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Anu-Yahvé, el verdadero diablo, el dios impostor

Enviado por Marcos Neumann Ruiz


Partes: 1, 2

  1. La malevolencia de Yahvé: la infamia divina
  2. La verdadera identidad de Yahvé: una revelación espeluznante
  3. El cripto-saturnismo del judaísmo
  4. Yahvé-El-Saturno: el misterioso dios demoníaco de los Illuminati
  5. Reflexiones
  6. Referencias

edu.red

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Actualmente la mayor parte de la población del hemisferio occidental, del Medio Oriente y del continente africano cree en alguna variedad del monoteísmo abrahámico y reconoce al dios hebreo bíblico El-Yahvé como el creador bueno y justo de nuestro mundo. Los Judíos ven a su dios como el señor de la justicia que salvó al pueblo israelita por entregarle a Moisés su santa ley, los Cristianos afirman que el mismo dios es el padre amoroso que sacrificó a su hijo primogénito para salvar a la humanidad de las consecuencias del pecado y los seguidores del Islam que lo llaman por el apelativo árabe Alá reconocen a la deidad de los Judíos y los Cristianos como un dios justo y misericordioso. La idea de que el dios bíblico es una gran figura del bien y de la justicia ha dejado una impresión tan arraigada en la mente colectiva de los pueblos occidentales que hasta los incrédulos piensan que el personaje de Yahvé representa la justicia. Sin embargo, a pesar de que vivamos en países con una tradición histórica judeocristiana la gran mayoría de las personas tanto creyentes como seculares no ha leído la Biblia en su totalidad. Estoy seguro de que si los creyentes se pusieran a leer los textos bíblicos enteros de modo objetivo y sin sus prejuicios acondicionados, muchos de ellos se horrorizarían por la 'moralidad' de su dios y entenderían que la enseñanza de que Yahvé es un padre justo y benévolo es contraria a la razón y peor aún una mentira flagrante.

¿Quién es Yahvé realmente? A lo largo de la historia varios grupos pequeños han reconocido que el dios bíblico del Judaísmo y del Cristianismo es el auténtico engañador del hombre. Antes de la cristianización de Europa y el nacimiento del Islam en el Medio Oriente las varias escuelas esotéricas gnósticas como los Ofitas en Siria y Egipto y los Naasenos en Palestina entendían que Yahvé era un impostor malévolo que había atrapado al hombre en un sistema de engaño mientras la Serpiente rebelde del Edén en Génesis era el verdadero benefactor de la humanidad cuyo conocimiento iluminador nos liberó de la esclavitud del malvado dios demiúrgico de los Judíos. Los Gnósticos lo llamaban 'Yaldabaoth' o 'el falso dios de este mundo' y reconocían su maldad. Las sectas ofitas conocían el gran secreto: el dios de los Judíos era el verdadero diablo que se había arrogado el título de 'dios creador' e invertido los papeles del bien y del mal a través del engaño presentándose a sí mismo como el 'padre benévolo' de la humanidad y calumniando a la Serpiente de la sabiduría como 'el demonio' y 'enemigo del hombre'. Esta inversión acusatoria empezó con la creación de la Biblia cristiana a finales del primer siglo y engañaría a muchas generaciones durante los milenios.

¿Por qué creían los Gnósticos que Yahvé era un dios falso y malévolo? A diferencia de la gente medieval que estaba sometida a la teocracia de la Iglesia Católica y no podía leer la Biblia por sí misma, los intelectuales gnósticos de los primeros siglos de la era cristiana sí tenían acceso a todas las escrituras bíblicas y las podían estudiar libremente. Ellos sabían que la Biblia hebrea está repleta de maldades crueles, genocidios despiadados, exigencias de sacrificios cruentos, actos de barbaridad y conductas de tiranía atribuidos a Yahvé. Dicho de otro modo, los Gnósticos sabían que el dios bíblico era un auténtico demonio y sus religiones eran brutales, sanguinarias, misantrópicas y oscurantistas. La verdad es que la misma Biblia da amplio testimonio de que el supuesto padre amoroso de los Judíos y los Cristianos tiene una naturaleza sádica y malvada y sus numerosos hechos documentados en las supuestas Sagradas Escrituras son tan aborrecibles que la mayoría de la gente hoy pensaría que eran propios de una entidad demoníaca. Al leer la Biblia de manera objetiva, es evidente que el dios hebreo Yahvé tiene un carácter belicoso, asesino y depravado y está claro que él tiene un gran desamor por la humanidad. Los mismos textos bíblicos ponen en entredicho la moralidad y la benevolencia de la deidad judeocristiana y no hacen nada más que confirmar que Yahvé es el verdadero adversario del hombre.

Hoy día ya no es ningún secreto que el dios de la Biblia es un personaje sanguinario y vengativo. A partir del Renacimiento muchos pensadores ilustrados empezaron a cuestionar la inmoralidad, la depravación, la crueldad, la lujuria de sangre, la misantropía y la xenofobia deplorables de Yahvé. Por lo tanto, muchos filósofos de la época moderna abandonarían la religión judeocristiana y favorecerían cosmovisiones más humanistas como el deísmo y el naturalismo. Por ejemplo, el intelectual estadounidense Thomas Paine, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, rechazó al dios bíblico escribiendo en La Edad de la Razón (1794) que 'la creencia en un dios cruel hace que el hombre sea cruel' y abogó una teología deísta cuya divinidad era el dios de la naturaleza. En la época actual de la ciencia y del Internet ya no es ninguna novedad que el dios del Antiguo Testamento es una pesadilla abominable (simplemente muy poca gente tiene un conocimiento completo del contenido de la Biblia y muy pocos creyentes son lo suficientemente honestos como para analizar su fe y el criterio moral de su dios de modo objetivo). Sin embargo, el hecho de que la historia del personaje divino de Yahvé se remonte hasta la época sumeria del tercer milenio AEC es algo muy novedoso para la mayoría de los lectores. En este artículo pienso ahondar en la historia de los cultos antiguos y exponer el verdadero origen de ese dios siniestro. Al final veremos cuál es la verdadera identidad de ese gran tirano cósmico y descodificaremos el gran secreto de los milenios.

La Malevolencia de Yahvé: La Infamia Divina

Hoy día cualquier persona sensata y razonable pensaría que actos religiosos como la inmolación de animales inocentes para apaciguar la ira de un superior, el sacrificio humano ritual, el derramamiento de sangre por el perdón de los errores, la matanza en masa de niños y recién nacidos, el genocidio de pueblos extranjeros enteros y el belicismo extremo son crímenes abominables y depravadísimos propios de un culto satánico y perpetrados sólo por la gente más enfermiza y endemoniada. Cualquier hombre de buen juicio consideraría todas esas prácticas espeluznantes la cúspide de la perversión. La mayoría de la gente normal creería que todas las atrocidades enumeradas arriba son actos propios del mismo Satanás. Sin embargo, curiosamente el hecho de que todas esas prácticas escalofriantes fueran exigidas por el dios bíblico en la religión hebrea primitiva, constituyeran la parte central del Judaísmo auténtico y estén documentadas abundantemente en la propia Biblia atribuidas a Yahvé es aparentemente poco conocido. En fin, al analizar los textos veterotestamentarios de manera honesta y objetiva, uno pronto se da cuenta de que todas las características que típicamente se asocian al personaje diabólico Satanás son atribuibles a Yahvé, el dios del Judeocristianismo.

Los practicantes del Judaísmo creen que Yahvé es justo y los seguidores del Cristianismo típicamente afirman que su dios es un ser perfecto e infinitamente benévolo y el padre amoroso

del hombre. En las paredes de las iglesias cristianas se suelen encontrar placas propagandistas que dicen 'Dios es amor' o 'el Señor es misericordioso'. Los Cristianos típicamente citan versículos bíblicos como Juan 3:16 que afirma que Yahvé ama tanto al mundo que sacrificó a su hijo unigénito para su salvación y 1 Juan 4:7-12 cuyo mensaje es que Yahvé es la fuente del amor. Sin embargo, es evidente que ellos no conocen la Biblia en su totalidad, no la leen de manera honesta y objetiva y sólo creen ciegamente en las afirmaciones engañosas de sus curas y pastores basadas en versículos selectivos. ¡La Biblia leída en su totalidad no enseña que Yahvé es amor! Eso es solamente una mentira piadosa de la teología cristiana ortodoxa. La Biblia expone claramente que Yahvé es un dios iracundo e intolerante (Salmo 78), belicoso y militarista (Éxodo 15:3; Salmo 2:1-12; Deuteronomio 7:23-24), homicida (2 Reyes 2:23-24), genocida (Éxodo 32:27-28; Deuteronomio 20:11-17), inmisericorde y cruel (1 Samuel 15:2-3), traicionero (Ezequiel 20:25-26), infanticida (Salmos 135:8; 137:9; Éxodo 12:29) y embriagado de su lujuria por el sacrificio cruento (Levítico 1:5-9).

La Biblia deja bien claro que el dios de los Hebreos no es un dios de amor sino un tirano violento, sanguinario y despiadado. Aquí vemos que la acusación de que el padre de los Judíos, el diablo, ha sido un asesino y mentiroso desde el principio hecha por Jesús (Juan 8:44) es muy aplicable al dios hebreo patriarcal Yahvé. Si alguien aún cree que la deidad judeocristiana es una entidad benévola y amorosa entonces se está engañando a sí mismo, se ha tragado una mentira profesional y no está siendo honesto a nivel intelectual. ¡La propia Biblia revela que Yahvé es un auténtico demonio!

La verdad es que la inmoralidad y la crueldad del dios bíblico no conocen ningún límite. Muy lejos de la fantasía de los pastorcitos y los teólogos evangélicos que piensan que su deidad es la epítome del amor y de la benevolencia, Yahvé es en realidad un dios de la guerra y un belicista tiránico con una insaciable sed de conquista que no sólo disfruta de la invasión de territorios extranjeros sino que también se ensaña de manera muy sádica con las víctimas de su Pueblo Elegido. Según la Biblia, Yahvé les ordena a los Israelitas que no sólo venzan a los varones guerreros de los pueblos lindantes sino que también masacren despiadadamente a mujeres desarmadas, ancianos indefensos, niños pequeños y hasta los infantes recién nacidos (1 Samuel 15:2-3; Deuteronomio 2:33-34; 7:16; 13:15; Josué 6:21; Ezequiel 9:5-7; Isaías 13:15-18).

Además, el mismo dios demoníaco y depravado le aconseja a su Pueblo Elegido que a la hora del sometimiento de un pueblo gentil asesinen a todos los niños varones e inmolen a todas las mujeres desvirgadas pero que tomen para sí a todas las muchachas vírgenes como botines de guerra (Números 31:17-18). Yahvé les permite a sus guerreros hebreos que secuestren y violen a las vírgenes extranjeras.

Para colmo, el dios de los Hebreos es el Sionista militarista original, pues su plan para su pueblo judío siempre ha sido la dominación mundial judía y la conquista de todas las naciones gentiles de la tierra (Salmo 2:8-9).

En fin, la deidad judeocristiana Yahvé es, según la Biblia, una entidad beligerante que goza de la matanza de inocentes e incluso exige el asesinato de niños pequeños e infantes recién nacidos. ¿Qué clase de monstruo podría pedir la matanza de un bebé inocente e indefenso?Si algunos de ustedes aún creen que un infanticida degenerado como Yahvé es un dios de amor y digno de la alabanza entonces les falta la honestidad y han sacrificado su propia humanidad por una mentira flagrante.

Cualquier persona civilizada sabe que el sacrificio de la vida inocente es algo totalmente inmoral. De hecho, para la mayoría de la gente la matanza ritual de seres vivientes es una práctica que se asocia a las sectas satánicas de nuestro tiempo. Sin embargo, demasiada gente ha olvidado que el sacrificio animal siempre fue el tema central y el meollo esencial del Judaísmo bíblico. La verdad es que el culto jehovítico se caracterizaba por la continua inmolación de criaturas como ovejas y bueyes. En los templos de Yahvé el sacrificio animal se ofrecía diariamente para apaciguar su ira ardiente y expiar la culpa de las transgresiones de la ley mosaica.

En el Judaísmo antiguo se realizaban por lo menos tres tipos distintos de prácticas sacrificatorias: 1) el holocausto, una ofrenda quemada de un animal que se ofrecía todos los días en el altar del templo o del tabernáculo a la hora de la oración y la alabanza con el propósito de mostrarle a Yahvé amor y devoción; 2) la ofrenda de paz, un sacrificio festivo cuyo fin era agradecer la supuesta gracia y misericordia del dios de Israel sobre la nación judía; y 3) la ofrenda de expiación, una práctica sacrificatoria particularmente sangrienta en la cual el Judío inmolaría un animal de su ganado sobre el altar de Yahvé para recibir el perdón por sus pecados y sus transgresiones de la ley.

No sería ninguna exageración si dijéramos que el continuo derramamiento de sangre de manera ritualista era el fundamento de la religión judía bíblica. De hecho, la Biblia explica abiertamente que Yahvé encuentra deleite en los sacrificios sangrientos y macabros (Génesis 8:20-21; Levítico 1:5-9; Números 18:17-19). Es como si él estuviera fascinado por la inmolación de la vida inocente. Es evidente que el dios de los Judíos es una entidad carnívora y de una naturaleza depredadora puesto que en Génesis él rechaza la ofrenda vegetal de Caín y se deleita con el sacrificio animal de Abel (Génesis 4:3-5). Es más, a veces las inmolaciones rituales jehovíticas se convertían en hecatombes enormes. El primer Libro de Reyes relata que el monarca jehovítico Salomón y su sacerdocio real sacrificaron más de 22,000 bueyes y 120,000 ovejas en el templo de Yahvé en un período de sólo dos semanas (1 Reyes 8:62-64). El dios hebreo siempre ha tenido una sed por la sangre inmolada.

La misma perversión absoluta judía continuaría en la teología neotestamentaria del Judío cripto-sionista Pablo de Tarso cuyo dogma mantenía que la muerte del testador es necesario para que se finalice un pacto con Yahvé, la sangre sacrificatoria lo purifica todo y sin el derramamiento de sangre no hay ninguna remisión (Hebreos 9:16-17; 9:22). En fin, el culto de Yahvé es un culto de la muerte y sus fundadores y élites son gente completamente perversa, depravada, enfermiza, endemoniada, ida de la cabeza y entregada a la enfermedad mental. Ellos y su dios inicuo son la epítome de la perversidad patológica.

Muchos de los creyentes evangélicos saben por lo menos algo sobre las prácticas del sacrificio animal en la religión veterotestamentaria. Ellos creen que la matanza ritual de ovejas y bueyes era un justo prototipo del sacrificio mesiánico de Jesús en la cruz por la expiación del Pecado Original, un concepto que irónicamente nunca existió en la religión hebrea original. Sin embargo, muy fuera del hecho de que el sacrificio de cualquier tipo de vida por los pecados ajenos sea algo totalmente inmoral y abominable, muy poca gente conoce el secreto más espeluznante de la Biblia: el dios hebreo Yahvé a veces pedía y aceptaba hasta el sacrificio humano.

En Éxodo, el segundo libro del Pentateuco, encontramos unas referencias escalofriantes a la práctica del infanticidio ritual hebreo ordenada por el mismo Yahvé en la cual los Hebreos fieles a su dios tenían que consagrar (sacrificar) a sus hijos primogénitos como una ofrenda a su señor, justo como solían inmolar las primeras crías de su ganado, con el fin de conmemorar la matanza de los varones primogénitos en Egipto por parte de Yahvé (Éxodo 13:2; 13:12-15).

En Levítico, el tercer libro del Pentateuco, el mismo dios sanguinario explica que ningún hombre, animal o campo poseído que sea propiedad de un Judío y haya sido consagrado a él no puede ser rescatado sino que morirá sin remisión definitivamente (Levítico 27:28-29). Notemos que en algunas traducciones de la Biblia pone una nota al pie de la página que dice que en el idioma original la expresión se refiere a 'una ofrenda para el dios Yahvé', lo cual deja clarísimo que la deidad bíblica disfrutaba del sacrificio de los hombres.

En el primer Libro de Reyes, una crónica de la historia primaria del pueblo hebreo, vemos que en el Judaísmo primitivo Yahvé solía pedir la inmolación de la vida de los hijos de los

Hebreos por la santificación de las ciudades a la hora de su reconstrucción (1 Reyes 16:34). La arqueología bíblica revela que la práctica bárbara de enterrar los cadáveres de los niños inmolados en las bases de los edificios era muy común en las regiones de Meggidó, Jericó y Guerer en Palestina donde habitaban los Hebreos (B.A. Turaiev, 'El Oriente Clásico'i).

En el mismo libro bíblico morboso leemos también que Yahvé le ordenó a su siervo Josías que sacrificara a los sacerdotes extranjeros en sus templos y quemara sus huesos sobre los altares (1 Reyes 13:1-3; 16:34).

El ejemplo de la práctica del sacrificio humano jehovítico más asustante, sin embargo, se encuentra en el Libro de Jueces según el cual el juez israelita Jefté, tras ser instigado por el espíritu de Yahvé, le hizo voto a su dios prometiendo que sacrificaría en holocausto la primera persona que saliera de su casa a cambio de que Yahvé le entregara la victoria en la guerra contra los enemigos de Israel (Jueces 11:29-31). Yahvé cumplió con su promesa y Jefté volvió a su casa victorioso. Sin embargo, desgraciadamente la primera persona que salió de su casa fue nadie más que su querida hija y el pobre Jefté, bien entristecido, se vio obligado a ofrecer a su propio vástago humano en holocausto a su dios depravado (Jueces 11:34-40).

La verdad es que un estudio minucioso de la Biblia hebrea revelará que el sacrificio humano jehovítico constituyó una costumbre común en el culto hebreo original.

Esta revelación horripilante no debería ser ninguna sorpresa para los estudiosos que tienen un buen entendimiento de la historia de la región de Palestina. Los estudios arqueológicos muestran que incluso en el segundo milenio AEC la deidad semítica El, el rey del panteón levantino y el precursor del El-Yahvé bíblico, era un dios asociado al sacrificio humano ritual y cuyo culto se caracterizaba por el holocausto de los primogénitos (Olyan, 1988ii). El mismo culto sacrificatorio continuaría entre los Hebreos en el Judaísmo primitivo (Smith, 2002iii).Vemos que el sacrificio sangriento tanto animal como humano siempre estuvo bien arraigado en la religión jehovítica original. Es más probable que Yahvé no sólo disfrutara de los sacrificios para su propio entretenimiento sino que también los necesitara para alimentarse de su energía a nivel astral. Recordemos que a lo largo de la historia ciertas escuelas esotéricas como las gnósticas enseñaron que el malévolo demiurgo Yaldabaoth, asociado al dios hebreo Yahvé, y sus Arcontes depredadores se alimentaban del sufrimiento humano y de la energía transferida a través de los cultos religiosos demiúrgicos.

Los Judíos han hecho todo lo posible para ocultar este secreto vergonzoso de su religión y los apologistas cristianos se inventarán cualquier escusa y dirán cualquier mentira para convencernos de que no hubo ningunos sacrificios humanos jehovíticos y asegurar que todos los versículos bíblicos citados aquí están 'malinterpretados' a pesar de que varios pasajes de la propia Biblia digan claramente que sí hubo muchos sacrificios humanos ordenados por Yahvé e incluso hablen de los detalles horripilantes. Los apologistas de las iglesias suelen citar la Biblia de manera selectiva y por lo tanto sus ministerios son engañosos. Ellos están dispuestos a hacer cualquier escusa para justificar la conducta perversa de su dios misántropo y aunar todos sus esfuerzos para defender algo que es completamente inmoral y presentarlo como algo moral y justo. Así han sacrificado su propia humanidad y su comportamiento es solamente vergonzoso.

Sus mentiras son expuestas por las palabras de su propio dios demoníaco que le admite a su profeta Ezequiel que él mismo había instigado a los pueblos a que le ofrecieran sacrificios infanticidas:

'Por eso yo también les di estatutos que no eran buenos, y decretos por los cuales no podrían vivir. Y los contaminé en sus ofrendas cuando hacían pasar por el fuego a todo primogénito, para desolarlos y hacerles saber que yo soy Jehová.' (Ezequiel 20:25-26).

La frase bíblica 'hacer pasar por el fuego al primogénito' es una referencia al holocausto infantil, un tipo de sacrificio en el cual la víctima era quemada por completo y ofrecida a Yahvé. Según el mismo libro profético, Yahvé contaminó las ofrendas del pueblo y le hizo inmolar a sus hijos a través del fuego simplemente porque los Hebreos no habían guardado su sábado o día de descanso y algunos de ellos habían fabricado ídolos (Ezequiel 20:24). ¡Así es la moralidad retorcida del perverso dios de los Judíos!

Mucha gente ingenua considera la cultura judeocristiana una fuente de valores morales sanos. Esa gente defiende la Biblia por razones éticas. En las sociedades occidentales estamos acondicionados a creer que las llamadas Sagradas Escrituras son un manual para alcanzar la santidad. Sin embargo, una vez comprendida en su totalidad, la ley bíblica que Yahvé mismo supuestamente le reveló a Moisés en el Monte Sinaí no es de ningún modo un código moral auténtico, sino más bien un manifiesto casi político cuyo propósito real era la justificación de la dictadura tiránica del déspota cósmico Yahvé.

La ley mosaica aparenta ser un manual ético a primera vista, pero en realidad no intenta establecer ningún sistema moral auténtico y coherente sino que sólo pretende justificar las costumbres cuestionables del culto jehovítico. La moralidad de Yahvé no tiene coherencia alguna. Por ejemplo, está prohibido que la gente trabaje en el día sábado o haga el amor antes del matrimonio y ambas transgresiones pueden ser castigadas por la muerte por apedreamiento, pero sí está bien e incluso ordenado que los Judíos perpetren el genocidio contra sus vecinos extranjeros y cometan el infanticidio masivo. La verdad es que la ley bíblica es solamente una tortura sádica para el hombre.

El supuesto 'padre amoroso' exige que los hombres sean apedreados hasta su muerte sólo por encender una llama o recoger leña en el día sábado, el día santificado de Yahvé (Éxodo 31:12-15; Números 15:32-36); y requiere también que los creyentes asesinen a sus familiares y sus amigos si deciden abandonar el culto sangriento de Yahvé y seguir otros caminos espirituales (Deuteronomio 13:6-10). Del mismo modo, la teología neotestamentaria enseña que todos aquellos que no sigan la religión bárbara de Yahvé serán juzgados por su supuesto hijo Jesús y quemados en un lago de fuego infernal (Apocalipsis 20:10-14; Juan 8:24; 2 Tesalonicenses 1:8-9; 2:11-12). ¡Yahvé no es un dios benévolo sino un monstruo aborrecible y su maldecido libro sagrado es nada más que una malvada herramienta para la destrucción de la humanidad!

Además de ser una entidad sumamente malévola y con un carácter sádico, el dios hebreo Yahvé es también un adversario que siempre se opuso a la iluminación del hombre. El relato del Huerto del Edén en el Libro de Génesis empieza con una prohibición contra el fruto del Árbol de la Ciencia (Génesis 2:17). En el siguiente capítulo Yahvé no sólo mintió diciéndole a Adán que el día que comiera del Árbol de la Ciencia ciertamente moriría sino que también admitió que la Serpiente tuvo razón reconociendo que entonces el hombre era como uno de ellos = los dioses (Génesis 3:4-5; 3:22). Al leer Génesis minuciosamente, sabemos que Adán sí adquirió el conocimiento de los dioses al comer del fruto prohibido justo como dijo la Serpiente y nos damos cuenta de que el hombre no murió porque comiera del Árbol de la Ciencia sino porque el mismo Yahvé y sus malévolos querubines impidieron su acceso al Árbol de la Vida (Génesis 3:24). Además, el texto dice que Yahvé introdujo muchas maldiciones al mundo a propósito (Génesis 3:16-19). Es evidente que Yahvé nunca quiso que el hombre despertara a tener la misma conciencia que los seres divinos y sólo quiso mantenerlo como un esclavo ignorante en el santuario terrenal.

La política de oscurantismo de Yahvé no termina allí. La ley mosaica prohíbe cualquier tipo de conocimiento espiritual desde la magia y la adivinación hasta la comunicación con espíritus familiares o entidades interdimensionales (Levítico 19:26; 19:31; Deuteronomio 18:10-12). ¿Por qué temía Yahvé tanto que prohibió que los pueblos se comunicaran con seres interdimensionales? La respuesta es que Yahvé tenía miedo a que los hombres tuvieran contacto con sus dioses ancestrales y supieran la verdad acerca de su identidad auténtica.Irónicamente el Libro de

Enoc, un texto apócrifo de considerable importancia en el Judaísmo del Segundo Templo, revela que las artes mágicas y las técnicas de la adivinación tienen su origen en el cielo y les fueron enseñadas a las hijas de los hombres por los ángeles que habían abandonado sus puestos en el cielo y se habían opuesto a la autoridad de Yahvé (Enoc 7:1; 8:3). Los ángeles de Yahvé les acusaron a los ángeles rebeldes de haberles revelado a los hombres los 'secretos eternos del cielo' (Enoc 9:6). Del mismo modo, durante el episodio del desbaratamiento de la Torre de Babel en Génesis 11 Yahvé se asusta por el progreso espiritual asombroso de los hombres cuya torre (alegórica) ya está a punto de llegar al cielo y él les admite a sus compañeros divinos, los otros dioses Elohim, que nada los podrá detener (Génesis 11:6). Aquí Yahvé teme que el hombre llegue hasta el reino divino y se convierta en un rival. Así que él y sus secuaces celestiales descienden a la tierra y confunden el lenguaje (espiritual) de la humanidad. Esto es bien interesante puesto que algunos de los textos sumerios más antiguos en los cuales se basan muchos de los relatos bíblicos cuentan que el dios más alto del cielo se opuso a la revelación de la ciencia del designio del cielo y de la tierra al hombre (Leyenda de Adapa). Lo cierto es que Yahvé siempre se puso en contra de la iluminación de la humanidad y por lo tanto debe ser considerado el enemigo de nuestra raza.

En resumen, muy lejos de las fantasías de los pastores evangélicos y sus víctimas engañadas, el dios de la Biblia no es nuestro padre amoroso sino una maligna pesadilla para la humanidad. Él sólo puede ser el auténtico diablo. Si alguien te dice que Yahvé es amor, ¡dile que no te joda! Los apologistas cristianos que hacen cualquier escusa para justificar a su dios, ignoran la infinitud de versículos bíblicos que cuentan la maldad de Yahvé y siguen fantaseando que la deidad judeocristiana es una entidad perfecta, benévola e infinitamente amorosa son poco honestos y sólo se están engañando a sí mismos. Ellos se han caído en la trampa de la inversión acusatoria engañosa de la religión sionista de Yahvé. A pesar de que la propia Biblia dé testimonio muy claro de que Yahvé tiene todos los atributos de una entidad demoníaca, la mayoría de la gente sigue creyendo ingenuamente que la Serpiente de la sabiduría es el enemigo de la humanidad. En realidad, la Serpiente del Edén, el gran Ushumgal de Eridú y nuestro benévolo Enki, es el auténtico defensor y benefactor de la raza humana y él se rebeló contra la tiranía y la crueldad del malévolo Yahvé por un motivo justo.

La Verdadera Identidad de Yahvé: Una Revelación Espeluznante

¿Quién es Yahvé realmente? Sin duda, el origen y la identidad del dios de los Judíos son unos temas que están rodeados de misterio. Según la Biblia, Yahvé es el dios único que creó el cielo y la tierra y no hay nadie más como él. Sin embargo, contrario a las afirmaciones de la teología judeocristiana tradicional, la erudición bíblica actual revela otra historia. En realidad, el monoteísmo jehovítico fue un invento bastante tardío en la historia del pueblo hebreo y tiene su origen en el siglo 7 AEC según el consenso académico. ¿Cuáles son las implicaciones de esta revelación? La religión original de los Semitas occidentales, los Hebreos incluidos, reconocía una teología politeísta y la entidad conocida como Yahvé en la religión bíblica posterior era originalmente sólo uno de muchos dioses en el panteón antiguo. Por lo tanto, el dios del Judaísmo tiene su origen entre las antiguas deidades de las culturas politeístas del Medio Oriente y del Mediterráneo levantino.

Aunque el tetragrámaton YHWH, vocalizado como Yahvé, sea el nombre más conocido del dios de los Hebreos, no es de ningún modo su nombre original en la tradición bíblica. De hecho, la deidad bíblica empieza su vida en la Biblia hebrea bajo el nombre El y a veces su forma plural Elohim, y luego adopta el epíteto Yahvé cuando se presenta a Moisés por primera vez en el Monte Horeb. Dicho de otra manera, Yahvé no es un nombre personal sino más bien un título divino que se puede traducir como 'él que hace existir' o 'él que crea'.

¿Cuál es el origen de la deidad antigua conocida como El en muchos pasajes de la Biblia? En el segundo milenio AEC mucho antes de la redacción del Pentateuco y el nacimiento del monoteísmo jehovítico absoluto, El era considerado la deidad más alta del panteón semítico antiguo y reverenciado como el Padre de todos los Elohim junto con su consorte Asera. Sus hijos divinos, conocidos como los Bene ha Elohim o 'hijos de los dioses', incluían dioses semíticos como Baal, Kothar-wa-Khasis, Astarté y Mot. Estos hijos de la pareja divina de El y Asera más tarde se convertirían en los ángeles caídos, los Hijos de Dios, en Génesis 6:2 y también en la literatura enoquiana apócrifa de acuerdo con la nueva teología monoteísta (Day, 2002iv, Smith, 2003v). En la religión cananea pre-israelita El era conocido por el título divino El du yahwi ?aba"ôt cuyo significado es 'El que crea los ejércitos' (Miller, 2000vi). Tengamos en cuenta que el teónimo bíblico Yahvéaparece muchas veces como una abreviatura de Yahvé Sebaot, un epíteto hebreo que se puede traducir como 'él que crea los ejércitos'. Es decir, Yahvé siempre fue un epíteto asociado a la deidad primigenia El en la religión semítica politeísta pre-bíblica. Por lo tanto, Yahvé y El siempre han sido la misma entidad.

¿Cómo era El según la religión semítica primitiva? El era reconocido como el rey del cielo, la cabeza de la asamblea de los Elohim, el gran juez divino, el 'Padre de todos los dioses' y la deidad principal de la cosecha y la agricultura. Además, era asociado al toro como símbolo de su potencia masculina y conocido como el 'Padre de los Años', lo cual significa que era el dios del tiempo. En las regiones levantinas de la edad del hierro, El era adorado como el Padre Supremo y el Altísimo por los Fenicios, los Filisteos y los Cananeos entre otros pueblos semíticos, y su culto se caracterizaba por el sacrificio tanto animal como humano y la ofrenda de los primogénitos por holocausto en particular (Olyan, 1988vii). Lo cierto es que El era un dios bélico, sanguinario y deseoso de la sangre sacrificatoria. Curiosamente la misma deidad pre-israelita era representada por un disco solar aleado con una estrella en su centro.

Tomemos un momento para revisar las numerosas semejanzas entre el El-Yahvé bíblico y su precursor semítico pre-israelita. Primero, ambos eran conocidos por el epíteto Yahvé Sebaot (yahwi ?aba"ôt) siendo los dos 'creadores de los ejércitos'. Eran dioses de la guerra. Segundo, ambos se presentaban como el Padre Supremo y eran adorados como el Altísimo. La versión cananea pre-bíblica era reverenciada como el Padre de todos los Elohim y su sucesor bíblico es presentado como el Padre de los ángeles (Bene ha Elohim) (Génesis 6:2). Tercero, ambos son el jefe que preside en la asamblea de los dioses. En Salmo 82:1 El-Yahvé se presenta como el presidente del concilio de los dioses y juzga en medio de sus colegas celestiales. Según los textos cananeos, El presidía en la asamblea divina junto con su hijo Baal, pero siempre mantuvo su estatus como el dios superior (Smith, 2009viii). Cuarto, ambos eran dioses sedientos de sangre cuyo culto exigía el sacrificio humano y el holocausto de los varones primogénitos. Los Hebreos heredarían sus prácticas sacrificatorias del culto cananeo de modo directo (Smith, 2002ix). Quinto, ambos tenían como epíteto Padre de los Años y eran descritos como dioses envejecidos. Las referencias a Yahvé en la Biblia como el Anciano de Días cuyo cabello era blanco como lana pura (Daniel 7:9) y el dios (El en el texto hebreo original) grande cuyos años son incontables (Job 36:26) son idénticas a las descripciones de El en los textos ugaríticos (Day, 2002x). Sexto, El era representado por una estrella puntiaguda dentro de un disco solar con alas en la religión cananea y el dios al que adoraban los Judíos era asociado a la estrella en la Biblia (Amós 5:26). Actualmente el símbolo principal del Judaísmo es la Estrella de David o el Sello de Salomón. El Culto de Yahvé en el Judaísmo tiene sus raíces en el Culto de El de los pueblos semíticos politeístas como los Cananeos y los Fenicios.

¿De dónde vino el Culto de El de los Semitas levantinos? Ya es sabido que el panteón semítico occidental igual que los otros panteones del Medio Oriente antiguo como el babilonio últimamente tiene su origen en el antiquísimo panteón de los Sumerios (Kramer, 1998xi). Por lo tanto, los panteones de las culturas acadia, babilonia, asiria, semítica levantina (cananea) y hasta la helénica tienen un ancestro común y muchos de sus integrantes divinos son idénticos en todas las distintas culturas mencionadas arriba. El dios semítico El, la versión precursora del El-Yahvé bíblico, tiene su inicio en la religión sumero-acadia más antigua en la cual era conocido por su nombre original:Anu, el dios del cielo.

Muy parecido a su equivalente semítico El, el dios sumerio Anu era el rey del cielo, el más alto del panteón mesopotámico, un gran juez temido, el presidente del Concilio Divino y el Progenitor de todos los Anunnaki. Engendró el linaje de los grandes dioses sumero-acadios como Enlil, Enki (Ea), Inanna (Ishtar) y Nergal (Erra). Éstos son los equivalentes sumerios de los dioses semíticos Baal, Kothar-wa-Khasis, Astarté y Mot respectivamente. Además, igual que El, Anu era representado por el toro como símbolo de su virilidad y en la religión sumeria se creía que él había creado las huestes del cielo como sus soldados para la destrucción de sus enemigos. Del mismo modo, en la Biblia hebrea Yahvé es conocido como el Señor de las Huestes Celestiales. Anu era un dios poderoso y belicoso. Paralelamente su símbolo era una estrella dentro de un disco. Según los textos sumero-acadios, todos más antiguos que la Biblia hebrea por milenios, Anu fue el dios que se opuso a que Enki le revelara a Adapa (Adán) la ciencia del designio del cielo y de la tierra (Kramer y Maier, 1989xii), le denegó el Pan y el Agua de la Vida (Leyenda de Adapa) y fue el primero en prestar su juramento de destruir a la humanidad por el diluvio (Diluvio Sumerio de Nippur). Cabe decir también que en la mitología mesopotámica Anu era un violento usurpador que se levantó en combate contra el rey previo Alalu y lo derrotó en la lucha por el trono del cielo (Van Der Toorn, 1996xiii).

El y Anu equivalían la misma deidad en la región de Mesopotamia (Blásquez, 2001xiv). De hecho, la raíz semítica el/il/ilu de la cual proviene el teónimo cananeo y hebreo El es de origen sumero-acadio. En el Acadio, el ancestro de todas las lenguas semíticas, el ideograma cuneiforme para la deidad Anu tenía dos valores fonéticos y se podía leer como Anu o Ilu. Aquí encontramos un vínculo etimológico directo entre los teónimos El y Anu. Además, como acabamos de ver, casi todas las características fundamentales de ambos son tan idénticas como para concluir que El y Anu son la misma deidad. La única diferencia es que aún no hemos encontrado en los textos cananeos pre-israelitas ninguna referencia explícita a que El fuera un usurpador del trono del cielo, aunque sí era considerado el hijo de las deidades primordiales Elyon y Beruth justo como Anu en la mitología mesopotámica fue engendrado por los dioses pre-panteónicos Anshar y Kishar. Sin embargo, en los textos hebreos más primitivos que subyacen algunas partes del Pentateuco, sí podemos encontrar unas referencias sutiles a una ascensión al poder e incluso una usurpación del trono celestial por parte de El-Yahvé gracias a su gran destreza militar (Stark, 2011xv). En el Canto de Moisés del manuscrito pre- bíblico 4QDeut vemos que Yahvé primero hereda la tierra de Israel de su superior Elyon, el Altísimo, y luego sube a la cabeza del panteón después de derrotar a sus rivales divinos. Encontramos una escena paralela en el Salmo 82 en la cual Yahvé, el dios de Israel, juzga a los demás dioses en medio del concilio divino, condena a los otros hijos divinos de Elyon a morir como los hombres y declara que él mismo heredará todas las naciones (Smith, 2001xvi). En fin, en los textos más primitivos de la Biblia hebrea se conserva un vestigio del mito mesopotámico primordial de la usurpación del trono del cielo por parte de Anu (El).

Ahora entendemos que la deidad semítica El, conocida también como Yahvé en la Biblia hebrea, tiene su origen en el panteón sumerio antiquísimo y es idéntica al dios celestial Anu. Sin embargo, la revelación no termina allí. La siguiente es mucho más sorprendente y espeluznante. En tiempos antiguos el mismo El de los Semitas occidentales era identificado con Kronos en la religión helénica (Smith, 2002xvii). Para los pueblos levantinos, El y Kronos eran idénticos. ¿Quién era Kronos? Kronos era el nombre griego de nadie más que el violento y sanguinario dios romano Saturno. Igual que Anu-El en el Medio Oriente, Saturno-Kronos en la mitología mediterránea era el titán más alto del panteón, el dueño del trono del cielo, un usurpador violento que había vencido a su propio padre por la supremacía y un tirano despiadado. Idéntico a El en la religión semítica, Saturno-Kronos era un dios de la cosecha y la agricultura y también era considerado el Padre del Tiempo justo como El era conocido como

'Padre de los Años' y 'Anciano de Días' en los textos semíticos pre-israelitas y en algunos libros de la Biblia hebrea. Además, Saturno-Kronos era un dios infanticida que devoraba a los niños y su culto se caracterizaba por el sacrificio humano y la ofrenda de los primogénitos en holocausto. Esto explicaría por qué encontramos algunos vestigios de la práctica del sacrificio humano y el infanticidio ritual en el culto jehovítico en los textos de la historia primaria de la Biblia hebrea. Los símbolos principales de Saturno-Kronos eran la hoz, la cruz y la luna menguante.

Los Hebreos siempre fueron adoradores de Saturno desde el principio. Aunque los Judíos lo quieran ocultar, el Judaísmo siempre ha sido un culto satúrnico cuyo dios es nadie más que El/Kronos y por ende Anu. Todo el mundo sabe que el día sagrado del dios hebreo es el día sábado. El sábado está vinculado intrínsecamente a la deidad antigua Saturno-Kronos. Aunque en Castellano y el Griego moderno se haya adoptado el vocablo sábado/sábbato cuyo significado más conocido es 'día de descanso', el séptimo día de la semana (sábado) era llamadoDies Saturni o 'Día de Saturno' en Latín y Kronía en honor de Kronos en el Griego clásico. Mucha gente sabe que sábado en Hebreo es Shabbath, el día de reposo del Judaísmo; sin embargo, muy poca gente conoce el verdadero origen de este término semítico. Shabbath comparte su raíz etimológica con el vocablo Shabbathai, el nombre del dios y del planeta Saturno en la lengua hebrea. Además, en la antigüedad pre-israelita el planeta Saturno, el juez de todos los planetas, era asociado a El. Del mismo modo, su precursor sumerio Anu era asociado a un conjunto de cuerpos celestiales que incluía los planetas bélicos Marte y Saturno en la mitología mesopotámica (Evans, 1998xviii). Además, en la Kabala, el esoterismo judío, Yahvé Elohim es asociado a la sefirá Binah y por ende al planeta Saturno (Guiley, 2009xix).

En resumen, la auténtica identidad del dios hebreo Yahvé es una revelación muy escalofriante. Yahvé es El, Saturno, Kronos y Anu. Todas éstas son las varias facetas de la misma entidad: el malévolo rey del cielo del panteón sumerio. Los Hebreos siempre fueron el pueblo de Saturno. Al comienzo de su historia, el pueblo judío adoró a Saturno abiertamente. Sin embargo, a partir del exilio de los Hebreos en Babilonia (siglo 6 AEC), ellos empezarían a ocultar la verdadera naturaleza de su deidad y el Judaísmo pos-exílico se desarrollaría como un culto cripto-satúrnico. Desde entonces su adoración de Saturno ha sido el secreto más espeluznante de la élite del pueblo judío.

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