Las relaciones amorosas del Siglo de Oro se encuentran explicadas en la ficción literaria a partir de tres corrientes: la primera de ellas procede de la Francia de los trovadores, cuya esencia y condicionantes servirán de materia novelable a través de un código que se resume en la cortesía, humildad, adulterio y religión de amor. La segunda influye notablemente en la lírica, y es que se trata de una corriente amorosa que refuerza el sentimiento melancólico y desengañado del amor, añorando el pasado feliz frente al presente en soledad ante la ausencia de la amada. Finalmente, en tercer lugar, destaca la visión neoplatónica del sentimiento amoroso, que consiste en la necesidad del amante de contemplar la belleza de la amada. Pero esta necesidad no va más allá de ser una mera contemplación, ya que el amante rechaza el apetito desordenado y el deseo carnal, tachándolos de acciones deshonestas.
Así pues, el amor en los distintos tipos de novela en el Siglo de Oro se presenta de distintas maneras, de tal suerte que tendríamos los amores apasionados y crueles de la novela sentimental, secretos y fieles en la caballería andante, virtuosos y musicales en las pastoriles, amores leales y supeditados a las creencias religiosas en los relatos moriscos, escabrosos en la picaresca, amores honestos y viajeros para los héroes bizantinos, y amores trágicos y explosivos en la novela cortesana del siglo XVII. La idealización del amor se debe básicamente a que todas estas experiencias van dirigidas a un público cada vez más femenino, ya que la mujer empieza a participar activamente en la ficción literaria, especialmente cuando en las novelas la heroína destaca por tener una actividad decidida y valerosa ante el carácter más apocado e indeciso del héroe.
Precisamente uno de los géneros que mejor tratan uno de los múltiples aspectos que puede presentar el amor, es la novela bizantina, donde hemos de encasillar "el último sueño romántico de Cervantes", como nombró Farinelli a Los trabajos de Persiles y Sigismunda,. Historia septentrional. Este género surge en España durante el siglo XVI amparado por las corrientes erasmistas, que lo consideraron como una fuente de verosimilitud y enseñanza. Alcanza su momento de esplendor en el XVII al convertirse en el género que mejor representaba el movimiento contrareformista, mientras que sus protagonistas se convierten en el símbolo del peregrinaje cristiano, ya que manifiestan una honda preocupación por acatar los preceptos religiosos.
Los constituyentes básicos del género se podrían resumir en lo siguiente: una pareja de enamorados se ven obligados a huir de su casa bajo el dudoso parentesco de hermanos. Entonces se inicia un interminable viaje durante el cual son acechados por fuerzas sobrenaturales (la Fortuna, los Dioses envidiosos, la Divina Providencia), tempestades marítimas, crueles piratas, cautiverios, encuentros, separaciones… el viaje concluye con la unión definitiva de la pareja mediante el matrimonio.
El asunto es enrevesadíisimo, no precisamente en su armazón esquemática, sino por las aventuras accesorias y nuevos personajes que surgen a cada paso que dan los protagonistas. En síntesis, los Trabajos que dan título a la obra son los que sufren Persiles (que en todo el libro aparece con el nombre de Perandro, hasta l antepenúltimo capítulo, en el que se revela su personalidad de hijo segundo de la reina Eustaquia de la isla de Tule, "que está en la última parte de Noruega, casi debajo de Polo ÁRTICO") Y Sigismunda (QUE TAMBIÉN APARECE HASTA EL ÚLTIMO MOMENTO Con el nombre de Auristela, y que era hija de Eusebia, reina de Finlandia, "isla que está como a trescientas leguas de Tule").
Sigismunda había sido prometida a Maximino, hermano mayor de Periandro y heredero del trono de su madre; pero, enamorada del último, decide, de acuerdo con él y con la reina, ausentarse de la isla antes del regreso de Maximino, que se hallaba guerreando, y así lo realizan con el pretexto de que han de ir a Roma para enterarse biien de las cosas de la fe católica. Al saberlo Maximiino, se marcha también a Roma separadamente, y a todos empiezan a sobrevenirles aventuras fantásticas, en las que intervienen, además de ellos, Arnaldo, hijo del rey de Dinamarca y enamorado locamente de Auristela; los españoles Antonio y su mujer, Ricla, que hacían vida de bárbaros en una isla de bárbaros, con sus hijos Antinio y Constanza; Cloelia y Taurisa, ama y doncella, respectivamente, de Auristela; el italiano Rutilio, carcelero en otra isla; Transila, su padre Mauricioo y su esposo Ladislao; el rey Policarpo y sus hijas Policarpa y Sinforosa – este última enamorada también de Periandro -; Feliciana, el duque de Nemurs…
Hay en el libro relatos de naufragios, sacriificios humanos frustrados, vuelos sobre el manto de una bruja, barcos atacados por piratas, apresados por los hielos o volcados con sus tripulantes .- que se salvan por un boquete aserrado en la quilla -, aparecen bárbaros o salvajes de diversas espécies… y después de las peripecias marítimas surgen las terrestres, en cuya narración cede un poco su puesto la fantasía al realismo, y que se refieren al largo camino desde Lisboa a Roma, efectuado a pie y con el carácter de peregrinos por Auristela y Periandro, pasando por Guadalupe, Ocaña, Quintanar, Barcelona, Perpiñán, Milán, Lucxa y otros diversos lugares.
Cerca ya de Roma, deespués de una peligrosa dolencia de Auristela y de una tentatiiva de asesinato contra Periandro, encuentran al hermano de este, Maximiino, que, gravemente enfermo, expira en sus brazos. Y su muerte permite ya la boda de los enemorados Persiles y Sigismunda, poniendo término a sus trabajos… y a los del paciente lector.
Se trata de un género que recibe sus primeras influencias del mundo de la antigüedad clásica, especialmente en obras como Teágenes y Cariclea o la Historia Etiópica de Heliodoro y las Aventuras de Leucipa y Ciltofonte de Aquiles Tacio, en donde se halla cierto erotismo que se manifiesta desde diversas actitudes, con referencias a la pasión exacerbada entre los amantes y al amor entre efebos. Todo este se debe precisamente a que el tema argumental de ese tipo de relatos gira en torno al amor, y esto desde una perspectiva divina, es decir, el libro entero es una demostración del dicho clásico "Omnia vincit amor", ya que los protagonistas logran superar cuantos obstáculos se interponen a su unión definitiva: la fuerza del amor que les une es superior a cualquier otro sentimiento de maldad. Así, el amor se convierte en tema principal, en protagonista clave, en la salvación última dirigida a la felicidad matrimonial que justifica todos los peligros pasados. El amor está concebido como una idealización dentro de los cánones del platonismo, consiste en el goce de la belleza que sustenta la pasión amorosa del amante. El amor, fuerza generadora de la obra, aparece desde un principio desde dos perspectivas, esto es, como búsqueda y reposo, que conduce a una paz espiritual y como conflicto. En ambos aspectos se basan los "trabajos".
Para el Persiles, Cervantes escoge una muy variada filografía, en la cual es fácil entrever la fusión de corrientes diversas, desde el amor cortés junto al petrarquismo, hasta el neoplatonismo y las huellas de Erasmo. Cervantes expone numerosas opiniones, en algunas ocasiones contradictorias, sobre el amor. De tal suerte, a lo largo de la obra se constituyen una serie de dualidades.
Una de ellas se basa en el equilibrio provocado por el amor casto y sincero de los enamorados por una lado y la necesidad de consumarlo por el otro, ya que se ven obligados por los innumerables peligros a los que se ven expuestos los protagonistas. Ambas posturas determinan su comportamiento a lo largo del relato. Periandro repite incansable el típico "gocemos del amor ahora que podemos", antes de que se destruya para siempre, frente a la testaruda castidad de la heroína. Pero a pesar de todo, se respeta la castidad de los protagonistas por encima de cualquier otro sentimiento – y éste es una de los aciertos más decisivos del género -, ya que para demostrar y afianzar su amor, los protagonistas se comprometen en un juramento de amor, de respeto mutuo y defensa de su valor más preciado: la virginidad. Con ello se establece un balanceo un tanto inestable entre el juramento de amor y el irreprimible terror de no poder cumplirlo antes. He aquí otra dualidad. Sin embargo, este aparente desequilibrio nutre la pasión amorosa. Esta produce la inevitable tensión ante lo que se quiere y lo que se debe, lo cual desemboca en la sensualidad. De algún modo esto nos remite a la imagen del superhombre nietzscheano, que se opone al "yo debo" kantiano, un "yo quiero" que se palpa en personajes tan libertarios como Lobo Larsen de Jack London o el Raskolnikov de Dostoievsky que, después de perpetrar un crimen se pregunta: " ¿Crimen? ¿Qué crimen?". Desde luego, este grado de cinismo no se llega a alcanzar en el Persiles.
Además, el juramento potencia el erotismo, y los autores de este género, conscientes de ello, recurren con asiduidad a la presencia de un tercero que tendrá que poner a prueba el juramento prometido. Éste se suele denominar el recurso del triángulo amoroso, pero también se puede dar el caso de ser un "cuadrado", creándose así un esquema notablemente más complejo. Y precisamente es éste último el que emplea Cervantes en el Persiles, y al que S. Zimic ha calificado de "amores entrecruzados". Y ya que el deseo sexual empuja a los protagonistas a la mentira, que se convierte en una costumbre cuando las aventuras llegan a "límites peligrosos" para conservar la virginidad. La amenaza del peligro o el desarrollo del enredo obligan a nuestros héroes a fingir estados físicos, alterar su personalidad, disfrazarse de hombre o mujer…
Es el caso de Periandro, que ya en los primeros capítulos del Libro I se ve obligado a disfrazarse de mujer a fin de burlar a los bárbaros y recuperar a Auristela. Sin embargo existen ciertas connotaciones a la hora de tener que analizar este tipo de hechos. Pues como acabamos de señalar, la novela bizantina española incluye entre los constituyentes del género una destacada sensualidad producto de la tensión amorosa. Pero el erotismo no se manifiesta tan abiertamente, sino que se ha de intuir en la actuación de algunos de los personajes.
Por lo tanto, se censura cualquier referencia al tema de las relaciones homosexuales, ya que son consideradas como un pecado "contra natura", y se suavizan mediante el equívoco del disfraz. Así, un bárbaro puede enamorarse del héroe porque este está disfrazado de mujer.
Cervantes ha trazado un recorrido que tiene mucho de purificación ascética. Además, en los inicios de la obra también expone, por boca de Mauricio, los poderes sobrenaturales del amor, que rompe las barreras sociales y que se iguala hasta la muerte. Así, desde la isla Bárbara hasta la Roma cristiana, Auristela y Periandro vivirán una serie de experiencias que tienen como explicación final su conversión religiosa. Este hecho convierte, por tanto, a los protagonistas en peregrinos y su peregrinaje adquiere sentido en el entramado bizantino. El autor sigue lo que J.B. Avalle- Arce señaló como "cadena del ser", la cual, explica la disposición geográfica y la intención moral del relato y determina los diferentes temas que desarrolla. Y lo mismo ocurre con el sensualismo del relato: desde la violenta pasión que domina a Bradamiro hasta el amor honesto de los enamorados, se irán sugiriendo diferentes vías de comportamiento que concluyen con el perfeccionamiento espiritual y la llegada a Roma. Según esta teoría de la "cadena del ser", cuanto más abajo nos situemos en ella, mayores serán los apetitos desordenados, más primitiva será la sensualidad y más notable será el erotismo, y para ejemplificar esto, bastaría con recordar la violencia de los habitantes de la Isla Bárbara, las deshonestas costumbres que avergüenzan a Transila, el amor carnal de Rosamunda…que en definitiva son personajes necesarios, a fin de que los que se nos van presentando a medida que llegamos a Roma nos resulten más virtuosos, dados los fuertes contrastes que presentan con los anteriores: Renato y Eusebia, Rosanio y Feliciana de la Voz, Ambrosia y Contarino, Isabela, Andrea, Ruperta, Croriano… y desde luego, todas estas virtudes aunadas y personificadas en Periandro y Auristela.
Por lo tanto, esta visión neoplatónica del amor contrasta con el amor que está más relacionado con el erotismo y el goce de los sentidos, que aporta una visión menos idealista y más encendida de las relaciones amorosas en las que sobresale el componente sexual que anima el comportamiento de los protagonistas. Y como es de esperar, se hacen incontables intentos, durante toda la obra, por acabar con la castidad de los jóvenes, los que les conducirá al mar de amor o a los celos (enfermedades propias de los antes).
A raíz d esto se establece una nueva dualidad: por un lado, el autor pondera los valores positivos y engrandecedores del amor, lo que conduce al perfeccionamiento espiritual, y por otro, presenta los valores de índole escolástica que acaban degradando al amor a la enfermedad, la destrucción y la muerte. Los Trabajos muestran la evidencia de los efectos destructores de la lascivia que lleva al asesinato y al suicidio.
Todo el Libro I presenta la doble corriente de amor y celos por la que discurre la obra, tanto en su vertiente idealizada como en la correspondiente al abandonarse a las pasiones.
Los celos como enfermedad aparecen claramente declarados en esta primera parte. De ellos sufren tanto Periandro como Auristela, y en ambos casos es la presencia de un tercero quien provoca ese estado.
El Libro II se inicia con un juego de desdoblamiento entre el traductor y el "historiador" de los Trabajos, sosteniendo dos diferentes puntos de vista sobre las disquisiciones amorosas. Este libro va a constituir una declarada confirmación de las enfermedades de amor y celos. Estos estados de ánimo se pueden representar con secuelas de síncopes, sudores y visajes desvaídos. Una de las soluciones a las que se recurre también es a la separación geográfica entre ambos enamorados. Pero por lo general, en este sentido Cervantes se muestra tajante, pues afirma que sólo la muerte puede acabar con los celos, siempre y cuando no les pongan freno previamente la renuncia ascética. Pero éste es el concepto: " sólo la muerte acalla la voz y la memoria de los celos". Periandro cree que Auristela está celosa y pronto se declara su enfermedad que parece más del alma que del cuerpo, y hay que considerar que el cuerpo alma y el cuerpo son inseparables y los sufrimientos de una alteran al otro y viceversa. Así que los celos, la enfermedad y la muerte se unen en consonancia y demuestran una vez más que el amor y la muerte desde siempre han estado hermanados, como muestra la larga secuela de difuntos de la literatura universal.
El análisis de los celos y del amor es minucioso y detallado, y no sólo en la práctica, sino en la s continuas declaraciones que se hacen sobre ambos. El amor engendra a los celos arbitraria e infundadamente, como consecuencia de su prepotencia y falta de limites. Sin embargo Cervantes distingue entre los "sanos" celos entre los protagonistas y aquellos que generan la lascivia. Se establece una sutil diferencia entre ambas: en el primer caso, la enfermedad se cura, mientras que en el segundo caso la acción desemboca en la destrucción y en la muerte.
En el Libro III se produce un considerable cambio espacial: de las aventuras marítimas se pasa al peregrinaje por tierra, pero esto no significa un giro sustancial en el tema, sino que la obra prosigue por la senda de los estragos amorosos, mostrando diversas situaciones. En este libro, Cervantes aprovecha para poner en tela de juicio las venganzas de sangre por cuestiones de honra, de tal manera que hace que Periandro haga un alegato contra ellas, aconsejando el perdón que se deriva de la caridad cristiana.
Y a los alardes engañosos y las presunciones del enamorado se impondrán toques de sensatez y contención, rompiendo así la tradicional desmesura que caracteriza el asedio de los enamorados.
En esta parte continúan haciéndose alusiones al tema de los celos. De hecho, Auristela plantea un hecho clave para el entendimiento de la obra: la distinción entre "amar" y "querer bien", aludiéndose de nuevo a los celos "que llegan a quitar la vida".
También aparece la vertiente demoníaca del amor que viene a representar a la locura amorosa. Es el caso de la loca de Luca, Isabela Castrucha, que finge estar poseída por una legión de demonios, burla a la profesión médica – el médico no atina con la verdadera causa de la enfermedad- y, desde luego, u como cabe de esperar, sólo se cura con la llegada de su amado. Esta historia supone una negación a las teorías demonológicas sobre la magia que afectaban a las cuestiones amorosas y que habían servido como punto de arduas discusiones, desde antiguo, sobre la influencia del demonio en cuestiones de amor.
Pero es el Libro IV y último, el que profundiza más en el tema y amplía ejemplos de enfermedad amorosa. El camino de Roma ofrece la probada honestidad de los "hermanos" protagonistas. Incluso Auristela se presenta como el paradigma del ideal platónico cristiano. Todos los hombres se enamoran de ella, pues hasta la comparan con la mismísima Venus. Pero ella es también símbolo de la virtud a toda prueba. Huelga señalar que Aurora Egido califica por ello al Persiles de obra mariológica, y se basa en que Cervantes retrata a la protagonista con una corona en la cabeza y un mundo a sus pies, disculpando la posible blasfemia de la imagen. Pero esta belleza se entiende como reflejo de la bondad divina, algo espiritual que se configura como esplendor de la cara de Dios. Las tesis platónicas se sacralizan en una religión de amor ortodoxa que aúna virtud y belleza en el discurrir de la peregrinación cristiana hacia el sacramento, como marcaba el canon escolástico.
Los síntomas de la enfermedad amorosa se describen en esta parte con todo lujo de detalles (temblor de piernas, palpitaciones, sudores desmayos…). De nuevo afloran los celos en Periandro ante la presencia de un tercero, pero el enfrentamiento entre los amadores de Auristela contrasta con la piadosa ocupación de la doncella, que no es otra que la de estar atenta al aprendizaje de la fe católica. La meta del matrimonio aparece ya más cercana para los dos protagonistas, pero se retarda nuevamente con los trabajos y las interferencias de terceros.
Por tanto, el autor hace uso de los celos para impulsar el relato y hacerlo avanzar. Y de nuevo la brujería entra en escena a estas alturas del relato, esta vez, a fin de hacer mella en la salud de Auristela. Y si tenemos en cuenta que la enfermedad del amor y la philocaptio (hechizos de amor) andaban unidas en este proceso de la magia utilizada con fines amorosos con intervención diabólica, claramente se ve que el amor llevaba implícita esa secuela de tradición demoníaca en la que el diablo intervenía en la relación de los amantes, generalmente valiéndose de terceros.
Sin embargo, la instancia divina y las causas expuestas no quitan la evidente intervención de la magia, aunque sea por vía de instrumento. Cervantes se limita a poner en tela de juicio que la fuerza de los hechiceros brote de ellos mismos, avisando a los lectores del grave riesgo que corren, no sólo las víctimas, sino los inductores de tales hechizos. La realidad de la magia no se pone en duda en esta ocasión, sino su origen. En ello, Cervantes sigue una línea más bien ortodoxa, que se compaginaba con la condena de tales prácticas en las que muchas veces entraban los engaños y burlas del demonio, particularmente en asuntos amorosos. Nuevamente lo médicos no son capaces de diagnosticar el origen de su enfermedad, aunque éste sea un tema tratado con anterioridad.
Finalmente el dolor padecido acrecienta la belleza de Auristela. Las bodas cierran el libro y evidentemente el matrimonio sacraliza un amor puesto a prueba por numerosos trabajos, entre los que la enfermedad del amor ha ocupado una parte sustancial de un vivir novelesco. El matrimonio se ofrece como la mejor curación a todos los problemas amorosos, es un final feliz que evita la tragedia del fatal desenlace que les esperaba a los amantes de las novelas sentimentales y a no pocos de las novelas pastoriles y de caballerías.
Curiosamente, en el Quijote la curación significa la muerte para el protagonista, pero en el Persiles ocurre todo lo contrario. La obra muestra claramente los peligros de la pasión y sus secuelas físicas y anímicas, de las que nadie puede librarse. Pero si quienes sucumben a ellas consiguen mantenerse en la virtud, pueden acabar superando tal enfermedad y terminar felizmente unidos en santo matrimonio, premio final a sus trabajos y peregrinaciones, que vienen a ser sinónimo de padecimientos. Es el caso del Persiles: se dan dos corrientes en el amor, una positiva, que sigue los preceptos de la virtud y que tiene una solución benéfica y otra negativa, que sigue los preceptos del vicio y cuya única solución acaba siendo la muerte. Ambas direcciones jamás se confunden en el Persiles.
Otros géneros novelescos ya habían aportado casos de dicha enfermedad, pero Cervantes no se centra simplemente en el retrato físico y psicológico de los amantes, sino que plantea el problema desde una postura que se situaría entre el determinismo y el libre albedrío, riéndose de la aparente posesión demoníaca. Además la diversidad de casos expuestos, muestra las distintas variantes sobre el tema. Erasmo ya en su momento también se burló de la tradición del tópico que nos ocupa, y es que el uso condenable de maleficios es también puesto en evidencia , y ante el hecho de que no puede negarse la posibilidad de la magia, Cervantes condena el procedimiento y , siempre en último caso, la intervención divina parece ejercer un control sobre los poderes malignos.
Cervantes desbarató bastantes tópicos de la tradición poética amorosa, particularmente en la vertiente mitológica, pero en el Persiles se mantiene fiel a la tradición neoplatónica.
Cervantes se sirvió del tópico para desarrollar en la obra un análisis, un tanto sutil, de las pasiones. Un análisis notablemente relacionado con la más adelantada medicina de su tiempo, la cual intentaba a la sazón establecer las relaciones entre el cuerpo y el alma, y en aplicar remedios psicoterapéuticos. En el Persiles se describen las dolencias del alma en relación a las secuelas del consiguiente padecer físico. Pero la muerte no podrá con un amor constante, puesto a pruebas y refrendado por la virtud. Y si la enfermedad parece inevitable en el ideal amoroso del Persiles, cuando la pasión se descontrola y la razón se ofusca, más allá del grado natural y lógico, asaltan los peligros de la locura extrema y de la muerte. La enfermedad como trabajo a superar en el peregrinaje amoroso se revela como un hecho positivo que acrecienta la virtud y el amor mutuo. La locura amorosa que conduce a la ira, a la lascivia, se ofrece como grave error que se paga con la destrucción de uno mismo y la de los demás. Persiles, desde sus inicios, se dibuja como un auténtico enfermo de amores al que Sigismunda sirve de remedio contra la muerte.´ El autor buscaba la perfección a través de la unión de la bondad con la belleza, lo que significaba el control de la razón sobre la imaginación y las pasiones.
El esquema argumental de este tipo de relatos gravita en torno al amor. Esto es un hecho bastante evidente: por amor, esta pareja de jóvenes enamorados se ven obligados a salir de casa , abandonar a sus padres, a mentir, a enfermar, a resistir los golpes ajenos lejos de su patria, en un mundo en donde pocos están dispuestos a ayudarles y muchos a aprovecharse de ellos.
La fuerza ineludible del amor que une a los protagonistas es superior a cualquier otro sentimiento de maldad. El amor se convierte en tema principal, en protagonista clave, en la última salvación. Su objetivo es el matrimonio, lo que significaría que han respetado su juramento de fidelidad y pueden alcanzar un final feliz, porque " adonde hay amor verdadero ningún peligro se teme, todo se intenta", como diría Núñez de Reinoso en la Historia de los amores de Clareo y Florisea.
El Persiles ofrece el lado trágico y, en definitiva humano, del amor, pero también la posibilidad de la que dispone el hombre para controlar sus pasiones y hacer del amor y de la vida un peregrinaje triunfal.
ESPACIO, TIEMPO Y PERSONAJES.-
ESPACIO.-
La división del Persiles en dos partes bien marcadas ante todo se justifica por el traslado de la acción de un espacio a otro, es decir, de una zona no muy bien determinada, acertadamente calificada de "brumosa" por numerosos críticos, a otra relativamente conocida por el autor. Es comprensible que la primera parte de la obra resulte caracterizada por la continua presencia en el Septentrión de los protagonistas y de un considerable número de personajes oriundos de aquellas regiones, a los que se unirán otros originarios de países meridionales. En la segunda parte, por el contrario, los personajes nórdicos actúan como espectadores de las peripecias acaecidas a meridionales, sin que esto niege la presencia de nórdicos, a fin de que se relaciones una parte y otra.
El emplazamiento de la primera mitad de la novela en los países septentrionales, que Cervantes no conocía por sí mismo, ha planteado el problema de los conocimientos geográficos del autor. Está claro que debió de conocer bastantes textos de esta especie, más o menos científicos, difundidos en su tiempo. Cuando en la segunda mitad del libro penetra en las tierras españolas o en el marco del mediterráneo, varía el tono del relato con el cambio de latitud. Desde luego, en ese momento se multiplican las descripciones realistas.
El espacio se desarrolla desde el Norte de Europa hasta Roma (a partir de ahí se dirigirán al punto de partida: Islandia). Se presenta una gran diversidad de lugares, desde la geografía nórdica de la mítica Isla Bárbara, Islandia, Noruega, Irlanda y Dinamarca, hasta Portugal, España, Francia e Italia.
El escenario marítimo, especialmente representado en los dos primeros libros, aparece como uno de los marcos idóneos para la acumulación de peripecias. Esta presencia de la navegación se expone como fuente de aventuras, pues el mar atrae y repele al mismo tiempo, es decir, es como un camino abierto al triunfo y al fracaso, resulta ser una viva imagen del destino humano. Durante la navegación aparecen diversos motivos para los protagonistas, como son, por ejemplo:
Los piratas, que también aparecen en tierra firme, por lo que representan una amenaza latente y generalizada.
La tormenta, que puede acabar en un naufragio. Suele provocar la separación de los amantes, por lo que viene a ser el símbolo de la mutabilidad que amenaza a la condición humana, de alguna forma proyectada en la inestabilidad marítima.
Las islas, que no se conciben con una visión utópica o de paraíso terrenal, sino que funcionan como una nueva prueba para los protagonistas, provocando su aislamiento en un mundo desconocido y amenazador. Así que no tienen una especial carga simbólica- al menos de forma explícita -, como puede darse en otros géneros.
PERSONAJES.-
Huelga señalar a aquellos que cuentan su historia y el auditorio de la misma, de los cuales por un lado están los personajes centrales cuya trama es medular en la novela y por otro, los que cuentan sucesos tangenciales a la misma. Dentro de este grupo se puede encontrar lo que se ha denominado la "escuadra de peregrinos", que es un agrupamiento de personajes y viene a representar al protagonista colectivo. Son los que proporcionan las historias interpoladas y la galería de retratos.
El protagonista es un hombre de la Contrarreforma a quien las aventuras maravillosas y fantásticas le sobreviene, pero eso si, sin alterar su impasibidad estoica. Es decir, nos encontramos ante una novela amorosa de aventuras que habría que caracterizar como novela de peregrinaje, por tanto, su héroe, Periandro, es el peregrino de amor, el nuevo caballero andante, la antítesis del pastor y el reverso de pícaro ( si hubiera de compararlo con los demás arquetipos de personajes de la época que nos ocupa). Se convierte en un arquetipo de la condición humana, en el héroe novelesco de la Contrarreforma.
El peregrino extrae su nombre de la errante peregrinación en que consiiste su propia vida, sembrada de viajes, trabajos y aventuras. El autor al designar con el nombre de peregrino a Periendro, no aludía a la condición delperegrino medieval, ni a la institución cristiana del peregrinaje a tierras lejanas en cumplimmiento de un voto, por un simple anhelo piadoso, en redención de una culpa o expiación de un pecado, sinio que hace referencia a aquel que vaga errante fuera de su patria. Este concepto tiene el sentido de viajar por tierras alejadas del lugar donde comunmente se habita, de recorrer países extraños o morar en tierras extranjeras. El peregriino es el simbolo del hombre cristiano, surgido de la idea bíblica de la peregrinación de la vida humana y de la peregrinación amorosa de la novela bizantina que el humanismo erasmista ha transmitido al pensamiento de la Contrarreforma. Así, el peregrino es el paradigma del hombre del Barroco y el ideal del caballero cristiano. Este arquetipo ejemplar reún todas las virtudes cristianas y estoicas del caballero andante, y todos los ideales platónicos del cortesano.
De todolo que antecede se deduce que la novela bizantina, que e convierte en el siglo XVI en el modelo clásico de la novela amorosa de aventuras, es esewncialmente la novela de la peregrinación amorosa, y sus héroes serían los peregrinos del amor. La peregrinación como suma de los trabajos y aventuras que experimentan los protagonistas hasta lograr la paz y la aventura, constituye el eje común de la acción novelesca, y la descripción de costumbres exóticas y países remotos la escenografía que enmarca su culto de lo sorprendente y lo maravilloso. La idealización del sentimiento amoroso, embebido en doctrinas platónicas, trae consigo la exaltaciión de la pureza y de la pasión del alma. La valoración de las virtudes morales desemboca en un culto de la viirtud interior y de la fuerza inmanente que reside en la voluntad. La piedad y la pureza, condiciones básicas de una recta conducta moral, recaban la protección de los dioses y gracias a ella los hombres pueden seguir la ruta que les trazó el destino, a pesar de las visicitudes que han de padeecer a causa de la variable Fortuna,
De ahí que se les considere a Periandro y a Auristela como los modelos ideales de conducta, como los paradigmas de la virtud ejemplar y la vistoria sobre los peligros físicos y espiirituales. El signo central de la perfección de su personalidad es la religiosidad cristiana.
TIEMPO.-
Dentro de la estructura temporal del relato, el tiempo se presenta de tal suerte que se dan las siguientes características:
-Inicio del relato in media res. Esto es muy común durante la época. Fue muy empleda por Heliodoro.
Se rproduce la interpolación de numerosas historias en la trama principal (distorsionando la historia principal mediante la fragmentación del relato a partir de la inclusión de elementos ajenos a la historia principal).
-Dislocación de la cronología lineal, provocada en gran perte por la característica anteriormente ctada.
Se dan numero muchos saltossaltos temporales a modo de anagnórisis y analepsis.
Se producen notables rupturas de la secuencia cronológica interna. Por tanto, autores como Juaquín Casalduero, Avalle-arce y Alan K. Forcione piensan que las referencias al tiempo cronológico es esta obra resultan inadecuadas, ya que hacen que la novela sea atemporal y ahistórica. D
Da la sensación de que en lugar de tener cuatro libros, el Persiles constara de sólo dos partes, y cada una de ellas posyera su propia cronología. Por una parte hay cierto numero de rupturas en la secuencia natural cronológica que pueden calificarse de auténticos anacronismos, pero con una condición practicamente neutral dada su escasa capacidad de comprometer el ritmo de la acción. Se pueden registrar varios casos en el libro III: existen alusiones a hechos o a personas que parecen querer remitir a la vez al periodo en el que Cervantes escribe. Carlos Romero Muñoz denomina a este hecho como "doble cronología", o dicho de otra menra: Cerrvantes ofrece elementos que nada impide insertar en el año por el que discurre el presente de la historia por él narrada 8aproximadamente entre 1.558 y 1.559), o bien en el pasado inmediato de la historia, qque no por nada comienza in media res ( por lo que serían acontecimientos fechados entre 1.557 y 1.558) , pero que, al mismo tiempo, constituyen muy probables alusiones a acontecimientos y a personajes que el narrador tiene interés en poner de manifiesto, ya que casi siempre consisten en discretos homenajes dirigidos a quien le conviene lisonjear, con una palabras alusivas perfectamente descifrables para los lectores de su propia época.
Todo el eje cronológico del Persiles está constituído por la muerte de Carlos V (21 de septiembre de 1.558), de que se nos da noticia, como de algo reciente, en el último capítulo dell libro II:
"Cantó con esto guerras del de Transilvania, movimientos del Turco, enemigo común del género humano; dio nuevas de la gloriosa muerte de Carlos V, rey de España y emperador romano, terror de los enemigos de la Iglesia y asombro de los secuaces de Mahoma".
Por lo tanto, podemos llegar a la conclusión de que el viaje de los protagonistas se inicia a mediados de 1.557, y que probablemente acabara en 1.559 con el regreso de los recién casdos a su tierra natal, Islandia.-
C.S.V.
Conchi Sarmiento Vázquez