a partir del diagrama modelo de coordenadas cartesianas, pero primero partamos del supuesto de representaciones en una fórmula ideal de relación de variables de las estructuras regionales en el espacio concebido como valor total:
R (región ideal)= (?Eh (estructuras horizontales)+?Ev (estructuras verticales+?Ed (estructuras diagonales/ P (área total territorial demarcada por el investigador)
R= (?Eh +?Ev+?Ed) / P
Aquí se parte de que una región en su estado ideal simple es el resultado de la sumatoria de las estructuras horizontales, verticales y diagonales, cuyo valor se complementa dividido entre el área territorial que ocupa idealmente la región, que en caso operacional se representa a partir de la decisión que toma el observador o investigador regional a la hora de realizar el estudio.
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