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La complejidad en las ciencias sociales, por Luis Enrique Ruiz


  1. Presentación
  2. Bibliografía

Presentación

Como es bien sabido, a partir del siglo XIX se desarrolla un especial interés por las disciplinas sociales. Así, mientras por una parte Augusto Comte proponía el desarrollo de una "física social" dentro de la visión positivista y según el modelo epistemológico de la física moderna, Wilhelm Dilthey reclamaba la especificidad metodológica y epistemológica de lo que denominó las "ciencias del espíritu". Por su parte, Schleiermacher sentaba las bases de la hermenéutica, aunque, en su caso, con un propósito religioso.

Durante el siglo XX, a la vez que se daba el gigantesco avance de las ciencias naturales, tanto en contenidos como en fundamentación epistemológica y variedad metodológica, las disciplinas sociales también presentan un gran desarrollo; es así como avanzan la historia, la economía, la sociología la psicología, la antropología y la politología, aunque, en el caso de estas últimas, dentro de un largo debate acerca de su estatuto epistemológico como ciencias y dentro del criterio dominante de que, para llegar a alcanzar este estatuto, tenían que acogerse al modelo de las ciencias naturales.

Todavía en 1985 el autor de un texto de estudio de filosofía de las ciencias humanas y sociales (Mardones 1991) constataba que éstas no habían adquirido tan deseado estatuto.

No obstante lo anterior, las discusiones sobre la epistemología, tanto de las ciencias naturales como de las disciplinas sociales y humanas, adelantadas por el neopositivismo, el racionalismo crítico, la teoría crítica y la hermenéutica la han llevado a buscar la superación de los antagonismos planteados en grandes temas de debate entre estos dos tipos de saber, tales como: la explicación y la comprensión, la neutralidad valorativa (ética y política) de la ciencia, la muerte del sujeto, el significado del lenguaje científico, la oposición entre ciencia y humanidades, la función del contexto, la historicidad del saber y la oposición entre los métodos cuantitativos y los cualitativos. Veamos cómo se expresan estos temas en la actualidad.

  • 1. Después de Dilthey, gracias en gran medida a la fenomenología, especialmente con H. G. Gadamer, se atribuye a las ciencias humanas el método de la hermenéutica, centrado en la comprensión, para diferenciarlas de las ciencias naturales, en las que ha prevalecido la búsqueda de la explicación de los hechos.

Durante décadas se identificaron y opusieron los dos tipos de saberes hasta llegar a posturas críticas como las que asumieron ciertos científicos naturales al caracterizar a los cultivadores de la hermenéutica como "charlatanes" y la de los defensores de la hermenéutica al afirmar que los científicos naturales eran materialistas y de visión reducida.

Finalmente aparecen pensadores que perciben cómo explicación y comprensión son dos actividades complementarias, porque lo que busca el científico al explicar los hechos es, finalmente, entender su razón de ser, su sentido, lo mismo que busca la hermenéutica (Ricoeur Lonegan 1999). Morin encuentra que la comprensión será uno de los saberes indispensables para construir la nueva civilización planetaria (Morin 2000).

  • 2. Durante más de la mitad del siglo XX las ciencias naturales proclamaron que su método estaba centrado en juicios de hecho y que lograban evitar los juicios de valor, esto es, de su neutralidad valorativa.

El contexto específico y exclusivo de su epistemología era el contexto de justificación, centrado en los objetivos internos de cada disciplina y, por consiguiente, en las condiciones de las teorías, los hechos o el lenguaje que garantizan la validez y la confiabilidad de sus descubrimientos.

Sin embargo, las propuestas del segundo Wittgenstein, en torno a los juegos del lenguaje, así como las de la sociología de la ciencia acerca de los factores externos, tales como el contexto de descubrimiento y, dentro de él, los paradigmas (Kuhn) que reúnen a las comunidades científicas, o, finalmente el contexto de aplicación que evidencia la importancia de los factores económicos, tecnológicos y políticos en la producción de los conocimientos científicos, inundan las prácticas científicas de juicios de valor y les oscurecen su pretendida neutralidad a este respecto.

Al mismo tiempo aparecen posiciones que evidencian cómo, en opciones como la de la matemática métrica para expresar los conocimiento científicos, se pueden encontrar compromisos éticos y políticos, así como la mayor o menor aceptación de modelos explicativos puede responder a intereses políticos, comprometidos éticamente.

El desarrollo de la ingeniería genética y de la ecología invitan, además, a cultivar un nuevo tipo de ética, centrada en el valor de la vida y de nivel planetario.

  • 3. El anterior tema está estrechamente relacionado con el supuesto tradicional de la separación entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Dentro de tal separación se buscaba controlar cualquier ingerencia de las condiciones del sujeto, gustos, preferencias, prejuicios, sobre el objeto con el propósito de lograr la mayor objetividad.

Esta neutralización del sujeto acontece en el siglo XX después de que el racionalismo moderno, a partir de Descartes, había afirmado su centralidad, y, posteriormente, de que en el siglo XX la filosofía propugnara por la superación del sujeto en función de las condiciones epistémicas y socioculturales que hacen posible las prácticas científicas. Se llegó a hablar, así, de la "muerte del sujeto" como uno de los grandes logros del pensamiento contemporáneo.

No obstante, al final del siglo pasado se vuelve a poner de relieve la necesidad de reconstruir al sujeto, si bien no al sujeto racional cartesiano, sino a un sujeto bio-psico-social, histórico y ecológico, a la vez sapiens, faber, demens, ludens (Morin 1992).

  • 4. Un tal sujeto se construye gracias a su capacidad de lenguaje, que permite la intersubjetividad y la coordinación de la acción dentro de grupos enmarcados en contextos específicos.

Se llega a afirmar que dicho lenguaje, con sus expresiones como lenguaje científico, es básicamente una coordinación de acciones y una coordinación de coordinaciones (Maturana 1995, Maturana y Varela 1984), un juego que sigue reglas específicas de actores que actúan en contextos determinados y que responde a intereses específicos, a la vez que profundiza en paradigmas de comunidades académicas determinadas.

Así, se entiende que el lenguaje científico ciertamente es un lenguaje con significado, más no tanto por su capacidad para ser verificado, como por el sentido que adquiere dentro de aquellas comunidades y paradigmas.

En esta forma, se percibe cómo hasta en los saberes naturales más especializados adquiere una gran importancia el contexto, bien el de justificación, que en la actualidad implica relaciones interdisciplinarias, o bien el de descubrimiento y el de aplicación que se entretejen cada vez más íntimamente en las distintas prácticas científicas y desdibujan la clásica distinción entre los objetivos internos y los objetivos externos de la ciencia, llegando, en no pocos casos, a consecuencias de alto riesgo para la propia especie humana y la vida en el planeta.

5. Todo ello está llevando a buscar un nuevo tipo de interrelaciones tanto entre la teoría y la práctica como entre los saberes propios de la cultura científica y los de la denominada cultura humanística, de tal manera que aquélla evidencie todos los valores humanos que se ponen en juego en sus prácticas científico-tecnológicas en tanto que ésta asimila las potencialidades, posibilidades de desarrollo humano, planetario, y los valores del desarrollo científico-tecnológico.

Los contextos son históricos lo mismo que las aproximaciones de las distintas disciplinas a sus respectivos objetos de estudio. Se acepta de esta manera un carácter provisional de todo nuevo descubrimiento científico y, a la vez, relativo a los paradigmas, enfoques, métodos e instrumentos en que se basa cada una de ellas.

Esa misma provisionalidad y relatividad se aplica al avance global de las disciplinas naturales y sociohumanísticas, lo cual hace decir con frecuencia a Edgar Morin que nos encontramos apenas en la prehistoria del conocimiento humano.

6. En forma similar, los debates en torno a los métodos de los dos tipos de saber, naturales y sociohumanísticos, se han ido superando de tal manera que, frente a la tradicional caracterización de los métodos científico-naturales como métodos cuantitativos y de los métodos sociohumanísticos como métodos cualitativos, se proponen nuevas alternativas metodológicas en las cuales se integren ambos a partir de la exploración de otra dimensión de la matemática, de la precisión de las técnicas de registro e interpretación de las disciplinas sociales y del desarrollo de las epistemologías de segundo y tercer orden (Delgado y Gutiérrez 1995).

En la actualidad las ciencias sociales se caracterizan por su posición frente a estos grandes temas de debate. Pero, al mismo tiempo, por su posición frente a la relación interdisciplinaria y transdisciplinaria, ya que en una u otra forma se encuentran con que su objeto de estudio, lo social, es un fenómeno complejo –como ya lo había puesto en evidencia É. Durkheim– articulado con la cultura y una cultura que se presenta a la vez organizada de una determinada manera y en proceso de cambio.

Así pues, cada disciplina se ve impelida a abrirse frente a otros aspectos que concurren en la dinámica social o cultural, ya sean ellos históricos, grupales, psicológicos, antropológicos, económicos o políticos, para poder entender de manera adecuada su campo de estudio.

La cultura y su mediación más importante, el lenguaje, van adquiriendo una especial importancia dentro de las distintas ciencias sociales, razón por la cual el denominado "giro lingüístico" y los métodos hermenéuticos o de pragmática lingüística también han adquirido especial vigencia dentro de ella; pero así mismo la manera de entender la relación entre los distintos grupos o entre los distintos componentes de la cultura, para lo cual las ciencias sociales han recurrido frecuentemente a los enfoques sistémicos.

Las posiciones frente al tema del lenguaje y al enfoque sistémico se han convertido en factores que permiten identificar lo característico de cualquier pensamiento social en la actualidad.

Desde Durkheim, como se dijo anteriormente, se constata que la sociedad es un fenómeno complejo; esta complejidad se evidencia de manera más explícita con los estudios de disciplinas tales como la antropología, la sociología y la historia (Adamsom 1986).

El estudio de la sociedad requiere, así, de un enfoque epistemológico que permita comprender esa complejidad y los sociólogos lo encuentran, bien en la teoría de sistemas, o bien en la dialéctica del materialismo histórico. Recordemos de manera rápida y descriptiva algunos momentos de este debate.

Una primera interpretación sociológica dentro del enfoque sistémico aparece en la obra de T. Parsons, El sistema social, representante característico del estructural funcionalismo de la sociología americana; en el caso del enfoque dialéctico, los representantes de la denominada "escuela de Frankfurt", recuperan la tradición dialéctica y la contraponen a la visión positivista de la sociología, como se ve, sobre todo, en el debate entre K. Popper y T. Adorno, en torno a La lógica de las ciencias sociales (Popper y Adorno 1984).

Una nueva visión sistémica, de corte radicalmente diferente a la anterior se encuentra en N. Luhman, así como una nueva visión de la dialéctica en Pierre Bourdieu.

El pensamiento de Luhmann ya ha sido mencionado en otro aparte de esta Introducción al pensamiento complejo.

Y en cuanto a Bourdieu, exponente de la corriente de la sociología del conflicto, recoge la tradición marxista y desarrolla una sociología basada en la diferenciación y la lucha de clases sociales, aunque centrada en la cultura que caracteriza a esas clases en conflicto.

Se trata de una sociología que analiza la estética de cada una de esas clases por medio del estudio de fuentes nada convencionales, tales como la fotografía o la asistencia a museos.

La particularidad del sociólogo –afirma Bourdieu– es tener como objeto los campos de lucha: no solo el de la lucha de clases, sino también el campo mismo de las luchas científicas.

El sociólogo ocupa una posición en esta luchas, primero como poseedor de un determinado capital económico y cultural en el campo de las clases; después como investigador dotado de un determinado capital específico en el campo de la producción cultural y, más precisamente, en el subcampo de la sociología (Bourdieu 1984: 82).

La categoría que organiza lo social, según este autor, y media entre lo social y lo individual y entre la estructura y la superestructura, es la de "campo".

En cada campo cultural –científico, filosófico,literario– se dan determinados bienes culturales que constituyen un "capital cultural" o simbólico y que son el producto del proceso de acumulación que se va decantando a lo largo de la historia.

El dominio de esos bienes culturales identifica la pertenencia a una clase, y a la vez que se legitima a si mismo, legitima el consumo de los mismos por parte de la clase que los usa.

El proceso por el cual lo social se interioriza dentro de los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con los objetivos se da gracias al concepto de habitus. Concepto que designa un nivel no consciente que establece relaciones de sentido tanto en el nivel del conocimiento como en el de las prácticas individuales.

El habitus es una estructura predispuesta a funcionar como estructura estructurante. Es el programa de consumo de los bienes culturales de los individuos y de los grupos, que decide lo que estos "sienten" como necesario dentro de su estilo de vida.

Hay en esta concepción de la sociología una comprensión de la complejidad social, desde un método dialéctico. Así mismo Bourdieu considera necesaria una "sociología de los sociólogos" y destaca el papel de lo cultural dentro del objeto de estudio de la sociología.

Sin embargo, cabe preguntar hasta dónde el método dialéctico es suficiente para el entendimiento de lo social y de las transformaciones sociales, y hasta dónde recibe la cultura el tratamiento que realmente tiene en relación con los individuos y la organización.

Entre estos dos tipos de enfoque se desarrollan propuestas que buscan la integración, tales como las de J. Habermas en su última fase, la de la Teoría de la Acción Comunicativa, en la que al mismo tiempo que realiza una crítica de las racionalidades instrumental y estratégica de la modernidad, analizadas por Max Weber, propone una articulación entre el mundo del sistema y el mundo de la vida en el plano de la práctica, en la coordinación de la acción.

Los otros científicos sociales que enfrentan una visión articuladora de lo social son los representantes del pensamiento complejo, tales como Jesús Ibáñez y Edgar Morin de quienes nos ocupamos a continuación.

Bibliografía

  • Mardones, José María. 1991. Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Madrid: Antropos.

  • Ricoeur, Paul y Lónergan B. 1999 Estudios sobre la comprensión humana. Barcelona: Sígueme.

  • Morin, Edgar. 2000. Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Bogotá: MEN/UNESCO.

  • Morin, Edgar. 1992. El paradigma perdido. Barcelona: Kairos.

  • Maturana, Humberto. 1995. La democracia es una obra de arte. Santafé de Bogotá: Coop. Editorial del Magisterio.

  • Maturana Humberto y Varela Francisco. 1984. El árbol del conocimiento. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.

  • Delgado Juan y Gutiérrez J.1995 (Coord). Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales. Madrid: Editorial Síntesis.

  • Adamsom Hoebel. Antropología, estudio del hombre. Barcelona. Omega.

  • Braudel, 1968. La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza Editoria.

  • Popper, Karl y Adorno Theodore. La lógica de las ciencias sociales. México: Ed. Grijalbo.

  • Bourdieu, Pierre. 1984. Sociología y cultura. Trad. Martha Pou. México: Grijalbo.

 

Enviado por:

Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.

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