MOORE, R. I.
LA FORMACIÓN DE UNA SOCIEDAD REPRESORA.
Poder y disidencia en la Europa occidental, 950 – 1250.
Barcelona, Crítica, 1989.
Luego de un primer párrafo de agradecimientos y reconocimientos por la ayuda y las críticas recibidas durante el desarrollo de la investigación, el autor nos advierte desde el Prólogo del libro el alcance y los límites del mismo. En este sentido afirma que su intención es hacer una exposición pensada para ser accesible a quienes no están familiarizados con el período de la historia europea al que se refiere –siglos x, xi y xii– y que el análisis que presenta no se basa en una "investigación original sobre la mayoría de los asuntos que toca, ni siquiera en una amplia revisión del estado de la cuestión". Para el autor la novedad de su aporte radica en los matices que hace de las caracterizaciones del período y en la relación que establece entre los distintos elementos que conforman su tesis general, a saber: que el desarrollo de la persecución en todas sus manifestaciones formó parte del proceso de concentración de poder e influencia de una clase de instruidos y que por lo tanto fue inseparable de los logros positivos o negativos a los que está asociada.
En la Introducción el autor plantea un debate acerca de las causas y la naturaleza del desarrollo de la persecución, refutando el argumento (esgrimido por autores como Z. N. Brooke –cuya obra Europe 911-1198 fue considerada largo tiempo el estudio introductorio más prestigioso de este período) de que era en cierto modo natural o apropiado, o en cualquier caso inevitable, que la Iglesia medieval tratara de eliminar la disidencia religiosa por la fuerza. De igual manera afirma que el supuesto de los historiadores liberales de los siglos xix y xx, de que la persecución era el síntoma más sobresaliente del barbarismo y superstición de la sociedad medieval, es falso. Como dejara entrever en el Prólogo, el autor propone una objeción a tales argumentos y supuestos, y dirige la argumentación de su libro contra ellos. Su objeción apunta a que los supuestos sobre la sociedad medieval europea de los que estos autores parten no están históricamente fundamentados y "por lo tanto alimentan una comprensión equivocada de la naturaleza de la persecución misma". De esta manera el autor plantea que durante los siglos xi y xii se desarrolló un proceso de transformación de carácter permanente en la sociedad europea occidental en el que la persecución se hizo habitual, y en el que "la violencia deliberada y socialmente sancionada empezó a dirigirse, a través de las instituciones gubernamentales, judiciales y sociales, (cursiva del autor) contra grupos de personas definidas por características generales como la raza, religión o forma de vida; y que la pertenencia a tales grupos en sí misma llegó a considerarse justificadora de esos ataques".
El autor estructura su obra (aparte del Prólogo, la Introducción y los apartados de Bibliografía e Índice alfabético) en cuatro capítulos, uno más interesante que el otro para alguien que recién se acerca al tema. A grandes trazos el libro analiza el desarrollo de la persecución como tal y el problema de la clasificación de sus víctimas durante los siglos xi, xii y xii, rastreando las huellas dejadas por la Antigüedad, así como los paralelismos entre los grupos analizados –herejes, leprosos, judíos– . A su vez trata de dar respuesta a los por qué de tal desarrollo de la persecución en torno al año 1100, época en la que Europa se convirtió en una sociedad represora, buscando los motivos que llevaron a adoptar tal maquinaria de persecución en las necesidades de clase de una nobleza clerical y laica (muchas veces confundida una en otra) que aumentaba su poder político y territorial a expensas de una clase de iletrados, pobres, rústicos a quienes explotaba física y mentalmente. Es oportuno señalar –siguiendo a Moore– que la persecución "llegó a ser una parte del carácter de la sociedad europea", cuyo comienzo puede datarse en los siglos xi y xii con la persecución de herejes, leprosos, y judíos; y que tuvo un "período fundamental de desarrollo entre mediados del siglo xv y mediados del xvii y otro, apenas es necesario añadirlo, en el xx." ¿Pero no conserva aún ese carácter represor toda vez que la sociedad occidental se asienta en la desigualdad de clases, en la explotación de la mayoría de la población por una minoría de empresarios, políticos, militares y curas?
Partiendo de la definición que la Iglesia sanciona para establecer su "comunidad de fieles" en el Cuarto Concilio de Letrán en 1215, momento en el que establece las condiciones esenciales de pertenencia para todos los europeos occidentales, el autor analiza "la importancia de estas disposiciones, no sólo en la formidable serie de sanciones legales que introducían contra la herejía, sino en la legitimidad que daban a la actuación contra ella" (la cursiva es mía). Así se estableció una maquinaria de persecución para la cristiandad occidental y especialmente una serie de sanciones contra los condenados que se iba a demostrar adaptable a una variedad de víctimas mucho más amplía que la de los herejes para los que fue ideada. En este sentido el autor aborda el estudio de la persecución contra los herejes, los judíos y los leprosos, planteando similitudes y diferencias entre ellos, pero enmarcándolos a los tres en el mismo proceso de segregación contra lo que era considerado una fuente del mal, un instrumento del diablo, los enemigos de la sociedad anteriormente definida por la Iglesia.
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