Introducción
La lectura de la novela "Miedo a volar", de la escritora estadounidense Érica Jong -así no pertenezca a las obras "clásicas" o sea uno de los llamados "best-seller"-, me impactó porque es una especie de manifiesto de liberación de la mujer, y por eso he considerado que merece elaborarle un breve análisis, sin pretensiones de hondura sicológica, para detectar sus temas, desentrañar su argumento y reflexionar sobre su personaje principal, dejando "hablar" a su autora.
Temas
La soledad, la angustia existencial, la búsqueda del amor, el ansia de libertad y de autonomía.
Isadora Zelda White Stollerman Wing, escritora judía-norteamericana, nacida en 1942, quien escribe para la revista Voyeur, narra su vida, saturada de fracasos amorosos, soledad, decepciones, frustraciones, viajes, aventuras, desventuras, conflictos emocionales, intimidad sexual, su condición de mujer judía, su angustia existencial y hasta su animadversión por el psicoanálisis.
Inicia relatando el viaje de 117 sicoanalistas, que se dirigen en avión hacia Viena a participar en un congreso en la Universidad de Viena. Isadora, que está casada con uno de los sicoanalistas, Bennet Wing, viaja con éstos, porque va a escribir "un artículo satírico" sobre el congreso, se involucra sentimental y genitalmente con otro sicoanalista, Adrián Goodlove, de quien se enamora, luego de conocerlo cuando se iba a iniciar el congreso tras haberle pellizcado una nalga. Después de varios días de "tórrida" pasión huye con Adrián a Londres, abandonando a Bennett. A medida que compartía su vida íntima con Adrián, en Londres, le contó lo que había ocurrido antes en su vida: cuando comenzó a masturbarse a los 16 años; su primera intimidad con su primer esposo Braian, de quien se divorció muy pronto, porque enloqueció; su romance con un director de orquesta y sus muchas aventuras íntimas con varios hombres. Al cabo de un corto tiempo, como Adrián le comenta que debe reunirse con su esposa e hija, se rompe la relación. Adrián viaja a buscar a su familia e Isadora viaja a París. Allí reflexiona sobre sus fracasos, decepciones, soledad, angustia existencial, y retorna a Londres, en donde por azar se encuentra con Bennett en el hotel donde se hospedó.
Isadora se describía como neoyorquina, judía, de una familia de clase media muy neurótica, casada en segundas nupcias con un psicoanalista, sin hijos, con veintinueve años. "Acabo de publicar un libro de poemas supuestamente eróticos, que hace que hombres desconocidos me llamen a media noche con proposiciones y preposiciones, y me ha provocado un gran lío que me hace ir de aquí para allí. Empecé por leer mis poemas e intentar ver a una sola persona con la imagen que presenta en ellos. Empecé a poner en práctica mis fantasías. Empecé creyendo que yo era un personaje de novela inventado por mí". Quería ser la primera en todo. "Mi problema era que siempre quería ser la primera en todo. La primera en amor. La primera en ansias, y la primera en sufrir. La primera víctima, la primera tonta… Si me metía en problemas constantemente, toda la culpa era mía por querer siempre ser la número uno. Escogí al más loco de los locos como primer marido, al más inescrutable como segundo, el más osado primer libro, el pánico más terrible después de su publicación…". Tenía una significativa preferencia por el surrealismo, movimiento al que consideraba como parte de su vida.
Su miedo a volar no era precisamente el miedo a la libertad, sino el miedo a volar en aviones. Por eso el título "Miedo a Volar" no tiene la verdadera profundidad con respecto al temor a ser libre, a ser ella misma, a vivir plenamente. Su aprensión era hacia los viajes aéreos. "Secretamente odiaba viajar".
Isadora, a pesar de estar muy involucrada con el psicoanálisis, ya sea por sus vínculos afectivos con sicoanalistas o por los tratamientos sicoanalíticos, lo detestaba. "¿No ve por qué tanta gente está hasta las mismísimas narices del análisis? Todo es culpa de ustedes, estúpidos analistas. Hacen que todo el proceso sea una especie de atrapa ladrón. El paciente va y va y va y sigue pagando con su dinero, y cuando tipejos como ustedes se ponen demasiado espesos para explicar lo que está pasando o cuando advierten que no pueden ayudar al paciente, se limitan a aumentar el número de años que deben seguir acudiendo o les dicen que vayan a otro analista para explicarse lo que no funcionó con el primer analista". En la época de la novela, "el psicoanálisis no gozaba del favor de los miembros de la Nueva Izquierda por ser demasiado individualista. Según se decía, no ayudaba en el avance de la lucha a escala mundial hacia el comunismo". Por el hecho de ser una ciencia de origen judío (Freud, el padre del sicoanálisis, era judío), era rechazada por los antisemitas, quienes la denominaban la ciencia judía. "¿Por qué los analistas siempre responden a una pregunta con otra pregunta? Dan la vuelta a cualquier pregunta y la empujan en el trasero de quien pregunta. Todos los analistas parecen talmudistas que abandonaron el seminario en el primer curso". Isadora fustigaba duramente a Freud, porque le había complicado la vida a la mujer. "¿Qué quieren las mujeres? Freud lo complicó y nunca sacó demasiado en claro… Una polla erecta, dijo Freud, dando por sentado que las mujeres la quieren porque los hombres la quieren así. Grande, dijo Freud, dando por sentado que la obsesión de ellos era nuestra obsesión… En alguna ocasión alguien calificó a Freud de falocéntrico".
Isadora, antagónica al psicoanálisis, tenía su propia concepción de los artistas, apoyada en sus apreciaciones y en teorías de científicos. "Todas las pruebas demostraban abrumadoramente que los artistas, como grupo, eran débiles, dependientes, infantiles, ingenuos, masoquistas, narcisistas, malos jueces de carácter y sumergidos sin remedio en conflictos edípicos. Debido a su extrema sensibilidad, propia de niños, y a su necesidad de madre, necesitan más Acusaba que en el común de la humanidad, siempre se sentían desamparados, con independencia de cuánto cariño materno hubieran recibido. En su vida adulta, estaban destinados a buscar madres por todas partes, y al no encontrarlas (nunca, nunca) inventaban sus propias madres ideales a través del artificio de su obra. Buscaban rehacer sus propias historias con una imagen idealizada, incluso en el caso de que a una idealización acabara pareciéndose más a una brutalidad que a una idealización. Por decirlo en pocas palabras, ninguna familia era tan perversamente trascendental como el novelista (o poeta) autobiográfico moderno imaginaba que era su familia. Desarrollar la propia familia era, en última instancia, lo mismo que idealizarla. Demostraba lo muy atado que uno estaba aún al pasado".
Su búsqueda del amor y de la felicidad, llevaron a Isadora a involucrarse en diversas relaciones genitales, afectivas y dos matrimonios. "Mi primer marido había sido un psicótico. Brian Stollerman era muy bajo, propenso a tener barriga, peludo y de piel oscura… Era un orador fascinante". Su segundo esposo fue Bennet Wing. "Alto, guapo; un oriental inescrutable. Dedos largos y afilados, cojones sin un pelo, un encantador movimiento de caderas al joder, actividad en la que parecía absolutamente infatigable… Era veleidoso. No tenía alas en sus talones, sino en su polla… La tenía levantada eternamente y era el único hombre de los que había conocido que nunca estaba impotente, ni siquiera cuando se hallaba deprimido o furioso… Era un médico para mi cabeza y un psicoanalista para mi coño… Bennet era toda pulcritud y suavidad… Antes de Bennet había existido aquel director de orquesta enamorado de su batuta, un tenorio florentino, un cuñado árabe incestuoso, un profesor de filosofía y un cierto número de ligues varios por la noche… Cuando se ha acabado el entusiasmo amoroso, racionalizas… Me enamoré de Bennet en parte porque tenía los cojones más limpios que jamás probara. Sin pelos".
Con respecto a la fidelidad, al coito ("joder") y el matrimonio tenía perfectamente clara su cosmovisión. "¡Qué hipocresía subir con un hombre con quien no deseas joder, dejando al que desearías sentado allí solo¡ Y luego, en estado de gran excitación, joder con el que no deseas mientras pretendes que es precisamente con él con quien quieres. A esto se llama fidelidad. A esto se llama monogamia. A esto se llama civilización y sus insatisfacciones… Bailar es como joder; no importa qué aspecto presentes… Sólo debes concentrarte en lo que sientes… Conocí mi primer falo a los trece años y diez meses en el sofá de seda color verde aguacate, en el salón de mis padres… La verdad es que las fantasías, fantasías son, y una no puede vivir extasiada todos los días del año. Incluso si das un portazo y te largas, incluso si jodes con todo el mundo a la vista, no te acercas más a la libertad, necesariamente… ¿A qué conduce joder, en última estancia?" Todas sus fantasías incluían el matrimonio. "Tan pronto me imaginaba huyendo de un hombre, ya me veía atándome a otro. Era como un barco que siempre necesita un puerto de escala. Muy sencillo: no me podría imaginar sin un hombre. Sin uno, me sentía perdida como un perro sin amo; sin rostro, indefinida… Pero, ¡qué grandeza existía en el matrimonio? Me había casado y vuelto a casar. Tenía su lado bueno, pero también su lado malo. Las virtudes del matrimonio eran, en su mayor parte negativas. El no estar casada en un mundo de hombres era una lucha tal, que cualquier cosa tenía que resultar mejor. El matrimonio era mejor. Pero no demasiado. Pensé que era condenadamente inteligente cómo los hombres habían dispuesto la vida, de modo totalmente intolerable para las mujeres solteras; así, la mayoría se lanzaría muy a gusto al matrimonio aunque se tratara de una unión desastrosa. Casi cualquier cosa tendría que ser mejor que afanarse en ganarte la vida en un trabajo mal pagado y quitarte de encima hombres sin hechizo en tus horas libres, mientras intentabas aferrar a los atractivos. A pesar de que no me cabe ninguna duda de que la soltería igualmente significa para un hombre la soledad, no tiene la carga suplementaria y añadida de ser a todas luces peligrosa, ni implica automáticamente pobreza ni condenas sin discusión posible a la condición de paria social… ¿La mayor parte de las mujeres se casarían si supieran lo que significa? Pienso en mujeres jóvenes que siguen a sus maridos adondequiera que sus maridos sigan a sus puestos de trabajo. Pienso en ellas, que se encuentran repentinamente a miles de kilómetros de sus amigos y de la familia. Pienso en ellas, que viven en lugares donde no pueden trabajar, donde no pueden hablar la lengua que allí se habla. Pienso en ellas echando hijos al mundo como consecuencia de su soledad, de su aburrimiento y sin saber muy bien por qué. Pienso en sus maridos siempre con prisa y agotados por tener que estar a la que salta. Pienso en ellos viéndose mucho menos después del matrimonio que antes. Pienso en ellos cayéndose en la cama demasiado exhaustos para follar. Pienso en ellos cada vez más distantes en el primer año de su matrimonio, como nunca imaginaron que dos personas pudieran hallarse distantes mientras eran novios. Y luego pienso en cuando empiezan las fantasías. El marido mira detenidamente a una posninfitas de catorce años en bikini. La mujer codicia al tipo que le arregla el televisor. El bebé enferma y la mujer acaba entendiéndose con el pediatra. El marido jode con su secretaria masoquista que lee Cosmopolitan y se considera una muchacha sofisticada. No: ¿cuándo empezaron a andar mal las cosas? Pero: ¿cuándo funcionaron bien?".
Con respecto a los hijos, pensaba que de alguna manera la idea de llevar un hijo me enfurecía. "No es el hecho en sí de tener hijos lo que me parece injusto, sino tener hijos para los hombres. Hijos que reciban sus apellidos. Hijos que te atan por el amor a un hombre a quien tienes que gustar y servir so pena de abandono. Y el amor, a fin de cuentas, es la atadura más fuerte". La idea de estar embarazada la inquietaba, y por eso no concebía la posibilidad de tener hijos… "El embarazo me parecía como una tremenda abdicación del control".
Su vida fue de constante búsqueda, sin que tuviera muy claro qué buscaba. "Vas por la vida buscando un profesor y luego, cuando lo encuentras, dependes tanto de él que empiezas a odiarle. O también guardas a que muestre sus debilidades y entonces le desprecias por ser humano… En consecuencia, ¿qué buscaba? ¿Y por qué me sentía tan desasosegada? Quizá me resistía a consumar algo de estos amoríos porque sabía que el hombre a quien realmente amaba seguiría evitándome y acabaría desilusionada. Pero ¿quién era el hombre a quien realmente deseaba? Todo cuanto me constaba era que había estado buscándole con insistencia desde los dieciséis años… ¿Por qué nuestras vidas parecían reducirse a la caza del hombre? ¿Dónde se encontraban las mujeres verdaderamente libres, que no se pasaban la vida rebotando de un hombre a otro, que se sentían completas con o sin un hombre?… La búsqueda del hombre imposible siguió adelante… Yo me casé dos veces…, pero la búsqueda siguió. Cada uno de mis numerosos psicos era capaz de decirme que estaba buscando a mi padre. ¿Lo eran todos? La explicación no me convencía totalmente. No es que me pareciera errónea, sino demasiado elemental. Quizá la búsqueda fuera una especie de ritual en el que el proceso era más importante que el fin. Quizá se trataba de una especie de investigación. Quizá no existiera el hombre en absoluto, sino que fuera sólo un espejismo creado por nuestra añoranza y nuestro vacío. Cuando te vas a dormir hambrienta, sueñas con comer. Cuanto te vas a dormir con la vejiga llena, sueñas con levantarse a mear. Cuando te vas a dormir y estás caliente, sueñas que te dan un revolcón. Quizás el hombre imposible sólo fuera un espectro audaz, el violador fantasmal que las mujeres esperan encontrar bajo las camas o en los armarios, o quizás estuviera verdaderamente muerto y fuese el último amante… ¿Acaso dos hombres suman una persona en su totalidad?… Toda mi historia histérica en busca del hombre imposible y volviendo a encontrarme siempre en el punto de partida: dentro de mi propia cabeza… El problema de los hombres son los hombres; el problema de las mujeres, los hombres". Le gustaban los hombres que pueden efectuar una rápida transición del espíritu a la materia.
Ardían, dialogando con Isadora la sensibilizó sobre algunos aspectos importantes. Según éste, estaba "destinada a tener que barajar un poco las cartas, cariño; tienes que profundizar en ti misma y recuperar tu propia vida… Tienes que tocar fondo y luego volver a subir… ¿Qué te hace pensar que el amor lo resuelve todo?… ¿Por qué no dejas de buscar el amor e intentas vivir tu propia vida?… Quieres amor, quieres intensidad, quieres sentimiento, quieres intimidad… ¿Y en qué te quedas? En el mero sufrimiento. Por lo menos su sufrimiento es intenso… La paciente está enamorada de su enfermedad. No quiere que la curen". Al respecto, Isadora piensa que "sólo quiero sentirme cerca de alguien, unida a alguien, total por una vez. Quiero amar verdaderamente a alguien… Deseo sentirme total… ¿Qué tipo de vida me aguarda sin amor?… Todo lo que escribo es una tentativa para conseguir amor. Ya sé que es una locura. Ya sé que está destinado a la decepción. Quiero que todo el mundo me ame… Entonces pensó que "a partir de ahora tendré que ser mi propia madre y mi propio consolador, y deberé acunarme yo misma para dormir. Quizás era esto lo que Adrián quería decir cuando hablaba de bajar al fondo de uno mismo para luego empujarse hacia arriba. Aprender la manera de sobrevivir la propia vida. Aprender la manera de soportar la propia existencia. Aprender la manera de ser la propia madre. No pidiendo siempre ayuda a un analista, a un amante, a un marido o a un pariente".
Isadora, en la búsqueda de respuestas, evidenciaba una crisis de identidad. "Dije mi propio nombre para intentar recordar quién era: "Isadora, Isadora, Isadora… Isadora White Stollerman Wing… Isadora Zelda White Stollerman Wing… Licenciada en Filosofía, doctor en filosofía, premio extraordinario de licenciatura, Isadora Wing, prometedora joven poeta. Isadora Wing, prometedora joven sufridora. Isadora Wing, feminista y futura mujer liberada. Isadora Wing, payaso, llorona, tonta. Isadora Wing, ingeniosa, erudita, ex esposa de Jesuscristo. Isadora Wing, con su miedo a volar. Isadora Wing, mujer atractiva ligeramente gorda, con astigmatismo agudo en el ojo mental. Isadora Wing con sus coño y sus orificios difíciles de colmar en la cabeza y en el corazón. Isadora Wing, hambrienta de aporreamiento. Isadora Wing, cuya madre deseaba que volara. Isadora Wing, paciente profesional, buscadora de salvadores, sensualidad y seguridad. Isadora Wing, luchadora contra molinos de viento, plañidera profesional, aventurera fracasada…".
Sus reflexiones la llevaban a meditar sobre su condición de mujer. "¿Qué significa ser una mujer? Lo peor de la condición femenina es la fealdad del propio cuerpo… Todas creen que sus coños son feos. Todas se encuentran defectos en el tipo. Todas creen que sus culos son demasiado grandes, sus pechos demasiado pequeños, sus muslos demasiado gruesos, sus tobillos demasiado anchos. Incluso las modelos y las actrices, incluso las mujeres que son tan bellas que, en realidad, nada tienen que temer, está constantemente preocupadas… Hombres y mujeres, mujeres y hombres. Nunca funcionaría. Retrocedía a la época en que los hombres era cazadores y luchadores ritualistas y las mujeres se pasaban la vida preocupadas por el embarazo o por morir de parto. A menudo los hombres debían tomarlas contra su voluntad. Los hombres se quejaron de que las mujeres eran frías, insensibles, frígidas… Querían a sus mujeres lascivas. Querían que sus mujeres fueran unas fieras. Ahora, finalmente, las mujeres estaban aprendiendo a ser lascivas y fieras… y ¿qué sucedía? Los hombres perdían el ánimo. Era inútil. Había deseado a Adrián como nunca deseé a nadie en mi vida, y la misma intensidad de mi ansia lo anuló todo. Cuanta más pasión mostraba yo, más frío era él. Cuanto más arriesgaba para estar a su lado, menos deseaba él arriesgar para estar conmigo. Verdaderamente, ¿era así de sencillo? ¿Acaso se reducía todo a lo que mi madre me había dicho años atrás acerca de hacerse la dura? Parecía cierto que los hombres que más me amaron fueron aquellos ante los cuales yo me mostré más despreocupada. Pero ¿qué diversión había en ello? ¿Qué sentido tenía? ¿No se podrían reunir alguna vez philos y eros, por lo menos durante un breve período? ¿Qué sentido tenía esta ronda constante de pérdidas alternadas, este constante ciclo de deseo e indiferencia, indiferencia y deseo?… Las mujeres utilizamos el atractivo sexual para manipular a los hombres y acallar su rabia, y nunca somos abiertas y honestas".
Cuando se encontró sola, sin Adrián y sin Bennet, reflexionó sobre su existir. "¿Iba yo a ser un ama de casa que escribiría en sus ratos libres? ¿Ese era mi destino? ¿Iba a seguir dejando pasar aventuras que se me ofrecían? ¿Iba a seguir viviendo mi vida como una mentira? ¿O haría que mis fantasías y mi vida se encontraran aunque fuera sólo por una vez?"
Sobre su madre, Judith Stolof White, tenía su propio punto de vista. "¿Te avergüenzas de su propia madre? Pues lo sentiría por ti, Isadora. Verdaderamente lo sentiría. No se saca nada bueno siendo vulgar. La gente no te respeta por ello. En último término, la gente va detrás de la gente que es distinta, que tiene confianza en su propio gusto, que no está aborregada. Lo descubrirás. Nada se gana diciendo a las presiones de la vulgaridad de grupo… Estaba furiosa con mi madre por no enseñarme cómo ser una mujer, por no enseñarme de qué modo debía actuar para poder conciliar los apetitos rabiosos de mi coño y los apetitos de mi cabeza".
Tal vez por su origen judía ("No éramos verdaderamente judíos: éramos paganos y panteístas), Isabel odiaba a los alemanes. "Odié a los alemanes… Los odié por su fanática obsesión por la ilusión de limpieza… Los alemanes no son limpios… Todos forman parte de una apariencia cuidadosamente ideada para intimidar a los extranjeros con la agresiva buena salud de Alemania… Los lavabos alemanes son los que apestan más a mierda del mundo".
Así como detestaba a los alemanes, también sentía animadversión por los árabes. "¡Los árabes, malditos árabes! Qué desproporcionado sentido de culpabilidad tengo sobre todas mis insignificantes transgresiones sexuales… ¿Acaso es de extrañar que todo el mundo odie a los judíos por introducir el sentimiento de culpa en el mundo?"
Isadora también criticaba el caos de Nueva York. "Pensé en el grado de desorden, suciedad y caos al que los neoyorquinos están acostumbrados".
Su soledad agudizaba su angustia existencial. "Lo horrible que es la condición de mujer sola: las miradas lascivas, los silbidos, los ofrecimientos de ayuda que no te atreves a aceptar por miedo a incurrir en una deuda sexual. La terrible sensación de vulnerabilidad… "La vida no tiene argumentos" es uno de mis dichos favoritos. Por lo menos, no tiene argumento mientras aún estás viva. Y después de tu muerte, el argumento ya no te concierne… ¿No quedaba salida? ¿La soledad era universal? ¿Constituiría la inquietud un factor vital? ¿Convenía reconocerlo así y abandonar la búsqueda de falsas soluciones? El matrimonio no era una cura para la soledad. Los hijos crecían y se iban. Los amantes no significaban una panacea. El sexo no era una solución definitiva. Si convertías tu vida en una larga enfermedad, no había más curación que la muerte… Sobrevivir significa nacer una y otra vez… ¿Verdaderamente es mejor no haber nacido nunca?". Pensaba que "estamos programados para sufrir, no para disfrutar… Siempre me quería ejercer un control sobre mi destino". Cuando se sentía deprimía, algunas veces se embriagaba, pero "cuando desaparecía el efecto de la cerveza, volvía a sentirme deprimida". Sin horizonte y sin metas claras, decía que "sólo intento llevar mi propia y jodida vida si puedo entender algo en todo este lío".
La situación desesperada en que se encuentra el ser humano en este horizonte de posibilidades, en donde solo estamos seguros de la nada, hacía pensar a la autora que "ser amado por el mundo no es un sustitutivo de haberlo sido por una persona en la infancia. Además, el mundo es un amante piojoso. Por lo tanto, también la fama decepcionaba. Muchos artistas desesperados se consolaban con el opio, el alcohol, la lascivia homosexual, la lascivia heterosexual, el fervor religioso, la moralización política, el suicidio y otros paliativos. Pero tampoco ellos acababan de función. Excepto el suicidio, que siempre funcionaban en cierto sentido".
Esta novela existencialista, de poca profundidad filosófica y sicológica, nos muestra a una mujer sola, pero liberada; sin tapujos, sin sentimientos de culpa ni falsos pudores; ávida de vivir intensamente; confundida en la existencia, pero desprendida de los influjos negativos del qué dirán; consciente de la importancia que implica vivir el aquí y el ahora, y del disfrute de su genitalidad. Isadora es una mujer que obedece a sus instintos y que sabe que la vida es riesgo, aventura y peligro.
Autor:
Luis Angel Rios Perea