¿Estaban preparados los seguidores más cercanos a Martì para dar continuidad a la obra proyectada?; mucho han reflexionado nuestros historiadores sobre la prematura muerte en Dos Ríos y la evolución de los acontecimientos que se desarrollaron. Son innumerables las cartas, disposiciones y hasta consejos en que el maestro expresa, que la obra que ha de tener lugar debe llevarse a cabo con el más absoluto rigor, organización, paciencia y silencio, insistiendo continuamente en este último aspecto; consideraba la discreción como un arma necesaria y validad, como garantía del trabajo de conspiración y acopio de armamentos para la gesta independentista; conocido es que incluso se encargó de alertar sobre ello en el periódico Patria en varias ocasiones, pudiera expresarse que fue un baluarte en la organización de la seguridad mambisa, e incluso, artífice del contraespionaje.
En la ya universalmente conocida carta a su amigo Manuel Mercado, que queda inconclusa por su muerte, expresa : " … en silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrla, han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiados recias para alcanzar sobre ellas el fin "; Martì concibió decir cada cosa en su momento, ante el temor de dar información al enemigo, que diera al traste con los preparativos insurreccionales, sus ideas sólo eran conocidas en el momento preciso, partiendo de una rigurosa compartimentación. En las condiciones históricas de asedio constante, de trabajo clandestino, de penetración enemiga, de agentes norteamericanos siguiendo sus pasos, era imposible, que las ideas más profundas del Apóstol sobre diversos temas políticos no fueran conocidos, a pesar de tener una fluida correspondencia con los principales jefes vinculados a los preparativos de guerra; confió parte de esas ideas a su principal amigo, esbozadas de forma general, a él exponía sus principales preocupaciones, agonías y dudas, como lo prueba su correspondencia. Sus principales ideas políticas, las más recientes y acabadas, las que definían los destinos futuros de su vida, estaban esbozadas en sus líneas generales, pero no conocidas en su profundidad.
Sin lugar a dudas, los principales esfuerzos de Martí, estuvieron encaminados a lograr la necesaria unidad de todos los elementos que pudieran desembocarse en el torrente independentista, a esta actividad consagró su inteligencia; en carta a Máximo Gómez del 6 de mayo de 1893 le expresaba que, " La fuerza entera la he gastado en poner a nuestra gente junta, en torcerle las intrigas al gobierno español, en salirme de la red que con sus visitas y espionaje nos tiene en la casa propia, salvar la revolución indudable de lo único que la amenaza: – de la traición de los que la sirvieron una vez, y hoy sirven al gobierno español [2]". En su concepción estratégica, la organización de la nueva guerra por la independencia, debía surgir sin el lastre de la división, para esta fecha ya era un hecho el Partido Revolucionario Cubano( 10 de abril de 1892) -dando a conocer en el Periódico Patria el 14 de marzo de 1892 sus Bases y Estatutos -; después de una larga, mesurada y paciente labor política durante más de diez años en la emigración.
Este acontecimiento trascendental para el futuro de la revolución, la diferenciaba radicalmente de su antecesora, adoptando el proceso una cualidad superior, exclusivo del ámbito americano. Concebir el partido, no solo para la independencia de Cuba, sino para fomentar además la de Puerto Rico; esbozaba los objetivos en la nueva república, prevenía de los peligros internos y externos que podían amenazar el proceso independentista cubano. Al firmar Máximo Gómez junto a Martì el Manifiesto de Montecristi, el 25 de mayo de 1895, reconocía la existencia y conducción del proceso gestado por el maestro, y con el, al Partido Revolucionario Cubano como órgano conductor, se comprometía con sus bases y estatutos. El 24 de febrero de 1895, cuando fue reiniciada la contienda, un sólido instrumento conductor tenía la revolución.
En las Bases y Estatutos del Partido Revolucionario Cubano, están claramente definidas las posiciones de actuación ante posibles ingerencias extranjeras en el proceso revolucionario cubano que se gestaba; se creaban las condiciones para la extensión del movimiento a Puerto Rico, aún colonia española, apuntando claramente hacia unas Antillas libres e independientes, republicanas y democráticas.
El Programa o Manifiesto de Montecristi, dejaba claro que "La guerra de independencia de Cuba, nudo de haz de islas donde se ha de cruzar, en el plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso del gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de las Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas, y al equilibrio aún vacilante del mundo [3]". Martì, inmediatamente firmado el Manifiesto, dio instrucciones para su rápida impresión y hacerlo llegar a todos los que estaban implicados en la batalla por la independencia, especial preferencia dio a las núcleos organizados por el Partido Revolucionario Cubano y su difusión al mundo para dar a conocer los objetivos que llevaban a los cubanos a empuñar las armas nuevamente contra el yugo colonial español.
De lo expuesto se desprende una conclusión a todas luces fundamental:
En las Bases Programáticas del Partido Revolucionario Cubano y Manifiesto de Montecristi, conocido además, como el Programa de la revolución; que resumen toda la obra creadora de José Martì en la preparación de la guerra necesaria, están esbozadas las concepciones martianas sobre el equilibrio del mundo y el papel que han de jugar las Antillas libres para evitar la expansión norteamericana en América. Al desaparecer en combate Martì, se perdería el espíritu político de llevar a vías de hecho lo expresado en los Estatutos del Partido Revolucionario Cubano y el Programa de la Revolución; lo que inevitablemente favoreció a los Estados Unidos de fin de siglo; se podría dar por ternimada la política de " espera paciente ", patrocinada por Tomás Jefferson en relación a Cuba, desde inicios del siglo XIX , estaban, lo suficientemente consolidados en el orden económico interior, como para poder rivalizar- aún con el uso de la fuerza–, con cualquiera potencia europea.
En las nuevas condiciones en que se organiza la continuación de la gesta libertadora, sus cercanos colaboradores en la preparación de la guerra no conocían la profundidad de las ideas políticas en Martì; el 23 de noviembre de 1893, desde New York le expresaba a Máximo Gómez que, " A pura astucia hemos ido salvando del gobierno el conocimiento de los compromisos reales [4]", hasta qué punto el viejo luchador no alcanzaba a ver la dimensión del ideal político se aprecia en la misiva que le envía el 4 de enero de 1894, donde le expresaba, " El único libre, mientras no tengamos patria libres, Antillas amigas y libres, nuestra América libre, está en nuestros campos de batalla. ¿Formas dice Ud., y diferencias de formas? ¡Ya verá cuán pocas! [5]Existen particularidades y condiciones objetivas que justifican la actuación en silencio; tiene la peculiaridad el movimiento de ser organizado desde el exterior,- fundamentalmente Estados Unidos-, y simultáneamente su preparación en el interior de la isla, lo que complejizaba en grado máximo la labor. Los principales líderes, diseminados por Centroamérica, demandaba una sostenida correspondencia en la fase preparatoria de José Martì, con los principales implicados, en el esclarecimiento y comunicación de las principales orientaciones, siempre, bajo la presión del espionaje español y los agentes norteamericanos.
Las propias implicaciones que a la luz de las leyes norteamericanas pudiera causar la existencia del Partido Revolucionario Cubano como fuerza rectora, mantenían la constante preocupación en José Martì de controlar personalmente hasta el último detalle todo lo relacionado con el movimiento insurreccional; conocedor de la hostilidad del gobierno de los Estados Unidos hacia la causa independentista; podía el movimiento ser abortado, y no se concebía su realización sin la participación de la emigración cubana radicada en esa nación.
En la carta de solicitud que realiza la Delegación del Partido Revolucionario Cubano el 13 de septiembre de 1892, escrita por José Martì, sobre la incorporación de Máximo Gómez al proceso liberador, expresaba,"Ud., que vive y cría a los suyos en la pasión de la libertad cubana, ni puede, por su amor insensato de la destrucción y de la muerte, abandonar su retiro respetado y el amor a su ejemplar familia, ni puede negar la luz de su consejo, y su enérgico trabajo, a los cubanos que, con su misma alma de raíz, quieren asegurar la independencia amenazada de las Antillas, y el equilibrio y porvenir de la familia de nuestros pueblos en América [6]", la formulada solicitud deja claro al general que la causa cubana, va mucho más allá de la independencia de Cuba y previene del expansionismo del norte. Martì no puede concebir su plan sin la presencia de Gómez y Maceo, representan ambos lo mejor de la pasada contienda, de cualidades excepcionales para la conducción de las operaciones militares y alto prestigio en el pueblo de Cuba y la emigración. En su Diario de Campaña, Gómez no hace referencias, ni antes, ni después de la muerte de Martì al Manifiesto de Montecristi, tampoco al Partido Revolucionario Cubano, en tanto son baluartes sólidos de alto alcance político e ideológico; mucho menos a la concepción martiana sobre el equilibrio del mundo y al verdadero significado que tendría la independencia cubana en el contexto americano.
Pueden ambos jefes militares, llevar a vías de hecho lo que no pudo ser alcanzado en la contienda del 1868, se realizaría la invasión, se arrastraría a todo el país en la contienda, bajo el influjo de los órganos de poder de la revolución; enturbiada ésta por el renacimiento de fuertes contradicciones entre el mando militar y el gobierno civil por un lado y con la Delegación del Partido Revolucionario Cubano por el otro; llegado el momento, la crisis, llevaría a la deposición de Gómez por la Asamblea y con esa medida, cabo su propia desaparición el gobierno cubano; en el norte, Estrada Palma, se encargaría de barrer la obra en la que Martì cifró todas sus esperanzas, unilateralmente desintegró el Partido Revolucionario Cubano, el 20 de diciembre de 1898.
Cuando el 24 de octubre de 1898, se reúne la Asamblea en Santa Cruz, Bartolomé Masò, Presidente de la República en Armas, expone su mensaje; con sublime candidez expresa: "Grande, inmensa es la gratitud que debemos los cubanos, al gran pueblo de los Estados Unidos de América y a la acción de ese pueblo y su gobierno nos inspira fe completa y confianza verdadera [7]"; después de una guerra ganada en los campos de Cuba, a prueba de la sangre derramada por el pueblo cubano, veía en la intervención, una seguridad para alcanzar una república independiente; viviría este patriota a este error; expresión en esencia de una desviación del pensamiento de José Martì.
Perdidos los órganos representativos del pueblo cubano, no podía ni pensarse en la invocación del pensamiento unitario de Martì, en tanto, después de su muerte, no fue seguido por los principales líderes, ante un hecho consumado como la intervención norteamericana, la "confusión" creada en los principales dirigentes, hacía imposible retomar, lo que sin dudas, hubiera esclarecido a los patriotas sinceros que defendían la causa de la independencia a toda prueba.
El texto martiano que da inicio a este trabajo, escrito por el maestro a Federico Henríquez y Carvajal, en carta de 25 de marzo de 1898 en Montecristi, Santo Domingo, junto a la carta dirigida a su amigo Manuel Mercado, inconclusa, reflejan el pensamiento antiimperialista de Martì del cual sus más estrechos colaboradores, no se penetraron. El entorno en el cual se proyectaron las ideas sobre el equilibrio del mundo, hacían imposible su aplicación, no estaban dadas las condiciones subjetivas, ni objetivas para llevarlo adelante.
El Tratado de París, de fecha 10 de diciembre de 1898, ponía fin a la guerra cubano-hispano-norteamericana. Se abría un nuevo capítulo en las relaciones de los cubanos con los Estados Unidos, ahora bajo la constante permanencia del soldado norteamericano en suelo cubano. Admitida esta intervención como un hecho por los principales líderes independentistas, se aprestaron a reducir sus consecuencias y limitarla al menor espacio de tiempo posible. Diez días después de firmados los acuerdos del Tratado, Tomás Estrada Palma proclamaría unilateralmente la disolución del Partido Revolucionario Cubano; obra a la cual José Martí le había dedicado todo su talento y genio creador. Tales circunstancias no podían ser peores para el pueblo cubano, que veía receloso la presencia norteamericana en su suelo.
Las expectativas martianas sobre la contienda que finalmente comenzaría el 24 de febrero de 1895, están diseminadas en cartas, documentos de la Delegación del Partido Revolucionario Cubano, Manifiesto de Montecristi, etc. De ellos hemos extraído la misiva enviada al patriota Juan Arnao, fechada en N. York el 5 de Diciembre de 1887, en la cual expresaba:
Que continuamos la revolución para fomentar y hacer imperar el carácter natural cubano, suficiente a la república pacífica, y para impedir que, so pretexto de independencia, se adueñen de la revolución los caracteres desconfiados, autocráticos o extranjeros que impedirían el triunfo de la guerra y la paz cordial después de ella [8]
Las circunstancias históricas que finalmente determinan la intervención, están dadas en la política seguida por sucesivas administraciones norteamericanas durante el siglo XIX, donde condiciones internas de la Isla, correlación de fuerzas internacionales, y hasta el propio nivel de desarrollo alcanzado por los Estados Unidos, se entrelazan. Apreciar este juego de acciones en el contexto al cual hacemos referencia no estaba dado a la dirigencia mambisa posterior a la caída de José Martí; aún cuando un espíritu patriótico preclaro estaba presente en gran parte de ellos.
Para finales del año 1897 y principios del 98 la contienda estaba virtualmente decidida a favor de las armas cubanas. Para entonces, los órganos representativos del pueblo cubano, nunca habían sido reconocidos por los gobiernos norteamericanos, a pesar de los cuantiosos esfuerzos que se habían realizado por alcanzarlo.
La Resolución Conjunta aprobada por el Congreso norteamericano el 18 de abril de 1898, sancionada por el presidente Mc Kinley el 20 del mismo mes, establecía en su apastado primero," Que el pueblo de la Isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente" [9]y en su aspecto cuarto declaraba "…que no tienen deseos ni intención de ejercer soberanía, jurisdicción o dominio sobre dicha isla…" [10]Estas declaraciones, con fuerza de ley, bastaron a la dirigencia revolucionaria cubana para dar todo su apoyo a la intervención, a pesar de no estar reconocido el Gobierno de la República en Armas por el gobierno de los Estados Unidos. La demagógica Resolución Conjunta, puede considerarse como la justificación desencadenante de la guerra contra España ante la opinión pública norteamericana; a la vez que, una sutil treta para lograr el apoyo del campo insurrecto cubano con el cual no se sentía comprometido. Para tan altos rejuegos políticos, no existían figuras que pudieran dar claras respuestas, ni las necesarias reflexiones a las fuerzas revolucionarias.
Con la presencia del soldado norteamericano en suelo cubano, se convoca una nueva Asamblea de Representantes; la cual inició sus sesiones el 24 de octubre de 1898 en el poblado de Santa Cruz, en Camaguey; esta se enfrentaba ante la disyuntiva de abordar una situación de intervención, no prevenida por la Asamblea de Representantes efectuada en La Yaya entre los meses de septiembre y octubre de 1897; de la cual había brotado una nueva constitución. Los representates reunidos tenían ante sí además el hecho consumado e inconsulto de ver una Constitución Provisional que unilateralmente había sido proclamada por Leonardo Wood desde su Cuartel General en Santiago de Cuba; el 20 de octubre, cuatro días antes de la concertación cubana. Una vez más, no se admitía la existencia de los órganos de representación cubanos. Se ultrajaba de hecho al pueblo cubano y las instituciones que habían sido creadas por la revolución; tal como habían hecho con el General Calixto García, al no permitirle la entrada en Santiago de Cuba después de haber caído esa fortaleza; lo cual constituyó un acto humillante para el Ejército Libertador y para las fuerzas revolucionarias en general.
Al inaugurar las sesiones de este cónclave, el Presidente Bartolomé Masó, rindió un informe, más conocido como mensaje, de la labor realizada por el gobierno y de la difícil coyuntura por la que atravesaba el pueblo cubano. Hasta dónde la incredulidad hacia la política norteamericana había hecho mella en las fuerzas independentistas, lo manifiesta su exposición. "…la independencia se ha obtenido para Cuba y para todos los cubanos; la victoria de la Revolución es el triunfo de Cuba,…." [11]
En el mismo exponía además que el gobierno norteamericano, "nos inspira fe completa y confianza verdadera". La dirigencia mambisa no podía en ningún caso presentar un cuerpo de conceptos políticamente fundamentados, que aseguraran la plena soberanía ante el hecho consumado de la intervención; es más sus fuerzas se dividieron.
De esta Asamblea se derivó el acuerdo de enviar una comisión ante el gobierno de los Estados Unidos, con el objetivo de adquirir subsidios suficientes para resolver la difícil situación de los miembros del Ejército Libertador, ante la alternativa de incorporarse a la nueva vida en condiciones de paz. Presidida ésta por el Mayor General Calixto García; no encontró apoyo a sus planteamientos; regresó a la patria cargada de tristeza por la muerte del Mayor General en los Estados Unidos y no haber cumplido con el encargo proyectado.
Fijadas las bases de la paz entre España y los Estados Unidos, en el Tratado de París de 10 de Diciembre de 1898. No mencionaba lo relativo al reconocimiento de la independencia de la Isla de Cuba. En su artículo XVI se asentaba un oscuro precedente para el futuro de Cuba. Expresaba que "…al terminar dicha ocupación, aconsejarán al Gobierno, que se establezca en la isla, que acepte las mismas obligaciones ". Los cubanos, que no habían comparecido a la mesa de negociaciones, no podían conocer la profundidad de las intenciones de la política norteamericana, siempre disfrazada de las mejores "intenciones" para el futuro de la isla de Cuba. De ahí que se sujetaran a la única cuerda posible para defender los intereses de la creída independencia alcanzada: La Resolución Conjunta aprobada por el Congreso y sancionada por el Presidente Mc Kinley.
Trágicas consecuencias para la unidad de los revolucionarios cubanos ante los manifiestos hechos de traspaso de Cuba, de colonia española a colonia norteamericana, lo sería la deposición del General en Jefe, Máximo Gómez, por la Asamblea del Cerro el 12 de marzo de 1899. La estela dejada, llevó invariablemente a la desaparición de la propia Asamblea; quedando el pueblo cubano sin representación alguna ante el interventor. No es el interés de este trabajo analizar estos acontecimientos, ni el modo en que se produjeron, sino la resultante final que dejaba el campo abierto a los designios imperialistas: la falta de unidad y la carencia de un órgano que diera coherencia al enfrentamiento con el interventor extranjero. Se frustra el segundo intento de formación del Estado Nacional Cubano, el cual quedaría postergado hasta la segunda mitad del siglo XX. La obra martiana queda inconclusa para otra oportunidad; en tanto que hecha añicos la concepción martiana sobre el equilibrio estratégico que ponderaría la independencia al evitar la expansión de los Estados Unidos hacia los pueblos del sur de América quedaría pendiente.
Desbrozado el camino para el logro de los fines que dieron inicio a la intervención – perpetuar la dominación imperialista en Cuba – , se dio a conocer el 25 de julio de 1900 la Orden 301, del Cuartel General de la División Cuba, en La Habana; dando a conocer la convocatoria para la organización de la Convención Constituyente; a saber, dejar constituido un gobierno de "representación" nacional ajustado a los intereses norteamericanos. En ella se fijaba la elección de delegados para la convención, la cual debía iniciar sus sesiones a principios del mes de noviembre; con el claro propósito de adoptar una constitución para el pueblo de Cuba. El enunciado expuesto en la orden de "…proveer y acordar con el Gobierno de los Estados Unidos en lo que respeta a las relaciones que habrán de existir entre aquel gobierno y el Gobierno de Cuba "[12]; prefijaba con antelación el estatus de las relaciones con aquel país, que no era otro que de la sujeción al dominio imperial, con derecho exclusivo para el yanqui. En el discurso de apertura de la convención el 5 de septiembre de 1900, Leonardo Wood, volvería a insistir ante los delegados cubanos reunidos en idénticos términos. Los propósitos quedaron claramente delineados en el Informe de Elihu Root, Secretario de la Guerra a Leonardo Wood, Gobernador Militar de Cuba. El informe fechado en Washington el 9 de febrero de 1901 trazaba en sus líneas generales los principales códigos de lo que posteriormente sería la Enmienda Platt, y resumía la política norteamericana llevada a cabo durante un siglo:
Tanto Jefferson como Monroe y Jhon Quincy Adam, Jackson, Van Buren, Clay, Webster y Everett han estado todos de acuerdo en considerar esta circunstancia como indispensable a los intereses y a la protección de los Estados Unidos [13]
Esta política venía a plantear que no sería aceptada ninguna intervención de potencia extranjera alguna en los asuntos de Cuba, excepto por España. Estos designios fueron mantenidos a lo largo del siglo XIX, y hasta que las condiciones de espera facilitaran la intervención, lo que como hemos analizado, estaban ya presentes hacia finales de la centuria.
Se despejaba en el informe las intenciones sobre las futuras relaciones que debían ser adoptadas entre Cuba y los Estados Unidos, lo cual constituía la principal preocupación para la política norteamericana; dado el profundo sentimiento independentista existente en el pueblo cubano, ya probado en dos largas contiendas contra el colonialismo español y el gran apego de la dirigencia mambisa a ese objetivo. En el mismo se señalaba:
Nos encontramos en una posición tal que, para, protegernos a nosotros mismos, por el hecho de haber expulsado a España de Cuba, hemos venido a convertirnos en los fiadores de la independencia cubana y en los fiadores también de un gobierno estable y de orden que garantice las vidas y las haciendas en dicha isla [14]
Se deja claramente definido el tipo de relaciones; denominadas "especiales", que debían existir entre los dos países, según eran los propósitos del Presidente Mc Kinley, manifestados en varios discursos. Ese y no otro fue el camino que condujo a la Enmienda Platt y al nacimiento de una república neo colonial el 20 de mayo de 1902 A pesar de existir un núcleo opositor a tales designios, no encontraron el lenguaje de la concordia y la unión para entablar batalla. Ensombrecido el lenguaje martiano, tendrían que ser otras generaciones los portadores de sus concepciones para enfrentarse al imperialismo norteamericano.
Anexo
Parte del Informe de Elihu Root, Secretario de la Guerra de los Estados Unidos a Leonardo Word, gobernador Militar de Cuba.
Washington, febrero 9 de 1901.
El pueblo de Cuba debe desear que en su ley fundamental se incorporen prescripciones que en substancia sean como sigue:
1- Que ningún Gobierno que se organice con arreglo a la Constitución se considerará con poder para celebrar ningún tratado o convenio con ninguna potencia extranjera que propenda a comprometer la independencia de Cuba o a intervenir ni a conferir a dicha potencia extranjera ningún derecho ni privilegio especial sin el consentimiento de los Estados Unidos.
2- Que ningún Gobierno que se organice con arreglo a la constitución tendrá poder para contraer o aceptar ninguna deuda pública que exceda de la capacidad rentística ordinaria de la Isla, después de sufragar los gastos indispensables del Gobierno y para los intereses de dicha deuda.
3- Que al efectuarse la entrega del dominio de Cuba, el Gobierno que se establezca con arreglo a la nueva Constitución de Cuba conviene en que los Estados Unidos se reservan y retienen el derecho de intervención para la conservación de la independencia cubana y el mantenimiento de un Gobierno estable que proteja de una manera adecuada las vidas, haciendas y libertades individuales y que cumpla todos los deberes y obligaciones que el Tratado de París le impone a los Estados Unidos respecto a Cuba y que ahora acepta el Gobierno de Cuba.
4- Que todos los actos del gobierno militar, así como todos los derechos admitidos con arreglo al mismo, han de ser válidos y se mantendrán y protegerán.
5- Que a fin de facilitarle a los Estados Unidos el cumplimiento de los deberes que le sobrevienen por virtud de las prescripciones que anteceden y para su propia defensa, los Estados Unidos pueden adquirir y poseer el título de terrenos para establecer estaciones navales, y mantenerlas en ciertos puntos o lugares determinados.
Documentos para la Historia de Cuba. Hortensia Pichardo. Tomo II. Pág. 107-108
Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
Copia fiel.
Autor:
Carlos Santiago Coll Ruiz
Especialista. Archivo Histórico Provincial. Santa Clara. Villa Clara.
[1] La Expansión Territorial de los Estados Unidos. A expensas de España y los Países Latinoamericanos. Editorial Nacional de Cuba. La Habana, 1964. Pág. 11.
[2] José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 220, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[3] Manifiesto de Montecristi, José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 517. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[4] Carta a Máximo Gómez. José Martì, Obras Escogidas, Tomo III, Pág. 296.Editorial de ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[5] Carta a Máximo Gómez. José Martì. Obras Escogidas, Tomo III Pág. 313. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2002.
[6] Diario de Campaña del Mayor General Máximo Gómez, Pág. 569.Impreso en los Talleres del Centro Superior tecnológico de Ceiba del Agua, Habana.
[7] Documentos para la Historia de Cuba. Hortensia Pichardo. Tomo I, Pág. 535 .
[8] Anales de la Academia de la Historia de Cuba. Tomo XI. Enero- Diciembre, 1929. Pág. 95. La Habana. Imprenta “El siglo XX”.
[9] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Paág. 510. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[10] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág. 510. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[11] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo I. Hortensia Pichardo. Pág. 534. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[12] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 71. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[13] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
[14] Documentos para la Historia de Cuba. Tomo II. Hortensia Pichardo. Pág. 106. Editorial de Ciencias Sociales. 1971.
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