El método que utiliza el autor consiste en rastrear los legados que la Antigüedad había dejado a los hombres de la época en cuestión y los diferentes cambios de orientación que guiaron a las autoridades a lo largo de este período con respecto a las actitudes y relaciones que establecían con estos grupos. Así se señalan los cambios acaecidos en el siglo xi con los judíos, el surgimiento de las herejías populares y la respuesta de la iglesia ante la proliferación de doctrinas heréticas, el desarrollo y ordenación de los judíos en la sociedad medieval así como el crecimiento del segregacionismo y el antisemitismo por parte del clero, y el tratamiento social que se les dispensaba a los enfermos de lepra, tratándolos como si fuesen muertos en vida.
A partir de entonces, judíos, herejes, leprosos, homosexuales masculinos, prostitutas y otros grupos fueron víctima en grados diversos de una nueva definición y de un reacomodo de su lugar en la sociedad, así como también se los identificó como fuente de contaminación social y cuyos miembros podían ser excluidos de la sociedad cristiana, ser sometidos a persecución, denuncia, interrogatorios, hasta la expulsión de la comunidad, la privación de sus derechos y libertades, y en ocasiones de la misma vida. Es interesante resaltar el análisis de las fuentes que realiza el autor, los documentos y los procesos judiciales que rescata, en los que se observa la maquinaria legal y la ley de las costumbres en las que se fundamentó la persecución como una práctica deliberada y ejecutada por la autoridad, donde en muchas ocaciones primaban las denuncias falsas y las intrigas.
El análisis de las coincidencias, continuidades y modificaciones en el desarrollo de la persecución de herejes, judíos y leprosos, es clave para entender su clasificación como "enemigos de la sociedad". En este sentido el autor plantea que "lo que herejes, leprosos, y judíos, tienen en común es que todos fueron víctimas de un celo perseguidor que embargó a la sociedad europea en esta época". Para el caso de la herejía, el autor plantea que ésta solo puede nacer en un contexto de afirmación de la autoridad, a la que el hereje se resiste, y que por lo tanto es una cuestión política. Por lo tanto el movimiento hacia la persecución de la herejía estaba lejos de ser una simple respuesta a la aparición o incluso la multiplicación de los mismos herejes. "Por el contrario –afirma el autor– aunque los herejes eran bastante reales, y aumentaron a medida que el siglo xii avanzaba, el significado que asumieron en la vida y los intereses de la Iglesia fue resultado fundamentalmente del desarrollo de ésta".
En este sentido el autor marca la diferencia de la actitud de la Iglesia de la Alta Edad Media, en la que la propia descentralización de la Iglesia como institución hacía imposible que la herejía pudiera fijarse y perseguirse, antes de que se pusiera en marcha la reforma papal. En el caso de la lepra el autor remarca la dificultad para establecer un diagnóstico preciso de la enfermedad, y resalta que entre los siglos xi y xii se produce una "transición desde una actitud relativamente compasiva a otra relativamente rigurosa hacia los leprosos y un grado mayor de coerción en su confinamiento". Al leproso, al igual que al hereje, se lo veía como el portador de un mal que contagiaba y al que se le temía (aspecto que el autor profundiza en el capítulo 3). Para el caso de los judíos Moore analiza el proceso de asimilación y rechazo que los judíos sufrieron desde la Antigüedad hasta la baja Edad Media, así como el antisemitismo creciente en el período estudiado. En este sentido afirma que "entre los siglos vii y x las autoridades cristianas de Europa Occidental trataban a los judíos con mucha menor dureza con la que lo habían hecho antes o de lo que harían después; que los judíos fueron asimilados en grado considerable en la sociedad cristiana; que la asimilación continuó –en ciertos aspectos– hasta el siglo xii y que fue modificada por el aumento de la persecución".
El autor rechaza la tesis que sostiene que el desarrollo de la persecución en los siglos xi y xii pueda explicarse simplemente en función de los cambios en el número, la calidad o la naturaleza de las víctimas. Y aquí es donde reside uno de los mayores aportes del libro, ya que permite identificar la reacción ante el cambio social de la nobleza clerical y laica, en un contexto marcado por el "renacimiento del siglo xii" según plantea Lomba Fuentes en su investigación sobre la aportación musulmana, y judía (Moore también afirma que los judíos poseían un nivel cultural mayor a los cristianos de su misma clase), a la renovación filosófica de ese siglo, y en un contexto de exaltación religiosa, en el que proliferaban movimientos eremíticos y monacales que muchas veces cuestionaban ese poder. Es también un período en el que occidente comienza a desarrollar un comercio más activo, como demuestra Henry Pirenne en su análisis de la economía de la Edad Media, en el que resalta la importancia que tiene para este desarrollo económico y cultural la recuperación de los puertos del Mediterráneo occidental, antes en manos árabes (recordemos que los libros –artículos de lujo y accesibles a una minoría de letrados– eran parte del botín), y el crecimiento económico que Europa occidental desarrolla a partir del siglo xii, sobre todo con el florecimiento de las ciudades. Junto a estos fenómenos A. Vauchez completa el panorama planteando que en esa misma época tuvo lugar "una expansión demográfica sin precedentes, y la difusión de nuevas técnicas que provocaron el desarrollo de la producción agrícola y artesanal"
Este último autor también afirma que las herejías llegaron a ser un fenómeno numéricamente importante hasta el punto de cuestionar la influencia de la Iglesia en algunas regiones, aunque nada nos dice acerca de la persecución, y se limita a verificar las tendencias de dos grandes corrientes heréticas y su relación con la sociedad de la época.
No es difícil –siguiendo a Moore– descubrir las relaciones entre los diversos cambios sociales que este desarrollo precipitó y los grupos que se convirtieron en blanco de la persecución. En el caso de los judíos se los identificaba con los ricos, con la usura, –figuras típicas contra las que se levantaba la nueva moral cristiana que condenaba la usura y el comercio pero vivía en el ocio y la opulencia a expensas de las clases explotadas. El autor demuestra que la ocupación de estas tareas comerciales y de préstamos de dinero era la resultante del lugar marginal que los judíos ocuparon en las estructuras dominantes de la época, con quienes los reyes habían mantenido relaciones ambiguas de protegerlos y perseguirlos, ya que muchas veces recurrían a ellos en búsqueda de dinero colocándolos bajo su dependencia.
La introducción del dinero es uno de los cambios más importantes del período. "Todas las miserias y los abusos de un rápido crecimiento económico, la fragmentación de las comunidades, las multitudes de emigrantes desarraigados y sin trabajo amontonados en calles y cunetas, la acumulación de grandes fortunas que recompensaban la extorsión y la explotación realizadas por hombres sin familia o sin pasado, todo eso se veía como obra del dinero y de quienes lo tenían y traficaban con él". Por otro lado el temor a la enfermedad física de la lepra y lo que ello conlleva, y el temor de la contaminación de los fieles por los herejes, que predicaban doctrinas que muchas veces cuestionaban al poder o negaban las reformas que impulsaba la jerarquía eclesiástica o los reyes laicos, generaban la reacción de un poder cada vez más centralizado y con más capacidad de controlar y perseguir a lo que consideraba sus enemigos.
El autor afirma que el temor al cambio social subyace en la retórica de la persecución. "El miedo a la contaminación, en otras palabras, es el temor que el privilegiado siente frente a aquellos a expensas de los cuales disfruta sus privilegios."
El autor discute las posiciones que ven en la persecución el sentimiento popular expresado en las prácticas de las autoridades. Aquí contrapone las tesis durkheimianas de la persecución como una decisión instintiva y colectiva de preservar la unidad social, y las tesis weberianas que ven a la persecución como la encarnación de la tendencia a establecer un estado burocrático que efectivamente comienza por esa época. Moore afirma que en ambos casos la cuestión de la aparición de la persecución depende de la medida en que esa aparición fuera resultado de la hostilidad popular hacia sus víctimas. En el caso de la lepra todo parece indicar que una vez establecida la creencia del contagio de la enfermedad haya aumentado la hostilidad popular hacia los leprosos. En el cado de los herejes –afirma Moore– "es importante insistir en lo que a veces se pasa por alto, en que el sentimiento y comportamiento popular no son idénticos a la opinión monástica o a la de los laicos en general." Esto se ve confirmado en los juicios por ordalías, que muchas veces contradecían la autoridad de los clérigos.
Finalmente cabe preguntarse a qué conveniencia social favoreció está reacomodación de categorías, y qué necesidad fue "la madre de esta invención singularmente duradera y adaptable", en palabras del propio autor. Para responder a esta pregunta Moore analiza las relaciones entre la autoridad y la sociedad en un proceso en el que, siguiendo a Pascua Echegaray, "por un lado las monarquías fueron diversificando sus bases sociales de poder mediante la práctica reiterada de alianzas con éxito con las ciudades y con el clero, y por otro lado se produjo el mayor desarrollo de teoría política y jurídica sobre la figura del rey y del Papa, y sobre el poder de los aparatos en su territorio circundante, el reino y la ciudad, de toda la historia del Occidente altomedieval." El análisis que el autor realiza de los juicios por ordalías, en el que se ve reflejada la tensión entre el poder de la autoridad versus la comunidad, es un ejemplo de ello. Como afirma Moore "Si el papel desempeñado por los principios de centralización y racionalización legal en la evolución de la persecución es evidente, la razón de su adopción encuentra explicación en sí misma". El ataque a la herejía fue un aspecto de esta concentración de las funciones religiosas en manos de un clero cada vez más profesional. Este proceso se relaciona directamente con la concentración del poder en manos de los privilegiados, en nombre de la razón. En este sentido, "la herejía popular representaba la afirmación de los valores colectivos y la independencia comunitaria frente a la subordinación de la religión primero al poder señorial, y más tarde al burocrático".
Para los privilegiados y letrados de la época, la sustitución de los juicios por ordalías por la pesquisa judicial, la centralización y sistematización del proceso de canonización, junto con la reforma de la Iglesia, el desarrollo del derecho canónico y el derecho civil en la teoría y en la práctica, representaban la victoria de la razón sobre la superstición, de la verdad sobre la costumbre. Pero esta victoria de los literati sobre los rustici o illiteratus, generaba en los primeros un miedo a la contaminación que se expresaba en las persecuciones lanzadas contra herejes, leprosos y judíos.
A su vez "la persecución misma sirvió para desviar las amenazas reales o imaginarias que podían representar aquellos cuya importancia real y cuyo poder potencial no estaban reflejados en su condición y su estatus. Pero –concluye Moore– la persecución tuvo también una función más positiva. Sirvió para estimular e impulsar el desarrollo de los derechos y las técnicas de gobierno de la Iglesia y el Estado, así como a la cohesión y seguridad de quienes los manejaban. Fue el lado oscuro del renacimiento del siglo xii y, como tal, inseparable del conjunto."
Para terminar quisiera detenerme brevemente en una apreciación personal de la lectura del libro, teniendo en cuenta que quizás mi condición de estudiante de una materia de historia medieval encuadre bastante con el tipo de público lector al que quiere dirigirse el autor según aclara en las páginas iniciales. Uno tiene una cierta noción de las cacerías de brujas, las quemas de personas en la hoguera, las catacumbas y todo lo que se asocia comúnmente a la Inquisición medieval y el advenimiento de los absolutismos católicos y protestantes. En muchos casos se lo toma como algo natural, como algo inmanente a esa sociedad que reacciona frente a lo que ve como una amenaza. Pero no es toda la sociedad la que se siente amenazada.
Lo interesante del texto de Moore es que intenta dar una explicación del conjunto del proceso en el que la persecución como tal comienza a constituirse en uno de los caracteres permanentes, resalto permanentes, de la sociedad europea occidental y en un instrumento del poder del clero y la nobleza regia en un momento histórico caracterizado por el inicio de un proceso de centralización política y territorial que hecha sus raíces en el crecimiento tanto de la agricultura como del comercio y las ciudades.
Otro hallazgo para mí del libro es el análisis, yo diría materialista para no decir marxista, que plantea de la sociedad y de las tensiones y conflictos que subyacen detrás de la retórica de la persecución. No puede haber perseguidos sin perseguidores. Pero la pregunta a la que busca dar respuesta el autor, considerando absurdo dar por natural tal carácter, es ¿por qué la autoridad ejercida por el clero y la nobleza regia comienza a clasificar a grupos sociales, a estigmatizarlos como enemigos de la sociedad y a perseguirlos hasta los extremos más abominables de la tortura y la segregación? ¿que necesidad material la llevó, con un celo y un profesionalismo antes desconocido, a adoptar tal carácter?
Aunque al autor no lo impulsan razones morales o políticas para tomar partido por este tipo de análisis, es imposible desprenderse de ellas. Es imposible no tomar partido. Quizá el texto, y este puede ser su principal aporte, sirva para analizar la sociedad en la que vivimos hoy, mil años después, donde la persecución y la segregación social, el miedo al "diferente", lejos de ser algo natural del mundo en el que vivimos, son una expresión del carácter opresivo de toda sociedad basada en la explotación y en la desigualdad organizada. Se les teme porque son una amenaza. Basta con ver el trato que la sociedad "civilizada" de Europa, da a los inmigrantes que necesita pero no acepta, para entender un poco más lo que plantea el texto de Moore.
La referencia al siglo xx en su texto no es, a mi juicio, solo por el fascismo o el estalinismo. El macartismo en EE UU, las dictaduras en Latinoamérica, y el Apartheid responden a una lógica similar. Quizás, por último y volviendo a la Europa actual, aquellos sucesos de las protestas de los jóvenes hijos de inmigrantes árabes y africanos, que mantuvieron hace menos de un año en vilo a Parías por varios días, las quemas de autos y las protestas callejeras en los suburbios que se extendieron a otras ciudades de Europa como reguero de pólvora, tengan algo con ver con la herejía…
Bibliografía consultada:
- Moore, R. I. La formación de una sociedad represora. Poder y disidencia en la Europa occidental, 950 – 1250. Barcelona, Crítica, 1989.
- Lomba Fuentes J., "Aportación musulmana a la renovación filosófica del siglo xii", Renovación intelectual del Occidente Europeo, xxiv semana de Estudios Medievales, Pamplona, 1998, pp 135 a 167.
- Pirenne H., Historia económica y social de la Edad Media, Fondo de Cultura Económica, México, 1994.
- Vauchez A., "La religión de los nuevos tiempos (fines del siglo xi – principios del siglo xiii), en La espiritualidad del Occidente medieval, siglos viii–xii, cap. 3, Madrid, 1995, pp. 65 a 120.
- Pascua Echegaray E., "El Poder regio" en Guerra y Pacto en el siglo xii, Madrid, 1996 pp 119 a 150.
Federico Iglesias
Universidad Nacional de General Sarmiento
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