- El problema central de la sociología
- La sociedad
- La comunicación como elemento constitutivo de la sociedad
- Consideraciones metodológicas sobre los sistemas
- Sistemas que procesan sentido
- La sociedad como sistema social
- Primer avance
NOTA A LA VERSIÓN EN ESPAÑOL
Objetivo de Luhmann: desarrollar la lógica fundamental sobre la que está cimentada la sociedad contemporánea, a partir de conceptualizaciones novedosas.
El problema central de la sociología
Cómo poder explicar las estructuras constantes de la experiencia y la acción social.
Si se parte de los individuos se observa que cuando eligen, lo hacen de una manera impredecible. Los actores tienen una forma constitutiva de elección que se puede designar bajo el término de digitalizada. Cada individuo opera bajo principios de elección alternos: el polo positivo o negativo de la elección varía conforme a mecanismos que no son observables en el interior de las conciencias.
Este hecho fundamental de la binariedad del elegir, conduciría directamente a la consideración de la imposibilidad de la construcción social, dado que el mundo de las posibilidades individuales se manifiestan de manera contingente. Lo social se dispararía en un haz infinito de posibilidades en las que nadie podría coincidir.
La tradición de occidente trató de resolver el problema mediante una especie de coacción. Se impuso la tradición humanista y ética a partir de la cual lo social fue tratado en calidad de una teoría normativa de las elecciones correctas y prudentes. Frente a la binariedad constitutiva de la elección, lo moral privilegio sólo un lado de los polos: el positivo.
Hobbes redefine el problema. Los individuos se deciden preferencialmente por la elección no ética, es decir, la guerra. De aquí la necesidad de un Estado que estableciera y garantizara el orden en las relaciones sociales. El instrumento que transforma la naturaleza en orden es de carácter legal, el contrato social; y la ciencia que reconstruye conceptualmente el establecimiento del orden es, naturalmente, ley y política.
La sociología, hasta Parsons, se quedó atascada con respecto al problema de la doble contingencia del elegir, ya que trató de resolverlo en términos de relación entre seres humanos.
Durkheim postuló el mecanismo de la solidaridad moral en la base de la constitución social; Weber aferra el devenir del mundo moderno a manera de incremento de racionalización según el esquema de fin/medios, y la acción social sólo es concebible provista de sentido con tal de que se le reconstruya en términos de dicha racionalidad.
Luhmann sitúa la solución fuera de este círculo contingente de referencias:
La situación básica de la doble contingencia es, entonces, sencilla: dos cajas negras, a causa de quién sabe qué casualidad, entablan relación una con otra; cada una determina su propia conducta por medio de operaciones autorreferenciales complejas dentro de sus propios límites.
Lo que queda a la vista es por lo tanto, y necesariamente una reducción de complejidad. Cada una presupone lo mismo respecto de la otra…Por medio de una simple suposición generan certeza de realidad, puesto que esta suposición lleva a suponer la suposición en el alter ego. Las dos cajas negras permanecen separadas, no se funden, no se comprenden mejor que antes; se conccentran en lo que pueden observar en el otro como sistema-en-un-entorno, como imput y output, y aprehenden en cada caso su forma autorreferencial desde su propia perspectiva de observador.
Pueden tratar de influir en lo que observan por su propia acción; y nuevamente aprender del feedback. De este modo se puede generar un orden emergente condicionado por complejidad de los sistemas que lo hacen posible, lo cual no depende de si esta complejidad también se pueda calcular y controlar.
A este orden emergente lo llamaremos sistema social.
Luhmann logra aislar lo social de tal manera que la sociedad aparece como sistema y el ser humano como entorno de ese sistema. Un sistema se caracteriza sobre todo:
1.- Por una unidad de operación. La reproducción de un sistema depende, por lo tanto, de una homogeneidad suficiente de operaciones que defina la unidad de un determinado tipo de sistema. El hombre aparecerá para sí mismo o para otro observador como unidad, pero no como sistema. Y mucho menos se puede constituir un sistema con una pluralidad de hombres.
2.- Por producir una constante diferencia con respecto al entorno, de lo contrario el sistema tendería a diluirse:
Los sistemas están estructuralmente orientados al entorno y sin él no podrían existir. Por lo tanto no se trata de un contacto ocasional ni de una mera adaptación. Los sistemas se constituyen y se mantienen mediante la creación y conservación de la diferencia con el entorno, y utilizan sus límites para regular dicha diferencia. Sin diferencia con respecto al entorno no habría autorreferencia, ya que la diferencia es la premisa para la función de todas las funciones de todas las operaciones.
La interacción, reflejo, reciprocidad de las perspectivas dan por supuesto demasiada simetría en las perspectivas de los actores, en un contexto teórico moderno en el que se supone auto selectividad de los puntos de vista y sobre todo la incomprensibilidad del otro.
Lo social no surge del otro. Consiste en una solución emergente de tipo evolutivo que precede a los sujetos, y que está encaminada a proveer estructuras de sentido que se imponen a la tendencia radical de la desintegración. El sistema social es parcialmente mundo del hombre y totalmente mundo de lo social. Estos dos mundos no coinciden punto por punto. Lo social no está construido a imagen y semejanza del hombre, sino que es el resultado de una coacción práctico evolutiva. El sistema sólo puede reconstruirse en términos de un dinamismo preestablecido mediante procesos de acumulación evolutiva. Lo social y el ser humano son entidades autónomas.
Entre ser humano y sociedad existe un acoplamiento estructural, lo que significa que la evolución ha encontrado en la comunicación de la sociedad el medio de socialización del hombre. La sociedad no está compuesta de seres humanos, sino sólo de comunicación. Lo que quiere decir que el mundo de las posibilidades sociales está circunscrito a las posibilidades de la comunicación. Los diverso grados de profundidad con que un individuo puede experimentar la sociedad no pertenecen propiamente al ámbito de lo social: son el entorno de lo social.
La comunicación como elemento constitutivo de la sociedad
Todo lo que es comunicación es sociedad[1]. La comunicación es genuinamente social, ya que tiene como supuesto la existencia de un sistema social de comunicación, para que cada individuo lo actualice. La comunicación no se distingue porque produzca una conciencia común colectiva, en el sentido de una total compatibilidad con toda la complejidad subjetiva de los individuos; la comunicación no puede operar un consenso en el sentido de un acuerdo completo, y sin embargo, la comunicación funciona Es decir, la comunicación se sitúa por encima de estados psíquicos divergentes. No es posible supone una total simetría en los estados subjetivos. Este sistema de orden superior es el sistema de comunicación llamado sociedad.
La comunicación condensa posibilidades, determina lo que es factible evolutivamente, establece formas preestructuradas que significarán el punto de partida restringido de toda experiencia subjetiva human. El lenguaje limita las posibilidades.
Estos sistemas (economía, política, religión, educación) tienen la peculiaridad de limitar el proceso de la información, y además imponen un modelo comprimido de coordinación de motivaciones que no son relacionables entre sí. Los sistemas sociales no designan estados psicológicos, sino construcciones sociales, para las cuales es suficiente con que se presupongan estado de conciencia correspondientes.
La comunicación individual es posible, si previamente existe un sistema comunicacional. Este sistema por más que suponga la conciencia de los individuos, no puede reducirse a la acción individual, ni mucho menos a la colectiva; es resultado emergente de una disposición evolutiva. La comunicación constituye una realidad emergente sui generis.
Consideraciones metodológicas sobre los sistemas
Los sistemas son unidades estructuradas de forma variable con respecto al tiempo; y se mantienen frente a un entorno complejo y cambiante gracias a la posición de una diferencia con respecto al entorno. La conservación del sistema se entiende como una operación ordenadora del propio sistema, conforme a su propia organización y en la que el entorno es fuente de constantes estímulos.
Estimular es un rango de operación radicalmente distinto que el causar. De aquí que se conciba al sistema en calidad de autopoiético: para poder susbsistir ha de resolver permanentemente la tarea de mantener, frente a un entorno cambiante, cuya dinámica le es contraria, una lógica de operación en la que el sistema mismo determina sus propios límites y estructuras.
La conservación de la propia dinámica es el problema fundamental del sistema.
El concepto de complejidad sirve para determinar formalmente la relación sistema/entorno. Llamamos complejo a un sistema que para operar se ve forzado a poner en marcha una selección. La complejidad no sólo se determina por el incremento cuantitativo de los elementos, sino por el hecho de que para realizar una operación, estos sistemas se ven coaccionados a seleccionar entre sus proppios elementos: un sistema complejo no puede poner todo en marcha, al mismo tiempo.
La estructura de un sistema es menos compleja, cuantitativamente, que la complejidad del entorno; esto porque en el entorno existen otros sistemas. Sin embargo, cualitativamente, un sistema puede ser más complejo que el entorno, ya que gracias a su forma específica de complejidad el sistema compensa las ventajas de complejidad por parte del entorno. Debido a esta complejidad cualitativa el sistema puede responder a los posibles cambios que se efectúen en el entorno y que puedan afectar el sistema.
Este intercambio entre sistema y entorno queda expresada bajo la ley de la variedad requerida que designa la manera en que un sistema construye una complejidad adecuada para el comercio con el entorno, cuando éste es más complejo. El sistema reduce complejidad.
Reduce complejidad cuantitativa; pero al hacerlo aumenta para sí complejidad cualitativa.
El sistema afirma su propia consistencia en la medida que aferra y domina operativamente el fragmento de entorno que es efectivamente relevante para la conservación de su patrimonio sistémico.
Por tanto el comportamiento del sistema no es adaptativo, sino más bien como coacción especial hacia su propia autonomía, con el resultado de que el sistema dejaría de existir, aun en un entorno favorable, si en la reproducción de sus elementos no les proveyeran de sentido.
La característica de estos sistemas sociales es que operan en el medio del sentido. Luhmann entiende el sentido como una categoría prelinguística que funda, a su vez, el lenguaje. El sentido se impone en calidad de horizonte. Precede a todo lo que se pueda preguntar o saber sobre él. Cualquier intento de negación de sentido, es posible, pero supondría de manera general, sentido y tendría lugar en el mundo. El sentido es pues una categoría innegable y sin diferencia.
En Luhmann el sentido no tiene otro fundamento ulterior que el mismo sentido (por lo tanto autorreferencial) y no es abordable en calidad de todo. El sentido en general sólo puede ganar realidad actual en la remisión a un sentido diferente.
La única delimitación de tipo general que es posible hacer es que el sentido es la solución emergente de carácter evolutivo con respecto a la socialización. Por tanto el sentido es la categoría fundante de todo el proceso de socialización. Entendido así, el sentido es el mundo operativo del hombre. El mundo del sentido es una operación de reducción de complejidad que el hombre ha obtenido en conjunción con fuerzas que lo sobrepasan. La contingencia ya no puede pensarse como una confrontación de este mundo frente a otro posible, sino únicamente en relación a lo que la sociedad como sistema selecciona.
La complejidad contingente de las posibiliadades de la experiencia y la acción, y sobre todo la complejidad de un futuro abierto, deben realizarse en la interacción social -de no ser así se trataría sólo de una complejidad indeterminada.
El mundo del sentido no es sólo acertante, sino también negante. Esta peculiaridad binaria es exclusiva del sentido, ya que en el mundo externo no existe nada negativo. El sentido es complejo e impulsa a la selección. Todo acto de selección lleva implícita una negación recurrente. Debido a esta alternancia el sentido se revela autorreferencial, autopoiético.
De aquí que Luhmann entienda el sentido, en calidad de categoría prelinguística que funda, a
su vez, el lenguaje y le confiera características de codificación binaria.
LA SOCIEDAD COMO SISTEMA SOCIAL
I.- La teoría de la sociedad en la sociología
El objeto de nuestar investigación es el sistema social de la sociedad moderna.
Cada teoría de la sociedad debe presentar un componente autológico. Esto es, la definición de la sociedad y lo social es ya una operación del objeto. La descripción realiza lo descrito: en el momento en que tiene lugar, debe describirse a sí misma.
Hasta hoy la sociología no ha sabido plantearse este problema.
El aislamiento del objeto, sin embargo, implicaba también el aislamiento del sujeto y, consecuentemente, las alternativas que se perfilaban no podían sino oscilar entre el cientificismo ingenuo y el trascendentalismo. De esta manera se pueden explicar las extrañas conexiones entre el trascendentalismo y la psicología social de Gerge Simmel; pero también así se explica el concepto de acción que se encuentra en Max Weber y su relación con el neokantismo y con la teoría del valor.
Los análisis que tematizaban las formas de la gradualidad de las transformaciones evolutivas son sustituidos por análisis que se apoyan en conceptos históricamente plausibles: análisis de la diferenciación social, de la dependencia de la organización, de las estructuras del rol. Se abandona el concepto de sociedad propio de la economía política, centrado en la economía, prevaleciente desde los últimos decenios del siglo XVIII, y se pasa a una fundación más espiritual (cultural) o más material (económica) de la sociedad. Y se preocupan del lugar del individuo en la sociedad moderna. Este llega a ser el tema central del análisis sociológico. Ya no es considerada como una totalidad tendiente al progreso.
Sociolaización / rol marca la mediación entre individuo y sociedad. Con Max Weber se llega a una condena del racionalismo occidental moderno.
Después de los clásicos, desde hace casi 80 años, en la teoría de la sociedad, la sociología no ha hecho progresos dignos de mención. Se ha evitado la descripción de la sociedad como un todo.
La única teoría sociológica sistemática que existe hasta el momento es la de Talcott Parsons como teoría general de sistema de acciones.
Obstáculos que impiden el conocimiento de la sociedad:
– Que una sociedad está constituida por hombres concretos y por relación entre los hombres.
– Que las sociedades son unidades regionales, territorialmente delimitadas.
– Y que las sociedades, por tanto, pueden ser observadas desde el exterior como grupos de hombres o como territorios.
Las dos primeras impiden una determinación conceptual del objeto sociedad. Estos errores se condensa por su terquedad en aferrarse a un concepto humanístico de sociedad, es decir, un concepto que tiene su referencia esencial en el hombre.
Luhmann contra tradición: humanista / regionalista. Por tanto es una teoría antihumanista y antiregionalista.
II.- Distinción entre sistema y entorno
La sociología no ha logrado la autoimplicación de la teoría de la sociedad y, por consecuencia, no ha podido renunciar a las implicaciones del esquema sujeto-objeto. Luhmann aportara desde fuera de la sociología, con avances producidos en:
– Teoría de sistemas
– Cibernética
– Ciencias cognitivas
– La teoría de la comunicación
– La teoría de la evolución.
Estos avances permite escarparse de la contraposición entre las ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu, o ámbitos objetuales dados en forma de leyes, y ámbito objetuales dados en forma de textos (hermenéutica).
Entonces:
Ya no hablamos de objetos, sino de DISTINCIONES. La importancia de esta trasnformación la llevará a cabo a través del concepto de FORMA de George Spencer Brown. La forma no es una forma más o menos bella. La forma es la forma de una distinción, por tanto de una separación, de una diferencia. Cuando se efectúa una distinción, se indica una parte de la forma; sin embargo, con ella se da, al mismo tiempo, la otra parte. Es decir se da simultaneidad y diferencia temporal. Indicar es al mismo tiempo distinguir, así como distinguir es al mismo tiempo indicar. Ninguna parte es algo en sí misma. Se actualiza por el hecho de que se indica esa parte y no la otra. En este sentido la forma es autorreferencia desarrollada, más precisamente, es autorreferencia desarrollada en el tiempo. Atravesar es un acto creativo. La forma es la distinción misma, en cuanto que apremia a indicar (por tanto a observar) una u otra parte, y por esta razón no puede ella misma realizar su propia unidad. La unidad de la forma es la del tercero excluído que no puede ser observado hasta que se observa con la ayuda de la forma.
Determinar, indicar, conocer y actuar, en cuanto operaciones, consisten en esto: en que se fija una forma, con la consecuencia de que se instaura una diferencia, que produce al momento una simultaneidad y una necesidad de tiempo.
El procedimiento del que nos servimos, entonces, no es deductivo sino inductivo: consiste en el intento de establecer qué significan las generalizaciones de una forma para las otras formas. Aquí, entonces, consistencia no significa sino producción de suficientes redundancias, tratamiento parsimonioso de las informaciones.
La teoría de sistema se preocupa de la forma de la forma, se podría decir, que explicita, con referencia al caso sistema-entorno, las propiedades generales de toda forma de dos partes. LA UNIDAD DE LA FORMA PERMANECE PRESUPUESTA COMO DIFERENCIA, pero no es fundamento de las operaciones. Las operaciones son posibles como las operaciones de un sistema. Pero el sistema puede operar también como observador de la forma. Puede observar la unidad de la diferencia, la forma de dos partes como forma: puede hacer esto si la forma puede operar otra distinción. Si los sistemas son lo suficientemente complejos pueden aplicarse a sí mismos la distinción sistema-entorno.
Los sistemas pueden distinguirse a sí mismo respecto a su entorno, pero sólo como una operación que se verifica en el mismo sistema. La forma que ellos, por así decirlo, producen ciegamente, operando recursivamente y por tanto diferenciándose, de nuevo está a su disposición cuando se observa a sí mismo como sistema en un entorno. Teoría de sistemas como praxis del distinguir y del indicar.
La teoría de sistemas utiliza la distinción de sistema y entorno como forma de sus observaciones y descripciones; pero para poder hacerlo debe ser capaz de distinguir esta distinción respecto a otras distinciones, por ejemplo, respecto de la teoría de la acción y, en general, para operar de este modo, debe constituir un sistema: es decir, que en este caso,es una ciencia.
Antes el intercambio de la materia en terminos de input – output, nos ponía ante la paradoja de que existían sistemas que no están sujetos a la ley de la entropía, sino que estaban en condiciones de una neguentropía, esto es mantener su diferenciación con respecto del entorno, e incluso poder complicarse aún más. Por tanto debían acentuar su diferencia con el entorno.
Inclusión de relaciones autrorreferenciales y, por tanto, circulares. Autopoiesis de Humberto Maturana significa un elemento nuevo, ya que el entorno sólo determinaba en terminos casuales al sistema, por tanto a mayor complejidad del sistema mayor casualiadad de determinación.
Los sistemas autopoiéticos son los que producen por sí mismo no sólo las estructuras, sino también los elementos de que están compuestos, precisamente en la trama de estos elementos. Los elementos son informaciones, son distinciones que producen la diferencia en el sistema. Y en este sentido son una unidad de uso para la producción de unidades de uso, para los cuales en el entorno no existe correspondencia.
Todas las relaciones entre un sistema autopoiético y el entorno tienen un modo no específico. Cada especificación presupone que el sistema tenga una actividad propia y que haya una situación histórica como condición de esta actividad suya.
La especificación, en efecto, es ella misma una forma, es decir, una distinción. Está constituida por una elección efectuada en un ámbito de elección autoconstituido (información): una forma así puede estar constituida sólo en el mismo sistema.
No hay input ni output de elementos en el sistema o desde el sistema: esto es lo que se entiende con el concepto de autopoiesis. El sistema es autonómo no únicamente en el plano estructural, sino también en el plano operativo. El sistema puede constituir operaciones propias sólo empalmándose a operaciones propias y como anticipación respecto a ulteriores operaciones del mismo sistema.
¿Cómo es posible distinguir, por un lado, esta dependencia recursiva de la operación a partir de sí y, por otro, las dependencias respecto al entorno, las cuales indudablemenete siguen existiendo? Estas reflexiones nos llevarán a atribuir al concepto de comunicación un significado central para la teoría de la sociedad.
Clausura operacional (o autorreferencial) del sistema. Con este concepto no hay referencia a lo que podría ser entendido como aislamiento causal, como falta de contacto o como una especie de segregación del sistema. Sin embargo, permanece válido el principio, ya adquirido gracias a la teoría de los sistemas abiertos, que independencia y dependencia pueden acrecentarse mutuamente, una a través de la otra. Hoy se formula este principio de una manera distinta y se dice que cada apertura se apoya en la cerradura del sistema. Esto significa que sólo los sistemas operativamente cerrados pueden construir una alta complejidad propia, la cual puede servir para especificar bajo qué aspectos el sistema reacciona a las condiciones de su entorno, mientras que desde los demás aspectos se puede permitir indiferencia gracias a su autopoiesis. El conccepto de sistema remite al concepto de entorno y que por eso no puede ser aislado ni lógica, ni analíticamente.
Observar significa simplemente distinguir e indicar. El observador es el tercero excluído de su observación.
III.- La sociedad como sistema social omniabarcador
La teoría de la sociedad es la teoría del sistema social omniabarcador, que incluye en sí los demás sistemas sociales. Esta definición es casi una cita de las notas introductorias de la Política de Aristóteles. Con esto nos ponemos en conexión con la tradición véteroeuropea por lo que respecta al concepto de sociedad.
La sociedad será entendida como un sistema y, como se ha dicho la forma del sistema no es otra cosa que la distinción entre sistema y entorno. Sin embargo, esto no significa absolutamente que sea suficiente la teoría general de sistemas para que en virtud de un procedimiento lógico se pueda deducir qué se ha de entender como sociedad.
Más bien es necesario proceder a ulteriores determinaciones, especificando primero la peculiaridad de los sistemas sociales y luego, dentro de la teoría de sistemas sociales, especificando la peculiaridadd del sistema de la sociedad. Sólo así se podrá explicar qué se esta implicando cuando se designa a la sociedad como sistema social omniabarcador.
Por eso debemos distinguir tres diversos niveles en el análisis de la sociedad:
– La teoría general de sistemas, y en ella la teoría general de los sistemas autopoiéticos;
– La teoría de sistemas sociales;
– La teoría del sistema de la sociedad como caso particular de la teoría de sistemas sociales.
La teoría general de los sitemas autopoiéticos exige que se indique con precisión la operación que realiza la autopoiesis del sistema y que de este modo delimita al sistema con respecto a su entorno. En el caso de los sistemas sociales, esto sucede mediante la comunicación. La comunicación tiene todas las propiedades necesarias para la autopoiesis del sistema:
– Es una operación genuinamente social.
– Es una operación social porque presupone el concurso de un gran número de sistemas de conciencia, pero precisamente por eso, como unidad, no puede ser imputada a ninguna conciencia sola.
– Es social porque de ningún modo puede ser producida una conciencia común colectiva, es decir, no se puede llegar al consenso en el sentido de un acuerdo completo; y sin embargo, la comunicación funciona.
Es autopoiética porque (otra versión del mismo argumento):
– En la medida que sólo puede ser producida sólo en un contexto recursivo con otras comunicaciones y, por tanto, sólo en una trama cuya reproducción concurre cada una de las comunicaciones.
Distinción entre un proceso biológico y la comunicación es que esta última es una operación provista de la capacidad de autoobservarse.
La comunicación, como operación, no produce sólo una diferencia. Sin duda que lo hace; pero para observar que esto sucede, también usa una distinción específica: la que existe entre el acto de comunicar y la información. Esto no significa sólo que la identificación del acto de comunicar como acción es elaboración de un observador, es decir, la elaboración del sistema de la comunicación que se observa a sí mismo. Esta idea significa, además, que los sistemas sociales (incluida la sociedad) pueden construirse sólo como sistemas que se observan a sí mismos.
Así ninguna autoobservación está en condiciones de comprender la plena realidad del sistema que ella realiza: puede sólo elegir soluciones sustitutivas. Lo cual sucede mediante la elección de las distinciones con las cuales el sistema efectúa autoobservaciones. En este caso el sistema debe poder fundamentar la distinción sistema-entorno, es decir, debe poder distinguir entre autorreferencia y heterorreferencia. Esta distinción es efectuada en el sistema. Podemos decir también que ella misma es una construcción del sistema.
En consideración a esta imposibilidad de captar la plenitud del ser y de hacer al sistema transparente para consigo mismo, surge un complejo producto de distinciones, que guían el proceso de observación del sistema, lo orienta hacia adentro o hacia afuera, según sea la parte de la distinción dentro-fuera que esté indicada.
Un sistema social y, naturalmente, de modo especial, una sociedad puede observarse a sí misma, simultánea o sucesivamente, de maneras muy diversas, que aquí llamaremos policontextuales. No existe, pues, ninguna coacción de parte del objeto para la integración de la observación. El sistema hace exactamente lo que hace. Si ahora pasamos al tercer nivel, en el que se debe tratar la especificidad del sistema de la sociedad, se hace posible observar, en toda su evidencia e importancia, los problemas de la multiplicidad de las posibles autoobservaciones. Y en efecto la sociedad, como sistema social omniabarcador, no conoce sistemas sociales más allá de sus fronteras. Por lo tanto, no puede ser observada desde fuera. En otras palabras, la sociedad constituye el caso extremo de la autoobservación policontextual, el caso extremo de un sistema que esta constreñido a la autoobservación, sin actuar para esto como un objeto, sobre el que pueda existir sólo una única opinión correcta, de modo que todas las desviaciones puedan ser tratadas como error. Las autodescripciones no se producen de un modo casual.
La plausibilidad de las representaciones tienen condiciones estructurales y, en la evolución de las semánticas, existen tendencias históricas que delimitan fuertemente el espacio de las variaciones.
IV.- Clausura operacional y acoplamiento estructural
Cada observación sobre el entorno debe realizarse en el mismo sistema como actividad interna, mediante distinciones propias (para las cuales no existe ninguna correspondencia en el entorno). Toda observación del entorno presupone la distinción entre autrorreferencia y heterorreferencia, la cual puede hacerse sólo en el sistema. Toda observación del entorno estimula la autoobservación y toda distancia ganada respecto al entorno trae consigo la pregunta por sí mismo, por la propia identidad.
La clausura operacional trae como consecuencia que el sistema dependa de la autoorganización. Juntas, la clausura y la autoorganización, hacen que el sistema se vuelvan – y aquí se manifiesta la ventaja que proviene de la evolución- altamente compatible con el desorden del entorno o, más precisamente, con entornos ordenados fragmentariamente, en sistemas varios, pero sin formar una unidad. Podemos decir que la evolución lleva necesariamente a la clausura de los sistemas, la cual a su vez contribuye para que se instaure un orden general respecto al cual se confirmen la eficacia de la clausura operacional y la autoorganización. Precisamente en este sentido también la clausura operacional del sistema de comunicación que es la sociedad, corresponde al hecho de que surgen organismos móviles provistos de sistemas nerviosos y, por último, de conciencia; y la sociedad refuerza, precisamente porque la tolera, la multiplicidad desorganizada de las perspectivas de cada uno de estos sitemas de intranquilidad endógena.
Si se toma en consideración la tradición de teorías de sistemas, la tesis de la clausura suscita una cierta admiración. Y, en efecto, con la mirada dirigida hacia la ley de la entropía, la teoría de sistemas se había constituido en teoría de sistemas abiertos (y por tanto, neguentrópicos). Con clausura no se entiende aislamiento termodinámico, sino cerradura operacional, es decir que las operaciones propias del sistema se vuelven recursivamente posibles por los resultados de las operaciones propias del sistema.
Relaciones recursivas como éstas, en las que la conclusión de una operación es la condición de posibilidad de otra, llevan, sin embrago, a una diferenciación de los sitemas, en los que todo esto se realiza en un modo que con frecuencia es estructuralmente muy complejo, y llevan a una diferenciación de su entorno que existe en la simultaneidad. Llamamos clausura operacional al resultado de este proceso.
La sociedad es un sistema comunicativamente cerrado. Produce comunicación a través de la comunicación. Sólo la sociedad puede comunicar, pero no consigo misma ni con su entorno. Produce su unidad realizando operativamente comunicaciones a través de la reiteración recursiva y la anticipación recursiva de otras comunicaciones. Si se pone como fundamento el esquema de observación sistema-entorno, la sociedad puede comunicarse en sí misma sobre sí misma y sobre su entorno, pero nunca consigo misma y nunca con su entorno, porque ni ella misma ni su entorno pueden comparecer de nuevo en la sociedad, por así decirlo, como interlocutor. En efecto, la sociedad es posible sólo como sistema autopoiético.
Estar cerrado significa siempre estar incluido en algo que, visto desde dentro, constituye algo externo. En otras palabras, la construcción y el mantenimiento de los límites de un sistema -también vale para los seres vivientes- presuponen un continuo de materialidad que no conoce y no respeta estos límites. La cuestión que surge aquí es ¿cómo se configura un sistema? y, en nuestro caso, ¿cómo configura el sistema de la sociedad sus relaciones con el entorno, si no puede mantener ningún contacto con el entorno? Toda la teoría de la sociedad de la respuesta que se dé a esta pregunta. Por lo pronto podemos ver cómo el concepto humanístico y regionalístico de sociedad ha evitado el plantearse esta pregunta.
Volveremos a Humberto Maturana, hablaremos de acoplamiento estructural. Este concepto presupone que todo concepto autopoiético opere como sistema determinado por la estructura, es decir, como un sistema que puede determinar las propias operaciones sólo a través de las propias estructuras. El acoplamiento estructural, entonces, excluye el que datos existentes en el entorno puedan especificar, conforme a las propias estructuras, lo que sucede en el sistema. Maturana diría que el acoplamiento estructural se encuentra de modo ortogonal con respecto a la autodeterminación del sistema. No determina lo que sucede en el sistema, pero debe estar presupuesto, ya que de otra manera la autopoiesis se detendría y el sistema dejaría de existir. En este sentido todos los sistemas están adaptados a su entorno (o no existirían), pero hacia el interior del radio de acción que se les confiere, tienen todas las posibilidades de comportarse de un modo no adaptado.
En este sentido toda la comunicación está estructuralmente acoplada a la conciencia. Pero la conciencia no es ni el sujeto de la comunicación, ni en cualquier otro sentido, el sustrato de la comunicación. Para esto debemos abandonar también la metáfora clásica según la cual la comunicación es una especie de transferencia de contenidos semánticos de un sistema psíquico, que ya los posee, a otro sistema. No es el hombre quien puede comunicarse; sólo la comunicaciòn puede comunicar. La comunicación constituye una realidad emergente sui generis. Los sistemas de conciencia también son sistemas operacionales cerrados. No pueden tener contacto unos con otros. No existe la comunicaición de conciencia a conciencia y no existe ninguna comunicación entre el individuo y la sociedad. Solamente la sociedad puede comunicar.
Para comprender la conexión entre conciencia y comunicación utilizamos el concepto de acoplamiento estructural. Este funciona siempre e imperceptiblemente. El acoplamiento estructural entre comunicación y conciencia, por su modo de funcionar sin ruido y sin visibilidad, no excluye absolutamente que quienes forman parte de la comunicación sean identificados en la comunicación o que además sea a ellos a quienes dirija la palabra. Los llamaremos personas, es decir, diremos que el proceso de comunicación está en condiciones de personificar referencias externas. Toda comunicación debe poder distinguir entre la información y el acto de comunicar o no sería posible distinguir la misma comunicación. En conceptos de Spencer Brown se podría llegar a decir que la utilización de estas referencias condensa personas o cosas, es decir, las fija como idénticas y al mismo tiempo las confirma, es decir, las enriquece con nuevas referencias de sentido que derivan de otros actos de comunicación.
A través de acoplamientos estructurales un sistema puede empalmarse a sistemas altamente complejos del entorno, sin que éste deba alcanzar o reconstruir la complejidad de aquél. La complejidad de estos sistemas del entorno permanece opaca para el sistema. Se trata de utilizar la complejidad ordenada (estructurada, pero no calculable) a la medida de las propias posibilidades de operación, lo cual en las sociedades significa linguísticamente. En el caso de que tales relaciones se desarrollen conforme a una recíproca coevolución, por lo que ninguno de los sistemas acoplados estructuralmente de esta manera podría existir sin ellas, se puede hablar también de interpenetración. El acoplamiento estructural regular entre sistemas de conciencia y sistemas de la comunicación se hace posible a través del lenguaje. Desde el punto de vista de la evolución, el lenguaje es un tipo de ruido extremadamente improbable. Al mismo tiempo, las posibilidades de especificación del lenguaje vuelven posible la construcción de estructuras de comunicación altamente complejas. Es decir, por una parte permiten que las mismas reglas del lenguaje se vuelvan complejas y luego caigan en desuso, y por otra parte permiten que se construyan semánticas sociales para la reactivación situacional de importantes posibilidades de la comunicación. Hay que aludir al hecho de que nos encontramos en contradicción con los presupuestos fundamentales de la linguística sausseriana: el lenguaje no posee ningún modo propio para operar, no debe ser manejado como el acto de pensar o como el acto de comunicar; y, consecuentemente, el lenguaje no constituye un sistema propio. Es y seguirá siendo dependiente del hecho de que los sistemas de conciencia, por una parte, y el sistema de comunicación de la sociedad, por otra, prosigan la propia autopoiesis mediante operaciones propias completamente cerradas.
Richard Pérez